Los personajes del excelso maestro Masashi Kishimoto no me pertenecen.

Espero que disfrutéis de la historia.

Capítulo seis

Sakura paseó durante una hora, esperando que todo el mundo se fuera a dormir. No le costó mucho encontrar la habitación de Lee. Se suponía que compartía el cuarto con Neji, pero no le vio por ningún lado. Quizá él también se había escapado…

Lee dormía tranquilo, iluminado por la luz de la luna. Sakura se tendió en el suelo, a un metro de distancia de él.

Me estoy comportando como una idiota, se dijo. ¿Por qué se obsesionaba tanto con los chicos que la rechazaban? ¿Tanto le dolía estar separada de Lee que tenía que llegar a esos extremos, a acecharle por la noche mientras dormía? Suspiró.

Él se movió en sueños, sobresaltándola. Murmuró algo ininteligible y volvió a sumirse en un sueño profundo. Sakura sonrió y se acercó un poquito más, lo suficiente como para poder sentir su calor. La felicidad que sentía al estar a su lado le hizo bajar la guardia y terminó de adormecerla.

Despertó media hora después, y se dio cuenta de que Lee la estaba mirando.

-¿Querías algo, Sakura-san? –le preguntó.

-Yo sólo… ¿te importaría que me quedara contigo? Me siento un poco sola –dijo – Si quieres que me marche no tienes más que decirlo, de verdad.

Él negó con la cabeza y levantó el edredón. Sakura se metió debajo y se pegó a su pecho, quedándose dormida con el rítmico latir del corazón de Lee.

Él metió la nariz entre los cabellos rosas, disfrutando de su aroma. Quizá esa era la única manera que tenía de ser feliz… Consolando a la chica de otro.

Recobrando parte de su optimismo, desechó esos pensamientos y se concentró en dormirse, con la cabeza puesta únicamente en el cuerpo cálido que tenía al lado.

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Shikamaru no podía dormir. Había contando dos mil cuarenta y nueve ovejas y seguía sin dormirse. Se levantó y se cambió el yukata de dormir por su viejo pijama, se soltó el pelo, probó a tumbarse boca arriba, boca abajo, apoyado en el hombro derecho y en el hombro izquierdo. Se había quedado así, cansado de cambiar de postura, pero seguía sin conciliar el sueño. Y eso que Chôji se había levantado hacía rato para tomar un tentempié de medianoche, dejándole todo el cuarto para él…

Escuchó cómo abrían la puerta corredera y se puso en guardia. Agarró su protector y usó la placa grabada como espejo para ver quien estaba en su habitación.

Temari.

Ella se quedó un segundo de pie, sin saber muy bien qué hacer. Terminó metiéndose con él en el futón. Shikamaru no se movió, pero tampoco se hizo el dormido.

-¿Qué quieres ahora? –le dijo.

-Lo siento.

Él enmudeció momentáneamente. Ella pensó que no la había oído.

-He dicho que lo siento.

-Ya lo sé, me había quedado anonadado –dijo él.

-Bueno, no es para tanto –contestó ella. Se pegó un poquito más a su espalda y le rodeó la cintura con el brazo - ¿Me perdonas?

Él le acarició la mano suavemente, con las yemas de los dedos, recorriendo la línea irregular de sus nudillos.

-¿Por qué necesitas que te perdone? –preguntó.

-Ninguno de los dos está cómodo con esta situación –dijo ella – Toda esta pelea se ha vuelto bastante estúpida, y creo que tengo una buena parte de culpa. No debí hablar de lo que pasó en el bosque con las chicas.

Él se removió, incómodo.

-Quizá me lo tomé demasiado en serio. No tenía que haberle dado tanta importancia, se supone que las mujeres cotillean, es algo normal –dijo, con una sonrisa – Aun así, no me has contestado.

-Sí que lo he hecho –dijo ella.

-No. Me has explicado las razones que tienes para que los dos cortemos con este comportamiento, pero no por qué quieres que te perdone.

Shikamaru se giró para poder verla bien cuando respondiera. Temari se ruborizó un poco, pero por suerte la oscuridad lo disimuló.

-Quiero que todo sea como cuando estábamos en tu apartamento. Ya sé que no fueron más que unas horas, pero… me sentí muy cómoda. Si tú me perdonas, quizá podamos estar así, relajados y dispuestos a tolerar la convivencia.

Él levantó una ceja. Bonito discurso…, pensó. Se acercó un poco más, pero no la abrazó. Ella seguía apoyando la mano en su cintura.

-¿Sólo lo haces por una convivencia pacífica? Yo pensaba que lo hacías porque te gustaba –dijo, dejándose de rodeos.

-No estaría haciendo el tonto de esta manera si no me gustaras, Shikamaru – dijo ella, abrazándole más - ¿Estoy perdonada o no? –dijo, con una sonrisa.

-Sí –dijo él. Había sido muy fácil, ¿cómo podía negarle algo si le miraba de esa forma, si le abrazaba y se comportaba con tanta naturalidad? No podía, y tampoco quería.

La rodeó con sus brazos, acercándola a su torso. Ella pegó los labios a su yugular, sin llegar a besarlo. Sólo quería sentir el calor que desprendía su piel.

-Shikamaru.

-¿Qué?

-¿Esto significa que también te gusto? –preguntó, refiriéndose al abrazo. Él la miró extrañado – Es que recuerdo muy bien ciertas palabras que dijiste sobre lo que harías si pudieras volver atrás, y me gustaría saber con certeza si has cambiado de opinión.

-¿Tanto te molestó? Está bien, no era cierto, si volviera atrás haría el amor contigo sin pensármelo dos veces. ¿Contenta?

-Demuéstramelo, genio.

-¿Ahora? –dijo él, cerrando los ojos, con fastidio – Mendokusai…

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Chôji no conseguía dar con las cocinas del balneario, ni siquiera con una maldita máquina expendedora. Tenía tanta hambre que le dolía la cabeza.

Tras dar muchas vueltas, logró su objetivo, pero alguien había llegado allí antes.

-¿Ino? –dijo. Ella sacó la cabeza de la nevera, completamente avergonzada. Tenía restos de pasta de judía roja alrededor de la boca, y las manos pringadas de chocolate. Se limpió como pudo con el dorso de la mano.

-Esto… puedo explicarlo…

-Me alegro de que hayas dejado la dieta –dijo él - ¿Hay algo bueno por aquí? Tengo ganas de comer fruta.

-Tendría que haber una despensa–dijo ella, aliviada al ver que él no le daba importancia a su atracón nocturno. Localizó la despensa.

Los ojos de ambos se fijaron en una enorme sandía que brillaba con luz propia al fondo de la estancia. Se relamieron pensando en su jugosa pulpa.

-¿Estás pensando lo mismo que yo, Chôji? –dijo Ino. Él asintió y cogió la fruta.

-¿Dónde podemos enfriarla? –dijo. Ino pensó un segundo.

-Sígueme –dijo, y le llevó hasta el jardín zen de la zona oeste. Había un riachuelo que cruzaba la extensión de hierba. Metieron la sandia y esperaron acuclillados junto al agua. Ella se dio cuenta de que estaba sola, con Chôji, de noche. Los nervios comenzaron a agitarse en su estómago.

-Creo que ya está –dijo él. Sacó un kunai de las mangas de su hakama y lo clavó en la parte de arriba de la sandia. Dio un golpe seco y la fruta se partió en cuatro trozos.

-Itadakimasu –dijeron, antes de hincarle el diente. El jugo les caía por la barbilla y las manos, empapándolos.

-Es la sandía más dulce que he comido nunca –dijo Ino al terminar su primer trozo. Él la estaba mirando comerse la segunda porción. Ella pensó que se había quedado con ganas de más, así que le ofreció, pero él negó con la cabeza.

Ino se encogió de hombros y siguió comiendo. Al terminar se chupó los dedos con fruición. Chôji seguía mirándola. Quizá estaba asombrado por haberla visto comer con tanta ansia, pensó ella.

-Estaba buena, ¿verdad? –dijo élla. Él asintió y se ruborizó un poco, sorprendiéndola. ¿Qué pasaba, a qué venían esas miradas extrañas? Parpadeó perpleja cuando él se acercó un poco más.

Chôji tragó saliva antes de besarla. Cuando tocó sus labios fríos pensó en la increíble sensación de su boca húmeda por el jugo de la sandía, el sabor de su lengua, el gemido apagado que hizo vibrar su garganta.

Se separó de ella con suavidad. Ino todavía tenía los ojos cerrados, y eso le hizo sentirse eufórico.

-Yo… -dijo ella, batiendo las pestañas – pensaba que te gustaba una chica. ¿Para qué eran las flores, entonces?

-Eran una excusa para verte –contestó él, sintiéndose tonto – Se suponía que iba a pedirte salir en una de esas visitas a tu tienda, pero no me atrevía.

-Vaya –dijo ella, sonriendo – eso es… genial.

Él la miró con timidez.

-¿No estás enfadada? –dijo.

-Todo lo contrario –contestó ella. Se inclinó sobre su hombro y miró a las estrellas – No sabes como me alegra haberme saltado la dieta.

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Tenten había salido a buscar a Sakura. Al menos esa era la versión oficial. En realidad esperaba que Neji estuviera despierto, rondando por ahí.

Después de ver su sensibilidad, había comenzado a pensar en la noche que él la había "atacado", sólo que del recuerdo había pasado a la ensoñación. Y en sus sueños, Neji no se detenía.

Atormentada por esas imágenes, Tenten había ido en busca de Neji y de su perversión. Casi soltó un gritito cuando le vio apoyado en un árbol del jardín. Se aproximó a él con paso vacilante.

-Hola –dijo. Él la miró de arriba abajo, pero no hizo ningún movimiento.

"-No te limites a mirar, estoy aquí para algo más" –pensó ella.

Neji había estado pensando en Tenten, y verla de pie junto a él, vestida con el fino yukata blanco del balneario no le estaba ayudando a olvidar sus instintos. Quería tenderla sobre el suelo y…

-Me imaginaba que estarías aquí –dijo ella, sacándole de sus pensamientos.

-¿Me buscabas? –preguntó él.

-Algo así –dijo ella, sin añadir nada más. Neji frunció el ceño ligeramente. ¿Estaría ella lanzándole alguna indirecta? No, seguro que era cosa suya. Pero entonces, ¿por qué llevaba el cuello del yukata tan bajo? Se abofeteó mentalmente. No veas insinuaciones donde no las hay, Hyuga Neji, se dijo.

Tenten comenzaba a impacientarse. ¿Qué tenía que hacer para que él se moviera, desnudarse y bailar la danza del vientre? Se soltó el pelo, dejando que su melena castaña ondeara sensualmente. Neji respiró despacio, buscando paz interior. Al ver que no conseguía tranquilizarse, decidió emprender la retirada.

-Debería irme a acostar –dijo. Ella, alarmada, le cogió de la manga del yukata.

-No te vayas –dijo, y le besó con fuerza, con desesperación. Él notó un escalofrío recorriéndole la columna cuando todos sus deseos se volvieron corpóreos. Tenten le estaba agarrando el pelo, enrollándolo entre sus dedos y tirando suavemente de él, volviéndole loco. Se separó de ella bruscamente, tomando una gran bocanada de aire.

-¿Seguro que quieres esto? –le dijo. Ella sólo le desabrochó el cinturón del yukata y deslizó éste por sus hombros. Neji captó el mensaje y volvió a atacar sus labios, frotando su lengua con la de ella.

Tenten gimió dentro de su boca, notando como crecía el calor dentro de ella. Interrumpió el beso y alzó la barbilla para que él se concentrara en su cuello. Neji acató la orden y depositó besos salvajes y húmedos en su garganta, lamiendo esa piel candente. La mordió con fuerza, dejando una marca roja en su yugular.

Cayeron al suelo entre jadeos. El rocío de la hierba parecía evaporarse al entrar en contacto con su piel. Neji se arrancó el protector de la frente y lo usó para atarle las manos a Tenten por encima de su cabeza. Ella le miró con las pupilas dilatadas.

Él rompió un trozo de su manga para vendarle los ojos. Tenten se sintió enardecida por la perversión. Respiró con fuerza cuando sintió sus manos sobre su cuerpo, recorriéndola con deliberada lentitud. Ella encogió la pierna derecha al sentir sus dedos sobre la rodilla, subiendo hasta el muslo, donde se toparon con un estuche para kunais. Neji tanteó hasta desabrocharlo y sacó uno. Tenten notó el frío del metal en su garganta, bajando por su escote, y escuchó cómo él rasgaba la tela del obi. Se mordió los labios con fuerza. Él se desnudó antes de abrir el yukata de ella. Cuando lo hizo, apoyó las manos a los lados de su cabeza y descendió hasta que sus cuerpos se tocaron. Tenten gimió un poco más alto que antes.

Neji acercó los labios a su oído.

-Llevo mucho tiempo queriendo tenerte así –dijo. Ella se giró, buscando sus labios, pero él la esquivó, torturándola - ¿Y tú, Tenten? ¿Me deseabas tanto?

Ella murmuró algo. Neji lamió las comisuras de su boca.

-Dilo más alto –dijo, implacable.

-Sí, te deseaba –dijo ella, medio sollozando – Te deseo, Neji.

Su boca atrapó la de ella en un beso brutal. Su cruda necesidad era mejor que todas las palabras de amor del mundo.

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Lee se despertó con una sensación dulce albergada en su pecho. Miró alrededor suyo y se dio cuenta de que estaba sobre Sakura, abrazándola y apoyando la cabeza en su estómago. El yukata se le había subido y notaba el calor candente de sus piernas rodeándole la cintura.

Suspiró apenado y comenzó a levantarse. Al igual que la otra vez, no quería contemplarla al despertar, eso le haría sufrir demasiado. Iba a abandonar el futón cuando notó una mano pequeña agarrándole del tobillo.

-No te vayas –dijo Sakura con voz somnolienta.

Lee la contempló con una sonrisa triste. Ya estaba perdido. ¡No!, se dijo, tengo que dejarle las cosas claras. No podía seguir siendo un mero consuelo físico para ella.

-Sakura-san, escúchame –dijo, arrodillándose frente a ella con la espalda bien erguida y una mirada decidida – Yo sé que estás confundida…

Sakura frunció el ceño.

-…y que yo, para ti, no soy nada importante…

Ella alzó una ceja, perpleja.

-…Entiendo que estés enamorada de Sasuke pero…

Sakura no pudo aguantar en silencio.

-Un momento, Lee-san –interrumpió - ¿De qué estás hablando?

-No tienes que ponerte a la defensiva, tú misma me comunicaste lo que sentías por él, y que me necesitabas…físicamente. Yo estaría dispuesto a ayudarte, pero…

-Yo no estoy enamorada de Sasuke, Lee –dijo ella - ¿Siempre crees que una chica quiere a otro cuando te dice que te necesita? Porque eso es muy retorcido, ¿sabes?

Él parpadeó. Se acercó y la miró fijamente, apoyando la mano en su frente.

-¿Estás segura de que te encuentras bien, Sakura-san? –ella estalló en carcajadas.

-Nunca pensé que sería tan difícil convencerte de que te quiero –dijo, sujetándose el estómago. Lee la miró en silencio durante unos segundos y luego la estrechó con fuerza entre sus brazos. Ella alzó el rostro y le besó con dulzura, eliminando eficientemente cualquier resto de confusión que quedara en su corazón.

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Al día siguiente, tras pasar una jornada sin problemas en el balneario, regresaron a sus casas. Después de todo, en Konoha siempre había trabajo que hacer. Nadie podía saberlo mejor que Tsunade. Tenía entre manos un problema bastante grande de papeleo. Miró al causante de todos sus problemas: Nara Shikamaru.

-¿Me estás diciendo que quieres un permiso para ser ciudadano de la Arena seis meses al año? –le preguntó. Él se encogió de hombros.

-¿Hay algún problema? –dijo. Tsunade meneó la cabeza y suspiró ásperamente.

-No, supongo que no, y mucho menos teniendo en cuenta que todo esto lo haces por la hermana del Kazekage –sonrió satisfecha al ver que se ruborizaba – En fin, rellena estos papeles y envíalos a la Arena. Ella tiene que rellenar estos otros, porque me imagino que Temari también querrá vivir los otros seis meses en la Hoja.

-Sí, algo así me ha dicho –dijo él, fingiendo indiferencia.

-Bueno, aquí tienes. Ahora, desaparece de mi vista.

Shikamaru salió de la torre del Hokage de muy buen humor. Llegó a casa sorprendentemente pronto para tratarse de él. Temari estaba sentada frente a la mesa, leyendo un libro y comiendo galletas de arroz.

-¿Qué te ha dicho? –él agitó los papeles en el aire. Ella sonrió y sacó un periódico.

-¿Has visto algún piso interesante? –preguntó él.

-No, de momento no. Sigo sin saber por qué no podemos vivir con Gaara y Kankurô en la torre del Kazekage –dijo ella, dándole una galleta.

-A lo mejor se les despierta una faceta sobre protectora con respecto a ti cuando me vean entrar. Además, no quiero ser un intruso en la casa de tus hermanos –dijo él, mordiendo la crujiente galleta con determinación.

-Alguien está asustado… -murmuró ella. Él no se molestó en contestar, razón no le faltaba – Mira, creo que este es perfecto: "apartamento soleado en el centro, dos habitaciones, cocina y baño amplios, tercer piso con ático...", eso vendrá genial para que puedas pasarte horas mirando las malditas nubes –dijo ella. Siguió leyendo un poco y torció el gesto – Hay un pequeño inconveniente.

-¿Cuál? –preguntó él.

-"…excelentes vistas a la torre del Kazekage" –Temari le miró, esperanzada.

-Puedo vivir con eso –dijo él antes de ella cayera sobre él lanzando una exclamación de júbilo – Mendokusai…

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Naruto y Hinata subían las escaleras hasta la oficina de la Godaime. Tenían que hablar con ella sobre una misión de la que tenían que encargarse. Al llegar al despacho se dieron cuenta de que Tsunade no estaba. Había dejado una nota clavada en el respaldo de la silla.

-"No puedo más, me tomo una copa y vuelvo" –leyó Naruto - ¡Esa vieja perezosa no sabe lo que es ser un buen Hokage!

Hinata sonrió y se sentó, dando unos golpecitos a la silla de al lado para que Naruto tomara asiento también. Él obedeció, pero no aguantó mucho rato en silencio.

-Ano-sa, ano-sa –dijo - ¿por qué no aprovechamos el tiempo, Hinata-chan?

Ella se ruborizó al ver la sonrisa malévola en su cara. ¿Cómo podía pensar en…esas cosas, precisamente en ese momento?

-Pero…es el despacho de la Hokage –dijo, protestando débilmente.

-No te preocupes –dijo él, acercándose más a ella – esta será mi oficina algún día.

La besó ligeramente, pero cuando iba a profundizar el contacto, sonó un golpe fuerte en el armario que tenían a la derecha. Ambos se habían levantado apresuradamente y miraban el mueble con la respiración agitada, como si la misma Tsunade fuera a salir de él. Naruto se acercó y escuchó más movimiento. Abrió la puerta de golpe y se encontró a Neji y Tenten hechos un lío confuso de brazos y piernas, besándose sin parar y haciendo ruidos de satisfacción.

Neji se dio cuenta de que algo no marchaba bien. Abrió los ojos y vio la cara indignada de Naruto. Tenten también le vio y se colocó la ropa a toda velocidad. Neji se tomó un poco más de tiempo.

-¡¿No os da vergüenza?! –gritó Naruto – ¡Revolcándoos como animales en el despacho de la Godaime! ¡Esto no es un hotel por horas!

-Cálmate, Naruto –dijo Neji – No hemos hecho nada que no hubieras hecho tú.

Naruto se ruborizó profundamente, a juego con Hinata.

-Lo que yo hiciera o tuviera intención de hacer no es el tema de esta conversación, estamos discutiendo que habéis MANCILLADO mi futuro lugar de trabajo.

-Ne…Neji-niisan… -murmuró Hinata. El murmullo apagado de su prima afectó a Neji un poco más que la cháchara incesante de Naruto.

Tuvieron que interrumpir la conversación al escuchar el carraspeo irritado de Tsunade, que ya había vuelto de su pequeño descanso, y no de muy buen humor. Los cuatro desearon estar en cualquier otro lugar.

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Chôji había quedado con Ino para salir a tomar algo. Esperaba que el padre de ella no le viera, porque eso hubiera complicado las cosas. Normalmente los padres eran muy protectores con sus hijas, y no parecía que el de Ino fuera una excepción.

Ella salió silbando y se acercó a Chôji. Él percibió el aroma a mimosas de la colonia que se acababa de echar.

-¿Dónde quieres que vayamos? –preguntó ella, cogiéndole de la mano – Me muero de hambre, así que piensa deprisa.

-¿Te apetece un poco de yakisoba? –dijo él. Caminaban por una calle poco concurrida en dirección a algún puesto ambulante de fideos. Un par de chicos vieron a Ino y se acercaron, silbándola.

-Oye, guapa, ¿por qué no dejas a ese gordo y te vienes con nosotros? –dijeron.

Chôji percibió las malas vibraciones y se puso tenso. Ino tenía una expresión de furia en ebullición pintada en la cara. Se giró hacia los chavales con el puño alzado.

-¡¡¡NO ESTÁ GORDO, TIENE LOS HUESOS GRANDES!!! ¡¡¡UOOOOO, VIVAN LOS CHICOS DE HUESOS GRANDES!!!

Los otros salieron espantados. Ino resoplaba todavía, pero se calmó al ver el rostro de Chôji inundado de orgullo.

-No podía dejar que se metieran con mi novio –dijo, agarrándole el brazo con decisión.

OWARIIIIII TT

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Se acabó... Bueno, este fic lo escribí hace tiempo, y ahora que lo he releído, no he parado de ver defectos... Me siento muy avergonzada, pero espero que sea digno de los lectores... Reviews, please.