Primero de todo adevrtir que este es un fic basado en otro fic (La lágrima de Lahntra, el poder del descendiente), pero que no será una historia completamente paralela, sino que creo que habrá algunas modificaciones.

Todo pertenece a Rowling, a la Warner Bross y a quien tenga los derechos de autor

Los tres nuevos profesores, el comportamiento de algunos personajes y más cosas que aún no salen, pertenecen a nikachan123

Y os preguntaréis¿Y qué has hecho tú? weno, yo hago lo que puedo xD

Sin más, os dejo con el capítulo.


Capítulo 1: La huérfana de Hufflepuff

-¡Holloway!

Aledis se levantó de encima de la chica que estaba debajo de su cuerpo. Observó el miedo en la cara de la chica, y frunció el ceño. Steward era la chica más odiosa que jamás hubiese conocido; poseía una arrogancia más propia de Slytherin, y no de Ravenclaw, que era su casa. Más bien le parecía que era una Ravenclaw sin mucha inteligencia, así que siempre acababa llegando a la conclusión de que el sombrero ya estaba viejo y había confundido la casa de las serpientes y la de las águilas. Evidentemente ella no había querido hacerle daño, solo pretendía asustarla un poco. Ya estaba harta de que no le dejaran en paz por ser huérfana. Ya era bastante duro sin tener a nadie recordándotelo cada día. Ella era la huérfana de Hufflepuff, llevaba seis años enteros siéndolo y nada cambiaría ese último año. Y Steward era como la abeja reina, ella era quien lo había creado todo, y era por su culpa que su existencia fuese cada día más miserable. Pero si normalmente solía atacarla con comentarios de su falta de familia, hoy no se había conformaba con eso, y mientras el profesor prestaba atención a otros alumnos, ella había insultado a sus padres. Y eso no podía permitirlo. Sin ni siquiera ser consciente, cogió la espada que estaba limpiando, y con unos gestos rápidos había aprisionado el cuello de Steward entre el suelo y el filo de su espada. Definitivamente le gustaban las nuevas clases de defensa no mágica.

Pero ahora el profesor Derin estaba a su lado clavándole sus ojos grises en los negros propios. No se podría decir cual de los dos destilaba más frialdad. El profesor desvió su vista hacia la chica que aún seguía tumbada en el suelo, todavía en estado de shock, y le tendió una mano para ayudarla a levantarse. Aledis rodó los ojos al escuchar claramente los suspiros de todas las chicas de la clase. Todas sin excepción babeaban por el nuevo profesor, y aunque reconocía que era atractivo, encontraba aquello excesivo.

-¿Qué ha pasado?

La voz del profesor le hizo estremecerse. De seguro que pasaría las dos próximas semanas limpiando trofeos bajo la supervisión de Filch.

-Me.. me atacó. Ha aprovechado que usted no miraba para intentar matarme. Siempre me ha odiado y envidiado, y ahora que está armada…

Aledis no pudo reprimir una mueca entre el asco y una sonrisa irónica al escucharla. No por nada era la abeja reina… Siempre que ella acababa perdiendo el control ante sus burlas fingía un gimoteo asustado y demostrando una gran valúa para la interpretación, humedecía los ojos de un modo que los profesores ni siquiera reparaban en poner en duda. Y allí estaba de nuevo, esta vez resultando patética por intentar parecer sexy y desvalecida al mismo tiempo ante el profesor…

-¿Qué dice ante eso?

No pudo evitar sorprenderse, la mayoría de maestros se limitaban a mirarle enfadados y a imponerle directamente un castigo, además de puntos perdidos claro. Para los profesores no era la huérfana de Hufflepuff; para ellos era la conflictiva de Hufflepuff, una mancha en el buen comportamiento que solía haber en esa casa.

-No puedo negar,-miró directamente al profesor- que habría hecho un favor a la humanidad matándola, el coeficiente intelectual del castillo habría aumentado unos dos millones de puntos de repente-sonrió con una mueca- pero por desgracia esa no era mi intención. Como has podido comprobar -se dirigió ahora a Steward- no todo el mundo está bajo tus pies; sólo quería que te quedara claro.

Volvió a posar la mirada en su profesor y esperó el castigo. Y esperó. Y siguió esperando. Pero tras dos minutos enteros de silencio absoluto en el aula, el profesor no le dijo nada que se esperara.

-¿Desde cuándo practica con la espada?

No pudo evitar cambiar su expresión fría por una de sorpresa por unos instantes; sólo unos instantes. Luego sonrió ladeadamente. Ese profesor le caía bien.

-Desde pequeña… conocí a alguien experto a los cinco años y a los ocho empecé con la espada.

-¿Alguna otra arma?

-Las dagas y el arco. Además artes marciales.

Derin miró escrutadoramente la chica. Pese a no tener sobrepeso, tampoco tenía el cuerpo que dejaban años de entrenamiento. Tenía donde debía tener, y, como pensaba Aledis, si alguien creía que le sobraba, pues que no mirase y se aguantara. La chica sonrió ante la mirada del profesor.

-Es mi constitución, aunque esté en forma no se vuelve más atlético de ningún modo.

Y ante la sorpresa general de la clase el profesor Derin sonrió. Era la primera vez que le veían hacerlo e intuían que no le verían hacerlo muchas veces más.

-Su cuerpo debe de estar acostumbrado al entrenamiento y por eso no cambia; teniendo en cuenta que se entrena desde pequeña…

-Aunque aquí sea difícil…

Derin la interrogó con la mirada y ella siguió hablando.

-Puedo correr, puedo hacer abdominales y flexiones y todas esas cosas, pero no tengo adversarios. Y mejorar sin adversarios es prácticamente imposible. Y a pesar de sus clases, cuando ellos-miró rápidamente todo el aula- hayan llegado un nivel lo suficientemente bueno para enfrentarse a mí, no se siquiera si no habré acabado ya este curso.

Derin asintió con comprensión. El resto de la clase la miró con odio, había insinuado que su nivel no llegaría al suyo. Fuera de las aulas pagaría lo dicho, y Aledis lo sabía.

Derin volvió a dar un vistazo a Steward (sus ojos se humedecieron de nuevo a la velocidad de la luz y su espalda se irguió haciendo que pareciera que usara una talla más de sujetador) y se dirigió calmadamente a su mesa.

-Cinco puntos menos para Hufflepuff, por atacar a un compañero sin mi permiso –Steward sonrió con satisfacción- y diez puntos menos para Ravenclaw, por intentar manipular a un profesor.

Steward no pudo evitar abrir ligeramente la boca, dándole un aspecto bastante bobo. ¿Cómo se atrevía a quitarle diez puntos de aquella manera¡Y encima a ella, Jessie Steward, quien a los ojos de los profesores su comportamiento era impecable! Por muy atractivo que le resultase el nuevo profesor, no iba a permitir aquello.

-Profesor,-su voz sonó tranquila e inocente- no entiendo porqué me ha quitado puntos a mí.

Derin la miró alzando una ceja.

-Su comedia no le servirá en esta clase, Steward. Si vuelve a intentar hacerse la víctima conmigo diez puntos le parecerán poco.-elevó la voz para que toda la clase le oyera perfectamente- En esta clase no permitiré que intenten engañarme. Valoro la sinceridad por encima de su destreza. Así que más les vale no intentar nada, porqué lo sabré.

Ya había encontrado su clase favorita. Y jamás olvidaría la expresión de Steward. Jamás.

El resto de la clase pasó con normalidad, eso sí, Aledis recibió miradas de odio en lugar de las de burla a las que estaba acostumbrada. Debería vigilar a partir del momento en que saliese del aula. No sabía ni cuando ni como, pero las represalias llegarían. Y aunque era una bruja capacitada y sabía defenderse, si eran muchos los que le hacían algo… Reprimió un escalofrío. Sabía que no era malo tener miedo, pero no podía permitirse mostrarlo ante los demás. Sin darse cuenta el timbre que anunciaba el final de la clase sonó. Tenía clase de Historia con la profesora Giliath. Recordó su profesora y por un instante quiso ser como ella. Caía bien a todos y parecía una persona genial, y su presencia era tranquilizadora, le hacía sentirse acogida. Pero un instante después se reprendió; ella no era el problema, si los demás eran imbéciles profundos no podía hacer nada.

Cogió su bolsa lentamente, pero cuando se dirigía hacia la puerta paró en seco y se volteó a ver a su maestro. Estaba de espaldas a ella, revisando las armas. Lo meditó un par de segundos y se acercó a él con decisión. Cuando estaba a un par de metros el profesor se giró mientras ella frenaba como si se hubiese levantado una pared frente a ella. Tras un par de minutos en que él parecía esperar lo que ella quisiera decirle, respiró hondo mentalmente, y disimuladamente de forma real.

-Yo sólo quería felicitarle profesor. Por el momento ha sido el segundo en descubrirla, el primero en decirlo abiertamente.-Derin la miró extrañado- El profesor Lupin nunca le dijo nada.-se animó a sonreírle.

-Es demasiado bondadoso…-dijo el más para si mismo que para su alumna. Tras unos segundos, ella decidió irse, no quería llegar tarde.

-Hasta la próxima clase… y gracias por todo. Lo que ha hecho ha significado para mí más de lo que se piensan…-calló al ver que quizás estaba hablando demasiado.- Adiós.

Inclinó ligeramente la cabeza a modo de despedida. Miró su reloj y se dio cuenta de que se había entretenido demasiado; ya debería estar en clase. Corriendo aprisa salió del aula y no paró hasta llegar a Historia de la Magia. La puerta estaba cerrada. Se puso bien la cartera, que tras la carrera se le había descolocado, y llamó a la puerta.

-Adelante.

La voz de la profesora Giliath sonó clara y dulce al mismo tiempo. Aledis se acercó a ella sin mirar a sus compañeros (esa clase la compartían también con Ravenclaw) y se disculpó rápidamente.

-Lo siento profesora, no quería llegar tarde, pero me quedé hablando con el profesor Derin al salir y sin darme cuenta…

-¿Estabas hablando con Derin?

Aledis asintió suavemente. Se quedó unos segundos en silencio, y luego le sonrió.

-No hay problema, pero procura no llegar tarde, puedes perderte algo interesante.

Aledis sonrió mientras asentía, y, a su desagrado se sentaba en el único sitio libre. Al lado de Steward. Debía haber indicado que dejaran ese asiento libre, para poder amenazarla a gusto. Pero extrañamente no ocurrió nada en toda la clase. Ni en la siguiente. Ni en los pasillos, ni cuando fue a comer, ni por la tarde. Después de clase decidió ir a la biblioteca, bien visible a los ojos de Madame Pince, de modo que allí no corría peligro. Cuando bajó a cenar, no pudo evitar echar una ojeada a la mesa circular que ocupaban los nuevos maestros, Lupin y Potter. Frunció el ceño en pensar en Potter. Ni siquiera llevaban una semana de clases y ya había oído su nombre en pasillos, lavabos y en la sala común más veces que el resto de su vida junta. Y eso que Potter siempre había sido un tema recurrente de conversación.

Se dirigió al sitio que solía ocupar en la mesa, en la punta lo más cerca de los profesores posible. Con el tiempo había aprendido que como más cerca estuviera un profesor, menos se le acercaban para meterse con ella. Si eran McGonagall o Snape, el radio de acción era el doble. Se sentó y se sirvió el plato. Cuando iba a llevarse el primer bocado a la boca, miró a su alrededor y luego a la comida. Desechó la idea rápidamente; no eran lo suficientemente listos para echarles una poción en la comida, y aunque lo fueran, no habrían tenido el tiempo suficiente de planearlo y elaborar una poción. Comió desganadamente, no sentía mucho apetito. No pudo evitar fijarse, que a pesar de no tener mucho hambre había comido bastante más que un grupito de chicas de quinto. Las miró con compasión y algo de envidia a la vez. Eran realmente guapas, caían bien a todo el mundo, y tenían unos cuerpos que los chicos calificaban de esculturales. Trató de pensar que eso no pagaba la pena el ser estúpidas; pero aún así dejó los postres con sólo un par de mordiscos. Ahora su hambre era nula. Pero en cuanto se levantó, su mente volvió a Steward, y se puso en alerta nuevamente. Cuando salía del comedor, se topó con unos chicos de Slytherin, y uno de ellos, que era muy musculado, pero no parecía tener el cerebro más grande que una nuez, la tumbó al suelo chocando con ella.

Aledis sintió rabia, muchísima rabia, porqué aquel chico ni siquiera se había dado cuenta de que la había tirado al suelo. Tenía unas ganas inmensas de terminar ese curso e olvidar todo el mundo de ese castillo, y empezar por fin una nueva vida. Intentó levantarse pesadamente, ya que había cogido varios libros de la biblioteca además de los que había cargado todo el día. Se sorprendió al ver la mano de su nuevo profesor de defensa no mágica frente a ella. La aceptó y una vez de pie, dio las gracias apresuradamente antes de desaparecer hacia la sala común de Hufflepuff. En cuanto llegó se dirigió a su habitación y hechizó los doseles de su cama con un hechizo de privacidad; Steward contaba con apoyo en Hufflepuff…

Avanzaba por los pasillos con calma, acababa de darse un baño relajante en el baño de prefectos. Había aprendido un hechizo que sustituía la contraseña para poder entrar, y así se aseguraba un sitio donde poder estar sola. Después de estar dentro una hora, había salido del baño completamente relajada.

Sólo un instante. En un momento notó como su varita salía disparada de su bolsillo al tiempo que sus piernas y sus brazos se ataban mágicamente y su garganta se negaba a realizar ningún sonido. Ni siquiera necesitó ver la cara de autosuficiencia de Steward para entender lo que estaba ocurriendo. Allí estaba su castigo por lo ocurrido en clase de defensa no mágica. Intentó no parecer asustada, pero le resultó difícil cuando vio que había al menos veinte estudiantes rodeándola. Steward, Cho Chang, Marieta Edgeocombe, Jack Patterson, Damian Williams, Juliette Stevenson, Roger Broderick… y gente de quien no sabía ni el nombre. Y aunque se sentía pequeña y asustada, cuando Steward se le acercó triunfante, la miró amenazadoramente. Algún día, de alguna forma, pagarían por lo que le iban a hacer. Y Steward lo pagaría más caro que cualquiera.

-¿Qué harás ahora, huérfana? No tienes tus juguetitos ni hay nadie que pueda ayudarte- Aledis oyó un coro de risitas- Estás sola

Y antes de que se diera cuenta, alguien le envió un petrificus totalus; ahora no podía moverse en absoluto. Steward retrocedió unos pasos al tiempo que algunos de los que estaban allí avanzaban hacia ella. No pudo hacer nada para evitar que los bucles dorados que tanto le gustaban, fueran cayendo aleatoriamente, dándole un aspecto desaliñado. Mientras una chica le rompió la túnica y le aplicó un hechizo en los brazos. Unos segundos después pudo notar perfectamente como le crecía el vello de los brazos de forma acelerada y lo mismo pasó con sus piernas. Cuando la chica que lo hizo se hubo apartado, otra se acercó a ella y le escribió algo con pintalabios en la camisa. Los otros rieron abiertamente. Destrozaron su falda dejando ver ligeramente su ropa interior. No pudo seguir conteniendo las lágrimas por más tiempo, unos grandes lagrimones de impotencia que resbalaban silenciosos por sus mejillas. Un nuevo hechizo y sus dientes parecían ahora los de un castor. Vertieron algo sobre su cabello, era viscoso, y sintió como le venían arcadas. Para terminar, Steward se acercó a ella con las manos cubiertas de algo sucio y se las restregó en la cara. Se apartó y quedó cegada un instante por el flash de una cámara. Y otro fogonazo más de luz. Pero el segundo había sido distinto. De repente todos dejaron de reírse para mirar a un lugar en concreto; el miedo dibujado en su cara. Aledis intentó ver que había captado la atención de sus agresores, pero no alcanzaba a hacerlo, aún estaba paralizada.

-Cincuenta puntos menos para cada uno de ustedes, y estarán castigados hasta final de curso.

Aledis lloró aun más fuertemente. Era imposible no reconocer la voz del profesor Derin. Cualquier tipo de respeto que se hubiera podido ganar en sus clases acababa de desvanecerse. A partir de ese momento la miraria con compasión, con pena. Y no quería que nadie la mirara con pena.

Entonces en su campo de visión, a demás del profesor Derin, Potter, Lupin, y los profesores Erebor y Giliath. De repente notó que todos los hechizos de inmovilización y silenciación desaparecieron, y no pudo evitar caer sobre sus rodillas y llorar amargamente, con un llanto desgarrador.

No supo nada más excepto que la cogían y la llevaban a algún lugar cálido. Se sintió reconfortada y protegida, pero aún lloró largo rato sin molestarse en reparar en nada de su alrededor. Y habría seguido así por más tiempo si no hubiera sido por un fuerte golpe de puerta y un grito descontrolado.

-¡Maldito viejo chiflado!

Aledis levantó la cabeza y observó el lugar donde estaba. Era una sala espaciosa, pintada con colores cálidos. Una chimenea dotaba de calor la estancia, en la que había varios sillones, una mesa con algunas sillas alrededor, una pequeña biblioteca y un par de sofás, en uno de los cuales estaba sentada. Se giró hacia donde había oído el grito. Potter, Erebor y Derin acababan de entrar, y aunque los dos primeros tenían cara de disgusto, no podía compararse con Derin. Sus facciones estaban contraídas por la rabia, y sus ojos siempre fríos, brillaban con furia. Sintió una mano en el hombro y relajó instintivamente los músculos que se habían puesto en tensión ante la irrupción de los tres hombres. Se giró topando con la mirada dulce de la profesora Giliath, y detrás de ella, Lupin le miraba con preocupación.

-Todo irá bien a partir de ahora.

Aunque Aledis se negaba a creerlo, su profesora sonaba tan segura…

-Voy a deshacerlo todo¿de acuerdo?

La chica tardó unos segundos en darse cuenta que se refería a su aspecto, y se sintió avergonzada de que todos la vieran con ese aspecto. Asintió débilmente y observó la varita de su maestra. Un minuto más tarde lo único de extraño en su aspecto era su pelo. Antes lucía una melena larga, espesa y brillante. Ahora tenía mechones de diferentes longitudes sin ningún tipo de orden. Aledis se palpó suavemente el pelo. Su melena dorada era su orgullo, lo que más le gustaba de ella misma.

-No.. no puede arreglarme el pelo.

No era una pregunta, lo afirmaba. Su voz sonaba débil y rota, completamente distinta a su voz tranquila y serena habitual. Giliath negó suavemente sin dejar de mirarle a los ojos.

-Lo mejor será que lo corte, así no quedará tan espantoso.-apenas alzaba la voz, pero en el silencio de la sala se oía perfectamente.

Giliath asintió, y antes de darse cuenta, Aledis estaba envuelta en sus brazos.

-No dejaremos que te ocurra nada malo, Aledis. –le susurró suavemente- Esta noche dormirás aquí.

Alzó la cabeza y miró fugazmente a los que la rodeaban.

-Yo…no quiero ser más molestia. Si sólo me acompañara alguien a mi sala común, no tienen porqué preocuparse conmigo.

Escuchó un suspiro tras de sí y al girarse, se sobresaltó ligeramente al encontrarse a Derin cara a cara, mirándole directamente y de cuclillas, con las manos apoyadas en el sofá.

-¿No entiende qué tú no eres molestia¿Qué la molestia para nosotros es la gente que te ha atacado? Te quedaras aquí hoy y siempre que lo necesites.

Antes de darse cuenta de lo que hacía, Aledis había vuelto a llorar agarrándose fuertemente a su profesor.

Decía palabras que ninguno podía entender, solo lograron descifrar un constante "tenía miedo". Después de un largo rato, suavemente fue dejando de llorar para quedarse dormida. Giliath hizo aparecer una cama al lado de la suya propia y Derin la cargó dejandola suavemente sobre el blando colchón, donde extrañamente se durmió sin nada que la atormentara, como pasaba desde hacía tres años.


Que tal? Bien? Mal? Mejor que no vuelva a escribir nunca jamás?

Para lo que sea, dejad un review, q alegran el día!

Nos vemos,

Laia