Opio

Capítulo I

...Y además de sentirse inmerso en la oscuridad, sabiendo que el único testigo de sus actos era el firmamento, tenía un extraño presentimiento. No era que en la oscuridad hubiese mucho ruido, pero aún así, presentía que algo ocurriría. Alzó las doradas pupilas al cielo negruzco, desprovisto de estrellas. ¡Ni siquiera encontraba la luna! Sólo se quedaba ahí parado, junto a aquel árbol nudoso y grueso. Se sentía extrañamente protegido, pero le faltaba algo, al igual que al cielo la luna.

Esta vez bajó la mirada, su presentimiento se desvanecía poco a poco, tal como su hálito tórrido que iba difuminándose en el aire, perdiéndose pronto hasta hacerse nada... Cerró los ojos. ¿Error o acierto? No quiso volverlos a abrir, aunque sintió que una mano tibia tomaba su barbilla, luego sintió algunos cabellos jugueteando con su frente, lentamente... sintió también que la respiración cálida de alguien chocaba con su fría y puntiaguda nariz. Otra nariz tocaba la suya, pero esta era tibia y suave. Quiso abrir los ojos, pero prefirió no hacerlo y perderse en esa extraña y gratificante sensación de… ¿cariño…?

Justo en el momento menos indicado… ¿o más indicado? Abrió los ojos repentinamente, esos ojos ambarinos y enormes que se toparon con unos redondos, negros y brillantes que se cerraban instantáneamente para hacerle quite a la desaprobación que lo reprochaba.

-¿Qué…! –murmuró Ren, atontado, sin reaccionar, incluso cerrando también un poco los ojos. Sentía el impulso de empujar al que tenía delante, pero realmente no era un impulso, era un mecanismo para escapar de esa realidad que tanto le estaba gustando, pero que era imposible y mal vista.

-Por favor… -susurró el que se acercaba con una maldita lentitud que lo impacientaba. Necesitaba que lo hiciera rápido. Deseaba que adelantara el paso, para no arrepentirse luego de lo ocurrido… o más bien, de lo que podría llegar a ocurrir si no protestaba. Por fin Horo se decidió, y rozó despacio los labios de su compañero que tenía en frente, a su merced. – Yo… -alcanzó a susurrar, antes de que las mejillas de Ren se afiebraran a más no poder, y justo antes de que los labios de ambos se juntaran con curiosidad, con suavidad, luego fundiéndose en un beso, extraño como todo lo que estaba sucediendo… extraño como la luna que de pronto apareció entre un par de nubes añiles.

Ren se percató de que tenía los ojos abiertos, de que estaba mirando hipnotizado a la luna, de que estaba solo y de que el cielo ya no estaba tan oscuro. Se llevó la mano a la mejilla, y se sonrojó instantáneamente al no entender el juego de su imaginación. Y es que había sido tan real, que hubiese pedido al firmamento que declarara su testimonio… pero no, él sabía que había sido una falacia. Una jugarreta. Como todas las que había comenzado a vivir desde hace algún tiempo. Y eran situaciones que no entendía, pero que le hacían sentirse con una culpa tremenda que penetraba en su pecho.

Cerró los ojos con brusquedad, y se sentó, apoyándose en el soporte de vigas que tenía detrás. Se pasó una mano por el purpúreo cabello, desordenándolo un poco más, y bufó. ¡Qué difíciles enigmas guardaba la mente!

-Oye Yoh… tengo hambre… -protestó un soñoliento chico de cabellos azules, desperezándose

-¿Y qué quieres que haga…? Si quieres puedes comer algo… -se encogió de hombros el aludido, que yacía tapado hasta arriba, y se revolcaba en su cama, como inquietándose por el sólo hecho de pensar que el sol ya había salido y que era hora de despertar y levantarse.

-Pero… -murmuró, y abrió los ojos, dejando al descubierto un par de pupilas negras como el azabache- Creo que hay que ir de compras porque no hay nada… y si Anna se entera puede que no sobrevivas para contarlo… -aconsejó, con pereza.

-Ay, Loro-Loro… -Yoh bostezó, y descubrió su despeinada cabeza de entre las sábanas, para ver a su amigo.- ¿Quieres ir tú a comprar…? –le pidió, rogándole con la mirada

-Pero… -Horo desvió la mirada, esforzándose por inventar una excusa- Si Anna lo descubre… ya sabes lo que puede suceder, y si es así, los dos saldremos perdiendo. Y si vas tú, nadie pierde¿ves? –se disculpó.

-¡Qué desgracia…! -de los marrones ojos del haragán salen dos cascadas de lágrimas, y con flojera se destapa y poco a poco se incorpora. Abre con lentitud las cortinas, dejando que el sol ingresara sin preámbulos a la habitación del dojo de Funbari, encandilando a sus somnolientos habitantes.

-Ahora… -Horo se levanta en un abrir y cerrar de ojos, empujando a Yoh- ¡la lucha matutina por la pertenencia del baño! –le grita, suelta una carcajada y entra corriendo al baño, llegando en primer lugar cierra la puerta y se encierra en él hasta la hora de la mazamorra. Yoh se queda viendo fijamente la puerta, distraído como él solo, se encoge de hombros y se ríe por un buen rato.

-Ya verás cuando te gane, Loro-Loro… -le grita, sonriente

-¡Que no me llames Loro-Loro, que soy Horo-Horo! –le responde anímico el de cabellos más desgreñados, dentro del baño, mientras le da al grifo de agua.

-Aún es muy temprano… eso significa que puedo ir un rato a los baños termales y quedarme ahí… y Annita no lo sabrá… y todo estará bien… -murmuró misterioso y rió con su sonoro "ji ji ji". Luego de su plan salió de la alcoba, llevándose, por supuesto, sus audífonos anaranjados puestos, y unas cuantas toallas para secarse.

Luego de algunos varios minutos, Horo sale empapado de baño, cubierto con una toalla, y con una sonrisa de oreja a oreja, que por supuesto denotaba maldad, camina sigilosamente hasta la cama de Ren, se asoma a ver si no hay nadie, y contento de su triunfo de haber despertado más temprano, se lanza contra la litera abultada, gritando.

-¡Despierta Ren¡¡DESPIERTA PEREZOSO¡¡TE VOLVÍ A GANAR! –comienza a reírse con suficiencia. Luego de terminar su espectáculo, espera que un indignado Ren aparezca desde las profundidades de la cama… pero nada.- ¿Ren…? –murmura, esperando alguna respuesta. Pero para su sorpresa no ocurre nada, y de todas formas, pensó que al tirarse contra la cama, el bultito era demasiado blando. Corre las fundas, y se encuentra con un almohadón como único habitante. - ¿Ren…¿qué te pasó? –unas cascadas, iguales a las de Yoh, fluyen bajo sus ojos.- No te mueras, Ren… -toma la almohada y la zamarrea, para hacerla reaccionar.

-Imbécil… -murmura una voz fría a sus espaldas, siente un escalofrío que recorre toda su descobijada espalda, pero sigue tratando de revivir a la almohadita-

-Ren… ¿me escuchas? Despierta… Regresa a la forma humilde que mereces… -la vuelve a sacudir, esmerándose, sin dejar de lloriquear.

-Estúpido, que estoy bien… -le ve un fastidiado Ren, aunque de todas formas curioso y en verdad, hasta divertido. Tuerce un poco la boca, haciendo un ademán de sonrisa, se acerca a Horo y se sienta detrás de él-

-¿Seguro lo estás…? –interroga al conocido objeto, preocupado- ¿no quieres que haga algo por ti…? –la acomoda en la cama, lo mejor que puede-

-Claro que no, idiota. –le dice Ren, muy cerca de su oído, a lo que Horo se eriza entero y abre los ojos de par en par, asustadísimo. Se levanta rápido de la cama y voltea a ver a Ren-

-Tú… - apunta, indignado

-… -Ren sonríe con malicia y lo ve desafiante-

-¿ESTABAS MUY ENTRETENIDO MOLESTÁNDOME! –le grita, exaltándose- Arrrghhh… -cierra los ojos, perturbado, mientras las venitas de su sien se hinchan- siempre estás importunándome y… -lo ve, irritadísimo, intentando fulminarlo con la mirada-

-Bah… -Ren alza las cejas, en señal de crítica. Realmente ahora estaba divertido al ver a Horo tan enfadado, pues parecía que le resultaba nada más a medias el papel de toro furioso.

-… me tenías preocupado. Creí que te habías transformado en almohada y luego apareces y… -bufa, y se cruza de brazos, sintiendo como unas gotas de agua provenientes de su cabello bajan por su frente.-

-Hola, heladito… -balbucea el interlocutor, haciéndose el aburrido.

-¿QUIERES PELEAR! –vuelve a exasperarse Horo, y lo apunta con el dedo.

-Luego de que te vistas, claro… -alza una ceja, y una sonrisa burlona se marca en sus labios.

-Maldito… -murmura Horo, sonrojándose al instante e intentando cubrir más parte de su cuerpo con la toalla. Camina hacia su cama, murmurando cosas incomprensibles y resentidas, se sienta y comienza a vestirse. Ren lo ve un momento, sin quitar esa inquietante expresión socarrona y triunfante del rostro, se levanta de la cama y entra al baño.