4 Cosas que Hacer en Una Silla Eléctrica
o como Aprendí a Quererte sin Necesariamente Amarte.
Capítulo Final:
El Día Perfecto.
Mousse tomó ligeramente el agua que caía del grifo y se embadurnó la cara. Aún seguían en el departamento eclesiástico de la iglesia, especialmente habilitado como sala de espera. Más concretamente, estaba en los baños, intentando arreglarse un poco. La pareja estaba a punto de llegar y aunque no hubiese bebido mucho, era verdad que se había despreocupado bastante de guardar la apariencia impoluta que requería la ocasión. Pero no era nada que no pudiese arreglar con un poco de paciencia. Se desabrochó rápidamente los pantalones y se metió la camisa por dentro, antes de volver a cerrarlo. Se alisó la camisa como buenamente pudo y se recolocó al corbata, totalmente azul, que usaba. Se miró al espejo. No es que estuviese como llegó, pero tampoco estaba mal. Era suficiente. Se puso la chaqueta y colocó los pliegues. Volvió a mirarse. Con las manos mojadas se intentó humedecer el pelo, a la vez que se rehacía la coleta. Poco más podía hacer.
- Esto es un asco. – Se dijo en voz alta. Pero ya nada podía hacer.
Cuando salió del baño pudo ver de refilón como Kasumi terminaba de hablar con los demás a la vez que se marcha por una esquina. Ryoga estaba de pie, y Ukyo y Shampoo, aún sentadas. Y ninguno había conseguido su objetivo. Seguían tan sobrios como cuando llegaron. Ryoga apuró el último vaso de licor, mientras Shampoo se levantaba y agarra su bolso. Ukyo, que empezó a hacer lo mismo, le miró.
- Ya llegan. – Dijo, por si aún no era evidente.
El camino hacia la salida de la iglesia, era toda una procesión. Tanto, que a Mousse le dieron ganas de gritar: "¡Reclusos recorren la Milla Verde!". Ryoga iba primero con las manos en los bolsillos, cabizbajo. Ukyo y Shampoo, una junto a otra le seguían. Y él detrás, algo más distanciados. Era un momento perfecto para confesarse. Pero no lo hizo. No lo hizo antes, en medio de una conversación que duró horas, ni nunca lo haría. Ya bastante tenían ellos con lo suyo. Pero la verdad es que esperaba, que aunque ahora les doliese, lo superaran. En principio creía que ya lo habían hecho, y a primera vista con sus relatos, eso parecía. Pero no pudo apartar la mirada de cada uno de ellos mientras hablaban. Y supo que eso no era así. Lo aceptaban, comprendían donde estaban, pero no lo habían superado. Cada movimiento que hacían dudaban y cada paso que daban, aunque en apariencia eran normales, sentía que les costaba tanto como levantar una losa de media tonelada. Por eso no tuvo el valor de decir nada.
El sitio en si no era una catedral, ni mucho menos. Más que una iglesia, era una parroquia. Una simple edificación de piedra que no superaba los tres pisos de altura. En longitud, no era tan grande como una casa. Pero teniendo en cuenta de que el barrio de Nerima se caracterizaba en casas de dos pisos, no rompía tanto con el ambiente. O eso pensaba Mousse.
- ¿Tenemos que esperar aquí afuera? – Preguntó Ryoga un momento.
- No es necesario. La cuestión es estar dentro cuando entren… -La contestación de Ukyo fue suficiente para que el chico se encaminara hacia la entrada de la iglesia sin decir nada a nadie. Mousse lo siguió con la mirada a la vez que las dos chicas se miraban dudosas. A continuación le miraron a él.
- Yo esperaré fuera… - dijo Mousse a la vez que se perdía entre la multitud. No es que le hiciera especial ilusión, pero no aguantaba del todo bien el ambiente que esos tres generaban.
En las escaleras una muchedumbre bastante grande se dedicaba a conversar y dialogar entre risas y ambiente de fiesta. Y se extendía hasta la acera y parte de la calle. Era una calle peatonal, así que no había ningún peligro de que algún coche pasara. Ninguno excepto el que todos esperaban. Mousse, echando un rápido vistazo a la gente, pudo reconocer a varios. Desde Kuno y Kodachi, a profesores y compañeros. Incluso algunos antiguos enemigos y amigos. Todos de traje y vestidos. Era tan extraña la situación de verlos así, que Mousse llegó a comprender que lo vivido en el barrio de Nerima no era muy normal realmente. Y ahora viendo una acción cotidiana, parece lo más extraño del mundo.
- ¿Te imaginas que vuelva a pasar lo de la última vez? – La anciana Cologne se situó a su lado, con su típico bastón.
- Viniendo de usted, me sorprende que no lo esté intentando, vieja bruja. – Mousse ni se giró para hablarle a la cara. Nunca es que hubiesen tenido una gran relación. Aunque reconocía que el insulto era un poco gratuito.
- Aunque no te lo creas, ya me da igual. Si Shampoo lo ha aceptado, yo no puedo hacer nada.
- ¿Y el deshonor y todo eso?
- Bueno, las tradiciones son cosas muy fáciles de inculcar pero muy difíciles de obligar. Es algo que aprendes con la edad. – Lo que le faltaba por oír. Todo una juventud escuchándola usar esa excusa para no tener ni una oportunidad de acercarse a Shampoo, y ahora resultaba que eran tonterías. Pero solo pudo suspirar. No tenía ganas de discutir hoy.
- Si usted lo dice… – susurró, mientras la anciana se marchaba. La verdad es que poco le importaba se la había escuchado o no. Siguió mirando la pequeña muchedumbre a la vez que observaba el cielo. Estaba despejado. Nada parecía estropear el momento.
- Gracias por venir… - Escucho a su espalda. Esta vez si se giró. Ante él estaba Ranma, vestido perfectamente de negro. Se notaba que había dejado de hablar con su madre para venir a saludarlo. Aun así era chocante verlo ahí, de pié, tan tranquilo antes de empezar.
- Solo la novia viene en coche…
- Ya lo sé. No estoy sorprendido por eso.– Contestó Mousse. – Además, si me invitaste, lo normal es que viniese.
- Bueno, la verdad es que tampoco es que seamos íntimos amigos. Así que no sabía si vendrías.
- Ya. Tus "íntimos" están como para suicidarse. – Mousse señaló con un gesto de cabeza la puerta de la parroquia. Se podía ver la espalda de Ryoga, sentado ya en el último banco de la fila, junto a Shampoo y Ukyo.
- No los culpo. – Ranma también se quedó mirándolos un momento. – Pero agradezco de veras que viniesen. No sé si tu…
- Yo no tuve nada que ver. Me los encontré aquí, como tú. – Mousse suspiró y hecho a andar. – Y por lo que he oído, fuisteis vosotros los que les ayudasteis a aceptarlo.
La verdad es que Mousse esperaba alejarse y apartarse un rato, sin esperar respuesta, como hizo Cologne hace un momento con él. Pero tardó poco en darse cuanta de que Ranma le había seguido hacia una de las esquinas de la iglesia. Se metió las manos en los bolsillos del traje y se apoyó en la pared de está, justo al doblar la esquina. El sol estaba en posición de tarde, y la sombra del edificio cortaba diagonalmente el suelo. Como si fuese parte de un detallado ritual, se preocupó de no romper la línea de sombra. Ranma llegó un segundo después.
- Aún así… - Ranma suspiró. – Quiero agradecerte lo que hiciste. No fuese por ti, quizás ahora estuviésemos como siempre.
- Mira, si te digo la verdad, no me importa mucho. – Mousse se sacó la mano del bolsillo y se rascó la cabeza. –Es decir. Entiendo que es un momento feliz para ti, y todo eso… Pero tienes que comprender que yo no hice más que algo por mi propio interés. Al fin y al cabo, que tú y Akane os caséis, es algo que quería desde hace tiempo.
- Lo sé. Y por eso te lo agradezco más aún. – Mousse miró a los ojos de Ranma, y por una vez en la vida, vió una sinceridad innata en ellos. Algo que seguramente solo había visto Akane. Así que era normal que se sintiese acongojado.
Puede que tuviese razón. Hace ya un año, cuando le echaron de Nekohanten, con las maletas en mano, fue a casa de Ranma y le gritó todo lo que quiso. Estaba arto. Y necesitaba echarle la culpa a alguien, ¿y quién mejor que el que siempre, desde que le conocía, había tenido la culpa? Aún hoy no recuerda muy bien todo lo que le dijo, pero recuerda claramente algo que seguramente le acabó calando hondo: "Vuestras tonterías están haciendo daño a mucha gente". ¿Cómo iba a pensar, que un simple desahogo antes de volverse a China iba a desencadenar en todo esto? Incluso, a los seis meses, cuando recibió la invitación de boda, no creyó que tuviese un rol tan importante. Pero junto a la invitación mandaron una carta de agradecimiento bastante comprometedora y un billete de avión.
- Se que ni siquiera lo hacías pensando en nosotros, pero que alguien haga algo bueno sin pensar, es admirable.
- No soy un santo. Tampoco hice nada especial.
- Para mí, fue lo que necesitaba oír desde hace tiempo. – Rama sonrió. – Y me sorprendió que el que me lo hiciese comprender fueses tu.
A Mousse se le estaba cayendo el alma al suelo. No tenía donde agarrarse. Y es que no se sentía como un héroe. Ni como un sabio. Después de unas horas de charla con Shampoo, Ukyo y Ryoga, se sentía como un villano. Como un Judas. Y esto no lo solucionaba.
- Bueno, ahora mismo no tengo mucho más tiempo para hablar, pero intentemos quedar antes de que te marches. A Akane también le gustará verte de nuevo. – Ranma se inclinó ligeramente y vio por la esquina que le llamaban. - ¿No vemos luego, de acuerdo?
Mousse asintió con la cabeza. No podía pensar en mucho más. Pero justo antes de que se marchara, solo se le ocurrió decir algo.
- Esto… Ranma… - La pequeña llamaba hizo detener al chico de la trenza.
- ¿Qué pasa?
- No… No le digas a nadie lo que pasó. ¿De acuerdo? – Le pidió Mousse. Ranma se quedó un momento pensativo. Pero no vio más allá de sus palabras.
- De acuerdo. – Y con una reverencia, volvió hacia la multitud. Mientras se alejaba e iba a hablar con sus compañeros, Mousse miró al suelo. No era bonito. Se sentía mal. Es verdad que era algo ajeno totalmente a él, pero ese peso que le estaba dando Ranma al sermón que le dió hace un año, le hacía sentirse un poco como el mayor maquinador de todo esto. Y ahora, a pocos minutos de que todo acabara, era una piedra demasiado pesada para el sólo. Pretendía confesárselo a todos en ese tiempo que estuvieron bebiendo pero, ¿cómo hacerlo después de todo lo que le habían contado? ¿Qué reacción tendrían? Ya no quería ni saberlo. Le tocaría cargar con esa losa hasta que se calmaran los ánimos de todos.
El ruido de un motor sonó a lo lejos para despertar la expectación de todos. Las prisas por meterse a la iglesia y tomar asiento empezaron, pero a Mousse no le afectó. Tampoco era una situación especial para él. Con las manos aún en los bolsillos, giró la esquina, para volver a la fachada de la iglesia y poder contemplar el panorama. Akane bajaba de un coche totalmente negro, junto a su padre. Puede que nunca sintiese atracción física hacia la chica, pero en ese momento, tuvo un atisbo de ello. Se veía deslumbrante con el traje blanco. Sus encajes, su velo, incluso la delicada forma de caminar que tuvo al bajarse del coche, transmitían un aura de dulzura que encantaba a todos los que la veían. Casi sin darse cuenta, mientras toda la gente de su alrededor saludaba y se metía dentro del recinto, él se quedó de pié, mirando. Y a medida que ella subía las escaleras girando levemente su rostro, sus ojos se miraron un momento. Y con la sonrisa más encantadora que le recordaría en su vida, Akane le hizo un leve reverencia, antes de seguir y perderse de la visión de Mousse. Sí, era imposible no amar a la novia en el día de su boda.
A medida que caminaba hacia la entrada, la clásica música de órgano empezó a envolver el ambiente. Ni las pisadas de Mousse, que en esos últimos segundos era el único que aún caminaba, rompió el momento. Este, finalmente, decidió quedarse justo en el marco de la puerta. Algunos llantos y sollozos se empezaban a oír, mientras la lenta caminata de Akane hacia el altar se realizaba. Ranma poseía un mira mezcla de sorpresa y felicidad.
Con un pequeño suspiro, Mousse miró a su derecha. Ryoga, Ukyo y Shampoo, habían tomado la decisión de sentarse en la última fila de la iglesia, quizás en un esfuerzo de pasar inadvertidos, o incluso de no interesarse por la ceremonia. Pero no pudieron dejar de mira en ningún momento. Las luces del lugar brillaban en los ojos de los tres, seguramente en un atisbo de llanto que podía ocurrir de un momento a otro, aunque sólo ellos podrían confirmar si era de felicidad o de tristeza. Lo único que pudo hacer Mousse en esa situación, fue esbozar un pequeña sonrisa de complacencia. Y, mientras se leían los votos, mientras veía la cara de felicidad de la pareja, el ambiente y la atmósfera, supo que los cuatros estaban viviendo lo que se denomina, un día perfecto. Donde todo el mundo es feliz, el cual recordarían el resto de sus vidas. Y donde nada de lo que pase, romperá esa perfección.
Sí, hoy era el día perfecto, pero no el de ellos.
Fin Del Capítulo Final
Fin de Fanfiction.
[Terminado a las 4:43, horario de Greenwich]
[Cigarros en el cenicero: 2]
[Tazas de Café servidos: 4]
[Días de Futbol: ¡Yo vi a España ganar la Copa del Mundo! ¡Tiki-Taka, Tiki-Taka, EH, EH!]
Notas finales: Supongo que nadie se esperaba un final así, pero así acaban las cosas: ¡Gol de Iniesta y Campeones del Mundo! No, son broma :P. Me refería al fanfiction. La realidad es que ninguno de los capítulos estaban enfocados en las acciones, sino en los sentimientos de los personajes, así que tampoco importaba tanto como pasaron las cosas exactamente. O eso creo yo.
La realidad es que este fic es el más largo en espacio de tiempo que he publicado, pero a la vez uno de los más cortos. Quizás es gracias a que sean capítulos auto-conclusivos que tiene algo en común, pero poco más. Al fin y al cabo pasan en sitios distintos, con distintos personajes, y en diferentes situaciones durante un año. Pero siempre quise terminarlo, y ahora que lo he hecho, creo que ha quedado bien. Mejor de lo que pensaba al principio. Algo sencillito, fácil de leer y sin mayor dificultad (aunque no lo parezca por el tiempo que a costado). Quizás por ello, no tengo mucho más que decir.
Espero que lo hayáis disfrutado, y si no, pues mis más sinceras disculpas desde aquí :P
23 de Agosto de 2010