Nota Hola a todos. Esta es mi primera aventura escribiendo en español-mi idioma natal- luego de unos 7 años de escribir y leer exclusivamente en inglés. El pairing o pareja esta vez será HanaRu. Espero que lo disfruten, aquí les presento el prólogo introductorio. ¡No olviden esos reviews! ;)

xXx

Era insoportable. De un momento a otro, los pasillos del hospital que había recorrido tantas veces eran como un laberinto para él, estirándose en corredores que le parecían eternos. Con la vista nublada avanzó sin reconocer adónde iba, tropezándose más de una vez con el personal que transitaba por el lugar. No puso atención. Las paredes parecían estrecharse ante sus ojos y lo único que necesitaba era salir de allí cuanto antes.

Ya no había nada dentro de ése edificio para él.

Caminó más rápido, conciente de la creciente opresión en el pecho que comenzaba a impedirle respirar con normalidad. Empujó a una enfermera que se le interpuso al salir de una de las habitaciones, pero no se dio por aludido cuando ella intentó detenerlo. Sentía que se ahogaba. Casi sin darse cuenta, estaba corriendo hacia las escaleras, dejando un desastre a su paso, pero nadie lo detuvo. El personal de ése lugar le conocía.

Ni siquiera miró los escalones, dejándose caer sin apenas apoyar sus pies en ellos, descendiendo como un loco y sientiéndose como tal. Uno, dos, tres plantas bajó tan rápido como pudo, intentando en vano tomar aire. El corazón parecía querer salirse de su pecho cuando finalmente emergió en la recepción del primer piso. A su alrededor, decenas de personas se movían entre la sala de espera, la recepción y los elevadores, pero eran apenas figuras borrosas para él.

Por fin podía poner los ojos en una salida, a la que se dirigió desesperado.

"Kaede Rukawa!" Escuchó a lo lejos, pero no quiso detenerse. Tenía que salir de ése lugar. Tenía que escapar, ahora, no quería encargarse de ningún papeleo, no quería pensar en lo que había ocurrido, no podía pensar en nada, sólo intentar respirar entre lo que reconoció tardíamente eran sollozos.

Estaba llorando.

Rukawa se apresuró por la primera puerta a su alcance, encontrándose de pronto en medio del verde panorama de los jardines del hospital. El día era hermoso. El sol brillaba fuerte sobre Kanagawa y una pálida chiquilla estaba jugando con el que parecía ser su hermano menor mientras un enfermero les cuidaba. Más lejos, en las bancas, una mujer con un cabastrillo se reía dulcemente de lo que le decía el anciano a su lado.

Como en trance, Rukawa los miró mientras intentaba en vano secarse las lágrimas del rostro. Su mano le temblaba y las lágrimas no cesaban, pero Rukawa ni lo notó. Sólo podía mirar a ésas personas tranquilas bajo el sol, sonriendo como si nada hubiera ocurrido.

Fue como una patada en el pecho enfrentarse a esa escena de normalidad y notar las miradas extrañadas dirigidas a él. Él, que estaba temblando de pies a cabeza, intentando en vano reprimir el llanto. Él, que era el único allí cuya vida se había detenido en seco hace algunos minutos.

Agobiado, sin dar otro paso, Rukawa se derrumbó de rodillas y apretó los puños para evitar golpear el suelo. El flequillo le escondió el rostro de las miradas curiosas a su alrededor. Su mente daba vueltas mientras un dolor punzante le hizo colapsar sobre sí mismo, sollozando abiertamente como no recordaba hacerlo antes. Sentía el cuerpo entumecido de frío pese al sol. En su interior todo era un tumulto de angustia, un nudo que le oprimía el pecho y lo hizo encogerse en el suelo, suprimiendo como pudo las ganas de gritar.

Escuchó pasos que corrían hacia él y pronto una mano amable le tocaba la espalda, el cabello, su nuca. Rukawa no se inmutó, haciendo oídos sordos a las palabras con que la mujer a su lado intentaba confortarle.

No era ella a quien él quería a su lado. No era ella quien podría hacerlo sentir mejor.

La única mujer que que él quería allí para abrazarle acaba de morir en una cama de hospital.

El corazón se le hizo un nudo, y no pudo aguantar el quejido ahogado que salió de su garganta. Esta vez, las manos que le tocaban le ayudaron a enderezarse sólo lo suficiente para esconder el rostro en el hombro de la doctora que lo sujetaba. Ella hablaba con alguien más, pidiéndoles que le trajeran algo para calmarlo, pero Rukawa no prestó atención de quién más estaba a su alrededor.

"Vamos, Rukawa-kun," La doctora le decía al oído, intentando acallar sus sollozos. "Respira un poco, respira hondo, eso es. Shh, cariño, lo siento mucho. Está bien desahogarse, pero verás cómo todo va a estar bien..."

No, no era así. Desde ahora nada estaría bien. Rukawa lo sabía con certeza.

No supo cuánto tiempo estuvo así, escondiéndose como un niño en brazos de una mujer mucho más baja que él, pero no lograba calmarse. La Dra. Saito seguía conversando con alguien y de pronto Rukawa sintió cómo le preparaban el brazo para una inyección. No se resistió. Las fuerzas para levantarse le fallaron y sólo miró con ojos vidriosos como le inyectaban un líquido claro que pronto le hizo sentir una pesadez descender sobre su cuerpo ya agotado.

La doctora le seguía murmurando platitudes, pero Rukawa no quiso oirle. Poco a poco, todo a su alrededor perdió su enfoque y mantener los ojos abiertos parecía una tarea imposible. No lo intentó. Dejó que ésa oscuridad le derribara y su último pensamiento consciente fue desear no volver a despertar.