ENSÉÑAME A QUERERTE

Por Haruko Sakuragi

CAPÍTULO 14

Haruko sonrió a la muchacha que la miraba desde el otro lado del espejo. Estaba emocionada porque era la primera vez que visitaría la casa de su novio. De hecho era una ocasión especial: el cumpleaños de la señora Sakuragi. Y el pelirrojo, muy emocionado, le había dicho que su madre estaría encantada de que ella los acompañara en la celebración. ¿Cómo no sentirse contenta? Obviamente, tuvo que avisar a sus amigas que tenía un compromiso importante, lo mismo que había hecho Hanamichi. Pero, según se había enterado, ese día Youhei y Fujii lo pasarían juntos, estudiando para una evaluación del club de poesía. A veces se preguntaba por qué ellos no se dejaban de complicaciones y simplemente intentaban salir…

Como fuera, ella estaba a tiempo. Tomó su bolso y, cuando estaba saliendo de su habitación, escuchó el timbre de la puerta. Unos segundos después, la voz grave de su hermano le indicaba que Hanamichi estaba en la entrada esperándola.

x X x

Nada más su pie izquierdo estuvo dentro, la puerta del vagón se cerró detrás de él. En cuanto estuvo seguro de que toda su anatomía estaba dentro del tren, recargó la espalda contra la puerta, y cerró los ojos para intentar regular su respiración.

—Llegué… —suspiró, y abrió los ojos para buscar un asiento libre. Lo halló en un extremo, casi arrinconado, y a él se dirigió.

Cuando se encontró descansando, acomodó la mochila sobre las piernas y sacó el discman para entretenerse en tanto llegaba a su destino.

"Akari va a matarme si llego diez minutos tarde", pensó. Le constaba que su hermana tenía mal carácter, y no quería hacerla enfadar. Menos si se trataba de "ese" favor tan especial.

Se colocó los audífonos y encendió el aparato. Una canción en inglés empezó a sonar, y el tren se detuvo en la estación. Daisuke cerró los ojos un par de segundos. Y, sin darse cuenta, se quedó dormido.

Cuando despertó el tren había recorrido sólo tres estaciones más, y a él le faltaban otras dos para bajar. Habían subido algunos pasajeros más al vagón. Los audífonos le permitían escuchar la letra de una canción, en inglés también:

My life is brilliant

Reconoció la primera línea de la canción y, extrañamente, se sintió triste de momento.

Sus ojos recorrían el vagón, buscando algún entretenimiento para no volver a quedarse dormido.

Y, cuando menos lo esperó, a medio vagón, vestida con una falda verde y una blusita de manga corta, verde también, distinguió la grácil figura de Haruko Akagi, su entrenadora.

My life is brilliant.

My love is pure.

I saw an angel.

Of that I'm sure.

Daisuke sonrió, y lo primero que pensó fue acercarse a ella para saludarla y, tal vez, ofrecerse a acompañarla a su destino.

She smiled at me on the subway.

She was with another man.

But I won't lose no sleep on that,

'Cause I've got a plan.

Sin embargo, un pelirrojo alto y atractivo la acompañaba. Ambos se dirigían miradas alegres y cómplices. Y se sonreían abiertamente.

Daisuke reconoció al muchacho: Hanamichi Sakuragi… El novio de Haruko.

You're beautiful. You're beautiful.

You're beautiful, it's true.

I saw you face in a crowded place,

And I don't know what to do,

'Cause I'll never be with you.

Ninguno de los dos se dio cuenta de que alguien los observaba, y se dedicaban miradas sumamente cariñosas. Daisuke envidió al chico. Era su superior, cierto, pero estaba con la chica a quien él idolatraba.

Se sintió terriblemente miserable.

Yeah, she caught my eye,

As we walked on by.

She could see from my face that I was,

Fucking high,

And I don't think that I'll see her again,

But we shared a moment that will last till the end.

La canción continuaba. Y Daisuke observaba la escena. En algún momento el tren volvió a detenerse, las puertas se abrieron y la gente entró y salió, según correspondía. Hanamichi aprovechó para agacharse un poco, y Haruko se paró sobre sus puntas, para juntar sus labios con los de su novio, breve pero intensamente. Daisuke lo observó todo, sintiendo cómo se le encogía el corazón…

You're beautiful. You're beautiful.

You're beautiful, it's true.

I saw you face in a crowded place,

And I don't know what to do,

'Cause I'll never be with you.

Los enamorados lucían como tal. Daisuke no se atrevería a hacer nada jamás, menos si eso significaba mermar en alguna medida la felicidad de Haruko. Él no podría hacer nada al respecto, y eso era tan triste…

You're beautiful. You're beautiful.

You're beautiful, it's true.

Las puertas se cerraron y el tren reinició la marcha. Daisuke observó con tristeza a la pareja, hasta que ambos bajaron, sólo una estación antes que él. Se sintió muy mal. No podría hacer nada para estar cerca de Haruko, aunque eso le doliera. Tampoco podría alejarse de ella, no lo soportaría.

La cuestión era que él estaba enamorado. Pero la receptora de aquél amor estaba tan enamorada de su novio, que en su corazón no cabría la posibilidad de querer a nadie más.

There must be an angel

with a smile on her face,

When she thought up that I should be with you.

But it's time to face the truth,

I will never be with you.

x X x

Serían las once de la mañana cuando Akari, finalmente, divisó a su hermano menor. El muchacho pasó por el torniquete casi arrastrando los pies. Le preocupó.

—Hasta que te apareces —dijo con sarcasmo. Le preocupaba, cierto. Pero eso no tenía que influir con su imagen de fuerte e independiente.

Daisuke habría respondido con gritos o saltos, haciendo escándalo. Pero a Akari le preocupó que el chico no hiciera algo de eso. Sólo se encogió de hombros y bajó la mirada.

—¿Qué te sucede, Daisuko?

Akari sólo usaba ese sobrenombre cuando hablaba seriamente con su hermano. Comúnmente lo llamaba Bicho, Sapo, Ratón, Gusano, Escarabajo, y muchos otros animales pequeños. Pero Daisuko era su contraseña para invitarlo al desahogo. Y Daisuke lo sabía sin que se lo hubiera dicho jamás.

—Nada —mintió. Le dio vergüenza que alguien se enterara de su situación. Y su expresión hizo que su hermana lo entendiera así.

—Bueno…

Ambos permanecieron en silencio. Akari fue quien lo rompió.

—Vamos —decidió.

Daisuke caminó mecánicamente. No tenía ganas de comprar ese día, pero el cumpleaños de su madre era esa semana y no podía fallar. La tradición era que Akari eligiera el regalo y ambos lo patrocinaran, pero esta vez la muchacha le había pedido a su hermano que la acompañara como un favor especial.

Caminaron hacia el centro comercial que habían elegido. Ya estaba decidido que comprarían una joya, para variar los electrodomésticos de los dos años anteriores. Y, además, una gargantilla o una sortija harían a su madre más feliz que otra licuadora o un exprimidor de cítricos.

Llegaron al área de comida del lugar. Akari lucía molesta… Aunque lo cierto era que se sentía nerviosa. Caminaba como buscando a alguien. Daisuke la seguía.

—¿Lo ves? —preguntó el muchacho.

—No.

La muchacha buscaba entre la gente a Hisashi Mitsui, con quien había quedado. Era cierto que ella lo había invitado a acompañarla, pero él bien pudo haberla rechazado. Y, por lo general, Akari no le habría pedido a su hermano que la acompañara a buscar un obsequio, menos si se trataba de una joya. Pero Mitsui lograba ponerla nerviosa y no deseaba pasar mucho tiempo a solas con él.

El favor especial que ella le había pedido a su hermano era que la acompañara, para librarse un poco de la tensión y valorar la situación.

—Hola —escucharon los dos muchachos a sus espaldas. Giraron y se encontraron con un atractivo y sonriente Mitsui.

Si alguien hubiera podido leer su mirada, habría notado la decepción que el ver a Daisuke como chaperón le había causado.

—Hola —pronunciaron los hermanos al mismo tiempo.

—¿Demoré mucho? —preguntó Hisashi, rascándose la cabeza y ruborizándose ligeramente.

—No, senpai —respondió Daisuke, distraído.

—Pero pudiste haber llegado antes… —agregó Akari. No iba a permitir que Mitsui se diera cuenta de la impresión que le causó — Luce encantador…

Es como Rukawa si fuera mujer —pensó Mitsui un poco contrariado—. Qué linda te ves…

Akari se ruborizó, y aunque trató de disimularlo no tuvo mucho éxito.

Daisuke, al notar la turbación de su hermana, carraspeó para distraer un poco al tirador de triples. Pero no lo consiguió: Mitsui era consciente del efecto que causaba en la muchacha. Y estaba dispuesto a usar ese recurso en su beneficio.

—Y… ¿Se puede saber qué vamos a comprar? —preguntó Hisashi mirando a la muchacha. Pero fue Daisuke quien respondió.

—El miércoles es cumpleaños de mi mamá y vamos a comprar su regalo.

Akari no dijo nada.

—Teníamos pensado comprar una joya, algo que se le vea bien —continuó Daisuke—. Es que el año anterior le regalamos una licuadora, y el anterior, un extractor de jugos. Eso no la ha hecho muy feliz.

—Una joya es un regalo de buen gusto —comentó Mitsui. Si aportaba algo seguro quedaría en gracia de Akari—. A las mujeres siempre les gustarán.

—¿Cómo sabes eso? —preguntó Daisuke.

—Mi papá me ha dado buenos consejos —sonrió el tirador de triples, y sus dientes relucieron de un modo encantador.

—Entonces más vale que nos ayudes —dijo Akari sin mirarlo. Apresuró el paso y se adelantó.

Cuando encontraron el primer escaparate con anillos, pulseras y cadenas, Akari entró. Su hermano la siguió y Mitsui permaneció afuera. Estuvieron ahí varios minutos, hasta que decidieron que nada les agradaba. Eso se repitió en un par de locales más, hasta que, en el cuarto que vieron, Hisashi decidió entrar con ellos. Y todo pareció resolverse: en cuestión de unos minutos le indicó a la vendedora de lo que se trataba aquella compra potencial y ella les mostró una serie de dijes que lucían elegantes. Ninguno fue del total agrado de los hermanos, y la vendedora entonces sugirió un anillo, pero Daisuke recordó que su madre nunca los usaba. Y de repente Mitsui preguntó "¿Por qué no unos aretes?". La mujer, sonriente, mostró a los muchachos varios pares de aretes de fina pedrería y acabado elegante. Akari de inmediato pensó que un par, específicamente, eran ideales para su madre: eran de oro, tenían forma de lágrima y en el centro, incrustado, lucían un pequeño rubí. No eran muy largos ni pesados, y, con el cabello recogido, adornarían exquisitamente las orejas de su madre.

Ambos muchachos quedaron encantados, y Akari reconoció que Hisashi había tenido algo que ver en que la compra hubiera sido exitosa.

—Oigan —se detuvo y miró a los dos muchachos—. ¿Qué les parece si les invito algo?

—Claro —respondió Mitsui sonriendo.

—Ya te habías tardado —dijo Daisuke con sarcasmo, pero una mirada asesina de su hermana lo silenció.

La chica les dijo que la esperaran en una banca cercana a ellos, y que iría a comprar algo para beber. Los dos jugadores de Shohoku obedecieron y se sentaron.

—Gracias por venir hoy —dijo Daisuke. Mitsui le caía bien, al menos era un hombre sociable, no como el antipático de Rukawa o el escandaloso de Sakuragi.

—No puedo decir lo mismo de ti —respondió Hisashi—. Pero está bien.

Mitsui echó la cabeza hacia atrás, aún sentado y con los brazos extendidos. Daisuke lo miró: parecía despreocupado. Pero, además, se veía como si tuviera todo bajo control. Por un momento pensó que le hubiera gustado ser como él, así la vida parecía más sencilla.

—Oye… —comenzó titubeante el alemán. Mitsui le dirigió una mirada seria— Yo no te agrado, ¿verdad?

Hisashi lo miró con los ojos entrecerrados. ¿Que si le agradaba? Ese novato era casi la réplica de Hanamichi Sakuragi. Eso no era malo, pero con uno como él era suficiente. Daisuke ponía empeño en los entrenamientos, pero ponía más empeño en llamar la atención en Haruko. Esa pasión que mostraba en lo que hacía era una ventaja, pero se opacaba con el hecho de que desviaba su atención de cualquier cosa que estuviera haciendo con tal de hacer sonreír a Haruko.

Mitsui suspiró y luego habló:

—No es que me desagrades —dijo. Daisuke dibujó una media sonrisa en los labios—. Pero tu hermana me agrada más que tú.

El muchacho menor comprendió en ese momento la molestia de su superior.

—Mitsui, yo… —cuando Daisuke se disponía a hablar seriamente con el moreno, su teléfono celular sonó en el bolsillo de su pantalón— ¿Hola?

Habló un minuto, respondía con monosílabos o interjecciones. Cuando la llamada termino miró a Mitsui con un extraño brillo en los ojos.

—Discúlpame con Akari, ¿si?

—¿Qué? —Mitsui parpadeó.

—Me llamó un amigo de la escuela y tengo que irme.

Daisuke empezó a caminar hacia la salida del centro comercial. Antes de alejarse suficiente de Mitsui, se detuvo y giró un poco la cabeza.

—No desaproveches la oportunidad.

Daisuke desapareció de la vista antes de que Mitsui terminara de comprender, pero después sonrió con seguridad.

—Era todo lo que necesitaba.

Sólo un minuto después, Akari regresó. Pero sintió que el mundo se le caía encima cuando encontró a Mitsui con una extraña mirada de seguridad y sin Daisuke al lado.

x X x

Justo diez minutos después del medio día, Fujii escuchó que llamaban a la puerta de su casa. Se revisó el peinado por enésima vez y, una vez que comprobó que lucía bonita, salió de su habitación con dirección a la sala de estar, donde de seguro Youhei estaría esperando. Casi se fue de espaldas cuando vio al muchacho vestido de mezclilla, con zapatos deportivos y el cabello al natural.

Se ve muy guapo —pensó con las mejillas teñidas de un carmín tenue.

—Hola Fujii —saludó el moreno con una espléndida sonrisa—. Perdona por llegar tarde.

—Sí, no te preocupes —dijo ella.

Entre los dos hubo un silencio que duró segundos, y que para nada pareció incómodo.

—Hija, ¿no vas a invitarlo a sentarse? —intervino la madre de Fujii. Parecía que el gusto que sentía por ese muchacho estaba haciéndola olvidar los buenos modales.

—¡Sí! —reaccionó— Lo siento, Youhei. Pasemos al comedor, ¿si?

Youhei asintió con un movimiento de cabeza y agradeció, siguiendo a su compañera. Detrás de ella sintió el aroma que desprendía: era como cereza. Le gustó mucho y reconoció que la muchacha se veía bonita con esa falda de mezclilla y la blusa de manga corta.

Una vez ante la mesa del comedor, la muchacha le indicó a su compañero que podía sentarse. Ella se ofreció a ir por algo de beber y lo dejó solo un momento. Youhei contempló el decorado y la casa le pareció acogedora. Pensó que la madre de Fujii parecía una mujer agradable.

—¿Quién eres? —escuchó una vocecita debajo de él. Buscó a la persona que le hablaba y encontró a un niño como de seis años que lo miraba con curiosidad.

—Me llamo Youhei Mito —respondió—. Vine a ver a Fujii. ¿Quién eres tú?

—Yo soy Hiro. ¿Eres el novio de mi hermana?

Youhei se ruborizó de súbito. ¿Por qué ese niño pensaba aquello de inmediato?

—¿De dónde sacas eso? —le preguntó a Hiro— Yo sólo soy su amigo.

—Pero tú eres el primer muchacho que viene a ver a mi hermana —declaró el niño—. Yo pienso que eres su novio.

Hiro sonrió muy seguro de lo que afirmaba. Youhei pensó que ese niño era muy determinante.

—¡Hiro! —la voz de Fujii interrumpió la conversación que su hermano tenía con su compañero— ¿Estás molestando a Youhei?

—Tu hermanito habla mucho, Fujii —dijo el moreno algo avergonzado.

—Yo no hablo mucho —se quejó Hiro—. Lo que pasa es que él no quiere aceptar que es tu novio.

Fujii se sobresaltó ante la afirmación de su hermanito.

—Hiro, no molestes por favor —dijo completamente roja.

Cuando el niño se dio cuenta de lo que sus palabras hacían con ambos muchachos, le pareció buena idea inventar una canción:

—Mi hermana tiene novio… Y él es su compañero de la escuela.

Y empezó a gritar tan alto, que la madre de Fujii llegó a rescatarla.

—Hiro, deja de molestar a tu hermana —ordenó la mujer. El aludido guardó silencio de inmediato y Fujii agradeció mentalmente la oportuna aparición de su progenitora.

—Ahora vamos a estudiar, ¿si?

Youhei afirmó con la cabeza y ambos muchachos comenzaron a leer los apuntes que tenían en los cuadernos. Pasaron como diez minutos nada más, y la madre de la muchacha volvió a intervenir:

—Hija, iré al supermercado. Me llevaré a tu hermanito para que no los moleste. Te quedas en tu casa, Mito.

—Gra-gracias, señora.

Fujii no tuvo tiempo de pedirle a su madre que no la dejara a solas con el muchacho. Youhei no tuvo tiempo de decir nada, aunque de repente empezó a sentirse un poco raro.

La muchacha pensó que aquella sería una tarde muy larga.

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La señora Sakuragi había celebrado su cumpleaños número cuarenta. A pesar de eso, no parecía tener más de treinta y cinco años. Y a Haruko le había parecido una mujer encantadora: elegante, respetuosa, respetable y muy agradable. La casa de Hanamichi era acogedora, en el ambiente se respiraba el cariño que la mujer tenía por su hijo. Y Haruko, al hacer que el pelirrojo sonriera de aquél modo tan sincero, de inmediato fue recibida de buen agrado.

Serían como las ocho de la noche cuando Haruko y su novio salieron de la estación del tren y empezaron a caminar hacia la casa de la muchacha. Había luna nueva en el cielo, pero los faroles iluminaban el camino de la pareja. Haruko sonreía complacida por la tarde tan agradable que había pasado. Hanamichi se sentía tranquilo porque ahora su madre y su novia se conocían, y lo mejor era que se habían agradado bastante.

—Oye, Haruko —dijo el pelirrojo mientras tomaba la mano de la muchacha que caminaba a su derecha.

—Dime Hanamichi.

—Quiero… —calló de repente. Haruko se detuvo y giró sobre sus puntas para quedar de frente a él.

—¿Si?

—Yo quiero agradecerte por este día.

La muchacha lo miró con una sonrisa, invitándolo a continuar.

—Esto era muy importante para mí.

—No tienes que agradecerme, Hanamichi —dijo la chica—. Soy yo quien se siente afortunada.

—¿Afortunada? —repitió Sakuragi sin comprender.

—Porque he merecido tener a alguien tan maravilloso como tú en mi vida.

Hanamichi se sintió sumamente conmovido: nunca se había sentido importante. Su falso egocentrismo podía fastidiar a la gente en ocasiones, pero nadie lo conocía suficiente para saber que él no era una persona feliz. Abría su corazón con facilidad, y si la gente entraba en su vida él sabía ser leal. Pero nunca nadie, además de Youhei y el ejército, había sabido valorarlo como era debido. Haruko era la primera mujer que lo tomaba en serio. Por eso sentía la necesidad de estar con ella. Y ahora que, oficialmente, ella era parte de su vida, estaba seguro de que haría cualquier cosa para que nunca se separaran,

—Te quiero, Haruko —dijo, inclinándose un poco y abrazándola con mucha fuerza. No quería separarse de ella jamás.

—Y yo te quiero a ti, Hanamichi —respondió ella, colgándose de su cuello y cerrando los ojos. Ese era el abrazo más fuerte que alguna vez había recibido.

Estuvieron unos segundos unidos, hasta que un perro ladró a lo lejos. Entonces decidieron continuar con el camino hasta la casa de Haruko.

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Daisuke entró a su casa pasadas las ocho de la noche. Su madre estaba en la cocina preparando té. Cuando lo vio entrar lo recibió con una sonrisa.

—Qué bueno que llegaste, hijo.

—Hola, mamá.

El muchacho caminó hasta la sala de estar y encendió la televisión. Se sentó en el sillón y cambió los canales con rapidez. Su madre terminó de preparar el té y lo llevó a la mesa del comedor.

—¿Quieres venir a cenar?

—No gracias.

—Qué raro —dijo ella—. Siempre tienes mucha hambre.

—Es que estuve en casa de un amigo.

La mujer sonrió y sus ojos brillaron: su hijo por fin hablaba de un amigo.

—¿Un amigo?

Daisuke asintió con la cabeza sin mirarla.

—Un chico de mi grupo.

—Me alegra que por fin tengas un amigo —comenzó, sentándose en el sofá cerca de su hijo—. Estaba empezando a preocuparme porque no habías hablado de ninguna persona desde que llegamos a Japón.

Daisuke pensó que su madre tenía razón. Incluso aquella tarde la había pasado bien.

—Pues… Es un muchacho de mi grupo —repitió—. Le gustan las fotografías y hemos empezado a llevarnos bien. Él se…

Antes de que pudiera continuar contándole a su madre sobre su nuevo amigo, Akari entró a la casa. Pero antes que saludar a su madre, se dirigió a su hermanito:

—¿En dónde demonios estuviste toda la tarde?

Daisuke parpadeó sin entender la molestia de su hermana.

—Con un amigo.

—¿Un amigo?

El muchacho afirmó con la cabeza.

—Pues mientras nos dejaste solos a Mitsui y a mí, Ginji me llamó al celular y me invitó a una exposición de fotografía. Me pareció buena idea ir porque ya habíamos hecho las compras.

Akari se enfureció al escuchar la tranquilidad con la que su hermano hablaba, pero sabía que podía ser muy hiriente si se enojaba, así que, después de lanzarle una mirada cargada de esa furia que estaba conteniendo, besó a su madre en la mejilla y se dirigió a su habitación. Una vez ahí lanzó la bolsa que había cargado todo el día y se tiró boca arriba sobre su cama. Suspiró con pesadez y cerró los ojos. Pensó que estaba sumamente molesta con su hermano: ¿cómo se le había ocurrido abandonarla con Mitsui? Daisuke no había pensado para nada en lo que podía pasar.

—Me las va a pagar —determinó en voz alta. Tal vez pensaría en alguna manera para desquitarse. Una venganza. Una broma. Lo que fuera. Estaba furiosa…

Sin embargo, al cerrar los ojos de nuevo, recordó que la tarde había sido muy agradable. Mitsui la había invitado al cine. Él había pagado las entradas y las palomitas. Después la había llevado a tomar un helado. Habían hablado de muchas cosas. Él fue completamente abierto. Ella incluso le contó de cómo había sido el trabajo con Rukawa, y de lo absurdo que le pareció cuando una de sus compañeras le dijo que especulaban sobre la relación que tenían. Cuando vieron que comenzaba a oscurecer ella dijo que tenía que marcharse, y Hisashi se empeñó en que debía escoltarla hasta su casa. Y hacía menos de quince minutos ella lo había visto dar la media vuelta en el umbral de la puerta y marcharse después de confesarle que la tarde le había resultado bastante divertida. Lo peor había sido que el muy tonto se atrevió a invitarla a salir de nuevo el siguiente sábado, después del entrenamiento.

Akari volvió a suspirar. ¿Quién se creía Hisashi Mitsui?

¿Algo peor que el atrevimiento del chico? Ella había aceptado, e incluso le regaló una sonrisa que logró sonrojarlo.

Y entonces la chica comprendió que no estaba molesta con su hermano por dejarla sola con Mitsui, ni con el propio Mitsui por haberle hecho pasar una tarde tan agradable. Estaba enojada consigo misma por haberlo invitado a acompañarlos esa mañana, por haber querido alargar la cita invitándoles algo de beber a él y a su hermano, por haber aceptado ir al cine y no negarse cuando él empezó a rozarle la mano con la yema del índice, por acceder a lo del helado, aún sabiendo que él le agradaría todavía más. Estaba enojada porque, muy en el fondo, empezaba a reconocer que Hisashi Mitsui le gustaba tanto como ella a él.

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Notas de la autora:

Este sigue siendo mi fic favorito, pero igual no logro avanzar a la velocidad que quiero. De todos modos dejo este capítulo, confiando en que podré continuar en poco tiempo.

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