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Momentos

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X. Eternidad

James sollozaba de felicidad en el hombro de Lily, y ella le acariciaba el cabello con cariño mientras Sirius y Remus permanecían fuertemente abrazados.

—Desde que ocurrió mi muerte y llegué aquí —susurró Sirius al oído de Remus cuando el beso que compartían se rompió— no me había sentido tan feliz como ahora. Estás conmigo, Harry está a salvo, y Voldemort no podrá volver a causarnos daño nunca más.

Remus se apartó un poco de él al escucharlo, y lo miró fijamente con el entrecejo ligeramente fruncido (exactamente como hacía cuando se concentraba leyendo un libro especialmente bueno), y es que esas palabras de Sirius lo hicieron preguntarse si en verdad Voldemort no volvería a dañarlos nunca más.

—¿Nunca más? —preguntó— ¿Por qué estás tan seguro de eso, Sirius?

—¿Que por qué? Porque ha muerto, Moony —respondió Sirius, tan naturalmente que el entrecejo de Remus se frunció un poquito más mientras él trataba de comprender.

—Pero… también yo morí, Sirius —dijo—. Y tú, y James, y Lily… Y estamos aquí. Eso quiere decir que Voldemort también debe estar aquí en este… mundo. O realidad. O lo que quiera que sea este lugar—agregó mirando a su alrededor como si esperara ver al mago oscuro aparecer ante ellos de repente.

Sirius soltó una risa suave que hizo que los ojos de Remus volaran de nuevo hacia él llenos de confusión.

—¿Qué pasa?—preguntó desconcertado— ¿Acaso no debo esperar verlo aparecer?

—No, lobito, no funciona así —respondió Sirius mientras alzaba el dedo pulgar y lo pasaba suavemente sobre el entrecejo fruncido de Remus para evitar que le quedara una profunda marca de expresión.

—No comprendo —musitó Remus dejándose hacer.

—Es sencillo, Rem —dijo entonces Lily, mirándolo.

James había levantado la cabeza y se tallaba los ojos con la misma mano con la que sujetaba sus anteojos, mientras la otra se mantenía posada sobre el hombro de Lily.

—Voldemort, con aquella alma suya tan rota y fragmentada —siguió diciendo Lily—, ya no representa ningún peligro para nadie. Ni para el mundo mágico, y menos aún para el mundo de los muertos. Es cierto que cuando él murió cada fragmento de su alma rota debe haber llegado hasta aquí, pero… ¿cómo te explico esto? —dudó, frunciendo los labios, buscando una manera de explicarle en palabras sencillas cómo funcionaba ese mundo en el que ahora se encontraban.

—Este lugar es multidimensional, Rem —intervino Sirius.

—¿Multidimensional?

—Así es. Aquí hay millones de posibilidades. Tantas como personas muertas. Por eso mismo no hay una realidad o dimensión única como es allá, en el mundo de los vivos, sino que hay miles de millones de dimensiones. Esto es así porque este lugar es tan mágico como el mundo mágico que dejamos atrás, ¿comprendes? Somos magos —agregó, cuando vio que Remus volvía a fruncir el entrecejo en señal de concentración— y nuestro "más allá" no es igual al de los muggles. Aunque… lo cierto es que no tengo idea de cómo es el "más allá" de los muggles —aclaró— pero no debe ser igual porque Lily no ha encontrado aquí a nadie de su familia muggle.

—Oooh… —exclamó Remus, alzando sus cejas en señal de comprensión y formando con sus labios una pequeña "o" que a Sirius le pareció absolutamente adorable, tanto que le atacó el impulso de acercarse y besarlo de nuevo, pero tuvo que contenerse cuando él agregó:—Creo que entiendo el punto… Pero eso aún no explica por qué Voldemort no anda revoloteando por aquí.

James soltó una carcajada al escuchar el modo en que Remus se refería al mago más tenebroso que había existido hasta entonces.

—Voldemort —dijo James— no anda revoloteando por aquí, Moony, porque él mismo se encargó de fragmentar su alma en siete partes y, como dijo Lily, cada uno de esos fragmentos deben haber llegado hasta aquí… Solo que, como ya te explicó Sirius, hay miles de millones de dimensiones, tantas como magos muertos. Y a cada uno le corresponde una sola dimensión o realidad, aunque es posible compartirlas o enlazarlas si así se desea… Por ejemplo, mi realidad está enlazada a la de Lily porque nos amamos profundamente. Y elegí compartirla con la realidad de Sirius porque la amistad que nos une es genuina. Pero Voldemort, él está fragmentado, su alma entró a este mundo completamente rota. Por eso ni siquiera tiene una sola dimensión o realidad propia a la cual pertenecer.

—¿Quieres decir entonces que él…, cada uno de esos siete fragmentos de alma están dispersos en siete diferentes dimensiones?

—Así es —confirmó Sirius—.Y me atrevo a asegurar que, dado lo vasto que es este mundo, cada fragmento debe estar ahora tan alejado del otro que será literalmente imposible que alguna vez puedan encontrarse y unirse de nuevo en un solo ser.

—Eso suponiendo que esa unión fuera posible —agregó James—. Como todos sabemos no hay conjuro ni hechizo ni maldición o poder alguno capaz de unir de nuevo un alma rota. Es completamente imposible.

—Exacto —volvió a intervenir Sirius—. Pero, suponiendo que fuera posible ¿qué tan fuertes crees que puedan ser los fragmentos de un alma rota, Rem? Cada fragmento de alma de Voldemort debe ser ahora tan débil, tan frágil…

—Tan repelente y horrible… —añadió James, y Sirius asintió hacia él haciendo un movimiento afirmativo con la mano (uno que a Remus le pareció bastante elegante y que le recordó aquellos gestos tan aristócratas que Sirius solía hacer sin percatarse siquiera) mientras sus cejas oscuras y sus ojos grises se fruncían con asco. Lily se estremeció visiblemente ante el comentario de su marido compartiendo el desagrado de ambos.

—Y seguramente —siguió diciendo Sirius— cada uno de esos trozos feos y asquerosos son ahora tan incapaces de valerse a sí mismos que dudo que puedan hacer más que chillar y tiritar encogidos en un pequeño rincón.

—Efectivamente, es así, señor Black —habló de pronto una voz en la distancia.

Al escucharla todos volvieron la cabeza expectantes. Reconocerían esa voz y ese tono en cualquier sitio aunque particularmente Remus no había esperado volver a oírla otra vez.

—¡Profesor Dumbledore! —susurró al ver al hombre de larga barba blanca hacerse un sitio entre Lily y James posando ambos brazos sobre las espaldas de cada uno de ellos.

—Hola, Remus ¿cómo estás? —le saludó el ex director con una sonrisa—. Te ves muy bien.

—Estoy muy bien, profesor, y también estoy… ¡sorprendido y muy feliz de verlo!

Dumbledore asintió sin borrar su sonrisa dándole a saber así que también le agradaba mucho volver a verlo.

—Albus —habló de pronto James—, entonces ¿son verdad?… Nuestras suposiciones sobre Voldemort…

—No son solo suposiciones, James, son la realidad. Yo lo he visto. Y Harry también antes de que decidiera volver. Es tal como ha dicho Sirius. Tom Riddle o, más bien, cada fragmento que de él quedó es tan incapaz de valerse a sí mismo que no puede hacer más que chillar y tiritar encogido en un pequeño rincón. Ahora no inspira sino lástima.

—Entonces es cierto —susurró Remus, comprendiéndolo al fin—… Voldemort no volverá a dañar a nadie nunca más.

—Nunca más, Moony —aseveró Sirius mientras sus ojos grises lo miraban fijamente y sus manos se enlazaban con las manos de Remus apretándolas suavemente—. De ahora en adelante no más Voldemort, no más sangre, no más temor…

—Y tampoco habrá más licantropía, Remus.

Cuatro cabezas se giraron rápidas y cuatro pares de ojos miraron a Albus Dumbledore con asombro.

—¿Q-qué? Está diciendo que el Lobo ya no… Remus ya no… Él nunca más va a…

—Sí, por supuesto, eso estoy diciendo, señor Black —afirmó Dumbledore tranquilamente acentuando aún más su sonrisa—. Esa maldición terminó cuando Remus entró a este mundo.

Sirius y Remus se miraron uno al otro con enorme sorpresa reflejada en el semblante.

—¿Has escuchado eso, Moony? ¿Lo has oído? —preguntaba Sirius con la voz llena de vibrante emoción mientras Remus seguía mirándolo sin poder creerlo aún.

De pronto su cabeza estaba llena de recuerdos. Él temblando, con los músculos acalambrados y el cuerpo entero tenso, adolorido, preparándose para la transformación. Él gritando de dolor. Él sintiendo miedo. Él rompiéndose y sangrando. Él siendo devorado por la oscuridad, perdiendo el sentido y cediéndole el mando al Lobo. Y luego de la oscuridad y el silencio, llegaba otra vez la mañana, y con ella venían el dolor, las náuseas y las nuevas cicatrices.

Siempre había sido así. Por eso le costaba asimilarlo, por eso Remus no lograba creerlo del todo porque nunca había imaginado que algún día podría separarse del Lobo (tal como nunca pensó que podría volver a ver a Lily, a James, o a ese Sirius tan joven y lleno de vitalidad que sonreía feliz frente a él). Sin embargo, aunque no salía de su asombro, algo en su interior le decía que era verdad, que el Lobo no volvería más porque Dumbledore jamás le mentiría sobre algo así.

Y al comprenderlo sus ojos castaños se llenaron de lágrimas que, inevitablemente, empezaron a caer una tras otra. Una sonrisa amplia y feliz también apareció en su joven rostro, tan parecida a aquella que Sirius le había visto cuando (en otra vida, en otro mundo, pero en ese mismo claro del bosque prohibido) Remus les había visto tomar su forma animaga por primera vez. Al verlo sonreír así, entre lágrimas, el joven corazón de Sirius tembló lleno de exultante emoción. Exactamente como lo había hecho en aquella ocasión.

Remus estaba feliz… Sirius lo había recuperado después de tanto. Y al verlo así, frente a él, tan joven y maravilloso, llorando pero no de dolor sino de pura alegría, Sirius supo que ese era el momento que tanto había estado esperando.

Sin pensarlo estiró el brazo y sus dedos recogieron lentamente las lágrimas una a una.

—Moony —susurró entonces, sin despegar la mirada de aquellos ojos del color de la miel que tanto le gustaban—, de ahora en adelante… Tú… Es decir, si… Si tú… quieres… —¿Por qué estaba tartamudeando así y por qué sentía que el corazón iba a salirse del pecho? Solo era Remus a quien miraba, solo Remus y nada más— Si tú quieres… Moony… Tú y yo…

Sirius calló y bajó la mirada mientras dejaba escapar una risa nerviosa. Luego se mordió el labio inferior y sonrió nerviosamente musitando:

—¿Qué diablos me pasa que no puedo decirlo?

Volvió a sonreír con esos nervios a flor de piel mientras el corazón de Remus se saltaba un latido porque, ¡Merlín!, así, nervioso y algo azorado, Sirius estaba más guapo que nunca. Y aun más se lo pareció a Remus cuando un largo mechón de cabellos negros cayó sobre su rostro y Sirius se apresuró a atraparlo y echarlo hacia atrás solo para que volviera a caer de nuevo sobre sus mejillas arreboladas.

En ese instante Remus sintió que el corazón le iba a mil por hora. Y todo por solo mirar a Sirius sonriéndole así.

—Maldición… —dijo Sirius de pronto, alzando la cabeza y sonriendo mientras se volvía para mirar a James sin soltar las manos de Remus ni un momento— ¡Prongs!—le gritó—… ¡me siento como un adolescente torpe que no sabe cómo pedirle su primera cita al chico que lo vuelve loco!

—¡Por Merlín! ¿Hablas en serio, Sirius? —le respondió James, sonriendo también—¡Vamos, ánimo, Pads!… ¿Dónde está tu valentía Gryffindor?

—Has esperado mucho por esto, querido muchacho —agregó Dumbledore con una sonrisa tranquila. Le guiñó a Sirius por encima de sus gafas de media luna, y añadió:—. Recuerda: Atrás está el pasado y delante de ustedes solo la eternidad. No hay mejor momento que el ahora.

Sirius sonrió, asintió y sus ojos parpadearon emocionados repetidamente ante esas palabras.

Era verdad, había esperado demasiado por este momento.

Cuando cayó por el Velo había creído que no habría más para él que solo oscuridad y horror, estaba asustado porque el paraje al que había ido a caer era un yermo frío y negro salpicado de colores violentos y rocas elevadas en cuyas filosas cumbres merodeaban bestias hambrientas que lo miraban deseosas de saciarse con él. Posteriormente, cuando James le salvó llegando hasta él y sacándolo de ahí (cabe decir que no sin un gran esfuerzo), Sirius entendió que esa realidad o dimensión fue concebida así como un escarmiento para toda aquella persona viva que se atreviera a cruzarlo por voluntad propia. Y es que ese arco de piedra del que pendía el siniestro Velo era el único portal que conectaba directamente el mundo de los vivos con el de los muertos, un portal que nunca debió haber existido porque los vivos pertenecían al mundo de los vivos y los muertos al mundo de los muertos. Y la única manera en la que se admitía el paso entre ambos mundos era en un único sentido.

Por eso, siempre que Sirius recordaba el tiempo que había estado ahí antes de que James llegara, un escalofrío helado le recorría la espalda, y también sentía un profundo agradecimiento hacía James por sacarlo de ese horrible paraje. Si lo pensaba con detenimiento, le debía eso y más a su mejor amigo pues había sido también gracias a él que Sirius había aprendido todo lo que sabía acerca de ese mundo y, en realidad, si no hubiera sido por James y por Lily, eso que estaba a punto de mostrarle a Remus no habría sido posible.

Así es que, dados tales antecedentes, Sirius se sentía más que afortunado. Por estar donde estaba y por tener a Remus así, frente a él, sonriéndole. Tenía que reconocer que nunca esperó recuperarlo de ese modo, con la misma sonrisa y los mismos maravillosos ojos castaños y el semblante lozano de sus años de juventud. Era un regalo. Uno muy hermoso.

—Y Remus…—habló Lily de pronto, sacando a Sirius de sus cavilaciones—, seguro que él está tan nervioso como tú, ¿no es así, Remy? —preguntó la pelirroja mirando con un cariño descomunal a Remus, cuyos labios sonreían aunque su rostro rivalizaba con el rojo fuego de los largos cabellos de Lily.

Y es que, a ojos de Remus, ese Sirius nervioso era totalmente encantador… ¿Qué era lo que Sirius quería pedirle? Remus no lo sabía. Todo lo que sabía era que se sentía expectante y nervioso, y que su corazón latía aceleradamente a causa de esa belleza etérea que estaba mirando en Sirius. Y sintió ganas de llorar porque era sencillamente demasiado. Porque nunca imaginó que volvería a mirar a Sirius así. Tan joven, tan guapo, y sonriéndole con esos nervios que hacían que algo en su estómago revoloteara sin cesar. No, nunca lo imaginó. Cuando estaba vivo anhelaba con el alma volver a ver a Sirius, abrazarlo, besarlo… Pero ni en sus más locos sueños imaginó que podría tener lo que tenía ahora.

—¡Vamos, Pads, no lo hagas esperar más! —se oyó la voz de James—. Si no te lo llevas ahora mismo, iré y patearé tu bonito culo, ¿me oyes?

Sirius soltó una carcajada estridente pero entonces su mirada se cruzó con los ojos de Remus, que lucían brillantes (porque había llorado), pero expectantes y curiosos, y enseguida se aclaró la garganta. Dumbledore tenía razón; atrás estaba el pasado y delante de ellos solo se extendía la eternidad. Ya no había nada más que perder. Su momento era ahora. Así que, sin querer postergarlo más, Sirius fijó sus ojos grises en los castaños de Remus y, sin apartar la mirada de ellos, alzo de nuevo la voz hacia donde Dumbledore, James y Lily estaban aguardando y dijo:

—¡No me esperen a cenar! Remus y yo no volveremos hasta dentro de un buen tiempo.

Entonces apretó el agarré que tenía sobre las manos de Remus, y él respondió apretándole las manos también. Las voces de Lily y Dumbledore se oían deseándoles felicidad y la de James gritaba:

—¡Al fin!¡Espero que lo partas en dos, Moony, y que no se levante de la cama en un buen tiempo!¡Lo ha estado pidiendo!

Remus se sonrojó furiosamente al escuchar esas palabras mientras frente a él oía el susurro indignado de Sirius que decía:

—¡Maldito Prongs traidor, esa fue una confesión secreta que te hice de hermano a hermano! —pero luego Remus rio cuando le oyó replicar en voz alta: —¡Cierra la boca, Jimmy! o seré yo quien vaya y te dé duro en ese culito tuyo para que no puedas sentarte durante días y para que aprendas que las confesiones entre hermanos son sagradas!

Hubieron más risas a su alrededor, pero luego de eso Remus pudo ver cómo la expresión en el rostro joven y hermoso de Sirius se suavizaba completamente cuando volvieron a mirarse y, de pronto, le oyó decir:

—Moony, ven conmigo ahora … Hay un lugar que quiero mostrarte.

—¿Un lugar?

—Sí. Cierra los ojos y no los abras hasta que yo lo pida. No importa lo que sientas o escuches a tu alrededor, no los abras. Y no sueltes mi mano ni un solo segundo, ¿de acuerdo?

La mirada curiosa de Remus se acentuó aún más ante esta petición pero asintió e hizo lo que Sirius pedía.

Cuando cerró los ojos un silbido parecido al de un viento suave le llenó los oídos, y una brisa ligera le golpeó el rostro alborotando sus cabellos. Al momento siguiente sintió como si se elevara en el aire y casi estuvo a punto de abrir los ojos (porque él no era una persona que gustara de despegar los pies de la tierra) pero Sirius, sabiéndolo, apretó suavemente su mano mientras susurraba en su oído "Estoy contigo y nada malo te pasará si estoy contigo, Moony. No mires aún".

Así que Remus apretó el agarre de su mano y no miró ni siquiera cuando su cuerpo giró sobre sí mismo y se sacudió ligeramente. Era una sensación bastante parecida a la que experimentaba un mago cuando se aparecía solo que, en vez de la oscuridad opresora y la sensación de estar pasando por un espacio muy estrecho, Remus sintió como si su cuerpo se expandiera y volara mientras una gran luz blanca brillaba del otro lado de sus parpados.

El viaje duró poco tiempo, aunque cuando sus pies volvieron a pisar tierra firme otra vez, Remus podía jurar que había durado una eternidad porque en realidad sentía que ni en este mundo podría acostumbrarse a viajar así. Pero no tuvo mucho tiempo para pensar en eso porque la voz de Sirius volvía a susurrarle al oído provocándole un agradable estremecimiento.

—Listo, Moony. Abre los ojos ahora.

Cuando Remus lo hizo y miró, sus ojos se ensancharon sorprendidos y enseguida se quedó sin aliento.

¿Ese lugar realmente era lo que creía que era?… No, no, lo era. No podía ser. ¿Cómo podía serlo?

Pero tenía que serlo… ¡Por Merlín! Incluso el aroma fresco de la hierba húmeda era el mismo que recordaba. El sendero que se perdía detrás de la colina, el jardín, la pequeña casa. Todo era exactamente igual.

—¿Te gusta, Rem? —preguntó Sirius con ilusión en la voz.

—Sirius… ¿cómo es q-que…?

Sirius sonrió encantado al mirarlo tan sorprendido.

—Aún no me has dicho si te gusta, Rem. Si no te gusta podemos cambiarlo y…

—¡No, no quiero que lo cambies!—La sonrisa de Sirius se acentuó— Me gusta mucho. Después de Hogwarts, este lugar es… —Remus volvió a mirar a su alrededor recordando de pronto aquellos días felices que compartieron juntos cuando él renunció a su puesto de profesor y Sirius se ocultó en su casa por un tiempo— mi lugar favorito en el mundo.

—Lo sé —dijo Sirius— porque también es mi lugar favorito en el mundo.

—¿Cómo es que hiciste esto, Sirius? Dímelo, por favor —pidió Remus emocionado, girando la cabeza para mirarlo a los ojos.

—¿Recuerdas que hablamos ya de que a cada persona que llega a este mundo le corresponde una realidad o dimensión propia? —Remus asintió—. Bien. Pues cada persona puede darle forma en su mente y concebirla para que su realidad sea tal como quiere que sea. Hay toda clase de realidades aquí, y por lo general las personas suelen recrear aquellos lugares que fueron especiales o significaron algo importante para ellos mientras estuvieron vivos. Hay desde una tranquila tarde de primavera junto a un lago hasta los lugares más divertidos y estrambóticos que puedas imaginar… Como la realidad de Fabian y Gideon Prewett, por ejemplo—Sirius hizo una pausa y sonrió—. Hace poco James y yo los visitamos y lo pasamos bomba. Estar ahí es como estar en una casa llena de sorpresas y bromas.

—Gideon y Fabian… —susurró Remus con cierta nostalgia. Ambos habían sido buenos amigos suyos aun cuando los hermanos de Molly iban varios cursos delante de ellos en Hogwarts.

—¡La próxima vez tienes que venir con nosotros a visitarles, Remus! Seguro se alegraran mucho de verte. Y sé que la enorme biblioteca de Gideon te fascinará tanto como a Lily.

—Me encantaría, Sirius—respondió Remus con una gran sonrisa. Luego, volviendo la mirada hacia la casita, añadió:—Entonces ¿así es como tú has logrado recrear mi…, quiero decir, nuestro antiguo hogar?

—Sí—respondió Sirius, orgulloso de su obra—. Ahora ven… —pidió, tomándolo de la mano y llevándolo consigo por el sendero que conducía a la entrada principal—¡Quiero que lo veas todo!

La voz de Sirius vibraba y se volvió risa. Sonaba jovial y emocionado, y Remus rio feliz mientras corría junto a él siendo arrastrado por su contagioso entusiasmo.

Y así, juntos y de la mano, llegaron hasta la puerta de la casa y la cruzaron. Al entrar y mirar, Remus dejó escapar una exclamación de sorpresa.

—Lo he hecho bien, ¿eh, Moony? —susurró Sirius con una risita al mirar la expresión de pasmo de su amigo.

Remus asintió despacio. Estaba maravillado. La pequeña salita, el librero, la chimenea, las paredes empapeladas de aquel suave color paja salpicado de detalles blancos, la cocina… Todo era tal y como lo recordaba.

—Es… Todo es tan entrañable, Sirius…

La voz de Remus se quebró ligeramente, y Sirius se apresuró a apretar su mano.

—Ven…—dijo—, ven conmigo. Aún hay algo más…

Y diciendo y haciendo, Sirius lo llevó consigo hasta el dormitorio.

Una luz tenue y anaranjada entraba a través de las vaporosas cortinas iluminándolo todo con su tono dorado. El espejo de cuerpo entero junto al ropero, los percheros, la cama con su alta cabecera de hierro forjado, las repisas, todo estaba bañado de luz. Olía a jazmines y Remus supo por qué cuando se acercó para mirar todo con más cuidado; había muchos pétalos de jazmín esparcidos sobre la colcha.

—¿Te gusta, Moony? —preguntó Sirius en un susurro, acercándose a él por la espalda y entrelazando sus brazos alrededor de su torso.

—Sí. Todo es tal como lo recuerdo… Como la primera vez que tú y yo estuvimos juntos en mi casa cuando éramos tan jóvenes como ahora.

—Este lugar y yo hemos estado esperando por ti —susurró Sirius, hablándole al oído mientras su nariz dejaba caricias entre sus cabellos y su oreja—. Solo por ti. Y ahora al fin estás conmigo otra vez.

Remus apoyó la espalda en el pecho de Sirius y se dejó hacer.

—Yo… solía soñar contigo. Después de que tú caíste por el Velo. Soñaba mucho y te lloraba, ansiando tenerte conmigo, Sirius.

—Aquí me tienes, Moony.

—¿Ya no voy a perderte otra vez? No quiero perderte otra vez…—pidió Remus con un deje de ansiedad en la voz mientras se giraba entre los brazos de Sirius y se abrazaba a él.

—No, nunca más —susurró Sirius enseguida acariciándole la cabeza despacio con la mano derecha—. Ahora soy tuyo para siempre, Moony. Y tú eres mío… Y será así por la eternidad.

Remus alzó la cabeza al escucharlo y lo miró.

—Por la eternidad…

Sirius asintió mientras se acercaba despacio, buscando unir sus bocas y deseando tenerlo para él como tantas otras veces en el pasado. Y Remus, como siempre había hecho, no dudo en acariciarle los labios con los suyos ni en abrir su boca y entregarle sus suspiros y el roce insistente de su lengua en un beso colmado de amor y salpicado de deseo. Deseo que se hiciera evidente en ambos por las caricias que sus manos dejaban sobre sus cuerpos, queriendo ir más allá de la tela para sentirse la piel.

No tenían ninguna intención de ir despacio. Habían esperado tanto por volver a estar juntos y se habían echado muchísimo de menos uno al otro que, entre tirones y ansiosos jaloneos por no querer esperar ni un minuto más para volverse uno solo, sus ropas dejaron de estorbar y ambos cayeron sobre la cama.

Después de que Sirius cayera por el Velo, Remus había soñado una y mil noches —entre llanto frustrado y soledad— con recuperar a su amor perdido mientras trataba desesperada e inútilmente de auto complacerse a sí mismo buscando sentirlo a él (sentir su boca, su lengua, sus besos apasionados, sus manos haciendo magia sobre su cuerpo, sus suspiros enamorados, su cuerpo entero queriendo fundirse con el suyo) como para querer ir despacio ahora que al fin volvían a estar desnudos sobre su cama.

Y ni hablar de Sirius, quien había soportado el furioso ardor de los celos y la desesperación en su corazón al mirar al amor de su vida en brazos ajenos sin que él pudiera hacer nada por evitarlo. Ahora lo entendía, por supuesto, e incluso había una pequeña parte de él que agradecía a su sobrina el haberlo amado y cuidado cuando Remus más necesitó de consuelo. Pero en aquel momento le había costado mucho asumirlo y, por lo tanto, había sufrido demasiado. Sin embargo, aquellos celos y aquel dolor quedaron completamente olvidados ahora que volvía a tener a Remus a su lado y sentía en su piel sus besos amorosos y su ansiedad por entregarse a él y, en su momento, también sus ganas por hacerlo suyo mientras le susurraba que lo amaba como a nada en el mundo.

Sus voces, jadeos y gemidos se mezclaron con el chirriar de los muelles del colchón y el golpeteo del armazón de hierro forjado contra la pared cuando, una primera vez, los nudillos de Remus se volvían blancos por la presión que sus dedos ejercían sobre la cabecera al sujetarse de ella con fuerza mientras Sirius lo embestía sin tregua alguna. Y luego, una segunda vez, cuando media hora después fue Sirius quien se aferró a ella con franca desesperación deshaciéndose de puro placer al sentir a Remus hundirse en él con brío, una y otra y otra vez.

Así, se dedicaron a disfrutarse mutuamente, adorándose uno al otro con besos devotos y manos que no querían dejar de tocar y acariciar mientras sus cuerpos vibraban, temblaban y se estremecían haciéndose el amor sin descanso.

La luz naranja que se filtraba delicadamente por la ventana cambió desde sus tonalidades más intensas hasta las más delicadas iluminando los cuerpos desnudos y enredados de ambos muchachos. Pero ninguno de ellos supo en qué momento sucedió, ni tampoco cuándo fue que la luz se volvió de un violeta muy suave para terminar tornándose azul oscuro sino hasta que cayeron agotados sobre el colchón.

—Santo Merlín, Sirius… Ha sido increíble—susurró Remus con la voz ronca, mientras se arrebujaba contra el pecho de su amante y este lo cobijaba con la sábana envolviéndolo cariñosamente entre sus brazos.

—Yo también lo he disfrutado mucho, Moony —respondió, besándolo despacio en la sien derecha perlada de sudor al tiempo que su propio cuerpo se relajaba en el sopor que le habían dejado los varios orgasmos compartidos.

Remus dejó escapar un pequeño bostezo y luego suspiró.

—Sabes, Sirius —dijo de pronto—, los muggles tienen la creencia de que, al morir, quienes han sido buenas personas en vida, van al cielo. Yo no sé si eso es verdad o no, o si hay algo parecido para los magos como nosotros. Pero de algo estoy seguro —añadió girando la cabeza para mirar a su amigo mientras sus ojos del color de la miel empezaban a parpadear cargados de sueño y cansancio—, para mí esto es mi cielo particular. Esta casa, este dormitorio, esta cama, y tú… Aquí, junto a mí.

—Yo creo que, después de todo lo que vivimos —susurró Sirius, enfatizando el "todo" mientras en su mente se dibujaban tantas vivencias y momentos (Él siendo niño y jugando con su hermano Regulus. Él recibiendo su carta de Hogwarts a los once. Él, adolescente, librando una batalla de almohadas con sus nuevos compañeros de habitación en la torre de Gryffindor. Él, descubriendo la licantropía de Remus. Él y Remus compartiendo su primer beso. Él convirtiéndose por primera vez en Padfoot. Él dejando para siempre el número 12 de Grimmauld Place. Luego, él y la primera Orden del Fénix. Él y Azkaban. Él y Harry. Él y Remus juntos de nuevo. Y, entonces, él y el Velo)—… Después de todo el pasado, Moony, esto, tú y yo… Juntos en la eternidad… Eso es todo lo que yo quería para mí.

—¿La eternidad? Es lo que siempre he querido siempre que te he tenido así como ahora, Sirius.

—Y al fin la tenemos, Moony… —Remus le sonrió y lo besó abrazándose a él no queriendo dejar ni un espacio entre sus cuerpos desnudos. Sirius lo apretó contra él con anhelo—. Descansa ahora, lobito —susurró cariñosamente, acomodándolo sobre su pecho al tiempo que Remus se dejaba hacer— De ahora en adelante a nuestro amor solo le aguarda la eternidad.

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F I N

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¡Al fin pude actualizar y ponerle el punto final a esta historia! Ahora cuéntenme ¿les ha gustado? ¿tienen algún momento favorito?

Yo espero que lo hayan disfrutado tanto como yo cuando estaba escribiendo. Por cierto, tienen que saber que tardé más de lo normal en actualizar porque estaba debatiéndome entre escribir un final dramático o un final feliz… Y, bueno, como ven, al final escribí un final feliz (y fluff y con romance y con un poquito de pasión). Creo que tratándose de mí no podía ser diferente.

Pero además, algo que me hizo decidirme fue que siempre he pensado que en el canon ellos dos lo pasan bastante mal, así que quise darles este final feliz tratando de respetar en lo posible las ideas del canon (Por ejemplo, que ellos volvieron a ser jóvenes de nuevo y que se encontraron con James y Lily) y, a la vez, eché mano de todo lo que jk nos mostró de ese otro mundo (como todo lo que vimos con Harry, Dumbledore y Voldemort cuando Harry estuvo muerto) para construir un lugar (que en este capítulo llamé "realidad o dimensión propia") en el que Sirius y Remus pudieran estar juntos para siempre.

Una cosita más: Iba a esperar a publicar este capítulo final para el día de tu cumpleaños, querida Daia Black… ¡pero el ansia por publicarlo y que pudieras leerlo ya ha sido superior a mí! Así que perdona por adelantarme un poco. De cualquier manera escribí este capítulo y este final para ti. Ojalá te guste mucho y que te deje flotando entre nubes, amiga.