CAPÍTULO XII - EPÍLOGO

Era un sábado de finales del mes septiembre. Habría sido un sábado como cualquier otro para Harry si ese día no hubiera quedado con sus amigos para cenar, aún seguían manteniendo esa costumbre. Hacía meses que no veía a la mayoría, y, aunque se llamaban por teléfono casi cada semana, entre los compromisos profesionales de unos, los viajes de negocios de otros y los días en qué no iba bien a alguno, era difícil de compaginar y encontrar un día propicio. Pero lo habían conseguido.

Hacía un poco más de tres años que él y Severus vivían juntos. Cuando ahora recordaba cómo habían terminado siendo pareja, sonreía, pero en el fondo sabía que había sufrido mucho para conseguirlo. Y eso le hacía valorar más el día a día, las pequeñas cosas, las miradas, los besos, las palabras o los detalles que su pareja le regalaba, como esa escapada de fin de semana, con cena romántica incluida a orillas del Sena, de un par de meses atrás. Sí, Severus Snape era un romántico empedernido, pero eso sólo lo sabían sus más allegados.

Harry salió del cuarto de baño, se había duchado y esperaba que Severus se levantara para que hiciera lo mismo. Aún dormía. Se situó a su lado y le observó. Tenía los ojos cerrados, los labios un poco entreabiertos y sólo tenía el cuerpo cubierto por las sábanas de cintura para abajo. Recordó la noche que habían pasado, había sido mágica, como casi siempre. Harry se sonrojó, no era difícil cuando pensaba en las relaciones sexuales con su amado. Y es que Severus era un perfecto amante, se entregaba y daba lo mejor de sí mismo en cada ocasión. El chico agradecía cada día la suerte que tenía por estar a su lado. Unos mechones caían libremente por el rostro del moreno, dándole una sensualidad exquisita. A Harry le entraron ganas de empezar a besar todo ese cuerpo expuesto ante él, pero sabía que si empezaba ya no podría parar. Así pues, resignándose, le dio un tierno beso en la mejilla para despertarle.

- Sev… vamos, tienes que levantarte.
- Mmmm…
- Vamos¿des de cuándo te has vuelto tan perezoso?
- Mmmm –otra vez respondió el mayor.
- Por favor… -añadió suplicante y perdiendo la paciencia-. ¡Severus Snape, levántate ahora mismo! –gritó Harry mientras Severus empezaba a reírse.
- Me encanta cuando te enfadas, tantos años conociéndote y aún consigo que rabies un rato –se reía mientras Harry ponía cara de enfadado.
- Muy gracioso…
- Oh, ven aquí… ven… –dijo de nuevo al ver que el chico no le hacía caso-. ¿No me obligarás, verdad? –pero Harry hacía como que no lo oía-. Muy bien, tú lo has querido –y Severus se levantó, cogió en brazos al chico y, tumbándolo en la cama, lo aprisionó debajo de su cuerpo.
- Ehhh –protestó Harry-, eso no vale.
- Sí, vale, y ahora eres mío.
- Acabo de ducharme…
- Pues creo que después podemos ducharnos juntos… ¿qué te parece?
- Creo que me apetecerá otra ducha –y tomó los labios de su amado con pasión.

En todo el tiempo que llevaban juntos apenas habían discutido. Eran la pareja perfecta, siempre se lo decía Draco cuando les iba a visitar. El rubio y Álex se presentaban cada viernes a cenar. Harry así lo quería, no deseaba alejarse de su mejor amigo. Además, había descubierto en Álex a otro amigo y disfrutaba de la compañía de ambos. Las cenas siempre terminaban igual, con Severus serio porque Draco le decía que no cuidaba muy bien de Harry. El rubio opinaba que su amigo lucía unas terribles ojeras que le restaban belleza, y aseguraba que eran culpa de su padrino por no dejarlo descansar bien por las noches. Harry, llegados a este punto, aún seguía ruborizándose y eso divertía mucho a todos, excepto a él. Severus, entonces, le respondía que prefería que Harry tuviera ojeras a no tenerlas, como Álex, y criticaba a Draco por no cansarlo demasiado y le insinuaba que, de seguir así, su chico se buscaría a otro. Entonces era el rubio quién permanecía sentado sin decir nada, mientras Harry y Álex se reían a carcajadas. Esas eran las cenas de los viernes, y cada semana lo mismo. Pero eran la viva imagen de la felicidad.

Pero hoy tocaba otra cena. La cena con sus amigos. Todos, al fin. Algunos incluso vivían fuera de Londres, por lo que Harry se sentía inmensamente feliz de volver a reencontrarse. La noche llegó sin apenas darse cuenta y, de repente, ya se encontraba rodeado de todos ellos. Ahí estaban, otra vez juntos.

A su derecha, Dean y Seamus, inseparables como siempre. La pareja más consolidada de todo el grupo, pues ya llevaban once años de relación, estaban igual que siempre. Bueno, no del todo. Seamus lucía una barriga enorme, cosa normal si tenemos en cuenta que estaba embarazado de ocho meses. Su segundo embarazo. El primero había sido un par de años atrás, cuando había dado a luz a un precioso niño al que pusieron el nombre de John. Sería todo un gryffindor, según sus padres y éste, una niña, también.

Al lado de ellos, Ron junto a Hermione. La castaña lucía espectacular, estaba preciosa y no era para menos. Era una esposa perfecta y una madre ejemplar. Sí, Ron y Hermione hacía pocos meses habían ampliado la familia. Una hermosa niña, con los ojos marrones y el pelo de los Weasley. Y es que Lily Jane Weasley era un bebé adorable y Harry babeaba cada vez que la cogía en brazos, no en vano era su ahijada. Ron siempre decía que quería tener una gran familia, y seguramente así sería, pues los dos adoraban los niños. Hermione había terminado su especialidad en pediatría y trabajaba en el mismo hospital, pero ahora atendiendo a los chiquillos. Formaban una pareja estupenda, eran la combinación ideal. Harry lo había sabido des de siempre, y nadie lo podía negar.

Al lado de Hermione se sentó Remus. El bello licántropo de ojos color miel había encontrado a su media naranja hacía poco más de un año. Por casualidad, en un viaje que hizo a Francia por cuestiones de trabajo, había conocido a Paul, un mago francés que se dedicaba a la enseñanza en Beauxbatons. Congeniaron enseguida, pues Paul también impartía la asignatura de DCAO. Cuando Remus se lo contó a Harry, éste alucinaba. Era el candidato ideal para su "padre". Así pues, el licántropo y el francés compartían una bonita casa en París y Remus se trasladaba cada día para impartir clases en Hogwarts. Pero eran felices así y se les notaba en la cara. Hacía unos meses habían decidido ampliar esa felicidad y estaban intentando adoptar. Debido a la licantropía de Remus, no podía concebir ningún hijo, pero Paul lo aceptó y ahora estaban en trámites de adopción de dos niñas gemelas que eran unos pequeños torbellinos.

Neville era el mismo de siempre y todos lo adoraban. Había empezado una relación con un joven mago hacía unos meses y se notaba de lejos que se amaban. Sean era un cielo. Rubio, de ojos azules y también medimago. Lo conoció a través de Álex y congeniaron enseguida. La verdad es que era fácil relacionarse con Sean y Neville se enamoró de él a simple vista. Aunque llevaban poco tiempo, todos apostaban que esa relación llegaría lejos. Y se alegraban mucho, porque su amigo no había tenido una vida fácil.

Después estaban Ginny y Daniel. Llevaban más de tres años juntos. Daniel era muggle, pero se había adaptado a la perfección a la vida mágica. El chico era un joven apuesto, moreno, con los ojos azules, y perfecto para Ginny. Cuando se lo presentó, todos tenían sus dudas acerca de cómo encajaría en su grupo, pero Daniel había demostrado ser un compañero y un amigo leal, y así se había ganado la confianza de todos. Además, con él, la pelirroja había sentado finalmente la cabeza y ahora era madre de dos bebés, Eric, de dos años, y Julia, de ocho meses. Los habían dejado en la Madriguera, Molly estaba encantado con sus nietos. Si bien Daniel los primeros meses alucinaba por cualquier cosa, ahora ya le parecía de lo más normal que los objetos se movieran solos, que todos usaran varitas alguna vez y que sus hijos, a pesar de lo pequeños que eran, supieran hacer magia sin habérsela enseñado.

Al lado de estos, Blaise. ¿Qué decir de él? Se había pasado los últimos dos años persiguiendo imposibles. Primero se fijó en un hombre un poco más mayor que no le hacía ni caso pero él estaba todo el día a su lado. Después tocó el turno a un jovencito economista que babeaba por él pero que a Blaise no le interesaba como una relación seria. Y más tarde apareció Alan y se enamoró de él. Alto, moreno, ojos oscuros, cuerpo de infarto… cualquiera se hubiera quedado prendado de él. Pero Blaise tuvo la suerte de que Alan también se fijara en su persona. Y ahí están, llevaban un año y estaban ilusionados con su nueva casa. El otro día, incluso, ya hablaban de aumentar la familia. Un claro ejemplo de cómo emplear bien el tiempo.

Draco y Álex. El rubio y el moreno. Tan distintos y tan iguales. Con el paso de los años, el rubio había aprendido a amar todas las aficiones de su pareja, incluido el fútbol. Cada fin de semana iban a algún estadio distinto para seguir la liga inglesa y, de vez en cuando, Álex lo llevaba a España de visita a su familia, amigos y campos de fútbol. Harry se reía de la actitud de Draco y le recordaba siempre lo que había dicho al conocerlo, pero el rubio no le hacía ni caso, al fin era feliz. A causa de los estudios de Álex, pues el chico estaba terminando la especialidad de neurocirugía, viajaban constantemente por Europa y no tenían residencia fija. Harry confiaba que se establecieran cerca, no soportaría tener a sus mejores amigos lejos de su casa. Pero era algo que aún tenían por decidir. La verdad es que a Draco le costaba negarse a una petición de su pareja. ¡Cuánto había cambiado el rubio!

Y a su lado, Severus, como siempre. Acompañándolo, apoyándolo, ayudándolo, comprendiéndolo, escuchándolo, protegiéndolo… amándolo. Sí, finalmente todo había salido redondo para todos. Cada uno era feliz con su vida y brindaron por ello.

- Bueno, ahora, si me permitís –empezó a decir Harry- tengo algunas cosas que añadir a este brindis. Primero, agradecer a todos vuestra presencia aquí, de verdad me siento muy feliz. Y ya que estamos de celebraciones, tengo algo que anunciar –Hermione abrió la boca sorprendida, pero intuyendo de qué se trataba, y su rubio amigo hizo lo mismo, el único que no parecía enterarse era Severus-. Bien… dentro de poco, ampliaremos el grupo. Yo… yo estoy embarazado.
- ¡Oh, Harry! –exclamaron todos al unísono.
- ¡Felicidades! –coincidieron Ginny, Ron, Neville, Remus y Dean.
- ¡Enhorabuena! –dijeron los demás al mismo tiempo sonriendo.

Todos parecían celebrarlo y alzaban sus copas brindando felices. Todos menos uno, Severus. Permanecía sentado en la silla, con la mirada perdida, ausente. Y Harry no se lo tomó nada bien. Salió del comedor rápidamente, diciendo que iba al baño. Draco, al darse cuenta, se acercó hacia su padrino.

- ¿Se puede saber en qué estás pensando? –logró captar la atención del moreno-. ¡Harry acaba de decirte que vas a ser padre y tú te quedas ahí sentado!
- Eh… yo… ¿dónde está Harry? –dijo al no verlo a su lado.
- Ha ido al baño… me temo que piensa que no estás contento.
- ¿Yo¡Si estoy rebosante de felicidad…! Oh… Merlín… entiendo… -dijo poniéndose en pie.
- Veo que ya has vuelto a la tierra. Corre tras él… explícale lo que sientes, pero hazlo ya¡no vuelvas a perderlo! –le gritó Draco y Severus fue tras su amado.

El moreno se dirigió hacia los lavabos y entró. No vio a nadie, pero había unas cuantas puertas cerradas. Espero a que salieran y entonces sólo quedó una. Detrás estaba Harry. Oyó un sollozo y se preocupó. ¿Cómo había podido ser tan estúpido?

- Harry, amor… sal, volvamos a la mesa –no respondió nadie-. Harry… lo siento, me he quedado tan sorprendido que no he sabido reaccionar. ¡Por Merlín! Un hijo… ¡vamos a tener un hijo! Es lo que siempre has deseado… y yo también lo he deseado. Sal, por favor…
- ¿En… entonces tú… tú también lo quieres? –preguntó el chico entre sollozos.
- Claro que sí, anda, ven… -Harry abrió la puerta-. Oh, amor, déjame secarte esas lágrimas. ¿Cómo has podido pensar que no estaba contento? Un hijo… Eso es lo mejor que podría habernos pasado –añadió Severus.
- Bue… bueno, yo… no he terminado antes… - el chico estaba nervioso-, en realidad… son dos.
- ¿Dos¿Gemelos? –Harry asintió-. Oh, Harry… me has hecho el hombre más feliz del mundo. ¡Volvamos al comedor, tenemos que contárselo todo! –dijo riendo y abrazando a Harry.

Regresaron a la mesa y vieron que el grupo mostraba gestos de preocupación. Ninguno dijo nada, pues no sabían cómo intervenir. Pero al verlos regresar a su sitio felices y juntos se relajaron. Entonces, Severus les habló.

- Bien… antes que alguien diga algo, quiero pedir excusas por mi comportamiento. Me ha sorprendido, pues no sabía nada –dijo mirando a Harry con amor-. Pero hay otra cosa… ¡Harry está esperando gemelos! –añadió casi gritando de la emoción y todos se contagiaron con su alegría.
- Oh, Harry… -dice Hermione-¡gemelos!Qué sorpresa!
- Sí, ya nos dejarás cogerlos¿verdad? –pidió Draco abrazándolo-. Así tendremos uno yo y el otro Álex –y empezó a reírse.

Harry se sentó y observó como todos estaban discutiendo sobre los embarazos, intercambiando consejos, opiniones… Los quería a todos, sin excepciones. Habían crecido juntos, otros se habían añadido en el camino, pero eran sus amigos. Y ahora serían más. ¡Gemelos! Recordó el día que se enteró. Estaba en el hospital y sufrió un mareo.

Flashback

- Harry… ¿te encuentras bien? –preguntó una enfermera.
- Sí, sí, Helen, estoy bien, sólo un poco mareado.
- Pues vigila que no estés embarazado –dijo riéndose y se fue.

Entonces se acordó. Hacía varios días que sufría mareos al levantarse por las mañanas, pero no había pensado en los motivos. Daba la culpa al estrés del trabajo y a las comidas preparadas que había tomado últimamente, pues había tenido que quedarse haciendo guardias por urgencias. Pero no se le había ocurrido que pudiera estar embarazado. Se dirigió hacia el despacho del dr. Collins y entró. En unos minutos, le confirmó la noticia. La doble noticia. Estaba embarazado de dos meses.

Dos meses. París. Sí, tuvo que ser esa noche. Severus se había ausentado varios días por reuniones y Harry tenía más trabajo que nunca coordinando los médicos que estaban bajo su tutela. Pero lo que el chico no sabía era la sorpresa que le tenía preparada su amado. El viernes por la noche, Severus regresó a la casa con una noticia: se iban a pasar el fin de semana en París y se olvidarían de todo. Viajaron con polvos floo y se hospedaron en un hotel céntrico des de donde podían ver la Torre Eiffel y los Campos Elíseos. El mayor había reservado una habitación enorme, con una cama gigantesca y un jacuzzi en el baño. Harry, al verlo, sucumbió a la tentación y se metió dentro rápidamente. Antes había persuadido a su pareja para que le acompañara. Y ahí dentro, mientras el agua burbujeante les rozaba sus cuerpos, ellos daban rienda suelta a su pasión. Y no era poca, pues habían estado varias noches sin poder compartir ningún tipo de caricia, y eso lo echaban de menos.

Severus empezó a mordisquearle el cuello, cosa que Harry adoraba, y le lamía el pecho antes de volver a subir para besarlo con pasión. Besó sus labios, repasando con la lengua cada rincón de su boca. Harry se entregó a su voluntad. Dejó de pensar cuando notó que Severus recorría su cuerpo con la lengua, bajando por un lado y volviendo a subir por el otro. La erección del chico era más que notable, pero Severus no le hizo caso, quería que su amado disfrutase de aquel momento y deseaba desesperarlo hasta el límite. Harry arqueaba la espalda cada vez que notaba la lengua de su pareja cerca del ombligo pero el mayor no le correspondía. Los jadeos inundaban el baño y traspasaban las paredes, pues el chico hacía tiempo que no sentía su cuerpo estremecerse bajo el toque de su pareja. Llegó un punto que Harry ya no pudo más.

- Severus –le rogó casi-, por favor…
- Eres muy impaciente, mi amor.
- No puedo más… tómame… ya…

Pero Severus omitió los ruegos de su amado y siguió torturándolo. Hizo que Harry se sentara en un lateral del jacuzzi que tenía forma de asiento y lo recostó contra la pared de la bañera. Su cuerpo quedaba prácticamente fuera del agua, mientras el mayor seguía dentro, de rodillas. Severus llevó su mano hacia el cuello de Harry y lo atrajo hacia sí para besarle con ternura pero con deseo a la vez.

Harry nunca se había sentido tan amado como en aquel preciso instante. Y tanto era el deseo que inundaba su ser que no pudo evitar gemir y jadear ante el roce de su erección con el cuerpo de Severus. Éste, al notar que el chico ya no aguantaría mucho más, lo recostó de nuevo y empezó a descender, con besos pequeños, lentamente por el torso de Harry hasta llegar a su erección. Una vez allí, lamió el glande con suavidad y notó como el chico arqueaba la espalda deseoso de más. Siguiendo con su ritmo, lamió desde la base y empezó a succionar, sin prisas, para desespero de Harry.

Cuando notó que ya estaba perfectamente preparado, aumentó el ritmo y, ayudándose de su mano que masajeaba los testículos del joven, lo llevó a alcanzar el clímax en pocos segundos. Harry gritó como nunca lo había hecho, aquél había sido el mejor orgasmo de su vida, y eso que Severus era un amante perfecto.

Le costó un poco recuperar el aliento, pues parecía que aún flotaba en una nube de placer. Acababa de recibir la mejor mamada de su vida y había sido ese hombre que tenía enfrente quien se la había regalado. El hombre al que amaba, con quien quería compartir toda su vida, con quien quería formar una familia. Poco a poco, su respiración se fue normalizando. Severus estaba sentado al otro lado, lamiéndose los dedos y pasando su lengua por las comisuras de sus labios, para que no se escapara ninguna gota de su esencia. Esa imagen tan erótica de su pareja, provocó una nueva oleada de placer en Harry, que se abalanzó con rapidez sobre Severus y le pidió que lo tomara, y, evidentemente, Severus complació sus deseos.

Salieron del jacuzzi y, sin dejar de besarse, llegaron hasta los pies de la cama. Harry se separó un segundo, a pesar de las protestas del mayor, y se recostó en ella.

- ¿Vas a quedarte ahí de pie toda la noche? –preguntó Harry con voz ronca y sensual producto de su excitación.
- Claro que no… sólo estaba contemplando al hombre más maravilloso del mundo para creerme que es mío –respondió Severus que lo miraba con deseo.
- Pues entonces no hables y ven conmigo.

Severus se tumbó al lado de Harry y empezaron una batalla para ver quien se quedaba debajo. A veces lo hacían, pues a los dos no les importaba ser el activo o el pasivo en su relación. Esa noche ganó Severus, quien, para conseguirlo, había hecho cosquillas a su pareja y, aunque Harry protestó, estaba decidido. Severus fue muy tierno, empezó a besar su cuello y fue bajando hasta la ya recuperada erección. La cogió entre sus manos para estimular bien al muchacho, mientras éste recorría la espalda del mayor hasta llegar a sus nalgas para atraerlo hacia él y hacer que las erecciones se frotaran.

- Mhhhmmmm – jadeó Severus al notar a Harry tan cerca.
- Ahhhh – gimió Harry -, no puedo aguantar más…

Severus se decidió a actuar. Metió un dedo en la cavidad de Harry y notó que estaba perfectamente excitado, pero no quería hacerle daño, siempre lo preparaba muy bien y con muchas atenciones. Metió un segundo y un tercero, y los jadeos de Harry resonaban en la habitación. No dejaron de besarse ni un solo momento. Severus sacó los dedos y posicionó su erección en la entrada del chico. Lentamente fue adentrándose en ese paraíso que era Harry, pues para Severus su pareja era un sueño hecho realidad. A pesar de los años de relaciones, Harry seguía conservando una estrechez que volvía loco a Severus y, esa noche, parecía que iba a sucumbir de placer.

Empezó a moverse a ritmo lento, suave, para deleitarse y poder recordar cada segundo con su amado. Harry arqueó la espalda para que la erección de Severus entrara completamente en él y, al notar como rozaba su próstata, gritó bien alto el nombre de su pareja. Severus aprovechó para, con movimientos ya más rápidos, entrar y salir del chico para martillear la próstata del muchacho con cada embestida. El mayor, notando que le faltaba poco, agarró de nuevo la olvidada erección de Harry y lo masturbó mientras apuntaba certeramente al punto más placentero del chico. Severus alcanzó el orgasmo y gritó el nombre de Harry, aún jadeando, mientras éste terminaba en la mano de su pareja con un fuerte gemido. No vieron, ninguno de los dos, porque estaban cegados de la excitación y el placer recibido, como una luz blanca se había creado entre los dos cuerpos. En aquel momento, una nueva vida se estaba formando.

Severus se retiró del interior de Harry procurando no lastimarlo y se tumbó a su lado. Harry, al notar el cuerpo a su lado, se acercó a él y empezó a besarlo para agradecerle una de las mejores noches de su vida.

- ¿Sabes? Nunca te había visto tan entregado… -dijo el chico.
- Es que cada vez te amo más y… debo reconocer que la abstinencia forzada de estos últimos días ha ayudado mucho.
- Jajajaja –empezó a reír Harry-, sí tienes razón. Tendremos que hacerlo más a menudo, entonces.
- Ah, no, odio estar separado de ti por las noches. La casa está vacía sin ti… y yo me siento vacío sin tenerte a mi lado –dijo Severus besando la punta de la nariz del chico.
- Vaya… ¿quién me iba a decir que mi odiado profesor de pociones terminaría terriblemente enamorado de mí?
- Oye… no seas tan creído, eres tú quien babea por mí…
- ¿Estás seguro?
- Mmm… creo que no, tienes razón… te adoro, Harry¿y sabes por qué? Porque eres mi vida… -y de nuevo lo besó con pasión-. Te amo, te amo, te amo…
- Yo también te amo, Severus.

Aquella noche durmieron poco y el amanecer los encontró revueltos debajo de las sábanas. Pasaron el mejor fin de semana de sus vidas y prometieron regresar algún día para recordar esos momentos tan dulces y apasionados.

Fin del flashback

- Harry… ¡Harry! – gritó Draco al ver que su amigo no reaccionaba ante nada.
- ¿Eh¿Qué ocurre¿Por qué gritas?
- ¿Que por qué grito¡Llevamos varios minutos hablando contigo y tú parecías estar en vete a saber dónde¿Se puede saber de dónde regresas?
- Jejejeje –se rió Harry-, pues sí, se puede, regreso de París.
- ¿París?
- Sí, París, porque… he recordado que ahí fue dónde todo empezó –dijo acariciándose la barriga inexistente de momento.
- ¡Oh! –exclamó Severus-¿cómo no se me ocurrió antes? Claro…
- Vaya, vaya…así que practicasteis mucho¿eh? –intervino Draco.
- Eso no es de tu incumbencia, querido ahijado –respondió el moreno y se llevó a Harry aparte para darle un enorme beso.
- Te quiero, Harry, nunca lo dudes, me has hecho muy feliz…
- Tú también me haces feliz… y ahora que seremos cuatro, bueno, no podría tener mayor alegría que teneros a los tres a mi lado. Te quiero, Sev –y se besaron de nuevo, mientras todos vitoreaban sus nombres y brindaban de nuevo.

La cena llegó a su fin y, por parejas, se fueron despidiendo, con besos y abrazos para todos, y regresaron a sus casas, no sin antes acordar, a raíz de un antojo de Harry, que se reunirían una vez al mes y nadie, en su estado, podía negarle nada al moreno. Y así lo hicieron hasta que la noche del ocho de abril Harry no pudo asistir a la cena. Tenía otras cosas en qué pensar, pues en esos momentos estaba dando a luz en el hospital y todos sus amigos estaban aguardando por él.

Después de varias horas de parto por cesárea, pues habían surgido complicaciones al tratarse de gemelos, y con un Severus desesperado, dando vueltas por la sala de espera del hospital porque no sabía cómo se encontraba su amado, salió una enfermera e informó que finalmente todo se había llevado a cabo satisfactoriamente. Podrían ver a Harry y a los bebés en pocos minutos.

Severus estaba que no cabía en sí de gozo. Por fin, después de tantos meses imaginando cómo serían sus hijos, podría verles el rostro. Se reprochó el no haber pedido detalles a la enfermera, pues no sabía de qué sexo eran ni nada referente a su peso, medidas... Pero ya habría tiempo para eso, lo importante era que estaban sanos y que Harry se encontraba perfectamente. La misma enfermera salió y condujo a Severus hasta una sala donde se encontraba el primerizo papá contemplando embelesado a sus hijos. Severus se acercó a Harry y le dio un tierno beso en los labios y le acarició el rostro, agradeciéndolo ese maravilloso regalo. Volteó hacia la cuna y los vio.

Ahí estaban sus hijos, los bebés más perfectos del mundo. Severus no pudo evitar sorprenderse al darse cuenta de que eran un niño y una niña, no podría haber sido mejor. Cogió primero a la niña en brazos, era preciosa. Tenía el pelo negro y los ojos oscuros como la noche, era igual a él, excepto en la nariz. La niña había heredado la nariz de Harry. Era el vivo retrato de Severus pero con esa parte de Harry, como si éste hubiera querido hacer notar que él también había intervenido en algo. Dejó a la niña en los brazos de Harry y cogió al niño. Eran totalmente distintos. El niño era idéntico a Harry, con el pelo oscuro revuelto, y le pareció vislumbrar un segundo el verde esmeralda en sus ojos. Sí, definitivamente era un Harry pequeño, salvo por la nariz. Éste sí era un Snape, ya podía notarse que su nariz sería un poco grande para su rostro, igual que ocurría con su padre, pero no le restaba ni pizca de hermosura. Severus se sentía feliz y besó a los tres, mientras Harry se reía y acariciaba a sus bebés con ternura.

El grupo de amigos contemplaba la escena des de afuera, pues sólo había podido entrar Severus, ellos ya tendrían oportunidad de felicitar a Harry y de contemplar a los bebés al cabo de unos minutos. Ahora era el turno para ellos dos y sus hijos. La enfermera regresó y les comunicó que iban a trasladar a Harry a planta y que se tenía que llevar a los bebés para acomodarlos en unas cunas y traérselos de vuelta, ya vestidos y limpios, a la habitación.

Una hora después, en la sala de espera ya no quedaba nadie, estaban todos junto a Harry y Severus. Habían acudido al hospital masivamente, estaban impacientes por ver a su amigo y a sus dos hijos. Y ahí estaban, Harry sostenía a su hija y hablaba con Hermione, Ginny, Dean y Seamus sobre los primeros días de los niños, los cuidados y consejos que debía seguir, y Severus llevaba al niño en brazos y lo mostraba a todos con una amplia sonrisa en su rostro.

- ¿Y ya habéis pensado en sus nombres? –preguntó Neville mientras se derretía con la belleza de esa niña morena.

Harry miró a Severus. La verdad es que no habían hablado mucho sobre ese tema, pues habían acordado decidirlo en el momento del nacimiento de los bebés, pero con todo el ajetreo se habían olvidado.

- Pues… la verdad es que no. Severus, si quieres…
- No, lo haremos los dos, ya anotamos varios nombres en una lista y –dijo hurgando en sus bolsillos-, la tengo justo aquí. Bien –continuó- si era niña… y como hay una, pues habíamos decidido que se llamaría Hannah, y para el niño, acordamos Hugh.
- Habéis hecho una buena elección –dijo Álex abrazando a su pareja.
- Sí, esos nombres son perfectos para vuestros hijos –añadió Remus, coincidiendo con Ron y Blaise.
- ¿Y con qué apellido?

Harry y Severus se miraron rápidamente. Eso no lo habían discutido. Harry tenía a sus dos bebés ahora en los brazos y se encogió de hombros mirándolos a todos.

- Bueno… pues… -empezó Severus.
- Snape, son Hannah Andrea y Hugh Alexander Snape Potter. Aquí los tenéis, amigos –dijo Harry mostrando a sus hijos.


Hogwarts, 11 años después.

Ahí estaban sus pequeños. Su primer día en la escuela. Harry los veía temblar de nervios en la fila mientras aguardaban el turno para ser seleccionados para una de las casas. Des de la mesa de profesores, Severus los miraba embelesado. Eran sus primogénitos y también él estaba inquieto.

Hannah era una niña encantadora, morena, ojos oscuros, idéntica en todo a Severus, incluso en el carácter. Reservada y tímida, tenía debilidad por las pociones y eso hacía que fuera el ojito derecho de su padre. Levantó un poco la vista y vio a Hugh, con su porte totalmente Potter, tan parecido a Harry en todo, incluso en lo mal que se le daban las pociones, para desespero de su padre, aunque había heredado de su papá la afición a volar y el interés por las artes oscuras.

Buscó entre los asistentes a Harry, ahí estaba, tan hermoso como siempre. Finalmente, después del parto de los gemelos, habían acabado casándose y, fruto de esa unión, habían nacido Arianne y Aaron, que en esos momentos tenían 10 y 7 años respectivamente. Los seis formaban una preciosa familia.

- Snape, Hannah Andrea –gritó la exprofesora McGonagall, encargada como siempre de la distribución de los alumnos por casas. La vieja profesora, estaba retirada, pero esa función le divertía especialmente y habían dejado que se ocupase de ello.

Hannah se dirigió al taburete y la exprofesora le puso el sombrero en la cabeza. Harry y Severus cruzaban los dedos para que fuera a la casa de cada uno. Mientras, el sombrero tenía una decisión importante que tomar.

- Vaya, vaya… Potter y Snape. Buena combinación –empezó a decir el sombrero mientras Hannah no osaba ni moverse-. Potente magia veo en ti. Tienes mucho poder en tu interior. En verdad posees cualidades de tus dos padres, y veo que eres una gran aficionada a las pociones, como tu padre –reflexionaba el sombrero y Hannah le dijo que amaba a las pociones por encima de todas las cosas-. Pero también posees cualidades de tu papá. Sí… difícil decisión. Pero… creo que serás más feliz en ¡Gryffindor! –exclamó el sombrero y la casa de los leones, y Harry también, se levantó para celebrarlo.

Severus sonrió feliz, no sería una Slytherin pero sabía que sería una perfecta alumna en pociones, al menos era un consuelo. Lily, la hija de Hermione y Ron, Julia, hija de Ginny y Daniel, y Karla, hija de Seamus y Dean, y grandes amigas de Hannah, pues sólo eran un año mayores, la estaban abrazando, al igual que hacia John, el hijo mayor de Dean y Seamus y Eric, el mayor de Ginny y Daniel. Des de la mesa de Ravenclaw, Renée y Michelle, las gemelas adoptadas de Remus, la saludaban con alegría. Todos ellos habían entrado en la escuela el año anterior, excepto los niños que este año empezaban tercero. Pero Severus desvió su atención otra vez a la fila. Ahora le tocaba el turno a su hijo.

- ¡Snape, Hugh Alexander! –exclamó McGonagall antes de ponerle el sombrero.
- Oh, vaya… otro Snape-Potter, qué curioso. Gemelos y tan distintos –Hugh no respondió, estaba demasiado nervioso-. Sí, eres valiente, como tu papá, un Potter, sin lugar dudas, pero… -Hugh protestó, diciendo que era igual a su papá en todo, un buen gryffindor, pero el sombrero siguió hablando-. Sí, eres un mago poderoso, eso se lo debes a tus padres, y tienes un buen corazón, serías un gryffindor excelente, si no fuera por tu carácter… Definitivamente, ya he tomado mi decisión –Hugh no quería ni oírla-¡Slytherin!

Severus casi saltó en su asiento de felicidad. Sí, al menos uno de sus niños estaría en su casa. Harry no parecía tan feliz, pues esperaba que su hijo, totalmente Potter en apariencia, fuera un león, como él y su abuelo. El niño no parecía muy entusiasmado cuando se sentó en la mesa decorada con verde y plata, pero el recibimiento de sus compañeros hizo que una sonrisa apareciera en su rostro. Hugh pensó que quizá no se estaría tan mal ahí. Hannah le saludaba, ella siempre decía que su hermano no era un gryffindor, aunque su papi no estuviera de acuerdo. Por lo que se veía, había acertado completamente.

Una vez terminada la cena, los alumnos fueron conducidos a sus respectivas habitaciones y tan sólo quedaron en el comedor los asistentes al acto y los profesores. Severus se acercó a hablar con Harry y con sus otros dos hijos, antes de irse.

- ¿Estás contento? –preguntó Severus con un gesto de triunfo y orgullo.
- Claro que sí, Hannah será una perfecta gryffindor.
- No me refería a Hannah…
- Ya lo sé. Vale… lo admito, debo reconocerlo, Hugh no ha sido nunca un gryffindor aunque yo me haya empeñado en que lo fuera. Hannah tenía razón, en el fondo él es como tú, un slytherin…
- Eh, no es tan malo… Tú te enamoraste de uno…
- Ya… caí en las redes de la serpiente –Harry empezó a reírse ante el serio rostro de su esposo.
- Pues yo sólo espero que Hugh no caiga en las redes de ningún león –añadió Severus.
- No sería extraño, ya sabes que los contrarios…
- No sé si podría soportarlo… -respondió Severus riéndose también antes de besar a Harry.
- Eh, que hay niños delante… -exclamó cierto rubio.
- Draco… siempre tan oportuno –dijo su padrino.
- Sólo quería felicitarte por tener a una hija en gryffindor –le contestó el rubio para molestarle.
- ¿Sabes, Draco? –respondió Severus-, me encantará ver a tus niños en la casa de los leones, porque estoy convencido de que no irán a Slytherin, sólo tienes que mirarlos… - Draco se volteó y los vio luciendo unas bufandas rojas y doradas.
- ¡Eh, niños¡Adrien, Axel, venid aquí! –gritó y todos estallaron en sonoras carcajadas cuando vieron que el rubio quería quitarles esa prenda del cuello y ellos no se dejaban.
- Bueno, siempre te queda la pequeña Danielle –añadió Severus cogiendo a la pequeña, de siete años, en brazos-. ¿Tú si serás una preciosa serpiente, verdad? –la niña asintió antes de dejarla de nuevo en el suelo.

Danielle continuó jugando con Aaron y Arianne. Sus hijos eran amigos des de siempre, pues se podría decir que habían crecido juntos. Finalmente, Draco y Álex se habían establecido en un pueblecito de Inglaterra, cerca de Harry y Severus.

Un poco más alejados, hablando con Ron y Hermione, estaban Remus y Paul, Blaise y Alan, Neville y Sean y Ginny y Daniel. A su alrededor, había un enorme grupo de niños, los hijos de todos ellos. Estaban los gemelos Weasley, Benjamin y William –Ben y Bill, o las dos 'B' como les llamaba Harry- de diez años; Diana y Alan, los Zabini del grupo, de diez y siete años respectivamente, y los Longbottom, Nicole y Edward, de diez y siete años también.

Más apartados del bullicio, Dean y Seamus, se despedían de sus hijos, John y Karla, con grandes abrazos, de los que, los niños intentaban liberarse para no ser el hazmerreír de sus compañeros.

Al cabo de unos minutos, llegó la hora de las despedidas definitivas. Severus se despidió finalmente de Harry, no sin antes besarlo con pasión, pues regresaba solo a casa con los pequeños ya que esa noche Severus tenía que quedarse en la escuela. Los demás también se abrazaban para despedirse, acordando, eso sí, quedar algún día para cenar. Ahora que muchos ya no tenían a los niños en casa, tenían un poco más de tiempo libre, y los que aún eran pequeños tampoco impedían las celebraciones pues jugaban y se divertían juntos. Draco, antes de cruzar la puerta del gran comedor, se volteó y levantó el pulgar para que Harry lo viera y éste le correspondió con un leve asentimiento de cabeza.

Todo era perfecto. Sus amigos, su pareja y los hijos de todos. Sonrió y se sintió el ser más afortunado del mundo. Después de tantos años, por fin tenía una gran familia.

FIN


Para que podáis seguir mejor los saltos de tiempo, situé el fic seis años después de la gran batalla contra Voldemort, según las cuentas de JK Rowling pasaría en 1998, por lo tanto mi historia se sitúa en 2004.

En este epílogo, estamos en 2007, pues han pasado tres años des del capítulo 12 y final. Y, finalmente, saltamos 11 años, pero por razones de meses y para que cuadre todo, pasan a ser casi 12, y en este momento es el 2019 (¡cómo pasa el tiempo!), justo para que los pequeños Snape lleguen a Hogwarts. Así espero facilitaros las cosas para que podáis entenderlo.

Os dejo las anotaciones de los niños, por si os interesa saber cómo los distribuí y clasifiqué en casas (aunque algunos aún son pequeños pero ya están ubicados, es la magia de escribir).

- Hannah Andrea Snape, nacida el 8 de abril de 2008, Gryffindor.
- Hugh Alexander Snape, nacido el 8 de abril de 2008, Slytherin.
- Arianne Helen Snape, nacida en 2010, Slytherin.
- Aaron Harry Snape, nacido en 2012, Gryffindor.
- Adrien David Malfoy, nacido en 2009, Gryffindor.
- Axel Derek Malfoy, nacido en 2009, Gryffidor.
- Danielle Alexandra Malfoy, nacida en 2012, Slytherin.
- Lily Jane Weasley, nacida en 2007, Gryffindor.
- Benjamin 'Ben' Charles Weasley, nacido en 2009, Gryffindor.
- William 'Bill' Daniel Weasley, nacido en 2009, Gryffindor.
- John Matthew Thomas, nacido en 2005, Gryffindor.
- Karla Christine Thomas, nacida en octubre de 2007, Gryffindor.
- Renée Catherine Lupin, nacida y adoptada en 2007, Ravenclaw.
- Michelle Annette Lupin, nacida y adoptada en 2007, Ravenclaw.
- Eric James Williams, nacido en 2005, Gryffindor.
- Julia Elizabeth Williams, nacida en enero de 2007, Gryffindor.
- Diana Evelyn Zabini, nacida en 2009, Slytherin.
- Alan Nicholas Zabini, nacido en 2012, Slytherin.
- Nicole Alice Longbottom, nacida en 2009, Gryffindor.
- Edward Frank Longbottom, nacido en 2012, Gryffindor.

De nuevo¡muchas gracias! Espero que volvamos a vernos.