Aunque tardé, finalmente les traigo, bastante nostálgica, el último capítulo de mi primer fanfiction. Tuve algunas críticas con respecto a la personalidad de los personajes, y solo me queda decirles que creí adecuado que mi historia se desarrollara así y que traté de no ir en contra de la esencia que vimos en el anime especialmente. Muchas gracias por acompañarme y esperarme todo este tiempo. ¡Dios los bendiga y hasta pronto!
Capítulo XVIII
Mi amor por ti
Era tan maravilloso sentir las manos grandes de André sobre su vientre que no pudo concentrarse en nada más que eso. Las caricias atentas y delicadas que le brindaba eran tan deliciosas que no pudo impedir que un gemido escapara de sus labios mientras la boca desesperada de André parecía estar a punto de comérsela. Sus besos eran tan profundos y voraces que casi la ahogaban y fue en ese momento que Oscar se dio cuenta de que si no ponía un alto, él iba a lograr hacer lo que quisiera con ella.
Tantos malentendidos no podían resolverse con un simple beso y ella no estaba preparada para volver con André como si nada, todo había cambiado entre ellos, ellos mismos habían cambiado; aunque sus besos la llevaran al cielo como en el pasado y él le hubiera confesado que la seguía amando, el daño estaba hecho y no se podía borrar, todo estaba oscuro y muy confuso aunque su amor siguiera ¿intacto?
Claro que estaba intacto.
Ese pensamiento la asustó; sabía que seguir amándolo no era otra cosa que su perdición y entonces pudo concentrarse en detener lo que estaba sucediendo en ese mismo instante.
André ya comenzaba a acomodarse sobre ella cuando Oscar rompió con algo de brusquedad el contacto.
- Déjame sola por favor, necesito dormir. - Dijo de forma áspera mientras empujaba con algo de impaciencia el cuerpo de André. Al hacerlo fue inevitable sentir el cambio de temperatura en su piel. La tibieza del cuerpo de André la abandonó dejándola fría, sola y desprotegida.
- Está bien. - Dijo triste por el rechazo, repudiado de la peor manera y por la persona que más amaba y necesitaba en el mundo ¿A caso ya no volverían a estar juntos, ese sería su castigo por haberla lastimado, por haber querido vengarse de ella? ¡Que el cielo se apiadara de él! ¿A caso nadie podía entender su dolor?
Yo también le causé mucho dolor.
Sin ella estaba seguro que moriría.
Oscar se acomodó sobre su cama y le dio la espalda a André. Con un seco "buenas noches" logró que el hombre saliera del lugar arrastrando los pies para así poder llorar en paz en la fría soledad de su cama, en la completa intimidad de su gélida alma que parecía reclamar a gritos volver a unirse con el padre de sus hijos.
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Los días habían pasado sin clemencia, intensificando la soledad de sus pobres almas. Desde el último rechazo André finalmente se había rendido y decidió que por el momento no había nada más que hacer.
David lo animaba pues creía que el comportamiento de Oscar se debía a todo lo vivido hasta ese momento y por más que André le haya confesado que su amor seguía intacto, las cosas no eran tan sencillas de asimilar.
André ya no sabía si había esperanzas para ellos, quizá el destino lo había querido así. Ahora que rememoraba el pasado, su pasado, no pudo evitar acordarse que aunque la amaba y ella a él, siempre creyó que no podrían estar juntos como soñaban por la desigualdad social entre ambos; y ahora que ya no habían impedimentos de ese tipo, otros motivos los mantenía distanciados. ¿Era justo para ella? Solo quería retenerla ¿y si aparecía de la nada un hombre que la amara y respetara y del cual ella se enamorara perdidamente? Se sintió desesperado, la sola idea de imaginar que un día llegaría el momento en que ella definitivamente se fuera de su lado lo ahogó.
Oscar no tenía la cabeza menos revuelta que André; un día lloraba porque lo amaba y extrañaba y al siguiente porque lo odiaba por todo lo que había hecho, y además estaba esa mentira, la mentira que le obligó a decir su padre, el dolor que él había sentido, el daño causado, el sufrimiento de ambos, todo era tan triste y negro entre ellos. ¿Por qué sentía que se ahogaba? La solución parecía simple: volver con André, pero no se sentía segura. Su cabeza era un verdadero lío y se preguntaba seriamente si todo aquello no estaría afectando su embarazo de forma grave. Un miedo inesperado la rodeó y no pudo evitar acariciar su vientre de forma cariñosa, como pidiéndole disculpas a su bebé. Tenía que estar tranquila, en pocos días cumpliría cuatro meses y además, el cumpleaños de su pequeño Simon estaba muy cerca.
Con cuidado se levantó de la cama cuando su niño entró a su habitación brincando de alegría y llevando en sus manos un artículo muy conocido para ella.
- ¡Una espada mami, mira, una espada! - Simon tenía una expresión de genuina felicidad y no dejaba de mirar su nueva adquisición como si se tratara de lo más grandioso que pudiera existir en el mundo
Se parece tanto a él.
A su memoria llegó el día en que Oscar le regaló una espada a André y entonces deseó con todo su corazón que las cosas no se hubieran dado de aquella manera tan destructiva, dolorosa y humillante, incluso para las personas que no estaban directamente afectadas. Deseó con el alma no sentir que su corazón estaba roto, que su padre nunca la hubiera amenazado aquel día con destruir a André sino se separaban definitivamente, que los tiempos en que los dos eran apenas unos niños y corrían juntos no se hubieran manchado con tanto odio y rencor, que esos días en que ambos eran felices y reían por sus travesuras jamás hubieran acabado.
Oscar deseó con el alma en ese mismo instante en que veía los verdísimos ojos de Simon brillar con tanta intensidad, que ella y André jamás hubieran crecido, que ella siguiera siendo una niña feliz cuyos ojos y joven corazón no podían evitar adorar al niño con el que compartía sus aventuras infantiles.
Oscar se llevó una mano al pecho, su corazón latía fuerte, acelerado. De pronto se sintió débil y para evitar caer se aproximó a la cama como pudo y se recostó.
El instinto de Simon lo alertó; su madre estaba mal, su piel se veía muy blanca, más de lo normal, y fue en ese momento que la vio respirar muy rápido, rápido, cada vez más rápido. La espada cayó de sus manos y salió disparado en busca de su padre.
Oscar comenzó a ver todo negro, se sintió más pesada que nunca y el miedo la invadió, no quería que nada malo le pasara a ella y mucho menos a su bebé. Estaba tratando de calmarse pero su respiración era cada vez más agitada y sintió que en cualquier momento podría morir. No quiero morir, no en ese momento, en esas circunstancias. No quería abandonar a su pequeño Simon, y mucho menos dañar al bebé que en ese mismo instante cargaba en las entrañas. Tomó su vientre con algo de fuerza como si temiera que se le cayera y se encogió en su cama buscando algo que no sabía que era, pero que definitivamente no encontraba.
De pronto unos brazos tibios la tomaron, colocaron con suavidad su rostro en el ancho y acogedor pecho mientras una voz repetía una y otra vez que nada malo pasaría, que muy pronto, lo que sea que le sucedía, terminaría. Escuchó más voces en el lugar pero solo la de él le llegaba con claridad y sintió que estaba en el pasado, que era una pequeña niña regañada cruelmente por su padre y que justo en ese momento estaba siendo consolada por el único ser que la comprendía y quería tal y como era. Aspiró con fuerza ese olor tan familiar, tan suyo y entonces el aire pareció volver a entrar a sus pulmones con la normalidad de siempre. Aunque sentía una fuerte presión en la cabeza, su respiración volvía a ser acompasada y tranquila. Recibió un beso en la cabeza y otro en la frente, sintió que la abrazaban muy fuerte pero sin asfixiarla o incomodarla y escuchó que su hijo la llamaba pero alguien se lo llevaba. Otro beso en la mejilla y los ojos que hasta ese momento habían permanecido fuertemente cerrados se abrieron para toparse con unos profundos e inconfundibles ojos verdes que no eran los de su hijo.
- Dios… - André tomó el rostro femenino con ambas manos. - ¿Dime qué pasó, qué sentías? Simon me dijo que llorabas, que te ahogabas.
- No sé… - Habló muy bajito. Por alguna razón se sentía cansada pero estaba feliz, feliz de que él estuviera allí con ella, que la mirara con preocupación, con terror, porque eso le demostraba que sí la amaba, que sí la necesitaba, que todo era verdad, que ella era real. Pensó que si un día moría, ese escenario era el que quería, estar entre sus brazos y con su mirada profunda y hermosa observándola.
- Dime… - Acarició su rostro con suavidad.- ¿Ya te sientes mejor?
Oscar afirmó levemente con la cabeza y una pequeña sonrisa se formó en sus labios.
Tocaron la puerta y André dio permiso a que pasaran. Una joven sirvienta pasó haciendo una leve reverencia.
- Señor, parece que el doctor está de viaje, están tratando de dar con él pero no es posible.
- Busquen a otro entonces. - André habló con algo de desesperación.
- No es necesario. - Esta vez fue Oscar la que habló. - Ya me siento mejor, creo que solo me agité mucho, quizá mi presión subió, ya me ha pasado antes, no es nada malo, solo necesito descansar. - Por alguna razón sentía que ya no correría peligro, solo con sentir que él la protegía.
- Oscar… - Las manos que hasta ese momento sostenían con delicadeza su rostro, pasaron a acomodarse en su cintura como podían, acariciando el hinchado vientre.
- Ya te puedes marchar. - Dijo Oscar mirando a la sirvienta algo ruborizada.
- Sí señora. - La muchacha se fue del lugar.
- No voy a estar tranquilo si no te ve un médico.
- Solo tuve un ataque de nervios, los he tenido antes y peores mientras estaba embarazada de Simon, estoy algo… - Un nudo se le hizo en la garganta y André lo notó.
- ¿Prefieres que me vaya? - No era lo que quería pero sabía que él era uno de los culpables de sus angustias. Quería amarla allí mismo y en ese preciso momento pero se merecía estar sin ella.
- No sé… ya no sé si quiero que te vayas o no… - André sintió que ella hablaba de todo y entonces comprendió que estaba tanto o más confundida que él con todo lo que estaba pasando.
- No te preocupes por nada, al menos no por ahora, piensa en nuestro bebé. – Depositó otro dulce beso en la frente de la ex comandante. - Te amo Oscar y aún cuando siento que ya no hay esperanzas, te sigo esperando. - Acarició su vientre, besó sus manos y se marchó.
Oscar sintió que era lo mejor, al menos por el momento, su cuerpo comenzaba a extrañarlo más de la cuenta, su alma quería estar con la de él, pero había cosas que tenía que aclarar, tenía que estar completamente segura de muchas cosas y por ahora, lo mejor era descansar.
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A Simon se le veía muy feliz. Su hermoso bisnieto cumplía un año más de vida y agradecía al cielo por eso, sin embargo, aunque su pequeño mantenía una sonrisa de oreja a oreja, la vieja mujer sabía que ésta no era del todo verdadera. Aunque tenía a su madre y ahora un padre a quien adoraba y admiraba, no podía evitar contagiarse de la melancolía que los rodeaba.
- ¿La estás pasando bien mi amor? - Su madre lo besó tierna y cálidamente en la mejilla como siempre, mientras inspeccionaba el regalo que el señor Lasserre le había entregado.
- Sí mami. - Respondió con una sonrisa enorme.
André solo podía mirar la escena a lo lejos. Desde el ataque de nervios que había tenido Oscar, él había preferido mantener una distancia prodente e impedir que algo malo le pasara a ella o a su bebé; si él y toda esa situación tan difícil la desequilibraban, lo mejor era estar apartado, pero eso no quería decir que estuviera feliz, es más, su estado físico y de ánimo lo delataban, los ojos verdes estaban cada vez más opacos, el rostro pálido, estaba cayendo en el más profundo abismo y aunque tuviera a su amado hijo, no la tenía a ella ni podía disfrutar de su embarazo y eso no dejaba de atormentarlo.
Después de la pequeña y tranquila reunión por el cumpleaños de Simon, André le dio su regalo, y no resultó ser otra cosa que un caballo, ambos estaban jugando con él mientras Oscar los observaba desde la ventana de un salón de la casa.
- Siento mucho no haber estado muy al pendiente de ti últimamente. - Dijo David al cerrar la puerta del salón y tomar asiento en un mueble.
- No te preocupes, sé que has estado muy ocupado. - Dijo sin despegar la mirada azul del lugar donde su pequeño y André jugaban.
- Te ves triste. - Los ojos grises y brillantes de él se clavaron en Oscar.
- A veces siento que ya no hay futuro para nosotros, que debí irme aquel día. - Dejó de mirar por la ventana y tomó asiento frente a David acariciando su vientre mientras recordaba el día que se enteró que estaba embarazada.
- Yo creo que estás muy confundida, dices que a veces sientes que no hay futuro para ustedes, a veces piensas que si lo hay ¿no es así?
- Sí… - Oscar lo miró fijamente y se dio cuenta de que había algo diferente en él. – Te vez muy bien… - Meditó un momento. – Te vez feliz.
- Mis asuntos marchan bien, al menos con lo que respecta a mi trabajo; André y yo estamos haciendo muy buenos negocios.
- Me alegro.
- Estás pálida y eso daña al bebé, lo sabes. - Dijo tomando una postura más seria.
- Estoy cansada. – De estar sin él.
- Lo que tú necesitas es volver con él definitivamente, no de esta manera ridícula en la que se mantienen supuestamente juntos, tienes que rendirte, en el buen sentido de la palabra, porque si vas a estar así, viéndolo pero sin tenerlo, entonces sería mejor que te fueras. - David tenía un semblante tan duro que Oscar estaba segura que nunca antes se lo había visto, además, esa expresión parecía tan ajena a él.
- Él te ha pedido que me vaya. - Dijo Oscar más como afirmación que como pregunta.
- Él jamás haría eso. - Su semblante se suavizó un poco pero seguía muy serio. - Es más, estoy seguro que en su desesperación sería capaz de aceptar a tu amante en esta casa antes que verte lejos, como en el pasado hubiera aceptado seguir siendo tu valet para permanecer a tu lado, aunque te hubieras casado.
Oscar se impresionó de la pasión con la que David hablaba. Ella sabía que ese pasado, era ese que André y ella habían vivido en Versalles. De pronto, su corazón se llenó de tristeza y comenzó a llorar ¡Cómo añoraba aquellos días en que era tan feliz con él! cuando su amistad era lo más valioso que tenía, cuando su amor la había hecho vibrar y sentirse completamente viva. Daría lo que fuera con tal de regresar a esa época tan hermosa.
Y pudo sentirlo, su bebé se movió, fue leve pero pudo percibirlo perfectamente, como si burbujas revolotearan en su estómago, se tomó el vientre y lloró con más tristeza. ¿A caso su bebé también quería estar con él tanto como ella?
- Lo siento. - David se acercó a ella y la abrazó. – Perdóname, no quise ser brusco.
- Tienes razón, todo esto puede acabar conmigo y mi bebé, pero no se qué hacer… además si Claire regresa… - Habló mientras ocultaba el rostro en el pecho de David.
- Olvídate de ella, ella sabe que André solo tiene ojos para ti.
- A veces creo que cualquier mujer de ese pasado que no conozco puede venir y llevárselo. Yo estuve tan sola, todo este tiempo me sentí una miserable y tan triste de solo pensar que él podía estar muerto… Además, David, no trates de ocultármelo, sé que todos tratan de hacerlo, pero sé que todas estas noches ha estado saliendo… ¡Por Dios, si se le nota en la cara!... quién sabe qué hará o con quién estará…
La puerta se abrió y dos figuras se dejaron ver, eran André y Simon. Este último se percató de que su madre lloraba y se abalanzó sobre ella para abrazarla con fervor.
- Mami… ¿te duele mi hermanito? - Preguntó Simon dejando caer unas cuantas lágrimas de sus verdes e inocentes ojos.
- No mi amor, todo está bien. - Dijo Oscar tratando de tranquilizarse.
David se puso de pie y entonces sintió la mirada fría de André.
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Habían pasado casi dos semanas desde David y Oscar habían conversado. André mantenía tan ocupado a su fiel ayudante, viajando de un lugar a otro para finiquitar diversos negocios que éste estaba completamente seguro de que su patrón lo hacía por celos, pero lo que sí le extrañaba, era que no lo haya echado de la casa si es que en verdad lo consideraba su rival de amores.
Por cierto ¡qué frío hacía! seguramente Oscar se sentiría más desanimada a causa del clima y parecía ser que André no había abandonado sus salidas nocturnas.
Abrió la puerta del despacho sabiendo a la perfección qué era eso tan importante que él tenía que comentarle.
- Hola. - Dijo David relajadamente.
- Solo quiero que sepas una cosa. - Dijo André lo más tranquilamente que pudo. - He pensado mucho en el asunto y sinceramente prefiero que seas tú quien me la quite a que sea cualquier imbécil.
David se quedó sumamente quieto, no podía creer lo que le estaba diciendo su amigo. Sin poder evitarlo, se carcajeó tan bulliciosamente que logró sacar de sus casillas su interlocutor, que no dudó ni un segundo en acercarse hasta él para tomarlo por el cuello de la camisa; pero lo que recibió no se lo esperaba, y tampoco pensó que podría ser una reacción tan rápida, y para cuando se dio cuenta, ya estaba tirado en el frío suelo de su despacho a causa de un duro golpe en la cara propinado por el mismísimo David.
- Pensé que en verdad la amabas, pero ya no estoy tan seguro… Lejos de acercarte a ella, de demostrarle en serio tu amor y no solo con simples y románticas palabras, no haces otra cosa que irte a beber todas las noches, y te diré una cosa, ella lo sabe perfectamente y si piensas que algo hay entre nosotros, pues no estás muy alejado de la realidad; la quiero, es una mujer hermosa y muy valiosa pero que solo tiene ojos para ti. - David no levantó la voz en ningún momento, pero sus palabras salieron con tal rabia que logró impactar a André más que cualquier grito o insulto.
- ¿Ella lo sabe? - Preguntó como si lo hubieran golpeado más duro.
- ¿Lo dudas? Fíjate en tu aspecto, estás demacrado, consumido en el alcohol, dime, ¿qué clase de amor demuestras y qué ejemplo le das a tu hijo?
No se había puesto a pensar en eso, podría ser pequeño pero siempre que se veían le preguntaba si estaba bien, ¡y cómo no lucir así, si no dormía casi nada y si lo hacía era porque llevaba muchas copas encima! Estaba preocupando a su hijo y lastimándola a ella, a su bebé, se lastimaba él mismo, estaba haciéndolos sufrir a todos. ¿Qué clase de persona era, en qué se estaba convirtiendo?
André se tomó al cabeza con ambas manos en clara señal de desesperación. Cuando se percató, David ya se había marchado.
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Era inevitable, se sentía tan molesto, tan fastidiado pero tenerla así era un sueño, el mismo cielo. ¡Qué delicioso era su cuerpo, qué placer sentía al poseerla!
Las embestidas se hacían cada vez más desesperadas y escucharla gemir y gritar su nombre hacía que sus movimientos fueran cada vez más desenfrenados y perfectos. Pudo escuchar su último grito y se regocijó por haberla hecho llegar hasta la cúspide. Unas embestidas más y sintió su propio orgasmo llegar y a su cremosa esencia derramarse en ella mientras caía desplomado sobre la mujer.
Su cabeza estaba apoyada en su delgado hombro mientras aspiraba su perfume y el olor de ambos mezclado en el ambiente, entonces sintió cortos y tibios besitos sobre su cabeza.
- Te amo… - Dijo ella mientras lo rodeaba con sus brazos y él se acomodaba en su cuello.
- Yo también te amo, señorita Douz. - Dijo riendo levemente.
- No me gusta que me digas así, David… - Lo regañó mientras lo apartaba con brusquedad rompiendo repentinamente su unión.
David gruñó por la separación y aunque Claire le dio la espalda, muy molesta, él la atrajo hacia su cuerpo en esa posición.
- Lo siento cariño, prometo que muy pronto serás la señora Lasserre. - Dijo mientras besaba su espalda. - No fue mi intención que te molestaras... - Dijo haciendo más estrecho su abrazo.
- ¿Ya serían muchas discusiones por hoy no? – Dijo para después soltar una risa cantarina haciendo perfecta alusión a su última pelea con André.
- Todo menos pelearme contigo, ahora que te tengo jamás te librarás de mí… - Dijo con picardía mientras mordía su hombro juguetonamente.
- Aquella vez… esa vez… - Dijo Claire mirando por la ventana y recordando el pasado. - Te dije que no porque ya estaba comprometida y primero tenía que deshacerme de ese novio tonto que me habían impuesto. Si mi padre se hubiera enterado de que estaba enamorada de ti, era seguro que me mandaba a un convento.
- Me hubiera convertido en cura y te hubiera perseguido. - Afirmó con tono burlón.
- No digas tonterías… - Le dio una palmadita cariñosa al brazo que rodeaba su cintura.
- Fui tan cobarde; eras la hija de un socio de mi patrón y yo no era nada ni nadie, solo un simple criado que cuidaba los caballos, pero te vi y sencillamente te quise para mí, pero sabía que jamás…
No terminó de hablar porque Claire se volteó rápidamente y lo besó con vehemencia. Su historia también había sido dura, triste y llena de enredos y confusiones, pero ella lo amaba y ahora que sus padres habían muerto, por muy duro que sonara, finalmente podía ser feliz con él a su lado.
Después de un rato de apasionados besos y caricias, se separaron en busca de aire.
- Me encanta que tomes la iniciativa…
- Eres tan atrevido… - Dijo con coquetería.
- Sí mi amor, lo soy… - Apartó unos mechones de cabello que caían en su cara y suspiró.
- Estás preocupado por André, ¿verdad? – Acotó tomando una postura más seria mientras se apoyaba en un codo para mirarlo.
- Entiendo sus celos pero es tan torpe cuando se trata de Oscar, no comprende que ella solo tiene ojos para él… - Afirmó en tono triste.
- ¿Qué tonito es ese, a caso te pone triste que ella solo te mire como amigo?
- Te vez tan provocativa cuando estás celosa. - Dijo para después plantarle un corto beso en los labios. - Pero no me apena que me mire como amigo, sino porque de verdad la entiendo, estar tantos años sin esa persona… ella lloró conmigo Claire, ella cree que no tienen futuro. - Sus ojos grises la miraron con algo de melancolía y ella entendió.
- Perdóname, sé que no hice las cosas bien, que no debí acercarme a André, pero… ni si quiera tuvimos nada… él y yo…
- Ustedes eran amantes. - Dijo un David muy dolido pero Claire se carcajeó.
- Creí que nunca lo dirías, y te equivocas, entre nosotros hubo amistad, comprensión, y creo que comenzamos a besarnos el día en que llegué a su nueva casa y la conocí a ella, yo me metí con André con toda las ganas de fastidiarte y tú parecías ignorarme y además eras tan atento con Oscar que realmente llegué a pensar que ya no me amabas… ¡No me hagas acordar!... ¡Siempre que me cruzaba contigo estabas con ella!
- Perece que entonces todos estábamos muy equivocados ¿no? - Ambos se rieron y fue Claire quien nuevamente comenzó a besar y acariciar sugestivamente a David.
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Mirando el inmenso jardín recordaba el que había en la casa de los Jarjayes, esas épocas en que era la más orgullosa y galardonada miembro de las Fuerzas Imperiales Francesas. ¡Cómo la había cambiado todo! el amor, sus hijos, los duros golpes y tristezas… ya no sufría por no cumplir bien su papel de varón ante su padre y la sociedad, ahora su sufrimiento tenía otra razón, y ahora un nuevo miedo se había apoderado de ella. Acarició su abultado vientre y se fue decidida a la habitación de André.
Entró a su habitación y tal y como se lo imaginaba, él no estaba. Ya pasaban de la media noche y él estaba quién sabe dónde, pero ahora lo necesitaba más que nunca. Tenía que hacer algo, ese orgullo de antaño ya casi no existía, ya no había nada que perder, y eso era justamente lo que no quería; perder, perderlo a él y a su felicidad que no veía posible si no lo incluía a él.
Luego de unos minutos, llegaba tambaleándose, como hace mucho era su costumbre, solo rogaba al cielo que un milagro sucediera, que alguien escuchara sus oraciones y que pudiera morir en paz viendo a su pequeño Simón feliz, con sus padres amándose profundamente como siempre debió ser, aún cuando ni ella misma lo creyera posible.
Solo un milagro podía salvarlos a ambos, alguno tenía que ceder, alguno tenía que dar el primer paso y acercarse al otro. Ya quería ver a su adorado nieto y su niña felices como cuando eran pequeños y no parecía existir nada más que ellos dos ¡Oh Dios! Que la vida se apiadara de ella y que sus cansados ojos pudieran ver la felicidad en esa familia que ya había sido marcada por muchas desgracias. Con esos pensamientos y asegurándose de que André podía subir las escaleras y llegar a su habitación, se marchó a la suya a descansar.
Cuando al fin entró a su habitación, cerrando la puerta tras de sí, se desplomó en el suelo teniendo en su cabeza solo a Oscar.
Sintió pasos en su habitación que lo alertaron un poco y de pronto, alguien encendía una vela en medio de la oscuridad.
- André… ¿Estás bien? Ponte de pie, por favor, yo no puedo hacerlo… - Aunque dijo que no podía hacerlo, tomó uno de sus brazos y lo haló hacia arriba como incentivándolo a que se incorporara de una vez.
¡Qué voz tan hermosa, qué manos tan suaves! ¿A caso era ella? Sí, pero ¿qué hacía allí? Y claro que se pondría de pie, no quería asustarla.
- ¿Qué haces aquí Oscar?- Todo el alcohol que había ingerido esa noche se había ido quién sabe a dónde. Se puso de pie casi de un salto y ahora fue él quien la haló de un brazo y la sentó en la cama. - Eres tú quien debería estar en su cama… ¿Qué pasa, te sientes mal?
- Estoy bien, pero mírate André… ¿Dónde estabas? - Su voz se escuchó muy preocupada.
Con la tenue luz de la vela André podía ver la expresión desconcertada de su rostro y solo pudo sentirse culpable.
- Eso no importa… ¿Qué haces aquí?
- ¿No puedo estar aquí? - André se sorprendió ante esa pregunta.
- Claro que sí, es solo que pensé que te sentías mal…
- El que está mal eres tú… - Oscar lo miró fijamente y no pudo evitar que sus ojos se pasearan por todo el demacrado rostro.
Él también sufría, él también quería estar con ella, quizá él también creía que no había futuro y sentía confusión y un vacío inmenso en el alma.
André no pudo aguantarse y sus manos tomaron su rostro para acercarla a sus labios, ya no importaba si era rechazado nuevamente, al menos quería intentarlo.
Sus labios atraparon los suyos con delicadeza, fue un beso suave y pausado que tenía miedo de crecer, aún podría ser que ella se arrepintiera y lo alejara, pero no ocurrió. Oscar abrió sus labios y para André fue una clara invitación. Su lengua lamió levemente el labio inferior de Oscar y después se hundió en la cavidad tibia y excitante que era su boca. A partir de ahí, la rubia sintió que comenzaba a enloquecer. ¿Cómo era posible que sintiera tanta dulzura y a la vez tanta pasión? Sentía que lo deseaba más que nunca y que ya no importaba nada. Juntos olvidarían todo lo malo.
No supo en qué momento, pero de pronto estaba sentada en las piernas de André y su camisón estaba remangado hacia arriba, dejando ver por completo sus largas y blancas piernas mientras una mano de él la acariciaba sugestivamente. Se sentía tan estimulada que no supo qué pasó, pero sabía que ya había comenzado a gemir hacía buen rato. Sus brazos rodeaban el cuello masculino y por momentos sus dedos se enredaban en sus cabellos azabaches. El placer la cegaba por instantes, pero aún tenía que decir algo, además, podía sentir claramente el miembro de André hincharse a causa del roce tan íntimo que había entre ambos cuerpos.
Oscar se separó de André, rompiendo su beso sorpresivamente y haciendo que éste dejara de acariciarla. La miró asustado, esperando que ella se fuera y lo dejara de nuevo tan solo.
- André… - Habló casi en un suspiro y sintió a André a punto de separarla de su cuerpo. – No ¿qué haces? - Oscar se acomodó mejor sobre sus piernas y tomó su rostro en sus manos para depositar un corto beso en sus labios. - Te amo André, no soporto más estar lejos de ti.
- Oscar… - ¿A caso estaba soñando? ¿A caso había llegado tan borracho que ni si quiera se había dado cuenta en qué momento se durmió? - Mi amor… esto es… un sueño… - Era una afirmación. Solo pudo atinar a acariciar el vientre de Oscar y lo sintió; su bebé se movía levemente y cuando volvió a hacer contacto con los ojos de Oscar, ella estaba llorando. Volvió a rodear su cuello con sus suaves y delicados brazos y apoyó su rostro en el cuello de André mientras repetía una y otra vez que lo amaba.
- Te amo, te amo… Tenía tanto miedo… no se movía… - En el acto André entendió que se refería al bebé.
- Oscar… - La sacó de su escondite e hizo que la mirara. – Perdóname, por esto, por todo lo que he hecho, solo te quiero conmigo y a nuestros hijos. - Hablaba atropelladamente mientras seguía acariciando el vientre de su mujer. - Quiero disfrutar de esto… quiero disfrutar de este embarazo, vivir lo que no pude vivir con Simon… y solo quiero estar contigo, se que hice muy mal, pero yo estaba ciego, sentía celos de todos los que estuvieron contigo mientras yo sufría lejos de ti… ¡Dios mío, sentía celos de Gerodere, ahora mismo siento celos de él!
Oscar atrapó sus labios con vehemencia, casi con hambre y lo abrazó de nuevo. Le dijo al oído que ella jamás permitió que Gerodere ni nadie se acercara a ella, porque no podía, porque seguía amándolo.
André la abrazó aún más fuerte y posesivamente, pero sin lastimarla, sintió que su alma regresaba a su cuerpo y entonces tomó a Oscar en brazos y la depositó en su cama.
- Yo estaba tan perdido y solo pensaba en que me habías echado con tanta facilidad de tu vida que prefería la muerte… - Dijo con la voz algo quebrada mientras se sentaba al borde de la cama y volvía a depositar su mano en el vientre de Oscar que yacía echada y con una expresión más tranquila. - No sé si sea el momento… pero… - André dudó y se llevó una mano a la cabeza.
- Dilo… estuviste con muchas mujeres ¿no? - André la miró y se rió amargamente.
- No y eso se debía a muchas cosas; entre ellas que sencillamente seguías metida en mi alma y en mi cuerpo que… - André hizo una pausa y volvió a sonreír con amargura. - ¿Te imaginas lo que se decía de mí cuando estaba con una mujer y la llamaba Oscar? - Los ojos azules de la susodicha se abrieron completamente mientras una expresión de sorpresa se dibujaba claramente en su cara. - Digamos que hubieron muchos rumores, pero no me importaba, la única verdad que parecía existir era que no te tenía, que eras de otro… - Oscar acarició su rostro con cariño y él besó su mano. - Y entonces el señor Solier murió y me lo dejó todo a mí, y David se convirtió en mi mano derecha ¿sabes por qué? - Oscar movió la cabeza en forma negativa. - Porque él cuidaba de los caballos y me recordaba mucho a mí mismo y entonces, cuando la guerra terminó y él y yo pudimos volver a la normalidad con ayuda de todo el dinero que había heredado, comencé a buscarte y di contigo más rápido de lo que imaginaba, y entonces supe que te amaba, sí, pero que así como te amaba quería vengarme… fui egoísta y cobarde… aquella vez yo debí ser más astuto… confiar más en lo que teníamos y razonar, entender que me echabas porque había algo malo detrás de todo…
- Pero estabas confundido, había tanto miedo en ti como en mí, pero ahora todo eso ya no importa… quiero estar contigo siempre, y por lo visto el bebé también quiere que estemos juntos. - Oscar dijo todo eso con la sonrisa más dulce que pudiera existir en la faz de la tierra mientras acariciaba la mano de André que estaba sobre su vientre y que hacía que su bebé no dejara de retozar. Aunque lo dicho le sonó a perdón, André igual quiso pedírselo, asegurarse de que sí era completamente perdonado.
- Perdóname Oscar, perdóname y no te vuelvas a separar de mí, te lo ruego. - Su rostro lleno de culpabilidad y arrepentimiento la conmovió. André no pudo evitar que una lágrima cayera.
- Te perdono mi amor… André, perdóname también a mí…
- No Oscar, soy yo el que se equivocó desde el principio, fui yo quien te lastimó cuando solo debía adorarte… - André se inclinó y la besó nuevamente, de forma suave, delicada, lenta y deliciosa.
- André… - Un suspiro escapó de sus labios. - También me equivoqué… yo debí huir contigo, y no caer en la trampa de mi padre, también fui cobarde… Lo mejor sería perdonarnos mutuamente… - Lo atrajo y una vez más se besaron por largo rato. La mano de André abandonó su vientre y casi por inercia se posó en uno de sus senos que parecía más lleno de lo normal, cosa que le recordó que su mujer estaba embarazada y que él no iba a meterse en la cama que compartirían juntos a partir de ahora apestando a alcohol. Sin pensarlo dos veces, se separó de ella lo más sutilmente que podía.
- André… - Dijo algo molesta, haciendo que André riera un poco; ella lo deseaba tanto como él.
- Eres lo más hermoso que puede existir mujer… te amo… - Le dio un corto beso en los labios. - Pero no voy a meterme en la que a partir de ahora será nuestra cama todo sucio y oliendo a alcohol.
Oscar se llenó de emoción. Se sentía como en un sueño, como hacía unos instantes había dicho André. Se sentía perdonada y feliz de haber perdonado a André. Lo sentía, y estaba seguro de eso; todo lo malo, aunque no podía ser borrado, no iba a evitar que fueran completamente felices a partir de ahora y si alguna desgracia llegaba a sus vidas, estando juntos podrían seguir. Pero ahora solo quería hacer el amor, tenerlo otra vez de esa manera, sentir tu piel tostada por el sol rozar la suya, ser de él y él de ella… pero André tenía razón; seguramente se sentía muy sucio.
- Te amo… - Se sentó en la cama y besó a André en la punta de la nariz. André sonrió tanto que le recordó la época en la que apenas eran unos niños. - Yo te ayudaré a asearte.
- Pero Oscar… - Se sentía tan sucio que ni si quiera quería que Oscar se bañara con él.
- He dicho que te ayudaré, no que me asearé contigo, ya lo hice temprano, además, no es bueno que lo haga tan tarde, puedo enfermar. - Dijo Oscar adivinando lo que André estaría pensando. Se pudo de pie y él también.
De pronto André volvió a sentir la conexión que siempre habían tenido y eso lo hizo sentir aún más dichoso.
Dejo a Oscar en la habitación y se fue a buscar todo lo necesario para asearse.
Terminó de llenar la tina que estaba en un rincón de la habitación, colocó un pequeño banco a un extremo de ésta para que Oscar se sentara y comenzó a desvestirse rápidamente frente a los ojos de su mujer que no pudo despegar la mirada de él.
André se sumergió en el agua y ella comenzó a lavarle la espalda en silencio mientras él no podía evitar suspirar.
Una y otra vez lavó el cuerpo de André, mientras éste se mantenía quieto, aunque temblaba cada cierto tiempo a causa de las suaves caricias que ella le propinaba.
- Esto me hace recordar… - Dijo Oscar casi en un susurro mientras lavaba el cabello de André.
- ¿Qué cosa? - André, que estaba frente a ella pero le daba la espalda, pudo escuchar perfectamente lo que dijo y la curiosidad lo asaltó.
- Una vez… - Oscar sonrió levemente al recordar lo que estaba a punto de contar sin dejar de darle suaves masajes a su cuero cabelludo. - Hace mucho tiempo, antes de entender que eres mi único y gran amor… te espié mientras tomabas un baño…
- ¿Qué? - André se sorprendió e incluso sintió su rostro arder; la idea lo excitaba muchísimo.
- Era tarde y yo de un momento a otro estaba mirando por la cerradura de tu puerta. Recuerdo que estabas en la tina, como ahora, así que no podía ver mucho desde mi posición… pero esa imagen me impactó, me marcó y mucho más cuando te pusiste de pie y te pude ver completamente… en ese momento solo pude pensar que eras el hombre más atractivo de todos… por aquel entonces no entendía o prefería no entenderlo, pero te deseé mucho… y de pronto comenzaste a llorar y el deseo se fue y me dio rabia, sentí odio por la persona que te hacía llorar porque sabía que se trataba de una mujer…
Silencio. Todo estaba silencioso después de que André escuchara aquel relato. Se sentía más deseoso de tomarla, de hacerla suya, y de gritarle que aquella vez había llorado porque le frustraba no tenerla como quería.
Sintió que Oscar lo secaba con una suave tela. Lo haló del brazo y lo condujo hasta la cama, y él seguía mudo, vulnerable ante los mimos que su amada le daba mientras estaba completamente desnudo. Los brazos finos de Oscar rodearon su cuello por detrás y escuchó que le susurraba al oído, incrementando su deseo.
- Llorabas por mí ¿no es así?... - André no contestó, solo acarició sus brazos y respiró su aroma, se sentía condenadamente excitado. - Si llorabas por otra me sentiré muy celosa… - Una seductora risa se le escapó a André.
- Sí… lloraba por ti, porque resultaba cada vez más difícil no tenerte como deseaba…
André se echó en la cama y atrajo a Oscar sobre su cuerpo, sintió que de esa manera su bebé y ella estarían más cómodos para lo que venía, aún el vientre de Oscar les permitía eso.
Con una mano en la nuca de Oscar, André la incentivó a que el beso se profundizara. Su lengua recorrió la tibia cavidad femenina mientras su otra mano se encargaba de masajear sus caderas y acariciar sus suaves nalgas.
Se escuchaban gemidos por toda la habitación como si se tratara de una canción. Ambos cuerpos se rozaban y el miembro ya erecto de André reclamaba a gritos su lugar, pero no, debía ser gentil, pensar en el placer de ambos, hacer que esa noche; en que volvían a ser dos, los de antes, sea inolvidable.
André cambió de posición y puso a Oscar a su lado. Su hermosa mujer estaba algo despeinada y con el rostro completamente rojo. La desnudó con caricias y besos que ella respondía y se sintió más excitado aún cuando se percató de lo dócil que de pronto se había vuelto el cuerpo de Oscar ante sus caricias y estímulos. Era como una bella muñeca en sus manos, y estaba dispuesto a usar ese poder que de pronto tenía para que ambos disfrutaran más que nunca de esa noche.
Apoyando su cuerpo en uno de sus lados, volvió a atacar sus labios con voracidad, mientras acariciaba sus senos con devoción y como si fuese posible, se sintió más excitado. Sus senos estaban llenos, rebosantes, y la sola idea lo hacía sentir vivo, posesivo con todo el cuerpo de ella, que le pertenecía solo a él y a nadie más y cuyos senos cargaban ahora el alimento del hijo de ambos.
Besó sus montes con delicadeza, pues podía sentir a la perfección que ella estaba muy sensible, más que nunca, así que su lengua caliente se paseaba por sus senos con gentileza y amor. Oscar solo podía gemir ante sus atenciones y enredar sus finos dedos en la melena azabache de André, incitándolo a que siguiera, diciéndole sin palabras lo mucho que lo amaba y lo mucho que le gustaba tenerlo así.
Hacer el amor con André en ese instante, parecía cosa de otro mundo. Desde luego que antes también disfrutaba infinitamente, pero después de todo lo ocurrido, y de haberse reconciliado, sentía su placer multiplicarse, su amor desbordarse y el nombre de su amado no dejaba de salir de sus labios, una y otra vez.
André besó su vientre y se quedó recostado un momento en él, mientras respiraba agitadamente.
- Te amo… estaba volviéndome loco de solo pensar que no regresarías a mí jamás…
- Por favor, no te detengas, te necesito tanto mi amor… - Era una súplica, y es que sentía que si André no entraba en ella de una buena vez, moriría allí mismo.
No hablaron más. André regresó a sus labios y la besó más profundamente, más sugestivamente. Oscar sintió que se ahogaba, que la lengua de André rozaba su garganta y en ese momento un grito se perdió en la boca de su hombre cuando sintió que los dedos masculinos se hundían en la entrada de su cuerpo.
Sabía que André la estaba preparando para cuando su miembro la penetrara, pero… ¡Por Dios! estaba más que lista y sabía que André lo había notado al sentir la humedad de su interior. En un arrebato, y para obligarlo a que se unieran de una vez, Oscar tomó su miembro con una mano y comenzó a estimularlo aún más. Su sexo duro y enorme vibró ante el tacto logrando su cometido.
André nuevamente la colocó sobre su cuerpo, con suma facilidad, y sin más la penetró. Aunque estaba al borde de su deseo no pudo evitar pensar en si podría hacerle daño a su bebé, así que se quedó quieto un momento y tomando a Oscar de la barbilla hizo que lo mirara. Ella entendió casi al instante el mudo mensaje y le dijo con la voz quebrada por la excitación que todo estaba bien.
Más besos profundos que parecían taladrar su garganta y entonces la danza de los cuerpos comenzó. Fue Oscar quien inició con los movimientos aprovechando la deliciosa posición que significaba estar sobre el enorme cuerpo de André. Sus caderas parecían subir y bajar, y apretar cada vez más en su interior el pesado miembro de André, éste alzaba las caderas para contribuir y seguir con aquella dulce e embriagante sensación que era estar dentro de ella, tan adentro, tan profundo que pareció rozar con la punta de su sexo el vientre de su mujer.
Más embestidas que eran comandadas por ella, más gemidos desesperados, ansiosos por llegar a lo más alto. Ya no se besaban, ambos mantenían el rostro escondido en el hombro del otro, concentrados en la parte de sus cuerpos que los mantenían unidos, como uno solo, y que parecía estar a punto de explotar.
Y llegaron, su amor se desbordó y Oscar apretó en su interior la carne de su marido que derramaba de forma inagotable su cremosa y caliente esencia y se mezclaba con la suya, como se mezclaban sus almas y cuerpos mientras se retorcían de placer por haber llegado al mismo cielo.
Oscar se desplomó sobre el cuerpo de André con las respiraciones aún agitadas. El hombre besó su frente y se separó de ella despacio. Oscar emitió un gemido de desaprobación por la ruptura de esa maravillosa unión.
Los cuerpos se calmaron y las respiraciones se acompasaron. André la besó de forma tierna en los labios y la acurrucó sobre su pecho. Casi al instante la mujer cayó rendida.
Los hermosos ojos verdes se abrieron. ¿Cuánto tiempo había dormido? Pareciera que lo hubiera hecho por años, y es que se sentía tan relajado y satisfecho, aunque al percatarse de la suavidad y tibieza del cuerpo que había sobre el suyo, no sabía si en verdad estaba del todo satisfecho, aceptó que quizá nunca se saciaría o cansaría de hacerle el amor, de tenerla, de hundirse y perderse en la dulzura y pasión del cuerpo de la mujer que adoraba con todo su ser.
Oscar se movió algo inquieta sobre él, frotando todo su cuerpo con el de André. Acarició su vientre y comenzó a besarla en el cuello, dispuesto a comenzar una nueva ronda de amor.
- Oscar… - Dijo André restregando su nariz en el cuello de su mujer.
- Tengo mucho sueño… - El bebé en sus entrañas, tal y como siempre pasaba, revoloteó en su interior producto de las caricias de su padre. Era lindo sentirlo, su pequeño o quizá pequeña... - Ya nos despertaste… - André sonrió feliz ante el comentario.
- Quiero hacerte el amor…
- Déjame dormir un poco más... además he decidido que no dejaré que me toques hasta que me lleves a una iglesia y te cases conmigo…
André se carcajeó de buena gana, y para Oscar escucharlo reír tan abiertamente y feliz le recordó lo mucho que amaba su sonrisa fresca y relajada.
- Entonces te llevaré ahora mismo a una iglesia… - Aseguró socarronamente mientras comenzaba a besar su cuello de forma más que sugestiva. - No puedo creerlo todavía… - Confesó André mientras acariciaba nuevamente el vientre de Oscar y besaba su frente. - No puedo creer que estés aquí de nuevo, tan mía, que me hayas perdonado… - Oscar posó un dedo en los apetitosos labios de André.
- Mi amor por ti es más fuerte que todo y todos…
Más besos provocativos y una vez más, ambos iniciaron un nuevo ritual de amor y pasión que estaban seguros, disfrutarían hasta el último de sus días.
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No te preocupes abuelita, mi madre está más tranquila con tu partida, además, papá está siempre con ella, consolándola… Por cierto, me haces mucha falta, para huir contigo un rato, ¡todo el tiempo tengo que verlos besándose por todas partes! ¿No se dan cuenta que soy solo un niño?... Pero soy muy feliz, como jamás imaginé, aunque si estuvieras aquí sería mucho mejor para todos. Te quiero tanto, te extraño y fue lindo compartir esta felicidad contigo, pero me hubiera gustado que fuera para siempre. Quisiera que estuvieras aquí para que sigas viendo lo que tus oraciones consiguieron, aún recuerdo los días en que ibas a mi habitación para que los dos pidiéramos a Dios que mis padres fueran felices ¡y lo lograste, hasta voy a tener otro hermanito y solo espero que sea hombre! ¡Caroline me da mucho trabajo!... como dice mi papi, se parece demasiado a mi madre, aunque no tiene sus hermosos ojos, me encantan los ojos de mamá… así que ojalá que mi nuevo hermanito sí los tenga… Y casi lo olvido, hoy es mi cumpleaños, por eso nos hemos reunido, incluso la familia del señor Lasserre está aquí, su hijo Bruno es muy simpático y es muy amigo de Caroline. Ya cumplo 9 años… así que ya sabes que tienes que regalarme algo, y como no te puedo tener aquí, quiero que nos cuides a todos. ¡Te quiero muchísimo abuelita, mañana regreso a verte! te dejo estas flores, espero te gusten… y bueno, le dejo unas también a mi abuelito, ojalá y no se moleste, mi madre dice que no le agradaban mucho, en fin… Mi padre me está llamando, está muy impaciente, quiere que hagamos una competencia con los caballos, ¡ayúdame para que pueda ganarle esta vez! Te mando muchos besos hasta el cielo, tan dulces como los que tú siempre me dabas…
¡Hasta pronto!
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Finalizado el sábado 15 de noviembre del 2008