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Capítulo 1: Estrategia de venta

Se miró al espejo. El desordenado cabello azabache, los lentes de vidrio redondo resbalándosele por la punta de la nariz, la viva imagen de su padre, como se habían encargado de hacérselo saber todos y cada uno de los magos y brujas que se habían cruzado en su camino desde que, ocho años atrás, había comenzado su vida en el mundo mágico. Igual a James Potter, en todos todos los rasgos, excepto en uno: los grandes y brillantes ojos verde esmeralda que había heredado de su madre, Lily Evans. "La metáfora perfecta de cómo Lily se había metido tan profundo en James como para cambiarlo de raíz, incluso físicamente" le había dicho Sirius (forever alive!) en esa noche de borrachera para celebrar el cumpleaños número diecisiete (y la mayoría de edad) de su "ahijado favorito", como había dicho entre hipidos, y de nada había servido que Harry le recordara que él era su ÚNICO ahijado… Sonrió, recordando ese momento grato, y con un chasquido de los dedos (magia sin varita! Ie!) nubló el espejo, pues, exceptuando esta, cada vez que lo veía, su reflejo le traía el recuerdo de preocupaciones amargas…

Porque no, no bastaba con ser "El Elegido", "el-niño-que-vivió", el único que podía derrotar al Innombrable, el que llevara el peso del destino del mundo mágico sobre las espaldas y largos etcéteras, no, ahora, también, tenía que ser el "Mago soltero más codiciado", elegido durante la última edición- aniversario de la revista "Corazón de Bruja". ¡Maldición!

El moreno se despeinó, gesto con el que pretendía demostrar su impotencia, pero solo logró desordenar aún más su cabello rebelde, acentuando ese aire entre tierno y seductor del hombre recién levantado.

¿Qué le encontrarían las brujas de atractivo, pensó. Si él no tenía nada de particular, nada que los demás no tuvieran, salvo, claro está, una cicatriz en forma de rayo en la frente, y una profecía oscura y un destino funesto sobre sus hombros, lo cual, según él, al menos, no podía ser acicate para nadie…

Con este pensamiento sombrío en la cabeza, se desparramó en la primera silla que se le cruzó en el camino. En cualquier otro momento, se hubiera consolado yendo a despertar a Ron a almohadonazos, o con una buena jarra de agua fría, pero era sábado y, como era costumbre, el pelirrojo se había levantado temprano (único momento de la semana en el que era posible arrancarlo de entre las sábanas antes de las 9 de la mañana, cosa que no se lograba ni cuando él y Potter eran llamados con urgencia del ministerio) y había huido a pasar el fin de semana en la casa de Hermione. Suspirando, convocó una tableta de chocolate, a ver si al menos el azúcar le levantaba el ánimo, pero lo que recibió fue la mirada suspicaz de los ojos amarillos de una lechuza parda. Estiró la mano y tomó la carta que esta llevaba atada a la pata, para luego darle una palmadita en la cabeza, indicándole que partiera, que ya no la necesitaba. Había vislumbrado un sello oficial en el sobre y, sucediera lo que sucediera, NO pensaba responder. Hoy era su día libre, ¿Qué, acaso era tan imprescindible que no podían arreglárselas ni un día sin su presencia? Ni hablar, por una vez, se dedicaría un día a si mismo, aunque solo fuera para deprimirse por lo monótono y rutinario de su vida personal…

Desdobló el papel, y le echó una ojeada, reconociendo la tinta esmeralda característica de Hogwarts y la letra llena de florituras del director del Colegio de Magia y Hechicería. Tomó aliento y comenzó a leer:

Querido Harry:

Lamento interrumpirte en tu día libre, pero tengo un asunto muy importante que tratar contigo. No puedo dejarlo a tu decisión, así que espero que estés más o menos decentemente vestido.

A.D.

Los ojos esmeraldas no habían acabado de apreciar los adornos barrocos de las dos últimas iniciales cuando el moreno sintió un conocido tirón en el estómago. Luego de un par de segundos, aterrizó sin aspavientos en la oficina del Director de Hogwarts, puesto que con los años y la práctica, había aprendido a viajar en traslador con un poco más de corrección.

- Buenas tardes, señor- saludó cortésmente, puesto que, a pesar de que se había graduado dos años atrás, jamás se había hecho a la idea de llamar al anciano y poderoso hechicero por su nombre de pila.

El hombre le respondió con una inclinación de cabeza.

- Siéntate Harry, por favor- le dijo, indicándole una silla del lado contrario del escritorio, donde el moreno se apresuró a sentarse- lamento haberte arrancado tan bruscamente de la comodidad de tu hogar, pero debo…

Dumbledore se detuvo de repente, con la mirada fija en uno de los tantos relojes de arena que poblaban su despacho.

- ¿Usted debe que, señor?- lo interrogó Harry, sin percatarse de nada.

- Un instante, Harry, solo un instante - pidió el hombre. Luego, comenzó una cuenta regresiva en voz baja, apenas perceptible- Tres… Dos… Uno…

En el mismo preciso instante en que el hombre pronunció la palabra "cero", el despacho se pobló de otra nube de humo, entre la cual apareció, esta vez, sino un hechicero azabache, una bruja pelirroja.

Ginebra Weasley salió de la nube tosiendo, y agitando la mano, para alejar el humo de sus ojos castaños.

- Buen día, profesor- saludó. Ella tampoco podía abandonar la mala costumbre- ¿Me precisaba?

- Que poca educación, Ginebra- la reprendió el hombre.

- ¿Por q…?- comenzó ella, pero en ese momento se percató de la presencia del muchacho y una sonrisa enorme iluminó su rostro juvenil- ¡Harry!- exclamó, al tiempo que corría a abrazarlo.- Ey, bonito pijama.

Con las mejillas del color del pelo de ella, Harry se percató de que aún vestía el pijama rojo con snitches doradas que Hermione le había regalado para su último cumpleaños. Abochornado, y fulminando al hombre con la mirada por no haberle avisado antes, a lo que este solo respondió ampliando su sonrisa, chasqueó los dedos, y ahora vestía una sencilla túnica negra.

- Excelente, Harry- lo felicitó Dumbledore- Te estás volviendo un maestro.

- Gracias, profesor- fue la humilde respuesta de él.

- ¿Un maestro? ¿En que?- preguntó la pelirroja, desconcertada.

- Magia sin varita- respondieron ambos hombres, casi a coro.

- Ah, comprendo. ¿Muy útil para un duelo, Harry?

- Y quizás también para otras cosas, Gin…- respondió él, guiñándole un ojo de manera atrevida, haciéndola ruborizar. Estaba coqueteándole descaradamente, delante de Dumbledore y todo, y lo sabía, pero un extraño impulso lo había empujado a eso, y ahora no podía parar.

Ella entrecerró los ojos peligrosamente, entendiendo y aceptando el desafío.

- Aja. Quizás, algún día, cuando necesites a alguien con quien practicar las "100 utilidades de la magia sin varita", yo pueda ayudarte…- le siguió el juego ella.

- Gracias, tendré en cuenta tu propuesta, y no dudes de que lo haré bien gustoso…

El anciano carraspeó.

- Aún estoy aquí, ¿saben?- les recordó, provocando que ambos se pusieran de color carmesí, aunque Dumbledore no se veía ni molesto ni ofendido, sino divertido, y hasta incluso un poco… ¿aliviado?. El anciano invitó a la joven a sentarse con un gesto de la mano, para luego entrelazar los dedos de ambas manos, formando una cómoda almohadilla para su barbilla. Los jóvenes se sentaron, no muy distantes el uno del otro, y dirigiéndose miradas de reojo, pero increíblemente intensas, de vez en cuando.- Bien, Harry…- comenzó el hombre- ¿compromiso amoroso de algún tipo?

El rostro del joven adquirió un tono rojo tan brillante que competía con el cabello de Ginebra, mientras ella lo miraba, burlona.

- N… n... no, señor, al menos que yo me haya enterado…- respondió por fin.

- Ginebra- volvió el anciano a la carga- ¿puedes responder?

- ¿Si Harry tiene o no varias novias desperdigadas por el mundo? Sinceramente, no, no puedo- la joven soltó una carcajada fresca, casi infantil- No. Terminé con Dean hace dos meses. Era un imbécil.- respondió, sin asomo de pena o dolor.

- Bien,- prosiguió el mago- zanjado este asunto, puedo proceder a explicarles mi plan- los jóvenes intercambiaron miradas nerviosas ante el uso de esa palabra en particular- Conocerán que, diecinueve años atrás...

(Flash Back)

- ¡Mira, ahí van los Potter!

- Quién pudiera ser James para poder acariciar aunque solo fuera una vez esa melena rojo encendido, ¿no es cierto?

- Ni que lo digas… pero… están hechos el uno para el otro… no puedo imaginarme a la pelirroja sin el moreno, ni viceversa.

- Si, tienes razón… supongo que son nuestro emblema… el corazón de la resistencia, el estandarte de nuestra esperanza…

- Si… aún no sé como aún pueden amarse tan intensamente en los tiempos que corren…

- Si, es cierto, pero, de algún modo… ¿no te inspiran ganas de amar, reír, soñar, vivir? ¿no te parece que, al verlos, te das verdadera cuenta de por qué estamos luchando, y que realmente hay un buen motivo para ello?

(Fin Flash Back)

El moreno se enjugó los ojos, emocionado hasta las lágrimas, pero empecinado en que nadie notara este arrebato de sensibilidad que la descripción tan llana y sincera del amor de sus padres le había provocado. La pelirroja, sin embargo, le apoyó una mano en la pierna y se la apretó suavemente, demostrándole su apoyo incondicional (gesto que el hombre mayor no pudo dejar de notar) ya que a veces ella podía leer tan bien en él como en un libro abierto.

Pero Harry, hombre al fin y, como tal, terco hasta las últimas consecuencias, hizo caso omiso de la mano de Ginebra, como no queriendo aceptar su debilidad, y le preguntó al hombre mayor con voz fría:

- ¿A qué viene esto, señor?

Albus Dumbledore, director del Colegio Hogwarts de Magia y hechicería, mago poderosísimo y temido incluso por el mismísimo Voldemort, Orden de Merlín Primera Clase y tantos otros títulos que ni siquiera él lograba recordar, volvió a cruzar las manos y apoyo en ellas su barbilla, mirando a los jóvenes de manera suspicaz.

- Te habrán dicho, Harry, que eres increíblemente parecido a tu padre.

Potter no quería parecer grosero, pero no pudo evitar que su voz sonara un poco irritada al contestar:

- Si, señor. Todo el tiempo.

El hombre asintió.

- Pero no creo que muchos te hayan dicho, Ginebra, que tu parecido con Lilian Evans es también muy notable.

Ginny se puso del color de las amapolas y ocultó la cara entre las manos, evitando mirar a Harry, quien de repente se vio oportunamente interesadísimo en la decoración del cielorraso.

Dumbledore sonrió.

- La altura, la contextura física, el tono de piel, las facciones, incluso en el carácter me arriesgo a decir que hallo ciertas similitudes… y eso sin mencionar el cabello… ese tan peculiar rojo oscuro, la mata de rizos espesos…

Harry, asombrado, dejó de mirar el techo cuando se dio cuenta de la gran verdad que había en las palabras de Dumbledore. ¡Como no se había dado cuenta antes! Es decir, cada vez que veía a Ginny, sobre todo desde que esta se había asentado de manera definitiva en su cuerpo de mujer, sentía un chispazo de reconocimiento, una especie de peculiar dejá vu, pero jamás se le hubiera ocurrido relacionarlo con su madre…

- Y, en honor a este gran parecido, tengo que pedirles un gran favor.

El moreno se puso a la defensiva al escuchar estas palabras. La última vez que Albus Dumbledore le había pedido un "pequeño" favor, Harry había terminado como Supervisor del Departamento de Aurores del Ministerio, así que no quería imaginarse lo que él consideraría un "gran" favor.

- Necesito que sean pareja.

La pelirroja no pudo controlarse, y soltó una carcajada.

- Es una broma, ¿no es cierto?

El hombre se acomodó las gafas de montura de media luna.

- Jamás he hablado más en serio en toda mi vida, Ginebra.

Las risas de la joven cesaron de inmediato.

- ¿Está hablando en serio, Harry?- Ginebra se volteó a ver al moreno, para ver si él coincidía con ella en que Albus Dumbledore había enloquecido, pero Potter no la miro, herido en lo más profundo de su amor propio al ver como había reaccionado ella ante la posibilidad de ser su "novia".

- ¡Oh, Merlín, está hablando en serio!- la pelirroja agachó la cabeza un instante, meditativa, para volver a alzarla a los pocos segundos, con los ojos brillantes.- Explíquese- exigió.

- Necesito que sean una pareja- repitió- aunque no es necesario que sea real, claro esta,- se apresuró a aclarar- sino tan solo en apariencia. Necesito que sean una imagen pública.

- ¿ Por qué?- interrogó Weasley.

El anciano suspiró.

- ¿Tienen mi recuerdo en mente, cierto?- ambos jóvenes asintieron.- Se acercan tiempos oscuros, chicos. Mejor dicho, los tiempos oscuros nos pisan los talones, y ya no estamos en condiciones de escapar de ellos. Estamos entre la espada y la pared. Y necesitamos que la comunidad mágica en su totalidad nos apoye, pero no lo harán sino tienen un líder natural, una imagen fuerte detrás de la cual nuclearse. Yo ya estoy viejo para liderar a las masas. Ustedes son perfectos para cumplir ese papel. Jóvenes, fuertes, poderosos, líderes por naturaleza… solo faltaría un "enamorados" en la lista para que vuestro currículum fuera perfecto. Pero, gracias a Merlín, eso es fácilmente solucionable.

- Esta bien claro por qué quiere a Harry, después de todo él es "el Elegido", pero… ¿y por qué yo?- preguntó la pelirroja en un susurro, aunque su voz ya no demostraba ni un ápice de la hilaridad, la ira o el asombro de unos instantes atrás.

- Es sencillo, Ginebra. Las masas tienen memoria colectiva, y James y Lily Potter son dos estandartes que quedarán grabados a fuego por siempre en la memoria de la comunidad mágica. Un Potter y una pelirroja es una fórmula que funcionó y volverá a funcionar a la perfección.

Se hizo silencio por un instante, que fue finalmente roto por Ginebra.

- Es brillante- sentenció la pelirroja, con los ojos encendidos.

Albus Dumbledore hizo un gesto con la cabeza.

- Muchas gracias, Ginebra.

- Un segundo- interrumpió el moreno, molesto porque lo hubieran dejado olímpicamente fuera de la conversación- Ginny y yo no podemos ser pareja, ni siquiera de ficción.

La pelirroja lo miró, boquiabierta.

- ¿Y puede saberse porque no? Yo no me opongo- aclaró.

- Porque Voldemort te usaría como carnada.

- No te preocupes, Harry- se apresuró a intervenir Dumbledore- Ginebra estaría custodiada día y noche por los miembros más eficientes de la Orden, y su seguridad sería declarad asunto de máxima importancia del Ministerio.

- ¿Lo ves?- se burló Weasley, pero al ver que el moreno estaba a punto de continuar protestando, decidió cambiar de táctica. Se acercó a Harry y se sentó a horcajadas sobre su regazo, mientras jugueteaba con los primeros botones de su camisa y lo miraba con cara de pucherito.- ¿Qué pasa, Harry? ¿Soy demasiado poca cosa para ti? ¿Tan fea te parezco que ni siquiera me darías un par de besos en público para subirle el ánimo a la comunidad mágica?

Harry intentó responder, pero su cerebro no era capaz de articular una sola palabra coherente, no mientras el contacto de la piel de su pecho con la yema de los dedos de Ginny le siguiera provocando esa clase de placenteros escalofríos, por lo tanto, se limitó a negar con la cabeza. La pelirroja, con una sonrisa de triunfo de oreja a oreja, se levantó y regresó a su asiento, contoneando seductoramente las caderas y balanceando su largo cabello rojo oscuro.

- Bien- sonrió Dumbledore- asunto solucionado, supongo.

Dejá vu: voz francesa que quiere decir "ya visto"; se utiliza para nombrar a esos instantes en los que tenemos la sensación de que ya vivimos un momento en particular de nuestras vidas.

¿Y? ¿Qué les pareció? ¿Qué tal la idea? Déjenme sus comentarios para ver si sigo con esto o no, y no se pierdan el próximo capítulo: "Testeo de Mercado"!