Disclaimer: sigo sin ser Rowling.

Hola, hola. ¿Qué tal el veranito? Supongo que la respuesta será: corto, caluroso y totalmente olvidado. Por lo menos el mío ha sido así... Sí, ya sé que muchos de vosotros/as estáis en invierno, pero igual, con esto del cambio climático pasasteis calor también...

Bueno, vamos a dejarnos de rollos y a pasar al grano, que ya habéis esperado bastante.

Y para refrescar vuestras memorias, antes de nada, un breve resumencillo de cómo se quedo la situación: James y Lily se casaron, Lily iba a pasar un año en Canadá, Remus se largó a Alemania, Jack (a punto de hacerle compañía a Evy en la ultravida) le siguió, Sirius estaba a punto de conseguir una cirrosis antes de los 25, Giselle va a casarse, Joy se besó con Nyall y está picada con Will, Jesse también se picó con Will por llevar a Giselle a la boda de James y Lily, Sheila le confesó a Evy que era la mortifaga que casi mata a Lily antes de hacerle el mismo favor a la onza y... Estoy segura que me dejo algo.

Antes de empezar, una última cosilla: habrá personajes que tardarán en reaparecer (por ejemplo, Remus) os pido, por favor, un poco de paciencia porque aparecerán. También habrá cosas que no encajen exactamente con lo que se puede deducir de los libros de Rowling (por ejemplo, el padre de mi Snape no es Muggle) en general os avisaré de esas cosas en notas al final del capítulo.

Y ahora sí que comenzamos...

Carla Grey Pictures se complace en presentarles el final de la (momento en que me inflo de orgullo) trilogía.

Prácticamente arte 1.

Una visita al castillo de Bressay.

Castillo de Bressay. Mayo de 1980.

- ¿Estáis cómodos?

Voldemort observó a sus dos prisioneros, (aunque él prefería usar el término "invitados forzosos") atados cada uno a un gancho por las muñecas y colgando sobre un pozo sin fondo. Los habían pillado esa misma mañana saliendo de los Archivos Tenebrosos, es decir, del lugar donde guardaban las direcciones y misiones de los mortífagos que Voldemort tenía repartidos por el mundo.

Dado que los interrogatorios habían resultado frustrantes para los mortífagos (y dolorosos para los invitados forzosos), el señor Tenebroso había decidido convertir sus muertes en algo divertido. Al menos, divertido para él.

Porque las caras de los prisioneros mostraban todo menos diversión, aunque eran lo bastante graciosas como para que el señor Tenebroso lanzara una carcajada que fue coreada por los tres mortífagos encapuchados que estaban tras él: Bellatrix Lestrange, Lucius Malfoy y Severus Snape.

Sirius y James, los invitados que gozaban de su hospitalidad, continuaron sin verlo gracioso.

- A lo mejor captarían el chiste si se lo explicásemos, mi señor –sugirió Snape, sin molestarse en ocultar lo mucho que le divertía ver a los ex Gryffindor ahí colgados.

- ¡Yo lo haré! –se ofreció rápidamente Bellatrix.

Como Voldemort aprobó la idea con un majestuoso asentimiento de cabeza, la morena procedió mientras Malfoy guardaba las manos en los bolsillos de su túnica con fastidio. Luego, el rubio y Snape avanzaron hacia las cuerdas.

Cuando Bellatrix empezó a explicar lo que sus compañeros hacían, usó un tono cargado de satisfacción. Dicho sentimiento podía proceder de diversos motivos: que su oscuro amo la hubiera elegido de portavoz, el peligro mortal al que se enfrentaban los Gryffindor o que se enfrentaran a dicho peligro con los pectorales al aire…

- Cómo podéis ver, las cuerdas que, por el momento, os evitan la muerte son un poco viejas. En la de Potter, mi colega está colocando un bidón que contiene ácido que la corroerá –efectivamente, Snape situó una especie de dispensador con el grifo sobre la cuerda–. En tu caso, primito, se está derramando sangre –Malfoy derramó una jarra entera, con una sonrisa sádica–, que atraerá a las ratas que viven en este lugar. Ellas, en su afán de alimentarse, corroerán la cuerda.

- Lo mejor de todo –Voldemort tomó de nuevo la palabra–, es que uno de los dos verá morir al otro. ¿Brillante, eh?

- No, –negó James rompiendo el testarudo silencio que había mantenido durante cerca de dos horas de interrogatorios–, es sádico y cruel. Sólo una mente terriblemente perturbada y demente como la tuya podría idear algo tan depravado.

Los tres mortífagos se encogieron y contuvieron la respiración temiendo la reacción de su oscuro amo ante la sugerencia de que tuviera una mente perturbada. Una reacción muy razonable, teniendo en cuenta que el cráneo de la última persona que hizo una apreciación semejante servía ahora de portavelas. Sirius alzó una ceja, divertido por el arranque de su amigo, como si tener unas ratas minando la cuerda que te separa de una muerte segura no tuviera la menor importancia.

En cualquier caso, Voldemort no reaccionó como todos esperaban sino que se limitó a mostrar una sonrisa de serpiente mirando al ratón que estaba a punto de devorar, y dijo:

- En realidad, no ha sido idea mía. La saqué de este librito –de su túnica, el señor Tenebroso sacó un libro de contraportada rosa y clásica portada con parejita mona dándose el lote. James no pudo leer el título, ya que había perdido las gafas, pero Sirius sí, y al hacerlo empezó a reírse de lo lindo.

- Vaya, parece que este ya ha pillado el chiste –comentó Snape.

Pero ninguno de sus compañeros se rió: tanto Bellatrix como Malfoy estaban demasiado ocupados buscando en la portada del libro el motivo de la risa del prisionero.

- ¿"Corazón salvaje" de July Worstblood? –exclamó Bellatrix incrédula.

- ¡Es la autora favorita de mi mujer! –si Malfoy hubiera pillado a un tío leyendo ese tipo de novela le hubiera tildado de afeminado y torturado el tiempo necesario para sacarle el demonio del cuerpo. Pero como en aquel caso, el "afeminado" en cuestión era el mago más temido de todos los tiempos, en vez de torturarle, le terminaría pidiendo los libros a su esposa.

Por su parte, James se había sumado a las risas de su amigo. Snape también soltó una carcajada pero logró disimularla con un falso acceso de tos.

- Ay, no te reirías tanto si la que estuviera colgada a tu lado fuera tu esposa como era mi idea original –efectivamente, que Voldemort mencionara a Lily cortó en seco la risa de ambos morenos–. He oído que está embarazada… –agregó con un tono de mal velada amenaza.

- Mi señor –una mortifaga, Alecto para más señas, entró en ese momento en la sala–, me pidió que le recordara ese asunto...

- Ah, sí. Tengo que abandonaros –Voldemort se encogió de hombros–. Tanta gente a la que asesinar y tan poco tiempo para hacerlo. Pero antes de irme, una advertencia: si vienen a rescataros, cosa que dudo, no podrán hacerlo con magia. Hay un campo de energía alrededor de pozo que anula cualquier hechizo.

Y con esto, el señor Tenebroso abandonó la estancia seguido de sus mortífagos, que se fueron sin mirar atrás, excepto Snape, que sí lo hizo para dedicarles una sonrisa burlona.

Después de quedarse a solas, los dos jóvenes permanecieron unos segundos en silencio, recorriendo con sus ojos la lúgubre mazmorra iluminada por antorchas, así como el pozo sin fondo que estaba a sus pies.

- Es una buena caída –comentó Sirius al fin, como si ellos no fueran a sufrir en breve dicha caída.

- Y nosotros sin paracaídas –contestó James con el mismo tono.

- ¿Estás bien? –el merodeador de ojos grises dejó de lado las bromas y se preocupó por el estado de su amigo.

- Yo podría preguntar lo mismo: te han torturado el mismo tiempo que a mí –apuntó el heredero de Gryffindor.

Ambos sabían que esa afirmación era una tontería, ya que a Sirius ni le había torturado Voldemort en persona ni durante tanto tiempo, ya que, por extraño que parezca, Bellatrix y Snape habían pasado más tiempo peleando entre ellos que pendientes del interrogatorio de Sirius.

- No evadas la pregunta –insistió Sirius.

- Me duele un poco, pero no creo que vayamos a vivir tanto tiempo como para que deba preocuparme por ello –James logró que su tono fuera bromista, aunque estaba realmente preocupado.

- Nos rescatarán –aseguró Sirius, mirando fijamente a su cuerda cubierta de ratas.

- Sí, ya –bufó James poco optimista.

- Y cuando lo hagan, le haré una visita a la tal July Worstblood para enseñarle a andar inspirando a Voldemort –prosiguió Sirius como si no hubiera escuchado a su amigo y observando ahora a una rata en concreto que le era familiar.

- ¿Y quién dices que nos rescatará?

- Pues hemos venido yo, Sparrow, Longbotton, Bell y… –Peter Pettigrew, que acababa de alzarse con su forma humana cerca del lugar donde la cuerda de Sirius estaba atada al suelo, habló con un tono muy bajo, como si no se atreviera a decir el último nombre en voz alta.

- Lily –completaron los otros dos.

- Es la que lo organiza todo –agregó Peter Petigrew un poco más seguro–. Han encontrado vuestras varitas, vuestras camisetas y tus gafas, James, pero no podían venir por donde yo he lo he hecho. Mi misión es liberaros y tratar de juntarnos en el centro del castillo. Pero no sé cómo voy hacerlo sin magia... –como buen mago, si le privaban de la posibilidad de hacer magia, Peter se volvía totalmente incompetente. Aún más de lo normal.

- Peter, por Merlín, eres un animago que se transforma en rata. ¡Habla con ellas y convéncelas de que se larguen! –se desesperó Sirius.

- Pero primero aparta el bidón de ácido de mi cuerda y tapa el pozo con esa pieza de madera redonda. Así podremos bajar –sugirió James.

- Vale. Buena idea –una vez que sus amigos le dijeron lo que debía hacer, Peter cumplió su cometido diligentemente.

Tras una breve charla con las ratas, logró que se alejaran de la cuerda de Sirius. Tomó el bidón de ácido y lo apartó de la cuerda de James. Luego se esforzó por hacer rodar una enorme tapa de madera.

- Peter, –le llamó James–, usa un hechizo.

- Pero no se puede hacer magia. Oí como Voldemort lo decía.

- Cerca del pozo. Pero no en la habitación. Lo acercas todo lo que puedas con la varita y luego ya usas la fuerza bruta –gruñó el joven de pelo revuelto con tal ferocidad que Peter ahogó un sollozó.

- James –le advirtió Sirius.

Él estaba tan impaciente como su amigo por salir de allí, sobre todo porque las cuerdas estaban ya bastante perjudicadas para soportar el peso de los jóvenes durante mucho tiempo, pero también sabía que si ponían nervioso a Peter su torpeza aumentaría y no saldrían de allí en la vida. O mejor dicho, con vida.

James captó la indirecta de su amigo, apretó la mandíbula y se esforzó por contener su nerviosismo… Pero saber que su esposa estaba en aquella mansión rodeada de sicarios que la querían muerta le crispaba los nervios.

- ¡Joder, que está embarazada! –explotó de repente–. ¿Por qué no puede hacer como Alice Longbottom y quedarse en casa tejiendo y haciendo lo que hacen las embarazadas?

Sus amigos le dedicaron una mirada cargada de comprensión. Peter aprovechó que había logrado llevar la tapadera hasta las cercanías del pozo para tomar un brevísimo respiro.

- Porque lo más útil e inocuo que sabe hacer Lily con unas agujas de coser es sacarte los ojos –señaló Sirius.

- Os he oído –un par de ojos verde esmeralda se asomó por la ventana enrejada de la puerta de la mazmorra. Tras ella, se escuchaban sonidos de una batalla mágica.

- ¡Menos mal! –Peter intervino antes de que la pareja se enzarzara en una discusión–. Entrad aquí y ayudarme con esto…

- Estoy en ello –junto a los ojos de Lily aparecieron los castaños de Frank Longbotton, que estaba tratando de forzar la cerradura.

- No hay tiempo para sutilezas –Will, con un corte en la sien y sudando por la batalla explotó la cerradura y empujó a Bell y al resto, dentro de la mazmorra. Rápidamente, Lily selló la puerta con un conjuro de hielo perpetuo.

- Eso no será suficiente para contenerlos: lo derretirán en pocos segundos –opinó Bell entre jadeos.

- No, con la cantidad de dementores que hay en este castillo les llevara un rato largo –contradijo Lily. Luego la pelirroja se volvió hacia su marido y su amigo, que aún colgaban sobre el pozo–. Supongo que no se puede hacer magia cerca del pozo…

- Supones bien –confirmó Sirius.

- Siempre dando facilidades –gruñó Will mientras, junto a Frank, trataba de colocar la tapadera sobre el pozo.

- ¿Qué es eso de que me quieres en casa? Pensaba que después de casi tres años de matrimonio habías superado esas tendencias machistas tuyas –preguntó de pronto Lily, mirando enfadada a su marido.

- Oh, oh –se asustó Peter dejando caer la tapa sobre el pie derecho de Frank, que empezó a dar saltos gritando de dolor.

- No es machismo, es preocupación –matizó James–. Ahora mismo, tu estado es más delicado de lo normal, creo que no deberías exponerte a ti y al niño a peligros innecesarios.

- No es el mejor momento para que os pongáis a discutir –Bell observó como una llamarada brillaba al otro lado y empezaba a derretir la empalizada de hielo.

- No tendría que exponer a nuestra niña si su padre no se largara con su mejor amigo a territorio hostil y los dos fueran tan torpes como para dejarse capturar –apuntó Lily sin escuchar a su rubia amiga.

- ¡Eh! –protestó Sirius por lo de torpe, aunque sin mejor resultado que Bell.

- Era necesario hacerlo –James volvió a apretar la mandíbula. Era un gesto de contención que había hecho frecuente desde que su esposa le anunció que estaba embarazada.

- Pues Dumbledore pensaba que no. Aunque supongo que tú debes de saber más que él…

- Ya está –la cortante respuesta que pensaba darle el merodeador de pelo revuelto fue interrumpida por Will, que con ayuda de Frank había logrado tapar el pozo.

Y justo a tiempo, ya que en ese momento las cuerdas se rompieron y ambos merodeadores cayeron sobre la tapadera. A los dos les faltó tiempo para apartarse del maldito pozo de un salto. Apenas se posó en el suelo, Lily se lanzó al cuello de James y empezó a cubrirle la cara de besos breves.

- Cariño, no sabes el susto que me has dado. Cuando me enteré de que habíais venido a este castillo casi me muero. Y cuando no volviste… -James acalló la descripción del mal rato que pasó la joven con un beso cargado de adrenalina.

- Oye, que yo también lo he pasado muy mal –se quejó Sirius un poco envidioso porque él no tuvo un recibimiento tan cálido como su amigo.

- Tampoco tenemos tiempo para esto –se desesperó Bell.

- ¿Encontraste lo que buscabas? –preguntó Will.

- Sí, tengo la dirección de la casa donde se esconde la puta de Sheila. En cuanto estemos a salvo lo apuntaré y buscaremos dónde está –contestó Sirius.

- Un momento –Lily se liberó de James con un brusco empujón–. ¿Habéis arriesgado vuestras vidas…?

- Y las de todos nosotros –sobre todo la suya, que era la que más le importaba pensó Peter para sí.

- ¿Y no sabéis exactamente dónde esta?

- Por el nombre de la calle debe ser en Austria o Alemania –se defendió James.

- Discutiremos eso más tarde –Bell señaló el diezmado muro de hielo–, ahora hay que salir de aquí. ¿Alguna idea?

- ¿Volamos la pared? –sugirió Will tras unos segundos de silencio.

- Estamos bajo tierra, sólo lograríamos provocar un derrumbamiento –negó James–. ¿Cuántos mortífagos había fuera?

- Unos veinte, tirando por lo bajo –calculó Lily–. Así que olvídate de salir arrasando entre ellos…

- ¿Y tú que propones? –a James le picó el tono de seguridad de su esposa.

Lily no perdió la calma sino que observó tranquilamente la mazmorra.

- El pozo –decidió al fin.

- ¿Qué pasa con él? –Sirius se temió lo que la pelirroja diría a continuación.

- Debe de tener fondo. Y ese fondo nos llevará a una salida.

- Si no nos mata la caída –apuntó James.

Para ir ganando tiempo, Will, Sirius (él con un suspiro) y Frank habían empezado a mover la tapadera. Lily se asomó y examinó la superficie que formaba la pared del pozo. De repente, desenfundó un cuchillo y los chicos retrocedieron.

- Estamos de tu parte –le recordó Sirius con cautela.

- No era para amenazaros –la pelirroja rodó los ojos, aunque sonrió divertida–. Lo clavaremos en la pared y lo usaremos para descender…

- O mejor aún, podríamos salir volando –propuso Bell.

- ¿Con qué?. ¿Llevas una alfombra voladora debajo de la túnica? –James desvió su mal humor hacia su rubia amiga. Como ya estaban acostumbrados, ella no se lo tuvo muy en cuenta.

- No, pero lo que sí que tengo son cinco escobas que he cogido de mi casa por si acaso –Bell sacó unas escobas que llevaba minimizadas y sujetas en un liguero a su pantorrilla.

- La cuestión es si las escobas podrán volar. Os recuerdo que hay una barrera alrededor del pozo que impide que funcione cualquier magia –meditó Frank, la voz de la sensatez en esos momentos. Aunque tan sensato no sería teniendo en cuenta lo fácil que fue convencerle para que les acompañara.

- Voldemort no dijo que la barrera abarcara toda la profundidad del pozo –apuntó Sirius–. Tendremos que descender en caída libre unos metros hasta que la barrera desaparezca y las escobas se estabilicen.

- ¿Has dicho caída libre? –se asustó Lily.

- ¿A ti no te daban miedo las alturas? –le recordó James en el tono necesario para picarla.

- Mira lo que me obligas a hacer –contestó ella enfadada.

- Si vamos a salir, mejor ir saliendo ya –intervino Will.

&·&·&

Al otro lado de la puerta.

- ¿Falta mucho? –se impacientó Rosier.

- Ya casi está –respondió Amycus.

- Eres muy lento –acusó el castaño.

- Sería más rápido si tú le ayudaras –intervino Alecto en defensa de su hermano.

- En ese caso, júntate conmigo, Aly, y en breves segundos derretiremos todo el hielo del planeta –Rosier pasó seductoramente el brazo por encima del hombro de la mujer.

Al escuchar el tono ligón del joven, Amycus volteó hacia él con un brillo homicida en su mirada. De todos era sabido que Rosier estaba empeñado en conquistar a la fría Alecto, pero también era del dominio público que el mortífago prefería perder partes de su anatomía antes que ver a Alecto con Rosier. Si sumamos ambos factores, lo que obtendremos será una pequeña masacre.

- ¿Terminasteis ya? –a no ser que interviniera la voz gélida de Snape.

- Estamos en ello –Rosier liberó a Alecto y acudieron a ayudar a Amycus, que procuró ponerse en medio y dedicarle una mirada de "si te acercas a ella te mato" al castaño.

Snape fijó su mirada oscura en el muro de hielo y trató de ver a través de él, sin conseguirlo. Si ese grupo de pseudo aurores escapaba tendría tales problemas que su posición en el círculo interior, bastante debilitada desde la traición de Regulus, se resentiría demasiado otorgándole la victoria a Malfoy. Y ese era un lujo que el moreno de pelo grasiento no podía permitirse, y menos en ese momento que el Señor Tenebroso estaba a punto de confiarle algo sumamente valioso a sus mortífagos más leales.

Snape quería conseguir ese objeto. Snape merecía ese objeto. Y nadie iba a evitar que lo obtuviera.

- Ya está –"pero no los pseudo aurores", pensó tras apartar a Amycus de un empujón y encontrar la mazmorra vacía-. Rastread los alrededores del castillo –ordenó con voz tensa.

La mayoría de los mortífagos obedecieron la orden del miembro del círculo interior y corrieron a buscar a los prisioneros, pero tres de ellos permanecieron en el pasillo: Alecto, arrodillada junto a su hermano al que Snape tumbó al entrar, le dedicó una mirada de odio puro y Rosier, que ahogó una risilla, ya que le seguía resultando de lo más extraño que su amigo de la adolescencia estuviera en posición de darle órdenes. A Snape le molestaba esa actitud, pero era preferible a que Evan le envidiara por haber ascendido por encima de él.

- Ahora voy –dijo el joven castaño cuando se calmó.

Snape asintió y decidió ir a peinar la zona del riachuelo. No necesitaba volverse para saber que Rosier le seguía.

- ¿A dónde vamos? –preguntó Rosier al salir del castillo.

- A la zona del riachuelo.

- ¿Por qué?

- Va con ellos una embarazada –razonó Snape.

- ¿Y qué?

- Que seguramente se habrá mareado y necesitara refrescarse.

- ¿Y por qué no les has dicho a los demás que vinieran con nosotros? –preguntó Alecto, que se había unido a ellos junto a su hermano.

- ¿Quieres que Bellatrix consiga el puesto supremo?

- No –contestó la mortifaga con una mueca de disgusto. Por muy mal que le cayera Snape (y le caía realmente mal) la esposa de Lestrange le caía ciento diez mil veces peor.

- Avisaré a Mulciber y le pediré que lleve unos cuantos Grim blancos para que nos ayuden a cazarlos –el lanzamiento de Imperius era la gran especialidad del mejor amigo de Amycus y se los lanzaba a toda suerte de bichos vivientes.

- Perfecto, tienes cinco minutos –le recordó Snape.

&·&·&

- ¿Estás mejor? –James sostuvo la cabeza de Lily mientras la refrescaba las muñecas con agua del riachuelo.

Ella asintió antes de ponerse de un horrible verde sapo y volver a vomitar. El moreno cruzó una mirada preocupada con Bell, que vigilaba junto a la pareja mientras los chicos preparaban un traslador directo al valle de Godric. La pequeña casa de James (ahora también de Lily) seguía siendo la base de operaciones inviolada tanto de la pandilla como de la orden del Fénix.

- Lo siento –se disculpó Lily una vez que vomitó hasta las uñas de sus pies. (No literalmente).

- No tienes porqué. Has sido muy valiente –la pelirroja bufó ante el piropo de James–. No me lleves la contraria, lo has sido. Díselo tú, Bell.

Aunque la rubia asintió, Lily siguió sin creérselo. Ella se sentía como una cobarde: ni siquiera Peter puso objeciones cuando Bell le obligó a transformarse en rata y aferrarse a su hombro con el argumento de que su peso podría desequilibrar su escoba.

A Lily en cambio, le habían tenido que lanzar un Desmaius (Sirius, pensó con rencor) para que James pudiera subirla junto a él en la escoba. Pese a no haber disfrutado de los casi veinte metros en caída libre ni los 50 kilómetros de carreras de obstáculos por una compleja red de alcantarillas medievales, lo primero que hizo al despertarse fue vomitar.

Estaba tan mareada que le insistió a James que la dejaran atrás, a lo que el joven se negó en redondo. Como los demás se negaron también a seguir la sugerencia de la pareja de que siguieran sin ellos, se habían detenido a preparar una vía alternativa y más directa de escape.

- ¿Ya estás mejor? –Lily le dedicó una mirada rencorosa al joven de ojos grises que se había acercado y le revolvía el pelo con cariño–. No me mires así, no hubieras soportado ese viajecito en escoba consciente.

- Ojalá hubiera durado más el efecto –suspiró Will.

- ¿No se supone que hay que ser delicado con las embarazadas? Seguro que Frank no trata así a Alice –no era la primera vez que Lily sacaba los colores del auror más mayor presente, ensalzando su caballerosidad.

- Alice no se mete en situaciones que requieran que se la desmaye –señaló James, dando a entender que la discusión aún no había sido cerrada.

- ¿Tenéis el traslador? –preguntó Bell antes de que los otros se pusieran a discutir y preocupada por un movimiento que acababa de percibir en el otro lado del bosque.

- Sí –Frank mostró una piña–, tenemos cinco segundos. Así que venid…

Todos se pusieron en pie y tocaron el improvisado e ilegal traslador. James sostenía a Lily por la cintura que se temía que aquel viaje iba a ser también letal para su estómago.

- Cuatro, tres, dos…

- ¡Avada! –todos se volvieron, sin soltar la piña hacia la figura de negro que les apuntaba con la varita.

- Uno, cero…

- ¡Kedabra! –para cuando la maldición asesina llegó a donde estaba su objetivo, éste ya había sido trasladado, por lo que terminó matando a uno de los Grim blancos.

- ¡Copito de nieve! –se lamentó Mulciber al ver morir a su perro de presa favorito. Rápidamente, se revolvió contra su asesino, pero al ver quién era palideció y se arrodilló–. Mi señor.

- Mi señor –repitieron los otros cuatro mortífagos lanzándose al suelo. En el caso de Snape, con sudores fríos de puro pánico.

Después de asesinar a los Bones y volver a las inmediaciones del castillo, Voldemort decidió dar un paseo por el bosque pensando que un poco de ejercicio le sentaría bien. Lo que no le sentó nada bien, fue encontrarse a sus prisioneros de picnic junto al riachuelo.

- Eran Black y Potter –afirmó el mago oscuro taladrando a Snape con sus ojos rojos. El joven moreno sólo pudo asentir–. Y Evans –Snape asintió de nuevo–. Hablaremos en el castillo.

El joven asintió otra vez y tuvo buen cuidado de ignorar las miradas de compasión de Rosier y Mulciber y las de satisfacción de Alecto y Amycus, que aspiraban al puesto en el círculo interior que estaba apunto de quedar vacante.

- Mira el lado bueno –le "consoló" Bellatrix más tarde–: mi primo tiene la dirección de Bang y no tardará en encontrarla y matarla.

- ¿Y eso en qué me beneficia? –gimió Snape mientras un elfo le restañaba las heridas físicas. La que sufrió en el orgullo cuando Voldemort decidió entregarle el objeto misterioso a Malfoy, no habría manera de curarlas.

- A ti en nada, pero eso me quitará una rival en mi camino… –la morena de ojos grises sonrió maquiavélicamente–. ¿Quién crees que dejo la dirección de Bang donde a Potter y mi primito les sería fácil encontrarla?

&·&·&

- ¿Era Voldemort?. ¿El que lanzó la maldición era Voldemort? –preguntó Bell cuando aparecieron en la piscina de James.

- Sí –contestó Sirius, tan pálido y asustado como el resto pero logrando ocultarlo mucho mejor–. Ya es la segunda vez que tú y Lily os salváis por los pelos de él.

- A la tercera tendremos derecho a placa conmemorativa –bromeó James.

- En ese caso, Alice y yo debemos ir pidiendo la nuestra –presumió Frank.

- Bueno, nosotros ya sumamos una y no nos llevan mucha ventaja. Aún podemos ganarles –Will se golpeó el mentón con la mano en juguetona actitud meditativa.

- No tiene gracia –intervino una seria voz femenina antes de que Sirius contestara.

- Giselle, cariño. ¿Qué haces aquí? –el moreno de ojos grises forzó una sonrisa encantadora que logró que a la enfadada mujer le temblaran las rodillas y estuviera a punto de ceder antes de empezar.

Tras ella estaban Jesse, con el pelo a lo puercoespín y puntas decoloradas, y Joy que llevaba el último corte de pelo de Victoria Beckham, pero sin mechas.

- Estaba preocupada por vosotros… –Giselle casi se había ablandado pero de pronto recordó las horas de angustia que acababa de soportar y volvió a la carga–. No puedo creer que os fuerais pese a que toda la Orden decidió que no era buena idea…

- Y que no me invitarais a ir con vosotros –agregó Joy en tono acusador.

- Era necesario –Sirius había llegado junto a la castaña clara y le hizo un par de carantoñas que no lograron terminar con su cabreo–. Teníamos que conseguir la dirección del escondite de Sheila Bang antes de que huyera a otro lugar…

- Y la tenemos –Will le tendió a Jesse el pedazo de pergamino que Sirius le confió en el bosque tras anotarlo allí a toda prisa.

- Le pediré a Lizbell que investigue en que ciudad está esta plaza y si sabe que puede querer Voldemort de ese lugar –dijo el joven metamorfomago después de que él y Joy le dieran un fugaz vistazo. Desde que Lily había regresado definitivamente a Canadá, él ejercía de enlace entre la Orden y el Clan Mahutam.

- ¿Y qué harás exactamente cuando la encuentres? –Giselle se cruzó de brazos y miró directamente a Sirius.

- Traerla a Londres para que sea debidamente juzgada –por muy justicieras que sonaran sus palabras, había un brillo de frialdad en los ojos grises del merodeador. El mismo que apareció en los ojos de su prima mientras "consolaba" a Snape.

- ¿Y si se resiste no utilizarás la fuerza? –preguntó Giselle con ironía–. Por favor, Sirius, que tu esposa no es idiota.

"Pues lo parece" dijeron claramente las miradas de Lily, James, Joy, Will y Jesse. Hasta a Bell le hartaba la manía de su prima de recodar continuamente y sin venir a cuento que estaba casada con Sirius.

Sin embargo, fue el siguiente comentario el que hizo que todos (incluida la rubia), especialmente Joy, saltaran.

- A Evy no le gustaría que te convirtieras en un asesino.

- ¡No te atrevas a mentarla! –gritaron los seis antes mencionados. Sirius no alzó la voz pero se lo advirtió en un tono bajo, sereno y mucho más escalofriante.

- Oye, creo que deberíais entrar y hablar más serenamente –sugirió Frank en el tenso silencio que siguió–. Lily debe de estar cansada y después de lo que James y Sirius han pasado necesitarán alguna poción revitalizante. Por no hablar de la herida de Will…

- Está bien. Entremos… –James les invitó a pasar con un gesto.

- Yo debo volver a casa con mi esposa –se excusó rápidamente el auror Longbotton, que ya había tenido demasiadas batallas para un solo día.

- Y yo a la mía con mi madre –agregó rápidamente Peter, siguiendo al auror.

El resto entró en la casa de James en el mismo silencio de hielo en el que estuvieron inmersos después de que Giselle mencionara a su amiga hasta que Lily pasó por el lado de la castaña y ella observó las muestras evidentes de su embarazo.

- Y esa es otra: el frente de batalla no es lugar para una embarazada –le espetó Giselle.

- Pues Leonor de Aquitania ganó una importante batalla embarazada de 8 meses –replicó Jesse.

- Y su marido terminó encerrándola en una torre por ello –Giselle no parecía muy dispuesta a darle la victoria al joven de puntas decoloradas en una batalla de conocimientos históricos.

- Y ella sola se liberó para gobernar Inglaterra –atacó su propia prima.

- Y si hay alguien capaz de repetir la hazaña, esa es nuestra Lily –completó Dumbledore, que estaba tomando un té con limón frente a la chimenea que fue cegada el año anterior.

- Albus –fingió sorprenderse James–. ¿Qué tal?

- Aquí, tomando té –el anciano levantó la taza.

- Me extraña que Puck se lo haya preparado, últimamente no hace caso a nadie –James miró a su rebelde elfo doméstico, que se dedicaba a leer folletos de hoteles cercanos al mar.

- De hecho, tuve que prepararlo yo. ¿Os apetece uno? –antes de que los jóvenes aceptaran la oferta, Dumbledore movió su varita e hizo aparecer una taza de té para cada uno y una fuente de pastas.

- Yo ya he tomado uno –Joy rechazó la oferta, (al igual que rechazaría cualquier oferta de Dumbledore porque estaba picada con él por no ofrecerle un puesto en su "estúpida Orden del Fénix" a la que no pertenecería aunque se lo pidieran) y volvió a sus misteriosas tareas que incluían el anuario de su promoción y la sección de esquelas de El Profeta.

- Yo coma lo que coma lo vomitaré –Lily se sentó de tal manera que no tuviera que ver ni una miga de comida.

- ¿Qué tal se portó Voldemort? .¿Fue amable? –pese a que el tono de Dumbledore era de broma, los amables ojos azules mostraban alivio de ver a sus pupilos a salvo.

- Mucho. Nos interrogó y luego nos colgó sobre un pozo con unas ratas y ácido destruyendo las cuerdas que evitaban que cayéramos por él –enumeró James.

- ¡Pero eso es de una novela de July Worstblood! –se escandalizó Joy.

- ¿Por qué no me sorprende que tú y mi prima Narcisa tengáis también los mismos gustos literarios? –como la morena no le hablaba, Sirius se dedicaba a picarla para ver si entraba al trapo, cosa que hasta ese momento ella no había hecho.

- ¡Es increíble! Debería demandarle por violación de derechos de autor…

- Debían ser los únicos derechos que le quedaban por atacar –comentó Will, apretando la herida de su cabeza con un trapo de cocina.

- Más bien deberíamos demandarle nosotros a ella por andar inspirando a criminales –al ver que Joy le había hablado, Sirius exhibió una media sonrisa victoriosa que nadie vio.

- O por lo menos, cantarle las cuarenta por lo que nos ha hecho pasar –dijo James.

- Ah, pues eso sí podéis hacerlo: va a estar mañana a las once firmando ejemplares de su último libro "Océanos de amor para ti" en Flourish & Blotts. Va de piratas y es de lo mejor del género –intervino Dumbledore.

- Genial, así no estaremos mano sobre mano hasta que localicemos a Sheila y vayamos a detenerla –Sirius no notó, o no quiso notar, que su esposa ponía los ojos en blanco.

- Y podréis comprarme un ejemplar –todos miraron con extrañeza a Lily, firme detractora de esa clase de novelas–. ¿Qué? Por lo visto voy a tener que quedarme en casa hasta que nazca la niña y como no sé tejer tendré que leer. Y no tengo la cabeza para leer las meditaciones de Jean-Paul Sartre.

- Y también podéis llevar mi ejemplar para que os lo firme –esta vez las miradas de sorpresa fueron para Dumbledore–. Es que yo no tengo tiempo para ir y así de paso tendréis coartada…

- No puedo creer que a ti también te gusten esos libros –James sonó muy decepcionado.

- Son entretenidos –se excusó el líder de la Orden del Fénix tendiéndole un libro de contraportada rosa y portada que mostraba un mar embravecido–. Y ahora me voy a tranquilizar al resto de la Orden y a decirles que ya habéis aparecido.

- Yo también me voy: estoy seguro que en las tuberías de mi nidito de soltero hay un nido de pterodáctilos o algo peor… –se excusó Will

- No me sorprendería –suspiraron los demás tratando de reprimir la carcajada.

El nidito de soltero de Will había demostrado hasta ese momento ser un nido de moscas, hormigas rojas estilo "Cuando ruge la Marabunta", perritos de las praderas, ornitorrincos y una especie de escarabajos que se creía extinguida. Total, que el pobre auror pasaba más tiempo matando invertebrados que persiguiendo mortífagos.

- Espera, que me voy contigo. A ver si para mañana por la tarde sabemos donde está Sheila e ideamos un plan de ataque –Jesse se levantó, hizo un gesto de despedida y se fue con su amigo.

- Yo me voy a dormir un rato. Si en cuatro meses y medio no he tenido contracciones, venid a despertarme –Lily también se levantó y empezó a subir las escaleras para llegar a su cuarto.

- ¿Entonces te traigo el libro o vas a dormir hasta que nazca el niño? –quiso saber James con tono en apariencia inocente.

- La niña –corrigió Lily sin volverse–. ¡Y sí quiero los libros! .¡Y esta noche duermes en el sofá!

- ¿Por qué?

- Porque estoy embarazada y no me convienen actividades de riesgo y eso incluye el acto sexual tal y como tú lo entiendes. Y como sé que no eres capaz de dormir a mi lado sin hacer nada y es idea tuya que guarde reposo absoluto… ¡Al sofá te vas tú! –le gritó Lily apoyada en la barandilla.

- ¿Cómo entiendes tú el acto sexual? –preguntaron Bell y Joy con morbosa curiosidad. Una sombría mirada castaña les disuadió de seguir investigando.

- Lo vas a tener jodido para que te perdone –comentó Sirius, riéndose.

- No me subestimes –replicó el moreno de pelo revuelto, mirando la puerta por la que desapareció su amada.

- ¿Podemos irnos, cariño? –se impacientó Giselle.

- Vete, tú, James y yo tenemos que hablar –contestó el aludido sin mirarla.

Giselle apretó los labios, puesto que no podía hacer otra cosa a menos que quisiera confirmar los rumores de crisis en su matrimonio que corrían por el grupo. Ni siquiera le quedaba ya el apoyo de su prima, que puestos a elegir entre Giselle y Sirius había escogido al segundo.

- ¿Vienes conmigo, Bell? –preguntó la castaña por si acaso.

- No, quiero charlar con Joy un poco.

- ¿Ah, sí? –se sorprendió la morena.

- Pues sí –Bell se sentó junto a su joven amiga–. ¿Qué tal te va con el chico ese con el que estabas? Logan creo que se llamaba…

- Ah. Le deje hace mucho tiempo –contestó Joy sin alzar la vista de su anuario en el que tomaba notas sacadas de las esquelas.

- Pero si estabas con él la semana pasada…

- ¿Tanto? –a Joy no le quedó otra alternativa que preguntar por el novio de Bell, aunque fuera por educación–. ¿Tu sigues con Gideon, no?

- Ajá –confirmó Bell, pero lo cierto es que no le apetecía nada hablar del tema, aunque lo hubiera sacado ella. Las cosas podrían ir bien, ya que Gideon era el novio ideal. Salvo por un pequeñísimo defecto: no era Remus Lupin, del que, por cierto, no sabían nada desde hacía año y medio. Se imponía un cambio de tema radical–. ¿Y qué haces con las esquelas y el anuario?

- Lo actualizo –como la rubia no pareció entender, Joy le tendió el anuario y le fue mostrando que debajo de la foto de sus compañeros de promoción había ido anotando sus últimos logros.

Aunque en algunos casos, como el de Samantha Kane se refería a su ascenso en el departamento de inefables, la frase más repetida era "auror/mortífago fallecido en mil novecientos setenta y tantos a los 17/18/19 años". Bell se detuvo en una de esas fotos y, al acariciar con un dedo los rasgos tan similares a los de Sirius, notó algo extraño.

- ¿Por qué has pintado un girasol al lado de la foto de Regulus? –preguntó tras mirar cautelosamente al hermano del fallecido.

- Era su flor favorita –aclaró Joy tras realizar la misma comprobación–. Me lo dijo Evy. ¿Sabes que una vez la comparó a ella con un girasol?

- ¿Evy un girasol? –la impresión hizo que Bell alzara ligeramente la voz. Se tapó la boca con una mano y comprobó que Sirius seguía sin oírlas.

Siempre había creído que el hermano de uno de sus hermanos postizos no sentía más que un encaprichamiento por Evy, pero alguien que había comparado a una Onza con una flor (aunque fuera una tan basta como un girasol) debía estar realmente enamorado de ella.

De pronto se acordó de otra cosa relativa a Regulus y los girasoles. Después de la muerte del joven, un año antes, Andrómeda obligó a Sirius a ir al funeral y Bell los acompañó. James no pudo ir porque estaba visitando a Lily.

Observaron toda la ceremonia desde los últimos bancos ya que ninguno de los Black renegados quería acercarse al resto de su simpática familia. Pero aún desde ahí pudieron ver una enorme y vistosa corona de girasoles.

Después de la ceremonia, la madre de Sirius agarró por el hombro a Snape y le ordenó algo en susurros. Él miró hacia el trío y se negó a acercarse, pero Narcisa le dedicó su mirada de cachorrilla y él ya no supo negarse.

- No esperaba verte aquí –Snape saludó amablemente a Andrómeda, su ex compañera de casa. A los otros dos ni les miró.

- Era mi primo, no podíamos faltar –contestó la mujer, mirando de soslayo al cabezota del primo que le quedaba.

- Déjate de falsas cordialidades y suelta de una vez para qué te envía mi madre –cortó Sirius molesto.

- Esa corona de girasoles ha sido como darle una bofetada en plena cara a la Sra. Black. ¿La has enviado tú? –preguntó directamente el mortífago.

- No. Pero si tanto le disgustó me encantaría conocer a la persona que lo hizo e invitarle a unas cañas –la respuesta tajante (e irónica) de Sirius no fue bastante prueba de inocencia para una de las mentes más paranoicas del mundo mágico.

- ¿Seguro? Lleva… tu sello.

- Seguro –aún no muy convencido de todo, interrogó a Bell con la mirada.

- He venido por Sirius. Jamás le enviaría una corona a un mortífago –respondió la rubia despectivamente.

- Si tanto le molesta, .¿por qué no la destruyó? –quiso saber Andrómeda tras afirmar que ella no había mandado la corona.

- Lleva un encantamiento de indestructibilidad –Snape arrugó la frente–. ¿De verdad que no fuisteis vosotros?

- Sí –repitieron los tres con tono de "me estás empezando a tocar la moral con la preguntita".

Como la única manera de interrogarles que le quedaba era con Verisaterum (imposible, porque no se quedaban al banquete) Snape se despidió de Andrómeda y volvió junto a la familia Black.

Hasta el presente, continuaba siendo un misterio la identidad de la persona que envió las flores (aunque la oferta de irse de cañas con él/ella de Sirius seguía en pie) pero cuando Joy admitió saber que eran las flores favoritas de Regulus, a Bell se le ocurrió que:

- Tu mandaste la corona de girasoles.

- ¿Qué corona de girasoles? –preguntó Joy con una confusión aparentemente sincera.

- Ninguna. Olvídalo –sugirió Bell, con una sonrisa tranquilizadora.

Joy asintió y sonrió ocultando la frustración que sentía cada vez que sus amigos la ocultaban algún secretillo y olvidando que ella en su armario, además de la moda primavera-verano para 1981, también tenía unos cuantos secretillos de esos.

- Oh, oh. Tengo que irme –y en aquellos momentos, uno de esos secretillos requería su atención inmediata.

- ¿Por qué tanta prisa? –preguntó Bell al ver que la morena recogía apresuradamente sus cosas.

- Tengo que recoger una túnica del tinte –Joy miro su reloj de Cartier y recogió las llaves de su corvette color rojo cereza–, está a punto de cerrar. Nos vemos, chicos.

- ¿Habéis notado que Joy luce últimamente unas cosas carísimas? –les comentó Bell a James y Sirius, uniéndose a su conversación.

- La habrá tocado la lotería –los chicos se encogieron de hombros sin demasiado interés en las finanzas de su amiga. Sirius porque estaba ocupado tratando de averiguar en las revistas del corazón que había por ahí cosas sobre July Worstblood y James porque meditaba como hacerse perdonar por Lily.

- No me digáis que no os preocupa –insistió Bell–, podría estar prostituyéndose o, peor, haber vuelto a hablarse con su padre…

- Es increíble –Sirius golpeó la mesa con la revista hecha un pergamino–. ¡No viene nada de la biografía de esa musa del lado oscuro!

- ¿July Worstblood? –como el merodeador asintió, la rubia empezó a recitar–: nació en 1940 en Inverness y se especializó en Historia de la Magia hasta que decidió dedicar su talento narrativo a la novela romántica. Actualmente vive en Nueva York junto a sus dos perros caniches, Connor y Nataly, que reciben el nombre de los protagonistas de su primera novela "Luna de pasión".

- ¿Sabías todo eso y no me lo habías dicho? –los ojos de Sirius se entornaron acusadoramente.

- No lo sabía hasta que lo leí en las últimas páginas del libro –Bell agitó la hoja en cuestión ante el joven de ojos grises.

- ¿Así que es una cuarentona? Bien, a lo mejor se me ocurre algo… –Sirius meditó unos segundos la mejor estrategia a seguir.

- Pues que se te ocurra en tu casa, y tú, Bell, pasa un rato con tu novio y dejadme en paz –cortó James. Al ver la expresión herida de sus amigos, en particular la de Sirius, el moreno de pelo revuelto se apresuró a suavizar el tono–. Lo siento, pero tengo que calmar a Lily antes de que le dure el enfado para siempre… Y tarde o temprano tendréis que ver a vuestras parejas.

- Preferiría que fuese más tarde –suspiró Bell–. Me va a pegar el broncazo del siglo por correr un riesgo innecesario… –Esa era otra: Remus siempre asumía que había cosas peligrosas que ella tenía que hacer y no malgastaba fuerzas recordándole cosas que ya sabía.

- Pues te la pegará con toda la razón del mundo –aseguró James.

- Tienes razón. La próxima vez dejaré que Voldemort os mate –la rubia se levantó tan furiosa, que antes de que sus amigos pudieran reaccionar ya había tomado el traslador que usaba para ir desde casa de James a la suya.

- También me voy a casa –se despidió Sirius con el mismo tono con el que se despedía de sus amigos cuando se acababa el curso en Hogwarts y tenía que regresar a la Mansión Black.

- Las cosas no te van bien con tu mujer…

- Vaya perspicacia, no sé de dónde has podido sacar esa idea…

- Mmm. Tal vez de tus continuas aventuras sexuales o de tu reticencia a volver a casa o quizás de los cortes que le pegas a Giselle… ¿Quieres hablar?

- Tranquilo, estoy bien. Mejor ve a calmar a la pelirroja antes de que le de por quemarte la casa…

- ¡No voy a quemar la casa! –protestó la propia Lily que llevaba un rato escuchando desde la puerta de la cocina.

Sirius le guiñó un ojo, le lanzó un beso y bajo al sótano de la casa ya que era el único lugar del valle desde donde podía desaparecerse.

- Espero que no estés tan enfadada como para quemarme a mí –dijo James con tono vacilante.

- Tranquilo –Lily bajó las escaleras con deliberada calma y sin apartar los ojos de los de su marido–, no he pasado lo que he pasado en ese maldito castillo para salvarte la vida porque quisiera matarte con mis propias manos.

- Es un alivio –suspiró James.

- Pero lo de que hoy vas a dormir en el sofá va en serio. Y mañana ya veremos –le advirtió la pelirroja llegando hasta él.

- No me parece justo: sólo dije lo que dije porque estaba preocupado por ti. No te imaginas el miedo que sentí cuando supe que estabas bajo el mismo techo que Voldemort

- Te aseguro que sí que me lo imagino –aseguró muy seria–, porque yo sentí ese mismo miedo cuando me enteré de que tú y Sirius, desoyendo todos los consejos de Dumbledore, os habíais ido a la base de operaciones de Voldemort a buscar la maldita dirección de Sheila...

- En nuestra defensa: no sabíamos que Voldemort en persona estaba allí...

- ¿Esa es tu mejor defensa? –preguntó incrédula Lily.

- Lo sé, es patética –James se encogió de hombros–. Pero Sirius estaba empeñado en ir y yo no iba a dejar que lo hiciera solo... Ya le dejé colgado justo después de la muerte de Evy, que era cuando más me necesitaba, y eso es algo que no va a volver a pasar...

- Eso lo entiendo. –Lily asintió comprensivamente–. ¿Pero por qué no me contasteis vuestros planes?

- Porque habrías querido venir con nosotros –contestó James–, y yo no podía permitir que te arriesgaras en tu estado...

- Pero sí que me angustiara...

- No era mi intención –se apresuró a aclarar el moreno–. Lo siento.

- Lo sé, James, lo sé –suspiró la pelirroja con un cansancio que no tenía nada que ver con su embarazo–. Pero cada día que pasa tengo más y más miedo por ti. Me da pavor que no vivas lo suficiente como para conocer a nuestra hija y...

- Ey, no, princesa, no. No llores... –James se inclinó para secar las lágrimas que escapaban de los ojos de su esposa con los pulgares–. Mira que eso podría afectar a la niña y...

- ¡La niña, la niña!. ¡Tu única preocupación desde hace más de cinco meses es la niña! .¿Y yo qué, eh? –preguntó Lily dejándose llevar por unos celos completamente irracionales.

- Lily¿estás celosa del hijo que esperamos? –el moreno trató de asegurarse de haber entendido bien ya que con tanto cambio de humor repentino a veces le costaba seguir el ritmo de su esposa.

- Todos le prestáis más atención que a mí –sollozó la pelirroja.

- No, Lyls, no. Te aseguro que todos nos preocupamos por los dos –dijo James con un tono dulce y comprensivo.

- Giselle, no.

- ¿Y desde cuándo te importa lo que piense Giselle? –el moreno de pelo revuelto trató de ocultar la diversión en su voz. Pero no tenía porque esforzarse, ya que Lily estaba demasiado concentrada en sus desgracias para notarlo.

- Lizbell me contó que en caso de que la vida de la madre o del niño corra peligro durante el parto, a menos que el padre diga lo contrario, suelen poner la vida del niño por delante de la de la madre –pese a estar llorando, la pelirroja logró imprimirle un matiz de frialdad a su voz.

- Por favor, te ruego que no hablemos de eso... –suplicó James.

De alguna forma se había convencido de que todo el embarazo saldría bien, desterrando de su mente las historias que había escuchado sobre partos desastrosos. No quería ni recordar que tanto su madre como su abuela habían muerto al traer al mundo a su padre y a él o que Verbena, la madre de Lily, pasó tres días en cuidados intensivos al nacer la pelirroja...

Pero el problema es que, desde que un mes antes se hizo evidente que la druida estaba embarazada, habían tendido a sobreproteger a Lily, alejándola de la acción, lo que le dio demasiado tiempo libre para alimentar sus miedos (que Voldemort matara a James o a cualquiera de sus amigos, el de sufrir un aborto tardío, morir ella misma en el parto) y al estar todos tan ocupados, no había disfrutado de una ocasión para compartirlos con nadie. Hasta ese momento.

- Pues yo necesito hablarlo ahora... –dijo Lily con un atisbo de mal humor–. Si algo va mal...

- No irá nada mal.

- Si algo va mal –insistió Lily–. Quiero que salves a la niña...

- Lily...

- Y quiero que lo prometas –en vista de que James se limitaba a apretar la mandíbula y mirar al suelo, la pelirroja suspiró–: necesito oírtelo decir. Por favor...

- No –contestó al fin el hombre–, no pienso dejarte morir ni siquiera por nuestro hijo. Y, esto sí es una promesa, te juro que llegada esa circunstancia encontraré la manera de salvaros la vida a las dos aunque me cueste la mía...

- Ante una promesa tan apasionada, Lily se dejo llevar por otro de sus cambios de humor, agarró el cuello de la camiseta de James (bastante perjudicado tras su paso por el castillo de Bressay) y empezó a besarlo ardientemente.

- ¿Significa esto que ya no tengo que dormir en el sofá? –el moreno aprovechó el nuevo cambio de humor de su esposa, para tratar de salvar sus vértebras del potro de tortura que en aquella casa se llamaba "sofá", pero que no tenía mucho que envidiar al de Voldemort.

- ¿Y por qué ibas a dormir en el sofá? –Lily había olvidado que ella misma le había ordenado dormir allí y se dejó llevar por un ataque de susceptibilidad–. ¿Es que ya no te resultó atractiva y prefieres dormir en el sofá antes que conmigo?

- Pero si tú... –trató de explicar el moreno de pelo revuelto.

- Ya sé que peso trescientos mil kilos y que tengo los tobillos hinchados, cambios de los que tú eres en gran parte responsable... ¡Pero si lo que pasa es que no soportas verme, no me vas a ver más! –Lily dio un empujón al asombrado joven y con una agilidad sorprendente, subió las escaleras hasta su cuarto donde cerró de un sonoro portazo.

- Puck quiere saber si el Señor James quiere que le prepare la habitación de invitados –el mencionado moreno se volvió hacia su elfo doméstico, que había dejado los folletos de agencias de viajes. ¿Le había sonado irónico el comentario? Si lo fue, Puck lo disimulaba bajo una fachada de inocencia.

- No hace falta, ya me la preparó yo –contestó secamente el joven–. Lo que sí puedes prepararme es una poción analgésica...

- Puck se la prepara.

James observó con irritación cómo el elfo se apresuraba a cumplir su orden. Por lo visto, Puck, al igual que Lily, había olvidado que James había pasado cerca de dos horas bajo los cuidados de Voldemort.

&·&·&

- ¿Te parecerá bonito lo que acabas de hacerme? –fue la frase con la que Giselle recibió a su esposo. La castaña estaba sentada en un sillón, pero se puso en pie al verle aparecerse.

- Sí –contestó Sirius, tratando de llegar a su habitación sin mirarla.

- Seguro que no sabes ni de qué te estoy hablando...

- Pues no Giselle, no tengo ni puta idea de qué me estás hablando –reconoció el moreno de ojos grises–, pero he tenido un día muy duro y no tengo la menor gana de discutir contigo, así que déjalo para otro momento.

- Bueno, si estás cansado al menos no te largarás con Will de caza. O a la cama de Hestia Jones. ¿O crees que no sé lo tuyo con ella? –con este reproche, Giselle sí logró la atención de su marido.

- ¿Y eso te molesta, cielo? –Sirius pronunció "cielo" como si fuera una amenaza en lugar de una muestra de cariño.

- ¿Qué si me molesta que mi marido ande saltando de cama en cama? Sí. Tanto como que me dejes mal delante de nuestros compañeros de trabajo.

- En ese caso la solución es muy sencilla: concédeme el divorcio y dejaré de molestarte.

- Ni hablar –respondió Giselle con dureza. Luego trató de engatusar a su marido con su tono más zalamero–, sé que estás molesto por la forma en que comenzó nuestro matrimonio...

- ¿Te refieres a que me hiciste creer que estabas embarazada para obligarme a casarme contigo y que, al no quedarte de verdad, fingiste un aborto y que yo no me habría enterado de no haber investigado la consulta de tu ginecólogo porque creíamos que era un mortífago y le hice tragar un bote de Verisaterum? –preguntó Sirius con un falso tono servicial que no enmascaraba su furia.

- Sí, a eso me refiero –la castaña tuvo la decencia de sentirse avergonzada, pero no la suficiente para dejar de insistir–. Pero aún así, fuimos felices al principio y podemos volver a serlo si nos esforzamos un poco.

- Esa es la cuestión: no tengo el menor interés en esforzarme –fue la tajante respuesta de Sirius remarcada con un fuerte portazo.

&·&·&

- Así que por eso Sheila está en Viena –Jesse contempló el pergamino que Lizbell acababa de tenderle–. El libro de la paz.

- Exacto –confirmó la vampiro–. Se expondrá en la Deutschordenskirche, cerca de la catedral principal, a partir de este sábado. Estaba en manos de un aristócrata alemán que lo ha cedido para la exposición.

- ¿Por qué es tan importante?

- Perteneció a Grindelwald. Él ha desarrollado una extraña obsesión por todo lo relacionado con su mentor –explicó Lizbell.

Jesse cabeceó, comprendiendo a lo que se refería, ya que en los últimos años, se había producido un gran movimiento de artículos que pertenecieron a Grindelwald. En los mejores casos sólo se trataba de nostálgicos tratando de revivir los buenos tiempos, pero lo más normal es que la mano de Voldemort estuviera detrás de ello.

- ¿Iréis a por ella? –quiso saber Lizbell.

- Tenemos un interés bastante personal –a Jesse no le importó reconocerlo. Pese a saber desde hacía mucho tiempo que mezclar lo profesional con lo personal no era nada sano, tampoco serviría de nada fingir que perseguir a la asesina de Evy no era personal.

- Lo imagino. Ethan y yo os acompañaremos. A menos que os importe...

- No creo que haya problemas –aceptó Jesse–. Es normal que Ethan quiera ir a la caza de Sheila...

- No es sólo por lo de Evy. Voldemort quiere colocarnos a esa medio banshee como sucesora por no mencionar que los Worstblood estarán allí y no queremos que se apunten una nueva victoria...

- ¿Dijiste "Worstblood"? –preguntó Jesse incrédulo. Lizbell asintió–. ¿Son algo de la escritora July Worstblood?

- Por lo que sé de ellos, escribir novela rosa es su actividad más inocua –Lizbell se inclinó sobre la mesa y se dispuso a ilustrar al joven sobre la singular familia de la musa de Voldemort.

–––––––––––––––––––––––––––––––––––

Tatatachán... Y así terminamos el capítulo de hoy, pero quería comentaros un par de cosillas importantes antes de cerrar del todo.

Sobre el capítulo de hoy: espero que más de una/o se haya dado cuenta que el objeto por el que competían Lucy y Snapy era el diario de Tom Ryddle.

Sobre del ya terminado Por Amor al Arte: en el primer capítulo (tal y como me recordó Goi Izarra) puse que terminaría en 1981. En realidad mi intención era que estos capítulos formaran parte de el anterior fict, pero se me empezó a hacer muy largo y empezar una tercera parte era una forma de oxigenar, por eso cambié de idea.

Sobre el próximo capítulo: por una cuestión de falta de tiempo no creo que pueda subirlo antes de octubre. Y cuando digo octubre no quiero decir el 1 de octubre, quiero decir octubre.

Por esa misma maldita falta de tiempo, no he podido contestar a la gran mayoría de los RR que me dejasteis en los capítulos finales de Por amor al arte, pero no quería dejar de saludar y felicitar a:

Gara, Lula y Anani que cumplen años en septiembre.

Noray, Ligia y Alon que empiezan este mes periodismo y medicina respectivamente.

NaraG Malfoy-Black que se leyó los 40 capis de Por amor al arte de un tirón y aún así encontró tiempo para dejar un RR por capítulo. Muchas gracias campeona.

Isa, que se va de viaje fin de curso este viernes y no sabía como meterme prisa para que actualizara antes de que se fuera.

A mi beta, Ginny84.

Y Anvy, que sigue ostentando el record del RR más largo, aunque tiene serias competidoras en LaraG, Lily Granger Potter, Liesl von Kaulitz (mira que te buscas nombres complicados), AnnaTB.

Y ya poco más, nos leemos en Octubre, para entonces ya os responderé a los RR normalmente así que si se os quedo colgando alguna duda, aprovechar para recordármela.

Besos de fresas con nata.

Carla Grey.

Orgullosa Lupina. MOS. Hermana de Mya, Paula & Maru Malfoy. Tía de Azi Black. Paciente de Serenity. Hija política de Veronika. Emperatriz consorte de Alonning. Ahijada del hada madrina Noriko. Prima de Miss Molko e Inna. Miembro de las 15 de Mey. Amiga por correspondencia de una miembro de LODF. Pariente de Anvy Snape. Casi pariente de Libertad, la amiga de Mafalda. Chica del espejo de lujuria de Dreaming. Hermana Escorpio de Moony Lunática. Musa de MikaGranger. Ganadora de dos premios anuales de HA. Luz al final del túnel de Deathkisse. Creadora del amor platónico de Liesl von Kaulitz. Alumna de la Casa de Ravenclaw en HA. Autora de la versión de Sirius favorita de Elarhy.