Etnia

Disclaimer: Historia de fanáticos para fanáticos, sin fines lucrativos.

Gracias a todas las personas que siguen leyendo, ofrezco una enorme disculpa por la tardanza. Espero les agrade y disculpen si resulta aburrido, no soy buena narrando acción.

Para Kea Langrey, porque es hermosa.


Capítulo 10

Gruesas gotas escarlata se estrellaron sobre el suelo copiosamente. Brooklyn llevó su mano hasta el lastimado punto de su abdomen para cerciorarse de que efectivamente era él quien sangraba. El llamativo tono de su sangre impregnando la palidez de su palma, al contrario de hacerle comprender que estaba seriamente herido, pareció encender aun más el fuego de su demencia.

Rei inspiró profundamente y se irguió por completo, luego de haber aterrizado en extremo opuesto al humano. Su rostro se arrugó, consiente de que aquel brillo en los ojos verdes del mortal, sólo hablaban de más peligro por venir.

Durante los últimos veinte minutos quizá se habían enfrascado en un combate cuerpo a cuerpo el cual, aun para propia sorpresa de Rei, se encontraba bastante equilibrado. Brooklyn era fuerte --en extremo-- pero la velocidad y finísimos reflejos que su sangre nekojin le otorgaban, su experiencia en batalla y la absoluta determinación de vencer al humano, le valieron para esquivar en más de una ocasión las peligrosas bolas de energía del pelinaranja. Y finalmente, asestar un certero golpe en el otro. Sus espíritus guardianes disputaban igualmente su propia escaramuza, en donde la agilidad de Drigger lograba frustrar cada mordida de la enorme bestia negra; y en cambio Zeus ya llevaba varios zarpazos a cuestas.

Pero Rei sabía que esta situación no podría alargarse por mucho tiempo más, la herida de su pierna se estaba volviendo a cada segundo menos adormecida y punzaba con mayor intensidad; sentía la fuerza nahual recorrer palpitante su venas, pero esa energía tenía sus límites, sobre todo cuando la misma se concentraba también en contener la hemorragia de la herida sobre su rodilla. Estaba consiente que tenía que terminar con Brooklyn de una buena vez o perdería su momentum.

Afiló su mirada, detectando en la postura de su oponente el punto más débil de su defensa. Sujetó con firmeza su lanza y concentró su energía en la punta. Dobló ligeramente las rodillas y se impulsó contra el humano. Drigger rugió acompañándolo en su ataque, lanzándose también sobre Zeus dispuesto a atravesar la yugular de la bestia con sus colmillos. Rei apretó los puños sobre el mango de su arma, arrojó los brazos hacia atrás y atacó.

Rei sintió el impacto de su golpe estrellarse contra dureza tal, que rebotó la estridencia del impacto en el metal de su arma y le hizo estremecer los brazos hasta sentirlos entumecidos por la fuerza. Los ojos de Rei se abrieron desmesuradamente, la filosa cuchilla de su arma estaba detenida sobre la palma abierta de la mano de Brooklyn. El pelinaranja cerró sus dedos sobre la afilada hoja y presionó contra ella, sus ojos brillando con sádica vanagloria se clavaron enajenados en las pupilas del nekojin, mientras una mordaz sonrisa se apoderaba de sus cenizos labios.

-Fue divertido Mi amor, pero ya fue suficiente.- musitó con frialdad y soberbia.

Crack

El rostro de Rei se transformó entonces de inesperado desconcierto a una mueca llena de incrédulo terror. La oscura aura de Brooklyn, concentrada en la mano que detenía su lanza había despedazado por completo la hoja de su hoz y ahora, el pelinegro veía los diminutos fragmentos de metal caer cual titilante lluvia perdiéndose entre el polvo del suelo a sus pies. Aquella mano de pronto se encontró sujetando con fuerza la garganta de Rei, impidiéndole emitir sonido alguno o respirar; en instintivo reflejo el nahual llevo sus manos hasta el brazo del humano, enterrando las uñas en la extremidad, tratando inútilmente de quitárselo de encima. El sonido de su lanza cayendo estrepitosa contra el empedrado y hundiéndolo con su peso, fue enmudecido por el fiero y ansioso rugido de Drigger, que al percibir el peligro del nahual, presto se olvidó de Zeus para alcanzar a su protegido. La bestia de Brooklyn no se lo permitió, atacando al tigre por un costado con un poderoso golpe que envió al felino guardián a estrellarse contra una arruinada casa envuelta en llamas, colapsando por completo sobre él.

Dri--gger....

-Mi amor, te advertí que no me desobedecieras... ¿recuerdas?- siseó Brooklyn, usando su otra mano para acariciar el rostro del nekojin, dejando sobre su bronceada piel la huella de su sangre; Rei boqueaba desesperado por inspirar cualquier mínimo aliento a sus pulmones. Los que ya comenzaban a sentir el ardor de la sofocación. --Tendré que castigarte por esto.

El aturdimiento que siguió al hecho de su cabeza estrellada fuertemente contra alguna superficie sólida, no impidió que Rei se diera cuenta, que la ropa que descuidadamente se había puesto encima, estaba siendo nuevamente retirada de su cuerpo sin contemplación alguna. Apretó los ojos un segundo e inspiró el poco aire que pudo jalar por la boca. Trató de ignorar la cruel mano metiéndose entre sus piernas para sujetar sin cuidado su sexo, concentrándose sólo en reunir fuerzas para liberarse. No permitiría que Brooklyn lo ultrajara de nuevo.

Una repentina ráfaga helada los azotó furiosa desde el costado derecho de Brooklyn, como el humano no le soltó tras el impacto, la fuerza del viento terminó enviándolos a ambos a caer pesadamente contra el duro suelo a varios metros de distancia de donde habían estado. Sólo entonces y por la inercia del golpe, el mortal liberó de su agarre a Rei, que boqueó de inmediato por el aire que tanto necesitaba. Sorprendido por el inesperado ataque, rodó sobre su costado buscando el origen del mismo, buscando quién le había ayudado en el último minuto.

Impresionado, su mente no podía creer lo que sus ojos veían, apoyado pesadamente contra una destruida pared y con los vestigios de su energía desvaneciéndose de entre sus dedos, un evidentemente lastimado Tala se encontraba. Quien a pesar de su estado, poseía la más fiera determinación en su celeste mirada.

-Le prometí... que te llevaría d--de vuelta...-musitó el pelirrojo con la voz rasgada por su dificultoso respirar - Lo cumpliré.

-Tala...- El alivio de verle vivo y la triste añoranza de sus palabras apretujaron el corazón del nekojin, haciendo que sus ojos se llenaran nuevamente de calidez e inmensa gratitud hacia el nahual de fuego, que aún ahora cuando la sangre escurría copiosa de su boca y nariz, entre varias otras heridas, trataba de protegerlo. Sus labios se curvearon en una melancólica y fantasmal sonrisa. No. Su bienestar no dependía del pelirrojo, ni dependió de su padre, ni debió serlo de Kai. Era él y solo él quien debía procurar su salvación y era él, quien debía proteger al nahual.

La escalofriante risa de Brooklyn irrumpió de pronto y ambos nahuales volvieron su atención al humano, que ya puesto en pie, se preparaba para atacar al indefenso nahual. Tala afiló la mirada y apretó la mandíbula al notar el poderoso haz de luz negruzca que se dirigía a toda velocidad hacia él; deseaba con todas sus fuerzas que su cuerpo fuera capaz de moverse como se lo ordenaba su cerebro, que tuviera siquiera la energía para elevar los brazos en el inútil acto de escudarse, pero había utilizado la última gota de su fuerza para descargar su ráfaga contra Brooklyn y así, quitárselo de encima a Rei. Había tratado de cumplir con su promesa de protegerlo, su promesa de no dejar que nada le pasara al querido gato de Kai, pero admitía no sin amargura, que había fallado.

Si tan sólo su maldito cuerpo cooperara...

Un borroso instante le asaltó y un segundo después, el fiero estallido de una explosión le perturbó por algunos segundos. Cuando abrió los párpados, se encontró incómodamente sujeto y colgado por la cintura del ancho brazo de Spencer. ¿Qué estaba haciendo ahí? El alto nahual, volteó para mirarlo, como si hubiese escuchado su pensamiento y le sonrió divertido, tras guiñarle un ojo. Con cuidado le permitió plantar sus pies en el suelo nuevamente, pero le mantuvo fuertemente sujeto de la cintura, para ayudarle a mantenerse erguido.

-Eh capitán, parece que alguien le dio una buena paliza... - musitó sarcástico con su característica seriedad, pero sus preocupados ojos recorrían su cuerpo evaluando su estado. Tala arrugó el rostro y sus labios se curvaron en molestia.

-¿Por qué tardaste tanto? - preguntó entre dientes, forzando tanto su voz como el tono urgente de la misma.

-Seguía las ordenes de Bryan. No fue fácil asegurar la ciudadela capitán.-Spencer se encogió de hombros y volvió su vista hacia donde se encontraba Brooklyn, a varios metros de distancia. Ante la mención del nahual de cabellos lilaceos, Tala no pudo evitar estremecerse y notar como se le hacía mil veces más difícil respirar. Spencer lo percibió.

-Ian está con él. - dijo el otro y los ojos del pelirrojo por un momento recuperaron un poco de vida. Talvez, aún tenía una oportunidad si Wyborg lo alcanzaba a tiempo. - Aunque por lo que veo, debería llevarlo con él también.

-Ahi estáaan.. - canturreó burlón el humano, parado en el filo de la escombrosa pared tras la cual Spencer había buscado ocultarse. Ambos nahuales levantaron sorprendidos sus rostros, topándose con dos bolas de energía desprendiéndose de las manos del ojiverde para atacarlos. Spencer sujetó al pelirrojo de la cintura nuevamente y extendió su mano hacia el frente con la palma hacia el suelo. Sus dedos adquirieron un brillo azulado, mientras musitó una queda maldición. Los había encontrado demasiado rápido.

-Mueran...

-¡¡Huyan!!

-¡Seaborg!

Todo pasó al mismo tiempo. Brooklyn atacó al par de nahuales, pero Rei apareció justo frente a ellos en el instante preciso, para bloquear con su recuperada arma las esferas negras y darles a los otros, una oportunidad de huir. La que Spencer no desaprovechó al invocar a su espíritu guardián y sobre su lomo alejarse del peligro inmediato, a pesar de la negativa del pelirrojo a dejar a Rei solo.

El nekojín clavó sus ojos ambar en el humano y a pesar de sus desgarradas ropas, se plantó frente a él con orgullo en su porte. Desfiante.

-No los tocarás. Nunca más - sentenció, preparándose para atacar de nuevo. Aunque esta vez, no volvería a subestimar al humano.

Se concentró, llamando a su guardián nuevamente a venir a su lado. Drigger obedeció, haciéndole terminar sentado en sobre su lomo, al materializarse justo a los pies del pelinegro y tras elevarse de entre los escombros y la tierra, estremeciendo luego el silencio de la noche con su potente rugir. Brooklyn sólo enarcó una ceja, adoptando en su rostro una expresión intimidante con tan simple gesto. Zeus apareció de pronto a la espalda del humano, rabiando en jadeos ansiosos, producto de su evidente excitación.

El nekojin temió por un segundo. Uno solamente porque no podía darse el lujo de nada más.

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-¡Obedece! ¡Regresemos! -gritó furioso Tala a un inalterable Spencer, antes de encogerse sobre sí mismo y sucumbir a un ataque de tos que sólo hizo a sus labios terminar nuevamente saboreando el metálico sabor de su sangre.

-En su condición Capitán -musitó el otro- ser un estorbo, no ayudará a mi señor Rei.

-¿¡Y debo dejarlo solo!?¡No puedo volver a fallarle a Kai! -espetó el pelirrojo, ganándose una mirada compasiva de las pupilas marrón del nahual.

-¿No preferiría saber si podemos contar con Bryan como apoyo, antes de volver? -tanteó el grandote, percatándose de la manera en que los ojos del nahual en mando, se turbaron ante la mención del pelilila. Era un golpe bajo, lo sabía, pero era la única opción para hacer entrar en razón a Tala. Él también quería ayudar al nekojin, pero sin el apoyo adecuado no podrían hacer nada.

-Aun si sobrevivió, no sería de mucha ayuda -

-¡Hey! ¡Resiento eso! -vino el ofendido reclamo casi al instante y esa voz ronca e imperativa, que Tala reconocería aun entre el caos de la batalla, hizo que el corazón del nahual de fuego se detuviera por un instante y reiniciara en brioso latir, como si le hubiesen infundido vida nuevamente. Su cabeza giró con tal rapidez que la base de su cuello tronó con audible crujido, dolería luego con seguridad, pero en ese momento no importó. Todo lo que Tala deseaba era comprobar con sus propios ojos que el pelilila había sido el origen de aquel reclamo.

-Bryan... estás... -

-En mejor condición que tú, Rojo- presumió el aludido, aunque su estampa contradijera sus palabras. Los hematomas que se apreciaban en su piel eran clara indicación de que su cuerpo había sufrido un trauma severo. Reflejo de la batalla en que su espíritu guardián había sido herido al pelear con Zeus. Aun así, su mirada hablaba de que se encontraba con la suficiente fuerza como para pelear con su capitán.

-¿Puedes llamar a Falborg? - interrumpió Spencer, extendiéndole la mano para ayudarle a montar a Seaborg. Bryan llegó de inmediato al lado de Tala, sentándose justo detrás de él y pasando un brazo por su cintura con discreto movimiento. El pelirrojo se relajó de inmediato con su cercanía y dejó caer su cuerpo pesadamente sobre el pecho del otro. La mirada del mayor descansó un largo segundo en el pálido nahual, antes de elevar los ojos hacia Spencer y responderle.

-Lo haré de ser necesario. ¿Tala? - cuestionó preocupado, el pelirrojo se sentía más pesado contra su pecho.

-Wolborg también vendrá, sólo necesito... un... minuto... - musitó degradando su voz cansadamente al hablar. Bryan buscó a Ian con la mirada de inmediato y el nahual, apareció a su lado enseguida. Con una mano envuelta en verduzca energía, apoyó la palma sobre la febril frente del pelirrojo. Su ceño fruncido no le agradó al pelilila. Eternos segundos pasaron antes que Ian retirara su mano y levantara la vista a Bryan.

-Lo lamento. El daño es más serio de lo que yo reparar. -dijo con pesadez en la voz- Sólo puedo ayudar a prologar su conciencia, pero eventualmente...

Pesado silencio embargó al trío de nahuales. Spencer apoyó su mano en el hombro de Ian y asintió a sus palabras; si era lo único que podían hacer por su capitán al menos, le otorgarían eso. Bryan arrugó el ceño y pasó con dificultad el tenso nudo que se formó en su garganta, apretó el brazo con el que lo sujetaba y agachó la cabeza, hundiendo su nariz entre el cuello y hombro del pelirrojo. Cuando Zeus les atacó, el lobo se había lanzado sobre su halcón para protegerlo en el último segundo...

-Kai... -Bryan, Ian y Spencer miraron intrigados a Tala al oír el susurro - Está aquí...

Las gemas de cada guardián comenzaron a brillar de pronto, armonizándose entre ellas con un cadencioso y creciente titilar, hasta que la luz fue tan grande que los nahuales tuvieron que cerrar los ojos, tratando de evitar la lastimosa ceguera que provocaba tal intensidad. Un estridente chillido rasgó el aire, haciéndoles estremecer por su furia y cuatro potentes gritos se escucharon en respuesta antes de que todo volviera a quedar en completa oscuridad y silencio. Cuando pudieron abrir sus ojos, se encontraron no sobre el lomo de Seaborg, sino en suelo de la ciudadela.

Sus espíritus guardianes se habían marchado.

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Confusión. Sangre y Poder. Enorme cantidad de energía que se enfrentaba feroz. Derrumbes y ondas de choque que se expandían por todo el lugar.

Dolor, agotamiento y Orgullo. El guerrero nekojin serpenteaba entre los ataques que Brooklyn y su bestia lanzaban; su cuerpo alcanzado un par de veces y sufriendo ya el desgaste de su energía, comenzaba a sentirse pesado y torpe. La ayuda y presencia de Drigger menguaban un poco su estado, pero Rei presentía que no podría seguir luchando por mucho tiempo más. El humano en cambio parecía ganar mayor fuerza a cada segundo que pasaba.

Un verdadero líder, nunca se esconde ni escapa. Lo da todo en batalla. Lo entrega todo para obtener la victoria.

La voz de su padre resonó de pronto en su mente, haciéndole recordar las palabras que le dirigió cuando fue oficial su grado de príncipe y comandante de la raza nekojin. Sujetando con fuerza el pelaje de Drigger, Rei dirigió al felino hacia uno de los pocos claros que quedaban entre las ruinas de la ciudad. Se concentró para reunir tanta fuerza como su cuerpo pudiera proporcionar. El tigre tomó impulso y se lanzó corriendo contra Zeus y el humano, sería un ataque frontal y sus garras ya se preparaban para asaltar con ferocidad a la bestia, destrozar su coraza y asestar una mortal herida. No sucedió.

En el último minuto Drigger se detuvo, deslizándose sobre la rocosa superficie por la inercia. Sus garras chillando contra el suelo y todo el cuerpo del felino brillando intensamente. Rei no entendía que estaba pasando con su guardián, pero no tuvo tiempo de preocuparse. Un Zeus en picada directa contra ellos, los alcanzó en segundos, sujetando a Drigger entre sus patas y hocico, los sacudió como si no representaran esfuerzo alguno y tras lo que pareció una eternidad, tanto Rei como su guardián salieron disparados a una velocidad increíble para estrellarse contra la dura pared exterior del fortín del humano. Por la fuerza del impacto ambos no sólo se estrellaron, atravesaron la pared y terminaron medio sepultados entre los escombros que la segunda pared -la que detuvo su vuelo- dejó caer sobre ellos.

Cuando Rei sintió que su cabeza dejaba de dar vueltas, la sintió pulsar caliente y adolorida. Como pudo trató de incorporarse, saliendo con nuevos raspones de entre las aterradas piedras. Se tambaleó por el agudo dolor en su pierna y tuvo que enterrar la otra en el piso para mitigar un poco -muy poco- el dolor. Sintió la cabeza palpitarle con fuerza y llevó una de sus manos hacia ella, encontrando sus dedos inmediatamente húmedos. Cuando atrajo su mano a sus vista, sólo confirmó lo que ya suponía. Sangre.

¿Drigger?...

A pesar de su aturdido cerebro, el nekojin percibió la ausencia de su guardián. Sus ojos trataron de aclararse tanto como le permitía su actual estado, y un tanto desesperados comenzaron a buscar al felino, pero no había señal del tigre. Ni siquiera podía sentirlo, había desaparecido por completo. El terror comenzó a apoderarse del corazón de Rei, no es que tuviera la ilusoria idea de que podría sobrevivir esta batalla, pero en el fondo de su ser, tener a su lado la reconfortante presencia del guardián había sido suficiente para no hacerle perder la poca cordura que sentía le quedaba. Pero Drigger había desaparecido. El tigre nunca lo había dejado en medio de una batalla, nunca. Aunque brutal, el ataque de Zeus no lograría que su guardián se extinguiera. Por qué lo dejaba ahora no lo sabía ni entendía.

Sólo sabía que debía enfrentarse solo a este cruel destino, nunca imaginó que algún día se vería en una situación así...

Rei sintió el suelo estremecer y levantó la vista, Zeus recién aterrizaba a sólo unos metros de él, Brooklyn se paraba sobre la nuca de la bestia negra y le miraba con superioridad y gozo. El humano estaba feliz de verle en su actual estado, sabía que disfrutaba del dolor y la frustración que sus ojos ámbar reflejaban.

Un líder conoce sus límites, pero pelea siempre por una causa justa.

Una causa justa. Proteger a los nahuales que aun quedaban, brindarles siquiera un oportunidad de sobrevivir sin temor a ser perseguidos, víctimas de la locura del humano. Una causa justa. El vengar a toda su gente, a los que fueron sacrificados. A los que quedarían varados en lo alto de las montañas. A los que murieron por él. Kai.

A pesar de su elaborada respiración, reflejo del punzante dolor que recorría cada centímetro de su cuerpo, Rei logró incorporarse y plantarse de frente a la bestia. Levantó los brazos frente a él, colocando sus manos en cuenca una sobre otra. Sus manos comenzaron a brillar casi de inmediato. Brooklyn lo miró con desprecio y altanería, riendo divertido por lo que presenciaba; como si fuera el acto más entretenido que hubiese visto antes.

-¿Aún piensas seguir peleando, Mi amor? -musitó con la voz cargada de hipócrita compasión - Es que acaso no te ha quedado claro, que es inútil resistirte a mí. ¿Por qué te empeñas en huir de tu destino? ¿Por qué no aceptas que eres mío y nada de lo que hagas lo cambiará?.

Rei se mantuvo en silencio, no podía perder tiempo en razonar con ese loco, ni en escuchar sus venenosas palabras. No, tenía que prepararse. La luz de sus manos ahora formaba una esfera luminosa que parecía estar girando a gran velocidad sobre su propio eje, jalando a su circunferencia el aire que le rodeaba. El pelinaranja alzó una ceja en respuesta al desafiante silencio del nekojin, arrugó luego el rostro haciendo que las sombras en él le dieran un aspecto aun más tétrico del que ya poseían sus psicóticas facciones.

-Mírate. Estás herido, solo, sin amigos o tu guardián, sin nadie que te ayude ¿qué podrías hacer? ¿Qué te queda ahora, Mi Amor?

Un líder entiende el concepto de la muerte y no la teme.

-Yo

Envuelto en la ráfaga de energía que se concentraba entre sus manos Rei se lanzó contra Brooklyn y su bestia negra con un último ataque frontal. La esfera giraba a una velocidad tal que emitía un silbido agudo y estridente; el sonido y la rotación eran tan intensas que creaban fuertes corrientes de aire alrededor del nahual, alimentando a su vez el impulso con el que Rei se acercaba, brindándole mucha más potencia a su ataque; convirtiéndose a él mismo en el ataque. El humano hizo una mueca desdeñosa con sus labios, restando total importancia a la fuerza que cobraba el pelinegro, las ráfagas que emanaba comenzaban a rasgar cortezas, piedras y piel; aun así, el pelinaranja sólo levantó un brazo y esperó. Confiado en que detendría al nekojin.

Cuando chocaron, la fuerza que crearon en la onda expansiva erosionó todo lo existente en un amplio rango y la ventisca que se levantó deformó todo lo que encontró a su paso, dejando sólo en el centro la confrontación de dos energías intentando devorarse la una a la otra.

Brooklyn arrugó el rostro, por primera vez una expresión de incredulidad cruzando sus rasgos; levantó su otro brazo para concentrar más energía en el escudo que rechazaba al nekojin pero no lo estaba consiguiendo, la fuerza del nahual se incrementaba y comenzaba a menguar la barrera del humano, a cuartearla, socavándola; le empujaba tanto que las garras de Zeus estaban dejando grandes y profundos surcos en la tierra, como ejemplo de que trataba de aferrarse para evitar ser alcanzado por el nekojin.

-No, No... NO... ¡NO! - la voz de Brooklyn fue engullida por la voraz energía del nahual, cuando finalmente pudo atravesar el escudo del humano y lo alcanzó. La explosión que le siguió enmudeció hasta a el silencio mismo durante un segundo, antes de estallar con ensordecedor rugido, cegadora fuerza y desgarrador destello.

La solitaria figura de Rei emergió poco a poco al desvanecerse la reminicencia de su ataque. Se le veía frágil con el cabello suelto cayendo desordenado a su alrededor, las ropas mezcla de polvo, rasgaduras y ceniza. Su respirar dificultoso, sus extremidades exhaustas permanecían lánguidas a sus costados y de ellas se desprendía una ligera estela de vapor. Su lastimada pierna cedió ante la rápida recesión de adrenalina y sucumbió; haciendo que el pelinegro terminara con su otra pierna como soporte en la tierra. Cansadamente elevó la mirada, sólo la parcial oscuridad y las ruinas del lugar entraron en su campo visual. Torció los labios, su rostro adquirió un gesto de irónica resignación. Cerró sus ojos nuevamente, permitiéndose sentir por primera vez en mucho tiempo una increíble sensación de satisfacción. Finalmente, terminó.

-Espérame... - musitó aliviado, al mismo tiempo que tras de él se escuchaba el agitado jadeo de Zeus y el inconfundible sonido de garras cortando el aire, acercándose. Su cuerpo sintió la electricidad de saberse a merced de la bestia, toda la piel de su cuerpo se erizó en anticipación. No se movió, no hizo caso al instinto que gritaba por que se protegiera, no quiso escuchar la voz que lejana ordenaba que se detuviera. El demonio negro no lo hizo y Rei, simplemente se quedó quieto, a sólo unos segundos de encontrar la ansiada libertad...

Se sintió izado de pronto. Flotaba. Talvez era la inercia del golpe lo que ahora le mantenía volando por el aire, extraño... No sentía dolor, las garras de Zeus debieron aturdirle los nervios al grado de entumecer su cuerpo; pero pronto lo sentiría, terminaría su trayectoria contra alguna dura superficie y en ese momento sabría que era el final. Sólo esperaba que no tardara demasiado. Estaba cansado de sentir... pero, algo no estaba bien... el ataque del monstruo, las heridas que dejaría no debía sentirse tan cálido y protector; ni el abrupto alto de su vuelo tendría porque resultar tan reconfortante.

Quizá el trascender a los cielos de Xiolot era así de dulce después de todo. Rei se atrevió a abrir sus ojos, sólo para parpadear un par de veces tratando de eliminar la brillante luz dorada cobriza que asaltaba su pupilas. Tuvo que llevar una mano hacia el rostro, proporcionándose una ligera sombra y así ser capaz de ver. Lo que sus ojos le mostraron lo dejaron -irónicamente- congelado en aquel mal de intensas llamas, pues todo él y el nahual que le sostenía en brazos estaban envueltos en una marea de fuego; pero no fue el estar dentro de aquella hoguera lo que aturdió al nekojin. Irrefrenables, sus ojos se llenaron de lágrimas... su alfa... ¡era su alfa!

-¿K-Kai...? - musitó sin aliento, con la voz ahogada y trémula, con el alma rota y la agonizante esperanza a punto de sucumbir. Los ojos del nahual de fuego viraron para clavarse en él y Rei se estremeció. Eran aun más intensos de lo que fueron jamás. Sus labios se torcieron apenas, pero el inexistente gesto fue suficiente para acelerar el herido corazón del nekojin.

Rei dejó de respirar.

NO. Ese no era Kai. ¡No podía serlo! El señor de los nahuales no tenía esa sombra de locura obscureciendo sus rasgos, ni sus ojos jamás destellaron con el inconfundible fuego de la venganza. Odio y sed de destrucción que sólo había visto en la desquiciada mirada del humano, ahora alimentaban las pupilas grana. No, ese no podía ser su alfa. Esta vez no pudo, ni quiso evitar que sus ojos se derritieran en gruesas lágrimas, reflejo de su desesperación y cansancio. Del enorme dolor que atravesaba su maltratado corazón al encontrarse con aquel ser de fantasmagórico parecido a su señor Kai. El otro le observó inalterable, pero inclinó apenas la cabeza, como si no comprendiera el porque aquel ser entre sus brazos le observara con tan evidente angustia en sus hipnotizantes y acuosas pupilas oro. Irónicamente, verle llorar parecía avivar más las negativas emociones que lo envolvían.

-¡Tú! -Brooklyn rompió el momento con la voz llena de rabia y fastidio- ¡¿Cuántas veces tendré que matarte para que dejes de tocar lo que es MÍO?! - rugió, lanzando una enorme esfera de energía contra el distraído nahual.

En el último segundo -antes de ser alcanzados- el nahual levantó la mirada hacia la esfera. Extendió una de sus manos hacia la misma y la detuvo. El fuego que les rodeaba, se moldeaba con la forma de su brazo y semejaban ser parte de él mismo. Se extendía más allá que la extremidad del nahual, y terminaba con unas poderosas garras flameantes. Brooklyn le miró con un deje de sorpresa en su rostro, el que se transformó en completo asombro cuando su ataque era fácilmente deshecho al cerrarse aquella mano que la contenía; pero al ver surgir de entre las llamas que envolvían a los nahuales la inequívoca forma de una gigantesca ave de fuego, se estremeció con la primera ola de miedo que había sentido en mucho tiempo. La impresionante ave chilló poderosa, batió sus alas y las ardientes ráfagas de viento que provocó lanzaron al regente humano a volar varios metros lejos de los nahuales, como si fuera una simple hoja.

Rei se estremeció nuevamente. Ese no podía ser Kai. Él lo había visto caer. Él había presenciado al señor de los nahuales ser superado por la fuerza de Zeus. Éste ser, desprendía la misma -sino es que más- fuerza que la enorme bestia...

-¿Kai? -

-¡Está vivo! -

-¿Eso es... Dranzer? - Tres de los cuatro nahuales que arribaban, no disfrazaron en ningún momento su asombro e incredulidad al ver de pie frente a ellos y cubierto por una marea de fuego la inconfundible figura del señor de los nahuales. Imponente y orgullosa como siempre, sosteniendo en brazos al nekojin y custodiado por la férrea mirada del mítico phoenix, del otro lado, un aporreado humano se reincorporaba de entre escombros y tierra. La intensa mirada del nahual de fuego se posó sobre los recién llegados, los analizó con sus pupilas grana como si los estuviera viendo por primera vez. Les evaluó, sobretodo al de rojos cabellos que inconsciente permanecía acunado entre los brazos de un macho pelilila. Su mirada se detuvo en el rostro del nahual, en el semblante cansado y pálido que portaba, en los golpes y moretes que en su piel destacaban. Arrugó el ceño y las llamas a su alrededor se avivaron.

Una intensa onda de calor explotó entonces, barriendo con todo aquello que se encontraba a corta distancia. Los nahuales tuvieron que agazaparse y sostenerse de cualquier cosa para no salir despedidos por la fuerza de aquella onda. Brooklyn evitó caer de nuevo cuando Zeus le cubrió.

El nekojin se removió incómodo tratando de soltarse, pero el falso Kai no se lo permitió, avanzó entonces y Rei fue depositado en el suelo junto a los otros nahuales; su mandíbula recibió una efímera caricia de aquel clon de su alfa, antes de verle dar la vuelta y centrar su atención en el humano. En un parpadeo ya se encontraba lejos de ellos, envuelto en el fuego del ave, volaba en clara dirección de donde Brooklyn se encontraba, dispuesto a atacar.

En cuestión de segundos, tanto el humano como el nahual se sumergieron en una batalla campal. Bolas de energía, ráfagas de fuego, garras y zarpazos. Los cuatro seres se enfrentaban con todo lo que tenían para alcanzar al otro; sus ataques desviados a veces o esquivados en otras, terminaban por impactar contra la ciudadela humana, añadiendo ruinas, ceniza y muerte a sus roídos muros. Civiles y guerreros por igual se veían víctimas del enfrentamiento, un daño colateral que a ninguno de los dos regentes parecía importarles mientras pudieran acertar un golpe en su rival.

Rei y los nahuales presenciaban atónitos la indómita destrucción que causaban, siendo ellos mismos alcanzados en alguna ocasión por las bateadas esferas de Brooklyn o las abrasadoras llamas de Kai. El nekojin sintió toda su sangre helársele en las venas, tanto como el hueco en su pecho acrecentaba su agónico pulsar. ¿Acaso no tenía fin esta pesadilla? Ahora no sólo tenía que lidiar con el desquiciado humano, habría también que detener al impostor ese o terminaría por destruirlo todo. Porque tenía que ser un impostor, un ánima del Mictlán. Un demonio vengador que tomando la forma del señor de los nahuales, aparecía para terminar lo que Kai dejó inconcluso. Para ejecutar su último deseo...

Pero, si esto tenía realmente alguna conexión con Kai... No. Kai nunca, jamás permitiría que su gente fuese reducida a prescindibles bajas de guerra. Kai no podría ser tan cruel.... No podía tener en ningún resquicio de su alma ese sadismo con que atacaba a Brooklyn, ni la psicótica satisfacción que aparecía en su cara al ver al humano sangrar y contraerse de dolor. Sin importar cuanto él mismo hubiese querido hacerle daño, sabía que no tendría ese morboso placer que veía en el nahual; sin embargo Kai... NO.

Kai no podía convertirse en aquello que despreciaba...

Un poderoso estallido les hizo volver su atención a los dos que se enfrentaban. Incrédulos, observaban como una y otra vez el ave de fuego embestía contra Zeus y a un cada vez más frustrado humano. Los movimientos de Kai -porque sabían que era él aunque no lo pareciera- eran tan rápidos y contundentes que la enorme bestia negra apenas si podía protegerse; de hecho sólo el experto ojo de Bryan podía seguir las acciones del nahual con algo de detalle, para los otros, sus movimientos a veces se perdían entre borrosas imágenes.

-Dranzer.... - Musitó con gravidez la ronca voz de Bryan. Su rostro contraído indicaba que no sólo era la preocupación por el desfallecido pelirrojo entre sus brazos; su mirada y la manera en que apretaba con fuerza la mandíbula eran señal de que él entendía qué estaba pasando. Y Rei necesitaba saber qué era; pero antes que pudiera formular su pregunta los nahuales tuvieron que separarse y resguardarse de una nueva bola de energía que esta vez, envuelta en llamas se estrelló justo en donde habían estado segundos antes.

-¡Maldición! - gruñó Rei, su cuerpo drenado de energía protestó con agudo dolor al tener que moverse tan repentinamente y su pierna se sentía tan pesada que estuvo a punto de no esquivar el fuego; pero Bryan lo alcanzó y le ayudó a ponerse a salvo. Agradecido pero al mismo tiempo avergonzado de separar al nahual de Tala, Rei tomó aire y aprovechó la oportunidad para saber ¿qué demonios estaba pasando?

-¿Bryan, ese nahual...?

-Dranzer. - interrumpió el otro, hesitando sólo un segundo antes de continuar- Es Dranzer usando el cuerpo de Kai.

-¿Qué...?

-Es la última protección que nos otorgan los guardianes -dijo serio levantando la mira para encarar a Rei- Cada uno nos bendice de manera diferente. Dranzer... su poder es por mucho el mayor y más aterrador; sólo pocos son capaces de contenerle... Kai sabía los riesgos de ser elegido por el fénix... sabía que al consumirse la vida de su protegido, el fénix retomaría su ser, le devolvería a la vida pero...

-No sería él...- concluyó el nekojin con la mirada perdida y el corazón contracturandosele en el pecho.

-K...Kai... - susurró apenas Tala, pero los nahuales le escucharon y viraron su atención hacia el agonizante pelirrojo. En descomunal esfuerzo el nahual extendió su mano hacia Rei, y el pelinegro de inmediato corrió a su lado. Tala alcanzó el brazo de Rei y apretó sus dedos contra la apiñonada piel, en lo que debía ser un posesivo gesto, resultaba débil y desesperanzador. Sus ojos se abrieron apenas y para terror del nekojin, sus pupilas cielo lucían vacuas. El pecho del nekojin se apretujó

-Lla-amalo... -musitó rasposamente ahogado- Des--piérta...lo... No lo dejes... consumir...se...-

-¿Tala? ¡¿TALA?! - El pelirrojo no respondía más, ni a un contrariado Rei ni a un angustiado Bryan que se agachaba en ese momento, para semirecostar al inconsciente nahual entre el piso y su propio cuerpo. Nunca soltándolo. Ian de inmediato llegaba a su lado, desplegando ambas manos envueltas en energía tratando de ayudar al cada vez más pálido pelirrojo.

-Rei... - llamó apenas el pelilila, el nekojin volvió su mirada al nahual y se sintió hundir en un agujero profundo; los ojos de Bryan le imploraban, qué exactamente lo desconocía, pero sabía que le pedía hacer algo. Mordió sus labios negando apenas con impotencia en sus tristes ojos dorados.

-No sé qué hacer...-

-Dranzer renació por ti. Vino por ti -replicó el otro- Talvez sea mínima la oportunidad, pero aun existe una ínfima parte de la conciencia de Kai y sólo tu puedes despertarla.

Detonaciones a metralla inundaron de estruendo el lugar. Brooklyn logró reunir energía para atacar al nahual, en una ráfaga de balas que lograron apenas hacer retroceder a la llameante ave. El humano gruñía inteligibles amenazas, nublado en su pensamiento tanto por la rabia de verlo nuevamente frente a él, como por la inesperada fuerza con la que parecía haber renacido. Zeus estaba mal herido y aunque rabiaba por destrozar a los otros, difícilmente lograba siquiera acercárseles. Brooklyn llamó a su bestia a su lado -se habían separado en algún punto del encuentro- Zeus se plantó tras de él, jadeando y con sangre babeando del hocico; justo en el momento en el que Kai y su guardián reaparecían de entre una cortina de humo levantada por el último ataque del humano.

La mirada fría y a la vez apasionadamente vengativa de los ojos carmín de Kai, le valieron el terror en la figura del mortal frente a él. Kai podía oler el miedo en la adrenalina que recorría las venas del humano y que transpiraba por los poros. Ni la sangre y el fuego a su alrededor ocultaban aquel delicioso aroma a victoria. El rostro del nahual de fuego se llenó entonces de un gesto mordaz, cuya depravada sonrisa anunciaba lo zanjada que estaba por atestar al pelinaranja. Aun así, aun a pesar de lo que sus instinto le advertían, Brooklyn comandó a su bestia el atacar una vez más.

Zeus lo hizo. Se lanzó contra su presa, el nahual.

-Alto - musitó Kai con imperativa voz. Potente. Señorial.

Y Zeus se detuvo.

Derrapó ligeramente antes de detenerse por completo a sólo metros del nahual, emitiendo un agudo aullido antes de -mansamente- bajar la cabeza ante Kai; acciones inverosímiles para frustrado disgusto de Brooklyn y sorpresa de todos los otros nahuales, que atestiguaron incrédulos el momento. Con una sonrisa altanera las pupilas carmín se levantaron para penetrantes clavarse en el humano.

-¿Sorprendido humano? -habló con una voz llena de desprecio - ¿Por qué? ¿Acaso no soy el señor de los nahuales? -Rió entonces, macabro y aterrador. Todos los presentes supieron que el final llegaba y que probablemente no sería rápido y sin dolor para el pelinaranja.

Kai...

-Estúpido mortal ¿Creíste que mi poder se limitaba a mi raza? Tu bestia podrá ser un guardián, pero sigue siendo un animal... - Kai... - Y tú, maldito imbécil, lo has alimentado tanto con la sangre de mis hermanos, que tu bestia es ya uno más de mis nahuales.

¡Kai...!

Los ojos de Brooklyn abiertos hasta casi desorbitar observaban incrédulos como su poderosa bestia se postraba a los pies de ese jodido animal. Le llamó, le ordenó que volviera, le gritó furioso por que obedeciera pero Zeus ni siquiera resoplaba en atención alguna. Apretó los puños con fuerza hasta sentirlos sangrar. Kai se burlaba abiertamente de él y de sus intentos por recuperar a su guardián. ¡El maldito le miraba con una superioridad arrogante! Como si fuera una simple basura en el camino de un dios. Arrugó el ceño y desafió con la mirada al nahual de fuego. Él era el único ser de divinidad. ¡Él y sólo él!

Preparó su último ataque. Destrozaría al nahual, a su ave y a la traidora bestia negra. En segundos un vórtice de energía lo cubrió y todo lo que alcanzaba a tocarlo se deshacía al instante.

-Imbécil... - musitó Kai, ordenando a Zeus el atacar al humano. La bestia de inmediato obedeció lanzándose contra quien había sido su señor tan sólo minutos atrás.

-¡Kai!

El nahual se estremeció. Llevó sus manos a la cabeza y la sujetó con fuerza. Todo su cuerpo temblaba y el respirar era tan dificultoso como el mantenerse en pie. Una de sus rodillas cedió para apoyarse contra el suelo, mientras aquella voz en su cabeza no dejaba de resonar. Cada vez más fuerte, cada vez más clara, cada vez más agotadora... ¿Quién era? ¿Quién lograba alcanzarlo de esa manera? ¿Por qué esa voz le afectaba...?

Zeus se tragó el torrente de energía que Brooklyn le lanzó, sorprendiendo al mismo humano al no ser afectado por su energía. Maldijo de nuevo a Kai. Siendo Zeus parte de su propia fuerza, era inmune a la misma. No así el humano, que de pronto se encontró alcanzado por las garras y hocico de la bestia. Gritando de dolor y desgarrado en algunas partes de su cuerpo.

-¡Kai por favor...!

Esa voz... Esa voz... Kai sacudió la cabeza, tratando de liberarla de cualquier pensamiento que no fuera acabar con el humano. Se levantó de nuevo y sus ojos brillaron orgullosos al presenciar cómo Zeus atacaba sin piedad al pelinaranja. Le dejaría jugar con él sólo un instante más, eliminarlo para siempre sería su placer. Se acercó hasta donde estaban. Brooklyn mal herido, había conseguido separarse de la bestia; con sus dos piernas lastimadas y un brazo hecho añicos, el humano se arrastraba en un intento de poner distancia entre el nahual. Pero Kai le alcanzó, le miró altanero y con los ojos muertos; extendió su mano que envuelta en llamas dejó caer -sin hesitar ni un segundo- sobre el moribundo humano. Aplastándolo.

-¡No Kai! ¡Despierta!

Rei...

Fue ahí, en esa suplica llena de dolor, de angustia y terror que la mente de Kai reaccionó. Sus ojos parpadearon un par de veces antes de que su vista se aclarara y se viera a sí mismo frente a un agónico Brooklyn que se retorcía desesperado por liberarse del peso y las llamas que lo incrustaban con titánica fuerza contra el piso, destrozándole los huesos y calcinándole la piel.

Horrorizado dio varios pasos hacia atrás, retirando su llameante brazo del ultrajado cuerpo. Cubrió su rostro con las manos y se dejó caer de rodillas al suelo, trémulo. ¿Qué había hecho? ¿Qué era todo esto? ¿Dónde estaba...?

-¿Kai? - La tímida voz llegó desde su espalda y sólo bastó la primera inflexión del sonido para que el nahual la reconociera de inmediato y supiera que por toda respuesta, el dueño de la misma lo era. Se giró apenas, descubriendo su cara para mirar a la razón de toda su existencia... el último recuerdo claro que tenía, y su esperanza de encontrar un porqué.

-Rei... - musitó el nahual con temor, y al escuchar su nombre ser pronunciado por aquella voz ronca y cálida, la que había llenado sus días en las altas montañas y erizó su piel cuando en intimidad era susurrada al oído; supo que finalmente había alcanzado a su alfa. Con los ojos desbordando lágrimas y el dolorido corazón latiendo acelerado se acercó al nahual. El aire volvió a sus pulmones cuando fueron los intensos y expresivos ojos grana de Kai los que le recibieron. Era él. Realmente era él.

-¿Rei... qué... qué pasó...?

Impulsivo se arrojó contra él.

-Está bien... Ya todo está bien, Kai...- hipó emocionado- Terminó - musitó con agobio y alivio entremezclado abrazándose con fiereza a su alfa. Ocultando el rostro en su cuello y sintiendo los fuertes brazos del nahual rodearle con la misma entrega, apretándolo contra su cuerpo. Sosteniéndose igualmente de él.

Por Xolotl, gracias...

Finalmente, la pesadilla había acabado.


Continuará...

No suelo pedir reviews; esta vez sin embargo, me gustaría que me ayudaran con algún comentario respecto a la acción del capítulo. Intento mejorar y necesito que alguien más me apoye en eso. Gracias.