Hola a todos! Ok, esta historia esta basada en la novela Tormenta de Pasiones de Caridad Bravo Adams, pero la verdad me base en la adaptación de Liliana Abud en La esposa Virgen, y voy a cambiar algunas cosas y darle mi toque personal, disfrútenloo! D


Capitulo 1: Encuentros perturbadores

La noche era estrellada, fresca y la luna resplandecía con todo su esplendor, alumbrando hasta los más recónditos rincones del bosque, donde las vías del tren, ya desgastadas por el tiempo y por el tránsito, se asomaban a lo largo del empolvado camino.

El canto de los grillos se hacía presente cada vez que éstos tenían la oportunidad de crear sus pautas musicales, y junto a esto se le humanaba el murmullo sordo del tren que se acercaba, lento, por las vías que crujían por la presión ejercida por el largo gusano de metal que se asomaba, estruendoso, por el sendero empolvado.

Sus luces se mezclaban con el resplandor blanquecino de la luna, y el humo del vagón desprendía un olor seco y deprimente, del cual nacían cenizas grises que se esparcían, libres entre la noche.

El tren se acercaba, lento, a un pueblo cercano, en donde sus habitantes le darían el pésame a la viuda y despedirían al difunto general.

Bajaron los militares el féretro en donde yacía muerto el General, y junto con ellos, una hermosa joven de larga melena azabache, la cual no pasaba de los 26 y que llevaba un fino velo negro que dejaban entrever unos hermosos ojos color chocolate.

Atrás de ella, la seguía su pequeño hermano Souta y el sobrino del general, el capitán del ejército, Kouga Wolf.

Llegaron al pequeño pueblo, y una multitud de personas les dieron la bienvenida, y junto a ésta, el debido pésame a la joven viuda.

Kagome se acercó temblorosa al féretro, buscando apoyo en la funda de roble. Se quería desmayar. ¿Cuánto más debería soportar para poder descansar, tranquila, en su pequeña casa al lado del mar?

Parecía que no faltaba mucho, ya que cuando su hermano le preguntó al militar parado frente a ella, cuándo llegarían a San Francisco de los Arenales, éste le respondió, hosco, que después de esta parada llegarían.

Esto la animó un poco, pero no lo suficiente, ya que cuando trató de entrar al vagón para buscar un lugar en donde poder sentarse y descansar, el capitán del ejército la agarró fuertemente del brazo y le preguntó, sin mucho reparo, que qué trataba de hacer.

-Primero, suélteme, que me está lastimando. Y segundo, no soy su hija para que ande pisándome los talones a cada rato. Solo estaba buscando un lugar para descansar.

-Tenga usted muy en cuenta, de que si usted fuera mí hija, las cosas serían muy diferentes. Y perdóneme usted, su "majestad" por andar, como dice usted, pisándole los talones, pero es mí trabajo velar por su seguridad y la de su hermano, así que o se aguanta, o se aguanta. Usted decide – terminó, tajante, el buen mozo capitán.

-Vaya... qué diversas las opciones que me da capitán. Tendré que pensármelas un buen rato antes de contestarle... -sonrió, sarcástica la pelinegra.

"Pero qué imbécil resultó ser éste tipo" pensó, con in disimulada molestia la joven, cruzándose de brazos. E iba a salir del vagón, cuando el capitán se le cruzó, haciendo que chocara con su esbelto pecho.

-Y en cuanto a lo de buscar un lugar para descansar, mejor vaya olvidándose de esa idea, que cuando la ceremonia termine, podrá descansar todo lo que quiera –y dicho esto, se alejó de ella.

Cuando el sin fin de pésames fueron dados, y el tren se hubo marchado, la hora rodeaba como a las 1:30 de la mañana.

Adentro del tren, el ambiente era pesado y deprimente. El silencio los acompañaba constantemente, y hacía que todos durmieran tranquilos, en sus camarotes. Todos, excepto Kagome, que rezaba, con plena fe, por el bien de su hermano y el de ella.

La vela que se situaba en su velador estaba ya por apagarse, lo que impidió a la chica seguir con su oración. Se levantó del piso y se plantó frente a la ventana de su camarote. El frescor de la tibia brisa la hacía desear salir a galopar, libre, por el bosque, y renunciar a todas las promesas hechas en el pasado. Pero no podía, no debía. Su destino estaba ligado a ese cadáver, y a ese pueblo que no conocía. Pero en fin ¿Qué podía hacer? Ciertamente, nada. Todo estaba ya predicho.

Con desgana, se alejó de la ventana y se comenzó a desvestir. Estaba ya en braguitas, cuando de la nada, oyó el galope de unos caballos, acercarse a su vagón. El temor la asaltó, haciendo que abriera desmesuradamente sus bellos ojos acaramelados, cuando vio que un hombre entraba al tren por su ventana.

Cuando el hombre pudo entrar, y se plantó frente a Kagome, la sorpresa le dio, literalmente, de golpe en la cara. Kagome le había lanzado un zapato que había encontrado en el suelo, cuando trató, desesperadamente de cubrirse el pecho con cualquier cosa que encontrara. Afortunadamente pudo encontrar una prenda para cubrirse apropiadamente.

Kagome relacionó instintivamente al hombre frente a ella, como un bandido asalta trenes. ¿Qué otra cosa sino? Ya le había dado suficientes motivos para no pensar lo contrario.

Primero, se metía al tren por la ventana de su camarote, segundo, llevaba una máscara que le cubría la naríz y la boca, tercero, iba todo de negro, cuarto, llevaba un sombrero de vaquero también negro, quinto, llevaba una pistola en su cinturón y un cuchillo.

Cuando Kagome, levantó la vista y la enfocó en los ojos del su "atacante", se maravilló internamente por la intensidad de su mirada dorada. Se perdió por unos momentos en esos perfectos orbes... hasta que el sonido de un disparo la sobresaltó, y la hizo volver a la perturbadora realidad.


Uff, como estuvo? Espero reviews