Nota al margen: esta es una historia en donde la pareja central son Haruko y Rukawa, así que a quienes no les guste la pareja, absténganse de leer.

QUÉDATE CONMIGO

Por Haruko Sakuragi

CAPÍTULO 1

Un muchacho de cabello castaño y ojos verdes metía en una valija cada prenda de ropa que encontraba, sin miramientos y sin calcular el poco espacio que le quedaba por llenar.

Caminaba de un lado al otro de la habitación. Estaba muy emocionado: volvería a su país natal después de dos años de haberlo abandonado para continuar sus estudios en Estados Unidos. Y esta vez no iba solo. Acompañaba a un amigo de la universidad.

Si había de ser sincero, se sabía el único amigo del muchacho pelinegro de ojos azules. No era una persona muy sociable. Y tampoco parecía interesado en conocer muchas personas.

El castaño detuvo su tarea por un momento y sonrió, cerrando los ojos, al pensar en su mejor amigo. Un hombre tan distinto a él, que bien podrían pasar por desconocidos. Pero, aunque el chico no lo admitiera, se sabía cómplice de sus pensamientos y confidente de sus deseos.

—¿Estás listo, Keichi? —una voz conocida llamándolo desde el otro lado de la puerta lo sacó de sus remembranzas. Era Kaede Rukawa.

Instintivamente, miró el reloj de pared para comprobar que le quedaba suficiente tiempo.

—¡Pero si faltan tres horas todavía! —respondió con fingida voz de berrinche.

Escuchó un bufido fuera del dormitorio, y se sonrió.

—Me iré en quince minutos —sentenció el otro chico, finalmente.

Keichi supo que su amigo hablaba en serio, así que apresuró la velocidad de sus acciones, y en diez minutos terminó de armar su equipaje para pasar las dos semanas siguientes en Japón.

Salió del dormitorio en busca de su compañero. Al final del pasillo, divisó a un chico muy alto y de cabello negro que le daba la espalda sosteniendo una valija. Apuró el paso hasta llegar a donde estaba el otro muchacho, y habló:

—Ya estoy.

—Qué bueno —bufó el moreno de mal humor y sin mirar al castaño—. Estaba a punto de irme.

—Yo sé que no me dejarías —dijo Keichi, guiñando un ojo y con sonrisa confiada—: me quieres demasiado como para soportar mi ausencia.

Aunque el moreno no lo admitiría ante nadie, Keichi tenía razón: lo extrañaría si se alejara mucho tiempo de él.

No era que tuviera sentimientos extraños hacia él. Pero era sorprendente que una persona que le había faltado durante los primeros dieciocho años de su vida, a los veinte le pareciera tan necesaria.

—Cállate —fue lo último que dijo antes de tomar su valija y empezar a bajar la escalera. Keichi lo imitó con una sonrisa.

x X x

Llegaron al aeropuerto una hora y media antes de lo que marcaban los boletos. Tiempo suficiente para registrar el equipaje y tomar algo ligero en la cafetería.

—Vamos —sugirió Keichi, verificando los caracteres que le habían dado en el ticket con el que recogería su valija.

—¿Adónde? —preguntó el chico de cabello negro.

—A la cafetería.

—¿Para qué?

—Quiero comer algo.

—¿Por qué?

—Porque, si no mal recuerdo, alguien me estuvo presionando y no tuve tiempo de desayunar.

A Kaede le resbaló una gota de sudor por la frente.

—Te vi esta mañana y sé que comiste antes de empezar a armar tu valija.

Keichi se sonrojó.

—Pero si sólo fue un platón de cereal…

Rukawa le dirigió una mirada cargada de sarcasmo.

—Y un plátano… —continuó, obteniendo una reacción idéntica a la anterior por parte de su amigo— Y una rebanada de la pizza que dejaste anoche —Keichi comenzó a contar con los dedos de la mano izquierda con los ojos entornados—, y un licuado de chocolate, y el ramen de hace tres días, y una lata de Coca-Cola, y un sándwich de queso, un trozo de piña, y…

—Keichi… —interrumpió Rukawa.

—¿Si?

—Vaciaste el refrigerador —dijo con tono amargo.

—Claro —dijo como si fuera lo más normal del mundo, encogiéndose de hombros—. ¿O creías que yo permitiría que toda esa comida se desperdiciara? Vamos a estar lejos dos semanas, Kaede. No podía haber comida en mi refrigerador.

—Pero también vaciaste el mío.

—Y eso te demuestra que me preocupo mucho por ti.

Kaede iba a replicar, pero comprendió que Keichi era un glotón sin remedio. No obstante, le divertía mucho su forma de ser.

En tanto discutían sobre la comida, recorrieron el camino hasta la cafetería. Ambos llamaban la atención. Primero, por las facciones orientales, y segundo por lo atractivos que resultaban. Kaede pidió una taza con café sin azúcar, y Keichi pidió una hamburguesa con papas fritas y un refresco.

Justo quince minutos después de haber terminado de ingerir sus alimentos, el altavoz anunció el vuelo que abordarían.

Y diez minutos después de abordar, Kaede Rukawa y Keichi Mitsuyoko se dirigían a Japón.

x X x

Nada más pisar suelo japonés, y olvidándose del equipaje y de Kaede, Keichi corrió al baño más próximo que encontró en el aeropuerto. Rukawa, con esa paciencia que lo caracterizaba, lo siguió y esperó hasta que abandonara el cubículo.

Keichi se reencontró con Kaede mostrando un semblante muy desmejorado.

—¿Qué te pasó? —preguntó Rukawa, aunque ya sabía lo que su amigo iba a responder.

—Creo que la comida del aeropuerto me sentó mal…

Al moreno le apareció una sonrisita malvada en el rostro:

—¿Sabes?

Keichi volteó a mirarlo aún con los ojos perdidos.

—Se me antoja desayunar… ¿Por qué no pasamos a la cafetería antes de ir al hotel?

Keichi se llevó las manos a la boca de nueva cuenta. Acto seguido, regresó al excusado, lo abrazó y retomó los sonidos guturales que se habían escuchado algunos segundos atrás.

En cuanto Keichi abandonó el baño, ambos se dirigieron al hotel, más por las súplicas de Keichi que por convicción de Kaede. Pero media hora más tarde ya estaban desempacando.

Keichi se acostó a dormir, muy a su pesar, pues se había prometido hacer salir a Kaede al menos con una mujer. Pero se consoló pensando que ya más tarde lo haría.

Kaede se quedó dormido sin pensar en más.

x X x

Notas de la autora:

Aquí llego con otra historia más.

Ya sé, ya sé: siempre empiezo nuevas cosas antes de terminar las que tengo en progreso, pero la verdad es que llevo tres días en la casa, enferma de gripa, sin ir a la escuela y comiendo arroz, y si la casa está sola sólo tengo dos opciones: o busco en qué entretenerme, o me porto mal. y como no me late lo segundo, mejor opté por lo primero, que al final resulta más productivo, ¿no?

No olviden dejar reviews, que los responderé con enorme gusto y satisfacción.