Hermione invocó todas sus fuerzas para correr y enfrentar a su peor enemigo
Me encontraba a la mitad de un bloqueo temporal, pensando en la mejor forma de hilar los hechos que a continuación leerán. Dentro de mi desesperación encontré una chispa, proporcionada por una pregunta de Kris Hart: ¿De dónde había sacado los versos de E.A. Poe? Simple, pensé, tenía los versos escritos en una libreta, luego de habérmelos encontrado en un libro. Yo pensaba que eran los únicos de éste poema. Busqué una liga en Internet, con los trabajos completos de este autor tan querido mío, y me di cuenta de que me faltaban tres párrafos. Al leerlos, supe lo que tenía que hacer. La inspiración volvió sola, y todo gracias a esa guía involuntaria e inconsciente. ¡Gracias, Kris!
He tardado un año en publicar el segundo capítulo por una razón: No tenía las fuerzas para sentarme a relatar en una historia, simbólicamente, lo que pasó en un instante real. Siento el final en el sentido de que este es un capítulo cerrado de mi vida.
Erúnamo: Miles de palabras nunca podrán describir todo lo que hiciste por mí, ni todo lo que significaste. Te quedas en mi corazón como un hermoso recuerdo, las mejores lecciones y quizá el pasado más fuerte que me queda. Te quiero, como parte de mí, pero por el bien de ambos has de permanecer donde estás ahora, en mi pasado…
Pre-Reliquias de la Muerte / Deathly Hallows
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Volverás a saber
Segunda y última parte
It is not that my founts of bliss
Are gushing- strange! with tears-
Or that the thrill of a single kiss
Hath palsied many years-
'Tis not that the flowers of twenty springs
Which have wither'd as they rose
Lie dead on my heart-strings
With the weight of an age of snows.
Not that the grass- O! may it thrive!
On my grave is growing or grown-
But that, while I am dead yet alive
I cannot be, lady, alone.
(No es que mis fuentes de alegría
Estén hirvientes-¡qué extraño! De lágrimas-
O que la emoción de un simple beso
Haya paralizado muchos años-
No es que las flores de veinte primaveras,
Que se han marchitado mientras se erguían
Yazcan muertas en las fibras de mi corazón
Con el peso de una era de nevadas.
No que el pasto-¡Oh! ¡Que florezca!
Sobre mi tumba esté creciendo o haya crecido-
Sino que, mientras estoy muerto, aún vivo,
No puedo estar, señora, solo.)
……………
Hermione regresó a su habitación y tomó las libretas en las que solía anotar todas sus ideas para las batallas. Las colocó junto a su abrigo, para entregarlas al salir del escondite. Se calzó las botas de piel que había comprado para enterrar los pies en el fango en las peleas. Se cambió por un par de pantalones de color gris, y un suéter de color negro. Recogió su cabello en una ordenada trenza. Su cabello rizado y rebelde sería lo primero que los mortífagos reconocerían si la vieran.
Se miró en el espejo y talló sus mejillas con las palmas de sus manos. Era una actitud muy tranquila para lo que estaba a punto de hacer. Su pecho se henchía de sabor a venganza y a gloria fácil. Y abrazando ese sentimiento se puso el abrigo, guardando la varita en el bolsillo derecho. Salió de la habitación.
En el camino a la puerta principal recibió despedidas en silencio. Nadie salvo Harry estaba de acuerdo con que fuese sola. Luna la esperaba junto a la puerta, con sus grandes ojos bien abiertos de miedo. Hermione le entregó las libretas.
-Ahora tú estás a cargo.
Ella era la única capaz de confiar en sus locuras. Si Hermione Granger no sobrevivía a su cometido, al menos sus ideas vivirían para ser puestas en práctica.
……………
Draco entrelazó los dedos mientras apoyaba los codos sobre sus rodillas. Los mortífagos habían pasado meses en ese edificio viejo y abandonado, recibiendo órdenes de él únicamente. Lord Voldemort estaba recluido en alguna parte del mundo que se había negado a revelar. Echó los hombros hacia atrás para liberar un poco de la tensión que se había acumulado en ellos desde que recibió la orden de comandar a todos los seguidores del Innombrable que quedaban vivos. No era un escenario agradable. A decir verdad, había cosas mucho más agradables que aquella, como caer de cabeza desde un precipicio, o ser apuñalado por la espalda por alguien que no conocía.
En vez de esas fantasías, que en la fatalidad de su situación le parecían tan tentadoras, tenía que soportar las miradas frías de aquellas personas que lo veían siempre hacia abajo, a pesar de obedecerlo. Respiró profundo. Nadie le había advertido que pasaría su vigésimo cumpleaños cuidándose la espalda de aquellos a quienes creía conocer desde el colegio. La idea de que un niño hubiese obtenido el puesto que todos deseaban no les cabía en la cabeza.
Lo que todos ignoraban era que él no lo había pedido, ni buscado, ni querido.
Y sin embargo ahí estaba, observando la máscara blanca que yacía inmóvil sobre la vieja mesa de pino, y la capucha cayéndole sobre los ojos. Introdujo una de sus manos en la manga izquierda para acariciar la cicatriz de su Marca. A veces aliviaba el dolor de su alma, pues era el único punto en el que estaba realmente conectado con ella. Allí y en sus labios cuando habían besado a la bruja que no podía sacarse de la cabeza.
Al soltar el aire de sus pulmones observó el rastro casi invisible del vaho en la habitación. El frío lo mantenía despierto y alerta. Además, quería acostumbrarse al frío de su tumba lo antes posible. Uno nunca estaba lo suficientemente preparado.
Al cerrar los ojos e inclinar la cabeza, pensó.
Quizá las señas no habían sido bastante claras. Quizá debería haber considerado a sus oponentes como individuos un poco más inteligentes. Por todo lo que sabía, espías del otro bando habían estado visitando sus instalaciones. Él los había visto un par de veces, pero pretendió no hacerlo. Dio órdenes de no eliminar a nadie a menos que usara magia. Los espías no lo habían hecho. Seguramente obra de Granger. Curiosamente, estaba actuando justo como quería que actuara. Ahora sólo le quedaba esperar.
Dudaba qué hacer cuando la viera. Si se aparecía todo el ejército, los mataría a todos, ella incluida. Y lo más probable es que no se sintiera culpable por ello. Al menos en el otro mundo tendrían una oportunidad. O eso esperaba.
Cuando pensaba en ella no podía evitar recordar los encuentros en los pasillos oscuros del castillo que alguna vez fue su hogar la mayor parte del año. Sus palabras de odio la última vez que la vio allí todavía no se borraban de su mente. Sólo le provocaban tomarla entre sus brazos y nunca dejarla ir.
¿Por qué ella?
Esa era una pregunta que se hacía a menudo. Quizá porque tenía el cerebro suficiente para ser una compañera adecuada para él. O tal vez porque era la única que suponía un reto. De todas las brujas que había conocido, solo ella hacía justicia a la sangre mágica. Irónico que fuera una Sangre Sucia. Si nunca hubiese sabido ese detalle, seguro se las habría arreglado para fraternizar con ella antes.
Fraternizar, ¡qué extraño término para denominar un sentimiento imposible en él! Fraternizar era conversar e intercambiar opiniones, abrir debates, trabajar en equipo, buscar soluciones nuevas a problemas inconclusos. Compartir una comida, caminar sin rumbo sólo para alargar la conversación. Eso no era precisamente lo que Draco Malfoy hacía cuando la tenía cerca. Y ciertamente no era lo que quería hacer cuando volviera a verla.
Oh, para ella tenía preparada una sorpresa especial. Algo que nunca podría prever. Le daría el duelo de su vida. Y… de su muerte también.
……………
Hermione subió al tranvía con el rostro serio. Un par de muggles la miraron con curiosidad, y le lanzaron piropos al verla pasar. Ella los miró directo a los ojos y callaron. Parecía no pertenecer a este mundo.
Miró fuera de la ventana, como solía hacer cuando las tenía cerca. Seguía jugando con la fantasía de encontrar cierto rostro del otro lado del cristal, el semblante serio, las manos dentro de los bolsillos de su abrigo, esperándola a que bajara de su transporte para llevarla a donde nada de lo que vivían los alcanzara. Bajó la mirada hacia sus manos. Le hacía falta sentir calor ajeno en ellas. Sus dedos extrañaban presionar su piel pálida.
Se preguntó porqué no lo habría hecho más seguido cuando había tenido la oportunidad. Al besarlo en los pasillos, por ejemplo. Cuando fingió (o eso quería creer ella) estar borracho para dejársele ir encima.
Hermione había procurado no detenerse a pensar demasiado en lo que había ocurrido esa noche, y las siguientes, cuando lo encontraba, casualmente en los corredores, las miradas intercambiadas, las respiraciones contenidas. Aún sin decirse nada, las cosas quedaban claras. Ninguno de los dos se atrevía a hablar. Con el tiempo, la distancia física los separó, y la diferencia de bandos terminó por apartarlos del camino en el que alguna vez habrían podido estar juntos.
En el mundo del hubiera, y para deleite de quienes soñaban despiertos, aquello habría podido ser algo más que un recuerdo en la penumbra.
Introdujo la mano derecha en el bolsillo del abrigo, y acarició el mango de la varita con aprehensión. Siempre existía la posibilidad de borrarlo del mundo para olvidarlo.
……………
Con frecuencia Draco recordaba las ocasiones en que las cosas habían sido más o menos normales entre ellos. Llamando normal a poder abrazarla y besarla. A decir verdad, no eran una pareja común.
Si hubiese sido un muggle, habría comentado que veía su pasado pasar frente a él, como las escenas de una película. Pero como él no lo era, pensaba que una nube platinada tras otra le traían las imágenes de sus momentos juntos. Volvió su mirada interior al primer encuentro, el primer mensaje, las veces que la había hecho llorar y, sí, también las veces en que él se había comportado inaceptablemente sensible. Luego aquella despedida en el invernadero. Aquella batalla en primavera…
Draco intentó mover los dedos de sus manos para asegurarse de que aún respondían. Los necesitaría para defenderse y atacar a tiempo. Estiró el cuello y aclaró la garganta un par de veces. Respiró profundo y soltó el aire tratando de liberar su cerebro en el suspiro. Su corazón la sentía; estaba cerca.
Se preguntó, ¿estaría lista para hacer lo que debía hacer? ¿Estaría listo él? Si uno de los dos fallaba, ¿qué ocurriría? Maldito efecto mariposa, pensó. Era obvio que había en juego más que una simple riña amorosa.
Hermione invocó todas sus fuerzas cuando lo divisó entre una maraña de uniformes y túnicas negras. Corrió en línea recta hacia él, apartando de su camino un par de mortífagos que tuvieron la mala suerte de cruzarse con ella. Una hemorragia interna atravesaba ahora sus estómagos, pequeño truco aprendido en las noches de práctica con las ratas que encontraba en los jardines de la escuela.
Y tenía ¡tantas ganas de usarlo contra él! Contra quien le había imposibilitado la vida desde que se conocieron. Aquel que rondaba sus pesadillas y se le aparecía en los pasillos, aún cuando hubiese huido del castillo. Aquel cuyo espíritu se adhería a sus huesos como si fuera un alma en pena tratando de hacerse escuchar.
Por fin estaba frente a ella, con esa cara arrogante sin haber cambiado un ápice, cubierta en sudor, con manchas de sangre. ¿Hasta cuándo perdería el orgullo necesario para mantener esa expresión?
Le había jurado amarla una vez, hacía años. Le había prometido nunca dejarla sola.
¿Cuánto más aguantar sus mentiras?
Lo había esperado en silencio, pacientemente, hasta que dejó claro que no le importaba nadie más que sí mismo. Lo había soñado cada noche. Lo había imaginado junto a ella al mirarse en el espejo.
¿Cuánto más tenerlo acechando sus sueños, sus pasos?
Tragó saliva y saltó hacia él sin pensarlo dos veces. Levantó la varita y lanzó un grito de guerra, pero no dijo ningún hechizo.
Draco se dio la vuelta justo al escucharla, con el tiempo medido para detener su brazo armado con el suyo propio, tomándola por la muñeca y atrayéndola hacia sí. Ella pudo sentir su aliento cálido de aroma ferroso a sangre ajena mientras veía con desprecio y furia la sonrisa sardónica que le dirigía. Apenas un parpadeo después, y ya estaban en ningún lugar.
Hermione se soltó de golpe, mirando a su alrededor, tratando de ubicarse.
-¿No podías enfrentarme con tanta amenaza junto, Malfoy?-trató de ganar tiempo.
Levantó nuevamente la varita.
-Sólo quería un lugar más tranquilo para matarte.
Hermione rió. No sabía de diálogos en una batalla desde que leyó a Shakespeare.
-No vas a matarme. Ya lo habrías hecho.
-Tú también.
Era cierto. ¿Qué hacía ahí, parada, sin hechizar a nadie? Había algo en los ojos de Draco que le impedían quitarles el brillo para siempre. ¿Lástima?
Hermione se acercó a él, y cambiando de mano la varita, alzó la diestra y la arrojó contra la mejilla de Draco. Una bofetada limpia, como siempre se las había propinado, incluso llegó a hacerlo girar la cabeza hacia un lado. La pálida piel de Draco pronto se tornó rosa, sin que se pudiera distinguir si era vergüenza, ira o el mismo golpe.
-¡Eres un idiota!-le espetó, saliva salpicándole en la cara; el mago se mantuvo silencioso, sin sostenerle la mirada- Después de todo lo que prometiste, ¡después de todo lo que me juraste! Simplemente te diste la vuelta y te fuiste, sin decir adiós, sin explicar nada, sin mirar atrás, ¡me dejaste! ¿Qué se suponía que hiciera, rodeada de gente que confiaba en mí, y yo traicionándolos cada día por tu culpa?
-Yo no te pedí que hicieras todo eso…
-¡No me vengas con tu palabrería!
Draco giró entonces su cabeza, devolviéndola al frente, dedicándole a Hermione una de las miradas más venenosas que podía lanzar.
-Palabrería la que tú me dedicaste por años, asegurándome que no te importaba mantener todo en secreto. Debí imaginar que tus promesas eran aún más falsas que las mías, Granger. Volví de la guarida de los mortífagos sólo para verte. Sólo para poder abrazarte, ¿y cómo respondiste a eso?-La tomó por las muñecas y la hizo soltar la varita; avanzaron hacia una de las paredes de la caverna; Hermione caminaba hacia atrás-Me llamaste un mentiroso. Un cretino. Despreciaste todo el esfuerzo que yo hubiese podido hacer. Puse en riesgo mi vida sólo por un minuto de tu compañía, sólo por una sonrisa tuya.
Después de pocos pasos más, la tenía contra la pared. Se sumergió en los ojos color chocolate que lo amenazaban con matarlo, y sonrió fríamente ante ese pequeño detalle. Todo era amor y odio en un mismo lugar. Ellos nunca pudieron ser de otra forma.
No podían vivir juntos. Tampoco podían vivir lejos uno del otro. Estar separados era lenta tortura. Verse a la cara era querer matarse. ¿Cómo podrían haber tenido una oportunidad? Jamás.
Alzó la varita y con la punta acarició los labios de Hermione, sintiendo su temblor ante la expectativa. La brillante bruja jamás consideró que podría morir ese mismo día.
-Hazlo de una vez, Malfoy. Acaba con esto.
Draco sonrió nuevamente, sus facciones afiladas dándole un aire de vampiro.
-Todavía no, Granger. Todavía podemos bailar un poco más, ¿no te gustaría?-Hermione no se relajó aunque sabía que Draco no se atrevería a matarla así como así-Todavía podemos escondernos, y volver a encontrarnos, aunque sea una última vez…
Apartó la varita del medio y acarició el rostro de Hermione con los labios. Ella cerró los ojos y olvidó que estaba en una batalla, que la vida de aquellos que la querían estaba en peligro, y que se estaba dejando llevar, nuevamente, por su peor enemigo y único amor, al estado mental en que se convertía en su marioneta.
-No te comprendo-dijo ella con sinceridad-. No entiendo una maldita palabra de lo que dices.
-Quizá-respondió antes de besarla fugazmente- es porque no debes hacerlo. Tomémonos un minuto sin intelecto, ¿quieres?
Y su deseo se cumplió.
A pesar de que a Hermione la acecharan las preguntas revoloteando sobre su cabeza, las mantuvo a raya para entregarse a una de esas raras demostraciones físicas de afecto a las que Draco era adicto. A ambos les faltaba el aire, pero se rehusaban a respirar por no tener que separarse un instante. Los aromas se confundieron y la luz se disipó. En el centro de la oscuridad fueron libres, y ambos pudieron ver en el otro lo que nadie más alcanzaba a percibir: Cuánto se amaban.
-Granger, presta atención-ella negó con la cabeza y lo atrajo nuevamente hacia sí-. Granger…-insitió. Ella volvió a hacerse de oídos sordos; Draco la tomó por los hombros y se separó bruscamente de ella.
-¿Qué ocurre? Dijiste que olvidara el intelecto. Lo olvidé. Lo olvidé todo, por ti…-quiso volver a acercarse, pero él no la dejó.
Confundida, lo miró a los ojos. Estaban secos; como si toda la humanidad se le hubiera agotado en aquel beso a oscuras. Ella supo que algo estaba mal.
Su rostro desfiguró aquel de una enamorada adolescente y se transformó en una guerrera. Sus ojos se ensombrecieron, la piel perdió el color del calor, y sus músculos se tensaron.
-Eres una bruja excelente, ¿lo sabías?
-Ah, de modo que me has traído hasta aquí para decirme eso…
Él la ignoró.
-No sé cuándo vaya a ser, ni en qué circunstancias…, pero cuando el momento llegué, serás tú quien me mate, ¿entiendes?
-No-dijo tan secamente como pudo.
-No importa-apretó sus manos, tomando sus hombros más firmemente, sin querer dejarla ir-. Lo entenderás cuando debas hacerlo.
-¿Por qué yo?
El mago desvió su mirada, y su mirada cambió. Sus pupilas estaban tan brillantes, y el gris de sus ojos tan nítido, que parecían iluminar el lugar.
-Porque sólo tú eres lo suficientemente lista como para no dejar que yo te mate primero.
Hermione abrió los ojos, incrédula. Aquella era la petición más estúpida que le había hecho. Aún más imposible de llevar a cabo que escapar de la guerra y encontrarse con él en una población recóndita donde nadie los reconociera. Por un momento le fallaron las rodillas. Era cierto que la violencia entre ellos era frecuente cuando se encontraban juntos pero, ¿la muerte? ¿El asesinato?
Levantó sus brazos y se aferró a los de él, que aún la sostenían. Él sonrió casi tristemente. Hermione apretó los dedos, hundiéndolos en su túnica negra, sabiendo lo que venía después.
-Hasta entonces, Granger.-Ella intentó abrazarlo, pero fue demasiado tarde. Había Desaparecido sin que tuviera que pasar siquiera un respiro.
Ella se quedó petrificada mirando el hueco donde él había estado momentos antes y comenzó a respirar agitadamente, repasando la situación en la que se encontraba. Nuevamente en un lugar desconocido, llevada allí por él, y ahora abandonada a su suerte sin saber cómo regresar.
Cerró las manos en un par de puños y gritó contra las paredes de roca; la acústica la ensordeció rápidamente. Cuando su garganta comenzó a rasparse, y el grito se convirtió en un lamento y llanto, se dejó caer al suelo y trató de limpiarse las lágrimas con sus manos sucias de tierra.
Estuvo allí un momento más, solo hasta depurar el dolor que sentía y convertirlo en furia. Draco tenía razón, toda la razón. Solo ella podía matarlo antes de que él la atacara. Sólo ella podía ayudar a quitarle de encima a su bando a un enemigo tan poderoso como era él. Sólo ella… ¿Por qué? ¡Por qué!
Recogió su varita del suelo y se puso de pie. Volvió a tallarse el rostro con la manga de su túnica gris, y llena de resolución, Desapareció.
Su distracción la hizo Aparecerse a kilómetros de donde la batalla aún se desarrollaba. Le llegaba el olor a muerte, y en el cielo se veía una polvareda que la guiaría como un faro a la balsa del pescador extraviado. Comenzó a caminar con paso decidido y furioso, demasiado cansada en el corazón para correr. Su mente estaba tan distraída que no podía confiar en ella misma para intentar Aparecerse de nuevo.
Draco Malfoy se había atrevido a enamorarse de ella y hacerla enamorarse de él, justo antes de huir por la puerta trasera luego de intentar asesinar al Dumbledore. Había corrido sin mirar atrás y sin despedirse; sin haber hecho otra cosa sino prometerle que todo estaría bien…algún día. Luego se atrevió a contactarla un día y citarla a la mitad de la madrugada, todo para besarla y volverse a ir. Finalmente había osado a dar la cara, a enfrentar el odio que había dejado crecer en Hermione, y había borrado todo su resentimiento con un beso, solo para volverlo a poner en su lugar al pedirle aquello.
¿Para qué arriesgarse a amar a alguien si ella había aprendido que sólo se termina traicionado, una y otra vez?
No pensó en otra cosa durante el camino. El ruido disminuyó y supo que la batalla había llegado a su fin. Por la falta de la Marca en el cielo se dio cuenta que habían ganado los suyos. ¿A costa de quiénes? Si Draco Malfoy estaba con ella, y ella estaba en un lugar desconocido, ¿quién había ayudado a quien la necesitaba cuando ella no acudió?
Pocos minutos después, un grupo de magos con túnicas rasgadas corrieron hacia ella. Ron la abrazó sin decirle nada. Harry revisó sus signos vitales. Luna le retiró el cabello de la cara y limpió su rostro surcado de lágrimas.
-¿Qué ocurrió?-pero ella no respondió a ninguna de las preguntas referentes a ese día.
Optaron por no insistir y la llevaron, rodeándole los hombros con los brazos, de regreso a donde habían quedado los sobrevivientes de los victoriosos.
Justo antes de tocar el Transportador, Hermione miró hacia atrás y vio el sol perdiéndose en unas nubes bajas, con el color naranja y rosa extendiéndose por el cielo. A partir de aquel ocaso de marzo, Draco Malfoy contaría los días que le quedaban de vida.
Hermione llevaba la capa de invisibilidad escondida debajo del abrigo. La había tomado sin preguntarle a Harry si podía hacerlo. En una de las desviaciones que tomó dio un salto y aguzó los oídos. Nunca estaba de más prestar atención. Pero no pasó nada. La bruja levantó levemente el abrigo y vio el bulto acomodado en su cintura. El manto de brillo metálico la saludó.
Hasta ese momento, ella no pudo percatarse de los nervios que hacían temblar sus dedos. Sintió el deseo de morderse las uñas, pero le pareció una mala idea, dadas las circunstancias.
Respiró profundamente. El conductor la observó. Ella lo inspeccionó desde su asiento. Él sabía que ella era diferente. Seguro había notado la misma mirada aterrorizada en las demás comitivas que habían tomado ese autobús a un paradero poco común. Al cabo de unos segundos, la mirada se rompió y cada cual siguió en su mundo.
……………
Draco colocó un mechón de cabello detrás de su oreja y combatió las ganas de llorar. Aquello no era ni masculino ni adulto, por lo que optó por lanzar un grito al techo, somatizando (como siempre solía hacerlo) su tristeza en forma de ira.
Una vez que la garganta le escoció y se quedó sin voz, dejó caer la cabeza hacia abajo, respirando profunda y dolidamente.
……………
Hermione dejó el autobús cuadras antes de haber llegado a su destino, y comenzó a caminar sin ponerse a pensar en otra cosa que el objetivo con el que había llegado hasta ahí. Acabar con él, acabar con todo, de una vez y para siempre, para poder hacer que las cosas siguieran su curso natural; para no ponerse en contra del destino que, si ya los había separado de mil maneras, no había conseguido todavía hacerlos entender que no pertenecían en el mundo del otro.
Sintió los conjuros al acercarse al edificio, escociéndole la piel con el frío filo del odio que habían sido invocados. Se detuvo un momento, a tomar aire y aclarar (si eso era posible) sus pensamientos.
Ella procuraba no detenerse a pensar demasiado en lo que había ocurrido durante todo ese tiempo, cuando lo encontraba, casualmente en los pasillos, las miradas intercambiadas, las respiraciones contenidas. Aún sin decirse nada, las cosas quedaban claras. Ninguno de los dos se atrevía a hablar. Con el tiempo, la distancia física los separó, y la diferencia de bandos terminó por apartarlos del camino en el que alguna vez habrían podido estar juntos.
Deja-vú…
¿Estaba segura de todo? Sin la fuerza de voluntad, ¿podría actuar?
Se envolvió en la capa de invisibilidad, y una vez segura de que ni siquiera se asomaba el borde de sus zapatos, comenzó a andar con paso seguro y silencioso hasta alcanzar la puerta del edificio aparentemente abandonado. Tomó aire y se sumergió en la oscuridad.
Una decena de gritos sin sonido se hicieron escuchar en los oídos de Hermione, dentro de su cabeza, mientras avanzaba como la Muerte Roja por los caminos que había repasado tantas veces en los planos, en la mente, en los recuerdos de otros, en los ojos robados gracias a la Legilimancia. Se dio cuenta de que el camino más corto a la habitación en la que se encontraba Draco estaba protegido por los magos más incompetentes; matarlos había sido un mal chiste. Entonces se percató de algo que debió haber imaginado desde el principio.
Draco Malfoy la estaba esperando, ese preciso día, a esa hora. Y ella actuaba como su marioneta.
……………
Escuchó caer un bulto, dos, diez, silencio. Silencio. Silencio. ¿Y las respiraciones? Silencio. ¿Y las órdenes militares? Silencio. Odio. Más silencio. Sonrió porque sabía que había funcionado, de una forma o de otra; sonrió porque ella estaba cerca, pisándole los talones, respirando el mismo aire con olor a muerte que él venía respirando desde hacía años. Sangre en las lozas del suelo. Silencio. El rechinido de una puerta; él, tomando la varita fuertemente entre los dedos. El sonido de la puerta al cerrarse, y una respiración, que no era de él. Silencio.
-Estaba dispuesta a cualquier cosa, Malfoy-escuchó detrás de él -. A cualquiera, por loca que ésta fuese, que nos hubiera permitido estar juntos.
-No sé cuántas veces he escuchado decir eso –confesó, sin volverse. Los nudillos se le pusieron blancos por la fuerza. Ninguno de los dos bajaba la guardia.
-Y de todas formas no lo entiendes…
-Tú tampoco. ¿Vamos a seguir charlando o cambiaremos el rumbo de la historia?
Aparecían y Desaparecían constantemente dentro de la habitación, con luces de color blanco y verde esmeralda que parpadeaban como luciérnagas. Ocasionalmente, al Desaparecer, dejaban tras ellos una lágrima fría, de odio, seguida de una lágrima cálida de amor.
Un choque de luz, vidrio roto, un cuerpo en el suelo, rodeado de sangre. Hermione yacía en el concreto desnudo y frío, con una llaga que le cubría la espalda y dejaba escapar su líquido vital, carmesí como la ira que sentía. Draco se detuvo en seco en su movimiento errático entre planos, y la siguió apuntando con la varita, directo entre los ojos, observando su respiración agitada y torpe, en un intento desesperado por sobrevivir.
Entre lágrimas, los nudillos aún blancos, dijo.
-Creí que serías más lista.
Ella sonrió, medio muerta, pero aún lo suficientemente viva.
-No es fácil no cometer errores…
Draco seguía allí, de pie, sin poder dar la estocada final ni hacerse a un lado, viendo con una mezcla de terror y alivio cómo la vida de Hermione goteaba y se acababa, a veces lentamente, y otras muy aprisa. No bajaba la guardia. Hermione tenía la mirada clavada en el techo, y la cabeza rodeada de vidrios rotos mezclados con sus cabellos que se habían salido de la trenza.
-Recuerdo cuando todo esto se veía demasiado lejos –la escuchó decir, como desde un sueño -. Siempre pensé que volverías a aparecerte y me pedirías que olvidara todo lo que habías dicho.
-Aquellos días el desenlace era incierto pero no por ello menos real. Sabías que nunca iba a cambiar de parecer. Cumplo lo que digo.
Ella cerró los ojos y suspiró. Un poco más de sangre brotó de la llaga de su espalda. Sonrió muy levemente.
-Lo sé. En eso somos iguales…
Draco rió con amargura.
-No mientas. Tú no lo cumples. En primer lugar, siempre que me veías decías que me amabas, pero no dejabas de tomar la mano de la Comadreja cuando yo no estaba ahí. Lo sé, se notaba en tus ojos y en tu tacto. Te confundía la piel, la costumbre de uno ante la presencia del otro.
-Entonces seguramente también te dabas cuenta que cuando te miraba fijo, te daba a entender mis razones para haber hecho aquello. Nunca jugué doble; sólo me protegía mientras tanto…
Draco se secó las lágrimas y asintió con la cabeza, sin saber a qué.
-Protegerte… ¿protegerte de qué? Yo te tenía protegida, nadie podía tocarte, nadie podría mirarte, había órdenes directas y precisas de que nadie levantaba la varita en contra tuya, aún a costa de sus vidas.
-Me protegía de tu pérdida, idiota –quiso reír, pero el dolor en la espalda se lo impidió, y su risa se quedó en mueca de dolor -. Porque cada noche te soñaba a ti, cada día te pensaba a ti, y cada segundo temía no poder soportarlo más y gritarlo todo. Porque no era fácil tramar tu muerte mientras añoraba tus brazos. Porque quería imaginarme como antes, quería… quería tantas cosas… quería verte otra vez… quería sentirte cerca…
La sangre derramándose, un momento de silencio. Draco se inclinó sobre el suelo y la tomó entre sus brazos, levantándola con cuidado del suelo y apoyándola en sus piernas. Ella se acomodó como una muñeca de trapo y recargó la cabeza contra su hombro. La llaga de su espalda no se comparaba con el corazón roto que tenía dentro.
Draco no podía evitar que las lágrimas volvieran a correr por sus mejillas.
-Lo siento, Hermione…
Ella puso, con la fuerza que le quedaba, su mano sobre la espalda de él, casi alcanzando un abrazo.
-… Era necesario.
-Te amo, Hermione –dijo sin temor a gastar su nombre.
-Yo también… A…
Y él, en la inocencia que aún le quedaba, pensó que su delirio o su muerte le impedían decir todas las palabras.
-A…
Draco la abrazó más fuerte.
Una punta se clavó en su espalda.
-Avada Kedavra.
Ambos se desplomaron al suelo, Hermione aún en sus brazos, que se volvían fríos. Y ella, aún sangrando y también fría, alcanzó a susurrar.
-Yo siempre cumplo mis promesas…
Y cerró los ojos para siempre.
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Sin comentarios posteriores.
Me duele el corazón.