Hola!! ya está ya está, el capítulo final.

MUCHÍSIMAS GRACIAS POR VUESTRAS REVIEWS, me ha encantado ver cómo os habéis animado esta vez, jeje.

Gracias a Sha Shiori porq no me ha estrangulado, ejem, y porq se engancha a mis historias, jajaja, eso me encanta.

Gracias a lady-gojyo, tranquila, aquí está el final, no te mueras por favor. me alegra que te gustara el otro capítulo, ;)

Gracias a Holic por su comentario tan bueno, cuando vi tu review me alegré un montón, con las demás también por supuesto, pero como nunca había tenido una tuya, pues más. Espero que el final te guste y que sigas leyendo de estos dos q son los mejores, jeje.

Y gracias a Kashu-chan q siempre tiene tiempo para dejar su comentario, muuuchas gracias.

Espero que este capítulo os guste, como es el final es algo más largo, eso es bueno, aunq al ser el lemon, no se yo, porq no se me dan muy bien, a ver q os parece. Le he metido un toquecito de humor para q no quedara muy pastel.

Gracias por leer esta historia y espero veros en la próxima.


Gojyo rió ante el comentario de Sanzo e inmediatamente se puso manos a la obra.

-Pues te vas a enterar, Sanzo-sama.-remató el pelirrojo con un tono sensual que erizó la piel de su querido monje.

Agarró con fuerza los cabellos dorados de Sanzo, cerró los ojos y se dejó llevar por la pasión que lo consumía. Los labios carnosos de Gojyo se cerraban en torno a los de Sanzo, y éste daba pequeños mordiscos a ese manjar al que ya se había acostumbrado y del que parecía no estar satisfecho nunca. Con cada furioso beso, Gojyo rozaba su cadera contra la de Sanzo, consiguiendo que de ambas bocas salieran gemidos contenidos, y cuando el contacto se hacía más fuerte, no podían evitar dejar salir aquel sonido de su desesperada garganta.

Sanzo mantenía sus manos alrededor de la cintura de Gojyo, la camiseta le estorbaba pero sus dedos temblaban con el sólo contacto de su morena piel. Gojyo notando la vacilación del rubio, dejó por un momento los labios de éste y con un rápido movimiento cogió su camiseta y se la quitó, demostrándole que podía tocar lo que quisiera, todo cuanto allí había era suyo.

Sanzo volvió a colocar sus manos en el cuerpo de Gojyo, poco a poco recorrían el torso del otro, pero en el pecho, las vendas le impedían su ascenso. Lentamente fue deshaciendo los nudos y desliándolas, descubriendo por fin todo el cuerpo de Gojyo. Acariciaba suavemente su musculoso torso, su pecho, sus brazos, su espalda.

El beso aún seguía su curso, las lenguas se tocaban ya libres de cualquier timidez, y exploraban sus bocas con ferviente fogosidad. Gojyo, imitando la acción del monje, apartó una mano de su pelo, la llevó al pecho del otro, y con cuidado empezó a retirar las vendas. Cuando la blanca piel de Sanzo estuvo expuesta, Gojyo, dándole un último beso, se alejó de la dulce boca del rubio y comenzó a bajar por su cuello.

Sanzo abrió los ojos contrariado ante el repentino cese de sus besos, pero al sentir el aliento de Gojyo en su cuello, volvió a cerrarlos con fuerza. Gojyo pasaba su lengua por el cuello de Sanzo, daba pequeños besos en aquella piel de mármol y mordía sus hombros. Las manos iban primero, acariciando cada centímetro libre de tela, rozando cada pequeña cicatriz. La boca iba detrás, dejando su huella a cada paso. Al llegar a su pecho se entretuvo con sus pezones, mordisqueándolos y haciendo que Sanzo se mordiera los labios y levantase su cuerpo para acercarse más.

Sus respiraciones agitadas demostraban su desesperación. Las manos de Sanzo en el pelo de Gojyo, las de éste bajando libres por su cintura, hasta toparse con el borde del pantalón. Dejó de besar su pecho, y sus manos dejaron su tarea para llegar otra vez a la boca de Sanzo. Se besaban con absoluta dedicación, Sanzo apretaba contra él a Gojyo y éste acariciaba la cara de Sanzo. Se separó un poco y entre besos atinó a hablar.

-Vamos a la cama.

Sanzo abrió los ojos y mirando a Gojyo asintió levemente.

Gojyo se hizo a un lado y se levantó. Sanzo lo imitó y antes de que pudiera incorporarse del todo ya estaba sujeto por aquel pelirrojo impaciente.

Arrastró a Sanzo hasta la cama y allí, en la misma posición en la que estaban en el suelo, se dejaron llevar.

Gojyo prosiguió su trabajo y volvió a colocar sus manos en la cintura del otro, pero antes de tocar siquiera el botón, comenzó a acariciar su entrepierna. Sanzo dejó salir un gemido ronco, aquello lo estaba matando, la estrechez de los pantalones se hacía insoportable y ahora Gojyo estaba haciendo que casi llegara a ser doloroso. No lo hizo desesperar más y desabrochó sus pantalones, dejando por fin libre su abultada entrepierna. Casi se pudo oír el suspiro de alivio por parte de Sanzo. Gojyo sonrió con malicia y sin dejar a Sanzo ni un segundo de respiro, metió la mano en su ropa y comenzó a masturbarlo. Ahora el gemido sí se pudo oír, y Gojyo sonrió satisfecho.

Se recostó encima de Sanzo, dejando suficiente espacio para que su mano siguiera procurándole placer, y se acercó a su boca. Sanzo abrió sus ojos y miró con deleite a Gojyo, casi sin poder evitarlo miró hacia abajo y pudo ver cómo aquella mano se movía con maestría sobre su miembro. Gojyo siguió la mirada del monje y él también contempló aquel movimiento lento pero constante que hacía a su amante estremecerse de placer.

-¿Te gusta?-susurró Gojyo al oído de Sanzo.

Sanzo ante una nueva oleada de placer, cerró los ojos y contestó con voz ronca.

-¿Tú qué crees?

Gojyo rió y añadió:

-Pues ahora verás.

Sanzo abrió los ojos y notó como la mano de Gojyo había cesado su movimiento y se separaba de él.

Gojyo cogió los pantalones de Sanzo y terminó de quitárselos, dejándolo completamente desnudo. Sanzo se sintió un poco avergonzado y se sentó en la cama, intentando tapar algo de su cuerpo, pero enseguida se sintió aliviado al ver cómo Gojyo abría sus pantalones y se los quitaba con rapidez, arrojándolos junto con los suyos al suelo.

El pelirrojo, de rodillas en la cama, se fue acercando poco a poco a Sanzo, lo cogió de las caderas y lo obligó a tumbarse. Abrió sus piernas con delicadeza y se tumbó entre ellas, haciéndole notar su hombría. Sanzo empezó a ponerse nervioso, y Gojyo, notándolo, comenzó a besarlo. Besos suaves y lentos, caricias en su pelo, en su cara. Su mano volvió a bajar por su cuerpo hasta llegar a la parte antes olvidada, pero no se detuvo ahí, continuó bajando hasta coger su propio miembro y colocarlo suavemente contra Sanzo.

-No te pongas nervioso, Sanzo. No te voy a hacer daño. Te quiero.

Junto a la última frase, su miembro se fue introduciendo poco a poco dentro de Sanzo. El rubio tensó su cuerpo y estiró su cuello, intentando acallar su dolor. Gojyo besaba su pelo y su frente, sin dejar de empujar contra él. Era un movimiento lento, pero doloroso. Sanzo notaba ese dolor extenderse por todo su cuerpo, impidiéndole moverse, sólo manteniéndolo rígido. Gojyo trataba de relajarlo con caricias y besos, hasta que estuvo completamente dentro de él.

-Sé que la primera vez es dolorosa. Lo siento, Sanzo.

Sanzo miró sus ojos rubíes y lo besó. No podía reprocharle nada, aquello era algo que él también quería hacer y que a pesar del dolor, deseaba con todas sus fuerzas.

Al ver la reacción del rubio, Gojyo se sintió más confiado y comenzó a moverse dentro de él. Lentamente entraba y salía, y el dolor que Sanzo sintiera en un principio, aunque aún presente, poco a poco se acompañaba de un placer que aumentaba hasta llegar a eclipsarlo por completo, siendo ya sólo consciente de la marea de sensaciones que despertaba aquel acto en él.

Sanzo alzó sus piernas y las acomodó en las caderas de Gojyo, haciendo más profundas sus embestidas y más placentero el movimiento. Aunque el miembro de Sanzo había sido olvidado por las manos de Gojyo, no estaba del todo desatendido, sus cuerpos conforme se movían iban provocando un sin fin de fricciones en él, haciendo que fuese igualmente saciado.

Preocupado por el dolor que pudiera sentir Sanzo, Gojyo intentaba que su ritmo fuese lento y cadencioso, pero después de unos minutos, el deseo lo consumía y poco a poco el ritmo de sus caderas aumentaba, entrando y saliendo de Sanzo desenfrenado. Las respiraciones agitadas y el sonido de los gemidos inundaban la habitación, sus cuerpos desnudos rozándose y deseándose. Sus ojos mirándose y contemplando con admiración a su compañero. Sus manos entrelazadas sobre sus cabezas y sus caderas siguiendo aquel ritmo imposible. Gojyo miró hacia abajo y pudo contemplar el miembro de Sanzo, hinchado y pulsante.

Al levantar su mirada vio a Sanzo. Nada en su vida le había parecido tan hermoso como aquel rubio acostado en la cama, con los ojos ahora cerrados con fuerza, las mejillas encendidas, y mordiéndose los labios hasta casi hacerlos sangrar. Su frente adornada con pequeñas gotas de sudor lo hacían incluso más bello. El rubio estaba a punto de llegar al orgasmo. Unas estocadas más y su boca dejó escapar un gemido ronco, mientras sus sudorosos cuerpos se bañaban con su esencia. Gojyo al sentir la presión que ejercía Sanzo sobre su miembro al terminar y cómo se mojaban sus cuerpos, sintió una nueva oleada de placer, más intenso y acabó por derramarse en el interior de Sanzo, junto a un sonoro gemido.

Las fuerzas lo abandonaban y se tumbó al lado de Sanzo. Abrió los ojos, no sabía en qué momento los había cerrado, y admiró a su satisfecho rubio, quien todavía respiraba con dificultad mientras su pecho subía y bajaba veloz. Nada de eso le importó a Gojyo para, con una radiante sonrisa, abrazar a Sanzo y hundir la cara en su cuello.

-Te quiero.-le dijo con voz somnolienta.

Sanzo lo miró sorprendido, ya era la segunda vez que le decía eso, y aunque él se sintiese así, era mucho más difícil decirlo. Mientras lo miraba, ambas respiraciones se normalizaron, e incluso la del pelirrojo se hizo más lenta y pesada. Gojyo se había dormido. Sanzo torció la boca en una leve sonrisa y cerró los ojos. Casi de inmediato acompañó en sus sueños al pelirrojo.

El día los sorprendió en la cama, Sanzo hacia la ventana y Gojyo abrazándolo por detrás. Sus caras relajadas e incluso felices.

Un molesto rayo de sol cayó directo en la cara de Sanzo. Frunció su frente y entreabrió los ojos. Notaba a Gojyo en su espalda, y por miedo a despertarlo, se quedó quieto. Los minutos pasaban y Sanzo mantenía su posición, tenía los ojos abiertos y miraba al infinito. Gojyo respiraba sobre su nuca produciéndole un cosquilleo. De pronto, Sanzo se dio la vuelta y zarandeó a su compañero. Gojyo abrió los ojos con pereza y al ver a su rubio, sonrió tontamente.

-Buenos días, Sanzo.-dijo mientras acompañaba su frase con un beso en los labios del otro.

-Y yo a ti.-dijo de repente Sanzo.

Gojyo alzó una ceja y miró extrañado a Sanzo.

-¿Eh?

Sanzo exasperado hizo un mohín y repitió.

-Y yo a ti.

Algo en la cabeza de Gojyo reaccionó y sus labios se abrieron en una sonrisa exagerada.

Sanzo desvió la mirada mientras sus mejillas adquirían un tono carmín.

-Eres idiota. Deja de sonreír como un imbécil.

Cuanto más le decía, más grande se hacía la sonrisa de Gojyo.

-Como no quites esa estúpida sonrisa de tu cara me levanto y cojo el abanico.

Inmediatamente la sonrisa se esfumó.

-Vale vale. ¿Qué hora es?- Gojyo miró hacia la mesilla y vio la hora.- Pf, pero si es tempranísimo.-de nuevo la sonrisa apareció en su boca, pero esta vez llena de picardía, y maldad.- Aún tenemos tiempo antes de desayunar.

Se acercó a Sanzo y comenzó a besarlo. Sanzo se dejó llevar por la pasión del medio demonio y correspondió a sus besos, querían rememorar la noche anterior.

Los besos se iban haciendo más intensos y ambos se sentaron en la cama, abrazados, las manos volaban por sus cuerpos. Sanzo se fijó por casualidad en la mesita y miró extrañado el reloj. Al comprobar la hora, sus ojos se abrieron con horror.

-¡IDIOTA!

Junto con su grito, la puerta se abrió, y cuatro pares de ojos se miraron con auténtico pavor.

Durante unos segundos reinó el silencio, hasta que una voz temblorosa se oyó.

-Goku, no mires.-Hakkai le tapó los ojos al más joven al que se le había descolgado la mandíbula. Como pudo lo sacó de allí y cerró la puerta, dejando a Gojyo y Sanzo al borde del infarto.

Los ojos de Sanzo casi fuera de sus órbitas pasaron de la puerta al pelirrojo.

-Vaya, qué situación¿no?-Gojyo se había recuperado e incluso veía aquello gracioso.

Antes de que pudiera acabar su frase, la mano de Sanzo se había estirado y asía con fuerza el abanico, estampándolo un segundo más tarde en la cabeza del despreocupado Gojyo.

-¡ERES IDIOTA¿ACASO NO SABES NI LEER UN RELOJ?

Gojyo se levantó como un resorte y desde una distancia considerable miraba con miedo a Sanzo. Se giró hacia el reloj y abrió los ojos con sorpresa.

-¡Ups!-dijo Gojyo esbozando una sonrisa.- Me he confundido.

-¿Cómo puedes confundirte?-Sanzo estaba rabioso, se levantó y fue detrás de Gojyo sin dejar de golpearlo con el abanico.-¿Tan difícil es leer un maldito reloj?

-¡Ay! Deja de pegarme.

Con cada golpe, Gojyo se iba acercando más a la puerta, hasta que al final Sanzo la abrió y con el último golpe cerró la puerta en sus narices, dejándolo en el pasillo.

Gojyo se tapaba como podía.

-Sanzo por dios. Abre la puerta.

Una sonrisa de autentica maldad apareció en los labios de Sanzo, quien se limitó a decir con voz calmada:

-No.

Gojyo, con una mano tapándose y con la otra golpeando la puerta, bramaba desde fuera:

-¡SANZO¡ABRE!

Varias cabezas se asomaron a las puertas y cuchicheaban señalando al desvergonzado que gritaba desnudo.

Sanzo con paso lento se acercó a la mesa y cogió su pistola.

-Cállate.

Gojyo dejó de intentar tirar la puerta a base de puñetazos y sonrió confiado.

-Vale. No abras, pero todo el mundo se enterará de que anoche tú y yo hicimos el amor, y lo peor –ahora su sonrisa se hizo más amplia. –sabrán lo que me has confesado esta mañana.

El gesto antes calmado de Sanzo, se tensó y se acercó a la puerta.

-Ni se te ocurra.-amenazó el rubio haciendo sonar un clic que Gojyo reconoció de inmediato..

El pelirrojo se armó de valor y le retó:

-Pruébame.-cogió aire y comenzó a gritar- SANZO ME QUIE…

La puerta se abrió y una mano salió para cogerlo del pelo y arrastrarlo dentro de la habitación.

Acorralado contra la pared, Gojyo tenía la pistola apuntando a su cabeza y la cara de Sanzo a escasos centímetros de la suya.

-Te he dicho que te calles.-dijo Sanzo con voz firme.

-Cállame tú.-respondió Gojyo cogiendo las caderas de su rubio.

Sanzo alzó una ceja y selló los labios de Gojyo con los suyos.

-FIN-


Espero que os haya gustado y que dejéis vuestros comentarios, como ya he dicho os espero en la próxima historia, q por cierto ya la tengo escrita, jeje. q loca!