Leía el diario e Damaru para sumergirse en el pasado, podía verlo, transparente como un lago de agua cristalina, se transportaba a la vida del planeta en el que aterrizaría pronto.
Una batalla más.
Al menos que su padre muriera pronto, no veía futuro para él en un planeta como Vegetasei, pronto tendría que irse, convertirse en conquistador independiente y esperar hasta que llegara el día en el que tomaría el control. Para ello, debía llegar al nivel de poder óptimo y mientras eso ocurría, debía acatar las reglas. Sólo un tiempo más, hasta que pudiera derrotar a su padre y luego a Freezer.
Su padre se quejaba con el tono fastidiado de quien no puede tolerar los errores cometidos por otros. Vegeta, tratando de igualar el paso, no lo escuchaba, tenía la mirada en las columnas que adornaban el pasillo del palacio. No estaba concentrado en el sermón de su padre, sino en sus propios intereses.
En el jardín público, había una mujer con una altura mayor a la del promedio, de cuerpo tosco pero bien formado, moldeado por el ejercicio, morena, de ojos café y largo cabello tratando de fingir que no lo miraba, sobresalía de los demás por su porte gallardo. Desvió la mirada, disimulando, cuando notó que Vegeta la observaba y sin ocultarlo, checabasu poder de pelea en el scooter. Era una hembra muy fuerte. Le gustó.
-¡Vegeta! no te le quedes viendo como tonto, pensará que estás interesada en ella y volverás a tener problemas -le premió el rey con tono severo, al darse cuenta de la distracción de su hijo, él sólo gruñó y lo miró con rencor, ¿Con qué objeto lo regañaba delante de todos los clase baja? Era humillante –últimamente te veo muy atento a las hembras ¿no te bastan las esclavas que pides a diario? Pero te advierto Vegeta que si alguna sale preñada… -antes de que pudiera seguir reprimiéndolo, el menor alzó la voz, impregnando en su respuesta el rencor que sentía
-¡Deja tus amenazas estúpidas! -era la primera vez que tenía un arranque así y se sintió satisfecho. Cada vez estaba más cerca del nivel de su padre, por lo que era más difícil someterse a su voluntad. Dio media vuelta para irse, antes de continuar gritando, lo tenía harto y si no se iba en ese momento, en el que se sentía humillado por la escena pública, le haría saber sus deseos de verlo muerto, lo que tal vez le costaría la vida.
-Cuando regrese de mi viaje arreglaremos como debe ser tu rebeldía- respondió seca y tranquilamente. Dejó a Vegeta con toda su furia y salió del castillo, donde lo esperaba una nave. Los súbditos miraban expectantes hacia uno y otro lado, viendo alternativamente a los dos hombres con mayor rango en el planeta, el silencio se había hecho sepulcral sin que ninguno de los dos lo notara. El rey abordó su nave entre una multitud de súbditos que le despedían efusivamente, Vegeta I era un lider incuestionable, que los había llevado a grandes triunfos. La mayoría desconocía el verdadero papel que tenían en el imperio freezeriano.
De regreso al palacio, el príncipe volvió a ver a la mujer que antes llamara su atención, ella volvió a observarlo, aparentemente paralizada. A propósito hizo un cambio repentino de camino y pasó junto a ella.
-¿Qué tanto me ves?- le preguntó de mal humor, de hecho él sabía que todos observaban cada paso que daba, pero la mirada de esa saiyajin era algo diferente, indescriptible. Ella se repuso lo más rápido que pudo, y aunque su tono de voz logró ser tranquilo, el color de sus mejillas delataban su nerviosismo.
-Quiero pelear con usted príncipe- le dijo apresuradamente, como escupiendo las palabras y con la expresión en la cara de quién acaba de dar un paso al vacío.
-¿Para qué?- La petición no le molestaba, estaba acostumbrado a tener por lo menos una batalla diaria, ya sea con uno de los súbditos, o con otros miembros de la corte. Siendo una raza guerrera, las batallas eran usadas para distintas funciones sociales.
-Para ascender de puesto- confesó reteniendo el aire y provocando que el monarca arqueara una ceja, incrédulo de haberle dado una oportunidad de hablar con él, con el único resultado de haber perdido su tiempo.
-No es conmigo con quien tienes que tratar esos asuntos- el corazón de la hembra latía tan fuerte que casi no escuchaba la voz de su príncipe, pensó en disculparse e irse. Su estómago le pedía que diera la media vuelta y echara a correr hasta olvidar que estuvo enfrente del hombre con quien soñaba todas las noches. Pero una saiyajin no da pasos hacia atrás, una saiyajin toma los retos como una aventura.
-Si lo es, ya que quiero pertenecer a la corte Real, como consejera de guerra o un puesto similar- durante unos segundos, en los que Vegeta decidía si aquello era una especie de burla o, más patético aún, una esperanza mal fundada, se hizo un silencio incómodo entre ellos
-Tú eres una clase baja. Esa es tu posición -respondió finalmente, después de escrutar su rostro
-Es cierto, pero no hay una ley que nos prohíba aspirar a cargos mayores- fue la respuesta tranquila de la chica, que poco a poco vencía el deseo de huir. Vegeta se quedó callado, tratando de recordar todas las leyes saiyajin respecto a los rangos, citó mentalmente las más relevantes pero, efectivamente, no había ninguna que dictara que un ciudadano de clase baja debía quedarse toda su vida como clase baja, un hueco en las normas que arreglaría en su momento.
-¡Nappa!- gritó a su subordinado y éste apareció rápidamente a su lado, saludándolo con una reverencia -agenda otra pelea- el saiyajin sacó una pequeña libreta y una pluma, sin notar la presencia de la mujer –que sea para dentro de tres días, cuando regrese de mi misión. En el estadio del palacio. Antes de la comida. Durará poco pero espero tener diversión por lo menos- le dijo en tono burlón
-¿Quién será su contrincante, príncipe?- preguntó terminando de anotar los datos. Vegeta respondió señalando con la barbilla a su interlocutora. Nappa levantó la vista y la vio. Su corazón latió con fuerza pero decidió guardarse cualquier comentario mientras tragaba saliva. Anotó el nombre y se marchó dejándolos solos. La mujer bajó la vista, sabía que tarde o temprano lo vería de frente, pero no esperaba que fuera tan pronto, la mirada que había percibido en él, la había lastimado un poco, jamás quizo que Nappa le guardara rencor. Se repuso enseguida, recordando ante quién se encontraba.
-Será un honor pelear con usted, majestad- hizo una reverencia a modo de despedida y se marchó, Vegeta siguió su camino sin percatarse de la anomalía que hubo en el ambiente cuando Nappa y la mujer interactuaron: no era su asunto.
-¡Nappa!- la chica persiguió al consejero del príncipe intentando alcanzarlo por varios minutos, mientras él fingía no escucharla. Sólo cuando fue inevitable, Nappa se detuvo.
-¿Qué quieres, Damaru?- le preguntó con tosquedad.
-Hablar contigo- respondió ella sintiéndose mal por el desprecio que su ex pareja parecía tenerle
-No hay nada de qué hablar- el ayudante del príncipe, guardando toda la dignidad que le restaba, Volteó el rostro intentando mirar hacia otro punto, verla le había removido en las entrañas sentimientos que había querido sepultar. Damaru desistió de hablar con el saiyajin, parecía estar aún enojado, y no lo culpaba, pero le habría gustado poder platicar con él, como antes. Dio la media vuelta y se fue, debía entrenar duro antes de la batalla, que era en lo único en lo que debía concentrarse. Ni Nappa, ni nadie, impedirían que consiguiera sus metas, ni siquiera los sentimientos que tenía por Vegeta.