Todo lo que deseas
por Karoru Metallium
Disclaimer: Shaman King y sus personajes pertenecen a Hiroyuki Takei -lucky cruel bastard-, yo sólo los uso para divertirme y sin fines de lucro. Las situaciones presentadas en este fic que no pertenezcan a los ya mencionados, son propiedad intelectual de "Karoru Metallium". Si no respetas eso -es decir, si te copias aunque sea un pedazo, sucio plagiario de porquería-, serás pateado. Tampoco vale publicarlo en algún lado sin mi consentimiento...
Advertencia: Este fic es la secuela del mega largo El Ganador se lo lleva todo; se sitúa más o menos cuatro años después del final de aquél, por lo cual recomiendo su lectura antes de éste. Es obviamente un AU con todas las de la ley -así que por favor, no quejas, no flamas, no correcciones- , y encontrarán que es algo distinto al anterior, aunque el estilo "novelita de las 3" se mantiene, a diferencia de mis otros fics xD. Es lógico que los sientan OOC, considerando que las edades de los personajes van desde los 20 a los 24 en este caso, y tomando en cuenta la historia anterior. Lyserg/Pilika, Yoh/Anna, Len/Horo/Len -sí, hay YAOI aquí, ojo que estoy avisando- y otras tantas variadas. Si no les gustan esas parejas, no lean... y no se gasten flameando, sería muy estúpido de su parte.
Capítulo I
Las tribulaciones de una chica llamada Pilika
Todos los días, muy temprano en la mañana, la más joven de los huéspedes de la casa Asakura llevaba a cabo la misma rutina: levantarse, asearse y ayudar a hacer el desayuno de todos antes de irse a la universidad.
Este día en particular pintaba bien. No había empezado con alguno de los desgraciadamente famosos "cantos mañaneros" de Ryu... ese particular habitante de la casa estaba fuera en uno de sus misteriosos viajes; al igual que Horo, quien se encontraba en Hokkaido cumpliendo con sus deberes tribales. Así que la cocina quedaba en manos de Tamao, quien ya estaba atareada disponiendo los ingredientes que iba a utilizar; Anna sólo preparaba el desayuno cuando era necesario, puesto que las duras tareas de vestir y alimentar a su retoño absorbían buena parte de su tiempo en las mañanas.
Mientras preparaba el café al que se habían hecho adictos casi todos los habitantes de la casa, Pilika observó con el rabillo del ojo a la pelirosada, notándola algo mustia. Eso no era habitual en ella.
A primera vista Tamao parecía no haber cambiado mucho, salvo por el hecho de que su figura había ganado bastante en el departamento de curvas y ahora llevaba el cabello rosa más largo y atado en un práctico moño. Los cambios más notables en ella habían ocurrido a nivel de personalidad: su propensión al lloriqueo y a los ataques de pánico, así como su eterno aire de mujer sufrida, se habían temperado un poco. Ahora era más asertiva, se atrevía -si bien tímidamente- a expresar sus opiniones, se sonrojaba menos y en general parecía muy madura para su edad.
Parecía destinada a llenar el papel de devota esposa y ama de casa, particularmente desde que se había anunciado su compromiso con Manta Oyamada. Sólo por eso, resultaba muy extraño verla tan apagada... y como Pilika no era armario de nadie y no había nacido para callarse lo que fuera que le inquietaba - con sus honrosas excepciones, claro - se decidió por el enfoque directo.
Bueno, más bien brutal...
"¿Te pasa algo, Tamao? Porque tienes una cara de funeral que no se te aguanta..."
La aludida se sobresaltó al punto de que casi se rebana un dedo con el cuchillo que estaba usando para destrozar los vegetales.
"No me pasa nada." - respondió con aplomo, después de unos segundos de vacilación.
"No te creo, pero ya que no quieres contarme no te voy a presionar. Allá tú." - repuso Pilika sin calor.
La cocina volvió a quedar silenciosa mientras que la ainu, sintiéndose algo ofendida, batía una mezcla de harina y huevos con más fuerza de la necesaria. Sabía que se había ganado en buena lid la fama de tener una gran bocota, y que precisamente por eso la gente a su alrededor evitaba decirle ciertas cosas; pero no era como si ella no pudiera guardar un secreto, leñe! Sabía el gran secreto de Ryu - y algunos de los secretos de otros amigos de la casa - desde hacía años y no había dicho nada a un alma, ni siquiera a Anna que era la persona en la que más confiaba.
Le molestaba que Tamao de pronto pareciera no tenerle confianza, porque aunque no eran amigazas del alma se llevaban bastante bien...
El sonido de un golpe en la escalera les indicó que Anna ya bajaba, y la chica del pelo rosa salió de la cocina portando una bandeja con desayuno para tres personas como mínimo, incluyendo el cereal del pequeño tirano de la casa. Pilika terminó de voltear las tortitas de harina en la plancha cuando quedaron bien doradas, y considerando que su trabajo ya estaba terminado llenó un plato y se dirigió hacia el comedor.
La imagen que la recibió al entrar era la mar de prosaica y doméstica: una Anna Asakura muy compuesta, con la larga cabellera rubia recogida en una coleta y un delantal de plástico transparente sobre su vestido negro, trataba inútilmente de atrapar a su hijo para darle el desayuno.
El pequeño Hana, que desde su nacimiento manejaba a todos con el meñique - a pesar de la disciplina que Anna le imponía -, era la viva imagen de su padre... salvo por el color claro de su cabello y la inagotable energía de la que hacía gala. Hablando de padres, éste estaba sentado frente a su plato de desayuno tratando de ocultar su diversión ante el cuadro que hacía su mujer persiguiendo al pequeño; pero era muy mal actor y por eso la rubia, al pasar junto a él, se detuvo sólo para acuñarle un formidable coscorrón.
"¡Ay! Anna!" - se quejó, lastimero.
"¿Porqué en lugar de reírte no haces algo de provecho y me ayudas, mastuerzo?"
Ambos se dieron cuenta de la presencia de la peliazul en ese preciso momento; Anna le dio los buenos días de una manera algo vaga, lanzándose otra vez a perseguir al niño. Yoh le dio la bienvenida con una sonrisa y una chispa de agradecimiento en sus cálidos ojos oscuros.
"Buenos días, Pilika."
"Buenos días, Yoh. Anna. ¡Hana! Que me tumbas!" - casi pierde el equilibrio y se va al suelo con todo y plato cuando el chico pasó correteando junto a ella, huyendo de su madre y sin parar de reírse. Pero la hilaridad no le duró mucho: Anna logró atraparlo al fin y tras hacer que se calmara comenzó a alimentarlo con regular éxito.
La joven ainu se sentó y el resto del desayuno transcurrió sin incidentes hasta que...
"¡Tío Manta!"
Una venita apareció en la sien de Anna, que recién acababa de soltar a Hana después de hacerle comer lo que consideró suficiente. El niño, como era previsible, se había precipitado hacia el recién llegado y casi lo hizo caer al agarrarse de una de sus piernas.
"¡Hana! Compórtate!" - bramó la rubia.
Pilika se puso de pie y agarró al chiquillo, arrancándolo materialmente de las piernas del joven, a quien luego saludó cariñosamente. El enano era dueño de un corazón gigantesco y su generosidad llegaba a extremos desorbitantes; el comportamiento del niño se debía a que no se cansaba de llenarlo de regalos y malcriarle en general. Ella y Anna no se cansaban de repetirle que si seguía así lo iba a echar a perder por completo, pero Manta sólo sonreía y apuntaba que aún era muy pequeño y ya tendría tiempo de aprender que no era posible tener todo lo que deseara.
Suspiró al mirar su relojito de pulsera; tenía que irse ya, si no quería terminar apurada y con el tiempo justo. Así que depositó a Hana en el regazo de su madre, recogió y lavó su plato vacío y subió a buscar sus cosas.
Minutos después - luego de despedirse de todos - partía de la casa en su bicicleta azul, obsequio que le había hecho Manta en los primeros meses de su estancia en la ciudad.
La carretera era segura, pero Pilika sólo la seguía por un tramo muy corto, hasta que abandonaba el barrio en el que vivían los Asakura; entonces tomaba un pequeño camino rústico que serpenteaba por un bosquecillo hasta llegar a otra zona de la ciudad, y que constituía un excelente atajo.
Al menos eso pensaba ella, habida cuenta de que se ahorraba más de quince minutos de camino atravesándolo.
Además, era muy agradable admirar las grandes mansiones pintadas en tonos pastel a través de los frondosos árboles sembrados en el cuidado césped, mientras respiraba el aire limpio y frío de la mañana y disfrutaba de la soledad. A esas horas sólo veía de cuando en cuando algún empleado en la distancia cortando el césped o podando los setos; ese día en particular no había nadie a la vista, así que disminuyó el ritmo de su pedaleo. Había salido más temprano que de costumbre y no tenía prisa.
Dejó vagar sus pensamientos. Lo que más le preocupaba en los últimos días no eran los exámenes que se le venían encima, ni el jefe intragable que le había tocado en suerte en el lugar en el que estaba haciendo sus pasantías. Le preocupaba - ridícula, cursi, insoportable niñita, pensó con rabia - el hecho de que Lyserg Diethel, quien solía enviarle un mail o una carta al menos una vez cada mes y medio, se había pasado casi tres meses sin darle señales de vida.
No le preocupaba que le hubiera pasado algo, porque sabía que no era así; el joven solía aparecer de cuando en cuando en las versiones electrónicas de diarios ingleses y franceses, puesto que formaba parte de la firma de abogados más famosa del Reino Unido, especializada en derecho mercantil internacional. Su rostro hermoso y melancólico también era el blanco favorito de los tabloides, que lo declaraban uno de los solteros más codiciados y se daban banquetazo especulando sobre su vida privada.
Esos artículos hacían que Pilika botara piedra, literal y metafóricamente hablando. Tenían casi tres años carteándose, y en todo ese tiempo Lyserg jamás le había hablado de su vida amorosa, si es que la tenía: le contaba lo que hacía, adónde viajaba, detalles de sus casos, e incluso le enviaba algún souvenir; pero nada de jugosos detalles privados. Ella, comprendiendo que quizás no quería hablar de eso - aunque igual le dolía esa reserva - tampoco se los había pedido... pero ahora, que estaba teniendo el tupé de dejarla incomunicada durante meses, no podía evitar preguntarse si estaría pasando por algún descalabro sentimental...
No era probable, porque de ser así, la noticia hubiera sido publicada en alguno de los tabloides que especulaban cada vez que Lyserg era visto en público con alguien; el inglés era tan conocido por aquellos lares - y la prensa de allá era tan agresiva - que no podía moverse sin tener alguna cámara pegada al trasero. Debía cuidarse muchísimo para no dar un paso en falso, porque fuera lo que fuera que hiciera terminaría siendo del dominio público en cuestión de horas.
Sin embargo... existía el caso del "fantasma de Montecarlo", título cortesía de Tamao Tamamura...
Se trataba de unas fotos tomadas en un restaurante de esa ciudad en dos fechas distintas, que mostraban claramente a Lyserg muy amigable - todo lo amigable que podía ser en público alguien tan reservado - con una rubia cuyo rostro, lamentablemente, no alcanzaba a verse bien en ninguna de las tomas. Los tabloides habían hecho un festín: célebre abogado en la romántica capital de los casinos de la Costa Azul, en la que nunca antes había sido visto, cenando con una rubia desconocida. Eso fue ocho meses atrás, y cuando le enseñó a la pelirosada las fotos que circulaban por internet, ésta se empeñó en ponerle nombre al asunto basándose en una de sus novelas rosas favoritas; se le había antojado la mar de romántico, por la ciudad y el escotado vestido de la mujer, que parecía gris en las tomas desenfocadas.
A Pilika el asunto no le había hecho nada de gracia, y había echado humo por las orejas tratando de figurarse quién era la rubia desconocida, imaginando mil y una historias, cada una más descabellada que la anterior; pero ni por un instante había pensado en preguntarle al mismo Lyserg en uno de sus mails. Eso hubiera sido como violar el respeto que el inglés siempre le había mostrado, tratar de inmiscuirse en su vida privada sólo para satisfacer su curiosidad malsana.
Pero no, no era una simple curiosidad lo que la hacía querer, necesitar saber... muy dentro de su corazón se agitaba la convicción de que mientras Lyserg Diethel siguiera soltero y sin compromiso a la vista, ella aún tendría una oportunidad. Mínima, pero oportunidad al fin. Era una idiota por seguir alimentando esperanzas vanas, pero en fin...
La ainu suspiró. Anna le había advertido que no se ilusionara desde el momento, años atrás, en el que se dio cuenta de su atracción hacia el joven inglés; pero de poco o nada habían servido sus consejos. El sentimiento había crecido con ella mientras pasaba de la adolescencia a la madurez, y aunque ya no mostraba los típicos rasgos de "me muero por él", "escribo su nombre en mis libretas con tintas de colores", y demás idioteces por el estilo, seguía siendo firme.
Y no había nada que hacer. No lo había cuando tenía diecisiete años, y tampoco ahora.
Suspiró de nuevo y procuró concentrarse en el camino que transitaba, porque aunque ya se lo sabía de memoria siempre quedaba la posibilidad de tropezar y reventarse una pierna, un brazo o la cara.
Pero esa mañana le deparaba una sorpresa, en la forma de algo inusual que se divisaba sobre el bien cuidado y extenso césped frente a los muros de una de las mansiones más grandes. Ella sonreía mientras se iba acercando, porque esa casa siempre tenía ese efecto en ella: a sus ojos era como un gigantesco pastel de bodas, pintada toda en rosa pálido y con demasiadas molduras blancas que parecían hechas de merengue.
De más cerca parecía como si alguien hubiera dejado tirado un montón de ropas viejas bajo uno de los árboles más frondosos, aquél cuyas ramas más bajas casi rozaban el césped.
En la mente de la peliazul, que ahora había detenido del todo su bicicleta, la curiosidad y el instinto de conservación luchaban a brazo partido. Yoh, a pesar de su aparente confianza en el mundo, estaba harto de pedirle que se cuidara y refrenara su curiosidad; Anna, como siempre más directa, le había prohibido -porque ésa era la palabra precisa- desviarse del camino seguro y meterse en los asuntos ajenos, dado que carecía de poderes espirituales que pudieran servirle de protección.
No querían que le ocurriera nada malo, y a pesar de ser apenas un par de años mayores que ella, Pilika consideraba a los Asakura parientes muy cercanos; después de todo cuidaban de ella, vivía en su casa, y era un miembro más de la familia desde hacía más de tres años. Por eso casi siempre les hacía caso. Con gran énfasis en el "casi"...
Pilika era como era y eso no tenía vuelta de hoja. La curiosidad ganó.
Con paso decidido, la joven ainu se apeó de la bicicleta y avanzó hacia el árbol en cuestión, sin dejar de echar amplias y cautelosas miradas en derredor para asegurarse de que nadie la observaba. Inclinándose un poco, apartó las ramas más bajas para encontrarse justo junto al tronco del árbol... y se quedó inmóvil.
No gritó, pero contuvo el aliento con tanta violencia que el pecho comenzó a dolerle, y sus manos pequeñas aferraron las cintas que aseguraban el bolso con sus útiles a su espalda.
Lo que había tomado por un montón de ropas viejas era, en realidad, el cuerpo de una mujer. El cadáver de una mujer, para ser precisos, porque nadie podía permanecer con vida después de que su cabeza hubiera sido prácticamente destrozada a golpes. Y eso era lo que había sucedido, puesto que por encima de los hombros del cadáver sólo se veía una masa sanguinolenta.
Pilika se mordió los nudillos y un pequeño gemido escapó de su garganta; le tomó un buen par de minutos de respirar profundamente, después de haber apartado la vista del horrible espectáculo, para calmarse un poco. Entonces metió la mano en el bolsillo de sus jeans y sacó un pequeño móvil.
Sin vacilar, marcó el número de emergencias.
Después de explicar brevemente con voz algo temblorosa la situación, concluyó la conversación, se alejó un par de pasos más y procedió a vomitar el desayuno entero en el bien cuidado césped.
N.A.: Heme aquí de nuevo, con muuuucho retraso pero tenía que sacarme esto de adentro o iba a reventar. Me ha complacido bastante notar que mucha gente ha leído la historia completa después de finalizada y les ha gustado, algunos me han dicho incluso que aprendieron de ella o les ayudó en su vida personal y/o como escritores; me alegro por eso. Dudaba en publicar lo que llevo hecho (desde hace más de año y medio, the shame...), principalmente por lo distinto que es y demás hierbas; pero decidí hacerlo de una buena vez para quitarme ese peso de encima, si no les gusta simplemente lo retiro y ya. Ustedes dirán si publico el segundo cap, que está casi terminado...
A María: La referencia a "El fantasma de Montecarlo" es para ti, sra. Fiallo xDDDDDD. ¿Te acuerdas de esa Bárbara? Yo la leí cuando tenía unos trece años y todavía me acuerdo, creo que hasta hicieron una peli con ella xDDDD
Gracias a los reviewers del capi final del Ganador: Haruko-sama, Takami Megunata, Paloma Asakura, Ryo Asakura, Seinko, Serenity, Brenda-chan, Amber, Kilia, Lady Kaoru, Beu Ribé, Suisei, Tyci, Keiko Asakura, The Dark, Keiko-sk, Viosil Uab (me alegra mucho haber tenido parte en todo eso y espero que te esté yendo muy bien xD), Yu, Rally (ya no te veo, sniff...), Hidrazaina (te he echado de menos...), Annita Kyouyama, Nakuru Tsukishiro, Nuriel-writer, Silver Lady, Kena Tao, Niacriza, María, Miyako Kyohyama, Annami-punk, Annita Kyouyama de Asakura, Shymimon, Dark Sakura Princess, Sammy Asakura, Niky-chan, Maty, Rei Yuizaki, Pilikita y Kororito, RoxieMM (ahora Molly/Mich. Personalidades múltiples XD), Moonchant, Hermione Potter Adams, Escila, Sumire-chan, Maldrake, Anna Asakura, Tsukayama, Lady Grayson (supongo que al final la pusiste, aunque nunca pude ver tu perfil XD), HaoStar (ya sé que he tardado mucho, qué vergüenza...),Yohanna3, Isabel, YunaTao, Elanta, Sahury, EsmeLi, Elian, Azu, Kakiyu-chan, Rama-chan, LiverGirl, Chik, Akari Sakurazuka, Lilychan40, Ninakkr. Gracias mil a todos por haberse lanzado ese montón de caps y haber tenido paciencia. Se les quiere!