Adictos al sexo

No sé cambiar pañales

-¡Basta de estupideces! –Después de pensar por horas y horas en si estaba embarazada o no, Anna Kyouyama arrojó las cobijas con las que se cubría y se paró de su cama para ir directo a la farmacia. Ya estaba harta de esa ansiedad que sentía. La ansiedad del "no saber".

Al abrir la puerta de su departamento, Anna se encontró con algo que definitivamente no esperaba: Pilika.

-¿A dónde vas vestida así? –Dijo Pilika empujando a la rubia para que entrara de nuevo. Permitiría todo, menos que su amiga saliera por las calles vestida así.

-¿Qué tiene de malo?

-¡Dios, mírate!

Anna se paró frente a un espejo cercano y no pudo evitar soltar una carcajada. Traía una blusa-camisón de tela ultra delgada que dejaba al descubierto gran parte del cuerpo de la chica, su cabello estaba enredado y sucio y estaba descalza.

-¿A dónde ibas?

-Por una prueba de embarazo. Quiero saberlo de una vez por todas.

-¿Llevabas dinero? –Anna negó. Qué bueno que Pilika había llegado, de otra forma, habría pasado la mayor vergüenza de su vida.

-Bien, me voy a bañar para ir a la farmacia.

-¡No, espera! –Pilika le cerró el paso a la rubia. Estaba haciendo mal las cosas. –No te puedes enterar tu sola. Yoh debe estar presente, así que báñate, arréglate, y ve a la casa de tu hombre para que se enteren juntos.

No era mala idea.

-¿Y qué va a pasar si estoy embarazada?

-Bueno pequeña, tu panza empezará a crecer y crecer, tendrás que comprar una cuna, ropita y luego, un ser saldrá de ti provocándote el mayor dolor de tu vida. Después, cambiarás pañales, le enseñarás a caminar, revisarás sus tareas, conocerás a sus novias o novios, lo descubrirás fumando y un mal día, se casará, te enviará a un asilo y olvidará todos los sacrificios que hiciste por él… o ella.

Pilika tenía una manera horrible de describir la maternidad.

-No, yo me refiero a ahora.

-Ah, no sé. Eso pregúntaselo a él.

----- o -----

-Hola.

¡Ah¡Qué bonita sorpresa! Nada como despertar a las once de la mañana al sonido del timbre y encontrarse con una bellísima rubia parada en la puerta.

-¡Anna! –Dijo Yoh cuando por fin reaccionó. -¿Qué te trae por aquí?

-Vine a verte. –Anna contestó muy seria, casi parecía que regañaba a Yoh.

El castaño sonrió abiertamente. Una de las cosas que más le gustaban de Anna era su actitud. Esa seguridad y esa superioridad eran sin duda las dos mejores cualidades (o defectos, depende el ángulo desde el que se vea) que tenía Kyouyama.

-¿A verme? –Asakura miró a la chica muy perversamente. Ella analizó la situación dos segundos y luego dijo:

-Sí. Pero no para tener sexo.

Las palabras de la rubia hicieron que ambos de desilusionaran. En verdad cada que sus miradas se cruzaban, un pensamiento relacionado al sexo se aparecía por sus mentes.

Yoh dejó que Anna pasara y se sentaron en el sofá de la sala.

-¿Entonces? –Preguntó el castaño tratando de retomar el tema. Un semblante de preocupación se había implantado en la cara de la chica y eso hacía que él se sintiera inquieto también.

Anna sacó de su bolso una pequeña cajita de cartón color rosa. Yoh notó que la caja se parecía mucho a las que usan para empaquetar las pruebas de embarazo.

La chica abrió la caja y sacó algo que Yoh no había vito jamás. O tal vez sí, en alguna telenovela o en un comercial.

-¿Es un termómetro¿Estás enferma?

-Es una prueba de embarazo, Yoh.

-¡Ah sí¡Lo había olvidado! –EL muchacho se golpeó en la frente por su distracción.

-¿Olvidado qué?

-¡Olvidé a nuestro hijo! Me refiero a que olvidé el asunto de tu embarazo.

-Vas a ser un pésimo padre. Eso si estoy embarazada.

Anna se paró del sillón y caminó hacia el baño con la caja en la mano.

Antes de llegar, volteó hacia el castaño y preguntó:

-¿Ya habías pensado en eso¿En la posibilidad de que vayamos a tener un hijo?

Yoh sólo asintió mientras Anna entraba al baño. ¡Claro que había pensado en eso! De hecho, había dormido muy pocas horas la noche anterior por estar pensando en el nombre que le pondrían a su hijo, o a qué escuela lo mandarían, o si él o ella sería como sus padres.

Pensaba mucho. Y entra más pensaba, más miedo le daba. No por el bebé, sino por él.

¿Qué pasaría con su vida¿Qué pasaría con su relación con Anna? Definitivamente no estaba preparado para algo como el matrimonio y tal vez nunca lo estaría, pero tampoco dejaría a Anna a la deriva para que ella se las arreglara sola con su hijo.

No, eso nunca.

-¿Qué haría Hao? –Pensó Yoh mientras se recostaba en el sillón. - Primero diría "¿Segura que es mío?"

Yoh negó con la cabeza. Hao no era un buen ejemplo a seguir. Esto era algo que debía de decidir por él solo.

¿Por qué Anna tardaba tanto?

Bueno, lo primero que debía hacer era dejar por siempre su adicción por el sexo, iría a un verdadero grupo de ayuda y empezaría a mejorar su vida por el bien de su hijo. Tal vez conseguía otro empleo y trabajaría de día y noche para costear los gastos del bebé y… ¿Dónde viviría¿Con él o con Anna?

-¡Es obvio que con Anna! –Dijo para sí mismo. –Yo no sé cambiar pañales, ni sé preparar biberones ni…

-Yo tampoco.

La rubia caminó hacia la cocina y se sirvió una taza de café, su otra adicción.

-Etto… ¿Será necesario que aprendamos?

-No, Yoh. Aún no.

Yoh suspiró. No estaba decepcionado de que Anna no estuviera embarazada pero tampoco estaba muy contento. Ya se había imaginado las manitas del bebé, su carita, se lo imaginaba rubio como Anna pero tranquilo como él.

-¿Cuál fue la lección de hoy? –Preguntó Anna dejando la taza en una mesa cercana.

-No lo sé.

-Siempre hay que usar condón. –Yoh sonrió. -¿Tienes uno ahora?

El castaño asintió mientras se acercaba lentamente a la chica. Después de tanta tensión, le haría bien relajarse un poco.

Fin del capítulo 11

Hola!

Hasta acá oigo sus gritos. ¡Perdón! Sé que me tarde muchísimo en actualizar, pero después de 10 capítulos, la imaginación necesita un descanso.

Muchísimas gracias por sus reviews y espero sus comentarios sobre este capítulo.

Cuídense!

Cya