.¡Feliz día de San Valentín! .¿Lo estáis celebrando?
Yo lo voy a celebrar de esta manera, cerrando Byakuya. Espero que os guste como regalo. Las musas me han dado mucho cariño que transformar para escribir ese capi.
.¡Disfrutadlo!
Epílogo II
- Quédate. En mi habitación vamos a estar solos.
- Ya me gustaría, pero no puedo.
- Si quieres, puedes. No lo tenemos tan difícil, no seas tonta.
Arrugué la nariz.
- Con Sasame aquí no estoy tranquila. Ellos no se sienten incómodos, pero yo sí. Si empiezan a discutir en mitad de la noche me desvelo y al día siguiente no sé qué cara ponerles. Se pelean hasta por los grumos del zumo, .¿cómo voy a estar cómoda?
Sasuke movió la cabeza hacia mí.
- Si consiguiese que esos dos se pierdan por ahí esta noche, .¿te quedarías?
- Pues suena muy mal, pero... puede. Me apetece mucho.
Soltó una risita burlona y me dijo seductoramente al oído:
- Así que sólo tengo que mojarte las bragas y hacer un par de llamadas para que te olvides de las fichas, .¿eh?
- Necesitas algo más para que me olvide de las fichas, playboy.
- Qué gracioso. Lo dices como si mojarte no fuera suficiente para hacerte olvidar que vivo con dos desgraciados que pueden aparecer en cualquier momento, pillándote en medio de un orgasmo.
Tal y como estábamos, no me costó mucho imaginármelo. A qué mala hora se le ocurrió decir aquello. El sonido mental de una llave encajando en la cerradura de la puerta principal y el chirrido de ésta al abrirse desplegó la alerta en mi cuerpo como una chispa de fuego sobre un desierto de pólvora. Hasta hacía sólo dos minutos Sasuke-kun estaba haciendo lo propio para poder escuchar un orgasmo de mis labios y yo había olvidado, efectivamente, que no estábamos en Tokio, donde el horario de trabajo de Itachi era predecible y seguro. Me miraba sin parpadear cuando me aparté de él de un empujón. Quedé arrodillada sobre él, con la boca desencajada.
- .¿Cómo... puedes...?
-Si me hubieras dado medio minuto más, te habría recordado lo que te has estado perdiendo durante las vacaciones.
Esbozó una sonrisa taimada y me expuso su mano a un palmo de las narices. Tenía los dedos anular y el meñique flexionados hacia la palma.
- Normalmente necesito tres dedos, .¿recuerdas? Con dos también funciona, pero éste –dijo articulando el pulgar- resulta muy útil.
.¿Eran sólo sus neuras sobre mi debilidad con él o era tan inevitable que yo me olvidara de todo cuando Sasuke se ocupaba de mí?
- Deja de vacilarme, Sasuke.
- Por los Budas que no te estoy vacilando.
- .¡No hables de eso como si fuera algo normal! –exclamé apartando su mano.
- Sabes que lo es. .¿O no? –volvió a enseñarme los dedos.
Me desconcentró momentáneamente.
- A estas alturas aún no entiendo cómo puedes hablar tan alegremente de sexo.
Se encogió de hombros.
- .¿A quién no le gusta hablar sobre lo que le gusta?
- Está bien. .¿Sabes? Ese es el caso. Yo tengo escrúpulos. No sé cómo reaccionarías tú con tus compañeros, pero si nos pillaran alguna vez, yo... No sé, les gritaría que es culpa tuya, que eres un depravado. Y luego me moriría de vergüenza.
- Joder, pues para tener un novio tan amenazante te encontrarían muy dispuesta –se echó a reír.
- .¡Esto es serio!
- Claro que lo es –dijo aún con la sonrisa divertida-. Pero es lo que toca. Sabes que hasta que no te instales aquí y esos dos se vayan, no nos queda otra que correr el riesgo. Pero deja de martirizarte; no es tan grave porque no nos han pillado y no lo van a hacer –dijo cansinamente. Me revolví incómoda, completamente fría. Quería quitarme esa desagradable sensación de encima, no tener la angustiosa certeza de que podrían entrar en ese mismo momento y encontrarme a horcajadas sobre Sasuke-kun. Aquello ya era suficiente para morirme de vergüenza súbita. .¿Por qué me enfadaba? Él tenía razón. Sólo le hacía falta ponerse un poco cariñoso conmigo para que...- No lo van a hacer –repitió.
- Es imposible que lo sepas. Cualquier día nos podemos dejar llevar en tu cuarto y no enterarnos de que llegan y están por aquí.
- Sé el ruido que hacen. Cada uno tiene un manojo de llaves propio de un funcionario de prisiones.
- Ya. Pero no son mancos.
Arrugó el ceño. Yo lo arrugué aún más. Que Sasuke tuviera una idea de qué pudieran estar haciendo fuera de casa o del ruido que hacían antes de entrar no me aliviaba. Los tres segundos que pudiéramos tener desde que escucháramos las llaves hasta que estuviéramos presentables no eran suficientes. Ni siquiera podía pensar en agarrar la ropa que me fuera a quitar y huir hacia la habitación de Sasuke porque cada vez que estaba con él las rodillas dejaban de ser operativas para mí. Como era el caso.
Sasuke se incorporó sobre los codos, preocupado.
- Oye, que no es para tanto. No nos van a ver hacer nada bestia en el sofá. Sabes que no nos han pillado –abrí la boca para rebatirle pero él alzó la barbilla para hacerme callar-. Estabas tardando en recordármelo, ya, una vez Naruto estuvo a punto de hacerlo, pero debes recordar que todo salió bien y no sospechó nada. Además, ellos no son santos. Si te contara lo que hacen esos cerdos, no los mirarías a la cara.
Me relajé un poco, pero seguí tensa.
- No te van a mirar mal. Por ninguna razón. Puedo darte mi palabra: si lo hacen amanecerán con una katana atravesada de sien a sien.
Cabeceé.
- V-vale.
- Así me gusta.
Volví a echarme con él, pero lo hice contra le respaldo del sofá, de canto. Sasuke-kun debía conservar el buen humor de antes, porque no tardó en besarme, hacerme un par de carantoñas y dejarme debajo de él.
- Ahora lo tengo todo mucho más controlado –dijo echándole una mirada traviesa y oscura a la puerta principal.
- Ya te veo venir.
- Desde aquí puedo amenazar con la raqueta –le sonreí. Sasuke se mojó los labios con una caída de ojos-. Reconócelo. .¿A que te pone?
Le di un buen pellizco en el abdomen que lo hizo encogerse.
- Te pasas de chulo, .¿sabes? Puedo tomarte la palabra y hacer que estos revolcones vayan extinguiéndose del "hotelito" para reeducarte. Pórtate bien –Sasuke me miraba amenazadoramente desde arriba. Sí, lo tenía todo más controlado-. Si me quedo, todavía tengo tiempo para ir a por las fichas y hacer unas cuantas antes de acostarme.
- Dudo mucho que quieras salir de aquí cuando termine contigo –dijo con un tono de absoluta autoridad-. Además, si eres mi rehén, tendrás que someterte e irte despidiendo de las puñeteras fichas. Me servirás la cena como una geisha obediente, te dirigirás a mí con un apodo digno del "bakufu" y te pondrás la poca ropa que yo quiera dejarte para dormir.
- El juego de la esclavitud ha expirado. Seré un rehén por las buenas, que estoy sacrificando una buena noche de apuntes por ti. Y tú ya te puedes ir olvidando de la dichosa maquinita. No se te ocurriría dejarme sola para escabullirte al sofá.
- No, nena, -negó con pereza- dejarte sola en la cama, no. Pero si encarta podría hacer algún trato contigo. Ya verás. Podríamos llegar a un acuerdo que nos interese a los dos.
Se inclinó sobre mí y me besó muy despacio.
- Eres un... tramposo. Siempre ganas... más que yo con los... tratos que me propones –ahogué con voz infantil.
Levantó las cejas al separarse de mí un momento.
- De tramposo, nada. Si lo fuera,... ahora mismo estarías... desnuda en mi futón,... amarrada por las muñecas... a la tubería del radiador... con la correa del raquetero.
Solté una risita tonta de excitación. Se hundió en mi cuello; le abracé y froté la rodilla contra su muslo.
- La imaginación de Sasuke-kun no gasta bromas, .¿eh?... ¿Y? .¿Qué más?
- Y nada. Esos puntos suspensivos se los regalo a tus neuronas.
Apreté los labios. Me los mordí por dentro. Me desinflé. Quería que me diera alguna pista sobre lo que quería hacerme, saber si me esperaba alguna sorpresa de las suyas.
- Tú eres bueno con esto... Ah... ¿No podrías echarle una mano a mi imaginación? –pregunté.
- Puedo echarle dos –dijo acariciándome el largo de los muslos.
Vale, eso lo mejoraba mucho todo. De vuelta a mis braguitas, a sus arrullos sensuales y a las manos inquietas. De vuelta a su erección y al infierno de su piel.
Me arqueé débilmente debajo de él, sintiendo cosquillas por toda la piel. Se me empezaban a ocurrir burradas. .¿Me seguiría el rollo? Por lo que dijo, deduje que sí.
- Pero dame materia prima. Demuéstrame que te has acordado de mí todo este tiempo.
- .¿Me obedecerías?
- Ponme a prueba.
Noté cómo se le tensaban los músculos de los muslos contra los míos al impulsarse dulcemente contra mí y obligarme a acogerle entre las piernas. Su cuerpo ancho y duro y sus manos juguetonas revolucionaban anticipadamente mis hormonas.
.¿Que qué se me pasaba por la cabeza? Muchas cosas, nada que pudiera aprobar el pudor. Su mirada calculadora y sus besos elegantes absorbían cualquier producto de mi raciocinio. Era delicioso tener entre mis brazos, sobre mí, medio encajado entre las piernas, todo lo que Sasuke-kun significaba para mí con el plus del aura sexual que irradiaba con tanta rabia. Ese chico me deseaba y me preguntaba por lo que quería.
Eché la cabeza hacia atrás y cerré los ojos para hundirme y perderme en esa sensación de descontrol, para saborear con un sentido menos el descubrimiento a destiempo de los movimientos de Sasuke traducidos en mi cuerpo. Se me ocurrió qué podía pedirle en primer lugar instantáneamente.
- .¿Me muerdes? –susurré.
Sasuke se sometió. Me dio mordisquitos lentos y húmedos en el cuello, en el lóbulo de la oreja, mientras seguía acariciándome el largo de un muslo. Me besó las clavículas... me rodeó un pecho con la nariz y me dio un mordisco superficial en un pezón, al que le siguió un pequeño tirón antes de retirarse. Solté una exhalación larguísima, entrecortada y silenciosa. Volvió a hacerlo y yo me quejé lastimosamente.
Me abrió el último botón del cuello del polo y yo le miré con súplica. Sus ojos duros me seguían mientras una mano ascendía a mi pecho, sobre el polo, para descubrir mi sujetador y apartarlo hasta el esternón. El polo se tensó del todo cuando apuró el último centímetro. Encajó su barbilla bajo la prenda al inclinarse de nuevo sobre mí. Se ladeó y me dio un mordisco muy abierto y tierno en el espacio desnudo de un pecho, como si estuviera mordiendo una manzana. Ronroneó con los ojos cerrados, muy despacio, sellando el mordisco con los labios. Mis pechos se habían hinchado, respiraba con la boca completamente abierta.
Le deseaba tanto que me dolía todo el cuerpo. Sentía su mirada hambrienta y fija a pesar de las sombras. Sasuke-kun estaba dentro de mi cabeza, obligándome a desearle, debilitándome.
- Tranquila. Esta no será la única manera de morderte –dijo a media voz. Me mordisqueó en procesión hasta cuello, levantándome con mucha pausa las caderas- .¿Me vuelves a hacer feliz, Sakura-chan? –susurró en mi oído con carraspera. Volví a abrí las piernas para él como me pedía. Y me mordió. Ahogando un gemido grave cerca de mi oído, me mordió con su cuerpo en el centro del mío.
Me temblaron las piernas.
- Ah... Sasuke... –gemí. Estaba atropellada de ganas de tocarle, que me tocara, de abrazarlo y abarcarlo entero. Estaba vibrando por tenerlo. Se me iba la vida en sentirle plenamente, en todos los sentidos. Pero no podía pedirle nada porque no tenía boca más que para gemir- Sasuke... ah, ah...
Se reacomodó entre mis piernas abiertas y, ayudándose de la mano que hizo desaparecer bajo mis nalgas, forzó su erección contra mí. Creía estar deshaciéndome. Estaba duro, muy duro, y yo muy blanda. Cada vez más húmeda.
Me asaltó la necesidad de acercarle a mí aunque él ya me estuviera aplastando, así que, ayudándome de ese brazo que me sostenía, icé la rodilla por su costado, le abracé por las nalgas y participé en esa locura.
- Más, Sasuke... –gemí agudamente.
Volvió a repetirlo, despacio, varias veces, y los dos temblamos cada segundo de fricción. El movimiento me dejaba lánguida, resplandeciente de deseo; cada movimiento me alejaba aun más de la plena satisfacción. Con la fuerza intacta de Sasuke entre las piernas, le abracé. Sumé la otra pierna.
Seguía moviéndose contra mí, clavándose superficialmente en mí, cada vez con menos fuerza, pero sin desistir.
Cuando su envite cesó, aún respirábamos entrecortadamente. Se dejó caer sobre mí, buscando el hueco de mi cuello. Sentí su cuerpo casar perfectamente con el mío. Su calor y peso me gustaban aunque pesaba y desprendía el calor de un oso. De hecho, me estaba aplastando las costillas. Pero era delicioso, no había otra palabra. Tanto como seguir sintiendo su erección contra mi sexo. Era una comodidad difícil de describir.
Quizá sólo pueda definirse y resumirse con la palabra sexo.
- Así te quería yo tener –susurró.
Lo curioso era que, sintiéndome tan plena como me sentía, era él quien estaba erguido y yo quien estaba deshecha. Estaba retorcida debajo de él, con las piernas mal ancladas a sus caderas, los brazos dormidos, asomándome por encima de su hombro. Su respiración, aunque errática, era más lenta que la mía y me hundía contra el sofá con cada inspiración.
Estaba majara perdida de amor por él, borracha de delirio físico... era increíblemente feliz.
Con la energía que me inundaba creía ser capaz de cualquier cosa.
Sasuke-kun se incorporó sobre mí para encender la pequeña lámpara que teníamos a la cabeza. Bajó el volumen del televisor, que yo había olvidado por completo, y cogió su móvil de encima de la mesa. Buscó un nombre en la agenda del teléfono al tiempo que se echaba sobre mí y se acodaba. Escuché un par de tonos y un saludo, pero no captaba más que un murmullo.
- Hola, pederasta cabrón. .¿Dónde estás? –Sasuke guardó silencio con una sonrisa cada vez más pronunciada- No, aún no. Esos lotes no tienen destinatario todavía.
Miré a Sasuke extrañada. Ignoró mi ceño fruncido.
- La casa. La necesito esta noche –resopló tras escuchar la respuesta al otro lado del teléfono- No te importa. Vete a la mierda –se escucha una risa acompañada por un tono jactancioso. Sasuke cuadra los hombros y entorna los ojos-. Me lo dice el soplapollas que no consigue entrarle a una tía a la que no le vaya el sadomaso para que lo sometan y le pongan a parir.
Le miré con los ojos y la boca bien abiertos, escandalizada, y Sasuke-kun confirmó sus palabras con un movimiento determinante de cabeza.
- En contra de lo que quieras creer, tengo todas las cosas en su sitio, y me podría apostar una buena caja expendedora de caramelos en que tú no estás mejor que yo... Ya. Seguro. .¿Te impondrás con ella para decirle que esta noche no hay nada que rascar o te pasarás por aquí para coger las fustas y te dé tus azotes?
Jugué con el pelo de Sasuke. Él ponía su cara indolente y entornaba los ojos de nuevo.
- Por una vez, haced vida nocturna callejera, coño. Así os aireáis un poquito y se os expande la mala leche, que aquí dentro apesta –parpadeó con aire aburrido-. Tú sí que no sabes lo que nos pides a Naruto y a mí cuando te traes a Sasame a casa por tu puñetera vida nocturna, así que esta vez te vas a joder. La pregunta es: .¿vas a buscarte la vida por ahí o tengo que tapiar la puerta?
Los segundos decisivos. Sasuke esgrime una sabrosa sonrisa de victoria.
- Está bien... No la necesito... Nos vemos –colgó y buscó otro número.
- .¿A quién llamas ahora?
- A Naruto. No le pasará nada si duerme una noche debajo de un puente –pareció recordar algo de repente-. .¿Sabías que tiene en su armario un cosplay de Hyakurin, Sakura-chan?
- .¿A Naruto le van esas cosas? De lo que me estoy enterando hoy.
- No. Bueno, no lo sé; después del fetichismo que se traía con el pasamontañas, quién sabe. El caso es que es de su prima. O eso dijo. Adivina quién lo va a estrenar esta noche para darme de cenar.
- Eso ya lo veremos.
- Eso digo yo. .¿Naruto? –volvió a atender al teléfono- .¿Vas a pasar por casa?... Nada de eso. Necesito la casa –puso cara de completa irritación- Tú con la misma tontería, ni escucharte... No estoy muy seguro. Por curiosidad, a ti no te gustan las bragas, .¿verdad? Ponértelas, digo... No. Me da igual que tengas bragas, yo también tengo un par de Sak... –le estampé una mano en la boca.
- .¡Sasuke! –le grité. Me dio un beso de disculpa en la palma y la apartó de su boca.
- Pero, .¿te va ponerte tacones y esas cosas?... Me dejas más tranquilo. Si montamos una fiesta en casa Sakura-chan y yo y no te asomas por aquí te estarás haciendo un gran favor... Vale. Hasta luego –colgó la llamada y dejó el teléfono en el suelo-. Que te manda saludos. Y que estamos oficialmente fuera de peligro: nada de visitas y nada de gritos. No amaneceré mañana en la comisaría.
Suspiré. Era todo un alivio saber que podría dormir allí sin tener que atender a la puerta del pasillo. Sasuke me despertaría dibujándome tonterías con los dedos en la espalda; lo vería levantarse en calzoncillos con una sonrisa y un guiño para escaparse a la cocina a exprimirme unas naranjas. Estaríamos fuera del alcance de los gritos de Sasame. Sí, el silencio podía ser música celestial.
- Suena genial.
- Sí –gruñó antes de volver a inclinarse sobre mí y besarme.
Ronroneé y tiré de su camiseta poco a poco, ávida por el tacto de su piel. Sasuke-kun se incorporó para quitársela, descubriendo su torso amplio y trabajado, y dejó caer la camiseta al suelo. Cuando volvió a mí, siguió con aquello que yo había interrumpido y metió una mano debajo de mi polo. Cuando sus dedos rozaron la banda elástica de mi sostén, se pasearon a lo largo de ésta para reconocer el tejido. Frunció los labios contra los míos.
- No. No me digas que llevas puesto un sujetador deportivo.
Me levantó la camiseta hasta la clavícula y miró la prenda con frustración.
- Ya me extrañaba que fuera tan alto.
- Son muy cómodos –expliqué.
- Serán cómodos, pero no dejan de ser trampas.
- Trampas para pulpos –completé quitándome el polo-. No pienso ayudarte a quitármelo después de haberle dicho a Naruto que tienes algunas de mis braguitas.
- Entonces haremos un paréntesis y le echaremos un vistazo a las que llevas hoy –tiró de la falda hacia arriba y sonrió cuando la luz de un anuncio llamativo de la tele iluminó mi ropa interior-. Qué bien. Hoy tocan las de libélulas y nenúfares –soltó la falda, se echó ligeramente sobre mí y asió el borde de las braguitas por debajo de la gomilla de la falda. Me las deslizó hasta las rodillas. Las flexioné para que terminara de quitármelas. Las cogió con las dos manos y observó los dibujitos-. Cómo me ponen estas guarrerías, son el colmo de la obscenidad –me miró y se las metió en un bolsillo de las bermudas-. Adjudicadas.
- Llevo falda. Ni hablar.
- Mientras estés aquí. Hace calor pero no tanto como para que vayas enseñándole a la gente por la calle el... nenúfar.
Me eché a reír. Él me sonrió, se cruzó de brazos y los apoyó sobre mis rodillas flexionadas.
- Es una bonita manera de llamarlo. Se parecen bastante.
- No me lo parece.
- Porque lo miras desde el ángulo equivocado.
Mecí las rodillas y él se movió conmigo.
- .¿Tienes algo nuevo para mí hoy?
- .¿Hmm? .¿Nuevo? .¿De qué?
- De esas cosas que me enseñas.
- Me temo que por el momento sólo se me ha ocurrido un apodo. Y el secuestro oficial amarrándote al radiador, claro. Pero creo que no estás preparada para eso; tengo un largo camino de profundización en el pervertimiento pendiente contigo antes de que nos lo propongamos.
- Ahora sí que me das miedo.
- Haces bien. .¿Qué pasa con lo de hoy? .¿Te apetece algo en especial?
La verdad era que sí.
- Me apetece preguntarte algo.
- Qué.
- Sobre lo que estábamos haciendo. Antes de que llamaras a tus compañeros.
- Qué.
- Eso que hacíamos... ¿se parece mucho a... hacerlo?
Mareó la mirada.
- Algo.
- El movimiento es igual, .¿no?
- Lo es. Pero te he hecho cosas más parecidas a hacerlo que eso. Al menos para ti.
- .¿Qué es lo que sientes cuando... cuando estás dentro?
Reflexionó un momento antes de contestarme.
- Es como meterse en una piscina de agua caliente.
- .¿De verdad? –pregunté extrañada.
- Sí. Sólo que esa sensación la tienes concentrada en un solo sitio y te quedas gilipollas. Lo único que sabes es que tienes ganas de tirarte de cabeza.
- Qué gráfico.
- Qué quieres que te diga. Con el sexo todo es muy gráfico.
La curiosidad no estaba siendo buena conmigo. Ino me había descrito cómo se había sentido en su primera vez cuando a mí el tema no me interesaba mucho. Al empezar a salir con Sasuke empecé a tener demasiados reparos para preguntarle por estas cosas porque no quería ponerla tan al día de lo que hacía o dejaba de hacer. No con el sexo puro y duro. Todo lo que conocía eran mis propias impresiones cuando Sasuke y yo jugábamos; y él había despertado la curiosidad en mí demasiadas veces como para no preguntarme si lo que yo pensaba sobre las relaciones sexuales estaba mal encaminado. Tanto tiempo sin jugar con él hacía que hasta la caricia más corriente fuera más interesante.
- .¿Harías un experimento conmigo?
- .¿Qué quieres hacer?
- Quiero saber qué se siente. Un poco.
Frunció el ceño.
- .¿Cómo que "un poco"?
- Pues a... si tú... si tú, por ejemplo... me enseñaras qué se siente cuando... –moví las manos como si el resto fuera absolutamente evidente. Pero él estaba arqueando una ceja. .¿No estaba claro?- Sólo tendrías que... ¡ya sabes!
- No.
- Sí, lo sabes. Que me enseñes. Cómo es eso. Un poquito.
- Al grano.
- Quiero saber qué se siente con eso dentro –solté.
Tres segundos de silencio.
- Sólo hay una manera de averiguarlo. .¿Tanta curiosidad tienes?
- Sí –la vergüenza y la curiosidad estaban haciendo un buen trabajo conmigo, aunque imagino que no existen condiciones mejores para decirle a tu novio que quieres probar la simple penetración-. Sólo un poco –le recordé.
- Sólo la punta.
- Sí. Ahora.
Los rasgados ojos de Sasuke-kun se abrieron con sorpresa, pero no le dio mucho tiempo a esa reacción, ya que parpadeó después con tranquilidad. Se incorporó sobre sus rodillas.
- Entonces hagámoslo bien.
Buscó con la mirada sobre la mesa.
- .¿Qué buscas?
- Un condón.
- .¿En la mesa?
- Sí, alguno debe quedar por aquí –apartó unas revistas y la tarrina de CDs. Había una cucharilla de plástico, un certificado de notas a nombre de Kankurō, unas pinzas de colores para el pelo y un paquete de chicles aplastado bajo el montón. Sasuke aventuró la mano hasta alcanzar el cenicero. Le quitó la tapadera- Bingo.
Un único condón, de envoltorio llamativo -frutillas danzarinas con ojos sugerentes-. Un preservativo de sabor a moras. Me pareció una broma. Eso tenía más pinta de envoltorio de chicle con relleno líquido. Pero él se lo estaba tomando en serio, buscaba la fecha de caducidad dándole vueltas.
- .¿Por qué guardáis preservativos en el cenicero?
- Por dos buenas razones: la primera es lo práctico que resulta tener un plastiquito de éstos a mano en el salón.
Le miré pasmada.
- Ya te lo he dicho. No son santos. O mejor dicho, -abrió comillas con los dedos- "aquí el más tonto hace relojes", que parece que no nos libramos ninguno. La segunda razón es que Naruto y yo le hacemos muchas visitas al salón cuando Sasame viene a pasar la noche... –le interrumpí.
- Eso empieza a sonar muy sospechoso.
Sasuke-kun me miró furioso y yo estallé en carcajadas.
- Estoy a punto de enseñarte lo heterosexual que soy. Es muy peligroso para ti que me tomes a la ligera. Créeme, no quieres que caiga sobre ti una venganza a lo Uchiha.
Cabeceé aguantándome otra carcajada. Se llevó el envase a los dientes y le dio un tirón. El látex brilló con la luz amarilla de la lámpara y el olor a frutas del bosque me hizo cosquillas en la nariz.
-Como te decía, Naruto y yo venimos aquí, los dos muy contentos con nuestra vida heterosexual, por culpa de Sasame y Kankurō. A veces esos dos se recrean tanto que nos quedamos dormidos en el sofá, y el tapizado solía echar una peste a tabaco rancio demasiado asquerosa para quedarse aquí tirado toda la noche. Tomamos una decisión. Todo está permitido en el salón: timbas, alcohol, chicas, incluso operaciones a corazón abierto; pero el tabaco no. Si alguien quiere fumar, lo mandamos a la ventana y le damos el cenicero de la habitación de Kankurō.
- .¿Por qué no éste?
- Porque el otro tiene que limpiarlo él. Que se joda.
Eché un vistazo para ver las manos de Sasuke colocar y desenrollar el preservativo. Me gustó ver su ceño fruncido de preocupación y sus manos grandes ajustando el plástico a la base del pene. Me recorrió una extraña sensación de culpabilidad cuando imaginé el dolor que podría hacerme y la disculpa que le debería a Sasuke. Pero no dejé que el malestar se hiciera más grande. Realmente quería tener una nueva experiencia, y quería que fuera esa. Estaba preparada.
Miró su entrepierna un momento antes de volver a dirigirse a mí.
- .¿De verdad quieres hacer esto? –asentí- .¿Seguro? –volví a asentir- Está bien.
Flexionó un brazo contra el sofá para echarse sobre mí. Tardó un poco más en colocarse y ajustarse entre mis piernas. Me palpó ligeramente y frunció el ceño fugazmente al mover el brazo para ocuparse de sí mismo. Entonces me miró con la preocupación de leer cualquier señal de incomodidad. O de arrepentimiento.
Un momento después sentí un roce cálido en la entrada que me abría tímidamente los labios. Cerré los ojos para sentirlo con más detalle justo cuando empecé a reconocer la forma de la cabeza asomar dentro de mí. Iba muy despacio, adaptándose y tanteando cada segundo de inmersión. Todo era suave hasta que su ligero movimiento de entrada se obstaculizó por el grosor. No se parecía a nada que hubiera conocido. Me malinterpretó.
- .¿Te duele?
- No.
- .¿Sigo? –preguntó entre dientes.
- Sigue.
Se empujó con firmeza, milímetro a milímetro, muy apretado a mí. Sentía la forma a la perfección, aprendía de cada centímetro como si lo estuviera palpando con los dedos.
- .¿Estás apretando?
- No. Creo que no –estaba tranquila, segura de estar preparada para nuestro pequeño experimento, pero estábamos tan ceñidos que empezaba a dudar-. Yo qué sé, no sabría decirte...
Los párpados apenas me contestaban cuando intenté abrir los ojos. Sasuke seguía con los suyos fijos en mí. Le acaricié la mandíbula abultada por el músculo. Una gota de sudor le resbaló hasta la sien. Su cadera dejó de forzar la bajada entre mis muslos, pero había tanta presión dentro de mí que parecía seguir empujando. Por fin sentí su glande. Era...
- Qu-qué raro es.
Me quedaba corta. Era rarísimo. Me hacía sentir las piernas vencidas y el corazón estaba dejando de funcionarme. A su alrededor, la gravedad de las paredes de mi sexo era asfixiante.
- Sí, es raro.
- Imagino que para ti también –caí en ese mismo momento que para él debía serlo.
- S-sí –contestó entre dientes.
- No me ha dolido.
- Te dije que no lo haría.
- Así que... esto... ¿esto es todo?
Suspiró.
- Sólo es la punta. No, esto no es todo.
- No –desde luego, no era poco. Empezaba a acostumbrarme a la presión pero aún me temblaban las manos-. Es muy intenso, pero pensaba que sería más doloroso.
- Me ha costado entrar. Estás relajada, pero cerrada como un puño.
- Por eso estoy desconcertada.
- Lo he hecho muy despacio, y sólo me estoy asomando.
- V-vale. Pero... es todo por el estilo. .¿No?
Cabeceó, indeciso.
- Por el estilo, sí. Más o menos. Sólo que es el comienzo. Es aún más divertido.
- Yo no lo llamaría divertido. Es... como...
- Cierra los ojos y fíjate en esto. Dime si no es divertido.
Le obedecí. Empezó a salir de mí. Fue saliendo poco a poco hasta que el grosor dejó de taponar, recorriéndome un espasmo que me hizo entreabrir la boca. Eso había sido una buena curva en una montaña rusa. Cuando volvió a entrar y su grosor volvió a llenarme, sin pausa, el espasmo se multiplicó en intensidad y me atravesó todo el cuerpo hasta la coronilla. Entonces fue cuando abrí la boca por completo. Había adivinado todo lo que podía estar esperándome tras el cabezal de su empuje y esa vez mi cuerpo estaba más preparado a su llegada; me había adaptado como un guante a él a pesar de la tensión.
- Dios mío...
Estaba tan encajado que casi podía sentirlo latir. No sabía si eran sus latidos o los míos.
- Esto es otra cosa, .¿no?
- Ah... –balbuceé.
- Es... lo más divertido que puedas hacer.
- Y si... ¿y si lo haces otra vez?
Volvió a hacerlo. Se me erizó toda la piel. No había contado nunca con esa sensación, con que Sasuke-kun se tensara por completo sobre mí, con que fuera a sentir el cuerpo dilatárseme de esa manera tan revolucionaria, que fuera tan fantástico sentirle dentro de mí aunque fuera por poco.
- Y... ¿Si lo hicieras del todo?... Sólo... sólo por probar.
Me acarició un muslo con firmeza aunque le sentí vacilar. Había cerrado los ojos demasiado tiempo.
- Si quieres que te la meta entera, me tendrás que enseñar la velocidad.
Le rodeé con una pierna adormecida la cadera, justo como había hecho cuando me había mordido. Se inclinó sobre mí apoyando el brazo izquierdo sobre el sofá, a mi costado, y posó su frente en la mía. Me acarició un pecho por el lateral con un pulgar antes de añadir:
- .¿Preparada para recibir todo mi amor?
- Eso espero.
Me sonrió sólo con la comisura de los labios, me agarró de nuevo de la cadera con su mano derecha y empezó a entrar en mí.
- No esperes música de violines.
Lo de antes no había sido, para nada, música de violines. Había sido una música grave y baja pero estridente y extraña para mi cuerpo. Y lo que venía ahora comenzaba con un redoble de entrada para una orquesta entera.
Si el principio me hizo alucinar, esto me hizo querer gritar. Que se asomara con la cabeza parecía una nimiedad ahora que lo sentía profundizar tan duro e interminable.
Creí que me iba a dividir en dos. Parecía mentira que sintiera la penetración en cada músculo, como si todo mi cuerpo estuviera siendo ensartado. Noté toda la piel enfebrecida, gemela a la de Sasuke allí donde me tocaba. Apreté mi abdomen contra el de Sasuke y el tobillo contra sus nalgas, inconsciente de estar arqueándome y acuciándole a entrar. Cuando había recorrido lo que yo pensaba que era la mitad en mi interior, gemí con la boca cerrada.
Sentía continuamente una pequeña molestia palpitante que rápidamente se convertía en placer, pero .¿dolor? La verdad es que no. Sasuke ya me había roto el himen con los dedos por accidente.
- Sak-kura... –gimió gravemente entre dientes. Quería ir más despacio que yo. Me había clavado los dedos en una nalga y respiraba superficialmente- Por los Budas, Cristo, Confucio, Vishnú, y toda la corte de los dioses griegos... qué apretada estás...
Entraba despacio, arrasando, iluminándome con su energía por dentro. Ardía, latiendo en su pene a un ritmo desacompasado al mío. Se acercaba al final apoteósicamente con cada centímetro nuevo. A medida que se hundía en mí, el exterior dejaba de ser estable.
Estoy flotando - me dijo mi cuerpo, extático y confundido -. Estoy flotando en medio de un terremoto. Me gusta este caos. Es el caos.
- Sólo un poco más, nena... Sólo un poco...
Y entonces me quedé ahí, en punto muerto, debajo de Sasuke. Como un juguete roto. Sasuke me llenaba, me daba su vida con su calor, me daba ganas de ser y no ser. El terremoto había explotado.
.¿Era yo una persona antes de tenerle dentro? Ahora sí que estaba entera. Mi cuerpo cobraba sentido. Yo cobraba sentido. Todo tenía sentido. Sasuke se había hecho uno conmigo. Mi mitad en el mundo estaba dentro de mí.
Nunca me había identificado así con mi cuerpo. Ni había estado tan de acuerdo.
- Joder... –dijo Sasuke con voz ahogada- Ha sido como meterla en un enchufe –me miró, tenso como la cuerda de un arco. Sus nalgas estaban prietas y sus brazos, abultados. Me rozó la nariz con la suya y se separó lo suficiente para preguntarme por mí sin parpadeos ni palabras.
Yo también le contesté con una mirada. Tan apretado como estaba, hizo el esfuerzo de no moverse más de lo necesario y concentrarse en acariciarme la sien y apartarme el flequillo de la frente. El beso que me dio después me supo a gloria, tan lento, tan profundo, tan íntimo como el que nos unía entre las piernas. Me besó con dulzura y rabia. Me apeteció de repente desnudarme y dejar de perderme el resto de su piel desnuda. Le quería devorar.
Volvió a mirarme.
- Maldita sea, Sakura-chan. Qué bonita eres.
Me sonrojé mucho más de lo que ya estaba. Le abracé, incapaz de decir nada. Resultaba irónico que fuera yo quien soñara con los momentos románticos y quien no tuviera nada que contestarle a lo que me acababa de decir. Pero Sasuke no esperaba palabras. Me abrazó levantándome a medio palmo del sofá; más unidos que nunca en todos los planos. Estábamos temblando.
Volvió a apoyar la frente contra la mía al dejarme de nuevo sobre el sofá y empezó a retirarse. Su mirada atenta y sus manos seguras eran lo único que podía ver con los ojos entornados. Cuando estaba a punto de llegar al glande mi pierna se flexionó de nuevo en torno a su cadera, obligándole a volver a entrar. Me miró muy serio mientras su pene volvía a estrecharse entre mis piernas. Creí escucharle rechinar los dientes.
- Un poco más, Sasuke...
- No puedo darte un poco más. Si quieres más, te lo tengo que dar todo. No creo que lo pueda aguantar. Lo siento.
- No quiero que dejes de hacerlo ahora. No puedo.
- Estoy haciéndolo lo mejor que puedo. No me pidas más.
- Sólo... hazlo... con suavidad. ¿Vale? Cuando se nos pasen las ganas, lo dejamos. No más que eso. De verdad... –sonreí débilmente, rescatando el buen humor- No me obligues a ordenártelo.
Mirándome con dolor volvió a alejar la cadera para acercarla más rápido que las otras veces, haciéndome dar un respingo. Soltó una exhalación precipitada antes de decir:
- .¿Sabes una cosa? El juego de la esclavitud no se acabó.
Le agarré de un brazo a la vez que volvía a arquearme.
- .¿Estás p-pensando d-de nuevo en el k-kimono y la c-cena?
- Ahora sólo puedo imaginarte desnuda y comerte –rugió-. El juego no acabó. Sólo se invirtieron las tornas.
A la cuarta vuelta su movimiento suave se convirtió en una embestida. Para entonces cualquier intento de respuesta se había congelado en mis meninges.
Sabía perfectamente cómo moverse. Su cadera se acoplaba con maña, sabía hasta dónde apurar. El ritmo era contenido y regular; la caricia de su mano, firme.
- Lo estamos haciendo –murmuré.
- Sí. No quieres que pare.
- No –reconocí-. No lo hagas.
Aunque fuera despacio, todo ocurría demasiado rápido para mí; mi cuerpo nunca había experimentado nada parecido. Esa ingravidez tan bestial me molestaba, me hacía sentir extraña; pero como era incapaz de cerrar los ojos y él me miraba con tanta persistencia, terminé aprendiendo a mantener el tipo en la cresta de la ola. Era como mantener el equilibrio sobre una tabla de surf segundos después de haber cogido la primera ola: me incorporaba torpemente sobre la fuerza rabiosa que rugía bajo mis pies, pero sólo estaba armada con el instinto. Aprecié el placer por encima de la incertidumbre de mi cuerpo y me agarré a los hombros de Sasuke-kun para mantenerme.
La musiquilla de la tele sonaba extraña y muy lejana. Sonaban más los quejidos del sofá, nuestras respiraciones alteradas y el sonido débil y líquido del sexo.
Cuando empecé a acostumbrarme a aquel nuevo estado sentí un nudo en la garganta que no paraba de estrangularme y subir a mi cabeza. Perdimos la cabeza un momento después jadeando más rápidamente, y Sasuke tembló de forma preocupante –así me parecía- una de las veces que entraba apurando hasta el fondo.
- Lo siento –dijo con la voz rajada.
Yo asentí nerviosamente con la cabeza, intentando decirle que todo iba bien. Y él empezó a entrar con más consistencia. Todo se redujo a la penetración, a la fuerza de sus piernas, a su mirada dura durante el rato en que mis dedos se fijaban como garras a sus hombros.
Perdí la noción del tiempo. Todo ocurrió en menos tiempo del que parecía. Todo ocurría al mismo tiempo y me absorbía. Los envites húmedos y profundos, el espasmo de mis brazos, la tensión de mis muslos contra sus caderas rabiosas, nuestras respiraciones agitadas, la rebelión de mis neuronas y la visión del ombligo de Sasuke aparecer por encima de mi falda cuando le echaba vistazos tímidos a nuestra unión. Cuando aún estaba acostumbrándome a todo eso Sasuke-kun hizo un pequeño cambio de velocidad y yo sentí algo nuevo y definitivo dentro de mí.
- M-me... –gemí.
Las manos se me cerraron solas en puños, obligándome a soltarle, y la planta de los pies se me arrugó. Me arrasó el poder del orgasmo, me pilló desprevenida. El nudo de la garganta subió un poco más y se convirtió en una sonrisa ancha y radiante. Sasuke se mordió el labio inferior y me siguió hundiéndose entre mis brazos y mis piernas.
Tenía razón. Era lo más divertido que podría hacer jamás. Los orgasmos me hacían reír a carcajadas. Me carcajeé con él encima, exhausto y pesado. Le abracé con parsimonia y debilidad sin dejar de reír mientras él recuperaba la respiración.
Así que era esto. Cuando Sasuke-kun me había comentado en otra ocasión que hacerlo era sólo un paso más y la cuestión de perder la virginidad estaba sobrevalorada, me había agarrado a esa idea idílica, a ese momento perfecto con la que mi curiosidad y mi imaginación jugaban. Pero el orgasmo, la sensación de tenerle dentro, la expresión fija de Sasuke y nuestra unión no estaban sobrevaloradas. Sus palabras y la paciencia que había tenido conmigo eran un regalo tan grande como la felicidad que me había dado. O más.
Intenté definir lo que acabábamos de hacer pero no tenía ni idea de cómo describirlo. Me había enterado de todo y a la vez, no sabía qué había pasado. .¿Cuánto había durado este gran momento? .¿Dos minutos? .¿Tres?
Pasaron bastantes más hasta que reaccionáramos. Cuando Sasuke se movió, me di cuenta de que se me había dormido todo el cuerpo y me dolían las mejillas de sonreír. Me miró y pasó los antebrazos bajo mis hombros. Le acaricié las mejillas.
- Soy un burro. Quería hacer algo especial para ti.
- Me ha gustado.
Dejó caer la cabeza en el hueco de mi cuello a modo de fracaso.
- Es verdad. Me ha gustado.
- Te podría haber gustado más.
- Tonterías.
- De eso nada.
Me besó y se retiró de mí con cuidado.
- .¿Me lo demuestras? –le pregunté.
- Me estás levantando completamente la veda.
- Sí.
Se levantó del sofá y me tendió la mano. La acepté.
- Voy a tirar esto –dijo enseñándome rápidamente el preservativo.
Palpé con los pies su camiseta al ponerme en pie. Apagué el televisor y vi el reflejo de la luz de la lámpara en el monitor. Mi silueta me hizo preguntarme intrigada si lo que acababa de hacer se me notaría en la cara. .¿Sería mi mirada distinta después de esto? .¿Era más madura? .¿Había cambiado algo?
Vi a Sasuke-kun ir al cuarto de Kankurō por el reflejo de la pantalla. Justo cuando le escuchaba regresar palpé algo duro e irregular con el talón. Eché un vistazo rápido para comprobar que se trataba del teléfono, pero el pánico me recorrió como un rayo cuando vi el mando de la consola y su bombillita roja parpadear. La consola procesaba y zumbaba de manera distinta. Aventurando un taconazo para darle a la pausa, me di la vuelta y rescaté la sonrisa.
Ya tendría tiempo al día siguiente para llevarse las manos a la cabeza.
- .¿Tenemos todo lo que necesitamos?
- Lo tenemos.
Me desnudó y no dijo una palabra al contemplarme.
Entramos en su habitación desnudos. La ventana estaba abierta y protegida con una mosquitera y así la dejamos. Empecé a incomodarme con la desnudez, pero Sasuke me mantuvo ocupada. Se acercó al armario, lo abrió y sacó de allí una caja para archivar apuntes. Pero no había papeles ahí. Cuando apartó la tapadera descubrió un montón de velas y un par de tarros con aceites aromáticos. Asomé mi cara asombrada sobre su hombro.
- En Tokio llegué a vaciar un cajón para que pudieras quedarte de noche y tuvieras qué ponerte.
Me mordí el labio.
- Yo no tengo nada preparado para ti. No había pensado en esto. Lo siento, es muy injusto.
- Eso sí que es una tontería.
Encendimos todas las velas en derredor, sobre el escritorio, el alféizar de la ventana, desperdigadas por todo el suelo. Al fondo de la caja de Sasuke había unos portavelas con cristales decorativos. Los colocó en distintos puntos, iluminándose la habitación con una mezcla de figuras y colores: lunas, mariposas, flores y estrellas perdían los contornos al coleccionarse en las paredes y el techo.
Sasuke miró la luz multicolor con escepticismo y compartió una sonrisa de complicidad conmigo.
- No ha habido música celestial ni has tenido una primera vez demasiado prometedora, pero te aseguro que todo es mejorable y te lo voy a demostrar –dijo frente a mí, con el color derramado por todo el cuerpo, fantásticamente desnudo. Rocé con los dedos su abdomen. Le metí uno en el ombligo.
- La primera vez me la has dado tú. Ya es insuperable.
Nos echamos sobre el futón, preparándonos para la primera noche larga.
Lo fue.
Hicimos el amor hasta quedarnos a oscuras.
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