Todo eso de que Inuyasha no es mío y bla bla bla para que ponerlo si nadie lo lee nunca.
CAMBIOS
Por Catumy
Capitulo 1. Una noticia inesperada.
- ¿Embarazada?
La pregunta la formularon una perpleja humana, un furioso hanyou y un pequeño e inocente youkai.
- Eso parece… - Sango tenía la frente bien alta. Era su bebé y no se arrepentía de llevarlo dentro. Miroku, sentado a su lado, la tomó de la mano mostrándole su apoyo incondicional.
- ¡Es maravilloso! Enhorabuena Sango, Miroku – Kagome se abalanzó sobre ellos para felicitarlos por el feliz acontecimiento seguida de Shippo ¡Un bebé! Sería como un hermanito para él.
De la boca de Inuyasha solo salió uno de sus habituales ¡Feh! Antes de salir al exterior de la pequeña cabaña donde iban a pasar la noche. Estaba preocupado. En la situación en la que se encontraban, un cachorro les iba a ayudar en absoluto durante su viaje. Más bien sería una verdadera carga, por no hablar de una mujer embarazada, aunque esa fuera Sango.
En la cabaña las felicitaciones dieron paso a las preguntas por parte de una curiosa Kagome. No pretendía saber como había llegado la pareja a alcanzar ese tipo de relación (Eso hubiera sido más característico del monje) pero le interesaba saber cuáles eran sus planes para el futuro ¿Seguirían viajando con ellos o se establecerían en la aldea? Teniendo en cuenta el estado de Sango, detener su viaje era la opción más sensata.
- Yo pienso lo mismo – Contaba Miroku – La futura mamá debería quedarse con la anciana Kaede durante el embarazo pero ya la conoces: es muy testaruda.
- Seguiré con vosotros mientras aún pueda pelear y es mi última palabra.
Kagome los miraba discutir de esa forma tan cariñosa. Se notaba a la legua el amor que sentían el uno por el otro y un hijo los uniría más, si eso era posible. Shippo estaba confundido. Haciendo gala de su inocencia sacó sus propias conclusiones.
- Entonces, cuando vayas a tener al bebé ¿viajaremos solos Kagome, Inuyasha y yo? Porque supongo que Miroku se quedará a cuidar de su familia.
La pareja enrojeció mientras Kagome asentía con la cabeza. El pequeño zorro había dado en el clavo. Miroku tendría que comportarse como un hombre y cuidar de su pequeña familia.
- Pero tengo que derrotar a Naraku si pretendo terminar con mi maldición.
- ¡Y yo para salvar a mi hermano! – Se miraron. Cada uno comprendía bien los motivos del otro para seguir adelante pero ahora había alguien más por el que se tenían que preocupar. Su futuro hijo. Sería injusto involucrarlo en la búsqueda de Naraku y los fragmentos de la Shikon.
Shippo estaba pensativo. Sin Sango ni Miroku para pelear ¿Significaba que toda la responsabilidad quedaba en las manos de Inuyasha? Se estremeció solo de pensarlo. El hanyou era muy fuerte, cada día más, pero esa fuerza a veces era incontrolable, como cuando se transformaba en youkai ¿Y que pasaría si le herían? Él aún era un niño y no podía proteger del todo a Kagome. Ese era un punto importante del que parecía que los adultos no se habían percatado.
-.-.-.-.-.-.-.-.
Kagome salió de la cabaña algo preocupada. La noche estaba muy avanzada y no había rastros de Inuyasha. Deseó con todas sus fuerzas que no se encontrara con Kikyo, en sus brazos.
- ¿Dónde se habrá metido? – Echó una última mirada al interior de la cabaña para comprobar que todos seguían durmiendo placidamente. No pasaría nada si salía unos minutos en busca del hanyou.
Después de caminar durante un rato lo vio. Estaba sentado a orillas de un arrollo de aguas cristalinas, contemplando la luna. Parecía preocupado. No pudo evitar quedarse absorta, viendo el brillo de su cabello a la luz de la luna, deseando sentarse a su lado y simplemente permanecer así, quietos, haciéndose compañía el uno al otro.
- ¿Qué quieres Kagome? – La voz profunda y masculina del chico la hizo reaccionar.
- Pensé que no me habías oído… - susurró ella. Después de tanto tiempo viajando juntos, todavía la sorprendían las habilidades de demonio de Inuyasha.
- Hace un rato que estás detrás de mí pero no dices nada. Si solo vas a hacerme perder el tiempo es mejor que regreses a la cabaña.
Kagome apretó los puños a ambos costados de su cuerpo ¿Por qué le hablaba en ese tono? Estuvo a punto de mandarlo a besar el suelo pero pudo contenerse.
- Estaba preocupada por ti, pero ya veo que no te importa lo que sientan los demás.- Se dio la vuelta dispuesta a marcharse por donde había venido ¿Por qué tenía que preocuparse tanto de él? Ya se las apañaría él solo con sus problemas…
- Kagome espera – No necesitaba mirarla para saber que la había herido con su comentario. Con el tiempo, aprendió a descifrar todas las emociones de Kagome solo con captar pequeños cambios en su aroma.- Siéntate a mi lado. – Señaló el suelo a unos centímetros de donde él estaba sentado.
Kagome contuvo unos segundos la respiración para asimilar lo que creía haber escuchado. Hacía unos minutos deseaba estar a solas con él pero ahora que se lo pedía tenía miedo ¿Miedo de que? Se regañó a sí misma diciéndose que con Inuyasha estaba segura y que nada malo podría pasarle. Pensando esto, se sentó en el suelo, un poco más alejada de lo que él había indicado en un principio. Acomodó su corta falda para que no se viera nada más de lo debido, sin percatarse que unos ojos dorados se fijaban en sus largas y torneadas piernas por unos instantes, antes de retirar la mirada abruptamente.
Permanecieron callados unos minutos. Unos eternos minutos en la opinión de Kagome. Finalmente, ella se decidió a hablar.
- ¿Vas a contarme que te ocurre?
- ¡Feh! ¿Y quien te ha dicho que me ocurre nada?
- ¿Es por lo del bebé de Sango? Te fuiste enfadado de la cabaña ¿Es eso lo que te preocupa? – él la miró fijamente, haciendo que enrojeciera. ¿Cuántas veces había soñado Kagome con perderse en esa mirada? Demasiadas.
Inuyasha bajó la mirada. Odiaba sentirse vulnerable pero esa muchacha le hacía sentir así continuamente, por lo que evitaba encontrarse con ella a solas todo lo que podía. Pero esa noche no había estado de suerte y la tenía delante, mirándolo con una expresión de preocupación tal, que no pudo evitar sincerarse con ella.
- Si – Reconoció. Su gran intuición le advirtió de que sería una larga conversación de modo que se acomodó en su asiento, colocando la Tessaiga entre sus piernas.
- ¿Qué ocurre con el bebe?
- Será un problema.
- ¿Por qué? – Inuyasha no contestó. – Contéstame Inuyasha- Empezaba a perder la paciencia después de llamarlo tres o cuatro veces. Pensó en una estrategia que ya había empleado de forma exitosa otras veces para hacer que él hablara. Alargó su blanca mano y estiró con fuerza de un mechón del cabello plateado del hanyou, acercándolo hacia ella. Así aprendería a contestar cuando se le hablaba.
- ¡Estupida mujer! ¿Estás loca o que?
- Te he hecho una pregunta y todavía espero que me respondas ¿Por qué dices que ese bebé será un problema?
- Maldita sea Kagome ¡Está claro! No podemos llevar con nosotros ni a una preñada ni a un cachorro, sería demasiado peligroso
- ¡Se trata de Sango! Es tu amiga Inuyasha ¿En que estás pensando?
- En ella precisamente. No puede correr tantos riesgos llevando encima a un cachorro. Pronto no podrá defenderse ni a sí misma ¿Qué pasaría si Naraku nos atacara?
Kagome estaba enternecida. Inuyasha podía ser muy dulce y atento cuando quería. Se preocupaba sinceramente de Sango y de su bebé. No pudo evitar acariciar suavemente la mano del hanyou mientras le dedicaba una sonrisa. Inuyasha enrojeció. ¿Por qué lo miraba de esa forma?
- Ellos creen que te has enfadado por la noticia.
- ¡Feh! ¡Por supuesto que me he enfadado!
- ¿Qué? Pero si acabas de decir…
- Sango y Miroku son buenos luchadores pero cuando pase algún tiempo solo serán un estorbo durante la batalla. Ella con la barriga y él preocupado por el cachorro. Y ya tengo suficiente con cargar contigo como para que…
- ¿Con cargar conmigo? ¿Insinúas que no sé cuidarme sola?
- No estoy insinuando nada ¡Lo estoy afirmando! Kagome, te has vuelto fuerte pero no eres de gran ayuda en peleas cuerpo a cuerpo.
Vio la furia crecer en los ojos de ella y por el cambio en su aroma supo que le faltaba muy poco para mandarlo directo al suelo así que intentó mejorar la situación como pudo.
- No me malinterpretes Kagome. Eres buena con las flechas y puedes ver los fragmentos pero… Quiero decir que… Si estuvieras sola no podrías arreglártelas así que tengo que estar cuidándote continuamente y… - La estrategia que estaba siguiendo no era la más adecuada, a juzgar por la forma en que ella apretaba un puño sobre la tierra - No es que me importe cuidarte pero, ya es suficiente con una carga como para encima tener que estar atento a Sango preñada o a su cachorro y… - Mal camino de nuevo…
- ¡¡¡OSUWARI!
Inuyasha cayó inmediatamente al suelo, haciendo un pequeño agujero. Kagome decidió que no era castigo suficiente por lo que repitió el conjuro unas cuantas veces más hasta asegurarse de que estaba lo bastante enterrado.
- ¿Porqué has hecho eso? – Inuyasha salió como pudo, escupiendo tierra.
- ¿Crees que no soy capaz de valerme por mi misma? ¿Que necesito que estés todo el día cuidando de mí? Estás muy equivocado Inuyasha y voy a demostrártelo.
Una vez hecha la amenaza se marchó dejando a un hanyou estupefacto por lo que acababa de pasar. Unos metros después se preguntó como diablos podía conseguir que Inuyasha se tragara sus palabras.
Pensándolo bien, lo único que tenía que hacer era aprender a pelear para poder defenderse como hacía el resto del grupo. No tenía nada de demonio en su sangre pero otras personas en sus mismas condiciones se las arreglaban bien en el campo de batalla ¿Verdad? Y ella sabía bien donde empezar a buscar.
CONTINUARÁ
Yumi, guapetona, te lo dedico por tu valiosa opinión. No te preocupes que serás la primera en conocer como sigue el temita.
Y a los que leen: Mandar vuestras opiniones, ya sabéis donde estoy.