Capítulo 3

Al cabo de dos días, Vegeta tuvo permiso del médico para seguir con sus entrenamientos. Realmente no necesitaba permiso de nadie, pero quería estar completamente seguro de que se encontraba bien para hacer el último esfuerzo y enfrentarse a los androides. Bulma no había ido a verlo en todo ese tiempo y estaba bastante extrañado por ese comportamiento tan atípico en ella. "No es que me importe, pero me parece muy raro", pensaba. Mientras estaba en la enfermería había tenido demasiado tiempo para pensar. Había meditado mucho en Goku, en la cara de imbécil que se le quedaría cuando le viera convertido en supersayano a él también, en la manera en que lo eliminaría cuando acabara él solo con los androides. Y también había pensado en Bulma, en que no sabía cómo había sido capaz de enredarse con una simple terrícola. A fin de cuentas había sido sólo una diversión pasajera que había durado demasiado tiempo, que se tenía que terminar y que sólo le había traído complicaciones. No paraba de repetírselo una y otra vez. Se había quedado en la tierra para poder luchar contra Goku y cuando eso ocurriera se marcharía bien lejos a otro planeta, a seguir con la vida que había llevado hasta antes de poner un pie en la maldita Tierra, ni Bulma ni el bebé podían hacerle cambiar de opinión. Si ella había pensado en otra cosa era problema suyo. No obstante, le extrañaba demasiado el recibimiento que había recibido cuando llegó y el que no hubiera puesto un pie en la enfermería para verlo. Si mal no recordaba, una vez que explotó la máquina de gravedad, se había quedado toda la noche velándolo, aunque en ese momento ella todavía anduviera con el payaso de Yamcha.

Fue a verla, quería ver el bebé para comprobar que realmente era suyo. Aunque estaba en contra de la mezcla de razas, tenía curiosidad por saber si era efectiva, pues no podía negar que el hijo de Goku era fuerte, bastante más de lo que se hubiera imaginado.

Encontró a Bulma en la cocina, dando de comer al pequeño. Ella se sorprendió al verlo, pero supo disimular muy bien y aparentó que no había nadie más que ella y el bebé en el lugar.

-¿Ése es mi hijo? –preguntó Vegeta señalando a Trunks. Bulma siguió a lo suyo-. Te he hecho una pregunta, contesta.

-Sí, biológicamente. En la práctica, no tiene ningún padre –contestó al fin. Vegeta torció el gesto.

-Veo que no tiene cola –señaló Vegeta receloso.

-¿No pensarías que iba a permitir que un hijo MIO fuera por ahí con una cola de mono? –replicó ella mordazmente, sabiendo que eso irritaría a Vegeta.

-Entonces¿se la has cortado?

-Por supuesto.

-Déjame verlo –y sin esperar el consentimiento de Bulma, prácticamente se lo arrancó de los brazos y lo alzó frente a él, inspeccionándolo-. No tiene el pelo negro y los ojos los tiene como tú, eso no es típico de un sayano, pero no puedo negar que no sea hijo mío, es demasiado fuerte como para que sea hijo de un terrícola aun siendo tan pequeño.

-¿Pero qué te habías creído¿Que soy una fulana que se va con cualquiera? –Bulma ya no pudo aguantar más su ira, Trunks empezó a llorar y Vegeta no sabía lo que hacer con él, con lo que Bulma se lo quitó-. ¡Mira lo que has hecho!

Y se fue como un huracán de allí, dejando a Vegeta plantado como una estatua. No había podido reaccionar, pero cuando lo hizo salió disparado tras ella dispuesto a cantarla las cuarenta por la forma de tratarle, la culpa había sido suya por ponerse a gritar como una histérica. Pero al llegar a la habitación, la escena que presenció volvió a dejarlo paralizado: Bulma estaba llorando, abrazada al niño, acunándolo para que se calmara y diciéndole cosas, cosas sobre él.

-Es un desagradecido y un malnacido, no te mereces un padre así, no señor. No quiero que crezcas al lado de un ser tan cruel, no le importa nada ni nadie, ya te lo he dicho antes y ya has podido comprobarlo tú mismo. Sólo quiere sus puños, no necesita nada más y lo mejor es que se largue de aquí cuanto antes y así no podrá hacernos más daño. Pero todo pasará pronto, tanto si ganan los muchachos como si lo hacen los androides o se larga o le matan. Ya falta poco, muy poco...

Por fin Trunks se durmió y Bulma lo acostó en su cunita, lo arropó y se quedó contemplándolo un rato, mientras unas lágrimas silenciosas caían por sus mejillas.

-Yo te protegeré –le decía al recién dormido Trunks-. No sé cómo pero si todo sale mal, te prometo que te protegeré.

Bulma se giró para ir en busca de Vegeta a la vez que se limpiaba las lágrimas y cuando alzó la vista, por fin lo vió, inmóvil y con una extraña expresión en el rostro. Sin duda había oído lo que había dicho sobre él, pero no la importó lo más mínimo, todo lo contrario, así se ahorraría un esfuerzo en dale explicaciones de los motivos por los que iba a echarlo de la casa.

-Ven abajo, por favor –pidió ella con la voz aún temblorosa-, no quiero despertarlo.

Vegeta no contestó ni se apreció cambio alguno en él, sólo se limitó a seguirla camino del salón. Una vez allí se sentó en el sofá e invitó a Vegeta a que hiciera lo mismo, aceptó la invitación y esperó a que ella comenzara a hablar, interrogándola con la mirada.

-Supongo que has oído todo lo que he dicho.

-Supones bien.

-Entonces comprenderás por qué no puedes quedarte más aquí.

-Ya sabes que nunca te prometí nada, la verdad es que no sé por qué te pones así.

-Pues es tan sencillo como que nadie puede elegir de quién se enamora y para mi desgracia lo estoy como una tonta, no te pido que lo entiendas. Es cierto que me lo advertiste y yo sabía los riesgos que corría pero no quiero que me hagas más daño. Dentro de lo que cabe, estaba bien hasta antes de que llegaras.

-Yo no...

-Sí, tú si –interrumpió-. Me haces daño sólo con saber que estas cerca. Por favor, no lo hagas más difícil de lo que es para mí. La nave ya está completamente arreglada y dentro tienes un traje de combate nuevo que he diseñado mientras estabas fuera. Llévatelo, que no te importe nada.

-Si eso es lo que quieres... es tu casa y estás en perfecto derecho de aceptar en ella a quien te de la gana y si no soy bien recibido no volveré nunca más. Quizá sea cierto que no entiendo los sentimientos de los terrícolas, pero lo que sí se es que me fui al espacio a entrenar porque en la Tierra, en esta casa, contigo, me era imposible concentrarme lo suficiente para lograr mis propósitos.

-¿Te fuiste por mi culpa? –preguntó incrédula ante aquel misterioso ataque de sinceridad, tan infrecuentes en él-. ¿Por qué?

-Porque no dejaba de pensar en ti –la verdad era que Vegeta, al ir contando todo eso, sentía que se liberaba de un gran peso y no le costaba decirlo tanto como hubiera pensado-. En ti y en lo hacíamos por la noche, después de los entrenamientos.

-¿Eso era todo lo que querías de mi? –Bulma volvió a irritarse.

-No lo entiendes. Ni yo mismo lo entiendo tampoco muy bien, pero te aseguro que nunca antes me había pasado nada igual. Por explicártelo de algún modo, es algo parecido a que la primera vez que llegué fue para destruir la Tierra, pero ahora me siento cómodo en ella, es un buen sitio para vivir.

-¿Me estás diciendo entonces que te sientes cómodo conmigo?

-Si y no. Es eso y algo más que no se lo que es. Tú siempre has estado a mi lado pese a que muchas de las cosas que he dicho o hecho no eran precisamente agradables y de un modo u otro te admiro, ya te lo dije una vez.

-Si, me acuerdo, pero de todos modos esto que me estás diciendo no cambia el problema principal, que es tu actitud. Con todo esto lo único que me estás demostrando es que sientes algo por mí que ni tú sabes lo que es, porque no creo que me equivoque al decir que nunca antes habías sentido nada parecido por otra persona, ya sea amistad, gratitud o amor. Sólo había odio y rencor. Lo único que ahora puedo decirte es que cuando sepas lo que es, podrás volver. Ya sabes lo que yo siento, te quiero pero de este modo no puedo estar contigo. Si tenemos tiempo, te esperaré, pero mientras tanto es mejor que no nos veamos más, lo siento.

-Yo también lo siento.

Vegeta se levantó del sofá y se dirigió a la puerta, para irse. No sabía dónde, pero con la nave podría encontrar algún sitio en el que poder completar el entrenamiento. No se marcharía de la Tierra, de eso estaba seguro, pues ya faltaba muy poco para el día de la cita con los androides. En el último momento, Bulma lo llamó.

-Sólo una cosa más –Vegeta se volvió para mirarla-. ¿Lograste lo que te proponías?

Vegeta sonrió y, como una imagen vale más que mil palabras, se transformó en supersayano. Bulma le devolvió la sonrisa, con lo que ambos quedaron tristes, pero satisfechos. Volvió a su estado normal y entonces sí que se marchó.

- Ha dado un pequeño paso, no hay que perder la esperanza, o eso dicen, pero si todo sale bien, nada me haría más ilusión –dijo por último Bulma antes de subir a ver cómo se encontraba el bebé.