Aclaración: Los personajes que aparecen de Harry Potter no me pertenecen, el resto de los personajes y lugares que aparecen son fruto de mi imaginación.

Advertencias: Esta historia es slash, por favor, a los que no os guste este tipo de historias, no la leáis.

Capítulo 1

El sol había amanecido en aquel lugar que la sabia naturaleza había mantenido aislada del resto de los habitantes del lugar. Infranqueables montañas de laderas lisas y verticales cerraban el paso a aquel valle.

Durante milenios, el Valle de Penderland había seguido su propia evolución y unos seres extraordinarios lo habían habitado.

La fauna de aquel lugar, aislada por las barreras naturales de la normal evolución que había sufrido el resto del planeta, había creado unas especies nuevas y otras, que normalmente estaban completamente extinguidas, todavía vivían libremente por los bosques que rodeaban la ciudad.

Los seres que habitaban el Valle de Penderland poseían unas características físicas que eran desconocidas por todos. Su aspecto casi se podía definir como vampírico aunque nada los relacionaba con esas criaturas oscuras.

Eran altísimos, los hombres alcanzaban una altura que oscilaba entre el 1,99 y los 2,05 metros y las mujeres, un poco más bajas, entre el 1,85 y el 1,90. Su piel era muy pálida, pero no tanto como la mortal palidez de un vampiro. Sus cabellos eran completamente lisos y largos, tanto a hombres como a mujeres les llegaba a media espalda. Sus ojos eran de colores intensos y luminosos, luciendo destellos dorados. Sus orejas eran un poco más alargadas de lo normal, pero no terminaban al estilo élfico.

A pesar de ser un pueblo sumamente poderoso eran pacíficos por naturaleza y amaban el estar rodeados de su familia y amigos y gozar de una vida tranquila y sin sobresaltos, pero si algo amenazaba a uno de los suyos, que los dioses se apiadaran del pobre desgraciado porque no podría escapar a sus venganzas.

Los soberanos habían tenido dos hijos, una niña que nació en primer lugar, Naya, y un niño que vio la luz casi una hora más tarde, Nael. Los partos de gemelos eran sumamente raros y siempre eran terriblemente complicados ocasionando que la madre no pudiera soportarlo y sucumbiera al titánico esfuerzo.

Los dos gemelos, amados y mimados hasta la saciedad crecieron felices en el palacio, disfrutando de una vida en la que pocas preocupaciones les podían afectar.

Naya, cuando apenas tenía 11 años de edad ya había mostrado una madurez nada habitual y en una solemne ceremonia frente a todos los que allí vivían, había renunciado a su derecho a ocupar el primer lugar en la herencia del trono de la soberanía del valle en favor de su hermano.

Naya quería y amaba a Nael con toda su alma y con la intensidad que solo los hermanos gemelos pueden entender. Su único y más ardiente deseo era ayudar a su amado hermano para que llegara a ser el mejor soberano que la historia haya conocido jamás.

Ambos hermanos tenían el cabello completamente negro y sus facciones casi eran idénticas, de gran belleza, la única forma de diferenciarlos, además del sexo de cada uno, eran sus ojos. Naya tenía unos ojos marrones oscuros y Nael los tenía de un verde intenso. La belleza de los dos hermanos, como la de todos los habitantes del valle dejaría anonadados al mundo entero.

Pasados los años Nael unió su vida a Saned, un apuesto joven de ojos intensamente azules del que estaba total y absolutamente enamorado, y su felicidad alcanzó límites inverosímiles en los tres años que ya llevaban juntos.

La brillante luz del sol comenzaba a inundar la habitación en la que los dos jóvenes, tan hermosos que quitarían el aliento, continuaban dormidos, Saned mantenía fuertemente abrazado contra su pecho, el cuerpo dormido de Nael. Cuando el brillo de la luz chocó contra sus cerrados párpados comenzó a desperezarse, pero sin soltar ni un solo momento el cuerpo del ser amado que todavía no había despertado.

Una tierna sonrisa inundó su rostro al contemplar el bello rostro de su marido y no pudo contenerse de besar con suavidad los dulces labios que frente a él se mostraban. El beso hizo que Nael comenzara a despertarse. Que su marido le despertara de aquella manera era algo superior a lo que podía soportar sin que todo su ser se excitara hasta lo máximo que podía existir.

Con un profundo suspiro Nael rodeó sus brazos alrededor del poderoso cuerpo de Saned gozando de las caricias que éste le daba, uniéndose a los amorosos y apasionados besos que le estaban volviendo loco.

-Buenos días mi amor –susurró Saned al mismo tiempo que tiernas caricias recorrían su cuerpo.

-Buenos días cariño –contestó Nael al mismo tiempo que la emprendía con el cuello de su pareja haciendo que una corriente de placer recorriera su cuerpo.

Después de los saludos matutinos ninguno de los dos pronunció ni una sola palabra más. Saned había tumbado a Nael sobre su espalda y se había tendido sobre él comenzando a inundar de besos toda la superficie de piel desnuda que sus ojos contemplaban.

Los gemidos de ambos era lo único que podía oírse en la soleada habitación. Gemidos que alcanzaron su más alto nivel cuando Saned penetró de forma delicada el dulce cuerpo de Nael y continuó con suaves embestidas que fueron aumentando su ritmo hasta que ambos llegaron al orgasmo al mismo tiempo en medio de un enorme estallido de placer..

Tendidos uno muy pegado al otro, el hombre de ojos azules no podía dejar de dar suaves besos por todo el rostro del hombre que tanto amaba. Sudorosos y completamente satisfechos y sintiéndose completamente llenos de amor, ambos gozaban de cualquier momento que podían estar disfrutando del mutuo contacto físico.

-Tendremos que empezar a levantarnos –comentó Nael, aunque realmente no deseaba hacerlo. Deseaba permanecer en aquella cama durante todas las horas del día y de la noche.

-Vamos –Saned se incorporó y cogiendo una mano de su pareja lo alzó con él para entrar juntos en el baño y prepararse para un nuevo día.

Cuando llegaron al comedor familiar para gozar de un bien merecido desayuno ambos mostraban en sus rostros la inmensa felicidad que sentían. Naya ya estaba esperándolos y les sonrió tiernamente.

-Buenos días, perezosos –dijo con gran cariño al mismo tiempo que los dos hombres se acercaban a ella y le daban un fraternal beso en la mejilla.

-Hola hermanita –Nael añadió un fuerte abrazo al beso de buenos días- ¿Hace mucho que estás esperando?

-Acabo de llegar ahora –respondió la joven.

Los tres comenzaron a servirse el desayuno y comenzaron una charla tranquila que reflejaba la amorosa y feliz relación familiar que a todos les unía.

-Luego iremos a montar un rato –dijo Nael

-Tened cuidado, esta noche ha llovido y puede que el barro no se haya secado todavía y sea resbaladizo.

-Mi amor –dijo Saned- creo que deberíamos preocuparnos de que nuestra querida hermana encuentre una pareja para que disfrute un poco más de la vida. Mi querida Naya, no todo es responsabilidades y estar pendiente de nosotros.

La joven le miró con ojos pícaros, ya se había dado cuenta de los intentos del marido de su hermano, al que quería como un hermano, en lograr que encontrara pareja y que alcanzara una felicidad tan intensa como la que ellos sentían.

-Mi querido Saned –el tono de Naya era muy suave, tanto que Saned sufrió un escalofrío-. Antes de llegar a eso, quiero ser tía, así que ya sabes lo que te toca.

Un fuerte rubor cubrió las caras tanto de Nael como de Saned. Una de las cosas que más querían eran tener hijos y ya habían comenzado a prepararse para ello, pero les causaba bastante azoro hablar de temas íntimos con nadie que no fuera ellos mismos, por más que quisieran y amaran a un ser tan dulce como Naya.

-Vamos –cortó Nael-, iremos a montar un rato, nos hará bien un poco de ejercicio.

Salieron del palacio andando más deprisa de lo normal. Ya era una conversación típica de todas las mañanas, el que ellos intentaran emparejar a Naya y ella les saltara con que primero quería ver nacer a sus sobrinos.

Dos soldados mantenían listas a sus monturas. Al estar aislados del resto del mundo, los caballos no habitaban por aquellos lugares por lo que se dedicaron a domesticar a algunas de las especies que les rodeaban. Sus dos poderosos velociraptores, antiguos dinosaurios carnívoros extinguidos para los demás, los miraban alegres, listos para emprender una rápida carrera que les haría bien a todos.

Acariciando la cabeza de sus monturas ambos dejaron que los animales corrieran a su máxima velocidad. Para aquellos extintos reptiles, correr era lo máximo del disfrute, además de ser unos guardianes excelentes y defenderles de cualquier tipo de fauna que se acercara a sus adorados dueños.

Corrían apoyándose en sus dos patas traseras, dando poderosas zancadas que los desplazaban a una velocidad realmente increíble. Seguramente sentados en sus sillas y bien asidos a las riendas que rodeaban las cabezas de sus monturas. Nael y Saned gozaban del aire que azotaba sus rostros y de la fragancia que las múltiples flores desprendían. Ninguno de ellos podía adivinar que era lo que estaba a punto de ocurrir.

El macho que montaba Nael corría con todas sus fuerzas, ganando en su carrera a su compañero, que intentaba alcanzarle pero que no podía lograrlo. El animal no se percató del lodo que a mitad del camino permanecía oculto bajo las hojas de los árboles que estaban en el suelo y cuando su poderosa zarpa lo pisó, resbaló sin poder controlarse a causa de la velocidad que llevaba. Cayó pesadamente al suelo haciendo que Nael saliera despedido por encima de él y su cuerpo se estrellara contra un grupo de rocas con duros bordes filosos.

Saned hizo parar su montura y corrió hacia su pareja que permanecía inmóvil y con una postura muy poco natural sobre el grupo de rocas contra el que había impactado.

-¡NAEL! –Su grito estaba lleno de angustia

Con suavidad levantó su rostro, buscando volver a ver aquellos intensos ojos verdes que tanto amaba, pero aquellos ojos estaban cerrados. Un fino reguero de sangre comenzó a salir por una de las orejas y la boca de joven herido.

Un lastimero rugido se oyó tras él. La montura de su pareja estaba todavía tumbada en el suelo con una de sus patas giradas en un ángulo imposible, lo que demostraba que estaba rota.

Lo que el angustiado Saned no podía saber era que dentro del palacio, Naya había sentido el dolor de su hermano y había gritado con todas sus fuerzas, sujetándose el pecho al mismo tiempo, haciendo que todos se pusieran en marcha. Si Naya sufría así y no tenía ninguna herida era porque ese dolor lo había sufrido Nael.

-Simnar –se volvió hacia su montura. Un reguero de lágrimas bañaba su rostro- da la alarma, necesitamos ayuda.

El velociraptor elevó su cabeza y comenzó a lanzar una serie corta de rugidos y silbidos. Aunque estaban lejos del palacio, el resto de monturas que allí había podían oírlo perfectamente y sabía que no tardarían en llegar. Para guiarlos mantuvo los silbidos sin dejar de lanzarlos ni un solo instante.

OooO

Dentro del palacio y sobre la inmensa cama, Nael permanecía quieto, con los ojos cerrados. Saned y Naya no se movían de su lado. Ambos con un verdadero torrente de lágrimas en su rostro.

El joven consiguió abrir un poco los ojos y mirar a su familia. Los miraba con amor y con pena por tener que dejarles porque sabía que le había llegado su hora.

-No, Nael –susurró Naya al mismo tiempo que acariciaba su rostro- no nos dejarás. Volverás a nosotros.

La joven se incorporó y se puso de rodillas en la cama al lado de su hermano. Sabía que tenía que darse prisa. Lo que tenía pensado hacer debía hacerse antes de que su amado hermano les abandonara por completo.

Puso su mano izquierda sobre la sudada frente y la derecha sobre su pecho vendado y comenzó a cantar un ancestral ritual, un ritual que haría que su hermano se transformara en pura energía y que buscara al ser con el que reencarnarse y unirse para ser solo uno.

Saned la miró son verdadera sorpresa en sus ojos. Si Naya tenía éxito volvería a estar de nuevo junto a su amado.

El cántico siguió durante unos minutos y por fin Nael fue rodeado por una luz dorada de gran intensidad. Una luz que iba en aumento y que llenaba todo su ser.

Diez minutos más tarde el cuerpo de Nael se había convertido en una nube de energía que después de rodear amorosamente a Saned y a Naya salió del palacio para iniciar la búsqueda del ser en el que debía reencarnarse y ser uno solo y que le permitiera estar de nuevo al lado de sus seres amados.

OooOooOooO

Esta es mi primera historia en slash, sed un poco comprensivos con una novata como yo.

Cualquier sugerencia o crítica seré muy feliz de recibirla.