XXIV
Manta Oyamada
Nervioso, me miré al espejo una última vez. Primero, me había puesto algo de gel en el cabello, pero a última hora me había arrepentido y había tenido que enjuagarme la cabeza para quitarlo, y secarme de la forma más rápida posible.
Claro que estaba emocionado. Eran mis primeras vacaciones con amigos. En una hora, debíamos reunirnos en la plaza para que un bus de la empresa nos recogiera. Mi padre generosamente me había provisto de algunas carpas, sin mencionar su organización de transportes y mucho equipamiento, a pesar de que sólo estaríamos un día o dos – papá era algo exagerado, a veces; aunque yo sospechaba que mi madre había influenciado en esta ocasión.
Al ser hijo único, y sobre todo porque, debido a mi estatura, me veía mucho más pequeño de lo que en verdad era, no me quedaba otra que lidiar con padres sobreprotectores; la verdad es que esto no solía molestarme porque, de todas formas, yo casi nunca tenía nada arriesgado o nuevo por hacer. Sin embargo, desde que había conocido a Yoh y los demás, mi petición de permisos y mis salidas en general, si me detenía a pensarlo, habían aumentado considerablemente. Por fortuna, mis padres o no lo habían notado, o no estaban molestos por ello – puesto que no me habían hecho ninguna observación, a pesar de lo aprensivos que podían ser a veces.
Yo mismo me encontraba bastante nervioso, si bien los motivos eran totalmente distintos. Después de mucho tiempo preparándome psicológicamente, me había atrevido a finalmente invitar a Mari a nuestra pequeña salida, quien había accedido con la condición de poder asistir con sus dos amigas. Al ser ella una persona más bien tímida, imaginé que le resultaría más divertido de esta forma, y por otra parte, yo sabía que ella normalmente no se relacionaba con Anna y los demás, por lo que yo sería el responsable de hacerla sentir a gusto.
Por este motivo, llevaba un par de inhaladores, sólo por si acaso aquello se volvía demasiada presión para mí. Después de todo, hacía mucho tiempo que no me gustaba una chica – y por algún motivo, siempre me fijaba en niñas poco sociables como ella y Anna.
Por otro lado, paseo aparte, Mari y yo deberíamos trabajar juntos en una tarea de Física que nos habían asignado antes de las vacaciones. Yo solía estresarme fácilmente y por eso, me preocupaba un poco estando dejarlo estar, ya que habían pasado varios días y ni siquiera habíamos acordado cuándo reunirnos para realizarlo; sin embargo, al menos se trataba de una asignatura de mi gusto, y en el fondo, me alegraba tener bajo el brazo una excusa para volver a vernos en las vacaciones. Quizás, inconscientemente, por eso todavía no le había hablado al respecto.
Como fuera, no podía evitar que una sonrisa entusiasta adornara mi rostro cuando no estaba preocupado por los detalles que tendían a estresarme. Luego de colocarme mi gran mochila – afortunadamente, el equipamiento se encontraba ya empacado en el bus que mi padre había enviado a recogerme, y que luego recogería a todos en la plaza- tomé el cooler que mi madre había llenado con bebidas y congelados la noche anterior, el recipiente lleno de emparedados que me había entregado aquella mañana, y luego de despediré – gesto que, bien es sabido, me tomó más de la cuenta- salí de mi casa.
A pesar del frío de aquellos días, el sol brillaba fuertemente.
Hao Asakura
Prendí el último cigarrillo de la cajetilla, ignorando las miradas cautelosas del pequeño Manta y el bufido de Lyserg.
- Ya me dio hambre… - suspiró Horo-horo, caminando a mi lado.
Cerré los ojos, esperando el comentario burlón de Ren, que no tardó en llegar. Me pregunté cómo era que nadie parecía notar que cada vez que Horo emitía alguna observación molestable, ese chico - a menos que yo me le adelantara - automáticamente replicaba algo para picarle.
También, me pregunté cómo era que a Horo-horo había terminado gustándole alguien con quien se pasaba cada tarde gritándose. Porque era obvio que le gustaba; era difícil mantener la atención de nuestro camarada con tanta facilidad. Igualmente, me pregunté qué demonios hacía ese chico saliendo con Anna, cuando estaba claro que le correspondía.
Nos encontrábamos haciendo las últimas compras para un paseo que Yoh y sus amigos habían estado organizando – excluyendo, claro está, a la pareja de aguafiestas, el chino y la rubia, que no hacían sino criticar cada idea divertida que surgía en cada conversación. Específicamente, buscábamos repuestos de algunas piezas que le faltaban a la carpa de Manta.
-¿Podrían ser estos, Manta?
- Déjame ver… Sí, ¡son los mismos! ¡Qué rápido eres, Lyserg!
Me giré, viendo como el inglés alzaba un paquete con unos cuantos fierros alargados. La verdad es que hacía mucho tiempo desde la última vez que mis padres nos habían llevado a acampar, así que tenía muchas ganas de iniciar aquel viaje. Sobre todo porque…
- Y ¿para qué son estos, eh? ¿Acaso son palillos especiales para el arroz?
- Dios, ¿es que no puedes ser más estúpido, Hoto-hoto?
- ¿¡Qué dijiste?! ¡Ven hasta acá y repítelo, estúpido cabeza de antena!
- ¡¿Cómo me llamaste!?
- ¿No deberíamos separarlos? – me volteé hacia Lyserg, que miraba a Horo y a Ren con semblante preocupado. Asumí que aún le faltaban unas cuantas peleas para acostumbrarse a sus gritos como algo normal.
- Déjalos.- aprovechando que Manta se había ido a ayudar al torpe de Yoh a recoger la montaña de cantimploras que acababa de regar por el suelo, arrebaté los fierros de las manos de mi camarada y acercándome un poco, susurré contra su oreja.- Compartiremos carpa, ¿no?
- ¡Miren, Lyserg está rojo! ¿¡Acaso tienes fiebre?! – me alejé un par de pasos, mientras Pilika se abalanzaba para medir con su mano la temperatura del recién nombrado, quien volteó a verme con cara de pocos amigos.
No pude evitar reírme.
Yoh Asakura
- ¡Nos vamos de campamento!
- ¡Yujuuuu!
- Dios.
Incluso a unos cuantos asientos de distancia, alcancé a oír el gruñido de Annita, quien se había ubicado, junto con Ren, al final del coche. En realidad, se trataba más bien de un bus como los que solía contratar mi antigua escuela para los paseos al zoológico y cosas así, con la diferencia de que éste llevaba el apellido Oyamada escrito en el exterior. Y el apellido de Manta – quien iba sentado junto a mí, del lado del pasillo- también era Oyamada, lo que me pareció una graciosa coincidencia.
- ¡Oye, Yoh!
Como pude, me incliné hacia adelante, con el fin de poder ver a Horo-horo, que se había acomodado sobre su asiento –a un puesto del mío, en diagonal, hacia la derecha- para poder verme. A su lado, esa chica de cabello azul, amiga de Matty y de Mari, también enderezó y se volvió para observarme.
- ¿Sí, amigo?
- ¿No trajiste nada de comer?
- Te lo dije, es como si tuviera un agujero negro en lugar de un estómago.
- ¿¡Qué dijiste?!
- Oh, ¿también estás sordo?
Sonriendo tranquilamente, me dediqué a buscar en mi morral las naranjas que mi madre me había obsequiado esa mañana antes de marcharnos, permitiendo que Horo-horo y Ren se enfrascaran en una de sus típicas conversaciones amistosas.
- Yoh, ¿no deberíamos detenerlos? – me susurró Manta, a lo que simplemente solté una risita.
Después de todo, ya era costumbre.
Horokeu Usui
- ¿¡Qué demonios haces, Pilika?! – exclamé indignado, en cuanto vi a mi hermana menor sentándose junto a Chocolove.
Yoh y Manta se habían sentado más atrás, y Hao evidentemente iba junto a Lyserg, unos asientos más al inicio del autobús. Yo acababa de pasar junto a ellos, buscando con la vista a Pilika, para descubrir que acababa de ocupar el puesto desocupado junto a Chocolove, a algunos asientos de Yoh y varios más de Ren y Anna, quienes se habían ubicado casi al fondo del autobús.
- Pues me siento, hermano, ¿qué parece?
- ¡Arg, no seas insolente!
- Vaya, el burro hablando de orejas.
Pilika suspiró y, como si nada, inició un animado diálogo con el moreno, al tiempo que yo me giraba hacia Ren, dispuesto a gritarle que no se metiera. Sin embargo, alguien me interrumpió.
- ¡No te pongas celoso, cariño, recuerda que compartiremos carpa!
- ¡¿Qué?! ¡OYE, SUÉLTAME!
Como pude, me encargué de propinar a Chocolove – quien súbitamente iba muy maquillado y llevaba una enorme peluca rubia- un buen zape, ignorando las protestas de mi hermana. Solté un suspiro resignado y, por alguna razón, decidí mirar hacia el final del bus, desde donde Ren me observaba con una tenue sonrisa.
- Oye, Horo, - me sobresalté al oír la voz de Kanna- ven y siéntate conmigo.
Justo entonces, el bus se puso en marcha, y mientras todos hablaban tranquilamente, yo me giré hacia mi izquierda, donde recién vi que ella iba sentada. Me sonrió, iba sentada de tal manera que su espalda se encontraba apoyada contra la ventana, y sus pies sobre el asiento conjunto; sin embargo, sin dejar de sonreírme, se giró hacia el frente, bajando sus piernas y dejando el otro lugar disponible.
Me sentí sonrojar, por algún motivo, su mirada tan fija me ponía algo nervioso; no obstante, le hice caso y tomé asiento junto a ella.
- Gracias.- conseguí articular, aún algo cohibido. Ella acentuó su sonrisa, volviéndola un poco menos intimidante, y luego reclinó el asiento hacia atrás, cruzando sus brazos detrás de su cabeza y cerrando los ojos con satisfacción.
- Será un par de horas de viaje, al menos hay que tener buena compañía.
Finalmente, sonreí. Se sentía bien que alguien me considerara buena compañía, sobre todo una chica como Kanna, que a primera vista podía parecer algo ruda. Mari y Matty, que iban juntas justo delante nuestro, se giraron hacia nosotros para charlar, lo que me ayudó para intentar olvidarme de la sonrisa que Ren acababa de esbozar.
Sentí mi estómago reclamar por algo de comida, por lo que me enderecé para poder ver a Yoh.
Anna Kyouyama
- Sí, amigo. Traje naranjas. ¿Quieres una?
- ¡Síiiii!
- Oye, Yoh, ¿me das una a mí también?
- Claro, Matti, tengo muchas.
Observé el intercambio; Yoh era tan estúpidamente amable que se había puesto de pie para alcanzarle dicha fruta a Mattise, a pesar de que era evidente de que habría bastado con lanzársela desde su asiento y ya.
En cuanto esa extraña chica llamada Kanna, quien yo no entendía qué demonios hacía con una panda de chicos menores que ella, se ofreció para pelar la naranja del Puercoespín – él había intentado atarantadamente hacerlo, sin éxito alguno- decidí que, de todas formas, aquello no merecía mi interés, y me dediqué a mirar por la ventana, lugar que Ren, quien acababa de terminar una de sus clásicas discusiones con Horo-horo, me había cedido a pesar de que - yo sabía- él también lo prefería.
- Qué molestas.
Lo miré, bastante sorprendida, aunque supongo que mi cara poco debía expresarlo.
De cualquier modo, aquello me hizo sentir un poco mejor; después de todo, no se suponía que me fijara en la forma en que Yoh le entregaba frutas a una mocosa, aquello no era ni sería asunto mío. Por lo que dijo Ren, asumí que simplemente, de veras era difícil que ellas cayeran bien, y no era sólo una fijación mía el hecho de que me molestara casi todo lo que hicieran - en especial Mattise, incluso más que la rara de Phauna.
- Me pregunto si habrá sido una buena idea…
Posiblemente no era la primera vez que aquello saliera de mi boca, ni la primera vez que Ren, en respuesta, soltaba un bufido resignado. Ya ni siquiera recordaba cómo era que aquellos dementes nos habían convencido de ir a acampar con ellos; en mi vida había hecho algo como eso, a excepción de las peregrinaciones a las que había asistido un par de veces con mis abuelos, sobre todo durante mi infancia. Pero estaba segura de que se trataba de cosas muy distintas.
- Claro que no, sabes que nada bueno puede salir de la mente de Yoh y Horo-horo.-comentó mi novio, sacando unos audífonos de su bolsillo.
Alcé una ceja, nunca los había visto.
- No me digas que los compraste sólo para esta ocasión- me burlé, mientras él se ponía uno.
Pasamos por debajo de un pequeño puente y sus ojos brillaron fuertemente en la oscuridad, como los de un gato. A veces me sorprendía recordando que Ren era un chico guapo, supongo que me encontraba tan acostumbrada a estar con él que solía obviarlo la mayor parte del tiempo. Sabía que muchas de nuestras compañeras de clase pensaban de esta forma, y más de alguna se le había declarado cuando éramos más jóvenes; sin embargo, como el mismo Ren me había dicho cuando ya salíamos juntos, él despreciaba a la gente superficial que podía declararse a alguien sin conocerlo realmente.
Como nosotros nos conocíamos.
- ¿Por qué no? Es mejor que el escándalo que tienen adelante.- habiendo dicho esto, me alcanzó un audífono, y lo acepté sin pensarlo, pues ciertamente, tenía razón.
Cosa no muy sorprendente, la primera canción que sonó fue alguna sonata para piano cuyo nombre yo desconocía, era el tipo de música que Ren escuchaba para relajarse, las pocas veces en que no estaba en silencio. Cerré los ojos, disfrutando de la música clásica, y decidiendo que, ya que estaba de vacaciones y no tenía que preocuparme por atender el döjo, bien podía relajarme aunque fuera por un día.
Pilika Usui
Golpeé el asiento de adelante, mientras intentaba en vano volver a respirar. Llevaba tantos minutos riéndome que el estómago me dolía.
Me había encargado de entrar lo más rápidamente posible al bus junto con Chocolove, para evitar que mi hermano hiciera más escándalo del necesario porque me sentara con un chico que no fuera él.
La verdad es que, aquella mañana, ambos nos habíamos quedado durmiendo más de la cuenta, ya que mi hermano se encontraba de vacaciones – y aparte de eso, nunca había sido muy bueno para madrugar- y por mi parte, yo había llegado muy cansada del trabajo la noche anterior, por lo que ni siquiera había alcanzado a colocar el despertador antes de dormirme. En resumen, no habíamos llevado ni bocadillos, ni casi nada de equipaje; cuando habíamos salido para reunirnos con el resto – Chocolove lloró dramáticamente de alegría en cuanto me vio, pues yo había tenido que insistirle a mi hermano para que accediera a llevarme también-, mamá se había encargado de encajarnos unas cuantas mantas, ya que no teníamos sacos de dormir y ninguno había querido pedirle a nuestro padre que nos comprara uno.
Las cosas en casa iban mejor, a pesar de que era evidente que papá , más que ser optimista, hacía esfuerzos sobrehumanos por no dejar ver su desasosiego ante la cercanía del juicio; no obstante, si algo tenían en común los miembros en nuestra familia, era la perseverancia. La salud de mamá estaba mejor, a pesar del frío, y eso nos daba ánimos a todos; por otro lado, mi jefa estaba más amable que de costumbre, y a pesar de que yo no le había mencionado nada sobre los problemas de trabajo de mi padre y nuestros percances económicos, más de una vez, antes de marcharme, me obsequiaba con algunas verduras o dulces para la cena. Yo le estaba muy agradecida por aquello.
Por su parte, mi hermano parecía más animado desde su cumpleaños, cuando las cosas con papá se habían arreglado. Lo había pillado en más de una ocasión recortando avisos de diario, cosa que no me sorprendía, ya que siempre parecía sentir culpable por no trabajar a medio tiempo, como yo; sin embargo, yo sabía que la escuela a la que iba era de mucha exigencia, sobre todo porque mis padres ni siquiera estaban pagando su matrícula, debía estudiar mucho, y la verdad es que me preocupaba que comenzara a trabajar y descuidara los estudios en cuanto volviera a clases. Aunque algo me decía que Ren no iba a permitir que eso sucediera, después de todo, a diferencia de Yoh-kun, que era muy amable pero incluso más despistado que el mismo Horo-hoto, Ren era un chico muy serio y consecuente, lo que me alegraba, porque parecía cuidar bien de mi hermano.
Recordando que iba en los últimos asientos, me giré lo más disimuladamente que pude- asumí que no tanto como hubiese querido, de todas formas – para ver qué hacía; no me sorprendí al encontrarlo mirando tranquilamente por la ventana, a pesar de que se encontraba sentado del lado del pasillo. Lo que sí me sorprendió fue constatar que, sentada junto a él, Anna dormitaba con la cabeza apoyada contra su hombro, y que cada uno llevaba puesto un audífono del mismo par.
No pude evitar abrir la boca, enternecida por aquella imagen. Siempre me habían parecido una linda pareja – ¡no por nada moría de ganas de saber cómo era que se habían vuelto novios!-, sin embargo, cuando me ponía a pensarlo bien, de no ser por las atenciones que Ren le dirigía constantemente, o porque solían ir juntos y sentarse juntos, o por el simple hecho de que me los habían presentado como novios, más que eso, algunas veces parecían sencillamente una chica y un chico muy cercanos. Claro que, con los reservados que eran, aquello no resultaba para nada extraño; era fácil asumir que dejaban las cosas de novios para cuando nadie más veía…
- ¡Oye, chica, que estás roja!
- ¡CLARO QUE NO!
Intentando disimular mi bochorno ante el rumbo que habían tomado mis pensamientos, palmeé fuertemente la espalda de Choco, haciendo que su cara diera contra el asiento de adelante.
- ¡¿Eh?! ¿¡Qué pasa ahí?! – Horo-horo asomó la cabeza intempestivamente desde su sitio ante nuestro alboroto, irritándome.
- ¡No te metas, hermano! – le ordené.
- ¿¡LE HICISTE ALGO A MI HERMANA, MORENO!? – gritó él, ignorándome.
- ¡HERMANO, YA BASTA!
- ¡Demonios – la voz de Anna, más grave de lo normal, se unió a las nuestras-, déjenme dormir!
Lyserg Diethel
Reí suavemente, a pesar de mi malestar, mientras sentía leves caricias en mi cabello.
Cómo detestaba marearme con tanta facilidad.
- Son muy escandalosos, ¿no? – comentó Hao, sin detener sus dedos en mi cabeza, lo que me hizo reír un poco más fuerte.
- Tú sueles ser peor.- le hice saber, a lo que respondió con una exclamación indignada que no tomé enserio.
Llevábamos ya poco más de una hora de viaje, y se suponía que llegaríamos pronto al lugar donde instalaríamos nuestro pequeño e improvisado campamento. La verdad era que aquella era la primera vez que dormiría a la intemperie, por lo menos que recordara. Mis padres nunca me habían llevado a un paseo de ese tipo antes de fallecer; por su parte, mi tutora, Morphine, era más bien del tipo elegante que prefería no exponerse al barro y los mosquitos, así que tampoco había tenido el chance de hacer ese tipo de actividades desde que vivía bajo su tutela.
De todas formas, lejos de estar preocupado por una nueva experiencia como aquella, lo único que me importaba era poder llenar pronto mis pulmones con aire fresco y dejar de sentirme tan mareado.
- Pobre chico inglés.
El burlón susurro de mi acompañante, lejos de molestarme, hizo que involuntariamente soltara un derrotado quejido. En lo común, no me gustaban las muestras de afecto en público, sin embargo, íbamos algo apartados, en los asientos delanteros, y la verdad es que con todo el escándalo que tenían atrás, dudaba mucho que alguien estuviera pendiente de nosotros.
Intenté mantener la vista en un punto fijo, recordando uno de los consejos que había aprendido de Morpheen para controlar los problemas de mareo; sin embargo, al poco rato me di cuenta de que aquello no hacía sino empeorar mi malestar, y finalmente me enderecé sobre el asiento para abrir la ventana junto a mí.
El cielo grisáceo me saludó desde el otro lado del vidrio.
- Pronto nevará... – murmuré, sintiéndome nostálgico. La nieve me hacía recordar, irrevocablemente, épocas pasadas con gente que ya no estaba conmigo.
- Gran idea ir a acampar en esta fecha.- replicó Hao, intentando sonar sarcástico.
Pero yo ya sabía que, tal y como a mí, disfrutaba mucho de la época de nieve; cosa nada extraña si se consideraba que era de esas escasas personas que podían vestir únicamente una playera sin importarle la temperatura ambiental.
Algunas veces me era inevitable envidiarlo un poco.
Ren Tao
Sumergido aún en la relajante melodía de Chopin, removí mi vista de la ventana para pasearla por el panorama a mi alrededor, cuidando de no despertar a Anna, quien, apoyada sobre mi hombro, finalmente parecía haber logrado conciliar el sueño.
A pesar de que los asuntos de los demás rara vez resultaban interesarme, siempre me era inevitable cuestionarme cómo es que me veía rodeado de gente tan despistada como para ignorar cosas, a mi parecer, obvias. Observé a Pilika riendo a destajo, golpeando a Chocolove en el hombro mientras éste decía alguna idiotez que a ella le pareciera graciosa. Observé a Chocolove mirándola con disimulada devoción, era claro que le gustaba aquella chica y era aún más obvio que no haría nada que volviera aquello evidente, pues era la hermana de un amigo y ése era el tipo de cosa que para él, alguien ridículo sin duda, pero con sentido de la lealtad, significaba algo.
Observé a Oyamada desviviéndose, por otro lado, en atender a Marion Phauna, caminando desde su asiento junto a Yoh hacia donde ella y Mattisse se encontraba sentadas para ver si necesitaba algo, si todo andaba bien, o alguna otra excusa de ese tipo. Phauna parecía ser la única que no comprendía que aquel chico babeaba por ella. O tal vez lo entendía, y simplemente no le importaba. No podía culparla, pues a mí mismo me importaban muy pocas cosas relacionadas con muchas personas.
Mi vista se adelantó hacia el rincón más apartado de Anna y de mí: el inicio del bus. Pude ver a Lyserg abriendo la ventana y Hao cogiéndolo de hombro para acercarlo hacia él de nuevo. Por raro que sonara, me pregunté cómo sería tener ese tipo de relación con alguien. No me veía a mí mismo jalando a Anna del hombro ni a ella mirándome sonrojada cuando nadie más veía; y a pesar de que nos conocíamos desde hacía tiempo, incluso yo, que me encontraba dentro de la relación, podía reconocer un contraste evidente si nos comparaba con el idiota gemelo de Yoh y el inglés. Y aquel sentimiento molesto que me embargaba al pensar en ello, lo atribuía más a de quién se trataba que a una posible envidia que realmente no tenía ganas de analizar.
Hao Asakura. No era alguien que me hubiese hecho algo como para odiarlo, a pesar de que tampoco era el tipo de persona que yo catalogaba como agradable. Era irritante, pero no de la misma forma que su hermano. Era algo que en realidad no podía descifrar pues tampoco era como si compartiéramos mucho, para empezar. Había escuchado por Anna que era arrogante y desagradable, cosa contraria a Yoh, quien podía ser un vago, pero al menos no incomodaba a la gente (adrede).
Pero yo sabía que no era eso.
- ¡Oye, Horo!
Lo vi lanzar su zapato al aludido y cómo éste en vez de molestarse, se lo lanzó de vuelta. Sí, Hao y Horo-horo se conocían desde hacía tiempo, al igual que Horo e Yoh. Pero había algo en ello que me crispaba.
- Qué idiota…
El murmullo somnoliento de mi acompañante me hizo suponer que simplemente era molesto y ya estaba.
El resto del viaje pasó más o menos igual, a la tal Kanna sólo le faltaba orinar sobre Horo, y éste, como es evidente, ni cuenta se daba; Yoh y Chocolove comenzaron a cantar una ópera inventada en el momento y los gritos/carcajadas de Pilika se deben haber escuchado hasta en mi antigua casa en China.
Me pregunté qué estaría haciendo Jun, y en qué etapa de su Luna de Miel se encontraría.
Yoh Asakura
- ¡Yooooooooh…!
- Jijiji.
Como pude, despojé a Chocolove de mi amigo Manta, a quien hasta ese momento había estado utilizando como mesa para apoyar sus recién inventadas líricas. El viaje había sido divertido y sin contratiempos, y antes de que me diera cuenta, el bus finalmente se detuvo.
- ¡YUJUUUUUUUUUUU!
Pilika pasó velozmente junto a nosotros, empujándonos sin querer y haciendo que Manta cayera sobre Choco, cosa que nos provocó un ataque de risa. Más adelante, al parecer, Hoto-hoto corrió una suerte parecida.
- ¡Oye, Pilika, fíjate!
- Oye, estás bloqueando el paso, perdedor.
- ¡TÚ NO ME DIGAS NADA!
- ¡AH, ¿SÍ?! Y ¿¡QUÉ VAS A HACER!?
- ¿¡QUIERES PELEAR!?
Pasamos como pudimos junto a Ren y Horo, quienes comenzaban una de sus clásicas peleas. Annita, quien iba delante de nosotros, soltó un suspiro.
- Han contagiado a mi novio con su estupidez.
- Jijijiji…
Uno a uno fuimos bajando, hasta que finalmente llegamos a nuestro destino: el bosque. Aquello me causó nostalgia, así como el infaltable llamado de mi hermano:
- ¡Yoh, ¿te quedan de los sándwiches que nos dio papá?! Ya me volvió el hambre.
Mientras Manta daba las indicaciones necesarias al chófer del bus, junto con la hora precisa en que debía buscarnos en dos días más, que era lo que alcanzaríamos a estar en aquel lugar antes dedicarnos de lleno a nuestros postergados deberes escolares, detuve mi andar para revisar entre mis pertenencias el gran saco lleno de aperitivos sencillos que nuestro padre, previsto de tiempo aquella mañana por ser su día libre, nos había facilitado de sorpresa.
El lugar, tal y como había dicho uno de los expertos en turismo que trabajaba para el padre de Manta, era realmente bello y natural por donde se viera. Un bosque alfombrado de pinos y tierra húmeda y cuyos árboles largos y gruesos, hacían difícil mirar el cielo por completo.
Nos adentramos a paso tranquilo, guiándonos simplemente por el terreno y una que otra posible referencia para poder volver a la carretera. Vi a Horo colocando pequeñas banderitas de papel por algunos rincones y recordé que este tipo de salidas también le era familiar. Caminando cerca de mí, vi a Ren observar a nuestro amigo, me imaginé que con curiosidad por estar colocando aquellas marcas.
- ¿Nunca has acampado, amigo?
Me miró, sorprendido por mi observación, para luego negar con la cabeza.
- Durante los veranos, mi hermana y yo recibíamos lecciones útiles para los negocios o eventos sociales, o íbamos a centros de verano si es que mis padres querían viajar.
- ¿No hacían este tipo de cosas en esos sitios? – volvió a negar con la cabeza. Recordé que la familia de Ren era muy poderosa e importante y que probablemente los sitios a los que lo enviaban de niño eran muy distintos a aquel lugar, o a los que Horo, Hao y yo conocíamos.
Caminamos hasta encontrar un terreno lo suficientemente amplio como para instalarnos, lo que demoró un poco ya que éramos 12 personas muy diferentes. Finalmente, llegamos hasta un buen claro, y Hao lanzó por los aires las telas que contenían las carpas.
- ¡Declaro ésta, tierra de Asakura Hao!
Matilda Mattisse
- Y ¿cómo se supone que se arma esta cosa? – inquirió Kanna, moviendo los palos y clavos con la punta del pie.
Luego procedió a guiñar un ojo a Horo-horo; me reí para mis adentros.
- ¡Eso déjenmelo a mí!
Vi cómo el chico que era idéntico a Yoh se colocaba a horcajadas y procedía a armar la primera carpa, cosa que me causó gracia, ya que armar una carpa no era tan divertido. Como fuera, ya que de todos modos no tenía nada mejor qué hacer, me acerqué a donde se encontraba y me agaché al igual que él.
- Hey, vengan a ayudar.- llamé a mis chicas. Tampoco pensaba llevarme todo el trabajo yo sola, y era más entretenido hacerlo con gente.- Tú también, Pilika- recordé, volviéndome hacia ella.
Vi cómo me miraba con sorpresa, para luego sonreír entusiasmada y jalar por el brazo a ese chico moreno que siempre iba con ella hacia donde estábamos.
- ¡Vamos!
Resultó ser que el hermano de Yoh era bastante simpático, y al contrario de este último, tenía un humor punzante que congeniaba bastante bien con el mío. Rápidamente hizo migas conmigo y las chicas, todo acompañado con carcajadas inocentes de Pilika y tonterías añadidas por Chocolove.
Cuando terminamos nuestra tarea,busqué a Yoh con la mirada para mostrarle lo bien que había quedado mi carpa, pero no lo encontré. Me acerqué a donde Horo-horo, Kyouyama y el enano hacían algo parecido a cocinar.
- ¡Ya te dije que sabía hacerlo!
- ¡Y yo te dije que no dejaré la comida a cargo de un zonzo como tú!.- vi a la rubia arrebatarle unos cerillos a Horo y lanzarlos al otro chico, quien apenas alcanzó a atraparlos.- Manta, prepara unos fideos.
- ¿Me acabas de llamar por mi nomb- lo vi responder emocionado, para luego rápidamente fruncir el ceño.- ¡Oye, ¿por qué no los haces tú!?
- Oye – interrumpí aquella tontería.- ¿Y Yoh?
A pesar de que me dirigí al bajito, fue ella quien respondió (en un tono de voz bastante desagradable, debo agregar):
- Él y Ren fueron por leña.
La miré de pies a cabeza, consciente de que eso la irritaría, y preguntándome si esa chica tan seriota era siempre así de pesada o si acaso estaba en sus días. Además, para tener un novio tan apuesto…
Había gente muy ingrata.
Lancé un suspiro.
- Estás quemando ese pasto.- le indiqué al encargado de cocinar, dándome media vuelta.
- ¡¿Qué- ¡AAAH!
- ¡Eres un inútil, Oyamada!
- ¡Les dije que yo podía hacerlo!
Me alejé hacia la zona divertida de campamento, perdiendo de a poco percepción de los gruñidos de Anna y los alaridos de sus dos acompañantes.
Ren Tao
- Oye, no es necesario que hagas el doble sólo para hacerme quedar bien…
- No hay de qué, amigo.- Yoh me sonrió cálidamente y se dedicó a recolectar más leña; era bastante rápido en eso, recordé que él y su familia acampaban con frecuencia.
Lo observé hacer un rato, intentando hacer lo mismo a pesar de que claramente me tardaba el doble o triple en recoger tanto como él. A Yoh no parecía molestarle estar haciendo la mayor parte del trabajo, y recordé que solía hacer cualquier cosa por la gente que consideraba sus amigos.
Vaya si era un idiota. No pude evitar sonreír.
- Vaya, debe ser la primera vez que te veo tan contento, Ren.
Lo miré, no sé con qué cara realmente, pero Yoh sólo se largó a reír como era su costumbre.
Me pregunté si realmente lo estaba. Contento, quiero decir. Me encontraba en medio de la nada, haciendo algo que nunca me había producido más que una leve curiosidad, con un grupo de chicos que frecuentaba en la escuela y otro puñado de gente bastante extraña y con la que en otro escenario, nunca me habría visto involucrado. Me encontraba, en resumen, en una situación completamente ajena a lo que me era cómodo, pero aquel tarado me veía contento.
- Si tú lo dices.
- Bueno, normalmente eres serio.- alcé una ceja, pensando en lo obvio que era aquello.- y normalmente en la escuela sólo se ve que la pasas bien cuanto molestas a Horo o lees algo que te gusta...
- C-cómo...
- Pero ahora parece que la pasas bien con todos nosotros.- su sonrisa creció, y tuve que desviar la vista.- Me alegra.
- Todo sería perfecto si no tuviera que aguantar las idioteces de tu hermano.- respondí cualquier cosa, con tal de cambiar el tema. Sin embargo, Yoh rió nuevamente, exasperándome un poco.
- Hao tiene un sentido del humor muy particular, ¿no lo crees? - comentó distraídamente, apilando un respetable montón de leña. Entrecerré los ojos, humillado ante su capacidad y facilidad para aquello, al lado de mi ineficiencia.
- Pues yo creía que tú eras irritante, pero él sí que se pasa. ¿Siempre ha sido así?
Algo nunca antes visto: la sonrisa de mi acompañante se nubló durante un milisegundo. Siguió con su labor como si nada, pero secretamente, temí haber metido la pata de alguna forma; después de todo, quizás hasta aquellos zonzos tenían algún pasado trágico que no querían recordar.
Por eso, cuando Yoh volvió a hablar, me sorprendí nuevamente.
- Mi hermano ha pasado por varias etapas, jijji... Pero supongo que en cierta forma ha madurado bastante respecto a cómo era hace unos años.- me miró, para luego agregar, levantando el dedo índice para recalcar lo que decía:- Decididamente, te habría caído mucho peor hace un año o año y medio. Después de todo, ahora puede que moleste pero... al menos ya no hace daño a los demás.
Poco acostumbrado como estaba a que se me confiaran cosas delicadas como aquella, sólo pude contemplarlo en silencio, sintiéndome incómodo e inútil por no saber manejar la situación. Era extraño ver a Yoh hablando de algo serio y sobre todo, era extraño saber que me estaba confiando algo que seguramente, aparte de Horo, muy pocas personas debían de saber.
Ante mi silencio, Yoh se rascó la cabeza, riendo de nueva cuenta, y poniéndose a recoger todas las ramas recolectadas, por lo que procedí a imitarlo.
- No te vayas a imaginar cosas, que Hao no ha matado a nadie ni nada por el estilo. Simplemente... digamos que hace unos años se reunía con gente que no era buena para él. Ni para nadie, la verdad.
- ¿Malos amigos?
Antes de tomar el rumbo de vuelta al campamento, Yoh se volvió a verme, no muy serio, pero tampoco tan sonriente como antes.
- Uno en particular. Pero ¿sabes? Me cuesta creer que alguien sea malo por naturaleza. Supongo que sencillamente, mi hermano durante un tiempo atrajo a la gente que nadie más quería tener cerca. Y bueno, eso no siempre sale bien, jijiji.
Luego de esto, siguió caminando como si nada. Lo seguí, pensando en lo que me había dicho. Me di cuenta de que a pesar de todo ese tiempo, no sabía mucho sobre Yoh y su familia, enfocado como había estado en Horo-horo y los últimos problemas que había pasado la suya. De alguna forma, casi por inercia, me había enterado de un montón de asuntos sobre él y de las preocupaciones que lo aquejaban, pensando siempre que el chico que siempre lo acompañaba era un hippie que veía la vida floreada y no se tomaba nada enserio.
Pero aquella tarde, caminando detrás de él, me di cuenta de que probablemente, había estado equivocado.
Anna Kyouyama
- Quiero más.
Aventé mi plato vacío contra Manta, quien, ya cansado de rechistarme, volvió a servirme una porción de fideos y otro huevo frito. Lo miré con seriedad.
- Gracias. – y me volví a seguir comiendo antes de ver su cara deformarse con pasmo por mis buenos modales.
- No sé cómo no te enfermas.- lejos de ofenderme, supe que el murmullo de mi novio, sentado junto a mí en el mismo tronco muerto, era algo así como admiración.
No tuve que mirarlo para saber que su cara cambió totalmente al girarse hacia Horo, quien comía desaforadamente su tercera ración, sentado en una roca cerca de nosotros.
- Debe ser porque comes como un ser humano, no como una bestia.- agregó.
- ¡¿Quieres pelear!?
- ¡DIOS, COME CON LA BOCA CERRADA!
Ignoré el bullicio a mi rededor y seguí comiendo felizmente, sintiendo el calor del fuego en mis manos y cara. Si algo debía reconocerle a Hao, era que sabía hacer una fogata decente.
- ¡Hey, Lyserg compró malvaviscos, asémoslos!
- ¡Hermano, dame los tuyos!
- Oy, cómo molestas…
Sentí un leve empujón del lado de Ren. Observé al Tenedor entregando sus dulces a su hermana menor, quien sin ningún reparo se había hecho un espacio en el borde de nuestro escueto tronco. A pesar de que evidentemente no se lo diría al idiota de Horo, pensé que después de todo, era un buen hermano mayor.
- Disculpa… - alcé la vista, encontrándome con la mirada verde y tímida del chico que siempre iba con Hao. Lyserg.
Aquel chico callado y tranquilo era sin duda un agente inusual en un grupo tan ruidoso cmo el "nuestro". Bastaba con ver a las amigas de Phauna cantando a todo volumen, a Hao molestando a todos, a Ren peleando con Horo y a Yoh y Chocolove haciendo idioteces, para saber que era completamente distinto a casi todos.
Dirigí mi vista a la gran bolsa de malvaviscos que sostenía, ahora, frente a mí.
- ¿Vas a querer unos?
Le arrebaté la bolsa, sin importarme su mirada sorprendida y la disimulada risa de mi novio junto a nosotros.
Después de todo, él había ofrecido.
Sin mayores contratiempos, comenzó a anochecer, y fue la hora de repartir las carpas. El problema era que, éramos 12 personas y había 3 carpas, y que de todos los que habíamos, no sentía simpatía por casi nadie.
- Bueno, es simple.- vi a Kanna levantarse de la roca que usaba como asiento, bastante lejos de nuestro sitio, por lo que no alcancé a oír muy bien lo que propuso. Sin embargo, varios a su alrededor parecieron conformes, asintiendo con la cabeza e incluso un par- Pilika, Yoh- aplaudieron.
No supe en qué momento me vi a mí misma con el brazo de la hermana de Horo-horo colgado de mi cuello ni a las demás chicas presentes en el lugar rodeándonos, acordando cómo nos repartiríamos para dormir en "nuestra" carpa.
Pero tenía lógica, ¿no? o al menos, era lo que a mis abuelos habrían considerado correcto. Apreté los dientes y conté hasta 10, escuchando a Ren soltar una risita.
- ... es emocionante, Anna, ¡nuestra primera piyamada! - mientras Pilika gritaba en mi oído y Kanna se metía a la carpa designada para acaparar el mejor lugar, vi cómo nuestros congéneres se las arreglaban de igual o peor forma, lo que me dio un poco de consuelo.
- ¡Oye, Hao, con ustedes cabe al menos uno más! – vociferó Horo-horo, apuntando al aludido, que ya había terminado de adentrarse a la tienda de campaña más espaciosa - habiendo empujado a Lyserg de a paso-, con un dedo acusador.
Hao, lejos de cambiar su expresión satisfecha, asomó su rostro por la apertura de la carpa.
- Buenas noches.- habiendo dicho esto, volvió a meter la cabeza y pudimos oír el sonido del cierre de entrada siendo bajado, hermetizando la carpa, seguido de una débil queja por parte del inglés, quien seguramente se avergonzaba del descaro de su... lo que fuera.
Una gota de sudor bajó por las cabezas de los cinco varones restantes, cuando se percataron de que deberían embutirse en una sola carpa. Automáticamente Ren me miró, sabiendo que sonreía por su desgracia.
- Te pasa por burlarte.
Manta Oyamada
Finalmente, Mari y yo apagamos la fogata y aproveché de preguntarle si se divertía.
- Nunca había acampado.- fue su respuesta, y me pareció suficiente.
Le di las buenas noches, pensando que nos quedaba otro día allá, sin contar los deberes que deberíamos hacer juntos cuando retornáramos a casa.
Me adentré a la que sería nuestra carpa, pensando que ningún mal le hubiera hecho a Hao permitir a alguien más en la que compartía con Lyserg. Pero imaginé que querrían privacidad, por lo que no había querido reclamar nada.
- ¡Manta, por acá!
Yoh me hizo señas desde su saco de dormir, apretujado apenas entre el mío y el de Chocolove, quien de pronto vestía un traje de camuflaje muy cómico y observaba hacia afuera como si de verdad pudiese haber algún peligro. Era un chico bastante gracioso, la verdad.
Ya con el mono deportivo que había llevado para dormir, me apresté a acostarme en mi lugar, cuando noté que, del otro costado de la carpa, al borde izquierdo, Ren se esforzaba por no temblar de frío.
- ¿No trajiste más mantas, Ren? - inquirí, y aunque mis intenciones eran buenas, me arrepentí de haber tocado el tema cuando me lanzó una mirada asesina que me hizo sudar.- Eh... yo...
- Vaya, qué delicado es el señorito.- afortunadamente, Horo-horo hizo que su atención se desviara de mí, por lo que me apresuré a envolverme bien en mi saco y suspiré con alivio.
- Pues lamento no ser un hombre de las cavernas como tú.- reí ante una de las clásicas respuestas de Ren, cerrando los ojos.
- ¡Soy de Hokkaido, no de las cavernas!
- Ji ji ji
- ¡Cállate, Yoh! (...) ¡No hables al mismo tiempo que yo!
- Ji ji ji ji ji ji
Volví a abrir los ojos, sabiendo que no podría conciliar el sueño en un rato.
Iba a ser una larga noche.
Horokeu Usui
A pesar de que tenía el doble de manta que yo, vi cómo Ren seguía temblando - después de todo, con lo apretados que estábamos, no era muy difícil de percibir. Me pregunté si Yoh los demás tendrían alguna manta de sobra, pero no quería hacer tan obvio el hecho de que una vez más me encontraba pendiente de él; además, aparentemente, hasta el ruidoso de Chocolove por fin se había dormido.
- ¿Qué estás haciendo? – ignoré la sensación incómoda en mi estómago en cuanto profirió la interrogación en voz baja, y el calor que me embargó en cuanto mi mejilla dio con su hombro, mientras mis manos se cercaban cerca de su pecho, mis brazos encajados por debajo de los suyos.
Era una posición algo incómoda, sobre todo porque no me había detenido a pensar antes de hacerlo y mi brazo izquierdo quedaba completamente bajo su peso, sin mencionar que al hacer la pregunta, Ren había intentado girarse para verme, cosa que sin duda no habría sino incrementado mi bochorno. Intentando que no me temblara la voz, me expliqué.
- N-no tengo linterna, y sabes que me da miedo dormir en lugares que no conozco si está tan oscuro- le recordé, haciendo alusión a aquella vez en su casa.
- No entiendo por qué vas a acampar si sabes que estaremos en medio de la nada.- suspiró, volviendo a acomodarse en su sitio.
Exhalé. La verdad es que en aquella carpa llena a reventar con mis amigos, no estaba para nada asustado; sin embargo, era más fácil sacrificar mi orgullo que el de Ren, al menos en esa ocasión.
Tras unos segundos de silencio, cerré los ojos, asumiendo que era el final de nuestro diálogo; sin embargo, volví a abrirlos en cuanto sus manos frías tomaron la mías, antes aferradas entre ellas, contra su pecho.
- Buenas noches, idiota.
Ren Tao
Me dormí sintiendo su aliento tibio contra mi hombro.
No tengo excusas más que el implacable paso del tiempo. Cuando me vine a dar cuenta, habían transcurrido años desde la última actualización. Lo que sí les aseguro es que sé bien lo que pasará y que aunque me tardo, no abandono. ¡Gracias a quienes siguen leyendo!