Leche, Tostadas y Miel


Capítulo III: No más premio.

Kurogane se estremeció con el toque de esas finas manos sobre su pecho, y sintió que el cálido aliento de Fai lo embriagaba. Presintiendo que la parte pensante de su ser se escondía en un lugar muy lejano de su cerebro, el japonés hizo un esfuerzo y habló, su voz tan baja que se había convertido en no más que un suspiro apenas. - Necesito una razón, sabes?-

De hecho, no. Pero no se le ocurría otra excusa para seguir provocando… lo que fuera que provocaba en el rubio. Los dioses quisieran que fuera lo que Kurogane creía…

- Una razón... -balbuceó apenas Fai, encantado con la cercanía. ¡Estaba respirando su esencia, le sentía tan cerca! Eso ni en sus mejores sueños... sólo atinó a entrecerrar los ojos. Los hubiese cerrado, pero la vista era demasiado gloriosa como para hacer algo así... y algo más confianzudo deslizó sus dedos un poco más abajo, con lentitud.

El suave contacto de aquellos dedos contra su piel le provocó a Kurogane un escalofrío que no pudo ocultar. Se estremeció levemente, cerrando los ojos y volviéndolos a abrir, aspirando el aroma del rubio cabello del mago; tan cerca de él que podía sentirlo hacerle cosquillas en la barbilla. Cerró más el puño, estrujando el paño en su mano.

- Kuro... -susurró Fai muy bajito y acabó por cerrar los ojos... ya estaba en puntas de pie, acercando su rostro al adversario. Por eso había cerrado los ojos, porque probablemente su cuerpo no iba a reaccionar más que a lo que siempre había deseado... sí. Al fin sus labios casi sentían rozar los del japonés...

El japonés parpadeó. No, no se lo estaba imaginando: Fai estaba... estaba...

Estaba bellísimo con aquella angelical expresión en su rostro...

Su cuerpo reaccionó solo, y el paño cayó al suelo cuando Kurogane cubrió al rubio con sus brazos desnudos. Como por acto reflejo, se adelantó y unió sus labios con los del de ojos claros, presionando con fiereza.

- Nnh... –Fai entreabrió los labios para decir algo. No quería tener la culpa de haberle obligado después, prefería ser el que 'le provocó', pero no quién le besó propiamente tal. Después de todo, no olvidaba las reacciones anteriores de Kurogane... pero esa fiereza y tosquedad que acompañaba los actos del de piel canela... era tan irresistible, que sentía su cuerpo profundamente endeble y vulnerable.

Sus manos en lugar de estorbar en medio, se acomodaron entrelazadas detrás de la cabeza del ninja... estaba todo listo para seguir, pero él no sería el de la iniciativa, sólo daría incentivos, por muy difícil que se le hiciera.

La voz de Fai vibró en los labios de Kurogane, provocándole nuevos escalofríos al de ojos rojizos. Elevó una mano y con ella tomó la barbilla del mago, obligándole a ladear la cabeza y abrir sus labios, los cuales invadió con desvergüenza. La mano libre se deslizó de la espalda de Fai hasta su cintura, donde presionó para unir sus caderas. Contra su voluntad, él mismo emitió un ronco gemido.

- Nnnh... Kuro... –el rubio jadeó apenas, como si le faltara el aire. Es que era lo último que podría haber imaginado de él... bueno, no lo último, porque esos pensamientos eran recurrentes en él. ¡Pero esto era un millón de veces mejor de lo que esperaba! Y sin poder contenerse más soltó un gemido extasiado... era tan fácil llegar al descontrol con Kurogane así. Se maldecía a sí mismo por no poder resistir.

Sus manos bajaron libres por la espalda fornida y formada, mientras sus labios mordían con delicadeza los contrarios, y se separaba a ratos para respirar otra vez y no tener la necesidad de acabar. Rogaba que no acabara, que el juego no acabara, porque ya era muy tarde... se estaba haciendo adicto a los labios de Kurogane.

Sin abrir los ojos, el japonés frunció el ceño cuando sintió a Fai gemir de nuevo. - ... ¡Cállate...! - espetó apenas, en uno de los pocos respiros que le concedía al rubio. No es que le molestara en realidad, escuchar a Fai de esa manera era... delicioso. Jamás se habría imaginado que aquel tonto pudiera hacer semejantes sonidos...

Y eso que sólo se estaban besando. Quien sabe qué pasaría después.

Su espina dorsal fue recorrida por una descarga de solo imaginárselo, y sin poder reprimirse un momento más, bajó sus manos y sostuvo a Fai, elevándolo para luego sentarlo en la barra, aún húmeda de té.

- Ah... hh... n-no puedo... Kuro... –Fai sonrió malicioso al separarse al fin a tomar aire con algo más de tiempo. Aferró sus manos fuertemente a los hombros anchos que se le ofrecían, y abrió los ojos viéndole fijamente. No sabía qué seguía, pero estaba curiosísimo por averiguarlo pronto... no importaba sentir el frío húmedo del té que se había desparramado hace un rato...

Kurogane se detuvo en seco y le miró también. Los azules ojos de Fai, tan cerca, le devolvían una mirada chispeante, iluminada, hipnotizante. De pronto, la realidad le cayó encima como un tabique: hacía dos minutos se estaba peleando por la estúpida azúcar en el té... y ahora... sin siquiera haberse dado cuenta...

No pudo evitarlo. Kurogane se ruborizó profundamente, sin poder despegar los ojos de los contrarios.

- Conque esto sería lo que harías si le ponía azúcar a tu té... -susurró Fai con audacia, y se preocupó de mantener cercanía y no dejar de ver fijamente a esos ojos que le incitaban a más. ¿Y qué era lo que no podía...? No podía evitar gemir así, no era algo que controlara, y menos si el ninja insinuaba tantas cosas con tan sólo unos toques... de todas formas, seguía en desventaja. ¿Y cómo ignorar ese sonrojo adorable de las mejillas color caramelo? Su sonrisa se amplió un poco... se moría de ganas de probarlas, y sin decir nada más, sin siquiera advertir, posó sus labios sobre éstas... ¿qué tan dulces serían...?

Kurogane ya intentaba idear algo coherente para responder al comentario -bastante acertado- del mago, pero apenas había abierto la boca, el toque divino de los labios contra su piel le robó la razón. Como sólo el de cabellos de miel podía hacerlo.

Decidió ceder por única vez, y solo lo atrajo más hacia sí, de modo que encajaban perfectamente, sin dejar espacio libre.

- Mmm... cuando haces eso... –Fai se interrumpió para tomarlo del rostro con suavidad, y se atrevió a deslizar su lengua con sutileza por la mejilla afiebrada del ninja. Muy rápido, quería sobrevivir para contarlo...

- ¿Cuando hago... qué? - preguntó el otro en un susurro ronco, cerrando sus ojos ante la sensación. Sus manos se estremecieron solas, entrelazadas detrás de Fai, recargados sus brazos en los muslos del ahora desinhibido mago.

- ¡Eso...! –el rubio reprimió un gemido y presionó un poco más sus piernas en el contorno de Kurogane. Sus labios bajaron por su rostro hasta llegar de nuevo a sus labios, incitándolos... no se cansaba de besarlo. Y para él no eran necesarias las explicaciones puesto que las sensaciones parecían dar sentido a todo... las sensaciones los movían a seguir, no?

El japonés sonrió contra la piel del de Celes. Nada importaba ya. Ni cómo habían llegado hasta ahí, ni por qué había empezado todo. No importaban las razones, solo las sensaciones. Y Kurogane ahora estaba muy sensitivo.

Una de sus manos abandonó la espalda de Fai y se aferró a su rubio cabello, decidiendo interrumpir el juego de Fai y empezar a hablar en serio. Empujó el rostro del de ojos claros y presionó de nuevo su boca contra la contraria, violento, desdeñoso. Le gustaba romper la siempre calmada actitud de Fai con su propio modo de hacer las cosas.

Fai se estremeció. ¡Qué suerte que estaba la mesa...! Sino tal vez se hubiese caído de la sorpresa, o del solo placer que le causaban los besos de Kurogane. No pensaba que besara tan bien, tan perfecto a su parecer, le complacía como nadie... aferró sus manos al costado, con cuidado, aunque también con algo de brusquedad... creía notar que la fiereza era lo que le gustaba al ninja... como si no fuese obvio.

No le importaba nada más, se dejaba besar a su merced, y arqueaba la espalda a ratos... tal vez era más de lo que podía resistir.

Los besos fueron aumentando de velocidad, de profundidad, y Kurogane se sintió complacido al sentir a Fai aferrarlo de esa manera. Lo incitaba a avanzar un poco más. Sin abandonar su boca, dejó de jugar con la sedosa cabellera del mago y, ayudándose con ambas manos, recorrió los costados de Fai a ciegas hasta encontrar la base de su chaleco, el cual sacó para dejar el camino libre para sus manos ansiosas. Kurogane revolvió las ropas de Fai hasta que pudo introducir sus manos, tocando primero su cintura, acariciando la base de su espalda, y luego subiendo hasta el pecho del de ojos claros. Sintió a ciegas la suave piel de Fai, cubierta ahora de una ligera capa de transpiración. Imaginó que él mismo no estaría mucho mejor.

No quería pensar en nada más, pero debían ser más reservados... si algo pasaban, las cosas quedarían ahí. Fai sonrío para sus adentros, con malicia, mientras que de sus labios escapaban todo tipo de aprobaciones susurradas con suavidad, golpeadas por gemidos bruscos, roncos... Kurogane sabía que iba por el camino correcto, sabía que le provocaba. Sus piernas presionaron más en las caderas del nipón, el sentir las manos calientes y fuertes recorriéndole le ponían como loco. No podía hacer más que dejarse, arquear más la espalda a sabiendas de lo que éste movimiento traería consigo... su cuello se ofrecía a esos labios desenfrenados que se inmiscuían por donde les dejaran... y por donde no, también. Sus propias manos bajando por la espalda adversa, ya con poca delicadeza... era mucho lo que había por hacer.

Más que susurros, eran gemidos los que Kurogane ahora exhalaba con fuerza, sin poder controlarse y sin hacer siquiera el intento. Ya no importaba. Suficiente dicha tenía viendo que era completamente correspondido como para arruinarlo teniendo cuidado de lo que pudiera pasar.

Lo que pudiera pasar... Lo que estaba pasando.

Fai presionándose contra él, su aliento recorriéndole la cara y sus cuerpos amoldándose con total naturalidad le llevaban al borde. Abandonó su boca para concentrarse en el cuello del de Celes, mientras que sus manos se ocupaban en despojar a Fai de sus elegantes ropas. Después de todo, pensó... No era justo que sólo Fai pudiera ver lo que estaba tocando…

- Nnnh... ahhh... Kuro... nn--no aquí... –Fai le tomó una mano con el propósito de detenerle, pero sabía a la perfección que así no lo lograría... los chicos podían llegar en cualquier momento, y algo le decía que el manjuu estaba tan despierto como ambos. Aunque por eso más sonrió que otra cosa. Se inclinó un poco para subir la hakama que Kuro tenía a la cintura...

Aunque eso sólo provocó excitarlos más... ese movimiento les prohibía pensar en algo más...

Los brazos de Kurogane escaparon de debajo de la ropa de Fai y aferraron al mago, envolviéndolo. El japonés se concedió un momento para recuperar el aliento, apoyado en el de rubios cabellos con los ojos cerrados. Su rápido respirar bañó el cuello de Fai una vez más, pero sonrió contra la tela de la ropa que Fai aún traía puesta.

Si no aquí... entonces en algún otro lado...

Aguantando las ganas de esbozar una diabólica sonrisa, Kurogane deslizó las manos por debajo del ligero mago para luego elevarlo otra vez, y lo recargó en su espalda. Fai estaba tan tembloroso que parecía no ser capaz de caminar.

...Además de que a Kurogane no le importaba llevar al de Celes a cuestas. Solo era una excusa estúpida para hacer lo que se daba la gana.

Sin decir palabra, el japonés rodeó la barra del Cat's Eye y se encaminó a las escaleras, sin preocuparse mucho por el desorden que habían dejado.

Fai tembló con ligereza mientras sentía miles de escalofríos recorrer su cuerpo. De sólo pensar lo que venía ahora le tensaba cada vez más. Dejó escapar un suspiro, apenas, como si le faltara el aire. Creía estar seguro que a Kurogane le gustaba escucharle y sentirle así, le encantaba saber que era y sería quién dominaba... a él no le importaba... sólo estar con él.

Con Fai sobre sus hombros, el ninja subió a la trastienda con algo de torpeza y tardándose más de lo que le hubiera gustado, debido a que por su cuerpo todavía corrían descargas eléctricas que lo atontaban. No... más bien era su preciada carga el que lo ponía así.

Qué ironía.

Kurogane pasó de largo la habitación de la princesa, la del mocoso, la suya propia... y llegó hasta la del mago. Abrió de una patada y dejó caer a Fai con poca delicadeza sobre la amplia cama que el mago ocupaba.

Fai observó hacia arriba encontrándose con la imagen de Kurogane. Justo como quería, no podía ser más perfecto... y él estaba en silencio, viéndole fijamente a los ojos... ¿querría decir algo antes de todo lo que podía pasar...? Sonrió algo sobrecogido, su rostro se coloreó un pálido rubor acuarela. Su piel blanca brillaba bajo una nacarada capa de sudor, la luz de la luna era la única presente en la habitación aparte de ellos dos... aferró la sábana más cercana, desviando la mirada algo curioso, sin animarse a hablar... temía romper el momento, además sabía a Kurogane ansioso...

El japonés lo contempló, extasiado, efectivamente ansioso... Fai se veía, sin exagerar, delicioso ahí acostado, mirándole con ojos suplicantes… expectantes... En realidad no podía descifrar a la perfección la expresión del mago, pero a Kurogane le provocaba, y mucho.

Aún respirando con dificultad, Kurogane sonrió. Ambos sabían lo que venía a continuación, y no iba a darle más largas. Apoyó una rodilla en el suave colchón, justo entre las piernas de Fai y se inclinó sobre él, quedando suspendido sobre el de hermosos ojos claros, hipnotizado por el efecto que la luz de la luna le daba a sus pupilas.

El mago podía oír su propia respiración agitada mezclándose con la del azabache. Lo único que se oía en todo el lugar. Como si luego de tanto jugueteo llegara la calma... sabiendo ambos que pronto vendría lo mejor... las respiraciones se iban calmando poco a poco, pero no pudo aguantar eso e irrumpió, simplemente...

- ¿Qué esperas, Kurogane...? -susurró con voz baja, en un susurro insinuante, desafiante. Tal y cómo lo hacía cada vez que iba a molestarle... aunque esta vez sonaba hasta suplicante. Se mordió el labio inferior, guardando silencio al fin para visualizar la respuesta.

El japonés parpadeó, sorprendido. No había pasado por alto la correcta pronunciación de su nombre, y debido a eso su sonrisa se pronunció. El idiota se merecía un premio por haberlo llamado "Kurogane".

- Tú no me dices qué hacer, sabes...? - siseó, antes de bajar por completo y atacar directamente la sensible piel del cuello del de ojos índigo. Sintió a Fai dar un respingo debajo de él.

- Nn... ¿Y tienes que esperar a que te lo diga...? -sonrió burlón y se arqueó para recibirle, mientras sus manos iban y venían por la espalda y los hombros, con toda libertad, llegando más abajo aún, siempre con suavidad, por muy desesperado que estuviera. ¿Desde cuando el Gran Kurogane esperaba instrucciones?

- ¡Cállate! - bramó el otro contra la piel del mago, abriendo la boca y aprisionando entre sus dientes, suavemente, aquella dulce piel. No más premio.

Fai se sobresaltó. - Aahh... K-Kuro... nnn... -sí, no iba a negar que le había dolido muchísimo, pero al mismo tiempo podía decir con certeza que nunca algo así le había causado tanto placer... si Kurogane seguía así iba a dejarlo lleno de marcas --y quién sabía, tal vez no tan pequeñas marcas--, estaría en desventaja de nuevo. Con dificultad desató el nudo de la hakama dejando que se deslizara por el glorioso cuerpo de Kurogane... y al verle desprovisto de prenda alguna, sonrió triunfante. Ya no importaba si le mordía, si le hería... no importaba nada más que verle...

El azabache detuvo cualquier movimiento, sintiendo que la sangre se agolpaba en sus mejillas, tomado por sorpresa. ¡¡Pero qué gato más curioso!! Y como la curiosidad mató al gato...

Kurogane pronunció su sonrisa, alzándose amenazador sobre Fai. - Mira nada más, el que no necesita instrucciones... - susurró gravemente, apartando sus manos del colchón y deslizándolas de nuevo bajo las ropas de Fai, dejando al descubierto su liso y blanquísimo abdomen. Lo contempló por un par de segundos, y luego se inclinó de nuevo, ocupando su boca y su lengua en algo más interesante que reñir al Gato idiota.

No. Más. Premio.

Sus manos subieron más y más, sus ojos cerrados y su boca aún entretenida en el suave vientre del mago. Podía sentirlo retorcerse debajo de él, sus piernas se doblaban y estiraban sin control, rodeando su desnuda cintura a ratos. Kurogane lamió una última vez el ombligo del de Celes antes de elevar los ojos y dedicarle una mirada chispeante al que ahora se encontraba completamente a su merced.

O eso era lo que el ninja creía.

- Kuro... nee... – Fai le tomó de los hombros aprovechando que al fin le veía a los ojos. No dominaría por mucho, no sería tan fácil. Bueno, tal vez sí, pero no le daría las cosas en bandeja. Bufó por tanto 'esfuerzo' que le había 'costado' el estar así de agitado, reaccionando a cada caricia, a cada beso... a cada mordida. A estas alturas no quedaría parte de su cuerpo libre de marcas...

Kurogane se deslizó sobre el cuerpo del mago, rozándolo por completo, hasta quedar sus rostros a la altura. Se apoyó en los codos, aún con las manos del rubio sobre sus hombros, respirando agitadamente.

- ¿Qué quieres? No me interrumpas, idiota.. - susurró, por inercia más que por cualquier otra cosa, bajando una de sus manos y volviéndola a deslizar por debajo de la ropa que Fai traía apenas puesta.

- Ahhh... – Fai le presionó con más brusquedad, y al verse en una pose tan sugerente, se inclinó un poco hacia adelante a ver si sus planes hacían efecto y de alguna forma podía sentir reaccionar a Kurogane.- No me vas a ganar tan fácilmente, nee... -

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Hecho en conjunto por Chokoreeto y Maki Tasui.

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