Hola Hola, lo siento horrores, estuve mucho tiempo sin internet y por eso no he podido actualizar antes.
Quiero que hagáis una votación sobre las historias que tengo y me digáis cuales preferís que siga primero, un orden. Para centrarme en ellas de dos en dos, aunque puede que escriba algún capi de las otras, pero para ir terminando algunas.
Muchas gracias por los Reviews de ánimo y por seguir ahí pese a mi tardanza. Estoy desde un cibert por eso no respondo a los Reviews, pero estad seguros de que en cuanto tenga internet en casa los contestaré todos.
Historias:
El primer caballero
No Intervendremos
Hija de lo prohibido
Redención
Un Amor inquebrantable
Beso de la Noche
Orgullo y Prejuicios
Erase una vez
Cambios Inesperados
Sin más aquí os dejo el nuevo capítulo de este fic.
En busca de una quimera:
—Bombarda.
Su voz resonó en todo el lugar, seguido de cerca de la tremenda explosión que se creó, consiguiendo que la puerta saliera volando de su lugar.
Ingresó en la casa con pereza y cansado. Una vez dentro, hizo que la puerta retornara a su lugar habitual y recorrió la casa con cansancio y sin mucho interés.
Cuando sus ojos localizaron una mullida cama, no lo dudó un segundo, se encaminó hasta ella y se dejó caer de forma pesada, dejando a su vez que su mochila cayera al suelo.
Sus ojos se cerraron en poco tiempo. No tardó en dejarse llevar por los brazos de Morfeo al mundo de los sueños, por muy siniestros que estos se hubiesen tornado.
Llevaba cosa de cinco meses fuera de Grimmauld Place, buscando a Fawkes por todas las partes posibles que se le ocurrían. Pero su búsqueda había sido tan productiva en ese aspecto, como la aguja que jamás aparecía en el pajar.
No obstante, esos últimos tres meses no habían sido del todo infructuosos, en ese tiempo, había conseguido dos de los Horcuxes. La copa de Helga y el diario.
Debía reconocer el mérito de Malfoy en ese último, pues este se había arriesgado a una muerte segura adentrándose en su propia casa de contrabando para localizar el dichoso diario.
Tanto él, como Malfoy, habían sufrido una seria tortura por aquello, solo terminada gracias a Dobby, quien mandado por Luna, había acudido a buscarlos.
Cuando retornaron a la casa que ocupaban Luna y él en esos momentos, Luna se ocupó rápidamente de ayudarlos y curarlos. Aunque Malfoy no se había dejado atender durante más de dos días, tras los que había desaparecido sin despedirse.
Ginny les había informado de que había retornado al hospital que Madame Ponfrey supervisaba y donde Pansy descansaba aún en un coma profundo.
De eso hacía ya dos meses.
Con el paso del tiempo, las cosas habían ido tomando un camino mucho más oscuro del esperado. Las muertes se contaban por miles, las ciudades estaban repletas de casas que habían sido vaciadas.
Los muggles, se habían atrincherado en varios edificios de difícil acceso, haciéndose con armas y disparando a todo aquel que no perteneciera al grupo que ya conformaban. Él y varios del ED, se habían convertido en mensajeros de paz, para varios de los grupos, no sin llevarse más de un disparo.
Pronto descubrieron que el hechizo Protego, servía para crear barrera contra otros hechizos, pero cuando lo que volaba contra ti, era una bala disparada desde cualquier arma, la cosa cambiaba.
Ese descubrimiento había envalentonado a los muggles a la hora de luchar. Tanto a los que se les habían unido, como a los que luchaban contra todo mago que se cruzara en su camino.
Desesperado, más de una vez, se había tenido que ocultar y huir de varios cazadores muggles que lo habían perseguido. Lo buscaban por todo el maldito mundo, no había un mísero sitio donde él estuviese seguro.
Quizás, el único lugar había resultado ser su ciudad natal, porque allí la comunidad mágica sabía quién era él y su papel en la guerra.
Y habían ayudado a limpiar un poco su reputación, pero el resto del mundo, y pese a varios matinales que la propia orden escribía y divulgaba, los muggles se negaban a ver, que dentro de esa guerra, no solo eran muggles contra magos.
Sino que un gran número de magos y mestizos, buscaban el retorno a la normalidad, o a la paz, pues tras semejante guerra, jamás las cosas podrían ser iguales.
Se había encontrado con cazas de brujas peores que las que se describían en sus libros de historia, lo que lo había puesto enfermo y casi rayando la locura. Tras todo lo que había observado, ya no se extrañaba de las pesadillas que lo asaltaban noche tras noche sin descanso.
Estaba tan sumido en una nueva pesadilla, que jamás notó que en la casa había alguien más. Tampoco que el recién llegado lo observaba con ojos grises y enloquecidos.
Vestía con ropas de mago y tenía el cabello negro azulado y desaliñado y su cuerpo era delgado. Cojeaba de la pierna izquierda y debía andar con un palo que hacía las veces de muleta.
En la mano que no sostenía la muleta, había una varita que apuntaba al recién llegado.
Pero quizás nada de eso fuese relevante, tal vez, solo una cosa importaba realmente del sujeto que observaba al intruso, y se trataba de lo que llevaba colgando de su cuello.
Un objeto que con el paso del tiempo había comenzado a envenenar, no solo la mente de quien lo había portado, sino también su alma.
Dándole al sujeto poder y una mente retorcida.
Dos almas pugnaban por tomar el control del cuerpo y en esos instantes, débil por la falta de alimento, cansado por no poder dormir debido a las cosas que el objeto le mostraba y sintiendo, que ese sujeto, portaba dos partes que lo complementaban, la locura que lo asaltaba y la otra presencia que a veces tomaba el control de su ser, se hicieron más fuerte en su interior, haciendo que su mente se nublara y solo viera un enemigo peligroso ahí, en lugar de un muchacho agotado.
—Crucius.
Su voz sonó ronca y áspera, signo inconfundible de lo mucho que hacía que no la usaba. El hechizo golpeó en el cuerpo del muchacho con fuerza y ocasionó que fuertes gritos de dolor salieran de sus labios.
El hechizo duró varios minutos más, antes de que el sujeto lo detuviera y observara al muchacho que se retorcía, gritaba y respiraba agitadamente en el suelo.
Cuando el muchacho se recuperó un poco y se fijó en el tipo ante él. Se encontró con un verde jade en su plenitud al abrir el muchacho los ojos sumamente sorprendido y confundido:
—Sirius, ¿qué…?
¿Cuánto hacía que no escuchaba ese nombre? El sujeto se echó hacía atrás asustado y negó, mientras que el joven se recuperaba poco a poco y lo miraba fijamente, hasta que sus ojos se posaron en lo que colgaba del cuello del sujeto ante él:
—No eres Sirius, eres Regulus.
Había sorpresa en la voz del joven y Regulus Black se asustó, hacía mucho que nadie utilizaba su nombre ni le hablaba.
—Crucius.
El hechizo voló de nueva cuenta contra el joven, pero este consiguió esquivarlo con esfuerzo, más el otro no se rindió:
—Crucius, crucius, crucius.
Una y otra vez, asustado y desesperado gritó la maldición, la cual siguió golpeando en lugar indebido, pues el joven parecía haberse convertido en un maldito saltamontes y esquivaba las maldiciones con agilidad pero con un esfuerzo increíble.
—Para, espera, escucha. Soy Harry Potter, soy el ahijado de Sirius. Un amigo, no quiero hacerte daño, llevo meses buscándote y…
—NO, los que me buscan es para matarme, porque yo tengo poder, yo adquirí el mejor regalo de nuestro señor, su tesoro más grande. Por eso ahora me buscan, porque me lo quieren arrebatar. Y tú igual, pues ya tienes dos.
¿Quieres todos los regalos de mi señor?, Jamás, Crucius.
El joven lo esquivó y lanzo un hechizo de regreso contra el tipo, algo para inmovilizarlo pero no tuvo éxito alguno.
Regulus y él se enfrascaron en una lucha de resistencia, que no duró demasiado, pues ambos estaban cansados y sin energías. Fue Harry quien consiguió dejar a Regulus en el suelo, con la respiración acelerada y luchando desesperadamente contra las cuerdas que lo inmovilizaban.
Se acercó a Regulus y lo observó detenidamente. Se parecía a Sirius realmente, al menos al que él recordaba de Azkaban. Con cuidado de que no pudiera alcanzarlo, cerró su mano sobre el colgante y tiró.
Regulus enloqueció al ver que aferraba el colgante y comenzó a revolverse con más ganas, desesperado por impedir que se lo arrebatase, incluso lo intentó morder con todas sus fuerzas, teniendo la suerte de que solo pilló tela con los dientes.
—¡Ya basta!
Exigió, furioso con él, Regulus lo fulminó con la mirada. Y él solo pudo suspirar cansado, se dejó caer a su lado mientras observaba el objeto:
—Eso es mío. Mi señor…
—Si es cierto que fue un regalo, déjame decirte que vaya mierda de presente.
Inquirió molesto, seguidamente tiró de su mochila para acercarla hasta donde estaban ellos dos.
Regulus lo vio guardar el colgante en su mochila junto con la copa y el diario:
—Eres un miserable y un ladrón. Te mataré cuando menos te lo esperes, te arrebataré lo que es mío y…
—Sí, vale, otro más que jura que acabará conmigo. En serio, está empezando a perder su encanto.
Regulus lo fulminó con la mirada y él suspiró. Observó al hermano menor de Sirius y tras unos segundos tomó una decisión:
—Es evidente que necesitas descansar, y yo también, Perdona por esto, pero necesito estar seguro de que no harás nada para perjudicarme mientras descanso.
Petríficus Totalus. Desmayus.
A Regulus no le dio tiempo ni de abrir la boca cuando ya se encontraba sumido en un profundo sueño, que realmente necesitaba. Harry tardó un poco más en abandonarse de nuevo al sueño, intentando decidir qué haría con Regulus al día siguiente. Solo se le ocurrió una cosa. Ir a la casa franca de Sirius y dejarlo bajo su cuidado.
Por ello cuando despertó lo hizo cansado y sin fuerzas. Llevaba evitando a Sirius un buen tiempo. No deseaba verlo por culpa de Hermione.
La última vez que la había visto habían tenido una fuerte discusión, en la que él fue el peor parado. Ver el odio y desprecio en la mirada de Hermione lo había destrozado. Embarcándose en esa locura de misión con el único propósito de no verle la cara a ella y esa expresión.
Ella estaba furiosa con él porque la había recluido en Grimmauld Place y no podía ver a Sirius como era evidente.
Y él estaba furioso por siempre recibir plantes de su parte. Fue Luna la que intervino para detener la tormenta que ambos habían desencadenado en mitad de la sala y ante todo el que se encontraba allí. Que no eran pocos.
Tonks incluida. Ella había aparecido decidida a pasar unos días en la casa con ellos, por lo visto la estaban persiguiendo y temía que la pillaran y la torturaran. Todos aceptaron de buen grado tener a Tonks unos días con ellos.
Todos menos Hermione. No sabía qué había entre ellas en ese tiempo, pero Tonks y Hermione parecían dos gatas cuando se cruzaban. Todo el día con las uñas fuera y mostrando los dientes.
Era agotador. Tonks, era agotadora.
Si no estaba enfrentándose a Tonks, lo que estaba era buscándolo a él. Y ya no sabía cómo quitársela de encima. Era insistente como ninguna chica. También sospechaba que solo se estaba burlando de él.
Porque para ser honestos, ¿en qué mundo podría él compararse con Remus Lupin?, Definitivamente no entraba en los varemos de Tonks por mucho que ella actuara como lo hacía.
Lo único que conseguía con esas cosas era recibir miradas de Hermione de asco también.
Suspiró irritado y negó, tenía que dejar de pensar en Hermione y su actitud con él. No iba a ganar nada si seguía así. Era mejor que él se centrara en sus cosas y se olvidara de ella.
Miró al lugar donde había dejado a Regulus y lo localizó completamente dormido. Por lo visto sus hechizos habían durado sin problemas. Se puso en pie y se dirigió en busca de la cocina y de algo que se pudiera llevar a la boca.
Le valía casi cualquier cosa. Localizó pronto su objetivo y tras rebuscar, se encontró con algo de chocolate y magdalenas duras. Lo último no era un manjar, pero era mejor que nada. Se acercó a Regulus y deshizo dos de sus tres hechizos. En cuanto llevó esa acción a cabo y él recuperó sus facultades de hablar lo maldijo e insultó de mil maneras diferentes.
Con suma paciencia comió ante él, hasta que Regulus dejó de despotricar:
—¿Piensas dejarme mirando como a un maldito animal?
Harry de forma tranquila lo observó mientras se llevaba un trozo de chocolate a la boca:
—¿Querías?, Como no te escuché pedir en ningún momento, ni una palabra amable, no pensé que quisieras nada. Pero quizás me equivoqué.
Se encogió de hombros y se centró de nuevo en su comida, Regulus gruñó por lo bajo y lo siguió mirando como un pobre perro apaleado.
—Sí que quiero. Llevo tres días sin nada de comida.
Harry asintió y cogiendo dos de la magdalenas se acercó a él, comenzó a desmenuzarla en trozos y se dispuso a dárselo, pero antes de que este cerrara la boca alrededor del trozo en cuestión Harry apartó la mano rápidamente:
—Acabo de recordar que ayer quisiste morderme. ¿Qué me asegura que no lo hagas ahora?
—Tengo hambre, no soy tan estúpido para perjudicarme a mí mismo.
—Bien, entonces di las palabras mágicas y tendrás tu desayuno.
Regulus lo fulminó con la mirada, pero él le aguantó el tipo sin problemas, tras un silencio lleno de odio por parte del primero, entre dientes y furioso rumió:
—Por favor.
Harry asintió y pasó a darle de comer, tras las magdalenas, le dio la mitad del chocolate que quedaba:
—Tenemos que movernos. Aquí no podemos desaparecernos, porque alguien ha creado un campo anti-aparición alrededor de toda la ciudad, así que tendremos que salir de aquí para poder hacerlo.
—¿Qué es lo que está pasando?
Harry observó a Regulus durante un buen rato callado, después suspiró:
—Tu antiguo señor ha decidido que ya está bien de que el mundo mágico siga siendo algo oculto y decidió sacarlo a la luz. Lo hizo bajo la idea de que el mundo Muggel debe ser sometido a sus deseos y convertirlos a todos en esclavos de los magos.
Los que son mestizos no merecen ni el grado de esclavos, son degradados a vivir incluso como los animales.
Ese es el mundo maravilloso que tu señor ha creado para todos nosotros. Ahora los muggels desean nuestras cabezas, porque no comprenden que no todos somos unos asesinos ni tan miserables.
Regulus se quedó callado ante sus palabras, y miró directamente al lugar donde se encontraba su mochila. Harry siguió la mirada de él, y cuando cruzó sus ojos con los de Regulus, descubrió que este estaba llorando:
—¿Eres tú?, ¿Eres tú quizás aquel al que yo he estado esperando?
Sin comprender Harry lo siguió contemplando:
—Han sido años de locura y tortura. Pero era consciente de que ese objeto jamás debía caer en manos inadecuadas. Todos estos años he vivido en la oscuridad, esta ha sido la primera noche en una década casi dos, que consigo dormir sin pesadillas.
Esos objetos son peligrosos, si no sabes manejarlos te aconsejo que los mantengas alejados de ti. Te pueden volver completamente loco, o incluso conseguir que te fusiones con ellos.
Eres demasiado joven como para manejarlos. Has nombrado a Sirius. Llevo años huyendo de él, el mismo tiempo que él lleva buscando el objeto que yo poseía.
Esa declaración pilló completamente por sorpresa a Harry, quien no se imaginaba que Sirius podía saber de los Horcuxes.
—Un momento, ¿Sirius lleva años?
Regulus levantó la vista hacía él y asintió:
—Lleva años buscando pistas de ellos. ¿Cómo es que tú tienes dos en tu poder?
—Tuve a alguien que me guio. Sabía qué objetos debía buscar y la localización de dos de ellos.
En cuanto dijo eso se quedó unos instantes en silencio, no, esa afirmación estaba mal, él conocía un tercer horcux y su localización exacta.
—En realidad, sé dónde conseguir otro más, quizás el más difícil de acabar. En el momento en que regrese y acabe con estos que tengo en mi poder, ya solo me quedarán por destruir dos de ellos.
Uno es Naginy la serpiente que siempre va con Voldemort y el último desconozco su ubicación exacta.
Pero según Dumbledore tu hermano supo de los Horcuxes por él, hace si acaso tres y tú has dicho que llevas una década casi dos ocultándote.
Regulus lo examinó extrañado:
—Sirius era consciente de estos objetos desde hace muchísimo tiempo. Yo le hablé de ellos, le informé de lo que mi señor hacía, del miedo que sentí al descubrir lo que estaba planeando.
Sirius fue quien me convenció de que robara el horcux que Kreacher le ayudó a ocultar. Él me aconsejó que me ocultara lo mejor posible y que lo destruyese.
—Eso es imposible, Sirius cree que estás muerto.
—Yo se lo hice creer, después de convivir con esa cosa día tras día pegada a mi cuerpo, comencé a delirar. Sirius era mi enemigo y deseaba poseer el poder que yo tenía. Envenenó mi alma y me hizo luchar contra todo aquel que se me acercaba.
Me convenció de que debía volver y retornar siendo el más poderoso de todos los magos, guiado bajo su influencia.
Harry frunció el ceño y miró furioso hacía su mochila, ¿qué clase de objetos eran aquellos?, No sabía de qué se sorprendía realmente, ya sabía lo que el diario podía hacer y sus funciones. No debía sorprenderse de que los otros hicieran algo parecido o incluso más peligroso y peores. Con los años, Voldemort se había vuelto más y más peligroso, no dudaba que cada objeto fuese peor que el anterior.
De repente sintió miedo. ¿Y si caía bajo la influencia de alguno de ellos?, Ya sabía que era débil ante Voldemort, no era capaz de cerrarse a él, eso lo hacía vulnerable a cualquiera de los horcuxes también.
Negó despejando su mente, intentando sacar de su interior ese miedo irracional que lo había asaltado de repente. Nada pasaría, porque él jamás se acercaría a uno de esos objetos.
—Será mejor regresar. Sirius estará deseoso de verte de nuevo y yo debo volver y destruir todos esos objetos cuanto antes.
—¿Entonces sí estás con Sirius en esto?
Harry se puso en pie, suspiró y negó:
—No, yo iba por libre.
—¿Cuánto hace que buscabas esos objetos?
—Comencé hace un año, en este último mes ha sido que he encontrado los tres que tengo en mi poder. Ha sido un golpe de suerte encontrarte aquí. Al menos veo que esta no me ha abandonado del todo.
Sonrió de medio lado y se acercó a Regulus, lo ayudó a ponerse en pie, pero no hizo desaparecer las cuerdas.
—Perdona que no me fie, pero prefiero prevenir y mantenerte así mientras esas cosas están con nosotros. Has demostrado que puedes hacerme bastante daño si llega a caer en tus manos de nuevo y por experiencia sé que esos objetos prometen tal poder que cualquiera podría caer en la tentación de desear caer nuevamente en su embrujo.
Regulus no protestó, por el contrario, lo miró con temor a caer en lo que él estaba describiendo.
Una vez salieron de la casa, descubrieron que era casi de noche. Caminaron uno al lado del otro, Regulus iba hablando de diferentes cosas, mientras que Harry miraba a su alrededor alerta. No se atrevía mandar callar al tipo, dudaba que hubiese hablado en muchos años, y le recordaba demasiado a Sirius cuando lo vio por primera vez en la casa de los gritos.
Su voz sonaba ronca, como si no la hubiese usado demasiado, aunque en esos instantes Harry temía que tuviese ganas de desgastarla, además de que cuando llegó no inspeccionó mucho el lugar donde se encontraba. Solo había buscado una casa y la primera que localizó allí se metió.
No sabía si agradecer su descuido o maldecirse por idiota. Gracias a ello, Regulus y otro horcux estaban en su poder, pero ahora que estaba fuera se encontraba nervioso.
No quería otra caza de brujas y menos en esos instantes en los que Regulus podría volverse contra él en cualquier momento.
El sonido de una pequeña explosión se hizo escuchar a su alrededor y maldijo entre dientes.
Buscó el origen del ruido, pero no precisó rebuscar mucho, una humareda se cernió alrededor de Regulus y él. Eran bombas de gas.
Rápidamente hizo el hechizo casco burbuja para Regulus y él, esperando que la humareda desapareciera aunque antes de que esta lo hiciese una voz resonó en le lugar.
O estaban usando un sonorus o un megáfono Muggel, fuese lo que fuese, se hacían escuchar.
—Estáis rodeados y contamos con algunos mestizos en nuestras filas, no tenéis oportunidad contra nosotros. Soltad vuestras varitas y no os resistáis.
Regulus lo miró alarmado, y el gruñó por lo bajo, según la humareda se iba disipando colocó su propia varita sobre su garganta y amplificó su voz:
—No somos mortífagos, pertenecemos a la resistencia, si es cierto que tenéis mestizos con vosotros, sabréis que hay dos bandos en esta guerra y uno de ellos está con vosotros.
—Hemos visto vuestras ropas, no sois de la resistencia.
Harry miró la ropa de Regulus, una capa negra, y después la suya, era una de las de Hogwarts, negra también. Gruñó molesto.
—La resistencia no tiene ningún color que lo caracterice.
—Eres un maldito mentiroso, el color de la resistencia es el rojo y su insignia un fénix.
Harry se quedó mudo por unos instantes, ¿de qué, por merlín, estaban hablando?
—Eso no es cierto. Quien os haya dicho algo así os ha mentido.
—¿Quién me llama embustera?
Esa voz lo dejó congelado, en cuanto la humareda desapareció la vio de frente, pero más le sorprendió descubrir qué Muggels la acompañaban.
Abrió los ojos al máximo e hizo desaparecer el casco burbuja, pero no el sonorus:
—¿Tía petunia?, ¿Hermione?
Las reacciones, de ambas mujeres ante él, fueron de película, solo que una película que jamás creyó ver.
Hermione que estaba subida en la parte más alta de una camioneta, al lado de su primo Dudley, abrió los ojos al máximo y de un momento a otro la escuchó decir:
—¿Harry?, ¿Eres tú?
Que dijera su nombre ya fue una sorpresa extrema, pero que saltara y corriera hacía él lo dejó helado en el sitio. Cuando se vio encerrado entre sus brazos como hacía meses no sucedía, pensó que caería redondo.
Pero cuando su tía Petunia también lo abrazó con fuerza, cayó de culo llevándoselas a ambas con él.
—Creíamos que estabas muerto. Llevas tanto sin dar señales de vida que…
Hermione parecía atorarse con las palabras, como si no pudiese explicarse con claridad.
—Pero si Luna sabía que estaba bien.
—Perdimos la comunicación con Luna hace un mes y medio, no sabemos qué fue lo que pasó, y la casa en donde os encontrabais solo era conocida por vosotros, temimos que…
—Pero Draco….
—Él se alejó en cuanto Pansy despertó.
—¿Pansy despertó?
Preguntó sorprendido, ninguno se percató de que los estaban observando todos.
—Sí, Ginny fue con ellos. Sirius lleva todo un mes buscándote como un loco, tus padres están desesperados, no han podido regresar porque han impedido los trasladadores de unas ciudades a otras y salen muy pocos ilegales.
La gente teme arriesgarse mucho. Aún no han conseguido que los incluyan en ninguno. La orden se negó a crear un traslador, con la seguridad requerida y que no sea detectado, para que viniesen. Están furiosos.
—¿Nadie intentó ponerse en contacto conmigo con la moneda del ED?
Cuestionó, Hermione lo miró unos instantes desconcertada:
—¿Tienes una?
Sorprendido y pillado, enrojeció. Hermione se había negado a que él poseyera una de esas monedas, había tenido que hacer que Neville fingiera que había perdido la suya para que Hermione le hiciera otra.
—Yo…
Hermione no reaccionó como él se lo habría esperado, sonrió ladeadamente:
—Siempre supe que Neville no había perdido su moneda, no sabe mentir. No creí que la tuvieses tú, pensé que sería Draco, por eso no la desactivé.
Harry no le confirmó su teoría, al mirarlo a los ojos no hizo falta, como siempre, Hermione fue capaz de leer a través de él.
Era como si no hubiese pasado el tiempo, como si lo pasado desde que llegó allí, jamás hubiese sucedido.
—Hoy tiene uno de sus días buenos.
Escuchó que murmuraba su tía a su oído. Desconcertado y perdido, miró hacia ella.
—Es mejor salir de aquí, no podemos dejar que nos pillen, cuanto antes lleguemos al centro comercial mejor.
La voz de Dudley los sacó de su mundo, al mirar a su primo descubrió a un Dudley completamente diferente al que él conocía. Tenía el cabello más largo y desordenado. Toda su masa de grasa, había desaparecido convirtiendo su cuerpo en una masa de puro músculo. Sus ropas, que antes no podían estar ni sucias ni manchadas, se encontraban andrajosas.
Tenía unos brazos el doble de grandes que los suyos, y heridas.
Algunas ya cicatrizando, otras de recién adquisión y un feo corte en su mejilla derecha que la cruzaba de un lado a otro.
—Dud.
Inquirió él forma de saludo, su primo le ofreció su mano para ayudarlo a levantar.
—Tú has de ser mi primo, Harry Potter.
Sintió un cosquilleo recorrerlo, se había olvidado por completo que ese Dudley no había intercambiado con él ni una sola palabra, ni siquiera cuando fueron rescatados por él y el resto de la orden.
En cuanto estuvo en pie, notó la túnica de Hermione. Efectivamente era de color rojo.
—¿Y esto?, No sabía nada sobre ello.
—Fue idea de Kinsgley, para que los muggels puedan diferenciarnos de los mortífagos. Ningún mortífago sabe de esto, están hechizadas, todos lo que tengan la marca tenebrosa verán túnicas negras o de cualquier otro color.
—No es muy secreto si vais diciendo por ahí las características.
—No lo hacemos. Creí reconocer a Sirius, pero según os ibais acercando, desconfié. –Hermione miró hacía Regulus, que estaba estático y sin hablar. Era evidente su aversión a estar con tanta gente: —Vamos caminando, te iré explicando.
—Este es Regulus Black, el hermano de Sirius.
—¿El hermano de …? Pero Sirius me dijo que estaba muerto.
Sonrió ladeadamente:
—Ya ves que no.
Dudley y su tía se pusieron rápidamente a su lado y comenzaron a preguntarle cosas. Él mismo estaba muy interesado en la historia de ellos. ¿Cómo habían terminado todos esos juntos?, ¿Y Hermione con ellos?
Su tía y Dudley fueron los primeros en ingresar en el centro comercial del lugar. Era enorme, de cinco o seis plantas, y la gente que allí había, era un grupo grande.
—Estamos protegidos con encantamientos protectores muy fuertes. Yo y otros mestizos hemos creado todas las protecciones precisas. Esta gente no deseaba moverse y cuando reconocí entre ellos a la hermana de tu madre, supe que debía ayudarlos.
Los días los paso aquí, también algunas noches, cuando no hay nada que hacer en el cuartel.
Aquí soy más útil, pues conozco bastantes hechizos curativos y otros que a ellos les pueden servir. Han montado un campamento aquí, al menos hasta que se queden sin comida o provisiones.
—Para lo que queda mucho aún. Esperemos que esta guerra acabe antes de eso.
Dudley se acercó a ellos y les ofreció un refresco y una lata de ensalada de pasta. Harry no había comido mucho de eso, pero cuando no había otra cosa, no se ponían muchas pegas, así que agradeciendo la comida, se sentó a comer. Hermione lo acompañó con un refresco en sus manos.
Su primo y su tía se sentaron también a su lado:
—¿Cómo llegasteis aquí?
Preguntó interesado.
—En coche, nos quedamos sin gasolina antes de alcanzar Londres. Nos asaltaron unos malditos y el coche se estropeó, intenté robar uno, pero mi madre es demasiado puritana para ello.
Aportó Dudley.
—Si lo hubiésemos hecho, esta gente estaría muerta.
Cortó Petunia altanera y severa. Harry no pudo evitar sonreír discretamente:
—Como sea, terminamos con todos estos. Era evidente que pronto terminarían todos muertos. Ninguno pensó en ocupar este lugar hasta que llegamos nosotros dos.
—Como siempre mi Dud quería asegurarse la comida.
Dudley fulminó a su madre con la mirada y Hermione sonrió divertida por ello:
—Poco a poco más y más gente, al ver lo que nosotros hacíamos se decidió por venir aquí. Un día, un grupo de esos mortingagos.
—Mortifagos.
Aportó Hermione. Dudley le sonrió para continuar:
—Un grupo de esos, nos atacó. Mataron a tres de los niños y torturaron a diez personas. Salí a ayudar, pero no pude hacer mucho. Entonces recordé el colgante que la tu madre nos había dado a mí y a mi madre.
Recordé que nos había dicho que si estábamos en peligro alguna vez lo presionáramos y pensara el lugar donde nos encontrábamos.
Corrí de vuelta al centro comercial y nuestra tienda. Fue en esa carrera, donde me pillaron y me infringieron esta cicatriz en la mejilla.
Conseguí escapar por los pelos, y llegué a mi destino, en cuanto tuve el colgante e hice lo que me habían dicho, se escucharon una serie de explosiones.
—Tardamos lo menos que pudimos en responder esa llamada. Mi colgante, y el de algunos de la orden más se prendieron en el acto con el nombre de este lugar. Sirius, yo, Moddy, y Kinsgley fuimos unos cuantos de los que aparecimos aquí.
Ayudamos en lo que pudimos, y nos encontramos con la sorpresa de que había siete mestizos entre todos estos muggels. En cuanto ellos nos vieron se nos unieron en la lucha.
Desde ese día tenemos esto como una casa franca más. Solo que es algo así como una casa franca de descanso, un paso seguro para los miembros de la orden.
Hemos instalado un campo anti-aparición en todo el lugar, aquí solo se puede llegar andando o en transporte.
Ningún mortífago tomara un transporte y mucho menos caminará.
Hermione sonreía feliz, y él se sentía a su vez eufórico por verla en ese estado, y más sabiendo lo que sentía hacía él.
Sus miradas estaban tan conectadas en esos instantes, que ninguno fue consciente de que los tres que se encontraban en su compañía se sintieron incómodos y decidieron alejarse.
Regulus llevado por Petunia quien lo condujo hacía un lugar alejado, rodeado de mestizos. A los que les pidió que lo vigilaran hasta que Harry volviese a la tierra y al presente.
Mientras su tía hacía eso, Hermione levantó una de sus manos hacía su rostro:
—No sabes lo mal que lo pasé cuando creímos que estabas muerto. Sirius estaba destrozado.
—Jamás me iría sin dar un buen espectáculo antes.
Sonrió mientras decía esas palabras y ella le correspondió la sonrisa:
—Estos meses he conseguido ponerme un poco al día. No entiendo todo, todo, pero sé que esta realidad no es la adecuada. Este no es nuestro verdadero séptimo año ¿Verdad?
Esas palabras pillaron completamente desprevenido a Harry, quien observó a Hermione alarmado y se puso en pie. Hermione ni se inmutó solo lo observó desde donde estaba esperando su contestación:
—¿Qué estás…?
—He estado teniendo algunos sueños extraños. Hay días en que ni siquiera soy yo misma, pero otros, como hoy. Sé que tú eres importante para mí, que Ron es mi otro pilar. Que nosotros tres somos el trío dorado de Gryffindor y que en quinto año Sirius fue asesinado por Bellatrix Lestrange.
Harry negó y se alejó de Hermione, ¿eso era?, ¿Por eso lo había recibido así?, ¿Hermione estaba recordando?, ¿Cómo demonios era eso posible?
Hermione se puso en pie y se acercó a él. Antes de que pudiese impedirlo, sintió como ella tiraba de su brazo y lo obligaba a caminar fuera del centro comercial.
Una vez fuera Hermione lo soltó y encaró:
—¿Qué fue lo que pasó?, ¿Qué me pasó a mí?, ¿Cómo hemos llegado a esto?
Harry negó sin saber qué decir. Era imposible. ¿Sería cosa de Voldemort?
—¿Cómo es posible que tú….?
—Ya te lo he dicho, he estado teniendo sueños que…
—No, un momento. Tú me odias, no puedes verme, es más, me desprecias de tal manera que cada vez que nos cruzamos te tienes que contener para no maldecirme o hechizarme.
—Es cierto. En mi interior tengo deseos de matarte por lo que me hiciste, pero desconozco qué es lo que me hiciste exactamente. Sin embargo, en mis sueños, tú y yo somos inseparables. Hablé con Sirius de esto, y él me dijo que debía hablar contigo. Que tú me explicarías.
—¿Hablaste con Sirius de esos sueños?
—En realidad él me preguntó. Una noche desperté gritando y llorando. Sirius estaba a mi lado…
No siguió escuchando lo siguiente a esas palabras, ¿qué Sirius estaba a su lado?, ¿Qué mierda significaba eso? Negó, intentando ignorar el deseo de golpear a Sirius que acababa de surgir con una poderosa fuerza en su interior.
—…Sirius me dijo que no podía ayudarme con eso. Que si de verdad esos sueños parecían tan reales, era mejor que les prestara atención y que te preguntara sobre ellos.
Ahora, tras cinco meses, me resulta tan fácil decirte Harry y abrazarte como si fuese la cosa más natural del mundo. Hay en mí dos caras de una misma moneda. Una que te comprender como si fueses yo misma y otra que te odia y aborrece con tal fuerza que no me deja ser del todo yo misma.
No sé qué parte es la real y cuál la falsa. No sé si ese odio tan arraigado en mí es genuino o es algo creado. ¿O mis sueños son la falsedad?, ¿Has hecho tú que tenga esos sueños?
¿Estás jugando conmigo?
No consigo aclararme, y me estoy volviendo loca. Hay días que estoy muy segura de que amo a Sirius y de que te aborrezco hasta el punto de desearte la muerte. Otros te odio por lo que me hiciste pero me odio a mí también por lo que te hice yo a ti.
Y otros, como hoy, me siento confusa me odio a mí misma y solo deseo ser egoísta y aprovechar hasta el último de mis instantes contigo y a tu lado. Sé que eso no durará mucho, que acabarás por echarme de tu lado y alejarme como la paria que soy.
Pero no me importa, no, mientras aprovecho hasta mi último aliento por estar ahí para ti y para nadie más.
Tras esas palabras, Hermione rompió a llorar y cayó de rodillas al suelo. Su mente estaba hecha un lio incomprensible.
Pero la mente de Harry no andaba mucho mejor. ¿Una paria?, ¿Lo que le había hecho? ¿Alejarla?, Eso jamás sucedería, podía clavarle mil puñales, que como un maldito estúpido él la volvería a atraer hacía él.
Porque por más que quisiera negárselo a él mismo, se había enamorado de su mejor amiga.
Siempre había ocultado ese hecho con un tupido velo, pero desde que la había visto en brazos de Sirius, ese velo se había desprendido y no deseaba volverse a correr y ocultar tras él lo que siempre había obviado.
Se acercó a ella dispuesto a abrazarla y saber qué le estaba pasando con exactitud, no deseaba arriesgarse a contarle todo así como así. En cuanto la abrazó, ella comenzó a temblar y rompió a llorar con mayor fuerza.
Nunca había sido un experto en consolar chicas, y mucho menos en consolar a Hermione. Ella nunca necesitaba de eso. Es cierto que en su sexto año había tenido ciertos episodios, pero aquello no se le parecía en nada.
La acercó hasta él lo más que pudo:
—No tienes que seguir preocupándote por todas esas idioteces. Hermione, no existe nada en este mundo que pueda alejarme de ti. Desde los once años que te vi por primera vez lo supe.
Hermione no respondió a sus palabras, solo negó con fuerza, convencida de que sus palabras eran mentira. ¿Qué podría tenerla así realmente?
—Veo que después de todo estás bien.
La voz de Sirius sonó mortalmente seria. Cuando él y Hermione lo buscaron en la oscuridad de la noche, los tres tenían diferentes sentimientos en su interior.
Hermione sabía que parte de ella deseaba abrazarlo y besarlo, mientras que por otro lado, no deseaba por nada del mundo abandonar los brazos que la abrazaban y la hacían sentir segura.
Sirius, no se entendía a sí mismo. Estaba con Hermione para ser su salvavidas, desde el comienzo había sabido que él no tomaba en serio ese tonto enamoramiento de ella, y sin embargo ahí estaba, sintiendo que la sangre le hervía solo de ver esa escena.
Harry, solo tenía una cosa clara, quería a Sirius como a un padre, del mismo modo que a Ron como a un hermano. Ya una vez se había cegado ante sus sentimientos por la chica que se encontraba entre sus brazos en esos momentos, y sabía que la Hermione de esa realidad quería a Sirius.
Por más que le dolió y costó, se puso en pie junto con Hermione e inquirió:
—Está mal, no sé qué le sucede, necesita acostarse.
Se separó de Hermione tres pasos, topándose con una cara de asombro por parte de Sirius y con una de desconcierto y súplica en la de Hermione.
Apartó la mirada de ambos, que Ron luchara contra Sirius por ella, después de todo, si no era por uno, sería por el otro. Él no lucharía contra ninguno de ellos. Además, Hermione siempre había sido su mejor amiga, nadie le aseguraba que si abría la boca con respecto a sus sentimientos, estos no fueran rechazados de pleno.
Pese a todo lo que Hermione había dicho, ella solo deseaba contar con su compañía, algo que jamás le negaría. Pero no pasaría de ser ese mejor amigo.
—Por cierto. Regulus está aquí. Lo encontré ayer en la noche.
Esas palabras calaron fuerte en Sirius, quien estaba a punto de abrazar a Hermione, pero se detuvo en seco al escucharlo decir eso.
—¿Regulus Dices?
Asintió, y antes de poder contarle cualquier cosa, Sirius salió corriendo hacia el interior del centro comercial.
Harry se dispuso a seguirlo, pero Hermione lo retuvo cogiéndolo de la manga:
—¿Por qué has hecho eso?, ¿Por qué me has entregado así?, ¿Qué…?
—Sé que tú y Sirius estáis juntos. Sé que preferirías ser abrazada por él mil veces antes de por mí. No te preocupes, soy tu mejor amigo, sé esas cosas.
Se giró dispuesto a largarse de allí, pero ella lo retuvo de nuevo:
—¿Es eso todo lo que somos?, ¿Mejores amigos?, En mis sueños tú…
—Sí, nosotros siempre hemos sido mejores amigos Hermione. En tus sueños ese es mi papel, ningún otro. Sé que esto te puede resultar complicado de comprender, pero te aseguro que mañana te explicaré todo. Ahora estoy molido y preciso descansar un poco.
Entró en el centro comercial, y tras dar una pequeña vuelta, su tía le mostró el lugar donde él podía descansar.
Al cabo de una hora, estaba profundamente dormido. Hermione llegó hasta el lugar donde él descansaba y se arrodilló a su lado, lentamente se acercó a él. Al hacerlo, una cadena cayó desde su cuello quedando suspendido entre ambos.
De la cadena dorada colgaba un giratiempo.
Hermione se aferró a él con ambas manos:
—Ojala pudiera retornar todo, ojalá nunca descubras lo que hice. Mañana quizás ni yo misma lo recuerde. He comenzado a escribir un diario de sueños, algún día te lo dejaré leer.
Unas cuantas lágrimas cayeron por su rostro rozando la mejilla de él:
—Deseo que al leerlo puedas comprender.
Sin dejar de agarrar el giratiempo, se llevó una mano hacía la túnica se descubrió el brazo y tocó con cautela la marca tenebrosa que allí brillaba. Avisando así, a su señor que había aparecido y su paradero exacto.
—¿Qué haces?
La voz de Sirius la sorprendió, se giró rápidamente ocultando la marca en su brazo y se limpió el rostro:
—Él, yo, no logro dormir, no consigo discernir lo que es real de lo que no.
Se abrazó a Sirius con fuerza, temerosa de que hubiese visto lo que acababa de hacer. Pero por la forma en que Sirius respondió a su abrazo dedujo que no era el caso.
—Tranquila, mañana hablará contigo y te…
Sirius se detuvo cuando escuchó un grito:
—Sirius, Sirius.
Era uno de los mestizos, en el momento exacto en el que el mestizo llegaba, Harry se incorporó sobresaltado y sudando. Sus ojos buscaron a Hermione en el acto y en cuanto la localizó suspiró:
—Ha pasado algo, Hogwarts pide ayuda.
—¿Hogwarts?
—Unos chicos que dicen pertenecer al ED.
Hermione puso atención en el acto y Harry fue quien se puso en pie con rapidez:
—Ha abierto la cámara, ha soltado al basilisco, he de ir allí.
Sirius lo miró sin comprender, mientras que Hermione aferraba el gira-tiempo y ahogaba una exclamación de sorpresa. Seguidamente cerraba los ojos y caía de rodillas al suelo:
—Salazar Slytherin, las cañerías, el espejo.
Harry comprendió que estaba hablando de su segundo año, mientras que Sirius, no conseguía hilar todas esas palabras sueltas.
—¿De qué estáis hablando?
Dijo con exasperación:
—Voldemort está matando a todo hijo de Muggel que se encuentra en Hogwarts, no pensé que abriría la cámara de los secretos.
—¿La cámara de los secretos?, ¿Eso existe?
Sirius parecía escéptico:
—Sí que existe, y lo que se encuentra en su interior es un basilisco.
—¿Y dices que piensas ir?, ¿Acaso te has vuelto loco?
No pudo evitarlo, sonrió ladeadamente y centró su mirada en Sirius:
—Sería la segunda vez que me enfrento a él. Y en esta ocasión, tengo diecisiete años, no doce, y sé mucho más que aquella vez.
Sirius palideció por unos instantes sin poder creerse lo que le estaba diciendo y sin duda creyéndolo loco.
—No irás solo.
La determinación en esa frase le dio escalofríos, era Hermione la que acababa de hablar. La miró y a su mente llegó la imagen de ella en segundo año, completamente petrificada.
—Sí que lo haré, tú puedes caer, y jamás lo permitiré.
Vio la decisión de discutir en sus ojos, pero antes de poder abrir la boca para decirle algo, recibió el impacto de un desmayus, Harry tuvo que cogerla en brazos antes de que cayera al suelo. Miró a Sirius, quien había lanzado el hechizo:
—Ella tiene razón, no irás solo. Yo iré contigo.