Notas de la autora: Dedicado especialmente a mi amiga personal Ghia Hikari en su cumpleaños. Créeme que me costo un mundo conectarme de esta historia nuevamente, solo con el deseo de subírtela como regalo. Espero que te guste, un kisu con harta mermelada y hasta siempre.

Declaimer:Los personajes de Rurouni Kenshin no me pertenecen, solo los utilizo para hacer volar mi imaginación y la de ustedes… espero.

Advertencia: Este es el último capítulo. TT0TT

Regalo de Navidad

Capítulo siete: Todo debe acabar.

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Cuánto tiempo llevaba allí, quieta, enmudecida; mirando las cortinas de su habitación, viendo como la luz, que detrás de ellas se ocultaba, variaba según el recorrer del sol por el cielo. Muchas veces sintió, o creyó sentir, el teléfono de casa y su móvil sonar, mas ella siguió en su mundo oscuro. Se volteó hacia el otro lado de su cama, no fue brusco el movimiento, pero su cabeza le comenzó a doler como si una cuerda llevara atada, el cuerpo le pesó, los ojos le ardieron y el pecho comenzó a bajar y subir con pesadez, como si las costillas se le incrustaran más y más con cada inhalación. Estaba exhausta, desanimada, no recordaba cuál fue la última comida que vio, ni el ultimo vaso de agua que bebió. Todo su ser estaba concentrado en el dolor que sentía su corazón. Toda ella sufría por aquella decepción, por aquella desilusión que otrora fuera la más bella experiencia que le haya tocado vivir.

Con lágrimas silenciosas rememoró, una vez más, cada momento vivido al lado del pelirrojo. Como cuando llegó aquella mañana de navidad cargando un árbol y anunciándose como su regalo, cuando fueron de compras al centro comercial, cuando asistió y sobrevivió a la cena familiar, como acepto sin reproches el ser rechazado esa misma noche, como le apoyo durante toda su creación de la campaña, como le preparaba las comidas mientras ella desde la mesa le conversaba o bien le comentaba cosas de su trabajo, cuando fueron al supermercado juntos, como la besaba hasta dejarla sin aliento, como corrían por la casa para hacerse cosquillas, como fue la primera y única vez que tuvieron sexo, como de improviso le robaba besos, como veían televisión juntos y luego él la llevaba hasta su habitación dormida en sus brazos. En fin, como llegó a su vida y le dio un giro de 360 grados.

- Qué haré ahora? Ah? – preguntó en un murmullo, con la esperanza oculta de ser respondida, si no por él, por alguien que tuviera compasión de su corazón quebrado.

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Tomoe bufaba por milésima vez, ese desesperante hermano suyo la estaba colmando.

- En vez de estar ahí con cara de gato degollado, ve a su casa e intenta hablar con ella. Ya has gastado todos tus minutos del celular y ni hablar de la cuenta telefónica que nos llegará a fin de mes… paseándote para allá y para acá no lograrás que te perdone, solo lograrás un forado que papá te hará rellenar con tu cuerpo.

Kenshin solo la miro de reojo, y haciendo caso omiso de su comentario siguió en su eterno paseo por la sala.

- ¡Ya basta! – al segundo salió proyectado al sillón, por la colisión de un cojín en plena cara, que lo tumbo de bruces – ahora mismo te bañas mira que apestas, te vistes lindo y vas a la casa de esa mujer. ¡Que hombres patéticos en mi familia no quiero!.

- Pero…

- Nada de "peros" jovencito, que yo no te crié gallina – algunos criados de la casa observaban atónitos como la morena tironeaba de un amurrado pelirrojo escalera arriba – la cagada ya te la mandaste y ahora solo te queda humillarte y pedir clemencia… recurre a tu ingenio, por Dios! … pero quedarte en casa auto compadeciéndote nika!

- Pero si no quiere verme?

- Pues insiste, tal vez hoy no quiera, pero ya con el tiempo, te puede dar un "tal vez", solo debes ser paciente – mientras le daba el sermón, le desvalijaba el closet, lanzando ropa y más ropa sobre la cabeza del pelirrojo que no hacia mas que asentir y tomar nota mental de cada una de las palabras de su hermana – una guerra se gana por cada batalla conquistada, el hecho de que ella te disculpe es solo cuestión de tiempo y de tomar la oportunidad adecuada, hay que ser cauteloso, un mal paso puede echar para atrás todo lo logrado…

- …Tengo miedo – éste susurro interrumpió el monologo de la morena. Giró hacia su hermano con mirada de compasión y se fue a sentar junto a él para abrazarlo fraternalmente.

- Pues el miedo te hará mas fuerte – le sonrió sinceramente al tiempo que le obligaba a clavar su mirada en ella - si ella es para ti, como tú eres ya de ella, nada en este mundo podrá separarlo, ni siquiera sus tercas cabezas.

El pelirrojo le devolvió una ligera sonrisa. Algo aún de valor quedaba en ese hombre arrepentido y esas palabras ayudaron de mucho. Después de un ligero coscorrón en la cabeza y un guiño cómplice, Tomoe se retiró de la habitación para que Kenshin pudiera terminar de arreglarse.

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- Ya era hora que aparecieras! – le decía su jefe al verla pisar la oficina tres días después del altercado con Kenshin.

- Supongo que quieres explicaciones? – contesto ella con voz apagada.

- No las quiero, las exijo! – ver a ese hombrecillo tratando de mostrarse enérgico y autoritario era algo digno de ver, más aún después de que casi toda la agencia compartiera con él en fiestas, donde el exceso de alcohol le llevaba a realizar "perfomances" altamente ridiculizantes. Todavía se recuerda, de la fiesta de navidad, la personificación de Saitolfo el Reno, y no crean que era por tener la nariz roja precisamente.

- Vamos a la oficina – pidió ella en un tono que sonó mas a amenaza.

- Y bien? – pidió Saitoh con actitud de victima, una vez los dos se hallaron solos en la oficina de Kaoru.

- Hasta cuánto sabes tú?

- Como sabes…

- Conociéndote, no creo que hayas dejado ir al cliente sin saber hasta el más mínimo detalle.

Saitoh bufo ofendido y decepcionado.

- Pues créeme que no logré nada ese día, sino hasta ayer, en que vino personalmente el hijo del señor Himura.

Kaoru tuvo que llamar a todas las fuerzas del más allá y del más acá, para no mostrar su ansiedad de saber qué diablos habían hablado su jefe con Kenshin.

- ah sí – su tono de cero interés le salió tan falso…

- Pues veras – …pero con Saitoh funcionó – ayer a media mañana apareció Kenshin Himura acompañado de su asistente, para darle el vamos ala campaña que tu realizaste – Kaoru ante esta declaración alzo una ceja incrédula – te pondré al tanto… - Saitoh interpretó muy bien la cara de confundida de la mujer por lo que procedió a explicar - al irte tú de la oficina, aquella vez, el hijo del señor Himura regresó a la sala de reuniones y luego de intercambiar algunas palabras en privado con el señor Hiko, éste último solicitó que se hiciera la presentación normalmente.

- Kenzo y Haru se hicieron cargo?

- Lo hicieron espectacular, tu presentación era magnifica, Hiko se mostró muy conforme al finalizar todo… y así fue como ayer Kenshin Himura apareció para firmar los papeles y disponer del capital para la producción.

- Vaya! – no pudo ocultar su sorpresa.

- Si, es una sorpresa que después de aventarle el café, hayan aceptado tu campaña.

- Qué mas hablaron? – cambio el tema.

- Mejor dicho, de qué no hablamos?... me puso al corriente de todo mi querida Kaoru… - la sonrisa socarrona provoco que Kaoru se sofocara, por lo que se puso de pie de su silla abrir una ventana.

- No te sonrojes Kaoru… entiendo tu arrebato, gracias a Dios no afecto nuestra venta.

- Solo eso te preocupa?... – cuando Kaoru se giro para reprocharle que solo le importaba la venta más que su salud amorosa, se hallo con Saitoh a pasos de ella.

- No, me importas tú también, pero sé que la decisión que hayas tomado es la correcta. Porque creo en ti.

- Gracias, viejo desgraciado – aunque fue una ofensa, el tono y la sonrisa de agradecimiento aligeraron las cosas. Saitoh le palmeó el hombro afectuosamente y se retiro de la oficina, dejando a una pensativa Kaoru mirando el paisaje de la ciudad a través de su ventana.

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Al llegar a casa, tiró las llaves en la mesita de entrada, su abrigo lo dejó en el suelo y luego de descalzarse, se lanzó de lleno al sillón de su sala. No abrió cortinas, ni prendió luces, cerró los ojos y sopló cansada. Aún no estaba del todo bien.

En la mesilla ratona, al lado del sillón, un aparatejo negro mostraba una intermitente lucecilla roja. Se estiró como pudo por sobre los cojines para darle alcance y una vez presionado el botón se dispuso a escuchar, como cada noche, la docena de mensajes que Kenshin le había dejado.

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Ya era año nuevo, y como dictaba la tradición le tocaba cena en casa de sus padres, la noche vieja.

- Otra cena sola – con resignación y algo de apatía llamó a la puerta dando ligeros golpeas con sus nudillos.

Su madre Yumi, fue como siempre quien le abrió, recibiéndola con un efusivo abrazo. Luego de desfundarse de su abrigo y acomodarlo en el perchero, se dirigieron a la sala, donde todos ya la esperaban. Kaoru evadió magistralmente y por chiripa la pregunta de ¿Dónde esta Kenshin?, pues su sobrino Souzo corrió a sus brazos, para mostrarle orgulloso su medalla de campeonato. Después Sanosuke, al tiempo que le daba el beso de bienvenida, aventó a su hijo en brazos para salvarla del parloteo del niño. Su hermanastro Aoshi la saludo a continuación, también pregunto por el pelirrojo, pero la respuesta ambigua y cortada por el saludo de Megumi y Misao, le hicieron fruncir el cejo. Su padrastro, Shishio, le saludo dando un grito desde la cocina, pues otra de las tradiciones era que los varones cocinaran en noche vieja. Por lo que Sanosuke y Aoshi debieron correr al segundo grito que los requería con urgencia inmediata. El pavo corría peligro.

Souzo continúo un poco más junto a las mujeres, pero al rato también se relegó a la cocina, pues como macho que era, los puntos de interés en la conversación de las mujeres de la casa no coincidían con las suyas. En la cocina se respiraba más testosterona.

Kaoru aquí si que no pudo evitar la duda más grande que había asaltado a todos en esa casa apenas la vieron cruzar la puerta.¿Dónde está Kenshin?. Sin dar mucho detalle, puntualizó que habían terminado hace cuatro días, por razones que prefería guardar y que urgía fueran respetadas. Las tres mujeres se miraron entre si con quisquillosidad hacia la cuarta, pero prefirieron desviar el tema al ver el manto de tristeza que se plantó en la cara de Kaoru.

El resto de la velada paso sin grandes complicaciones, aunque el ambiente se sentía un poco denso e incómodo. Denso, por el aura de pesadumbre y oscuridad que parecía rodear a Kaoru e incómodo, por que los demás comensales no sabían como abordarla ni como hablarle, pues respondía solo con monosílabos, cuando lograba prestar atención a algo. Además las mujeres habían puesto al tanto del rompimiento de Kaoru con Kenshin a sus respectivos esposos. Así que añádasele, que todos se empeñaron en evitar cualquier tema que tuviera un trasfondo amoroso o romántico. Si ni siquiera trataban de mostrarse muy melosos, para no dañar los ánimos de la susodicha.

Souzo, que por ser solo un niño, y por ende se le puede perdonar cualquier salida inocente y avalada por la curiosidad natural que tiene un niño a los 6 años, fue el que provocó atragantamiento general en la mesa.

- Qué te hizo Kenshin, tía? – bendita pregunta que logró que el vino se escurriera por la nariz de Sanosuke y que a Aoshi se le escapara un grano de maíz a medio masticar. De los demás, no fue menos notoria su reacción: después de controlar la tos, clavarle la mirada a la aludida.

Ésta estaba pálida, con los ojos abiertos a más no poder y con las cejas contraídas hacia el techo. Souzo mientras sorbía su bebida, a la espera de la respuesta, al tiempo que columpiaba sus piernas en la silla. Inocencia total.

- No me hizo nada – respondió finalmente al cabo de unos segundos, pero en un tono apagado, escondiendo la mirada de todos.

- Segura?... porque volviste a ser la misma de antes… - Kaoru le hincó una mirada sorprendida al niño – cuando estabas con Kenshin te vestías mas bonita, ahora de nuevo usas tu "abrigo de ballena" – puntualizó el niño respecto al famoso abrigo (y apodado así por él) que ella comprara usado y que le quedaba como tres tallas mas grandes, aquel que defendía con garras y colmillos de su madre, hermana y cuñada que solo deseaban quemarlo. Kaoru solo sonrió, al tiempo que le acariciaba la mejilla y le aclaraba que ese abrigo le era muy cómodo y abrigado, por eso lo había vuelto a usar. Sin embargo, la preocupación entre los adultos de la mesa aumentó al verla pedir permiso urgentemente y salir por la puerta principal, minutos después.

Llevaba un buen rato caminando sin rumbo fijo, con el celular apagado y las manos escondidas en los bolsillos de su "abrigo ballena", era la única persona que deambulaba en las cercanías del parque central. Se dejó llevar hasta una banca, frente a una fuente que no arrojaba agua y allí se desplomo. Se acurrucó, pero aun así echo la cabeza hacia atrás. La noche era hermosa y las estrellas tintineaban claras en el cielo. Suspiró. Cuántas veces había suspirado en el transcurso de esos días, le pareció que ya había agotado la cuota de su existencia, uno más, y le debería a Dios.

Todos estos días había evadido a Kenshin. No le respondía a las llamadas, en la oficina tenia expresamente demandado que no le pasaran llamadas de él y si es que llegaba a aparecer, como lo hizo muchas veces, debía avisársele con urgencia para poder escabullirse hasta que se aburriera de esperarla y se fuera, cosa que demandaba muchas horas. Había que reconocerle que tenia tesón, ya había cambiado tres veces de cinta en su contestadota automática en solo cuatro días. Pero no podía negar, que el escuchar su voz cada noche, le producía los mismos cosquilleos como si lo tuviera al frente.

Es que ese pelirrojo, con su forma osada y particular de vivir, le había removido el piso y su existencia. En una semana había logrado derrocar todo ideal respecto a una relación, esa semana había sido, gracias a él, mágica. Pero ella era una mujer de carácter, y que otrora de Kenshin, no daba su brazo a torcer, tenia orgullo y sí, era terca, pero prefería eso que ser tildada de blanda y de no tener convicción. Si ella dictaminó que no quería verle, así debía ser hasta el fin de sus días.

- Hasta el fin de mis días sola – suspiro una vez mas.

- Cada quien hace su vida a su manera – le dijo una voz cerca de ella. Kaoru saltó de su asiento y fue a dar al piso. Sentado allí, a un lado de donde ella estuviera, la miraba Santa Claus entre sorprendido y divertido.

- Qué haces aquí?

- Me enteré por ahí, que el servicio prestado por mi empresa no fue de todo tu gusto.

- Qué cosa?! – exclamo entre enojada y confundida.

- Que no te gusto tu regalo – rodó los ojos como diciendo "acaso no es lógico lo que dije" y le tendió la mano para ayudarla a pararse. Una vez Kaoru se sacudió sus ropas, el anciano palmeó en la banca a su lado, claramente invitándola a sentarse.

- Ustedes dos están locos – dictaminó ella, sentándose pesadamente en la banca de brazos cruzados.

- Quiénes? – la mirada oblicua de Kaoru le hizo sudar la gota gorda.

- Ouch! Muchacha! Si las miradas mataran, yo ya estaría diez metros bajo tierra. jojojojojojojojojojojojojojo!

- Pues a mi no me hace la gracia.

- A mi si, y mas que nada por descubrir que no sabes hacer limonada.

- Yo me voy de aquí!!! – qué diablos tenia que ver la limonada con todo el embrollo que estaba viviendo. El jalón del viejo la irrumpió en su intención de largarse de ahí.

- Acaso nunca has escuchado "si la vida te da limones, has limonada"

- Y qué tiene que ver?…

- Qué acaso no puedes aceptar las cosas como son?

- Qué usted y Kenshin me han engañado? Pues sí, lo acepto, ustedes dos son una mierda.

- Ouch! Muchacha! No te sulfures y palabrotas tampoco, si no el otro año te llegará un pedazo de carbón.

- Pues el carbón métaselo por donde le plazca. ADIOS!

- SIENTATE! – grito el anciano a su vez. La muchacha como llevada por una fuerza superior, se sentó – ahora mírame! – la cabeza y vista de Kaoru se clavaron en el rostro grave del anciano.

- Cómo lo hizo? – logro decir finalmente luego de varios balbuceos.

- Soy Santa, qué te sorprende? – respondió alzando los hombros, como si el dominar a otro fuera la cosa más natural del mundo - ahora al punto… tú solicitaste un novio para esta navidad, bien… nuestra empresa te lo dio… pero al cabo de una semana rompiste con él por descubrir que era un humano… estoy en lo cierto?

Kaoru solo afirmo con la cabeza, pues sus labios no pudieron moverse por más que trato.

- Que bueno que sabes escuchar como una niña obediente – señalo el viejo con un deje de ironía – ahora bien, respóndeme… ¿Qué te duele?

- El que Kenshin me haya mentido – dijo de forma automática, cosa que la sorprendió, incluso se llevó las manos a la boca.

- Realmente te creíste el cuento de que el era un novio de Navidad, dado por mi?

- Nunca – soltó otra vez por inercia.

- Ajah! Entonces no tienes nada que reprocharle! – le señalo con el dedo de forma acusadora.

- Claro que si, irrumpió en mi vida, diciendo que era mi regalo de navidad que YO ingenuamente y también ESTÚPIDAMENTE te pedí en el centro comercial

- Pero eso ya lo teníamos claro…

- ¡¿Cómo que "CLARO"?! – una vena asomo en la frente de Kaoru que ya había derramado el vaso de la poca paciencia que se gastaba - EN UNA SEMANA LOGRÓ QUE LO AMARA Y TODO POR UNA MENTIRA… – se taponeó la boca para interrumpir su explosión, al darse cuenta del alcance de sus palabras.

El silencio pesado se asentó sobre la escena, incluso una brisa gélida paso fugaz. Si quieren darle más dramatismo, imagínense una rosa del desierto pasando como que no quiere la cosa. Kaoru parecía una estatua de hielo, mientras Santa la miraba boquiabierto, hasta que…

- TE CACHÉ! – grito el anciano acusándola con el dedo – te enamoraste y a pesar de todo ya lo perdonaste porque lo amas, pero tu terca cabeza no deja que el corazón mande. Eso es lo que te duele, darte cuenta que te enamoraste.

- Me haces decir cosas que no son verdad!!! – trato de defenderse – me tenias dominada.

- No, no, no, no… y no! Usted lo dijo solita, yo ya no te tenía dominada! Jojojojojo!

- Maldito viej…

- Ya dije que palabrotas no!

- Como sea!... me voy! – y con actitud dramáticamente molesta y ofendida, giró sobre sus talones y se alejo a paso apresurado, y aunque su yo interno apelaba a que no volteara ni escuchara ni una de las palabras de ese majareta anciano, los dedos se le encresparon y la mandíbula se le tenso al punto de rechinar sus dientes cuando por sobre el silencio de la noche oye: LO AMAS, DE ESO NO HAY DUDA!

Y como broche de oro, las campanadas de las doces irrumpen en la quietud de la ciudad, para segundos después apreciar como el cielo se ilumina con destellantes e impresionantes fuegos artificiales. El año nuevo había llegado.

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No había recordado desconectar el despertador para ese día. Por lo que ya a las seis de la mañana del primer día del año, que según sé es feriado en todo el mundo, no dejó títere sin cabeza por las múltiples y variadas maldiciones que lanzó. Era de estas típicas personas que una vez despiertas no podían volver a dormir y para peor no aguantaba mucho rato estando acostada. Por lo que se levantó sin ganas y se fue al sillón de su sala, con el pijama puesto, sus cómodas pantuflas de perro, anudándose el pelo con un lápiz al no hallar su traba y con el notebook bajo el brazo. Ya sea para leer las noticias en algunos periódicos virtuales o bien, revisar sus cuentas de mail. Aburrida, a la media hora se fue a la cocina, para prepararse una mazamorra de cereales en un bol, donde habitualmente preparaba las ensaladas, o sea que la gula era mucha, semejante aperitivo matutino mas parecía para un elefante que para una mujer de cincuenta y algo kilos de peso.

Lo miró conforme y con cara de hastiada una vez le echó la leche - Total – se dijo a si misma – ya no tengo a nadie para dármelas de vanidosa.

Ese comentario autocompasivo y conformista, detonó el recuerdo de la conversación que tuvo con Santa la noche anterior.

- Amarlo? ja! – rió con sarcasmo – después de lo que me hicieron, no merece que ame a Kenshin! – ni ella misma se creía lo que afirmaba.

Como un plomo se dejó caer en el sillón. Frente a ella quedó la contestadota. - Cada día deja menos mensajes – sacudió la cabeza para espantar ese pensamiento, pues no deseaba mostrar algo de preocupación por él.

Tragó unas dos cucharadas más de cereal, antes de volver su vista hacia la mesa ratona. El teléfono también estaba allí. Alargó su mano hacia el, pero como si le aplicaran corriente eléctrica lo retiro rápidamente.

- Cómo se te ocurre pretender llamarlo?! – se regañó en voz alta.

Pasadas otras cucharadas mas de cereal, dejó el bol en la mesa de centro y acomodándose mejor en el sillón, recogiendo sus rodillas de modo que las envolvió con sus brazos, fijó su vista en el teléfono. Lo miraba como una niña angustiada porque sabía que iba a hacer algo malo. Luego de varios minutos de mutis y observación, estiró nuevamente el brazo hacia el aparato y cuando sus dedos casi rozaban la carcaza negra, el timbre de la casa le provocó el susto de su vida.

Tratando de calmar su corazón, presionando con su mano el pecho e inhalando profundamente para sosegar su respiración, se dirigió a la puerta.

- Kenshin! – se le escapo con ansiedad cuando miró por el ojo mágico de ésta.

Aunque éste vestía completamente de negro, por lo tanto, se veía más pálido de lo habitual y acentuando todo el conjunto con unas gafas negras de aviador, su desenfrenado cabello rojo lo hacían inconfundible. Inconfundible por lo menos para ella.

¿Qué hago? Se preguntaba mientras veía como Kenshin una y otra vez llamaba a la puerta. Se mordía el labio inferior inconscientemente, su cabeza terca y orgullosa batallaba contra su corazón enamorado y anhelante.

De repente, centró toda su atención en los extraños movimientos de Kenshin al otro lado de la puerta. Lo vio sacar su móvil, marcar un número con algo de agitación y apenas dio el clic final, su propio teléfono de casa comenzó a sonar.

Tres toques fueron necesarios para que se activara la contestadota automática.

"No estoy en casa – oyó su propia voz, algo distorsionada por la máquina, retumbar en el silencio del lugar – deja tu mensaje después de la señal… si quieres – se hizo una nota mental de cambiar su discurso seco por algo más acogedor y cordial.

"¡Pip!"´-Dejó a la maquina seguir, quería saber que era lo que él diría esta vez.

Inmediatamente se escucho la profunda y algo tensa voz de Kenshin – "Sé que estas ahí, Kaorurápidamente ella se volvió a mirarlo por el ojo mágico, el pelirrojo desde el otro lado miraba fijamente la puerta, con cara indescifrable pero con una mirada de tal intensidad, que Kaoru sintió que la madera que los separaba se volvía transparente – incluso sé que estas apoyada en la puerta viéndome por el ojo mágicoKenshin sonrió a medias cuando sintió un gritito de sorpresa venir desde adentropero lamentablemente sé que no quieres verme ni hablarme, pero deseo que por lo menos aceptes el regalo que te dejaré aquí… yo me retiro… esta es la despedida… adiós".sacó una pequeña caja desde su espalda, por debajo del abrigo y lo depositó en el limpia pies, y a paso lento se fue del campo visual de la mujer.

Kaoru abrumada afirmó su frente en la madera. Incluso dio un golpe seco a puño cerrado contra la puerta. Cerró los ojos por unos instantes, respirando pesadamente, su subconsciente la atacaba con pensamientos de culpabilidad. Estaba dejándolo ir sin hacer nada. Un instante después apretó su mano en la perilla de la puerta, como queriendo reunir todo el valor que necesitaba.

Solo fueron segundos, pero al abrir la puerta Kenshin ya no estaba, recogió la caja envuelta en papel de dorado decorada por un moño rojo. Le dedico una mirada de fascinación y alegría extrema. Corrió hasta el ascensor, observo con alarma que ya estaba en el piso tres y al parecer estaba detenido, por suerte para ella vivía en el piso cuatro, y si se daba prisa por las escaleras le daría alcance antes de que saliera a la calle. Las pantuflas quedaron regadas en el pasillo.

Corrió escalera abajo como nunca lo había echo (teniendo ascensor quién lo haría?), saltando hasta cuatro peldaños cuando veía próximo el descanso entre piso y piso. Llegó al lobby del edificio cuando el ascensor ya cerraba sus puertas y comenzaba a subir nuevamente.

- Señorita Kamiya… está bien? – se acerco rápidamente a preguntarle el conserje del edificio, alarmado de verla aparecer como el demonio de Tasmania, con la cara más roja que un tomate y tan agitada como si estuviera en pleno parto.

- El pelirrojo, por dónde se fue?! – sin delicadeza alguna y obviando la pregunta que le dirijiera, lo tomó de la solapa y lo zamarreó hasta que éste entre balbuceos y chillidos le indico la puerta.

No hubo necesidad de más.

Ya en la calle, miró de cabo a cabo hasta hallarlo unos metros mas allá, caminado relajadamente y algo cabizbajo, hacia el sur.

- Kenshin!!! – le grito al tiempo que reiniciaba la carrera. Debió gritar unas tres veces más antes de que el pelirrojo se percatara y diera la vuelta hacia ella. El encontronazo los llevo al suelo, Kaoru sobre Kenshin.

- Ka… Kao… Kaoru?! – Kenshin la miraba perplejo.

- Kenshin! – decía ella con los ojos rebosantes de alegría.

- Pero… yo… yo creí que…

- Shuuu! – le cayó apretándole los labios con sus dedos, el pelirrojo parecía un patito confundido – tendrás que hacer mucho merito para que te perdone – le soltó de forma graciosa, descolocando aun más al pelirrojo. Tal cara habrá puesto el susodicho que Kaoru sin aguantarse las ganas rió estereofonicamente, por suerte era nulas las personas que circulaban por la calle. Recuerden que es uno de enero y menos de las ocho de la mañana, así que no es solo una mera coincidencia, que favorece la trama de este fics. Ok?

- Lo siento, Kaoru… no quise engañarte… - dijo Kenshin con ansia, una vez la mujer se calmo del ataque de risa y se hubieron parado.

- Eso no lo sé – Kenshin bajo la vista apesadumbrado por el comentario de la mujer, era obvio que después de lo sucedido, la desconfianza reinara entre ellos - pero quiero averiguarlo… y tengo toda la vida para ello.

- Kaoru!

- Nadie es perfecto Kenshin y menos yo para juzgarte, por ende, mereces una segunda oportunidad para enmendar tu error – enlazo su mano con la de él, gesto que lo conmovió y le removió todo su ser - Ya te perdone, pero mi corazón tardara en sanar y tal vez nunca lo haga, pero prefiero esto a que estar toda la vida preguntándome cómo hubiera sido todo si no te hubiera dejado ir… espero que me tengas paciencia…

- Cómo me puedes pedir tan poco? – dijo con admiración el pelirrojo – es tan poco lo que me pides en comparación a mi falta… eres maravillosa – y sin más la beso.

Desenfrenado, apasionado y desbordante de amor. Ahogante y delirante, sin tregua por el dominio. Las manos de ella se enlazaron en su cuello, pero luego se perdieron por ese pelo rojo y suave. En cambio las manos de Kenshin, disfrutaban de la suavidad de la piel bajo el top del pijama. Sin embargo, el beso duro hasta que fue interrumpido por un estornudo de la pelinegra.

Kenshin rió con ganas y Kaoru otro tanto, pero avergonzada, al darse cuenta que estaba descalza en medio de la calle. Inmediatamente, la cubrió con su abrigo y le cargó en brazos hasta su departamento, donde disfrutaron de muchas formas ingeniosas los bombones que traía la caja envuelta en papel dorado, adornado por un moño rojo.

Fin

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Notas de autora:

Deberé confesar que no tenía ninguna intención de actualizar algunos de mis fics barados, hasta pasado una buena cantidad de meses. Pero al ver cercano el cumpleaños de mi querida y personal amiga Ghia Hikari, se me prendió al ampolleta de por qué no regalarle el capitulo final. Después de todo está a una distancia muy considerable geográficamente y económicamente como para darle un regalo envuelto en papel y con moño. Aunque de todas maneras cuando venga en Enero, le haremos llegar su dibujo. Jejejejejejejeje!

No sé como habrá quedado el capitulo a su parecer queridos lectores y lectoras, pero por lo menos yo me divertí mucho escribiéndolo, recordé los viejos tiempos en que mi producción, mi tiempo e imaginación eran directamente proporcional. Una vez se aprende a andar en bicicleta, nunca se olvida.

Un beso a todas y todos los que se dieron el tiempo, ya sea para, seguir esta historia o leer algún capitulo o dejar un review. Se les agradece de corazón.

Espero verles prontamente con otro capitulo en alguna otra historia, sé y lamento las deudas que tengo pendiente, pero no olvidadas, ténganlo por seguro.

Se despide de todas, menos de una.

Arcasdrea ©