Capítulo 36
Polvo de Cuerno de Unicornio
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Si anuncias algún giro en nuestra suerte,
Si nos traes un poco de compasión…
Gracias, unicornio.
Roger Zelazny, "El Signo del Unicornio"
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La cabaña de Hagrid estaba a punto de terminar de consumirse por el fuego y la fluctuante luz producida por el incendio comenzó a menguar velozmente. Pero para Harry, el infierno apenas empezaba a desatarse en la creciente oscuridad.
Eso que Harry había sentido al momento de dar rienda suelta a su magia y permitirse estrangular con ella a Malfoy, no tenía punto de comparación a nada que hubiese experimentado antes. A nada.
Había sido placentero hasta cierto punto; reconfortante. Un regocijo tal vez parecido al que sentía cuando, en la privacidad de su alacena bajo las escaleras siendo un niño, decía una y otra vez con voz cantarina pero lo suficientemente baja: "gordo, feo, tonto" en las noches solitarias que sucedían a una golpiza de su primo. Era su secreta e inofensiva venganza.
Por lo regular Harry no era vengativo ni rencoroso. No estaba en su naturaleza, y menos cuando las afrentas habían sido contra él. Una cosa muy diferente era cuando dañaban a sus seres queridos. Justo después de la muerte de Sirius, había intentado lanzarle el Cruciatus a Bellatrix sin conseguirlo. Su rencor no bastó para desearle tanto dolor ni siquiera a su peor enemiga, la que había asesinado a su padrino.
Pero ahora y en ese momento, el corazón de Harry no pudo perdonar ni sentir compasión. Ya no más. No por Malfoy.
Bastó desearlo. Fue suficiente con querer hacer daño. Recordar aquellas heridas apenas cicatrizadas en el torso de Malfoy, ésas que él mismo le había hecho con el maldito hechizo de magia negra inventado por Snape. El Sectumsempra. Un golpe al aire con su mano y la magia arrojó al joven rubio al suelo. Se sentía tan bien, magia cosquilleando por sus nervios. Una magia diferente a la de siempre: intempestiva, emocionante… adictiva.
Abrir y cerrar los dedos y las heridas empezaron a sangrar otra vez. Una sonrisa sádica, placer en su dolor. Los gritos del chico dominando el ambiente, su sangre saliendo de nuevo, perdiéndose… vital líquido derramado cayendo por sus ropas a la fría tierra del jardín de Hogwarts. ¡Ahí tienes, bastardo! Ahora, dime. ¿De qué te sirve ser sangre limpia?. ¡Contesta!. ¿DE QUÉ?
Igual se derrama… Igual morirás.
Se quedó de pie observando su obra, olvidándose de Hermione tirada y agonizante a sus espaldas. En trance maquiavélico no se dio cuenta que Ginny lo empujaba, que le gritaba cosas que no tenían sentido, que parecía no escuchar. Él ni siquiera la miraba. Entonces, la chica pelirroja se abalanzó sobre el rubio sangrante y Harry la observó como si fuera un espectador ausente de una película de terror mientras ella abría la túnica de Malfoy e intentaba, desesperada, presionar la larga herida de su pecho con ambas manos. La sangre salía sin control.
El éxtasis embriagador que sintió al principio empezó a desvanecerse paulatinamente y fue consciente de que Ron se paraba a lado suyo. Su amigo le estaba diciendo algo y Harry lo miró. Los ojos de Ron eran de espanto, el rictus de su boca reflejaba su angustia y fue entonces cuando Harry lo comprendió.
Se había dejado dominar por magia oscura. Por el rescoldo de la esencia de Voldemort que sin proponérselo había dejado en él.
Y de la misma manera que la resaca te golpea al día siguiente de la noche de embriaguez, el sentido común y el remordimiento lo atropellaron cortándole el aliento y congelándole la sangre en las venas.
Merlín… ¿Qué es lo que he hecho?
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Pudiera ser que los ojos ya no le respondieran. Pudiera ser que sus músculos tenían ya un daño tan profundo que no la obedecieran, pero lo cierto es que lo que le estaba sucediendo no era lo que se suponía debía ser. Si la maldición Espurca Cruor hubiera continuado con su cauce normal, a esas alturas ya debería estar muerta.
Pero aunque no era así, Hermione no deseaba permitirse falsas esperanzas. Sabía muy bien que el menoscabo en su cuerpo causado por la maldición era irreversible, que no había modo conocido para detener el proceso. Sin embargo, no le cabía duda que algo lo estaba pausando, por decirlo de alguna manera. Conteniendo. Brindándole a ella un confort en medio de tanto dolor.
Porque ahora le dolía menos, sin duda. Mucho menos, ya no tenía parangón a lo que había padecido con anterioridad. Y le quedaba perfectamente claro que había sido a partir de aquel desconocido hechizo que oh-Merlín-bendito Malfoy había ejecutado sobre ella. Se había encontrado ya demasiado mal como para poner atención al sortilegio pronunciado por su compañero de colegio, pero lo salido de su varita no había sido ningún rayo verde. No había sido la maldición mortal.
Por milésimas de segundo una horrorizada Hermione había esperado que es encantamiento le produjera más dolor, pero fue todo lo contrario. Y ahora que el deterioro de su cuerpo se había interrumpido, su sentido del oído se había agudizado. De igual manera, la ausencia de dolor le permitía pensar con más claridad y se daba cuenta de que lo que estaba sucediendo a su alrededor era un caos sin igual.
Había escuchado a Harry discutir con Malfoy, y después gritos de todo el mundo. Pero sobre los demás, los de padecimiento del chico rubio. Y Hermione supo. Y Hermione sufrió. Por el dolor de Malfoy, por la angustia de todos sus amigos, porque no deseaba por ningún motivo que Harry cargara en su conciencia el peso de un asesinato por vengarla a ella.
Porque, por más que intentaba, no salía sonido alguno de su garganta, porque ansiaba decirle a Harry tantas cosas…
Él no tuvo la culpa. De hecho, mira… me ayudó a sentir menos dolor. Perdónalo, por favor, recuerda que Ginny lo quiere. Y él a ella... ¿no lo ves? Tal vez ellos al final sí podrán estar juntos. Qué bueno sería; ¿no?
Y yo quiero que seas feliz, Harry. Sé fuerte. Cumple tu cometido y siempre sé tu mismo, porque eres el ser más maravilloso del universo. Y cuando tu viaje aquí llegue a su fin, yo te estaré esperando. Te amo. Desde siempre y para la eternidad.
-¿Dijiste algo, Hermione?
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-¡Por Merlín, Draco! No. Harry, no. ¿Pero, por qué? ¿Por qué a él? Harry, por favor… te lo suplico.
La retahíla de lamentos de Ginny no tenía fin y era lo único que Harry escuchaba. La escena ante sus ojos era de una crudeza tal, que hasta Ron, con lo mucho que siempre hubiera odiado a Malfoy, parecía a punto de llorar. Conmovía. Ginny y Malfoy conmovían.
Harry se vio a él mismo en ella. Ginny sobre Malfoy, cubriéndole inútilmente la herida para que no sangrara más. Harry limpiando las lágrimas negras de la carita de Hermione. Ginny gimoteando y suplicando su ayuda. Harry preguntándose una y otra vez "¿Por qué?. ¿Qué le han hecho?. ¿Por qué a ella?"
Ron miraba alternadamente a su hermana junto a Malfoy y luego a su amigo, quien seguía congelado como estatua. Se atrevió a cuestionarle con la voz más débil que le hubiera escuchado nunca: -Harry... ¿qué demonios fue lo que le hiciste a Malfoy? –Lo miraba de arriba abajo con incredulidad. -Si ni siquiera traes tu varita…
Como despertando –o mejor dicho, como deseando despertar- de una pesadilla, Harry se giró a encarar a su pelirrojo amigo. –Mi varita, Ron –le pidió con voz ausente. Fría y hueca. Desconocida.
Ron tardó un par de segundos en entender, pero al hacerlo de inmediato convocó la varita de su compañero. Se la entregó no sin un dejo de desconfianza en los ojos, como si temiera que ahora que ya tenía con qué, le diera el tiro de gracia a Malfoy. Si la situación no hubiera sido tan desesperada, Harry de buena gana se hubiese burlado de Ron hasta el cansancio por el hecho que estuviese preocupado por la suerte de Malfoy. Y más después de enterarse que entre él y su hermana, existía un tipo de relación.
Le echó un vistazo a su querida varita. Nervioso, la paseó entre sus dedos temblorosos, de una mano a otra… pero por más que pensaba no podía recordar las palabras pronunciadas por Snape cuando se encargó de cerrar esas malignas heridas en el cuerpo de Malfoy, la ocasión que Harry se las hizo por primera vez. El pánico que sintió cuando la realidad de lo que acababa de hacer y la inminencia de convertirse en asesino fueron claro en su mente, lo había dejado sin aire. Confundido y agotado.
-¡Harry, Ron! –escuchó que Neville gritaba. -¡No perdamos más tiempo, hay que llevarlos a la enfermería!
Ron asintió frenético, dando dos pasos hacia Malfoy y Ginny. –Ustedes encárguense de Hermione, yo haré el trabajo sucio. Quítate de en medio, Ginny… -le dijo con tono mordaz a su hermana. –Voy a llevarme al hurón.
Harry se dio cuenta que Malfoy ya no se quejaba, que parecía ya haber perdido el sentido. Que Ginny murmuraba un interminable: "se muere, se muere, por favor, Harry haz algo, Ron, se muere…"
Y Harry no cesaba, a su vez, de repetirse una y otra vez. "¿Qué he hecho?"
Ron intentó levantar a Malfoy con un Mobilicorpus, pero la posición vertical empeoraba su hemorragia, así que en medio del llanto histérico de su hermana, volvió a depositarlo en el suelo. Y entonces, lo imposible sucedió. Ver para creer. Si se lo hubiesen contado a Harry, hubiera mandado a tal persona a San Mungo al creer que estaba loca.
Ron se agachó y, aprisa pero con cuidado, pasó sus brazos por debajo del cuerpo de Malfoy. Y entonces, el robusto pelirrojo se incorporó con el cuerpo laxo y sangrante de su eterno Némesis cargando.
Todos los miraron asombrados. Ron, con el gesto impasible, comenzó a caminar con el peso muerto de su odiado rival en brazos con rumbo al castillo. Sollozando y brindándole a Harry una última y dolorida mirada, Ginny lo siguió muy de cerca. Harry se sintió tan avergonzado con el ejemplo de su amigo que deseó ser él el condenado a muerte y no volver a mirar a nadie a los ojos nunca más.
Alguien le jaló la tela de la manga, sobresaltándolo. –Harry… -La suave y siempre tranquila voz de Luna llamó su atención. Derrotado, agotado e incapaz de pensar en nada más, Harry giró el cuerpo en dirección de su amiga y de donde él sabía, Hermione estaba desfallecida. –Harry -repitió Luna, -Hermione tiene algo para ti.
Harry sintió que los ojos se le abrían como platos. -¿Qué? –preguntó en un asombrado grito, sintiendo su moribunda esperanza fortalecerse. -¿Puede hablar?. ¿La has escuchado decir algo?
Torciendo su boquita en un gesto que decía "bueno, no exactamente", la chica le respondió: -La escuché, aunque no precisamente porque pueda hablar. Pero me pareciósentir sus palabras como susurros junto a mis oídos y al no entender lo que decía, le pregunté. -Hizo una breve pausa mientras estudiaba a Harry a los ojos. El muchacho la miró expectante y luego volteó hacia Hermione sin saber a ciencia cierta qué creer con todo aquello. –Y espero que no vayas a pensar que estoy loca, pero alguien dentro de mi cabeza, que por cierto tengo escuchándolo desde hace un par de horas, me dijo que le revisara el bolsillo de la túnica.
Su extraña declaración provocó que todos se petrificaran. Hasta Ginny y Ron, con Malfoy a cuestas, detuvieron su marcha abruptamente. -¿Qué quién te dijo, qué? –preguntó ansiosamente Ron.
–Pues no sé cómo se llama porque no se ha presentado por su nombre, sólo apareció y ya. Lo escucho dentro de mí desde que Ron me dio a beber aquella poción. –Se giró hacia su novio, quien cargando a Malfoy, la miraba atónito. -La dorada... ¿recuerdas, Ron?
-¿La Felix Felicis? –preguntó Harry ansioso.
-Sí, esa –contestó Luna, levantando una mano y ofreciéndole a Harry un pergamino doblado. -Esa impertinente voz me aseguró que era bueno que te entregara esto a ti –mencionó Luna como si fuera lo más natural del mundo escuchar cosas dentro de la cabeza que te dijeran cómo actuar.
Harry tomó aquel papel envejecido y lo desdobló. Como la oscuridad no le permitía apreciar nada, levantó la varita y rogando que fuera algo que sirviera para salvar al menos una de ésas vidas que se extinguían ante sus ojos y por culpa suya, murmuró: -Lumos.
Bajo la luz de su varita, Harry reconoció de inmediato aquel texto. Era la hoja de un viejo libro hace mucho tiempo leído en el despacho de la profesora McGonagall. El de los Unicornios. Con el corazón latiéndole a mil pulsaciones por minuto, leyó rápidamente en busca de una solución, porque si la voz de Felix que aparentemente Luna todavía escuchaba había creído que era de buena fortuna leer eso, tenía que ser algo que ayudara…
"… se puede obtener del animal un trozo de cuerno, el cual tiene múltiples funciones mágicas. Es de tal dureza que puede atravesar cualquier materia, es de tal pureza que al instante purifica cualquier agua envenenada o contaminada. También sirve para curar y cerrar todo tipo de heridas, al cubrir éstas con el cuerno pulverizado."
No pudo dar crédito a lo que leía. Se interrumpió ahí y lo repasó en voz alta, como para confirmar que era cierto. –Para curar y cerrar todo tipo de heridas, al cubrir éstas con el cuerno pulverizado.
-¿El cuerno pulverizado? –preguntó Ron. Había sonado tan cercano a Harry que éste se sobresaltó. Justo detrás de él y con el chico rubio en brazos, Ron se arrodilló sobre el suelo, visiblemente cansado de cargar ya con aquel peso. Colocó a Malfoy en el suelo cerca de dónde estaba la misma Hermione. -¿Se refiere al cuerno de unicornio? –dijo levantando el rostro hacia Harry y Luna.
–Cura todo tipo de heridas –dijo Harry en voz alta, asintiendo con energía y cada vez más emocionado. Si aquello era verdad, entonces no sería necesario conocer el contrahechizo del Sectumsempra para aliviar a Malfoy –Todo tipo, el libro lo dice claramente. No importa que hayan sido hechas con magia… -Iba a completar con la palabra "oscura" pero no se atrevió. Le pareció que todo lo ocurrido era ya demasiado como para también soltar la confesión ante sus amigos de que lo que había sucedido había sido un despliegue de magia de odio, de magia negra. De un Harry tan lleno de rencor.
Harry miró a Ron a los ojos, notando en ellos la preocupación por él. Por que no era que la vida de Malfoy le importara tanto, sino que sabía que sí moría, Harry sería acusado de asesinato y entonces… Harry apartó la mirada de su amigo, no soportaba la visión de sus ropas completamente rojas por la sangre de Malfoy.
Harry notó entonces la respiración cada vez más débil de Malfoy, a Ginny, arrodillada a su lado, sollozando quedamente mientras intentaba abrigarlo con su propia túnica, Neville permanecía fielmente junto a Hermione, acariciándole el pelo en un mudo gesto de consuelo. Luna frente a él, cruzada de brazos y casi con apariencia de estarse aburriendo.
-Y… -empezó Harry dirigiéndose a Luna, -¿Esa voz no te dijo nada más?. ¿De alguna manera de curar a Hermione?
Con expresión triste, la chica rubia negó con la cabeza. –No, Harry. Sólo eso.
Y eso era. El cuerno pulverizado. Así de fácil, así de increíble. Con eso podría aliviar a Malfoy y librarse del castigo que le esperaría por asesinarlo. Del remordimiento del alma por haberlo hecho a sabiendas que él no había sido el verdugo de Hermione. Pero… ¿Y ella? La miró de nuevo. En realidad, los observó a ambos, porque estando recostados el uno junto al otro, no podía dejar de hacerlo.
La respiración de Hermione era pausada y sorprendentemente su semblante estaba tranquilo. Casi parecía sólo como si durmiera. En cambio, Malfoy tenía sus aspiraciones cada vez más irregulares y el gesto contraído de dolor, además que la hemorragia, maldita sea, no parecía detenerse nunca. Moriría desangrado en cuestión de minutos, pensó Harry horrorizado.
No viendo más camino a seguir que ése y aún teniendo la opción de no hacerlo y dejar morir a Malfoy como había sido su deseo inicial, Harry elevó su varita lo más alto que pudo sobre su cabeza y en dirección al castillo. Cerró fuertemente los ojos, concentrándose en la ventana de su habitación. Respiró profundamente, intentado sacar todo rencor de su alma y llenándose de ése sentimiento que sabía, necesitaba para reutilizar su verdadera magia: el perdón.
Exhaló y con todas sus fuerzas, gritó: -¡Accio polvo de cuerno de unicornio!
Mantuvo su mano al aire, imaginándose el cristal roto de la ventana de la Torre Gryffindor, el recipiente con el plateado polvo viajando hasta él, hasta su mano, hasta sus amigos. Sin perder la calma, sintiendo los segundos pasar… Dos, tres… nada. Cerró más apretadamente los ojos, rogando. Intentando dejar fluir su magia.
-¡Ah! –escuchó que alguien gemía de asombro. No pudo evitarlo y permitió que por primera vez en horas, una sonrisa asomara a su cara. El recipiente conocido y añorado con el bendito polvo, a sus manos prestamente llegó.
Abrió los ojos apretándolo en su puño cerrado. -¡Lo tengo! -En menos de dos pasos, estuvo frente a los dos muchachos agonizantes. Dándole una muda y angustiosa mirada a Hermione y haciéndole un silencioso juramento de que también para ella buscaría una solución, se agachó frente a Malfoy al tiempo que destapaba la botellita. –Destápale la herida, Ginny.
Su amiga pelirroja estaba boquiabierta desde hacía rato. Parecía mirar a Harry, a Ron y a Luna como si todos se hubieran vuelto locos de repente y en vez de apresurarse a llevar a los dos jóvenes heridos a la enfermería estuvieran perdiendo el tiempo haciéndole caso a voces internas y leyendo hojas desprendidas de libros antiguos. Harry supo que para ella sería más difícil de creer que cuando tomas la Felix Felicis escuchas una voz que te dice qué hacerpues ella nunca lo había hecho.
Pero tal vez decidiría que no se perdía nada con probar, y después de mirar a Harry con los ojos entornados y de limpiarse las lágrimas de la cara, le masculló al tiempo que descubría el torso del sangrante Malfoy: -Más te vale que no le hagas más daño, Harry… porque si no, te juro que yo…
-Relájate, Ginny –le pidió Ron agachándose a su lado. –Te aseguro que ese Felix sabe lo que dice… no por nada Luna y yo estamos a salvo después de haber peleado entre Mortífagos y la Orden del Fénix.
Sin decir nada más, Harry le echó una última ojeada al polvo restante en el recipiente y rogando porque fuera suficiente, hizo un cálculo mental y con las manos trémulas, tomó su propia túnica y con más brusquedad de la que tal vez era necesaria, la pasó rápidamente sobre el torso cubierto de sangre del muchacho de Slytherin.
Malfoy hizo una mueca de dolor y gimió apenas audiblemente. -¡Harry, cuidado! –le gritó Ginny, furiosa. Harry los ignoró a ambos, y habiendo limpiado un poco la herida para descubrir su ubicación exacta, empezó a esparcir el plateado polvo por encima de ésta. Las preciadas partículas parecían lluvia de estrellas aún en esa oscuridad.
Y ante la mirada expectante de todos, el mágico polvo pareció ser absorbido por la piel del muchacho y unos segundos después, su herida cicatrizó con rapidez pasmosa. Harry se permitió un jadeo de asombrado alivio mientras que una llorosa Ginny se iba encima de Malfoy para abrazarlo ante la mirada furibunda de su hermano.
-Por Merlín, qué asombroso… -murmuró Neville con la mirada fija en el anteriormente tajado pecho de Malfoy.
Tímidamente, como si se sintiera indigno de tocarlo y arrepentido por haberse dejado arrastrar por el placer de vengarse, Harry estiró la mano que sostenía la varita hacia la ropa de Malfoy. –Tergeo –susurró una y otra vez, dirigiendo el hechizo para absorber líquidos también hacia Ginny y hacia Ron. Al final y ante la todavía desconfiada mirada de Ginny, la apuntó hacia la cara de Malfoy y dijo: -Episkey… es para curar su nariz –les explicó a todos con voz ahogada.
-Gracias… Harry –masculló Ginny de nuevo a punto de las lágrimas, sosteniendo a un todavía inconciente Malfoy apretadamente entre sus brazos. Pero a pesar de no haber despertado todavía, el rubio ya respiraba con regularidad y tenía mucho mejor aspecto que un momento antes.
Pero esa había sido una victoria hueca para todos, incluyendo a Ginny. Viendo al caso más urgente de los dos fuera de peligro, la mirada del desolado grupo se concentró en su amiga caída. En la chica castaña que estaba muriendo ante sus ojos sin que ninguno supiera qué hacer para evitarlo.
-¿La llevamos con Madame Pomfrey? –sugirió la apagada voz de Neville. Pero si lo dicho por Malfoy era cierto, sabían todos muy bien que no había nada que la talentosa mujer pudiera hacer para sanar a Hermione ya.
Pero Harry no podía darse por vencido, no mientras Hermione aún respirara y pareciera tener las fuerzas para luchar por su vida a pesar de su daño interno. Si ella estaba plantándole batalla a la muerte; ¿Cómo Harry no iba a apoyarla en el intento? –Por supuesto –le respondió a Neville con la energía renovada a pesar de la cara de abrumado pesimismo que habían puesto todos. –Yo la cargaré hasta allá y ustedes me cubren por si todavía hay algún Mortífago suelto… -Miró hacia Malfoy con culpabilidad antes de agregar: -Supongo que Ron todavía tendrá que llevarse a Malfoy en brazos.
Todos sus amigos asintieron aún con el gesto embargado con la derrota y, tragando saliva pesadamente, Harry se agachó sobre Hermione y procedió a envolver su laxo cuerpo entre sus brazos con muchísimo más cuidado que la vez anterior. En cambio, Ron cargó con presteza a Malfoy y entonces, él y Ginny se adelantaron con el chico Slytherin hacia el castillo, dejando a los demás atrás.
-¡Dense prisa, por favor! –fue el último grito que Ron les dio antes de perderse entre los árboles.
Al agarre de Harry, Hermione emitió un gemido desde el fondo de su garganta y cerró más apretadamente los ojos. A Harry le tembló la mandíbula de la impotencia, y sin atinar a hacer algo para aliviar su evidente dolor y sufrimiento, sólo cerró sus dedos sobre la ropa de su novia. Fuerte, estrujando la tela, sintiendo la frialdad que su cuerpo antes tibio irradiaba, observando como la vida la abandonaba sin que él pudiera hacer nada para ayudarla.
Trabajosamente se puso de pie con Hermione cargando, el movimiento brusco provocó que la cabeza de la chica cayera hacia atrás haciéndola entreabrir los labios. -… Harry…
El muchacho apenas había dado un paso hacia el castillo cuando su nombre susurrado por ella lo detuvo, petrificándolo en el sitio. La apretó contra de sí, intentándole dar un último confort, un último calor, un último consuelo… -No te preocupes Hermione, verás que todo sale bien –le mintió con voz quebrada y con la mirada clavada en su ceño arrugado por el dolor. –Malfoy nos ha dicho qué fue lo que te… -se interrumpió, la voz le temblaba sin control. –Él ya está bien, y pronto tú también… Oh, Hermione… -Completamente derrotado y a punto del desfallecimiento, Harry enterró su rostro contra el pecho de la agonizante chica, derrumbándose ante la inminencia de lo que más temía y sabiendo que había fallado estrepitosamente en cumplir la única promesa que le había hecho a ella. –Perdóname, por favor –mascullaba con voz ahogada, intentando reprimir los sollozos. –No estuve aquí para cuidarte… ¡lo siento, lo siento, lo siento tanto!
Sin poder resistirlo más, cayó de nuevo de rodillas sobre el suelo, aferrándose al último soplo de vida que quedaba en la chica, desnudando su corazón y su alma ante el sentimiento de culpa, deseando tener el poder de cambiar su vida por la suya, de poder regresar el pasado como cuando salvaron a Sirius, anhelando morirse junto con ella… porque no había manera, no la había… Jamás habría modo de que Harry pudiera encontrar otra mujer como ella.
Te amo, te amo... ¡te amo! Le repitió una y otra vez, no preocupándose ya por contener las lágrimas, sabiendo que no tenía caso llevarla a la enfermería… no iba a permitir que muriera sobre una helada e impersonal cama de la enfermería, no. Si Hermione iba a despedirse de él esa noche, entonces sería entre sus brazos, sintiendo su calor, su amor y con el bello rostro cubierto de desesperados besos…
Esperanza, Harry, que todavía respiro. Pareció decirle ella cuando una oleada de paz envolvió a Harry, cubriéndolo desde la cabeza hasta sus rodillas sobre la tierra, como agua fresca de llovizna en una tarde abochornada…
Sintiéndose inexplicablemente consolado y en cierta forma hasta feliz, Harry se dejó invadir por aquella reconfortante sensación que literalmente lo estaba penetrando, desde afuera hacia cada célula de su cuerpo de la misma forma que el cuerpo recibe el calor proveniente de una fogata o del abrazo del ser amado. Tan embargado que apenas sí se dio cuenta cuando Luna y Neville hicieron diferentes exclamaciones de asombro justo a su lado… Después de tanto terror, angustia y sufrimiento de las últimas horas, aquello era un bálsamo celestial e infinito…
-¡Harry, Harry!. ¡HARRY! –gritaba Neville cada vez más fuerte, sacándolo con enorme pesar del pequeño cielo en que se había sumergido. -¡Por Merlín, Harry!. ¡CUIDADO!
Harry abrió los ojos justo a tiempo para agacharse y evitar la estocada de… ¡Dioses!. ¿Qué es eso? Tuvo que inclinarse tanto que de nuevo el cuerpo de Hermione quedó al ras del suelo y cuando el muchacho levantó la cabeza para descubrir qué era lo que lo había atacado, se quedó deslumbrado.
Era un unicornio.
El animal refulgía luz azul, como si estuviese reflejando la luminosidad de la luna pero de manera amplificada. Sus ojos, los cuales Harry apenas se daba cuenta eran de un azul oscuro que no había visto jamás, resplandecían rabia y descontento… Dolor. La mágica criatura observó a Harry por un segundo antes de resoplar por sus fosas nasales, inclinar la cabeza con su enorme cuerno brillando amenazante y cargar de nuevo contra de los jóvenes postrados.
Un rápido vistazo a su cuerno y Harry lo supo. De la misma manera en que lo había visto en su sueño, supo por la manera roma y no filosa en que terminaba su asta, que ése era él, el unicornio que Hermione había atraído en el claro del bosque aquella lejana mañana de noviembre.
"Enamorado de la doncella, puede volverse su amigo y tener encuentros con ella si ésta los busca… Él la defenderá de otros animales e incluso de los hombres, al grado de poder maldecir a aquel que se atreva a mancillar la pureza de su dama."
Recordando esas palabras leídas en el libro, Harry se imaginó que, de alguna manera, el unicornio había acudido al llamado de auxilio que Hermione había emitido antes de sumergirse en la inconsciencia, y que, seguramente, no estaría muy contento con el desempeño de Harry.
-Si yo fuera tú, mejor me quitaba, Harry… -alcanzó a escuchar la cantarina voz de Luna que decía a sus espaldas. Harry sabía que el cuerno del animal no era un arma a despreciar… -Quiere que te alejes de Hermione.
Y apenas a tiempo, Harry dejó a la chica otra vez sobre el suelo y brincó hacia atrás, apartándose un par de metros y evitando por los pelos que el unicornio le clavara el cuerno. Y tal como Luna le había advertido, Harry se percató que la intención de la criatura no era la de atacarlo, sino de conseguir acercarse a Hermione… por un instante, el chico temió por la seguridad de su novia, pero ese temor fue prontamente desechado de su corazón: no tenía porqué tener miedo, el animal era de Hermione aunque ni ella ni el unicornio lo quisieran así. En el momento de su primer encuentro, se había creado entre ellos un vínculo eterno.
Harry sintió a su par de amigos caminar hasta él y colarse cada uno a su lado en gesto defensor, ambos con la varita en alto. -¡No! Esperen... –exclamó. –No creo que vaya a atacarnos, y menos a Hermione –explicó no muy convencido y rogando internamente por tener razón.
Y entonces fue que él, Luna y Neville fueron testigos, maravillados y horrorizados a partes iguales, de la curación de Hermione.
El unicornio, después de cerciorarse que los chicos estaban lo suficientemente lejos como para representar un estorbo entre él y la chica, giró su cabeza hacia ella, bajándola para ver y oler a su amiga. Harry no estaba seguro, pero casi podía jurar que el semblante del animal cambió, que sus ojos antes destellantes de furia, ahora lucían apagados e incuso tristes. El pecho de Harry casi reventaba de lo fuerte que le palpitaba el corazón. Emocionado, expectante… con la esperanza renaciendo en él después de tantos minutos eternos y agobiantes. Merlín santo... ¿será posible que pueda hacer algo por salvarla…?
Después de todo, Harry ahora sabía (y con justa razón, porque los últimos meses no había hecho otra cosa que leer cualquier dato sobre unicornios que cayera en sus manos) que poseían una enorme magia, la cual usaban a voluntad y antojo. Y entonces, pudiera ser que si de verdad, el unicornio sentía algo por la chica, cabía la posibilidad de que…
Tuvo que ahogar una exclamación de terror cuando el animal utilizó su cuerno para rasgar la ropa de Hermione. A su lado, Neville no se privó de soltar un angustiado grito, a diferencia de Luna, quien sólo miraba en silencio. -¡Merlín! –gimoteaba Neville, cada vez más asustado, -¡Harry, mira lo que hace!. ¿Lo atacamos? –preguntó al tiempo que volvía a colorar su varita en guardia.
-¡No! –pidió Harry al tiempo que con una mano obligaba a su amigo a bajar su mágico instrumento. –Espera… confiemos en que el unicornio sepa lo que está haciendo. –Y agregó en voz baja, casi pensando para él mismo: -Después de todo y de lo que nos dijo Malfoy, Madame Pomfrey no iba a poder hacer nada y tal vez… sólo tal vez, el unicornio sí.
Expectantes y conteniendo la respiración, los tres chicos miraron al unicornio rasgar con infinito cuidado, una a una las prendas que cubrían el torso de Hermione: su túnica, su blusa… finalmente, su sostén. Y entonces, el unicornio cortó limpiamente, como bisturí de cirujano, la piel del tórax de Hermione, de tal forma que la sangre empezó a salir y dejándole una herida en medio de su pecho.
Harry se puso de pie de un salto y levantó la varita hacia el animal. Pero… no pudo pensar en ningún hechizo que arrojarle, sus ojos no lo veían, estaban fijos en Hermione.
Pudiera ser que el horror de mirar el aspecto de la sangre de su amiga fuera lo que los contuvo de lanzarle hechizos al unicornio. Merlín, eso no era normal. Por supuesto que no. Era sangre de lodo, se recordó Harry, que tan rápido como había sentido la ilusión de que tal vez Hermione se salvaría, así de golpe vio todas sus esperanzas completamente frustradas: no era posible que existiera magia alguna que pudiera reparar eso.
El unicornio, igual que ellos, pareció paralizarse por unos instantes ante el espectáculo que aquella sangre maligna ofrecía, ante ese derramamiento lento y espeso de daño ocasionado por magia oscura. Pero entonces, ante los jadeos de asombro de los chicos que lo observaban, el unicornio introdujo su cuerno dentro de la herida que él mismo le había ocasionado a la chica… metió su mágica asta en ella, no muy profundo como para hacerle daño, pero sí lo suficiente como para sumergirlo dentro de su sangre.
Destellos de luz azul y ante los ojos incrédulos de todos, la sangre de la chica volvió a ser normal: roja, líquida… vital.
Retirándose un paso de Hermione, el unicornio levantó su cabeza con el cuerno sorprendentemente limpio y se giró hasta clavar su mirada en Harry. Lo miró penetrantemente, como esperando algo… Harry miraba alternadamente entre él y Hermione, notando preocupado que, a pesar de ser la sangre de la chica otra vez normal, la herida que el animal le había causado no se cerraba y no dejaba de sangrar. Y el unicornio seguía mirándolo con insistencia, como si estuviera esperando algo de Harry, quien atónito no atinaba a pensar qué…
-Por supuesto… -escuchó la soñadora voz de Luna susurrar a su lado. Harry la miró de reojo y notó que tenía en su mano la arrugada hoja de libro que Hermione había llevado consigo. –Aquí dice la sola inmersión del cuerno del unicornio basta para purificar el agua… ¡Lo mismo debe ser con cualquier líquido, incluyendo la sangre! Vaya…
-Pe-pero… -tartamudeó Neville, quien estaba blanco como la cera y parecía a punto de desvanecerse del terror. -¡No la ha terminado de sanar?. ¿Cómo cerraremos su herida si Harry ya usó todo el polvo de cuerno que le quedaba en curar a Malfoy?
-Obteniendo más materia prima de la fuente misma –subrayó Harry de pronto, iluminado al fin por la respuesta y comprendiendo lo que el unicornio le estaba pidiendo en muda indicación.
Dio un paso adelante, cauteloso, esperando la reacción del animal y levantando un poco la mano donde llevaba la varita. El unicornio no lucía amenazante ya, de hecho, inclinó más la cabeza en un gesto sumiso ante el chico. Entonces Harry supo que no estaba equivocado y qué lo que él estaba imaginando era exactamente lo que el unicornio le suplicaba hiciese: usar su magia de mago para pulverizar más cuerno y cerrar la herida de la chica de la cual, ambos estaban enamorados.
Harry no pudo evitar sonreír ante el pensamiento de tener que compartir el corazón de la chica con un unicornio, y envalentonado ante la determinación de saber por fin exactamente qué hacer para ayudarla, apuntó hacia el cuerno del ahora dócil animal y susurró, tan feliz que casi podía llorar: -¡Cornus Scindere!
Un pequeño y plateado pedazo de aquella increíble sustancia cayó, la mano de Harry, aún sosteniendo la varita, lo atrapó antes de que tocara el suelo. El animal bufó y resopló con agradecimiento antes de retirarse lentamente del camino que separaba a Harry de Hermione. Sin perder más tiempo y notando como la ahora escarlata sangre de la chica le escurría por su herida, Harry se dejó caer junto a ella y colocando la mano izquierda con el pedacito de cuerno justo encima de su tórax, le apuntó con la varita y conjuró el encantamiento que en polvo lo convirtió.
–Pulveris –y cayendo éste como brillante lluvia de estrellas sobre la hemorragia, al instante la herida cicatrizó.
El galope provocado por el unicornio al salir de ahí a toda velocidad, pareció devolver a los tres chicos a la realidad… Neville se desplomó de rodillas sobre el suelo, jadeando y agradeciéndole a todos los Dioses que había escuchado nombrarle a su abuela mientras que Luna sólo sonreía y se guardaba la apergaminada hoja en un bolsillo de su túnica.
-Misión cumplida –dijo la chica rubia acercándose a Harry y posando una mano sobre su hombro. Harry, que no despegaba la mirada de Hermione, maravillado ante la manera en que su rostro adquiría de nuevo color, sintió unas lágrimas tibias deslizarse por sus mejillas mientras escuchaba a Luna indicarle: -Imagino que Hermione debe estar harta de estar tirada en el suelo, Harry. ¿Te parece bien que la llevemos a la enfermería?
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Por supuesto que no todo fue alegría a pesar de lo recién ocurrido. El la enfermería se encontraron con la desagradable sorpresa de que a Billy lo había atacado Greyback, ocasionándole una terrible herida en la cara que Madame Pomfrey aseguraba no sanaría con facilidad. Ginny y Ron ya habían puesto a los demás integrantes de la Orden del Fénix que se encontraban ahí sobre lo acontecido en los límites de Hogwarts, por lo que todos estaban boquiabiertos y asombrados de que el antes considerado fiel Snape, hubiese estado realmente confabulado con Malfoy para dejar entrar a los Mortífagos al castillo y que hubiera tratado de obligar al muchacho a asesinar a Hermione.
Hecha un mar de lágrimas, Ginny les había narrado a todos que matar a la chica era una misión que el mismo Voldemort le había conferido al joven Slytherin pero que no había sido capaz de cumplir. Y mientras Madame Pomfrey, angustiada por la enorme pérdida de sangre que había sufrido Malfoy, le administraba encantamientos de reposición de plasma, Ron había culminado con el relato narrando que al final de todo, Malfoy se negó a ejecutar a la chica ganándose a cambio un golpe de Snape. El pelirrojo se había abstenido de involucrar a Harry en la casi muerte de Malfoy.
Al momento de entrar a la enfermería con Hermione en los brazos y acompañado de Luna y Neville, Harry se encontró con todos ansiosamente esperando su llegada para que Madame Pomfrey pudiera intentar aliviarla de aquella extraña maldición que Ginny les narró le había arrojado la Mortífaga Alecto y la cual la tenía al borde de la muerte. Así que todos quedaron gratamente sorprendidos de verlos llegar con los rostros más relajados y de enterarse que la chica había sido milagrosamente sanada por "su" unicornio. Ante eso, Hagrid lloró aún más fuerte y no paraba de repetir: "lo sabía" pues juraba que había visto ya al unicornio merodeando cerca del castillo a últimas fechas. Estaba seguro que si, Hermione lo deseaba así, el unicornio era capaz de quedarse a su lado como una mansa mascota.
Harry estaba convencido que Hermione jamás aceptaría privar al mágico animal de su libertad, pero se abstuvo de comentar nada. Además, intuía que el celoso animal sólo vendría a ocasionarle problemas en su relación. En medio de una triste atmósfera reinante, debido a la muerte de Dumbledore y el estado de Billy, Harry depositó a Hermione en una de las tantas camas y no muy lejos de donde estaba ya Malfoy. Tanto él como la chica seguían sin recuperar la conciencia, y el verlos así provocó en Harry una extraña mezcla de tristeza, culpabilidad y alivio porque al final, ninguno de los dos había fallecido.
Lo que ni Ron ni Ginny les habían contado a los demás por no saberlo ellos mismos, era que Snape había sido el asesino de Dumbledore. Tal noticia dejó a todos en tal estado de estupefacción que rápidamente se olvidaron del incidente de Hermione y Malfoy.
Pero Harry tuvo demasiado para pensar al respecto. Y una de las cosas que más le atormentaba era el recuerdo de aquella magia maligna que se había posesionado de él al haberse enfurecido con Malfoy, al grado de haber deseado su muerte y casi haberla llevado a cabo.
Y de cierta manera, estuvo aliviado de que nadie más que sus amigos estuvieran enterados de ese triste episodio, pues todos los demás supusieron que el causante del estado del muchacho rubio había sido solamente Snape. Harry se sentía tan confundido por lo acontecido y a sabiendas que, ahora que Dumbledore se había ido, sólo le quedaba Hermione para ayudarlo a encontrar una respuesta. Y aquella fue una razón más para desear con toda su alma que la chica despertara y se recuperara ya.
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Pero al día siguiente, sólo Malfoy había recuperado la consciencia. Harry se había pasado la noche velando el sueño de Hermione a pesar de que Madame Pomfrey le había asegurado que la chica estaba completamente recuperada y que después de haberle hecho una revisión exhaustiva, se había cerciorado que no había daño interno. Harry había estado muy aliviado y feliz de escuchar aquello, pero por ningún motivo quería perderse el momento en que la chica despertara.
-Buenos días –saludó Madame Pomfrey al entrar a la sala con el desayuno que Harry supuso sería para Malfoy. La mujer, generalmente alegre y enérgica, en ese momento presentaba huellas de un desvelo y tristeza que Harry sabía muy bien se debía a la reciente muerte del Director.
Malfoy la miró aprensivamente, pues aunque trataba de disimular, era obvio que se sentía aterrorizado y confuso. Harry lo había estado observando desde el momento que despertó, pero debido a un sentimiento de culpa y enfado no se había decidido a hablar con él ni a aclararle que ahora estaba bajo la protección y tutela de la Orden de Fénix. En ese momento no vestía más la oscura túnica de Mortífago, sino una de sus pijamas y que seguramente habrían sido traídas por los elfos, así que no le debía caber duda que ya todos estarían enterados que él era el culpable de la entrada de los Mortífagos al colegio.
Harry había notado las miradas disimuladas que el rubio les había estado echando a él y Hermione durante la media hora que llevaba despierto. Harry sabía que seguramente se estaría preguntando cómo diablos era que Hermione aún estaba viva, y al mismo tiempo Harry se preguntaba a él mismo si Malfoy podría recordar que de nuevo le había abierto las heridas del Sectumsempra de un solo trancazo de magia tenebrosa.
La enfermera llegó ante Malfoy y le depositó el desayuno en la mesita. Ante la sorpresa del chico, la mujer le dedicó una sonrisa triste y le dijo, bajando la voz pero no lo suficiente como para que Harry no alcanzara a escuchar: -No te preocupes, hijo. Ya estás a salvo, entre amigos. –Sacó su varita y le abrió la camisa del pijama. Ante el sobresalto de Malfoy, sólo frunció el ceño y procedió a revisarle la herida ahora cicatrizada, como si en realidad nunca se hubieran abierto de nuevo. –Vaya –suspiró la mujer, -no sé qué fue lo que sucedió contigo en realidad, pero no cabe duda que tus amigos no pudieron tener idea más brillante que usar el polvo de cuerno de unicornio que Potter estaba guardando.
Malfoy no podía tener un gesto de mayor incomprensión, y si Harry no hubiera estado completamente angustiado porque Malfoy recordara lo que en realidad había sucedido, se hubiera burlado de buena gana de su cara.
Haciendo caso omiso de su notorio gesto de sorpresa, Madame Pomfrey utilizó su varita para realizar en el cuerpo del joven algunos hechizos de revisión. Pareció quedarse conforme con el resultado, así que por fin le cerró de nuevo su camisa y con un gesto, lo invitó a degustar su desayuno. –Come algo, hijo. No te angusties, lo que ha sucedido ayer ha quedado entre nosotros. Jamás en el Ministerio se enterarán que tienes la Marca, pues como sabemos… -titubeó un poco antes de completar: -No son nada comprensivos con los caídos. –La mujer se dio la vuelta para salir, pero pareció recordar algo de último momento, porque giró la cabeza y agregó: -La Orden ya ha tomado medidas para intentar proteger a tu madre… pero, aparentemente, ella se encuentra muy bien en la Mansión de tu familia. Así que… -se encogió de hombros y aunque parecía querer decir más, se mantuvo en silencio y salió del lugar.
Un silencio incómodo se instaló en la enfermería. Era obvio que Malfoy intentaba aparentar que no se daba por enterado de la existencia de Harry y Hermione apenas a un par de camas de distancia de él, por lo que se entretuvo jugueteando un rato con su comida sin dejar ni un momento de fruncir el ceño, como si por más que le diera vueltas al asunto no terminara de explicarse qué demonios estaba sucediendo ahí.
Harry se regodeó unos minutos en la aparente estupefacción del joven rubio mientras acariciaba cariñosamente el dorso de la mano de Hermione y suspirando, se preguntaba por qué motivo no habría despertado ella también. Madame Pomfrey la había estado revisando durante la noche, asegurándole a Harry que todo estaba en orden y prometiéndole que la muchacha sólo estaba sumida en un sueño bastante profundo, efecto seguramente del cansancio y el dolor sufridos.
Escuchó un carraspeo y eso lo sacó de sus pensamientos. Sin dignarse a levantar la vista hacia Malfoy, oyó cómo el muchacho empezaba a decirle con voz ronca: -Potter, yo quisiera… -enmudeció. Harry dirigió sus ojos hacia él y lo descubrió haciendo una mueca de desagrado, como si lo que estaba a punto de decir le costara demasiado. –Olvídalo –masculló al final.
Harry lo miró largamente y al final decidió que no era tan justo de su parte torturar de aquella manera a quien, a pesar de tener todo en contra, no se había atrevido a hacer daño. –Mira, Malfoy –exclamó de pronto, clavando los ojos en la áurea sábana de la cama. –Mmm… No me queda muy claro todavía que fue realmente lo que sucedió contigo y con… Snape –casi fue como si escupiera ese nombre y hasta Malfoy torció el gesto al escucharlo, -Diablos, ni siquiera puedo entender lo que pasó anoche, aunque claro que puede ser porque no he dormido muy bien, ya que, como te has de poder imaginar…
-Diablos, Harry… cuando seas famoso, hazle el favor a la humanidad de permitirme escribir tus discursos.
La cantarina voz de Ginny interrumpió el tartamudeo nervioso del moreno, provocando que Malfoy levantara bruscamente la cabeza y suavizara notablemente el gesto. A Harry no le pasó desapercibido el momentáneo brillo que refulgió en sus grises y antes apagados ojos, y por más que quiso evitarlo, no pudo lograr no sentirse conmovido.
–Por supuesto que no –le respondió a su amiga pelirroja, quien entraba en ese momento seguida muy de cerca por Ron. –Ese puesto ya se lo he prometido a Kreacher, quien está más que ansioso por que llegue el momento de poder decirle a la comunidad mágica lo que piensa de mí.
-Vaya que lo sabemos –murmuró Ron antes de colocarse al lado de sus amigos, dándole la espalda prestamente a Malfoy y no sin antes brindarle la mirada de advertencia más clara que era capaz de dar. –Es tu fan número uno. ¿Cómo está hoy? –preguntó dirigiendo sus azules ojos hacia Hermione y con un dejo de preocupación en la voz.
-Pues –Harry también la miró. –Madame Pomfrey dice que está muy bien, pero yo no sé… -dudó un momento. –No ha despertado absolutamente para nada, y la verdad eso ya me empieza a dar mala espina.
La verdad era que le daba franco terror el siquiera imaginar que Hermione tuviese un daño que hubiera sido pasado por alto por la enfermera, aunque no se había atrevido a decirlo en voz alta. Había estado toda la noche tratando de convencerse que era un temor infundado y que, ahora sí, todo estaría bien.
Ginny carraspeó para atraer la atención de su hermano y de Harry. Ella también estaba de espaldas a Malfoy y Harry se había dado cuenta que no lo había mirado ni una sola vez. De nuevo, una compasión que no deseaba sentir en absoluto, lo golpeó de manera agobiante.
–Bueno, yo creo imaginar que fue lo que sucedió, sólo que… -la chica miró nerviosamente hacia la puerta del despacho de Madame Pomfrey, como si temiera que fuera a escuchar. –Anoche no quise decir nada porque no estoy muy segura, pero supongo que el autor del encantamiento nos puede explicar mejor que nadie qué es lo que le sucede a Hermione.
-¿De qué hablas, Ginny? –espetó Ron con tono de creer que su hermana se había vuelto loca. -¿Esperas que Alecto venga y confiese la manera de librar a Hermione de…? –señaló hacia su amiga postrada en la cama, -¿de lo que sea que le está sucediendo?
Ginny rodó los ojos y entonces, Harry lo comprendió. –No te refieres a la maldición que le hizo la Mortífaga, sino a la que Malfoy le arrojó de último momento; ¿cierto?
-¡Será mejor que cuides tu inculta boca, Potter! –gritó Malfoy provocando que los tres chicos voltearan a verlo. Al obtener la atención de los tres, el rubio se cruzó de brazos con aires de autosuficiencia. –¡Para que lo sepas, eso no fue una maldición! Tal vez sí se trata un poco de magia oscura, pero no se convoca con la finalidad de dañar a la persona. Como te dije ayer, si leyeras un poco más… te enterarías.
Harry, intempestivamente furioso al descubrir que Malfoy tenía la culpa del actual estado de Hermione, se puso de pie tan bruscamente que la silla que había estado usando cayó hacia atrás. -¡Y si tú cuidaras las compañías que frecuentas, no habrías terminado como un sucio Mortífago incapaz de cumplir sus misiones! –gritó con indignación y dispuesto ahora sí a someter al joven a Crucios hasta que confesara cómo aliviar a la chica.
Ron también parecía tener ganas de fregar el suelo de la enfermería con la cara de pijo de Malfoy. Se paró a un lado de Harry, ofreciéndole a Malfoy su mejor gesto torcido y amenazante. Malfoy sólo entrecerró los ojos.
-¡Harry! –exclamó Ginny poniéndose en medio de los dos.
-¿Qué? –le gritaron Harry y Ron al unísono.
-Es que, Merlín bendito, ahora entiendo porqué Hermione se vuelve loca con ustedes… -dijo rodando los ojos. -¿No se dan cuenta que con ese encantamiento Malfoyle salvó la vida a Hermione?
Harry y Ron hicieron la misma cara de atónita incredulidad y desde su cama, Malfoy soltó un bufido de exasperación.
-¿Le salvó la vida? –repitió Harry sin poder dar crédito. ¿Malfoy?. ¿A Hermione?
–Ver para creer… -murmuró el chico rubio, dirigiéndose a Ginny. –Creo que la suma de las inteligencias de tus seis hermanos no te llega ni a los talones, Weasley; ¿Estás segura que no eres adoptada?
La pelirroja pareció sorprenderse de que Malfoy se dirigiera a ella, y sobre todo con algo que había sonado como un halago. Aunque Harry creyó que más bien había sido un intento de insulto para Ron.
Por la franca sonrisa que se instaló en la cara de la pelirroja, Harry pudo notar que el hecho que Malfoy le hablara de nuevo no le había desagradado del todo.
Ron se golpeó un puño cerrado contra una mano mientras le mascullaba a Malfoy: -Te lo advierto, hurón. No tientes tu suerte, que yo no soy tan compasivo como Harry…
-¡Ja! –se burló Ginny –eso lo dice quien trajo cargando en brazos al que decía era su enemigo jurado.
Ron enrojeció mientras perdía su anterior aplomo y miraba amenazadoramente hacia Ginny. -¿Tienes que recordármelo? Si ya sabes que toda la noche tuve pesadillas por culpa de eso…
La cara de asco que puso Malfoy no podía ser menos elocuente. –Ughh… creo que le pediré a Madame Pomfrey que me deje darme un baño. Gracias por el dato, Weasley –le dijo a Ginny. –Ahora sé que necesito una desinfección.
Ginny lo miró divertida y después de dudar durante un momento y para horror de Ron, le soltó: –Mis amigos me dicen Ginny, Malfoy.
-¡Ginny! –masculló Ron rojo como tomate y obteniendo nula atención de su hermana a cambio.
Malfoy, quien se había quedado boquiabierto ante lo dicho por ella, perdió por unos segundos todo rastro de la dignidad de alcurnia en su cara.
-Y a mí me llaman Draco –respondió Malfoy, ignorando la mirada de rabia que ahora Ron le dirigía a él, -… Ginny.
Harry arqueó las cejas sin poder evitar sonreír para sus adentros. Ese coqueteo descarado entre Malfoy y Ginny bajo las narices de Ron jamás lo hubiera creído si no lo hubiera estado viendo con sus propios ojos. Pero su mente estaba en las palabras pronunciadas con anterioridad, ésas donde Ginny había insinuado que tal vez Malfoy supiera qué era lo que le hacía falta a Hermione para despertar.
–Ginny… -dijo, interrumpiendo el momento y ocasionando que todos se giraran a verlo, -¿podríamos volver a la conversación en la que nos explicabas cómo era que Malfoy le había salvado la vida a Hermione?
Ginny sonrió ampliamente (un gesto que, Harry tenía que reconocer, había pasado mucho tiempo sin habérselo visto) y entonces, volvió a mirar hacia Malfoy. -Es el síndrome de la princesa de cuento de hadas; ¿no, Draco?
-¡Ginny!. ¡Te prohíbo que le llames "Dra… Lo que sea! –bufó un indignado Ron.
Como si le fuera a hacer caso, no pudo evitar pensar Harry, cada vez más animado y no pudiendo evitar contagiarse del entusiasmo y la fe que aparentemente Ginny y Malfoy sentían. Eran sentimientos positivos que irradiaban de sus cuerpos e inundaban la enfermería como el calor de la más viva chimenea encendida.
-¡Déjalos hablar, Ron! –le pidió Harry. –Ya tendrás tiempo para tus escenas de hermano celoso después.
Ron volteó a verlo con enorme incredulidad. -¡Harry!
-Volviendo a nuestro tema –interrumpió Malfoy, quien asombrosamente lucía mucho más repuesto que media hora antes, -Ginny tiene razón. Lo que le sucede a Granger es una consecuencia del encantamiento que desacelera el metabolismo.
-¿El qué? –resopló Ron.
Malfoy lo miró indignado y sin responder, volteó de nuevo hacia Harry. –Como decía, su sueño anormal es resultado de la lentitud con que sus funciones vitales están trabajando en este preciso momento. Consecuencia del hechizo que hizo que la Bella Durmiente no se hiciera pasita mientras dormía años y años.
Harry abrió mucho los ojos. No dudaba que aquellos cuentos de hadas en realidad sí hubiesen pasado dentro del mundo mágico. –Y… -instó a Malfoy para que continuara explicando. -¿El contrahechizo es…? Porque existe uno; ¿verdad?
Malfoy sonrió pícaramente y Ginny soltó una risita, provocando que tanto Harry como Ron se miraran intrigados.
-¿Potter siempre es así de lento, o solamente cuando su novia está en peligro, Ginny? –le preguntó Malfoy a la chica.
-Regularmente, es su estado natural –contestó ella. –Pero yo le echo la culpa a todo el tiempo que pasa al lado de Ron.
-¡Oye! –gritó el susodicho.
-¡Malfoy! –gritó Harry a su vez. -Te lo advierto…
Malfoy se permitió el lujo de poner los ojos en blanco. –Potter, te explicaré con manzanitas, pero no envenenadas, para que no te preocupes… Permíteme mencionar que para acelerar el proceso del metabolismo, el cuerpo de Granger necesita una sobredosis de hormonas que disparen su libido. –El cabrón se dio el lujo de sonreír burlescamente antes de completar: -Energía pura para el organismo, el deseo sexual. Mejor que el chocolate y sin calorías.
Harry enrojeció ante lo dicho por el rubio y, a su lado, Ron también. Las palabras "libido", "deseo sexual" y "hormonas" bailaban en su mente trayéndole sensaciones olvidadas en medio de la batalla y tantos y tantos problemas: el propio deseo que él sentía por Hermione.
Se aclaró la garganta, nervioso repentinamente: -¿Te refieres a… a… que yo…?
Malfoy arqueó las cejas. -¿Un beso, tal vez?
-Pero de los buenos, Harry –aportó Ginny a su vez. –De ésos que te mueven el piso y te hacen girar de pasión.
Si los ojos de Ron hubiesen sido varitas lanzando Avadas, Ginny hasta ahí hubiese llegado. En cambio, Harry se sentía muy abochornado (y de pronto, muy acalorado también) como para enojarse. Así que, un beso.
Bien, eso podía hacerlo. Perfectamente. Claro.
Dejó de prestarles atención a los demás, se giró hacia Hermione e, inclinándose sobre ella, la admiró.
La chica tenía el cabello desparramado por la almohada, como tantas veces cuando habían hecho el amor y ella yacía de espaldas sobre la cama. Con los ojos cerrados en un suave gesto, sin presión, sin dolor. Era un bálsamo verla así.
Harry sonrió y se humedeció los labios.
La boca de Hermione, al igual que sus mejillas, estaba sonrosada de nuevo. Las transfusiones mágicas de Madame Pomfrey habían obrado maravillas con el color de su tez. Harry sonrió aún más al pensar en todas aquellas princesas de cuento que, dormidas, esperaban por el beso de su verdadero amor. Absurdas tramas que siempre fueron motivo de burla entre los niños de su colegio, Dudley en primer lugar.
Y ahora resultaba que todo era cierto, que aquellas princesas no habían sido tales, sino que en realidad habían sido brujas hechizadas en espera del mago de sus sueños. Del hombre que las besara de tal forma que acelerara sus reacciones químicas de tal forma, que sus hormonas salieran disparas al espacio y de regreso.
Piensas demasiado.
Y entonces Harry la estaba besando. No suave, no blando. La estaba besando duro, con urgencia, con una lengua ansiosa por explorar rincones largamente añorados y reconocer sabores casi olvidados.
Con deseo, necesidad, exigencia. Y al mismo tiempo, entrega.
Atrás de él pudo escuchar el aullido de burla que emitió Malfoy y el improperio que Ron le soltó en respuesta. Y aunque tuvo ganas de sonreír por ello, Harry ya no tuvo tiempo de hacerlo.
Hermione le estaba correspondiendo el beso.
Fin
¿Tiene caso después de tanto tiempo pedir disculpas y dedicar el capítulo? Decirles, no me odien por ello, he pasado cosas duras, pero jamás, jamás dudé por ningún momento que esto tendría un final por más malo que yo lo considerara desde mi criterio. Porque muchas cosas venían directamente derivadas de mi inseguridad, del miedo al darme cuenta el número de personas que siguieron este fic, del terror a defraudarlas, de que dijeran "¿Tanto esperar para esto?"
Pero al mismo tiempo estaba esa vocecilla que me recriminaba y me decía que por más malo que fuera un final, era necesario. Porque el ciclo necesitaba cerrarse, ustedes que lo han seguido y son parte de él o él llegó a ser parte de ustedes, merecen saber el final. Horroroso, malo, poco... pero al final y al cabo, el final.
Por lo tanto, si aún sirve de algo, me atreveré a dedicarle este último capítulo a los lectores que lo han seguido desde siempre, los que se convirtieron en mis amigos, los que me dejaron doble review, los que me honraron con algún fanart, los que me picaban las costillas en espera de una actualización... A ustedes, para ustedes.
Por favor, no me odien por haber dejado de serle fiel al Harmony. No es que no crea más en él, simplemente como lo he explicado, es que me estaba haciendo mucho daño. Es eso, nada más.
Y bueno... aquí está. El final de mi primer fic. Si les logró arrancar aunque sea un suspirito o una sonrisita¿me podrán perdonar?
Yo espero que sí.
Julieta
Con todo cariño, va un agradecimiento especial a Allalabeth, por sacar tiempo de donde no tiene para echar una mano, por opinar franca y sinceramente, por ser genial y una amiga sin igual. Y porque sin ella, seguramente este fic jamás, jamás hubiese llegado a término.