Ha costado sudor, pocas lágrimas y nada de sangre llegar hasta aquí. Todas las cosas, incluidas el amor, tienen un final. Pero lo difícil es darle un final a un "amor" que acaba de empezar y que ni siquiera es amor… He divagado durante 18 capítulos, profundizado superficialmente en la tensión que existe entre House y Cameron, jugado con ellos todo lo que se podía y más.
Durante más de un mes, este final, ha esperado en el horno mientras sufría retoques y finalmente, un cambio radical. No le hecho una rinoplastia pero poco ha faltado. Las expectativas sobre este fic me han desbordado y puede que el final desmerezca a todo lo que habeis ido leyendo hasta ahora. También puede que decepcione a muchos, pero si los guionistas de House se lo permiten, yo no voy a ser menos.
Un agradecimiento especial a Angy porque no pude encontrar mejor beta para este fic y Morgan, por la paciencia, las correcciones y las canciones. No sé que hubiese sido de este fic o de mí en su proceso, sin vosotros.
En tiempos en los que el hameron parece estar de capa caída y algunos sienten auténtico temor de que la serie termine por estropearse, llega el final de Cambios. A todos los que habéis seguido el fic, muchísimas gracias de nuevo por vuestros mensajes, paciencia y apoyo durante estos seis meses. Tres meses más y a saber lo que hubiese parido…
Con Cambios llega el final de una era para mí también. Sabía que me costaría lo mío escribirlo, aunque no tanto. Pero bueno, digo adiós a los fics de larga duración en los que me dejo la sesera intentando ser creativa y no plagiar tanto a la serie. Nos veremos en forma de minifics, shorts y drabbles, ya sean hameron, huddy, hilson, camchase, wilddy.
Capítulo 19.

Wilson caminó de un lado a otro del pasillo. Las luces de la sala de diagnóstico estaban apagadas pero podía ver una pequeña luz que venía del despacho de su amigo. Había bajado al aparcamiento minutos antes y había visto la moto aún allí. Subió a buscarle y, al intentar abrir, se encontró con las puertas cerradas.
Cuddy salió del ascensor. Él la había avisado del extraño comportamiento de su amigo, aunque no sabía qué ocurría. Ella se acercó apresurada.
- ¿Qué sucede ahora? – preguntó preocupada.
- Está encerrado en su despacho.
- ¿Cómo que encerrado?
Wilson se rascó la nuca.
- Está ahí y ha cerrado las puertas. La moto está en el aparcamiento y dudo bastante que haya vuelto a hacer footing estando lisiado.
Cuddy puso los brazos en jarra y rodó los ojos. Él la miró extrañado.
- Mucho me temo que se ha enterado – dijo ella.
- ¿De qué?
Cuddy cogió por el brazo a Wilson y lo llevó hasta uno de los bancos del pasillo. Se sentaron. Él tamborileó nerviosamente los dedos contra el brazo del banco.
- Hace unas semanas, Cameron vino a mi despacho. Uno de los familiares de un paciente le habló sobre una organización en la que era voluntaria y en la que tenían programas para médicos en los que pudiesen participar como cooperantes. Todos los trámites necesarios, incluidos los permisos, tenían que pasar por mis manos. Esta tarde recibí los papeles, pero faltaba la firma de House en algunos. Y creo que House ya se ha enterado.
Wilson se llevó la mano a la frente tapándose la frente.
- Joder.
- ¿Qué ocurre? – preguntó Cuddy.
Él apoyó la cabeza en la pared. Miró al techo y dirigió la vista a Cuddy.
- No debería contártelo.
- Vamos, James. Si esto afecta a mis trabajadores, al funcionamiento del hospital, debo saberlo.
Wilson asintió ligeramente con la cabeza.
- Entre House y Cameron… - gesticuló con las manos.
- Oh, Dios mío - Cuddy se llevó la mano a la boca sorprendida. Wilson arqueó las cejas y suspiró. – Por el amor de Dios¿cuándo?
- Por lo que yo sé, en las últimas semanas.
- Dios mío. ¿Va en serio?
- No lo sé. Es House, ya sabes.
- Ay Dios…

Cameron se abrochó los botones del abrigo. Apagó la luz de la sala y dudó unos segundos antes de entrar en el despacho. No sabía si llamar a la puerta para anunciarse. Jamás habían actuado de ese modo. La educación y los buenos modales no eran algo habitual a la hora de tratar con él. Ahora le resultó extraño no saber cómo hacerlo. Tomó aire y abrió con cuidado. No hizo ni el menor ruido pero él la miró de reojo.
Ella dio dos pasos al frente y se humedeció los labios.
- Bueno, ya me voy – dijo ella.
House garabateó con un bolígrafo desgastado en uno de los papeles que miraba sin interés. Cameron se empezó a impacientar. No esperaba una despedida efusiva por su parte, pero sí cualquier cosa. Incluso un reproche. Prefería que se burlase de ella antes que irse sin que él hubiese dicho nada. El solo hecho de marcharse con otro silencio por su parte le ponía de los nervios.
- ¿No vas a decir nada?
Él apretó el bolígrafo y la miró fijamente a los ojos. Ella se sintió más pequeña que de costumbre a su lado.
- Que no te pique la mosca tse-tse y dale recuerdos a Angelina si la ves por allí.
Cameron bajó la mirada. Por un segundo creyó que sería diferente. Que la volvería a sorprender con algo absolutamente inesperado. Había empezado a acostumbrarse a él y a todos sus actos. Sonrió amargamente y se paró antes de salir por la puerta.
- Cuídate, House.

- ¿Es algún ritual de despedida? Ya sabes, otra mujer en tu vida se va y tú subes aquí como diciendo "adiós, aquí me quedo con mis sentimientos carcomiendo por dentro mientras soy un miserable y tú sigues con tu vida".
House no se dio la vuelta. Las palabras de Wilson eran suficientes. No era un encuentro más en la azotea del hospital. Apoyó cansado la barbilla en la mano y se mantuvo en silencio. Wilson se acercó y puso las manos sobre el frio hormigón. Los dos miraron hacia el horizonte durante unos segundos de silencio. Comparado con otras ocasiones, esta vez resultaba incómodo para ambos.
- ¿Por qué no hablas con ella? – Wilson insistió.
House suspiró profundamente. Se pasó la mano por la mandíbula con pesadez.
- Porque no hay nada que decir.
- ¿Ah, no?
- Si pusieses el mismo esfuerzo en tus matrimonios, es posible que aún te durara el primero.
Wilson rodó los ojos y dejó caer la cabeza hacia delante. Él no estaba menos cansado que House y sus constantes intentos por abrirle los ojos.
- Tú ni siquiera lo has intentado. Y puedes echarme en cara todo lo que quieras sobre mi vida. Yo no presumo de haber fracasado en mis matrimonios.
- Porque eres un infiel redomado.
- Vale. Entre otras cosas por eso. Pero yo al menos me he arriesgado.
- Así es como has acabado viviendo en un hotel.
- Como si importase eso. Tú sigues estando solo. Yo por suerte, espero que sea temporal.
- ¿Quién te ha dicho que lo mío no lo sea?
- Seis años no es algo temporal.
House se frotó la frente con la mano derecha. Notaba la presión en sus sienes. Wilson se apartó unos centímetros y esperó unos segundos. Al percibir que House no estaba dispuesto a hablar caminó hasta la puerta.
- Se va un mes a África. Un mes no es un periodo tan largo de tiempo.
Wilson sintió la inseguridad y frustración en la voz de su amigo. El tono firme que pretendía darle a sus palabras para disfrazar lo que ni él mismo podía describir. Wilson se giró. House seguía con la mirada fija a un punto inconcreto de aquel aparcamiento. Empezaba a refrescar.
- Un mes da para mucho – dijo Wilson.
- Para un montón de vicodina.
- Para pensar en qué quieres hacer. Lo cierto es que un mes no es tiempo suficiente para lo mucho que te gusta pensar y rumiar tus miserias – Wilson se detuvo unos segundos. – Aunque a veces, ya sabes, deberías no pensarlo tanto. Arriesgarte en algo que no tenga que ver con un paciente no te vendría mal. De vez en cuando, la gente actúa por impulsos. Hacer algo por el simple hecho de querer hacerlo sin pensarlo. Sin darle tantas vueltas a las consecuencias. Te daría un subidón que ni la vicodina.
Wilson sonrió y no esperó ninguna contestación por parte de House. Dejó la puerta entreabierta y bajó las escaleras.
House mantuvo la vista en aquel punto del aparcamiento. Realmente no miraba nada. Es como si no viese más allá de su propio pensamiento, de las ideas amontonándose en su cerebro y de las palabras de Wilson retumbando en su mente. Metió la mano en el bolsillo del abrigo y sacó el frasco naranja. Lo miró con cierto afecto. Sacó una pastilla blanca, se la metió en la boca y cerró los ojos al tragarla.

No se extrañó al verle salir a esas horas del hospital. Sabía que a veces él se iba mucho más tarde que ella. Le vio caminar con pesadez el recorrido hasta la puerta de salida. Ella esperó con el maletín tambaleándose entre sus manos. Él abrió la puerta y ella caminó a su lado sonriendo.
- Te he dicho que no pienso donar mi cuerpo para tu malévolo plan – dijo House.
- Me costará superarlo – contestó Cuddy.
Caminaron unos metros hasta la plaza de aparcamiento de House. Ella le cogió del brazo y apretó con cariño. House le miró contrariado.
- En serio. Tus artes amatorias no funcionarán conmigo esta vez.
Cuddy sonrió.
- Lo sé, House.
House entrecerró los ojos e intentó estudiar la complacida sonrisa y conspiradora mirada de su jefa. Cuddy asintió con la cabeza y él rodó los ojos. Maldijo a Wilson por bocazas.
- Ya compartís secretos. En nada te hará lo que quieras.
- Sigo pensando que con la camisa azul estás monísimo.
Ella guiñó un ojo y se fue hacia su coche.

Cerró la cremallera de la última bolsa. La miró pensativa. Había tardado menos de lo previsto en terminar con todo lo que necesitaba para aquel mes. Un mes en un mundo demasiado opuesto a ella, tan diferente a lo que vivía a diario en Nueva Jersey. Se había convencido a sí misma de que eso era exactamente lo que necesitaba. Tomar distancia. Y siempre quiso hacer algo así. Era el momento perfecto.
Se sirvió una copa de vino y se sentó en el sofá. Sostuvo la copa entre las manos y miró el vino balancearse en el recipiente de cristal. Ése era otro de los pequeños placeres que iba a añorar. Dio un pequeño sorbo y la dejó sobre la mesa.
Sonó el timbre. Cameron caminó lentamente hasta la puerta y la abrió.
Él sonrió. Cameron le miró de arriba a abajo. No olía a alcohol. Frunció el ceño confundida y descolocada. House levantó la bolsa que llevaba en la mano izquierda y la tendió hacia ella. Cameron cruzó los brazos sobre el pecho.
- Son unas cosas que necesitarás – ella arqueó las cejas. - Es un desodorante, porque allí sudarás la gota gorda, y antimosquitos. No quiero que vengas con ninguna enfermedad tropical y nos pegues algo raro.
Estaba tan indignada con él que no pensaba en qué hacía ahí parado en su puerta, tratando de ser amable a última hora. Justo al final. No podía ni quería comprender qué trataba despidiéndose de ese modo. Porque, aunque sus motivaciones guardasen una lógica demasiado complicada incluso para ella, ahora no tenía ganas de averiguarlas ni de pelear con él.
House tosió nervioso. Bajó el brazo y miró hacia el suelo. Cameron le observó de un modo casi intimidante. Y esta vez parecía incomodarle de verdad.
- ¿Qué quieres, House?
- Tan sólo quería decirte adiós.
- Ya lo has dicho. Adiós, House.
Cameron quiso cerrar la puerta pero House la paró con la mano. Ella suspiró cansada y él la miró expectante.
- Estoy cansada, House. Aún tengo muchas cosas que hacer.
- Ya. La reina del orden y la puntualidad aún tiene cosas por hacer.
- Creía que era la patrona de las causas perdidas.
House movió la cabeza exasperado. No había ido allí para discutir. Tampoco sabía muy bien a qué había ido. Solo había planeado decirle adiós. Todo lo demás no formaba parte de ninguna idea preestablecida. Maldijo a Wilson por segunda vez aquella noche y sus dichosos consejos.
- Estás huyendo otra vez – espetó House de pronto.
Ella apretó con fuerza su mandíbula. Quería abofetearle. Dejarse llevar por las ganas de pegarle otra vez. Pero era una reacción demasiado infantil que no podía dejar que se repitiese.
- Siempre que tienes algún problema, sales corriendo.
Cameron rió y negó con la cabeza.
- ¿Yo tengo algún problema? – preguntó ella.
House la miró desafiante a los ojos.
- Está bien, House. ¿Quieres hablar de mis problemas? Mi problema eres tú. Tú me besas y me creas un problema porque no quieres hablar de ello. Todo lo que haces es un tabú para ti mismo y los demás nos tenemos que ceñir a eso para que no sea un problema para ti. Qué más da si lo es para el resto. Y tengo otro problema cuando crees que mi motivo para ir a África eres tú.
Cameron apretó los labios y todo su cuerpo se tensó. Sintió la ira hervir en su sangre. Él la observó sin el más mínimo atisbo de asombro.
- Por fin lo has dejado claro¿eh? – dijo House.
- ¿Es que no te cansas nunca? Por hoy ha sido suficiente – intentó cerrar la puerta.
Él empujó la puerta para evitar que ella la cerrase. Cameron le miró cansada y boquiabierta. House se abalanzó sobre ella y la besó con furia.
Dejó caer el bastón al suelo y cerró la puerta con la mano. Cameron le cogió por el cuello y empezaron a tambalearse mientras caminaban con dificultad por el pasillo. Chocaron contra las paredes. Cameron trató de frenar las caídas apoyando una mano en la pared y guiándose por ellas.
Si tenían un problema entre ellos, ambos sabían que no era el mejor modo de solucionarlo. Sin embargo, poco les importaba arreglar nada. Todo se había ido al traste demasiado rápido como para intentar frenar una caída que no podían evitar.
Cameron se separó de él. Le miró boquiabierta.
- No sé por qué¿de acuerdo? – dijo él. – Si lo que quieres oír es que me gustas, vale. Me gustas. De hecho, no haría esto contigo si no fuese así.
Ella sonrió con picardía.
- ¿Te ha costado mucho reconocerlo?
Cameron le cogió con fuerza por la nuca y le besó. Él la agarró por la cintura y sintió como sus piernas chocaron contra la cama. Ella desabrochó su camisa azul con torpeza y nervio. House notó las punzadas de dolor en su pierna y se sentó en la cama. Cameron se acercó a él y le acarició la mejilla mientras le besaba.

Observó la curva que formaba su columna vertebral en su piel blanquecina. No había dormido mucho durante el resto de la noche. No sentía la necesidad de querer quedarse allí por mucho más tiempo. Pero tampoco tenía ningunas ganas de salir corriendo. Notó como ella se giraba y cerró los ojos.
- Sé que estás despierto.
House esperó unos segundos y los abrió. Cameron le miró directamente pero él no vio ninguna súplica en ella, ni el anhelo de querer saber o entender qué demonios había pasado. Tal vez era porque ni ella misma quería buscar las respuestas.
Él no dijo nada. Ella había pensado que él no estaría allí al despertar. Era más extraño de lo que había imaginado.
- Me preguntaste qué esperaba de ti.
House la miró. Recordaba aquel día con cierta dificultad y las imágenes sobre el mismo eran borrosas en su mente. Ella miraba hacia el techo. Tuvo la sensación de que ella estaba viendo más allá. Cameron enrollaba la sábana con los dedos convulsivamente mientras tanto.
- Sinceramente, no creo que esperase nada.
Ella dejó salir las palabras con amargura. Si no tuviera que irse ese mismo día no las estaría pronunciando. Sabía que él no habría ido esa noche a su casa y mucho menos estarían tumbados en su cama, sin saber qué decir ni la obligación de tener que decir nada. Las cosas nunca eran como esperaba que fuesen y menos cuando se trataban de él. Simplemente lo dijo.
- No quiero que seas de un modo u otro diferente porque me gustas tal y como eres. A pesar de todo.
House sintió que las cuatro últimas palabras las había remarcado. Incluso su tono de voz había resultado mucho más pausado y contundente.
- ¿Tienes tiempo para algo antes de irte? – preguntó de pronto él.
- ¿Para qué?
- Hay unos capítulos de Urgencias que quiero que veas. Yo no soy ninguna Abby.
Cameron rió y House arqueó una ceja.
Al fin y al cabo, un mes no era el fin del mundo.
House pensó que ella tenía razón. No todos los cambios eran malos.

FIN


Para los que no vean Urgencias: Carter y Abby mantienen una relación que se ve truncada cuando él decide irse a África. Él conoce allí a una mujer y se enamora de ella.