I

- ¿Por qué tendría que sonreír si ni siquiera quiero salir en la foto?

- Pues-

- Estoy de acuerdo. Lo siento, pero no pienso hacer lo que me pide.

- ¡Pero señorita, es sólo una-

- ¿Acaso no le quedó claro? Por favor, deje en paz a mi novia y limítese a tu trabajo.

- ¡Señor Tao!

- ¿Qué quiere?

- N-nad -es decir, Tao, Kyouyama, hagan lo que les pide el señor para que terminemos esto de una vez …

- No.

- No.

- ¡No es una pregunta!

- Maestro, por favor contrólese…

- ¡No te metas, Oyamada! ¡Y ustedes dos, miren a la cámara y sonrían!

- No.

- No.

- …

- …

- Caballero, si es tan bondadoso, prosiga…

- Pero-

- ¡Tome la foto!

- Sí…

Ren Tao

Luego de que el inepto fotógrafo hiciera el trabajo por el que le habían pagado, volvimos a nuestro salón.

En las escaleras, Anna y yo nos entretuvimos comentando sobre la pérdida de tiempo que era tomar fotos de curso, avanzando lentamente y con las manos tomadas.

Anna…

Era, además de mi mejor amiga, mi novia desde hacía un año y algunos meses. Siempre nos habíamos entendido, porque nuestras personalidades se asemejan mucho, y nuestro noviazgo fue muy útil en el sentido de ahuyentar admiradores y admiradoras no deseados.

Tal vez sea demasiado frívolo calificar un noviazgo de "útil", pero la verdad era, y siempre fue, que no nos amábamos…

Al llegar a la sala me senté, como siempre, junto a ella, mientras le preguntaba si quería ir a tomar un helado luego de clases. Aceptó sin pensarlo dos veces, haciéndome, como muy pocos lo logran, sonreír. A Anna siempre le habían gustado los helados y eso era algo que muy poca gente sabía. De hecho, más de una vez la había amenazado con contárselo a los demás, por ejemplo cuando yo quería comer en un restaurante chino y ella en uno japonés. En esas ocasiones me insultaba hasta el cansancio, sin embargo lo cierto es que ambos nos divertíamos bastante.

En verdad, nuestras peleas nunca habían sido en serio, y eso era una de las mejores ventajas de nuestra relación, porque a ninguno de los dos nos gustaron nunca las discusiones fuertes, probablemente porque los dos pertenecemos a familias donde se acostumbra a levantar la voz con mucha frecuencia.

Mientras la clase empezaba, la miré por el rabillo del ojo.

Anna era hermosa, con su liso cabello rubio tirando a castaño y sus ojos negros y grandes. Delgada y muy alta en comparación con la gran parte de las chicas japonesas; sus notas eran de las mejores de la clase y todos los maestros la respetaban y/o temían.

Usualmente, se mostraba seria, por lo que muchas personas la calificaban de fría; pero yo sabía que no lo era en verdad: simplemente, tal como me lo había dicho un día, no solía sonreír cuando no había razón para hacerlo.

Seguí escribiendo.

Anna Kyouyama

Podía ser triste, patético o simplemente incoherente, pero Ren y yo no sentíamos amor por nada ni nadie, ni siquiera por nosotros mismos. A la vista de todos quizá no parecía así, ya que, si considerábamos que con la mayoría de las personas nos portábamos indiferentes, mientras que estando juntos, en cierto modo, nos sentíamos a gusto y en confianza, era fácil engañarse y creer que éramos almas gemelas.

Pero las almas gemelas no existen. Por lo menos, eso era lo que yo pensaba, cuando meditaba sobre nuestro noviazgo.

Aunque puede ser que estuviese equivocada.

Tao Ren. El segundo lugar de la clase, justo después de un tal Oyamada. Proveniente de una famosa y bien colocada Dinastía China, y por ende, heredero de toda una fortuna. El novio perfecto, sobre todo si se tenía en cuenta que desde pequeña había tenido la intención de contraer matrimonio con un hombre de buen porvenir.

El pero es que teníamos 15 años, así que cuando conversábamos de matrimonio y ese tipo de cosas, si lo veíamos desde un punto de vista externo, resultaba infantil, por no decir ridículo.

Si nos casábamos, habíamos concluido una vez, ambos tendríamos lo que siempre quisimos: yo, una vida llena de lujos y comodidades, poder, más oportunidades de la que jamás había tenido y la posibilidad de vivir sin más miedo. Mis padres habían sido asesinados en nuestra propia casa por unos delincuentes que, sin mucha dificultad, habían entrado con la esperanza de encontrar algo que robar. Desde entonces, yo siempre detesté la pobreza.

Y Ren… pues él ya no estaría solo; se puede decir que, en ese aspecto, éramos completamente opuestos: yo no tenía dónde caerme muerta, pero vivía con mis abuelos que, aunque siempre fueron muy estrictos y distantes, se preocupaban por mí y por que no me faltara nada esencial. En realidad, ellos me acompañaban siempre que sus obligaciones se lo permitían.

En cambio, Ren era millonario y con una simple seña de manos obtenía todo lo que deseaba, pero siempre, toda su vida, estuvo solo. Sus padres a penas se preocupaban por él, aunque claro, tampoco nunca le había faltado nada; por el contrario, en su vida sobraban cosas en cuanto a lo material se refiere.

La única compañía que había tenido habían sido principalmente su hermana Jun, quien a presente estaba en su eterna luna de miel luego de su lujoso matrimonio, y Basón, su leal sirviente, que hacía las compras del departamento en donde Ren habitaba, mas era demasiado formal y tímido como para demostrarle afecto a su "jefe" (me refiero Ren, claro está, porque hubiera sido un verdadero milagro que se atreviera a siquiera pronunciar el nombre de En Tao).

Por ello, la idea de casarnos era prometedora. Es muy posible que la hubiésemos llevado a cabo al salir de la escuela. Pero ninguno de los dos contaba con lo que ocurriría.

Ren Tao

Sonó el timbre de salida y preparamos nuestras cosas. Tomé la mano de Anna y su mochila, y descendimos la escalera en silencio, como era nuestra costumbre.

Cuando ya estuvimos afuera de la escuela, Anna recordó que había dejado no sé qué cosa en inspectoría.

- Vuelvo enseguida.- me dijo antes de volver a entrar, mientras yo dejaba nuestras cosas sobre un banco para esperarla.

Observé a la gente que pasaba, preguntándome cómo sería ser otra persona. Aquella idea me intrigaba y repugnaba a la vez. Si fuera otra persona, no sabría lo que sé, y cometería errores que ahora no cometería. Pero si fuera otra persona, no habría sufrido las cosas que sufrí, y no existirían ciertos recuerdos para mí.

Antes de que siguiera con mi indagación, escuché un grito a lo lejos.

- ¡Creo que ya no nos sigue!

- ¡¿Estás loco, Yoh!? ¡Es capaz de seguirnos aunque entremos a un burdel!

- ¡Aaaaah!

- ¡¿Estás bien!?

- ¡¡Sigue corriendo, no te preocupes por mí!!

- ¡Como quieras!

- ¡Oy-

- ¡Adiós!

Al girar mi cabeza hacia el lugar de donde provenían las voces, divisé a cierta distancia un camino de humo que cada vez se acercaba más. Conforme se aproximaba, me percaté de que se trataba de un chico de mi edad, de cabello celeste, que corría como si su vida dependiera de ello. Lo malo es que él no me vio…

Horokeu Usui

Lo sentí por Yoh, pero Pilika de verdad iba a matarme, así que seguí corriendo lo más rápidamente que pude, dejándolo allí tirado.

Giré la cabeza para verlo una última vez, preguntándome si mi hermanita le tendría piedad, y al segundo siguiente estaba estampado en el suelo con todo el cuerpo adolorido.

- Auch…

- Mierda… - oí que gruñían junto a mí.

Levanté la vista y lo vi: un niño no mayor que yo, de pelo oscuro y ojos grandes y rasgados, de un color que a mí se me hizo similar al dorado.

Lucía algo molesto, y entonces me di cuenta de que había chocado con él y lo había tirado al suelo junto conmigo.

- D-disculpa, fue sin querer.- balbuceé rascándome la nuca con mi rasmillada mano.- ¿Estás bien, amigo?

Ren Tao

Me sonrió apenado; una sonrisa que me hizo sentir demasiado extraño para mi gusto. Me levanté lentamente, tratando de no hacer caso de esa repentina sensación que había aparecido en mí.

- Sí, por suerte estoy bien. Y no soy tu amigo.- le contesté sin ninguna amabilidad. Me miró sorprendido, casi ofendido, y procedió a ponerse de pie.

- ¡Pues lo siento! – se "disculpó", frunciendo el ceño como un niño chiquito.

A cualquier otra persona le hubiera dirigido una mirada neutra y la hubiera dejado hablando sola, pero con él fue diferente: por muy raro que sonara, su presencia no me irritaba como la de la mayoría de la gente que conocía.

- Si lo sientes tanto, para la próxima fíjate por dónde vas.

- ¿¡Quién te crees dándome órdenes!?

- Me creo Ren Tao. Y hago lo que me dé la gana.- me asombré al notar que, sin querer, me había presentado.

El chico me contempló durante unos segundos, sin saber qué decir. Luego esbozó una sonrisa que yo jamás le había visto a nadie.

- Ren Tao, ¿eh? Es un lindo nombre. Yo me llamo Horo-horo.- me ofreció su mano (la que no estaba tan herida) y aunque primero pensé en rechazarla, me vi incapaz de ser tan cruel con alguien que sonreía de aquella manera.

- ¿Horo-horo? – repetí con algo de burla en mi voz. Es decir, ¿Horo-horo?

- Sí, ¿Y?

- ¿Es tu verdadero nombre? ¿De veras?

- Pues… no, es mi sobrenombre, pero así me gusta que me llamen…

- ¿Y tu verdadero nombre? – interrogué con sincero interés, sin embargo justo cuando él iba a replicar un grito lo interrumpió.

- ¡¡HERMANO, VEN AQUÍ ENSEGUIDA!! – Horo-horo adoptó una expresión sinceramente horrorizada, y no supe si reírme o preocuparme.

Al mirarlo bien, descubrí que sus ojos eran azul oscuro e irradiaban algo muy especial que no pude identificar.

- Creo que mejor me voy… - murmuró entre divertido y asustado, y recién entonces me di cuenta de que nuestras manos seguían tomadas. Al parecer él también lo notó y, luego de soltarme y salir corriendo, se volvió hacia mí sonriendo.- ¡Un placer, Ren Tao! – exclamó con simpatía, justo antes de desaparecer a la velocidad de la luz.

- ¡HERMANOOOOOOOOOOOOOO! – dos segundos después, una ráfaga de viento pasó junto a mí, y sólo alcancé a divisar una cabecita celeste parecida a la de Horo-horo, pero de cabello muy largo. Supuse, aunque era obvio por el grito, que se trataba de su hermana.

Poco después, llegó Anna.

Anna Kyouyama

Volví de mal humor por la incompetencia de la secretaria y sólo por ello no me molesté en preguntarle a Ren por qué su uniforme estaba tan sucio. En realidad en ese momento lo único que quería era un buen helado de caramelo y estar en silencio, y me sentí un poco mejor al pensar que estando con Ren era fácil obtener un rato de paz.

Sin decirme nada – apuesto a que notó que no me había ido bien- se encargó de mi mochila justo antes de que yo la tomara, asegurándome que no estaba para nada pesada, y fuimos a la plaza de siempre.

- ¿Nos quedamos un rato o nos vamos? – me preguntó cuando ya estuvimos en el lugar.

Tiempo me sobraba, y me agradaban esos ratos que pasábamos juntos al aire libre, así que le dije que nos quedáramos.

- Bueno, tú siéntate aquí y yo voy por los helados.- le sonreí agradecida por esa amabilidad que, aunque él ni cuenta se diera, siempre tenía conmigo. Me sonrió de costado y fue al puesto de helados, dejándome sentada sobre nuestra banca de madera, cuidando de nuestros útiles escolares.

Dirigí la vista hacia el cielo, que en esos días era celeste grisáceo, como mucho, blanco. Suspiré algo cansada, preguntándome si mañana tendría la fuerza para mirar ese mismo cielo que hacía tanto tiempo que mis padres no podían mirar.

"Muerte" es una palabra que en el mundo ya no provoca absolutamente nada al ser pronunciada, pero "Muerto", al contrario, da al ambiente algo de lúgubre, como una dosis de depresión, porque tarde o temprano se termina perdiendo a alguien que se estima, y ese alguien, entonces, está "muerto".

Mis padres están muertos, y esa frase rondaba en mi cabeza todos los días; todas las mañanas, al despertar, recordaba que vivía con mis abuelos y que para el cumpleaños de mamá o de papá, a lo más, podía ir al cementerio; recordaba que nadie iba a felicitarme por mis buenas notas al almuerzo, excepto, muy de vez en cuando, por Ren.

Siempre lo quise mucho, y siempre lo iba a querer; y creo que, en el fondo, me habría gustado amarlo.

Yoh Asakura

Busqué a Horo por toda la plaza, pero fue en vano. Tenía la espalda prácticamente hecha polvo, y me pregunté qué marca de zapatos usaba Pilika para poder pisar tan duro…

Se me ocurrió que, a lo mejor, ya habrían vuelto a su casa, así que me di la vuelta y me dirigí hacia allí, paseando la vista por el agradable lugar.

Y la vi.

Físicamente era muy linda, aunque eso nunca me ha importado mucho. Lo que me llamó la atención de ella, fue que miraba el cielo con una expresión indefinible, que danzaba entre la angustia y la indiferencia.

Sus ojos eran oscuros y parecían no cansarse de ver las nubes color cromo, y me pregunté si al estar tristes los ángeles se parecerían a ella. Vi que se volvía hacia la heladería, y supuse que no estaría sola.

La miré una última vez y deseé con todas mis fuerzas que, aunque no volviéramos a vernos, fuera muy feliz.

Yo lo sabía: ella merecía ser feliz.

Ren Tao

Tres siglos después, el incompetente de la heladería me entregó lo que le pedí.

Lo maldije mentalmente por su lentitud y regresé con Anna, que ya parecía un poco impaciente.

- Disculpa la demora, pero el tipo que atendía era un retardado… - comenté, sentándome a su lado. Sonrió, divertida por mi comentario, al tiempo que recibía su helado, complacida.

- Al fin… - murmuró, y supe que, durante todo el día, lo único que Anna había deseado había sido engullir uno de esos helados de caramelo doble, como si su dulzura característica compensara en cierto modo la que le faltaba a su vida.

- Si después quieres otro, me avisas.- ofrecí sin mirarla, más que nada porque ella detestaba que la miraran cuando comía. Además, me gustaba ser así con ella, pero sentía vergüenza si me lo agradecía demasiado abiertamente (abiertamente para Anna, claro).

Comencé a degustar mi propio helado, esta vez de yogurt, con los ojos cerrados.

A mi mente vino la imagen del chico de pelo celeste, y me pregunté cuál sería su verdadero nombre.


Espero que les haya gustado el primer capítulo. Hace tiempo que se me ocurrió la idea de poner a Ren y a Anna como novios, para que después lleguen Horo e Yoh y pongan todo de cabeza xD

El estilo de narración lo saqué de un excelente libro que acabo de leer, "Ángeles Fugaces", de Tracy Chevalier (absolutamente recomendado).

Por cierto, creo que este fic será algo angst en el futuro, aunque ya veremos. De cualquier forma, gracias por leer :3

Sin nada más que agregar, nos vemos en el segundo capítulo.