Disclaimer: Meh.

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Kanaima

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Suspiré con fastidio en el mismo momento en que Saga completaba sus rituales nocturnos y se aproximaba a la cama.

"¿Y a ti qué te pasa?" preguntó al darse cuenta que yo me cruzaba de brazos por encima de la sábana. "Has tenido mala cara desde la cena."

"Es por culpa de Milo," rezongué mientras Saga acomodaba su cuerpo junto al mío sobre la cama. "Se puso a hablar de historias de terror y me molestó."

Saga se volteó hacia mí, apoyando su torso en su codo y alzando una ceja.

"¿No me digas que te sugestionaste por el cuento de los chillidos que se oyen en el cementerio de los Santos?"

Rodé los ojos, en un intento de aparentar más fastidio que aprensión.

"No vale, qué te pasa," respondí al tiempo que sacudía la cabeza apoyada sobre la almohada. "Esas historias no me gustan, es todo."

Saga entrecerró los ojos, como midiendo la cantidad de verdad de mis palabras.

"No tienes por qué tenerles miedo a esas historias," remarcó casualmente, mientras cubría su cuerpo desnudo con la sábana hasta la cintura. "Los fantasmas no existen. Los espectros, por otro lado..."

"Ah, ya cállate," protesté sentándome al tiempo que mantenía la sábana pegada a mi cuerpo. "¿Quieres saber un cuento de miedo de verdad? Te lo voy a contar."

"No hay nada en este mundo que me asuste, Oraios," respondió Saga arrogantemente, cruzando sus brazos por detrás de su cabeza y haciéndolos almohada para la misma. "A ver, dispara."

Sonreí levemente. La última vez que conté esta historia, hasta la misma Chloe dio un respingo al escuchar un cuervo graznando.

"Bien. Luego no me vengas con quejas porque no puedes dormir."

Saga alzó la ceja por toda respuesta.

Respiré profundo mientras movía mi cuerpo para quedar cara a cara con él... y comencé mi historia.

"Eran tiempos de lluvia, y la hija del Cacique Waraira no había medido bien el tiempo que le tomaría recolectar la yuca para el casabe. La hija del Waraira rogaba a los dioses por que no la sorprendiese la noche en plena selva, donde los Kanaimas vivían y hacían maldades rampantes.

"Los Kanaimas no tenían forma ni color; eran espíritus Pias que ocasionaban muertes misteriosas y epidemias por venganza, tal vez porque una niña bonita les negó chicha, yopo o casabe. Robaban ekatons, que son las almas de los Pemones, y dejaban a sus contenedores para que los tigres y los cunaguaros, junto a los zamuros, hiciesen lo que quisieran con la carne.

"Los zamuros eran los peores, decía el Cacique Waraira. Nunca deberían dejar a los zamuros acercarse, pues la piedra llama a la piedra y el Rey Zamuro era traicionero.

Guardé silencio por un momento, observando que Saga se había arrellanado más en la cama, bajando los brazos y apoyando su upper-body en la pared. Tenía toda su atención.

"¿Recuerdas lo que te conté del Rey Zamuro?"

Saga asintió, esbozando una sonrisa leve. Recordé que ya le había contado parte de las costumbres de los indígenas de la selva, por lo que no tenía que volvérselo a contar.

"El Rey Zamuro era el líder de la selva. Los tigres y los cunaguaros le obedecían, pagando una deuda que tenían con él. El Rey Zamuro les regaló ojos brillantes a todos los felinos, y a cambio ellos tenían que cazar para él. Una danta era lo usual, pero un buen día... eso no fue suficiente.

"Y el Rey Zamuro pidió una niña joven, porque quiso casarse. Los tigres obedecieron y se lanzaron en su búsqueda, encontrando a la hija del Cacique Waraira, perdida junto al río. La hija del Waraira se asustó al verse rodeada de tigres y cunaguaros, pero asintió cuando uno de ellos le dijo que el Rey Zamuro quería una niña para él.

"Cuando ella llegó ante él, la impresión casi la hace caer de rodillas. El Rey Zamuro era negro y maligno, como si muchos Kanaimas se hubiesen reunido en un solo punto y le hubiesen dado forma. Bajando del árbol donde se encontraba hasta el suelo con lentos y majestuosos aleteos, el Rey Zamuro echó una piedra hacia la muchacha. Ella supo que la piedra del zamuro era una cosa preciada, un amuleto contra los peligros y un escudo contra los Kanaimas.

"Como la hija del Waraira no tenía ni un pelo de tonta, entendió que la piedra del Rey Zamuro debía ser mucho más valiosa que la de los otros zamuros. Desafortunadamente para ella, los cunaguaros y los tigres también lo pensaron así.

"El Rey Zamuro ordenó a los felinos llevar a la hija del Cacique Waraira con su padre, para que ella le entregase la piedra en pago por darle su hija al Rey Zamuro. Ella sólo pudo asentir, sabiéndose ya propiedad del líder de la selva.

"Pero de pronto se quedó sola con los felinos, quienes la llevaron lejos, muy lejos, confabulando para quitarle la piedra del Rey Zamuro aún cuando éste ya les había brindado ojos amarillos y brillantes.

De la hija del Cacique Waraira no se supo más, ni su ekaton pudo ser convocada por el Piache de la aldea. Desapareció, tragada por la selva y sus incontables misterios, sus indecibles secretos, y más nunca llegó noticia alguna de ella...

"Hasta que el mismísimo Rey Zamuro descendió sobre la aldea y habló con el Cacique Waraira, quien triste por la pérdida de su hija confirmó que ella no había llegado de vuelta de su recolección de yuca, hace muchos días y lunas, haciendo al Rey Zamuro entender quién, o quiénes eran los culpables de la ausencia de la hija del Waraira.

"Pero por más que la buscó, no la encontró.

"Por eso, maldijo a todos los felinos de la selva a llevar marcas en su piel, marcas que los harían algunas veces obvios para los humanos, quienes que les atacarían por el daño hecho a la hija del Cacique Waraira. Los felinos ya no pudieron ocultarse en el día de la ira de los humanos, y por más que le rogaron a los Kanaimas que viniesen y arremetieran contra los humanos, éstos no vinieron.

"Hoy en día, cada vez que un zamuro cruza el cielo de la selva, los tigres y cunaguaros se ocultan, sabiendo que detrás de cualquier zamuro está el Rey Zamuro, aún buscando a los culpables de la pérdida de la niña que quería para él. Los cuervos se burlan una y mil veces de ellos, volando lejos para que no los tigres y los cunaguaros no pudiesen acallarlos.

Soplé la vela sobre la tabla junto a la cama, dejando que sólo fuese la luna la que iluminase parte de mi cara. Sabía que mis ojos eran la parte final de la historia, por lo que sonreí malévolamente, esperando la reacción de mi azulejo.

"Y ahora, los tigres y cunaguaros cazan de noche, cuando la oscuridad funde sus marcas de vergüenza y sus ojos, brillantes, es lo único que se ve entre el gran follaje de la selva."

Eché un poco la cabeza para atrás, jugando con la luz un poco de manera que mis ojos resultaran iluminados.

Los ojos de Saga se entrecerraron y ensancharon por la sorpresa, sentándose intempestivamente.

"...Por un momento pensé que eras un gato pulguiento de esos," dijo, soltando un pesado suspiro. Yo respondí su sincero comentario con una larga carcajada, a sabiendas de que la leyenda que le acababa de contar era un mero producto de mi imaginación de una noche en la Fuente, donde todas las chicas nos reunimos a contarnos cosas de miedo. El cuento del lobo Fenrir de Alexiel fue un tanto perturbador, aunado a uno que contó Padma sobre lo que se podía oír en las montañas que rodeaban su antiguo hogar.

Chloe la tuvo más cerca con un cuento realmente terrorífico de criaturas que vivían en un cementerio de París, pero todas dieron un respingo con mi historia, para mi obvia diversión.

"Te asusté, ¿verdad?" le pregunté al azulejo que en ese momento sacudía la cabeza y me abrazaba para acomodarnos en nuestra pose usual. Saga bufó por un momento, apartando mi cabello y echándolo por sobre mi cabeza.

"Oraios, yo no le tengo miedo a los muertos," explicó con voz divertida. "Yo le tengo más miedo a los vivos y a los Dioses que quieren hacer con la Tierra lo que se les venga en gana."

"Ah, pero ese es el punto, ¡te conté una historia de miedo de los vivos!"

Saga bufó de nuevo, esta vez claramente de forma burlona.

"Los animales tampoco me dan miedo, Elkystiki."

"Pues qué bueno," respondí con un bostezo, señalando casualmente una piedra grande que reposaba en el alféizar de la ventana. "¿Ves eso? Es una Piedra de Zamuro. Cuida que no vengan por ella, ¿sí?"

Y sin más ni más, me quedé dormida, sin saber que mi querido azulejo se quedaría despierto por un buen rato más... sólo para dar un respingo al oír el repentino graznido de un cuervo.

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~ Tenna' ento lye omenta ~

-XxX-

XD
Había olvidado subir esto... desde el año pasado. LOL.