Debía ser más de medianoche. Ginny estaba sentada, a oscuras en el jardín, entre los macizos de flores que lo adornaban para la boda.
Su pelo, iluminado por la brillante luna, parecía una leve llama entre tanto color blanco. Su cara seria o quizás tranquila, pensativa, soñadora, miraba al horizonte.
Hacía calor en la habitación, por eso Harry había bajado a tomar un vaso de agua a la cocina, quizás por eso miraba por la ventana y definitivamente por eso su corazón dejo de latir al verla rodeada de flores. Era tan bonita.
Tan perfecta, tan… simplemente tan Ginny. ¿Cómo era posible echar tanto de menos a alguien? Sobre todo cuando ese alguien está a tan sólo unos metros de distancia.
Pensaba en ello, sin moverse, casi sin respirar. Por ese motivo, aún seguía allí cuando ella se levantó y, dándose la vuelta, se dirigió hacia la casa. Una ligera brisa se decidió a soplar justo en ese momento, haciendo bailar su cabello. Con un gesto fluido y simple, ella lo colocó tras su oreja y siguió caminando, mirando al suelo, sin saber que Harry la observaba hipnotizado.
Ginny entró en la cocina. Sabía que tenía que decir algo, pero las palabras no le salían, se sentía completamente incapaz. Ella levantó la vista, sus ojos se cruzaron y tras un momento de sorpresa y duda, la máscara volvió y, con ella, su sonrisa.
- Buenas noches, ¿no puedes dormir?- preguntó educada mientras se acercaba y bebía de la botella.
Harry no la oyó, solo podía ver, como a camara lenta, el dolor que habían reflejado sus ojos al verlo y la pérdida; todo condensado en un sólo segundo antes de que la barrera volviese a alzarse.
- ¿Harry?- preguntó ella, preocupada, tomándolo del brazo con suavidad. Él se giró para mirarla, gritándose a sí mismo que no debía hacerlo, que se largase, que no fuese estupido. Que en realidad habia una buena razón para no besarla, para no abrazarla, para salir corriendo y volver al cuarto que compartía con Ron. El unico problema era que por alguna extraña razón no conseguia recordarla.
La mano pequeña y cálida de Ginny se posó en su mejilla mientras sus ojos lo miraban con preocupación.
- Me estas asustando – susurró con suavidad. O eso hubiese dicho si los labios de Harry no se hubiesen posado sobre los suyos.
Ambos sabían que debían parar, conocían las razones, pero al abrazarse de nuevo tras ese tiempo que había parecido eterno, de repente esas razones se tornaban estúpidas y cobardes.
Los dedos de Ginny se enredaban en el pelo de Harry, mientras los dedos de él acariciaban su espalda bajo la camiseta de su pijama de verano.
Pararon de pronto, ambos con las respiraciones agitadas, sonrojados en la oscuridad.
Se encontró sentada en la encimera de la cocina, con las manos alrededor de cuello del chico moreno sin terminar de explicarse muy bien cómo había acabado alli.
- Debo irme – susurro él sin soltar las manos que abrazaban con fuerza su cintura.
- Lo sé – contestó jugando con su pelo.
- Es mi obligación.
- Lo sé.
- Ojalá todo fuera diferente.
- Pero no lo es – susurró ella entrando en razón, bajando al suelo y empezando a marcharse.
- Espera – Suplicó con un hilo de voz sujetando su muñeca con suavidad.- ¿Me esperarás?
- Sabes que lo haré – contestó sin mirarlo.
- Gin – suspiró haciendo flotar una pregunta entre los dos.
- ¿Sí? – preguntó asustada la chica sin miedo, aún incapaz de mirarlo.
- ¿Me darás una razón para hacerlo?
Se volvió, mirándolo con una sonrisa llena de lágrimas mientras saltaba entre sus brazos, lo besaba y apresaba su cintura con las piernas.
- Claro. Y, por tu bien, espero que lo hagas. – respondió llorando y riendo al mismo tiempo mientras besaba al chico del que siempre estaría enamorada.