Este es mi nuevo trabajo, es una traducción de la fic de nombre homónimo Falsos Herois escrita por la autora brasilera Scila. Es una trilogía y esta es la primera parte.

Espero que les guste…

Falsos héroes

Capitulo 1- Arena, sol y un heredero sin herencia.

-Ven Draco

La voz áspera de su madre no podía ser ignorada. Entonces paro de alimentar la lechuza gigante color de chocolate y fue hasta ella.

-¿Qué pasa mamá?- le reclamo, no le gustaba que lo interrumpieran. Sin importar lo que estuviera haciendo.

-Once años, sabes lo que significa.

-Voy a tener que ir al colegio.- De nuevo su voz sonaba irritada. Ir al colegio significaba salir de su casa, parar de hacer lo que quisiera, lo que quería decir menos tiempo para divertirse.

Al siguiente día seria su cumpleaños, y el recibiría las cartas.

-Tu papá quiere que vayas a Durmstrang.

Draco, no respondió. El ya lo sabía. Su papá le había contado todo sobre ese colegio, se sentía menos irritado al irse para allá. Aprendería artes oscuras y estaba ansioso para empezar a practicar en los elfos domésticos.

-Pero no iras allá; iras a Hogwarts.

-¿Como voy aprender hechizos poderosos allá, mamá? No los enseñan…

-No, mas no importa. Vas a estar más cerca de casa y los hechizos realmente importantes los aprenderás luego. No pienses en eso ahora.

- Mas allí estudian sangre sucias, mamá...

-No te quejes. Hogwarts será importante, Draco. Habrán personas importantes allí.

-Papá lo sabe.

Su madre lo miro irritada por su insistencia permanente en tener la constante aprobación de su padre.

- Independencia, Draco. Ya hemos hablado sobre esto. Se independiente, o no serás nada. Aprende a adaptarte a las situaciones. Otros tiempos. Cuando te convenga haz esto, cuando no, haz lo otro. Tu padre es un obstáculo.

-No, no lo es.

- El nunca va a estar orgulloso de ti, Draco. Y vas a terminar en problemas si continuas dependiendo tanto de el.

-¡Tu eres el obstáculo, no el! Y no quiero ir a esa estúpida escuela.

Draco salio corriendo hacia el jardín de la casa. No fue muy lejos, tropezándose en el camino y raspándose la rodilla.

Se coloco la mano en la herida, quejándose del dolor.

Su madre se le acerco, con una rara expresión de cariño en el rostro.

- Te prometo que Hogwarts te va a gustar, querido. Tu padre y yo estudiamos allá, y tú continuaras con la tradición Malfoy iras a Slytherin y serás el líder. Los sangre sucias sufrirán en tus manos. A demás, haré que los elfos preparen tus dulces preferidos y los enviare por Pegasus todos los días para que recuerdes el sabor de casa.

Draco miro a su madre, ella sonreía. Era tan raro verla así que retribuyo el gesto, sintiéndose mejor. Ella le ofreció una mano para ayudarlo a levantarse.

Los dos se fueron cogidos de la mano hacia la mansión Malfoy.

-discúlpame, mamá.

-Independencia, Draco. Nunca lo olvides.

Pero el lo olvido. No previo que una gran guerra ocurriría en poco tiempo.

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Cairo – Nueve años y cinco meses después

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El calor fue lo primero. Lo segundo fue más calor. Lo tercero la bebida.

Calor, más calor y bebida, las causas del terrible dolor de cabeza cuando despertó.

Maldito desierto. Maldito calor, maldita arena que se metía en todo. Maldito Potter. Maldita guerra estúpida.

Su cabeza estaba que explotaba, los efectos del alcohol y los insultos mezclándose incoherentemente.

Para su gran infelicidad no estaba en su cama de algodón que era

más espaciosa que un pequeño cuarto. No estaba ante las familiares paredes talladas al estilo victoriano, ni las cortinas grisáceas que cubrían las altas ventanas impidiendo que el sol entrase sin permiso y lo despertara.

Nada de eso...

El estaba durmiendo en una cama mal olorosa, apestaba a sudor. El sitio donde estaba... ese pedazo de basura era repugnante. Un hotelcito de quinta en la parte más caliente y... pobre de la Cairo mágica.

El odio lo trasbordo como el Nilo en época de inundaciones. Pobre. La palabra era odiosa, asquerosa... y dominaba sus pensamientos todos los días, desde el amanecer hasta la puesta del sol.

El odio era enorme, incontrolable. Y completa y totalmente inútil.

Ni en venganza pensaba ya.

Su vida se resumía en: esconderse y evitar que lo atraparan.

Diablos, el era Draco Malfoy y no una rata de alcantarilla. ¡Era el heredero de la familia más pura e influyente del maldito mundo

mágico! Excepto por un pequeño problema no había nada que

heredar.

¿Dinero? El maldito gobierno le quito todo. ¿Influencia? Todo se fue por la cañería gracias al imbecil de Potter, que venció la maldita guerra.

Su vida perfecta, rica y limpia le había sido robada porque su padre fue lo suficientemente incompetente como para elegir el lado perdedor.

Voldemort... Ese nombre era tan odiado como el de Potter.

La causa era buena. El motivo interesante, la posible recompensa; tentadora. El resultado final, un desastre total.

Y todo por culpa de la profecía ridícula hecha por la aun más ridícula e incapaz de Trelawney. Y porque Voldemort fue demasiado estúpido y no considero la posibilidad de que talvez el debía matar a Potter ¡y no lo contrario!

Potter gano. Sobrevivo una maldita vez más.

Ahora Draco debía huir de el y su estupido grupito feliz. ¡La Orden del Fénix! Que nombre tan ridículo.

Deberían llamarse las calabazas sin cerebro andantes, ese si les combinaba.

El dolor de cabeza le impidió seguir pensando en su desgracia. Se levanto, en un inútil intento de disminuir la jaqueca, pasándose la mano por la cabeza y secando el sudor que dominaba su rostro.

El sol, como siempre en aquel país asqueroso, era demasiado caliente. Todo lo era, hasta el aire.

Era difícil respirar.

Draco odiaba el calor. Calor era cosa de pobres. La nobleza es fría, sangre azul, blanca. Calor significa sudor, pudrición y mal olor, nada noble.

El hecho era que el olía y sudaba como un puerco listo para morir. Tampoco nada noble, y eso lo irritaba.

Estaba usando la misma maldita ropa hacia tres días. Se la había robado a un marinero borracho en el barco que lo trajo a África.

Barco. No mágico.

Cuan bajo había llegado para sobrevivir.

Sin embargo no podía dejar de sentirse orgulloso por su plan. Nunca Potter y sus aurores inútiles pensarían siquiera en la posibilidad de que Draco Malfoy usara un transporte muggle.

Eso le aseguraba por lo menos una semana de ventaja.

Ahora todo era así.

Siempre un paso frente a ellos. Siempre mirando por encima del hombro temiendo que lo encontraran, la paranoia lo dominaba. Sombras, mirandas sospechosas… todo era motivo de preocupación.

No que les tuviera miedo. No, el nunca admitiría eso, ni así mismo.

El no les daría el gustito de la victoria.

Podrían quitarle su dinero, su mansión, su madre, su padre, su vida, hasta la ultima foto arrugada, pero no le quitarían su orgullo. ¡Malditos!

Su estomago ronco, recordándole otro problema de no tener dinero y ser un fugitivo.

La falta de comida. Y el hambre como consecuencia.

Maldiciendo aun más su situación salio del cuarto y bajo las escalas. Llegando al 'lobby' del hotelcito "Camello Belgo", ni miro al 'recepcionista', yendo directo a la salida de aquel infierno.

Además de no querer perder su tiempo en tonterías, Draco prefería evitar a las personas. Ellas tienen la irritante tendencia a tener ojos. Y eso significa que probablemente serian testigos o pistas hacia el.

Mientras menos ojos, mejor.

Atravesó la calle "Pasarela Ondulada" (imitación barata del Callejón Diagon) y fue hacia el "Tapete Volador Rasgado", el bar brujo más cercano. Choco con una mujer en la entrada y paso por la puerta del sitio más mal humorado aun.

Se sentó en la mesa más alejada de otros seres.

Noto que era la misma mesa de la noche anterior cuando había tomado dieciocho (o más, había parado de contarlas, demasiado borracho para cálculos) "Batidas Ali Baba"

Nunca había sido de beber nada además de garrafas de vino brujo de Francia y de buenos años. Cualquier cosa más plebeya que esa incomodaba su paladar.

Pero... esa había sido una ocasión excepcional.

En contra de su gusto, empezó a recordar cosas. Y recordar cosas era algo malo.

Azkaban. Su padre.

No valía la pena pensar en eso.

Hacia que quisiera olvidar y para hacer eso tenía que rebajarse a beber bebidas de segunda. Que le daban dolor de cabeza al otro día y hacían que se desconcentrara de su tarea de permanecer incógnito.

Porque el tenía la extraña sensación de que en la noche anterior había pasado alguna cosa que no debía.

-¡Mi miquito ingles¡

¡Oh, si! Alguna cosa muy mala había pasado durante su embriaguez.

Una boca asquerosa y sudada llego cerca de su mejilla y eso lo traumatizo. Draco había sido besado por una mujer que parecía haber acabado de salir del sarcófago más próximo. Su rostro era chupado de tan delgado, las arrugas más horribles aun debido a la exposición contaste al sol. Su nariz era extremadamente defectuosa y en su boca había lunares velludos.

Era la peor pesadilla de Draco. Era Jasmine Quishabe, la dueña de aquel sucio bar.

-¡Mi miquito ingles! ¡Te extrañe!

-Suéltame. No me toques, asquerosa.

Era inútil. Los insultos rebotaban, siendo ignorados completamente. Ella lo abrazo y el olor de alcohol y perfume barato invadió la nariz de Draco.

Irritado la empujo fuertemente hacia tras.

Había olvidado completamente a la horripilante mujer. Debía haber pasado lejos del maldito bar.

Ahora todo volvía a su mente. Porquería de memoria.

No recordaba exactamente lo que había pasado en la noche anterior, pero sabía que incluía a la grotesca mujer.

-Escúchame, Quishabe. No importa lo que haya pasado por tu mente vacía, olvídalo. Soy lindo, tu horripilante. Y sudas. Hueles mal. Estaba borracho y mis sentidos muertos. Personas feas no le sirven a las bonitas.

-¡Ah, lindo! ¡Eso lo dices ahora! ¡Ayer era la mujer más linda de todas! Dices eso porque sabes que me gusta que me traten mal, ¿cierto, mi monito?

Su estomago resolvió recordarle su miseria. Draco sabia, para su propia desgracia, que los tres sicles en su bolsillo no pagaban ni una migaja de pan amasada por el diablo.

Era asqueroso y potencialmente traumático, pero debía hacerse. Sobrevivir hoy, lamentar mañana.

-Si me traes algo decente para comer decente, puedo... hasta considerar tu presencia.

La momia sonrió. Apretándole las mejillas, sus sucias uñas marcando su piel pálida. Era repulsivo, pero diablos, tenía hambre.

-¡Ya viene un desayuno completo para mi querido!

Ella lo soltó, yendo hacia la cocina vieja e inmunda cantando alguna canción de dudosa calidad con una voz aguda y desafinada.

Draco considero la posibilidad de correr bien lejos y nunca más volver a estar cerca de esa mujer. ¿Pero cuales eran las probabilidades de obtener algo de comer gratis en otro lugar?

Maldiciendo a los cielos, Merlín y potter, hizo la única cosa que podía: se quedo en el mismo sitio, el hambre lo suficientemente dolorosa como para superar su orgullo.

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Si días antes alguien llegara y le digiera a Ginny: "¿Quieres irte para un lugar caliente y exótico?" Ella gritaría bien cerca de esa persona: NO.

Ya había cometido ese error. Y no lo volvería hacer.

Ahora solo aceptaría misiones en lugares así desde que: primero; haya playa. Segundo; el hotel sea decente y haya bebidas heladas. Tercero; servicio al cuarto y masajes incluidos…

El lugar en el que estaba era todo, menos eso.

Caliente, apretado y lleno de gente.

Draco Malfoy no era tan estupido como para esconderse ahí. Sería demasiado fácil.

Si bien que considerando todo, talvez si lo seria. Con seguridad eso explicaría que hubiera elegido un lugar como ese.

En su corta carrera como auror Ginny había aprendido a nunca subestimar al enemigo. Siempre tienen un as bajo la manga… o mejor, una varita.

Pero era difícil no encontrar a su blanco actual, Draco Malfoy, que no pasaba de un hijito de papi que lo había perdido en la mitad del camino. No había que subestimar en el.

La única cosa que se podía decir respecto a el: hierba mala nunca muere. A no ser que uses un hechizo bien fuerte.

El rastro de Malfoy terminaba ahí, en la Pasarela Ondulada. Y ella ya llevaba varios días intentando encontrar pistas de donde estaría ahora.

Por lo menos era previsible. Al contrario de Nott, el último que había perseguido que de repente decidió que esconderse en lugares muggles no era tan malo, comparado con una vida entera en Azkaban. Y eso dificulto mucho su trabajo, ¡Lugares muggles no faltan!

Malfoy no haría eso, ni que su vida dependiera de ello (y dependía).

Si talvez Ginny debería darle más crédito, al fin de cuentas había logrado despistar la Orden en Grecia. Solo lo encontraron cuando un marinero le contó a su novia que le habían robado la ropa pero que no recordaba como. La novia le contó a una tía que le dijo a la vecina que hablo con el pescador de la esquina que decidió comentarle ese hecho a la dueña de la tienda de animales que por coincidencia era una bruja capaz de reconocer los efectos de un hechizo de memoria.

Y allí estaba Ginny. Hirviendo bajo el sol egipcio. Desde la madrugada haciendo redadas en hoteles de quinta categoría buscando a un pálido rubio.

Su boca estaba tan seca que haría cualquier cosa por un vaso de agua (que no estuviera sucia o con algún olor sospechoso).

Felizmente había un bar cerca.

Felizmente, la vida esta llena de coincidencias porque cuando ella puso un pie en ese lugar inmundo sus ojos dieron directamente con un rubio de nariz delgada.

Draco Malfoy.

Hoy era el día de suerte de Ginny.

Claramente, entre tanto, no era el de Draco porque además de la horrenda mujer que tenia sentada en las piernas, pasando una mano por su cabello, tendría que enfrentar a una Ginny muy irritada por el calor.

"¡JA! ¿Qué me dices ahora, Harry? Te dije que lo encontraría."

Abriendo una sonrisa satisfecha y con su varita en mano marcho hacia el próximo residente de Azkaban.