Sorpresa!!

No ha pasado un año y aquí estoy de nuevo; esta vez he tardado la mitad de tiempo :P jejeje. Sin más dilación, aquí el capítulo nuevo.

Capítulo XII:

Por ti he esperado

En el mismo instante en que el sol comenzaba a despuntar, allá a lo lejos, y sus primeros rayos se reflejaban en la distancia, Soubi daba la última pincelada a su cuadro. Había estado toda la noche trabajando en la pintura que debía estar terminada para entregarla la mañana del martes. Hacía semanas que trabajaba en ella y esa noche había tratado de acabarla. Sin embargo, las horas pasaban y pasaban y pese a que la obra estaba completándose, había algo en su fuero interior que le impedía concluirla. Así que avanzada ya la madrugada, desechó el lienzo y comenzó uno nuevo.

Una única imagen ocupaba su mente, la de Ritsuka entre sus brazos, pero eso no era algo que pudiera plasmar literalmente sobre el lienzo, así que buscó aquello que más se aproximara y simbolizara, aunque sólo fuera ante sus ojos, aquello que desde hacía tanto tiempo anhelaba y cuya realización por fin parecía factible de llevarse a cabo.

Saludó al amanecer con una sonrisa en la cara, sabiendo que aquél día sería especial. Aún le quedaban varias horas por delante antes de llevar la pintura a la exposición, así que, terminado el trabajo, se dejó caer en la cama y, envolviéndose entre las sábanas, se dejó llevar hasta el mundo onírico; lugar en el que, con un poco de suerte, disfrutaría del más agradable de los sueños.

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-¡Dichosos los ojos! –dijo una voz a su espalda, sacándole de sus pensamientos.

Ritsuka, que hasta el momento caminaba tranquilamente por el pasillo en dirección al aula, se detuvo y volteó a ver a su amigo.

-Hola, Yayoi –dijo con una tenue sonrisa.

-Un simple hola… –remugó pero no le dio demasiada importancia ya que su amigo siempre era así de escueto. Ritsuka sonrió-. Oh, vaya. Parece que estamos de buen humor, ¿eh? –comentó alegre al tiempo que se ponía junto a él y con gesto amistoso pasaba el brazo por encima del hombro y le indicaba que prosiguieran la conversación caminando.

-Se podría decir que sí –contestó.

-Muy bien, muy bien, me alegro, pero… veo que aún conservas tus orejas –comprobó tocando una de ellas.

-¡Ey! Las manos quietas. ¿Por qué esperabas que no las tuviera? –preguntó receloso por el comentario.

-Hombre, pues… tú y Soubi estabais peleados y recuerdo que te amenacé con que lo arreglaras, y como que ayer no apareciste por clase… pues pensamos… que quizás…

-¿Pensamos, dices?

-Sí, Yuiko se llevará un chasco… –se lamentó.

-¡Por el amor de Dios! –exclamó entre dientes, alarmado-. ¿Te piensas que voy a faltar a clase por acostarme con Soubi?

-Sí –dijo como si fuera lo más normal del mundo-. ¿Y por qué no?

Ritsuka se lo quedó mirando. "Sí, ¿y por qué no?" pensó antes de retractarse, pero ya era demasiado tarde y recordó que anoche hubiera sido una excelente oportunidad –pensó en Soubi seduciéndolo y eso le hizo acalorarse-, pero dadas las circunstancias…

-Veo que estás considerando la posibilidad –comentó Yayoi divertido ante el peculiar semblante que tenía ahora su amigo.

-Bah, dejémoslo –vio salvada la situación ya que acababan de llegar al aula. ¿Tan transparente era su pensamiento?

El día pasó sin más contratiempos que el de los molestos deberes que los profesores les habían recomendado encarecidamente que hicieran, y el hecho que, a media mañana, recibiera un mensaje de Soubi.

("Ritsuka, no me será posible ir a esperarte a la puerta del instituto, tengo que preparar la exposición. Si quieres, pásate.")

En ese momento, Ritsuka decidió que después se pasaría a ver la exposición, aunque, en realidad, la única obra que le interesaba era la de Soubi. Así, cuando hubieron terminado las clases y después de ir a su casa, comer, ducharse y realizar las tareas que tenía pendientes, se fue a la galería donde durante las próximas semanas estaría exhibido el cuadro pintado por su luchador.

Llegó ante el edificio que se había restaurado para poder albergar una galería de arte. Las enormes cristaleras permitían ver todo lo que sucedía en el interior, así que, como él, había varios curiosos observando desde el exterior del edificio. Había mucha gente dentro, la mayoría parecía muy distinguida y muy bien vestida, y en ese momento se le ocurrió que le daría apuro entrar. Así que desde donde estaba, buscó con insistencia a Soubi, con la esperanza de que se encontrara no muy lejos. Le costó trabajo dar con él entre toda esa gente, pero por fin lo divisó bastante al fondo del lugar y rodeado de personas. Casi parecía que lo estuvieran acechando, como un animal acorralado –se le antojó a Ritsuka-, pero el hombre parecía desenvolverse con gran soltura.

Quería entrar, plantarse delante de Soubi y mandar a paseo a todos aquellos pesados que impedirían que el luchador le prestara toda su atención, pero sabía que eso era imposible. Era una buena oportunidad para Soubi darse a conocer en el mundillo del arte y, por mucho que ambos lo quisieran, el luchador no podía dejar de lado a esa gente para estar sólo con él.

Tras pensarlo un poco no se decidió a entrar y permaneció un rato observando al rubio y pidiendo en silencio que se diera cuenta de su presencia. Con que lo mirara una vez le bastaría y fue la divina providencia que le concedió su deseo.

En un momento dado, Soubi pareció desconectarse de lo que le rodeaba para girar la vista y fue entonces cuando, como si de un imán se tratara y por un par de segundos, sus miradas se encontraron, pero la gente con la que hablaba requirió nuevamente su atención. Cuando minutos después sintió cómo el móvil vibraba en uno de sus bolsillos, miró en dirección a Ritsuka, pero éste ya no estaba. Sintió la urgente necesidad de sacar el teléfono y leer el mensaje que, con toda seguridad, era de Ritsuka, pero de mala gana se abstuvo de hacerlo ya que las circunstancias no eran las adecuadas.

Cuando, por fin, pudo deshacerse de los invitados se apartó disimuladamente de todo aquel gentío para así poder leer con relativa tranquilidad el mensaje. Efectivamente era de Ritsuka.

("No he querido ser una molestia, estabas muy ocupado. Podré esperar a mañana para verte y de paso me cuentas cómo ha ido.")

"¿Sólo eso? –pensó Soubi-. ¿Ya está…? ¿Mañana…? ¿Se va a su casa?" –desde luego no era eso lo que tenía planeado. Enseguida se dispuso a contestar el mensaje, y casi al instante de haberlo enviado lo recibió Ritsuka.

("No quiero esperar a mañana para verte. Espérame en mi casa. Por favor.")

-Así que quiere verme esta noche, en su casa… –murmuró y, antes de que pudiera pensar en si decidía ir o no, se dio cuenta de que sus piernas habían tomado la iniciativa y habían cambiado de dirección y le llevaban al apartamento de Soubi. En el momento de ser consciente de esto, le asaltó una imagen y la sensación que de ella se desprendía: Soubi acorralándole contra la pared de la ducha, besándole y deslizando su mano por sus costillas hasta llegar a la toalla que le cubría. El recuerdo de la escena vivida le hizo tragar saliva-. Bueno, ¿y por qué no? –ahora eso no le parecía tan mala idea. Pero tan pronto como le había venido ese pensamiento a la mente, una ya conocida sensación invadió parte de su ser. Esa sensación, sentimiento o razón –no sabía muy bien qué era aquello-, que tantas veces había sido la causa de las innumerables ocasiones en que había rehuido el contacto íntimo con su luchador. Y, sin embargo, esa perspectiva de rechazo ya no era tan imperiosa. El muro que lo mantenía aislado se estaba resquebrajando y por las pequeñas brechas se había creado un hueco que abría camino a una nueva posibilidad, la de dejar de lado sus infantiles controversias y dejarse guiar por el corazón, que imploraba por encontrarse en brazos de Soubi.

Esta nueva perspectiva había ido abriéndose paso en su interior y, mientras caminaba, siguió pensando sobre el asunto y lo irónico que era el hecho de que, en estos últimos días, sus sentimientos hacia Soubi se hubieran rebelado de aquella manera. La niñez había dejado paso a la adolescencia, que le había sumido en un mar de indecisión y confusión y, por muy a raya que hubiera mantenido a sus hormonas –justo ahora parecía que estuvieran a punto de tomar el control-, el hecho era que el sentimiento que albergaba su corazón estaba ganando terreno a todo lo demás.

Un nuevo recuerdo le sobrevino, esta vez el de la noche anterior en el que ambos se besaban en el ascensor. Recuperó la sensación que había vivido en ese momento, lo agradable que fue y, que si no hubiera sido por la aparición del metomentodo Kio, quizá…

Su imaginación le había absorbido toda la atención y si no llega a ser por el grito de un buen samaritano, una farola se habría encargado de hacerle una cara nueva. A un palmo se detuvo de la embarazosa colisión y, volviendo al mundo real, respiró hondo en un intento de recuperar la compostura –que su mente, habilidosamente, se había encargado de alterar con imágenes sugerentes y no aptas para menores- y apaciguar su acelerado corazón.

Recuperado del pequeño imprevisto, continuó con su camino y no tardó mucho en llegar a su destino. Encontró la llave escondida en el pequeño hueco del marco de la puerta y entró en el domicilio de Soubi. Encendió las luces y, tras dejar el abrigo sobre una de las sillas –por algún desconocido motivo siempre pasaba de largo del perchero que había en el recibidor-, recorrió el lugar con acentuado nerviosismo o tal vez incertidumbre. ¿Qué iba a hacer hasta que llegara Soubi? Y lo que es más importante, ¿qué haría cuando él regresara?

Dio unas vueltas más con la mente hecha un torbellino de pensamientos que se superponían sin llegar a una conclusión o idea clara. De repente se paró, en mitad del salón, al igual que paró su divagar mental, llegando a la única y más plausible conclusión: pasaría lo que tuviera que pasar y ya se preocuparía de ello llegado el momento. Así, clara la idea, se tiró en el sofá, tumbándose en él con las piernas colgando sobre el reposabrazos. Perdiendo la mirada en el blanco techo, llegó un momento en el que se quedó dormido.

Que agradable sueño estaba teniendo. Sentía como alguien le estaba acariciando la cabeza y jugaba con un mechón de su cabello. Un escalofrío le recorrió el espinazo cuando esa simpática mano cambió de objetivo pasando a perfilar con el dedo el contorno de una de sus orejas felinas, y aún no contento con ello, hizo lo mismo con la otra oreja, lo que provocó que se revolviera inquieto. Imaginó la sonrisa que aquello estaría provocando a esa persona y, de pronto, su mente se iluminó con un rostro conocido intentando comedir su sonrisa y con un brillo especial en los ojos que tanto le cautivaba.

Esa visión fue lo que le llevó a despertarse. Lentamente abrió los ojos y, sin embargo, aquella agradable sensación persistía. Fue cuando se dio cuenta de que no había sido un sueño y que, ciertamente, alguien le estaba acariciando con gran mimo. Estiró el cuello hacia atrás hasta que sus ojos toparon con la mirada de Soubi que, efectivamente, sonreía complacido. Él le devolvió el gesto.

-Me he quedado dormido –razonó para si. Su cabeza descansaba sobre el regazo del luchador-. ¿Cuándo has vuelto? –preguntó.

-No sé… hará unos minutos, tal vez.

-Haberme despertado.

-Es que dormías tan plácidamente…

La verdad era que quería aprovechar la oportunidad de estar junto a él, de acariciarlo, sin que éste saliera huyendo. Por eso mismo se sorprendió que al despertar no hubiera dado un bote apartándose –conocía bastante bien sus reacciones ante algo inesperado-.

-Pero al final te he despertado –se culpó-. ¿Te molesta que me haya tomado esta libertad? –acompañó la pregunta con el roce a una de las orejas.

Nuevamente, ésta reaccionó al contacto y un agradable cosquilleo le recorrió la piel. Ahora estaba despierto pero no se apartó ni mostró intranquilidad.

-No –admitió de buen grado. Pasaron unos segundos en los que ninguno dijo nada-. ¿En qué estás pensando? –se aventuró a preguntar.

-Sabes… tus orejas son un rasgo de ti que me encanta. Te delatan. Por ellas sé qué es lo que te incomoda, lo que te agrada… –hizo una pequeña pausa-. Las echaré de menos –afirmó con un deje de añoranza.

Ese comentario sobresaltó a Ritsuka y se incorporó rápidamente volviéndose para mirar a Soubi. Intentó mantenerle la mirada pero el rubor pudo con él. Su mano se aferró inconsciente al extremo de cola que se había librado de quedar aplastada bajo su peso. "Tantos años conviviendo con ella…" –es lo primero que se le ocurrió pensar.

Soubi vio amenazada la situación y, antes de que Ritsuka se pusiera a pensar demasiado –como era su costumbre en opinión del luchador-, decidió dar un paso más.

-¿No pensarías que serías un crío para siempre, verdad? – avanzó su posición acercándose a Ritsuka. Éste contuvo el aliento mientras imploraba a su cerebro que reaccionara, fuera del modo que fuese. Pero el muy traidor se había quedado en blanco.

-No.

Un inseguro no fue lo único que pudo articular. El rostro de Soubi se detuvo a pocos centímetros de él y así se mantuvo unos segundos que le parecieron interminables. ¿A qué esperaba? –se sorprendió pensando-. A cada segundo que pasaba, más nervioso se ponía. Justo lo que el luchador quería; lo suficiente como para no dejarle pensar pero no lo bastante como para que saltara el resorte y se pusiera a la defensiva.

Al final la distancia se redujo hasta el punto en que sus bocas se tocaron. Soubi le besó, suave pero decidido, y cuando notó la incipiente aceptación de Ritsuka, se separó lo suficiente como para mirarle a los ojos. Ritsuka quedó algo desconcertado al verse privado de aquel dulce contacto y se vio en la necesidad de saborearlo de nuevo. Se inclinó hacia Soubi buscando sus labios pero se detuvo de repente indeciso. Le miró a los ojos viendo el deseo contenido en su hermosa mirada azulada. El luchador volvió a besarlo, esta vez con mucha dulzura y sentimiento, siendo casi en el mismo instante correspondido, pero nuevamente se apartó.

Esta vez ya no fue tanto desconcierto lo que sintió Ritsuka, sino más bien enfado por verse privado de algo que quería. Por un instante le pareció cruel el juego de Soubi, pero en realidad no era un juego. Acercó su rostro al de éste y, aunque aún había inseguridad en sus ojos, se decidió a dar el paso. Sus labios se posaron sobre los de Soubi con timidez, se apartó escasos milímetros y tomó aire como si le costara y, antes de que pudiera arrepentirse, selló su conciencia con un nuevo beso, esta vez más seguro. Soubi accedió sin reparo alguno ofreciéndole la lengua y entrelazándola con la suya.

Ritsuka pasó sus brazos alrededor de su cuello y lo atrajo cuanto pudo, pudiendo sentir el firme contacto de su cuerpo. Se dejó recostar en el sofá ayudado por el peso de Soubi, quien ya había conseguido deslizar una de sus manos bajo la camiseta y ascendía por el costado recorriendo la cálida piel de su presa.

Dulces labios mimando su abdomen y torso a medida que la camiseta se retiraba dejándolo expuesto. Elevó los brazos para ayudar a quitarle la prenda, pero en vez de eso, Soubi la utilizó para inmovilizarle los brazos sobre la cabeza, pero al cabo de unos segundos se lo pensó mejor y lo liberó, inducido por la protesta del joven y porque se le hizo necesario sentir los brazos y manos de Ritsuka aferrándose a su cuerpo.

Nada pasaba por la mente de Ritsuka a parte de la idea de no soltar a Soubi ni por un segundo, como si temiera que éste fuera a desvanecerse. No era muy consciente de lo que hacía. Un ligero mareo se había apoderado de sus sentidos, indicándole que se dejara llevar, que no se opusiera para nada a las agradables sensaciones que Soubi provocaba en él. En ese momento se sentía muy bien, pero necesitaba algo más. Se le antojó que sería en extremo grato sentir directamente en las yemas de sus dedos el tacto de la piel de Soubi. Así que deslizó las manos por su espalda hasta encontrar el extremo de la camiseta y colarse bajo la tela. Sus palmas se deleitaron con las formas de su espalda, trazando con el pulgar la columna, sintiendo el calor que desprendía su piel y que a cada momento parecía arder más. ¿Le estaría consumiendo igual que le consumía a él? Con decisión intentó quitarle la camiseta, si se le resistía mucho se la arrancaría –convino consigo mismo-; sólo necesitaba que Soubi se incorporara un poco para sacársela, cosa que no tuvo ni que pedir ya que Soubi mismo terminó de quitársela con visible prisa para poder continuar con su tarea.

El luchador no cabía en si de gozo al comprobar el deseo que reflejaban las acciones de Ritsuka y al mirarlo a los ojos quedó más que patente que por fin conseguiría la aprobación del joven, y ese solo pensamiento lo encendió más.

Ritsuka agradeció en silencio la premura con que se había despojado de la prenda, ofreciéndole la sugestiva visión del movimiento de los músculos del abdomen, torso y brazos contrayéndose para llevar a cabo tan simple misión. Aún así, le pareció demasiado larga la espera de volver a tener los labios de Soubi sobre él, así que se incorporó para recibirlo, pues no estaba dispuesto a esperar ni un segundo más. El luchador no puso reparo a su exigente demanda. Se entregó a los besos de Ritsuka que empezaban a dejar de ser tiernas muestras de su amor para imbuirse de una pasión desmedida, contenida por tanto tiempo, que le hacía perder la noción de sí mismo. Pero no sólo su boca denotaba su estado, todo su cuerpo había reaccionado y cada fibra de su ser se desvivía por estar en contacto con aquel otro cuerpo que parecía sentir lo mismo.

Por un momento añoró las manos de Ritsuka, pero al instante notó cómo éstas intentaban deshacerse del cinturón de sus pantalones.

-¿Acaso tienes prisa? –le susurró Soubi al oído.

-Tú dirás –contestó como si fuera obvio-. Te he hecho esperar demasiado.

-Es posible pero, la verdad… ahora que te tengo entre mis brazos no me corre tanta prisa –depositó un beso en sus labios y se separó nuevamente- es una ocasión especial y pienso disfrutar este momento y prolongarlo tanto como pueda –apareció una traviesa sonrisa en su rostro que transmitía una verdad inapelable: "De ésta no te escapas".

-¿Me vas a torturar? –preguntó con fingida preocupación. La expresión de avidez que vio en el rostro de Soubi le sirvió de respuesta, no le hizo falta oírlo de sus labios.

-No demasiado –le mordisqueó un pezón, lo que provocó un suspiro inesperado y un escalofrío que le recorrió todo el cuerpo.

De pronto, Soubi se incorporó, se levantó del sofá y agarrando a Ritsuka de la muñeca estiró de él invitándole a que le siguiera. De camino a la habitación, al pasar por al lado del teléfono éste sonó. Soubi, ocupado en guiar a Ritsuka, no le dio la menor importancia, pero la curiosidad innata de Ritsuka le llevó a mirar inconscientemente al aparato, pudiendo comprobar en la pantalla líquida de éste el nombre de quien osaba perturbarles en un momento como ese.

-Es Kio –comentó al rubio que al pensárselo un instante se apartó momentáneamente de su objetivo inicial de llevarlo hasta la cama que podía vislumbrar tras el umbral de aquella puerta, que distaba de ellos a tan sólo unos pasos.

-Parece que lo hace aposta –remugó molesto-. Mejor contesto porque sabiendo que estoy en casa capaz que se presenta –descolgó el auricular-. Estoy ocupado, llámame mañana –informó escuetamente- y ni se te ocurra pasarte por aquí.

-¡Espera! ¡Espera! ¡Espera! –gritó Kio al otro lado del teléfono sabiendo que su amigo ya debía tener el auricular lejos de su oído.

Al oír la insistencia volvió a acercarse el teléfono.

-¿Qué quieres? –preguntó molesto e impaciente.

-Chico, que humor. ¿Interrumpo algo? ¡Oh! ¡¿Estás con Ritsuka?! –enseguida cayó en la cuenta.

-Al grano –exigió Soubi.

-Vale, vale. Antes lo he olvidado. La clase que tenías mañana se ha suspendido.

-Mejor –sonrió al tiempo que se giraba y le dedicaba una mirada a Ritsuka, que se había quedado parado a dos pasos de él-. Gracias por la información. Adiós –colgó de inmediato dejando a Kio sin la posibilidad siquiera de decir una palabra y avanzó impetuoso hacia Ritsuka, quien lo recibió entre sus brazos y ambos avanzaron a trompicones hasta caer sobre el amplio lecho de Soubi.

Ritsuka acabó sobre Soubi e incorporándose quedó sentado sobre él. Entonces reemprendió la tarea que antes había sido interrumpida, desabrochó el pantalón y deslizándose logró quitarle toda la ropa que le quedaba. Soubi detectó una pequeña duda en su rostro y se acercó a él.

-Tranquilo, déjame a mí –le susurró tras besarle.

Ahora fue él quien despojó a Ritsuka de su vestimenta. Comenzó a besarlo y a recorrer con sus manos la cálida piel que tanto ansiaba tocar y saborear; sentirla vibrar bajo sus yemas a medida que se acercaba y envolvía con la mano el miembro eréctil.

El cuerpo de Ritsuka se contrajo atrapado por la electrizante presión de la mano de Soubi. Sintió cómo la llama se expandía por todo su cuerpo desde su virilidad y crecía incesante, haciendo que su piel ardiera, consumiendo sus sentidos y no dejando lugar más que para el deseo, casi frenético, que lo estaba embargando. No podía creer que la simple acción de su luchador, que apenas había comenzado a tocarlo, lo estuviera llevando a esos extremos. Aunque quizás era normal, ya que nadie hasta ahora lo había tocado de aquella manera, acariciándolo, besándolo y estimulándolo para hacerle sentir que en ese momento no existía nada ni nadie aparte de él y su amante. Pero, ¿qué sería de su cordura cuando realmente le estuviera haciendo el amor? Con ese pensamiento en mente, dejó escapar una sonora exhalación, muestra de su incipiente aceleración cardiorrespiratoria.

Su cuerpo volvió a contraerse, inesperado, al notar ahora la presión de los dedos de Soubi adentrándose en él. Una sensación un tanto extraña que en un principio le pareció molesta y que le llevó a que su cuerpo se tensara y su respiración se crispara. Tardó unos breves instantes en acostumbrarse a ello y conseguir relajarse nuevamente, ayudado de las más tiernas atenciones del luchador, cuyos labios, prestos al servicio, dejaban tras de sí la sensación de que cada poro de su piel le pertenecía exclusivamente a él; sellando con su boca cualquier duda que hubiera podido surgir, y alimentando con cada roce, con cada suspiro que tentaba su piel, la necesidad de más, de suplir la carestía que sufría su alma y que sólo podía aliviarse siendo devorado por el fuego que eran las manos de Soubi, sus besos, su aliento y todo su ser en comunión con él.

Ahora sus labios bajaron por el abdomen de Ritsuka, incipientemente esculpido, hasta llegar al pene completamente erecto y se lo introdujo en la boca para continuar con la felación. Ritsuka se estremeció y llevó las manos a la cabeza de Soubi.

-Soubi… –articuló con voz agitada- no aguanto más –se estremeció y arqueó al límite del clímax.

El luchador continuó masajeando su interior y saboreando su virilidad, pero al notar que el momento se acercaba sustituyó la boca por la mano y volvió a hacer el recorrido ascendente hasta el cuello de su amante, que ahora, instintivamente, recogió las piernas para afianzarse en torno a Soubi, cuya verga hacía rato que estaba completamente dura y necesitada de la adecuada atención. Había hecho todo lo posible por controlar su libido pero el deseo por tanto tiempo contenido se lo estaba poniendo realmente difícil.

Ritsuka no pudo aguantar más y, con la respiración contenida, eyaculó en la mano de Soubi. Éste aprovechó ese momento de máxima relajación e introdujo su pene en el interior de su amado sacrificio que dejó escapar un gemido entremezclado de placer y dolor. Se abrazó a Soubi como si en ello le fuera la vida e intentó concentrarse en sentir la respiración de su luchador que, agitada por la excitación, bañaba su cuello y lo reconfortaba con su calidez.

Había intentado controlar su impulso para causarle el menor daño posible y acometer con cierta delicadeza pero su pasión por el joven le hacía difícil refrenarse, sobre todo teniendo en cuenta que no había tenido la previsión de utilizar lubricante alguno. Y el hecho de que Ritsuka intentara contener los signos del dolor que aún sentía le hizo temer que le provocara algún sangrado.

-Perdóname. Te está doliendo mucho –le susurró al oído deteniéndose dentro de él. Con las manos apoyadas una a cada lado del cuerpo de Ritsuka, se apartó ligeramente para poder mirarlo bien a los ojos. Sus largos cabellos se deslizaron por los hombros, enmarcando su rostro, y cayeron sobre el pecho de Ritsuka.

-No te disculpes –dijo trabajosamente-. Ya no es tanto el dolor –acercó su cara a la del luchador y tras besarlo intensa y profundamente clavó su mirada en la suya-. No pares, por favor… y no te contengas –le demandó y volvió a besarlo con ardiente pasión.

Soubi accedió a la demanda reanudando el vaivén de sus caderas, al principio comedido hasta que la exigencia de su amante, que se había movido ligeramente para acomodarse mejor, le incitó para que se dejara de delicadezas. Quería sentirlo por completo dentro de él, sentir toda su fuerza. El dolor había comenzado a disiparse y a ser reemplazado por pequeñas descargas de placer al rozar, con cada embestida, el punto de excitación.

Las descargas que provocaba la verga de Soubi en él se fueron intensificando de tal manera que sus sentidos comenzaron a nublarse nuevamente, perdiendo toda capacidad de raciocinio y pensamiento coherente. Su mente estaba imbuida por el deseo, el placer y el desenfreno; sólo estaba Soubi, del que sentía cada vibración, latido y respiración, el cual le estaba haciendo perder el norte. Pero no le hacía falta saber dónde se encontraba; sólo necesitaba sentir a su luchador.

La excitación de Soubi estaba por llegar a su punto álgido entre los brazos de Ritsuka, que se aferraban a él con fuerza cuando sus manos no se deslizaban a lo largo de toda su espalda o sus dedos se enredaban afanosos en su cabellera cuando, casi con desesperación, tomaba su cabeza buscando la atención de sus labios.

Entre jadeos y suspiros, por parte de ambos, Ritsuka fue el primero en llegar al orgasmo y unos segundos después le siguió Soubi, derramándose dentro de él y dejando escapar de sus labios un suspiro de portentosa satisfacción.

Ambos permanecieron largo rato abrazados. Soubi arrullado por las manos de su amor sobre su espalda y cabeza, que estaba apoyada sobre el palpitante pecho de Ritsuka escuchando cómo el corazón y respiración de éste comenzaban, tras varios minutos, a apaciguarse; sintiéndose agradecido y feliz por haber compartido con él esos momentos de amor y placer.

-Te quiero, ¿lo sabías? –comentó de improviso Ritsuka acercando su boca al oído de Soubi.

Por un momento, Soubi creyó que se le pararía el corazón. ¿Había escuchado bien? Aunque impresionado, no se incorporó inmediatamente para mirarle. Cuando lo hizo, y fijó su mirada en los violáceos ojos de Ritsuka, éste creyó apreciar una brillantez fuera de lo común en sus hermosos ojos zafiro y en su rostro asomaba una expresión que no habría sabido explicar con palabras. Quizás una mezcla de satisfacción, amor, alegría…

-No sabes cuánto he deseado oír pronunciar a tus labios esas palabras. Ahora lo sé –le besó los labios con dulzura. Tras dedicarle una franca sonrisa, se acomodó a un lado de Ritsuka y lo abrazó atrayéndolo hacia él, quedando espalda contra pecho-. Yo también te quiero –le susurró al oído.

El luchador, cuya mano se afianzaba sobre el pecho de Ritsuka, notó cómo el corazón de éste se sobresaltaba al escuchar sus palabras y, a la vez, la mano que se entrelazaba con la suya reforzando aquel sentimiento.

-Cada vez que me dices eso es como si fuera a derretirme y mi corazón se desboca –confesó.

-¿Eso es porque me quieres? –preguntó juguetón y apoyó la barbilla sobre el hombro de Ritsuka.

-Supongo que sí –era la primera vez que le hablaba con tanta franqueza de sus sentimientos, siempre intentando esconderlos, reprimirlos.

-¿Sólo supones? –cuestionó con falsa incredulidad. Intensificó levemente su abrazo dándole a recordar lo que su cuerpo le podía hacer sentir.

-Está bien. Sí, lo admito –hizo una breve pausa-. Es porque te deseo y amo con todo mi ser –quiso enfatizar la afirmación volviéndose para quedar tumbado de espaldas y mirar a Soubi, cuya sensación de satisfacción no le cabía en el pecho. Alargó la mano y, tomando el rostro de su luchador, lo besó con profundidad.

-Desde luego eso ha sido más convincente.

Ahora fue Soubi quien le besó y acarició deslizando su mano por el costado. Sus labios lo recorrieron lentamente, acariciando, mordisqueando su piel: primero el perfil de su mandíbula, después diversas zonas del cuello, el espacio justo debajo de la oreja, la curva que hay entre el cuello y la clavícula… cuando empezó a recorrer su torso se detuvo a medio camino del esternón para mirar la reacción de su sacrificio y ladeó la cabeza para poder sentir los latidos de su corazón.

-Te quiero.

El corazón de Ritsuka, volvió a palpitar unos breves instantes con gran intensidad. Justo lo que esperaba Soubi, pero además pudo ver esa graciosa reacción que tan bien conocía de una de las felinas orejas.

-Así que no son sólo tus lindas orejitas las que reaccionan así.

-Traicioneras… -echó la vista para arriba como si intentara verlas.

-Las echaré mucho de menos. Igual que esta colita tan suave y aterciopelada que nunca para quieta –jugueteó con el apéndice que pronto dejaría de existir.

-Pues yo no. Te lo aseguro. No me traen más que problemas porque no puedo controlarlas.

-¿Qué se le va a hacer? Tendré que resignarme –suspiró teatralmente-. Al fin y al cabo esto funciona así. Al despertar ya no estarán.

-Puede que me resulte extraño verme.

-Yo hace tiempo que te imagino sin ellas.

-Demasiado, sin duda, pero ya no tendrás que imaginar más –le acarició la mejilla-. Por fin me he deshecho de ellas; por fin he reconocido lo que siento.

Ésa era una verdad como un templo y Soubi agradeció que por fin hubiera ocurrido.

Continuará


Bueno, éste ha sido el capítulo. Espero haber cumplido con las expectativas. La verdad, me ha sido muy difícil escribirlo. Ojalá no haya decepcionado a nadie.

Como siempre agradezco todos los reviews que me mandáis. Los contesté todos menos un par por no tener dire de contacto.

Hasta la próxima