Capítulo 1

Hacía ya cinco meses que Vegeta se había marchado y Bulma se encontraba en su habitación, contemplando las estrellas mientras acariciaba su ya abultado vientre. Estaba hablando a su bebé, aunque más bien lo hacía para sí misma, intentando reafirmarse en sus ideas respecto a lo que la estaba pasando, sobre el bebé, sobre el padre del bebé y sobre ella misma.

-Trunks, no te preocupes –decía-. Aunque te falte un padre, no te va a faltar nada más, te lo prometo. Yo te daré todo el cariño que necesitas por los dos. Ya verás como vamos a ser felices juntos, no necesitamos a nadie más, y menos a un desgraciado como Vegeta. No piensa en nada más que en sí mismo y en matar, no te conviene tener un padre como ese...

Fue interrumpida en sus cavilaciones por el sonido del timbre. ¿Quién podría ser a esas horas? Bajó a averiguarlo. Se paró en seco al final de las escaleras, en la puerta (que había abierto su madre) se encontraba Yamcha.

-Hola cielo –saludó su madre-. Mira quién ha venido a verte, hacía mucho tiempo que no le veíamos por aquí.

-Hola Yamcha –dijo ella-. Es verdad, hace mucho que no vienes por aquí¿dónde te habías metido?

-He estado entrenando –contestó el muchacho-. Acabo de regresar a la ciudad, y como pasaba cerca de aquí he pasado a saludarte, a ver qué tal estabas... y ya veo que estás bastante cambiada.

-¿Lo dices por la barriga? Pasa, no te quedes pasmado en la puerta. Mamá, tráenos algo para beber, por favor.

-Si claro, como no –la mujer se marchó dejándolos solos mientras ellos se dirigían a la salita de estar.

-¿Puedo preguntarte por...? –inquirió Yamcha, señalando la barriga de Bulma.

-Es de Vegeta –dijo solamente.

-Pero creí que se había ido...

-Si, se fue. Unos días antes de que te viera la última vez. Decía que necesitaba entrenar como Goku, para llegar a convertirse en supersayano, ya sabes.

-¿Y sabía que estabas embarazada cuando se fue?

-Si, se lo dije el día antes de que se fuera.

-¿Y aún sabiéndolo fue capaz de irse y dejarte aquí sola? No tiene perdón, no es más que un egoísta y...

-Ya vale, déjalo. No sirve de nada que te indignes, eso no va a cambiar nada.

-No, pero... Si hubiera sido yo el padre, no te hubiera dejado pasar el embarazo sola.

-Muchas gracias por tu preocupación, Yamcha. Pero no pasa nada, tampoco lo necesitamos –dijo ella mientras miraba a lo que sería su futuro bebé.

-Pero un niño siempre va a necesitar un padre, Bulma, lo sabes. Si tú quieres yo podría serlo... a mi no me importa.

-Lo sé, pero gracias de todos modos. Eres un buen amigo. Pero creo que voy a criarlo yo sola, tú tampoco serías el padre ideal. No es por nada, pero todavía sigo pensando que eres inmaduro. Pero basta ya de hablar de esto, dime qué has estado haciendo, dónde has estado...

Yamcha le contó que había estado entrenando muy duro. Primero en el desierto y luego en casa del maestro Muntenroshi, con Krilín. También había ido a ver a Tenshinhan y a Chaoz. Finalmente había vuelto a la ciudad, convencido de que ya no podía hacer nada más por sus entrenamientos, había llegado a su límite. Bulma, por su parte, le contó todo lo que estaba pasando con el embarazo, lo que le había comprado, los juguetes nuevos que su padre había inventado y tras una larga conversación, por fin se despidieron, no sin antes Yamcha insistir con el tema del padre del bebé.

-De verdad Bulma –dijo él-. A mí no me importa hacerme cargo, yo todavía te quiero...

-Lo sé –contestó ella, poniendo cara de resignación-. Pero no. Yo sola puedo con ello y junto con mis padres, no creo que le falte de nada. Hasta pronto, Yamcha.

-Hasta pronto, Bulma.

Ella lo observó alejarse por el jardín. Yamcha era un encanto al ofrecerse como padre del niño, pero no era lo que ella quería. Lo que quería estaba lejos, muy lejos, perdido por el universo. Vegeta no era tan mal tipo después de todo, ella había sacado su lado, digamos que tierno, aunque esa no era la palabra, no sabía definirlo bien, y aunque le costara reconocerlo era a él a quién quería.

Subió a su habitación mientras pensaba en esto, había sido una noche larga y ya era hora de dormir, estaba agotada y por la mañana tenía que ponerse a trabajar. Antes de meterse en la cama, dirigió una última mirada a las estrellas.

Mientras tanto, en un planeta lejano a la tierra, una inmensa luz seguida de un grito de rabia iluminó por unos momentos la oscuridad en la que se encontraba dicho planeta. Era un grito lleno de rabia, de odio, de ira, pero junto con estos sentimientos también había satisfacción, la satisfacción de haber logrado lo que tanto tiempo había estado buscando. Vegeta por fin se había convertido en un supersayano, como Goku. Ahora por fin podía demostrar quién era el más fuerte del universo.

Se calmó, el esfuerzo le había agotado y se paró a pensar en los motivos por los que al fin lo había logrado. Estaba pensando en esa estúpida terrícola que iba a darle un hijo, o por lo menos eso es lo que ella decía. Tenía que haberla matado hace mucho tiempo, desde la primera vez que la vio en Namek, pero no había sido capaz. Luego en la Tierra cuando fueron transportados por el dragón sagrado tampoco pudo eliminarla. Era su única compañía y la única que le trataba bien por decirlo de alguna manera en todo el tiempo que estuvo allí. Le gustaba tenerla cerca para hablar o discutir con ella, le gustaba hacerla de rabiar o simplemente mirarla. ¿Por qué ella¿Por qué tuvo que cruzarse en su camino? Al principio se engañaba a sí mismo diciendo que la necesitaba viva por la cámara de gravedad y los robots de entrenamiento, aunque en realidad más que ella era su padre quien mantenía los aparatos en buen estado de funcionamiento, pero aún así no le parecía bien matarla a ella o a sus padres, si lo hacia no tendría todo lo que necesitaba. Pero luego empezó a sentir algo cada vez que la veía. Volvió a decirse que era normal, pues hacía mucho tiempo que no había estado con una mujer y todo hombre tiene necesidades fisiológicas que de vez en cuando se tenían que satisfacer y ella era la única mujer que estaba cerca. El problema entonces era que ella tenía un novio, aunque fuera un patán y se le pasaban unas ideas de cómo volver a matarle cada vez que los veía juntos, y no le hacía el menor caso, sólo se dirigía a él para discutir por las estupideces de siempre: que si lo rompe todo, que si come demasiado... Pero se había propuesto conseguirla como fuera y así lo hizo. Después de muchos quebraderos de cabeza y varias trampas dispuestas por ella misma, al final la pudo hacer suya. Era deseo, sólo eso, se repetía una y otra vez los días siguientes a la primera noche que estuvo con ella, pero notaba que había algo más, la necesidad de tenerla cerca, de oler su perfume, de mirar esos ojos no disminuía, sino que se hacía mayor conforme pasaban las noches en su habitación. Por ese motivo había decidido marcharse a entrenar al espacio. Con la máquina de gravedad no tenía ninguna necesidad real de irse, pero no podía estar en el mismo lugar que ella y no pensar, tenía que sacarla de su cabeza como fuera y creyó que esa era la mejor manera para lograrlo pues dificultaba sus entrenamientos. En el momento en que decidió que tenía que largarse de allí cuanto antes, se lo contó a ella, pero la noticia que traía ella fue más impactante para él que cualquier otra que le hubieran dado antes: esperaba un hijo de él.

No obstante y pese a todas las amenazas de Bulma se marchó. En el espacio aprendería a olvidar, a ella y al bebé que esperaba. Ni mucho menos estaba preparado para ser padre, no por lo menos en el sentido en que ella podía entenderlo. Él no era así, no era como ella esperaba que fuera, él no era un terrícola. Era el príncipe de los sayanos, no tenía piedad de nadie y podía destruir un planeta con un solo dedo si así lo deseaba. ¿Cómo había sido capaz de atarse a una persona de esa manera? Si, esa era la palabra que mejor lo definía, se había atado a Bulma de alguna manera, no sabía cómo ni en qué momento pero se había creado un vínculo muy especial entre ellos. Eso era una muestra de debilidad, así lo sentía él y era algo que lo irritaba mucho. Ahora tenía un punto débil del que no podía (o quería) deshacerse. No podía parar de pensar en cómo se sentiría si ella estuviera en peligro, si ya no estuviera cerca de él, con otro hombre o que estuviera muerta y esos sentimientos eran nuevos para el. Unos sentimientos que jamás hubiera querido tener pues le hacían débil.

Pensando en esto fue como pudo lograr ser un supersayano¿Cómo iba a ser mejor que Goku teniendo esa debilidad¿Cómo iba a poder derrotarlo entonces¿Y el majadero ese que advirtió a todos sobre los androides, que además también podía convertirse en supersayano? Y entonces sucedió. Toda la ira contenida estalló, haciendo que Vegeta se transformara. Había logrado lo más difícil, ahora necesitaba perfeccionarlo, transformarse a voluntad.