Lamento muchísimo la tardanza, es que los exámenes finales me están volviendo loca!
Espero poder volver a actualizar pronto. Estos es sólo un capítulo de transición, y no es muy importante para la trama, pero personalmente me gustó como quedo. Espero que a esutdes también.

Muchos besos,

María Lía

PD: Les invito a unirse a una comunidad de escritores llamada The Writters Conspiracy, que organizaron mi prima y unas amigas. Dentro de un tiempo, cuando empieze las actividades regulares, con mi hermana ayudaremos a los escritores que recién empiezan con técnicas de escritura y esas cosas. La idea me parece buena. La dirección es, sin espacios

h t t p / g r o u p s . m s n . c o m / T h e W r i t t e r s C o n s p i r a c y


SEGUNDA PARTE

Someone To Watch Over Me

Although I may not be the man
( Aunque yo no sea el hombre)

Some girls think of as handsome
(Que muchas mujeres tienen como su ideal)

But to her heart
(Para su corazón)

I carry the key
(Yo guardo la llave)
And this world would be like heaven, if she'd
(Y yo podré hacer que este mundo sea como el cielo)

Follow my lead, oh how I need
(Y la pondre delante de todo, oh como necesito,)

Someone to watch over me

( A alguien que vea por mi)

Frank Sinatra – Someone to Watch Over Me

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Se sentó por un instante en la balaustrada. Evidentemente, Laurana había dedicado una gran parte del tiempo que ellos habían pasado en Hogwarts para remodelar.

Por un breve instante, se preguntó si ella estaba al tanto de su relación con Ginny, y si ese era el motivo por el cuál su habitación era ahora individual.

Harry no tenía porqué saber que Laurana Potter, a sus 41 años, y trabajando desde los 19 en el Departamento de Misterios, era una mujer de una sensibilidad exquisita, que había sido educada, sino para inefable, si para distinguida-esposa-de-sangre-pura, y, por lo tanto, estaba perfectamente entrenada para detectar cualquier cosa fuera de lo normal en su casa y familia.

Harry Potter no era la excepción.

Siempre había disfrutado dormir hasta tarde. Bien, vale, la mayor parte de las veces dormía tanto porque se quedaba hasta bien entrada la noche "merodeando" por el castillo, pero independientemente de eso, era muy agradable en envolverse en las sábanas y saber que le quedaban varias horas por delante para dormir.

Sin embargo, hacía varios días que no podía conciliar el sueño. Las pesadillas lo atormentaban una y otra vez.

No había tenido el valor para contarles la verdad a Ron y a Hermione, aunque tenía la sensación de que ambos sospechaban que algo había ocurrido. Pero siempre había sido así. Por eso, ellos eran sus mejores amigos.

También había conocido a su abuelo, Adam Potter. No había podido evitar recordar que lo había visto una vez, siete años atrás, en un espejo encantado.

Para sorpresa y diversión de todos, Laurana trataba a Adam de la misma forma que a James y a Sirius.

Pero no todo era malo.

Al contrario.

Esa Navidad, Laurana había decidido que fuera la mejor en las vidas de todos ellos, y se estaba esforzando concienzudamente. De hecho, Lily pasaría las vacaciones de Navidad con ellos, para que pasara más tiempo con su futuro hijo. Pero como la joven se resistía a abandonar a su familia para navidad, Laurana había decidido invitar a la familia Evans a pasar Nochebuena.

Era la primera vez que había muggles en la casa, y tanto ella como Adam estaban encantados, y se esmeraban en quitar algunos rasgos mágicos en la casa que podían resultar atemorizantes, como el espejo que gritaba, y en convencer a los cuadros de que se quedasen quietos.

Pero algunos se resistían.

La noche anterior, sin ir más lejos, Ismena Black, madre de Laurana, había puesto el grito en el cielo desde su cuadro en un pasillo. Sin mucho remordimiento, su hija había descolgado en cuadro y lo había metido a patadas dentro de la alacena, entre las risas de los habitantes de la casa.

- Otro Black que va a ser borrado del árbol genealógico – había suspirado Sirius en esa oportunidad, y como única respuesta, recibió un zapatillazo en la cabeza.

Harry amaba la vista desde la terraza. Veía el prado que rodeaba la casa y el resto del Valle de Godric. Era un pueblo pequeño, señorial pero no despampanante. Anotó mentalmente que cuándo llegase al futuro, reacondicionaría la casa. Tal vez no para vivir en ella, pero era una lástima que se perdiesen tantos recuerdos.

Se preguntó en dónde habrían muerto sus padres, y un escalofrío lo recorrió. Mejor no pensar en eso. Debía pensar en los buenos momentos.

No pudo reprimir una carcajada al recordar cuándo 10 bombas fétidas estallaron por error en la sala. Laurana había encantado una escoba para que golpease a James y Sirius. El hechizo funcionó y la escoba los persiguió hasta las afueras del pueblo.

- Quién a solas se ríe...

El muchacho se dio vuelta y sonrió al ver a Ron y Hermione. Ambos se sentaron con él.

- ¿Así que escapando de la tiranía de tu futura abuela, eh amigo? – bromeó Ron.

- ¿Tiranía?

- Hoy viene Lily y sus padres.

- Y su hermana – recordó Harry con amargura.

- En fin , la cuestión es que Laurana está torturando al resto de la familia para que acomode la casa – explicó Hermione. – Ni siquiera Remus y Tonks, que llegaron esta mañana, pudieron escapar.

- ¿Ah no?

- No – dijeron en polifonía – Tonks está hechizando cuadros (Ya tiró tres y rompió uno) y Remus está ayudando a Laurana a cocinar.

- Apuesto a que se están divirtiendo – rió Harry.

- Se... Sirius se está bañando desde hace dos horas. James está terminando un larguísimo ensayo de Geografía mágica. Lo más curioso, es que no tenemos una asignatura llamada Geografía mágica. Como sea, Laurana amenazó con que si no bajaban en quince minutos se quedarían sin postre. Dice que lo mismo va para ti.

El joven palideció.

- ¿Y que hay de ustedes y Ginny?

- Ginny fue a comprar flores para hacer centros de mesa, y sospecho que dará una larga vuelta al pueblo. Y en cuanto a nosotros, según Laurana somos los invitados, y no tenemos que trabajar.

- ¿Adam?

- Encerrado en su estudio.

- Maldición.

Caminando como res al matadero, provocando las risas de Ron y Hermione, se dirigieron a la cocina.

Una Laurana hiperactiva los recibió no muy efusivamente mientras daba órdenes a un muy abatido Remus.

- No, bate los huevos más fuerte¿Dónde está la fuerza de los licántropos por el amor de Dios?..Sí, así está bien. Ron, Hermione, descansen criaturas, pero no molesten. Tu Harry cielo, limpia la mesa por favor. ¿Dónde están los dos monstruos? – les preguntó bruscamente.

- Ellos...

- ¡POTTER! – gritó el dirección a las escaleras.

- ¿Sí mamá? – respondió James con dulzura, pero sin asomarse.

- Ayuda a Harry a limpiar y a poner la mesa. Dile a Sirius que ayude a menos que quiera que lo ate a la puerta.

- Ni que fuera un perro mamá – respondió James, causando las risas de Remus y el trío.

- Pues lo parece. De hecho, el otro día encontré un pulga en su almohada. ¿Qué clase de compañías frecuenta?

- No son buenas...El otro día salió con una Slytherin.

- Potter, yo soy Slytherin así que no ofendas a mi casa aquí – gruñó.

- ¿Eres Slytherin? – preguntaron los tres amigos atónitos.

- Soy una Black – declaró ella. – Los Black vamos a Slytherin.

- Sirius no.

- Sirius es deforme – sentenció. Ahora pongan la mesa- AHORA.

- No puedo creer que estés tan orgullosa de ser una Black – afirmó Sirius apareciendo de quién-sabe-dónde.

- James, Harry¿ustedes están orgullosos de ser Potter cierto?

- Sí.

- Bueno, yo estoy orgullosa de ser una Black.

Entonces un chillido rasgó al aire.

- ¡MENTIROSA¡TRAIDORA A LA SENGRE¡RECIBIENDO MUGGLES EN TU CASA¡PARA ESO TE EDUQUÉ!

Las mejillas de Laurana enrojecieron y se volvió hacia la alacena.

- ¡CÁLLATE VIEJA LOCA¡NADIE PIDIÓ TU OPINIÓN!

-¡IRRESPETUOSA¡MALEDUCADA¡CHIQUILLA IMBÉCIL!

- ¡¡¡VOY A DESTROZARTE MALDITO cuadro!!!! –gritó fuera de sí lanzándose hacia la alacena.

Media hora después, en la casa reinaba una paz relativa.

Muy Relativa, pero al menos, la mesa estaba puesta.

Ginny, ya había vuelto, y con un poco de ayuda por parte de Hermione, habían hecho unos preciosos centro de mesas, aunque no dejaban de ser criticados constantemente por James, Sirius y Adam.

- ¿Vamos a caminar? – propuso Harry.

- Vamos – aceptó Ron y el resto se unió rápidamente.

La idea del muchacho había sido buena.

El paisaje nevado daba la sensación de una postal. La gente que estaba afuera, generalmente barriendo la nieve las puertas, sonreía encantada al verlos pasar.

Tan concentrado estaba Harry mirando el pueblo que ni siquiera notó cuándo fue que la mano de Ginny se entrelazó con la suya.

- Miren –dijo Hermione señalando una tienda. En la vidriera, sobre una canasta, varios cachorritos jugaban. - ¿A que son dulces?

- Si, me recuerdan a ti Sirius- sonrió James.

- ¿Qué vas a regalarle a Lily por navidad? – preguntó Hermione.

- ¿Regalarle¡Oh no¡Lo olvidé!

- Pues tienes que regalarle algo, hombre – suspiró Sirius.

- Si. Regálale un cachorrito – aconsejó la chica.

- No lo sé...¿Tú que piensas Harry? – preguntó James mirando fijamente a los perros.

Luego de unos minutos sin recibir respuesta, el chico comenzó a impacientarse.

- ¿Harry¡Tú que dices!

Cuándo se dieron vuelto, comprobaron porqué no respondía. De hecho, no debió ni siguiera haber escuchado la pregunta.

Estaba demasiado concentrado besando a Ginny, varios metros atrás.

- ¡Suelta a mi hermana! – rugió Ron. Desgraciadamente, eso tampoco lo escuchó.

Lo único que pudo separarlos, fue, finalmente, una bola de nieve bien dirigida por Sirius, que provocó que tanto Ginny como Harry terminasen con la boca llena de nieve.

- Son repugnantes – sentenció Ron.

- No más que tú y Lavender – espetó el joven provocando risas en todos, excepto Hermione. – ¿Qué me decías James?

- Qué, qué opinas de regalarle un cachorro a Lily.

- Yo ya tengo mi regalo para ella.

- Tú no, yo.

- Pues, me parece bien.

- ¿Crees que con eso se enamoraría perdidamente de mí?

- Pues...

- Ya. Déjalo ahí.

Los seis jóvenes entraron en la tienda. Una señora regordeta y simpatiquísima los atendió desde detrás de un mostrador.

- ¿En qué puedo ayudarlos queridos?

- Venimos a comprar uno de los cachorros – enunció Hermione encantada de que su propuesta hubiese sido aceptada tan rápido.

- Por supuesto, y lo mejor es que están en oferta. Llegaron anoche y ya se han vendido cantidad. Son muy cariñosos.

- Me alegra oírlo – sonrió James.

- Por supuesto. Ya se los muestro. ¿Cómo lo prefiere?

- Me encanta con el cabello suelto. Y tiene unos ojos maravillosos. Pero sobre todo me gusta cuándo se viste estilo muggle...

- La chica no, el perro. ¿Hembra o Macho?

- Ah. Hembra supongo.

Luego de unos minutos de soportar las chanzas de Harry y Sirius, la encargada volvió con una canastita más pequeña que la de la vidriera con media docena de perritas.

- Elija la que más le guste, joven – invitó la señora.

Pronto, Ron, Sirius, Hermione y James se abalanzaron a elegir una. Mientras tanto, Harry y Ginny, aburridos de las discusiones de los cuatro, se dedicaron a recorrer la tienda.

Un papagayo gigante, de un color verde chillón, estaba dentro de una jaula, y de vez en cuánto soltaba palabras al azar, sobresaltándolos.

- ¿Verdad que mi centro de mesa ha sido más bonito que el de Hermione? – preguntó

Harry no pudo evitar una sonrisa al verla entusiasmada como una niña de seis años.

- Claro que sí.

La muchacha sonrió feliz y al dar unos pasos se tropezó.

- Vaya, estás como Tonks.

Ginny se arrodilló y levantó al gato pequeño con el que se había tropezado.

- Míralo, que dulzura.

El felino comenzó a ronronear a frotas su cara contra el rostro de ella.

- ¡Es tan dulce¡Míralo¡Es tan blanco!...

- De acuerdo. De acuerdo. Es mi regalo de navidad ¿Bien?

Por toda respuesta, la chica lo besó.

Cuando finalmente salieron de la tienda, con una Ginny radiante de felicidad con su nueva gata blanca Laódice (Cuyo nombre costó las más variadas bromas por parte de los chicos) y un James y Harry bastante mas pobres) ya había anochecido, de forma que los jóvenes decidieron caminar un rato, y luego volver inmediatamente a la casa.

Sin embargo, en cuánto atravesaron el umbral, se preguntaron si no hubiese sido mejor idea quedarse en el pueblo.

Laurana estaba en un estado de agitación palpable. Los platos volaban de un lado al otro de la habitación llevando cosas diversas.

Nymphadora, con una venda en una mano terminaba de acondicionar el comedor, mientras Remus, cubierto de harina, recibía sonrojado las constantes críticas de la señora Potter.

- Harry, James, péinense. Chicas, a ustedes dos no les vendría mal cambiarse de ropa –ordenó, más que sugirió.

Dócilmente, todos subieron y comenzaron a arreglarse.

- - -

- Esto es ridículo – sentenció James mirándose en el espejo con el cepillo en la mano.

- Dímelo a mi. Es un imposible – se lamentó Harry.

- Dejen de quejarse – sonrió Sirius ladeando elegantemente su perfecto flequillo.

- Claro señor perfecto, pero no todo tenemos tus maravillosos bucles – espetó James.

- Es evidente, pero no deben preocuparse, no todos han sido bendecidos con mi sobrenatural belleza.

Padre e hijo intercambiaron un mirada fugaz y volvieron a concentrarse en su ardua tarea, que, de más está decir, era bastante infructuosa.

- ¿Sabes, Harry? A pesar de que dicen que todas las madres son iguales, espero que Lily no sea así.

El adolescente se ruborizó y miró hacia otro lado.

- Bien dicho Prongs. Oye Harry, vamos, durante el curso no hablamos mucho. Pero ¿Qué tal es tu vida conviviendo con dos monstruos como Lily y James?

- Veo que te apartaste del género Sirius – masculló Harry pensando como demonios evitar el tema.

- ¡Que va! Es que tu futuro es tan extraño...

Y no sabes cuando

- De verdad, mi sobrina metamorfomaga anda de novia con mi amigo Remus, un licántropo comelibros que le saca cerca de diez años. A ti te gustaba una chica, que estaba de novia. Ella se peleó. Tú y ella salieron. Tú la dejaste. Ella volvió con su novio, al que ahora engaña contigo.

- Cuando lo dices así...

- Por si fuera poco, tus extraños amigos...

- ¡Oh mira quién habla de extraños amigos! – rió Harry – ¡Tú! Un animago ilegal que deja pulgas en la almohada. Cuyo mejor amigo es otro animago ilegal, con el que periódicamente te escapas de Hogwarts en compañía de un hombre lobo.

- ¡Yo no tengo pulgas! – se ofendió Sirius.

- Uhhh – bromeó James – Si eso se supiera, podría arruinar tu reputación como amante Padfoot.

- Y te olvidaste de Peter – añadió Sirius en dirección a Harry ignorando olímpicamente a James.

- Sí, y la rata – dijo quitándole importancia con un gesto de la mano. - ¿Qué decías de mis extraños amigos?

- Ah si,,, una hija de muggles que sabe más hechizos que McGonagall y Dumbledore juntos, y un Weasley que se la pasa peleando con ella. Para mi que ambos van directo al altar...

- ¿Quiénes van directo al altar? – preguntó Hermione entrando a la habitación.

- Ehh...

- Tú y Ron – soltó Sirius con desparpajo, divertido al ver como las mejillas de la chica se tornaban escarlata.

- Siempre lo dije – terció Ginny Weasley entrando tras su amiga.

- Claro, una vez que el Gran Padfoot lo dice, ya todos lo habían dicho antes. Pero sabes que, preciosa, tal vez deberías dejar a Harry, después de todo, si vas a engañar a tu novio, debería ser con alguien como yo.

- ¡Sirius! – gritaron al mismo tiempo Harry y Ginny.

- ¿Qué? Sólo tiro ideas...

- ¿Y sabes que puedes hacer con ellas? – susurró Hermione.

- Bien, bien. El Gran Padfoot ha entendido el mensaje. – Sirius miró detrás de Ginny – Ey One...

- ¿One?

- Hermione es muy largo.

- Debes entenderlo – afirmó James – su cerebro no alcanza para memorizar tantas letras.

- Ya¿que decías?

- ¿Que dónde está tu pelirrojo pretendiente?

- Terminando una carta. Por cierto, vuelve a decirme One y yo...

- Entiendo.

- Es una noche tan bonita para jugar Quidditch – se lamentó James

- ¿Prefieres al Quidditch o a Lily?

- Yo...bueno yo...son como complementarios ¿Saben?

-Sí. Sólo procura que ella no te escuche decirlo – sugirió Hermione, causando las risas de todos, aunque a pesar de eso, logró escucharse el timbre.

Las visitas había llegado.

Harry sintió que se le retorcían las tripas. Conocería a sus abuelos maternos, pero lo que le preocupaba, era que vería a su tía Petunia.