¡Hola a todos! n.n

Bueno, aquí os presento un nuevo fanfic, esta vez protagonizado por mi segunda pareja favorita, Neji y Hinata. Como ya sabéis (si habeis leído otros fanfics míos), se trata de una pareja a la que he dedicado su importancia, tanto en Ojos de Jade, en que son la segunda pareja principal, como en un par de oneshots que he traducido... Así que me pareció que se merecían un fanfic para ellos dos solitos, y así nació Nuestro primer verano, que se trata, para variar un poco, de un AU. Por cierto, aunque el primer capítulo no sea muy NejiHina, os pido una oportunidad para este fic en el que he puesto tanta ilusión... Y por favor, dejadme reviews, tanto si os gusta como si no, .¡quiero saber lo que opináis!

Disclaimer: Naruto no me pertenece.


NUESTRO PRIMER VERANO

Capítulo 1 – Giros inesperados

Hiashi Hyuuga era un hombre frío, metódico, serio e impasible. Dirigente de una importante empresa, orgulloso padre de dos hijas y marido ejemplar, se caracterizaba por su templado ánimo, su severidad en las órdenes, sus meditadas pero tajantes decisiones y el agresivo celo con que protegía su intimidad. Era como un témpano de hielo. Siempre lo había sido. Después de todo, era norma dentro de su arraigada familia, aquella de poderosas generaciones que desde tiempos inmemoriales habían ocupado importantes cargos en la administración de Japón. Hiashi Hyuuga conocía bien el valor de las personas en el trabajo... y el precio del poder.

Demasiado bien.

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Hanabi abrió, ansiosa, el sobre que contenía sus notas escolares. Mientras sus pálidos ojos escrutaban las calificaciones, una sonrisa se fue dibujando en su rostro. Tal y como esperaba, sus notas sobrepasaban con mucho a la media. Entre los bufidos, suspiros, grititos de alegría y algún que otro sollozo ahogado, la satisfacción de Hanabi era casi insultante. No obstante, le daba igual. Todo el mundo sabía ya que ella tenía que destacar en todo.

Ella era una Hyuuga, claro. Brillante como siempre. En la cima, como su nombre merecía.

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Los Hyuuga siempre debían brillar. Si no lo hacían aquel trimestre, sería por su culpa. Hinata observó las bajas notas que había obtenido en Física y en Matemáticas, tratando de retener las lágrimas. Un suspenso y un aprobado por los pelos. Lo demás, con buenas notas, pero no destacaban especialmente. De hecho, sus mediocres resultados sólo deslucían los sobresalientes en Literatura y en Arte. Miró a su alrededor. "Es tan fácil ser mejor que yo..."

Un enjambre de ruidosas jovencitas se había arremolinado en torno a Sasuke Uchiha, el guaperas de la clase. Incluso la chica que gozaba de las calificaciones más altas, Sakura Haruno, estaba en la cola para adorarle. Hinata torció el gesto, incómoda. No le gustaba aquel chico. Era mezquino y arrogante, y trataba a los demás como escoria que no merecía ni ser mirada. Ella era una chica del montón. Supuso que, en el fondo, le tenía envidia. Aquel chico era lo que ella debería haber sido: de lo bueno, lo mejor.

-¡Hey, Hinata-chan, Hinata-chan! –Una chispeante voz la devolvió a la realidad. Se trataba, cómo no, de Naruto Uzumaki, aquel alborotador rubio que traía de cabeza al claustro de profesores.

Hinata sonrió. Naruto no se parecía en nada a Sasuke. Por eso le gustaba. Naruto siempre era amable con ella, aunque su amabilidad era un tanto tosca. No obstante, el chico se esforzaba. Se caían bien mutuamente. Aquello se veía.

-Ah... hola, Naruto-kun.

-¿Qué tal esas notas? –Preguntó, animado, el Uzumaki.

-Pues... hum... no muy bien...

La muchacha tendió la hoja de calificaciones al chico, que a su vez dejó la suya en la mesa de Hinata. Ella les lanzó una ojeada, y abrió los ojos de par en par: .¡todo suspenso! La muchacha no entendía cómo el chico podía estar tan animado. Si ella llevara unas notas así a casa, su padre la expulsaría de la familia.

-¡Muy bien! .¡Enhorabuena, Hinata! .¡Sólo te ha quedado una!

Ella sonrió, avergonzada. ¿Cómo explicar a un chico tan optimista que lo mínimo que se esperaba de ella eran sobresalientes en un noventa y ocho por ciento de las asignaturas? Sencillamente respondió:

-Mi padre preferiría que hubiese sacado mejores notas...

-Pero si te has esforzado mucho, Hinata-chan –se inclinó hacia ella y, cómplice, murmuró-. Tú y yo lo sabemos.

La Hyuuga enrojeció hasta la raíz del pelo, y escondió los ojos bajo su largo flequillo. Naruto, al que llamaban sus amigos desde la fila de atrás, se despidió de la muchacha, cogió sus notas y se fue. Y Hinata volvió a quedarse sola, triste, en medio del bullicio del aula.

Fue la última en salir de la clase, y recorrió todo el camino hasta la salida del colegio lo más lentamente que podía. No tenía ninguna prisa por llegar a su casa. No quería enfrentarse a sus padres. Al año siguiente entraría en el instituto, empezaría el ciclo de secundaria alta. Entró al aseo de chicas, se peinó la oscura melena con los dedos, se lavó la cara y al secársela con un pañuelo de papel, se llevó también las lágrimas. Una Hyuuga no debía llorar. Tenía que ser fuerte o al menos, parecerlo.

Hanabi esperaba en la puerta del colegio, radiante. Al ver llegar a su hermana mayor, ignoró su expresión de abatimiento y comenzó a parlotear acerca de sus notas, presumiendo del afecto y la admiración que le profesaban los profesores. Cada palabra era una tortura para el marchito ánimo de Hinata. No obstante, como consuelo, recordó una confesión hecha en una ocasión por Iruka-sensei, el tutor de su hermana, que antes lo había sido de ella: que la actitud pedante y orgullosa de Hanabi era mucho menos agradable que la tranquila y agradable de Hinata. Una pequeña inyección de autoestima nunca venía mal, no señor. Después de todo, Iruka-sensei había sido el primer amor de Hinata, cuando ésta tenía diez años. Era un buen tipo.

-One-chan... One-chan, .¿me estás escuchando?

El interrogante de Hanabi obligó a Hinata a regresar a suelo firme. Otra vez estaba con la cabeza en las nubes.

-Sí... sí, claro, Hanabi-chan.

La niña hizo un mohín. No se creía lo que su hermana le decía, claro.

-Te da igual lo que te cuento, no digas que no –la acusó.

-¡No! Bueno... es que... tengo... tengo mis preocupaciones, .¿sabes?

-¿Eso quiere decir que te han quedado cuántas? –Indagó la pequeña, recordando que también su hermana recibía las notas ese mismo día.

-...Una...

Hanabi silbó.

-Otosan va a enfadarse.

-Lo sé.

-Tienes que esforzarte más. El año que viene vas al instituto.

Llegadas a ese punto, Hinata optó por evadirse. Bastante tenía con que los profesores se lo recordaran cada día como para que también su hermana pequeña le diera la lata con aquello. Estaba harta. Se quedó mirando al frente, al infinito, a la marea de gente que atravesaba corriendo las calles de Tokyo bajo el sol vespertino. Empezaba a hacer calor. Era el comienzo del verano.

Entonces, los vio. Ella pensaba que no había nadie más en toda la ciudad con aquellos ojos que los miembros de su familia. Pero estaba ahí, mirándola, como ella le miraba a él. Unos ojos plateados, como los suyos, en el rostro de un chico algo mayor que ella, de larga melena castaña, observándola con el ceño fruncido. No parecía sorprendido, como ella lo estaba. De repente, se dio la vuelta y comenzó a caminar, dándole la espalda.

-¡Espera!

Obedeciendo a un ciego impulso, Hinata echó a correr en dirección al chico misterioso, sin ver ni oír nada más a su alrededor. Lo siguiente que su entendimiento pudo captar fue el chirrido de las ruedas de un coche en el asfalto, un chillido llamándola por su nombre y unos brazos apartándola violentamente de la calzada. Ni siquiera supo qué había pasado exactamente, sólo se recuperaba del trance sentada pesadamente en la acera, con su hermana histérica al lado y un tipo vestido de negro –cosa rara, con el calor que hacía- a su otro lado. Éste alzó el rostro y la miró directamente. La muchacha se sonrojó al reconocer aquellas facciones: no podía tratarse de otro más que de Itachi Uchiha, una especie de leyenda viviente, estudiante de Ingeniería Aeronáutica en la Tôdai y hermano mayor del otro Uchiha, el que estaba en su clase. Imposible confundirle con otra persona. Los Uchiha eran, en sí mismos, únicos.

-¿Estás bien?

-S-sí –tartamudeó Hinata tímidamente-. ¿Qué ha pasado?

-Esperaba que me lo pudieras decir tú –respondió Itachi, sonriendo-. Me parece que te has desmayado por el calor. ¿Cómo te encuentras ahora?

-U-un poco floja –musitó ella.

-Es natural. Vamos, te invito a un refresco. Así se te pasará el mareo. Tu hermana puede venir también.

Hinata recibió una fulminante mirada por parte de Hanabi. Ella era así: reaccionaba enfadándose cada vez que se asustaba. Tenía un carácter bastante intolerante.

Las dos Hyuuga se pusieron en pie y siguieron a Itachi hasta una cafetería en esa misma calle, donde tomaron asiento. Había aire acondicionado, lo cual agradecieron. Tras pedir las bebidas, Itachi se apoyó en la mesa y preguntó:

-Bueno, contadme: .¿Cómo os llamáis?

-Yo soy Hanabi Hyuuga –se apresuró a responder la pequeña-, y ella es mi hermana mayor, Hinata.

El Uchiha sonrió. Si algo se podía decir a su favor aparte de que le había salvado la vida, era que se trataba de un tipo realmente atractivo. Hinata comenzó a entender por qué sus compañeras de clase idolatraban a su hermano menor.

-Hinata-san –llamó él su atención. Ella se irguió, tensa-. No pareces interesada en mi identidad. Como hermana mayor, deberías interesarte por saber quién soy, .¿no?

Sarcasmo. La muchacha lo odiaba porque ella era incapaz de articularlo. Sin embargo, mantuvo el tipo y respondió:

-No es que no me interese, es que ya la sé. Eres Uchiha Itachi.

El hombre abrió sus carmesíes ojos de par en par. No, aquello no se lo esperaba.

-¿Nos conocíamos de antes?

-No, pero tu hermano pequeño viene a mi clase. Uchiha Sasuke. Eres famoso en el colegio.

Itachi esbozó una sonrisa.

-...Comprendo.

Se reclinó en su asiento mientras les servían las bebidas, sin quitar ojo de Hinata, de sus suaves facciones, de su oscuro cabello a la altura de los hombros y, muy especialmente, de sus opalinos ojos. Ella sentía la intensidad de la mirada del Uchiha y la evitaba. Estaba nerviosa. Tal vez no debió haber aceptado la invitación.

Una vez la camarera se hubo alejado de la mesa, Itachi comentó:

-Ahora que lo pienso, creo que Sasuke me habló alguna vez de ti.

Hanabi miró de reojo a su hermana. A sus ojos, que un chico hablase de la sosa de su hermana mayor era todo un acontecimiento, especialmente si se trataba de alguien tan popular como un Uchiha. Hinata, por su parte, se ruborizó al preguntar, incrédula:

-¿Qué?

-Sí, ya sabes... eres una Hyuuga. Es una familia conocida. Es natural que hablen de ti.

"Ah, claro. Más Hyuuga que Hinata. Me conozco esa cantinela" La muchacha se obligó a sonreír.

-Comprendo.

A Itachi no le pasó desapercibida la expresión de la chica, e intuyó que había alguna parte de la historia que no le hacía especial ilusión. Decidió actuar con tacto a partir de ese momento. Hinata le parecía buena chica.

-Os daban las notas hoy, .¿no?

-Sí –respondió Hanabi.

-¿Y qué tal?

-¡Bien! –Como siempre, la pequeña de los Hyuuga se alegraba si tenía ocasión de demostrar lo estupenda y maravillosa que era.

La respuesta de Hinata se limitó a una lánguida caída de ojos. El Uchiha no tardó en sacar sus propias conclusiones, pero olvidó aquello de andarse con tacto y, mirándola directamente, preguntó:

-¿Cuántas?

-...Una.

-¿Entonces? –A Itachi no le parecía tan grave.

-Pues que...

-Mi padre nos exige unas notas brillantes en todas las asignaturas –explicó rápidamente Hanabi.

Él asintió con la cabeza. No le costó comprender.

-¿Qué crees que va a decirte?

Hinata se encogió de hombros. Se lo imaginaba, pero prefería no pensar en ello. Itachi decidió cambiar de tema. Al parecer, la chica estaba especialmente susceptible, pero a él no le importó. Las notas, él lo sabía, eran una fuente de desdichas.

Pasaron cerca de una hora en la cafetería. El Uchiha logró que las dos muchachas se sintieran algo más cómodas en su compañía. Después de pagar, ya en la calle, hizo una corta llamada con su teléfono móvil y, hundiéndose las manos en los bolsillos, preguntó:

-Hinata-san, .¿puedo saber por qué te lanzaste a la carretera como una suicida?

Ella bajó la mirada y comenzó a jugar nerviosamente con sus dedos índices. Nadie la creería si lo contaba, pero no iba a decir ninguna mentira. Le daba igual que no la creyeran.

-Pues... es que... es que yo vi... a un chico... que tenía los ojos como nosotros –al ver la extrañada expresión de Itachi, aclaró-. Quiero decir, blancos. Como los Hyuuga.

-¿Qué dices, one-chan? –Preguntó Hanabi, con los ojos abiertos de par en par.

-¿Tan raro es? –preguntó el chico, algo confuso.

-Pues sí, porque Hinata dice que era una chico... y nosotras no tenemos parientes varones de nuestra edad.

El universitario se cruzó de brazos, intrigado. No había nadie en Japón con los ojos como los de los Hyuuga. Su mente comenzó a elucubrar peligrosamente: .¿podía ser que la inmaculada historia de la poderosa familia Hyuuga tuviera alguna fuga en su desarrollo? Hijos ilegítimos... solían ser una consecuencia clásica en los matrimonios de conveniencia, y en las familias antiguas como aquella, se trataba de un arreglo habitual.

No pudo seguir imaginándoselo mucho más, ya que en ese momento llegó alguien a quien Hinata conocía bien: Uchiha Sasuke, aún con el uniforme del instituto, con aire aburrido, que se quedó de piedra al reconocer a la Hyuuga hablando nada menos que con su hermano. En cuanto a la otra chica... era igual que Hinata, no resultaba complicado atar cabos. Se acercó y, tras saludar, preguntó:

-¿Os conocíais?

-Desde hace una hora y pico –respondió Itachi-. Te he llamado para que acompañes a Hinata-san y a Hanabi-san a su casa, porque es peligroso que dos chicas caminen solas por la calle. Va a anochecer dentro de un rato.

-¿Y por qué no lo haces tú? –Preguntó Sasuke, visiblemente incómodo por la misión que le acababa de ser encomendada.

-Porque yo tengo cosas que hacer –respondió tranquilamente el hermano mayor, mirándole con suficiencia.

-Esto... Uchiha-san, no hace falta que te molestes... –trató de intervenir Hinata.

-Claro que hace falta –replicó Itachi en lugar de su hermano-. De hecho, va a hacerlo –lanzó una acerada mirada a Sasuke y agregó- o de lo contrario, nuestro padre se va a enterar de "algo"...

Refunfuñando, Sasuke se vio obligado a aceptar, por el bien de su secreto, fuese el que fuese. A regañadientes, se alejó de su hermano a pase lento mientras las dos hermanas Hyuuga se despedían de éste. Así, los tres se dirigieron al metro, que les dejó un par de manzanas por encima de la residencia Hyuuga, y Sasuke les acompañó el resto del trayecto hasta la casa. Había permanecido todo el trayecto muy callado, pero en aquel momento, con Hanabi adelantándose al entrar en territorio conocido, despegó los labios para preguntar:

-¿Cómo es eso de que estabais con mi hermano?

-Bueno... –comenzó a explicar Hinata- un coche ha estado a punto de atropellarme porque me he desvanecido momentáneamente a causa del calor y él... hum... me ha salvado y después nos... ha invitado a un refresco... para que se me pasara el mareo.

-Ajá –Sasuke asintió vagamente con la cabeza. A Hinata le dio la impresión de que lo había preguntado por cumplir, que en realidad no le importaba lo más mínimo.

Al llegar a la puerta de la residencia Hyuuga, Sasuke se apoyó en uno de los pilares de la maciza puerta de entrada y, tras esperar a que Hanabi entrara en la casa, colocó un brazo impidiendo a Hinata el paso y preguntó:

-Oye, Hyuuga... ¿Hay algo en mí que te desagrade?

Hinata enrojeció y tragó saliva en silencio. Sasuke no era tan atractivo como su hermano, pero se parecía bastante. Lo cierto era que su cercanía la desconcertaba. ¿Qué estaba pasando?

-N-no... –tartamudeó, nerviosa.

Sasuke se inclinó más sobre ella. Era más alto, y la estaba apabullando. La muchacha retrocedió unos pasos, tratando de ganar terreno, pero lo único que logró fue que él la arrinconara por completo en la pared. Hinata bajó la mirada, azorada. Podía notar el aliento del Uchiha golpeando su flequillo, y adivinó con facilidad aquella maliciosa sonrisa que sin duda comenzaba a curvar las comisuras de sus labios. Volvió a tragar saliva.

-Hyuuga-san... eres muy mona cuando te pones así. Ya me lo habían dicho... –su voz tenía un deje extremadamente seductor.

"No, él no te gusta. No te gusta, Hinata. No te dejes embaucar. No, no lo hagas..." Trataba de evadirse pensando en Naruto, pero parecía inútil. Sasuke derrochaba atractivo.

-¿Q-qué haces, U-Uchiha-san? –Preguntó la muchacha, sintiéndose indefensa.

Él rió.

-No me digas que no lo sabes...

A Hinata empezó a temblarle la barbilla. Para evitarlo, apretó con fuerza la mandíbula y la enterró en el pecho. Sasuke se aproximó unos centímetros más, pero no le hizo falta esforzarse para darse cuenta de la firmeza con que la Hyuuga había tensado su cuello, de manera que para alzarle el rostro, tendría que hacerle daño de verdad. El chico esbozó una leve sonrisa de derrota. Quería meterse un poco con ella, pero no pretendía llegar tan lejos. Dejó que su aliento meciera un par de veces más el flequillo de Hinata y acto seguido se separó lentamente, permitiendo a la muchacha empaparse de su aroma, de cada matiz de su presencia. Ella alzó un poco sus plateados ojos para cerciorarse de que realmente se marchaba, y él le devolvió una mirada sarcástica, al tiempo que decía:

-Que pases un feliz verano, Hyuuga-san.

La muchacha le observó descender por la calle, con aquellos andares tan hipnóticos y característicos, hasta que desapareció en el horizonte. Sólo en ese momento se atrevió a suspirar, aliviada, y cedió al temblor de sus piernas, para acabar sentada en la acera de delante de su casa. El corazón le latía a toda velocidad, y el intenso rubor que cubría sus mejillas se resistía a disiparse. No le ocurrían a una cosas así todos los días... para bien o para mal.

Justo en ese momento, Hanabi asomó la cabeza por la puerta del jardín, miró a un lado y a otro y finalmente reparó en su hermana, sentada en el suelo, colorada, respirando entrecortadamente y... ni rastro del Uchiha. A Hanabi no le costó demasiado atar cabos. Después de todo, a sus once años ya sabía determinadas cosas de la vida, pero prefirió ignorarlas y espetar a Hinata:

-¿Pero qué haces ahí tirada? .¡Vives en tu mundo! Anda, levanta, otosan llegará de un momento a otro.

Aquel dato extrañó a la primogénita de los Hyuuga. A esas horas, su padre solía estar en casa. "¿Le habrá ocurrido algo...? Kami-sama quiera que no" se dijo la muchacha. Dócilmente, obedeció a su hermana pequeña, y se puso en pie, se sacudió la falda del uniforme y entró en el amplio jardín de la casa, cerrándose la puerta tras ella.

Nada más entrar a la enorme mansión construida a imitación de un dojo del siglo XVI, un tipo alto, adusto y vestido con un impecable esmoquin la saludó:

-Buenas tardes, Hinata-sama.

-Buenas tardes, Sôji...

El mayordomo hizo una cortés reverencia y despojó a la chica de su cartera, que se dispuso a llevar al dormitorio de ésta. Ella, por su parte, fue a ver a su madre.

Kyoko Hyuuga estaba aquejada de una grave enfermedad pulmonar desde que nació, aunque esta no había sido impedimento para que hubiese desarrollado una vida plena y feliz, desde el estudio de una carrera universitaria hasta su boda y el posterior nacimiento de sus dos hijas. No obstante, el alumbramiento de Hanabi la había dejado tan debilitada que el médico le había recomendado que no tuviera más hijos... si quería verlos crecer. Así, Kyoko dejó de lado la ilusión de dar un varón a su esposo, y se centró en criar a las dos niñas, a las que quería con locura.

En aquella época del año, cuando la primavera tocaba a su fin, los síntomas de la enfermedad de Kyoko se agudizaban, y se veía obligada a guardar cama, de manera que no podía moverse de su dormitorio. Para que no se sintiera sola, Hinata y Hanabi iban a verla a diario varias veces, aunque aquel día la mayor de ellas no se sentía del humor ideal para visitar a su paciente madre. Sus notas aún le pesaban en la conciencia.

Al entrar en el dormitorio, Hanabi saludó alegremente:

-¡Hola, okasan!

Los desvaídos ojos de Kyoko brillaron de alegría al ver a sus hijas.

-¡Hola, Hanabi! .¡Hola, Hinata!

La pequeña se abalanzó sobre la amplia cama en que descansaba su madre. Kyoko rió suavemente, con cuidado de no hacerse daño. Hinata sonrió tímidamente y la besó en la cara. Sentada junto a sus hijas, se les pasó un buen rato, charlando de temas banales, comentando alguna película (Kyoko era una gran cinéfila) y la pintura en que trabajaba. Precisamente se hallaba lamentando que su enfermedad no le permitiera hacerse ella misma las pinturas, como los artistas antiguos, cuando Sôji apareció en la puerta del dormitorio y anunció:

-El señor acaba de llegar.

Hinata se enderezó instantáneamente. Su padre acababa de llegar. Era el momento clave. Tendría que enseñarle las notas, tendría que lidiar con su expresión enfadada una vez más, escuchar las glaciales palabras que era capaz de pronunciar... No quería. Definitivamente, no quería.

Hanabi, al contrario que su hermana mayor, se moría por escuchar las alabanzas que sabía que merecía, y en el mismo instante en que el mayordomo de la familia anunció la llegada de su padre, la benjamina había agarrado su sobre con las notas, del que no se había separado ni un instante, y miraba, expectante, la puerta, esperando la entrada de su padre.

La espera nunca se les había hecho tan larga, a ninguna de las dos. Finalmente, Hiashi Hyuuga entró en el dormitorio, pero su expresión las dejó heladas a las dos. Su padre, ese hombre tan severo y de pocas palabras habitualmente, que rara vez sonreía, tenía la mirada radiante, y un asomo de sonrisa insinuándose por las comisuras de su boca. "¿Qué le han inyectado a mi padre?" fue el primer pensamiento que cruzó la mente de la primogénita.

-Buenas tardes, niñas. Cariño.

Y de repente, ante los atónitos ojos de sus hijas, Hiashi se inclinó sobre su mujer y le dio un suave beso en los labios. "Rectifico: .¿Por quién me han cambiado a mi padre?" Hinata no salía de su asombro. Como siempre, Hanabi manifestó lo que todos se preguntaban:

-¿Por qué estás tan contento, otosan?

Hiashi esbozó una sonrisa. La primera en semanas. Tomó asiento en una silla junto a la cabecera de la cama, cogió de la mano a Kyoko y respondió:

-Porque al fin me he reconciliado con mi hermano pequeño.

Las dos chicas le miraron, atónitas.

-¿Tienes... un hermano? .¡Nunca nos lo habías dicho! –Exclamó Hanabi.

-Cierto. Nunca os lo había contado porque... hace años, antes de que las dos nacierais, al poco de casarnos... discutí con él. Fue una pelea muy fuerte por cosas de la familia, que en aquel momento, cuando yo acababa de hacerme cargo de la empresa, nos parecían muy importantes... Pero hace tiempo me di cuenta de que en realidad no lo eran tanto... El problema es que los dos somos muy tercos, y no queríamos dar nuestro brazo a torcer, de manera que hemos pasado más de quince años sin hablarnos... Pero hoy, Hizashi se ha presentado en mi despacho y hemos actuado como si nada durante un rato, incluso le he invitado a un café... Pero entonces, Hizashi dijo: "¿No crees que ya es hora de olvidar el pasado, Hiashi?". Al principio me quedé helado, pues no creí que hablara en serio, pero es le conozco bien... y sólo con mirarle supe que decía la verdad, y respondí: "Hace mucho que pienso eso mismo, hermano". Y, bueno... nos hemos reconciliado... lo típico.

Hinata estaba anonadada. Por un lado, la actitud de su padre la asombraba, pues nunca antes le había visto tan hablador, y por otro, el descubrimiento de un nuevo familiar, y además tan cercano, del que nunca antes habían tenido noticia, la desconcertaba por completo. De repente, una luz se hizo en su cabeza, y recordó a aquel chico de ojos plateados, como los suyos, que había visto en la calle, antes de que Itachi la salvara de ser atropellada. "Pero nosotros no tenemos parientes varones de nuestra edad... o al menos, no los teníamos hasta hace dos minutos... ¿Podría ser que...?"

-Otosan –habló Hinata-, tengo una pregunta.

-Dime.

-Esto... tu... ¿Tu hermano tiene hijos?

La pregunta de su tímida hija le sorprendió, pero estaba tan contento que lo pasó por alto.

-Sí, tiene un hijo. Un año mayor que tú, además. Yo no le conozco, pero he visto su fotografía, Hizashi me la ha enseñado hoy. ¡Es todo un Hyuuga! Se llama Neji...

Hinata sabía perfectamente lo que la frase "ser todo un Hyuuga" significaba. En el ámbito más cercano y tangible, el físico, ser todo un Hyuuga estaba representado por los ojos opalinos, transparentes, como espejos, característicos de la familia. En otro plano estaban todas aquellas virtudes que todo buen Hyuuga debía poseer: nobleza, seriedad, sangre fría, astucia, honor y buena presencia. Se preguntó si ese Neji sería el chico que ella había visto en la calle. Desde luego, casaba a la perfección con todas las particularidades deseables en un buen Hyuuga... recordó su mirada fría, casi acusadora, como si la conociera y pensara que ella había hecho algo malo. Trató de imaginarse cómo sería ese recién descubierto primo. ¿Se parecería a su padre y a su hermana?

-Pero no os preocupéis por eso, porque le conoceréis en un par de días –anunció un orgulloso Hiashi. Ante las atónitas miradas de su esposa e hijas, agregó-. Para celebrar nuestra reconciliación, hemos decidido pasar las vacaciones de verano las dos familias juntas en la casa de verano de nuestros padres, que está en el campo.

La mayor de las hermanas requirió de unos minutos para asumir lo que su padre decía. ¿Así, de repente, había decidido que iban a ir a una casa cuya existencia conocía de oídas, perdida en medio del campo, con una rama de la familia hasta entonces completamente desconocida? No obstante, Hiashi parecía tan emocionado que no se atrevió a protestar.

-Bueno, .¿y cuando vamos? –Preguntó Hanabi, sin excesivo entusiasmo.

-Me gustaría que fuese mañana, todo depende de cómo esté vuestra madre –respondió, mirando a Kyoko, que sonrió.

-Por mí no habrá problema. De hecho, creo que un cambio de aires me vendrá bien.

A Hiashi se le iluminó el rostro. Se le veía realmente ilusionado.

-En tal caso, no se hable más. Partiremos mañana por la mañana.