Capítulo 1.
El reencuentro de los guardianes… El aire y el fuego.
Hacía ya varios años desde que los cuatro guerreros Xiaolin elegidos, los protectores del agua, tierra, fuego y aire se habían despedido. Tras derrotar a Jack Spicer, desaparecida Wuya, y recopilar todos los Shen Gong Wu, el maestro los había enviado a cuatro lugares distintos, para que cada uno se especializara más en su elemento y aprendiera a controlarlo con mayor destreza. Un entrenamiento que, según Fung, no conseguirían juntos por falta de concentración.
Omi, el Xiaolin guerrero del agua, igual a los guerreros de antaño, se despidió de sus verdaderos amigos con profundo pesar, de Clay, el guerrero de la tierra y experto cowboy, de Kimiko, la hermosa y moderna guerrera del fuego, y de Raymundo, guerrero brasileño e indomable del aire. Los cuatro fueron separados hacía ya tiempo, y aquel día, por fin, volverían a encontrarse en el templo Xiaolin, donde su maestro los presentó cuando aun eran unos niños y habían prometido reencontrarse tras su arduo entrenamiento.
Cuatro figuras se acercaban hacia el templo Xiaolin desde los cuatro puntos cardinales. Los guerreros del agua y la tierra llegaron al mismo tiempo, más puntuales y casi temprano, encontrándose a las puertas de aquel viejo tiempo que en un pasado fue su casa. Apenas tardaron un instante en reconocerse.
-¡Clay!- dijo Omi contento al verlo de nuevo- Viejo amigo, que alegría verte. Vaya, veo que has crecido una barbaridad- decía Omi, mientras se le tiraba encima.
-¡Omi!- exclamó Clay- Yo también estoy muy contento de volver a verte. Ya ha pasado mucho tiempo… ¡Y tú también has crecido!- señaló al ver que ya le alcanzaba el hombro-. Dime, ¿qué tal tu entrenamiento?- preguntó el cowboy.
El de la enorme cabeza amarilla pareció inflarse de orgullo, y Clay no pudo evitar sonreír disimuladamente al ver que su amigo no había cambiado nada.
-Me fue muy bien. He aprendido muchísimas cosas, tantas que no creo que podáis alcanzarme. Estoy deseando poder demostrároslas. Ya veréis, quedaréis impresionados.
-Eres el mismo de siempre- dijo Clay sonriendo-. Yo también he mejorado mucho. Bueno, ¿Qué te parece si entramos ya? Creo que lo mejor será que saludemos al maestro y esperemos a los dos que faltan. Además, ¡me muero de hambre!
-Gran idea- dijo Omi, contento de poder volver a ver a su maestro.
Ambos entraron caminando con familiaridad por el lugar. Y allí, en la sala principal del templo, se hallaba el maestro meditando.
-Hola maestro- saludaron cortésmente los dos guerreros-. Nos alegra verle de nuevo.
El hombre se levantó. Había envejecido bastante durante aquel tiempo de ausencia, pero aún se diferenciaba su notable fuerza física bajo sus ropas y su indudable habilidad y destreza para la lucha. El anciano se levantó y se dio la vuelta para observar a los recién llegados. Al reconocer a sus antiguos alumnos, sus ojos se empañaron momentáneamente de lágrimas.
-Omi, Clay. Me alegra ver que habéis vuelto tal y como prometisteis. Espero que el viaje no se os haya hecho demasiado largo- comentó contento-. Venid, charlemos. Tenéis que contarme todo lo que habéis estado haciendo durante este largo tiempo.
Los tres se dirigieron hacia los jardines del templo. Los discípulos del maestro de aquel momento entrenaban duro allí, luchando cuerpo a cuerpo. A ambos guerreros Xiaolin los invadieron viejos y nostálgicos recuerdos sobre el tiempo en que ellos estuvieron haciendo eso mismo.
-Mirad, son Omi y Clay, los guerreros del agua y la tierra- comentó un chico de su misma edad emocionado al reconocerlos.
-Sí, es cierto, ¡lo son!- corroboró otro.
El grupo se acercó a los dos chicos tratando de tocarlos y pidiéndoles que les enseñaran sus técnicas. Omi se encontraba eufórico. Le encantaba que le halagaran y no paraba de tocar amuletos de la suerte. Por el contrario, Clay era más tranquilo y no le dio importancia al asunto. En un instante hizo sujetó a Omi del cuello de su ropas e hizo que él y Omi aparecieran junto a su maestro, que ya se había alejado un poco.
El pequeño guerrero del agua siguió saludando como un héroe desde la distancia a sus admiradores.
-Bien hecho Clay. Vamos, ahora seguidme- indicó el anciano.
-¡Clay!- lo reprendió Omi enfadado,- ¿Por qué lo has hecho?- terminó diciendo el joven guerrero del agua, frustrado.
-Ha hecho bien, Omi. Veo que mantienes tus viejas costumbres- dijo el maestro Fung haciendo que el pequeño enrojeciera.
Siguieron al maestro hacia el interior de uno de los edificios del templo. Le hablaron sobre sus últimas aventuras, de lo que habían aprendido, y de los lugares que habían visitado. El maestro les indicó que comieran junto a él cuando llegó la hora de la cena para que siguieran contándole lo que habían estado haciendo. Los nuevos alumnos luchaban por ponerse al lado de los legendarios guerreros que consiguieron recopilar los cientos de Shen Gong Wu, y Omi no podía dejar de sonreír por el orgullo.
De repente, un viento cálido llenó el lugar abriendo las puertas de la estancia. Una figura apareció frente a la puerta. Se veía oscura. Conforme se iba acercando los alumnos retrocedían, hasta que Omi dijo:
-¡Hola Raymundo! Bienvenido de nuevo- dijo tirándose encima de él como ya había hecho con Clay- ¿Qué tal todo? ¿Cómo has estado?
Raymundo se quitó la capa que lo tapaba. Las chicas que allí se encontraban no pudieron evitar sentirse atraídas por el joven. Raymundo se había convertido en un joven muy apuesto. Había crecido, y su musculatura había aumentado. Sus facciones antes duras tenían ahora un aspecto más serio y adulto. Su pelo seguía teniendo aquel aspecto desordenado y desenfadado.
- Hola Omi- dijo el joven-. Yo también me alegro mucho de volver a verte, y a ti Clay- dijo dirigiéndose a su otro amigo-. He estado muy bien, Omi. He aprendido mucho, y me he vuelto mucho más poderoso. Me han servido de mucho todos estos años de viaje y aprendizaje.
-¿Más poderoso que yo?- preguntó Omi frunciendo el ceño. Se cruzó de brazos y le dio la espalda- No lo creo, Raymundo.
El recién llegado sonrió divertido al ver que su amigo cabeza de huevo no había cambiado en absoluto.
-Eso está por verse- dijo con cierta malicia.
Después puso su atención en Clay, que se acercó también a saludarle ante la expectación de los curiosos alumnos del templo.
-Qué bien que estés aquí, Raymundo. Ya nos preguntábamos si te habrías olvidado de venir tal y como prometimos- dijo Clay con una sonrisa.
Ambos se estrecharon la mano con camaradería.
-Ni en broma. Jamás me olvidaría de vosotros, amigos.
De repente, el chico se dio cuenta de algo. Faltaba un guerrero. No encontraba a… Kimiko. La guerrera del fuego no se encontraba allí. Buscó con la mirada disimuladamente entre las otras chicas, pero en seguida se dio cuenta de que allí no estaba. Comenzó a preocuparse. ¿No le habría sucedido algo?
-Omi, Clay. ¿Y Kimiko?- Preguntó el chico brasileño tratando de ocultar su nerviosismo.
-No lo sabemos Raymundo. Kimiko aun no ha llegado. Quizás se le haya olvidado que debía venir hoy aquí- dijo Omi, que también parecía triste por la falta de Kimiko.
-No os preocupéis chicos. Estoy seguro de que Kimiko vendrá. A ella jamás se le olvidaría una cita como esta- los tranquilizó Clay.
-Sí, tienes razón- dijo Omi con su alegría de costumbre.
Tras saludar también al maestro Fung, pasaron la tarde hablando de sus nuevas habilidades y experiencias. Jugaron por petición de Omi al fútbol. A Raymundo se le daba muy bien, y pronto un grupo de chicas se congregó para animarlo. Él se sonrojó ante aquel espectáculo, muy al contrario de lo que habría hecho cuando aún era un niño años atrás. Después, Clay y Omi hicieron una pequeña batalla de lazo.
Cuando ya caía la noche, volvieron al templo seguidos por un grupo de chicas que parecían estar cerca de Raymundo donde quisiera que este fuera. Entraron en el comedor, donde el maestro invitó a los guerreros a sentarse con él en una mesa. En el momento en que se sirvieron los platos y la sala comenzó a comer, las puertas se abrieron de nuevo, dando paso a un tremendo calor. Casi al instante el calor se dispersó, y la figura de una chica apareció en el umbral del templo. Todos quedaron sin habla ante aquella entrada de la joven misteriosa. Solo una persona supo al instante de quien se trataba. Raymundo se levantó de su asiento mientras los demás aún miraban la puerta se acercó a la chica y le habló con voz dulce.
-Hola Kimiko, cuánto tiempo. Bienvenida. ¿Cómo has estado?- preguntó con una sonrisa Raymundo.
La chica salió de las sombras de la noche para ser alumbrada por las luces de las velas que había en la sala. Tenía una espléndida y esbelta figura. Llevaba un vestido de estilo oriental con un corte que subía por la pierna y la estampa de un dragón negro lo adornaba.
-¡Hola Raymundo!- dijo la chica, echándose en sus brazos- Me alegra volver a verte- dijo con una dulce sonrisa.
-¡Kimiko!- gritó Omi desde el otro lado del comedor. Se dirigió corriendo hacia ella, y la abrazó contento.- Kimiko, que bien que hayas venido. Ya pensábamos que te habías olvidado.
-¿Olvidarme yo de algo tan importante? ¿Cómo me iba a olvidar yo de vosotros Omi?- preguntó la chica contenta.
Omi se sonrojó al instante. No se había dado cuenta de lo cambiada que estaba Kimiko. Realmente estaba muy guapa, deslumbrante con su vestido rojo bordado con un dragón negro y dorado, y con su cabello negro atado en dos largas coletas y sonriendo feliz por el reencuentro.
-Hola Kimiko. Cuanto tiempo sin verte- dijo Clay saludándola
-¡Hola Clay!- dijo Kimiko también dándole un abrazo.
Después se dirigió hacia su maestro, ante el que se inclinó con una reverencia. Los chicos del templo la miraban embobados. Realmente aquella guerrera del fuego era más guapa de lo que les habían contado.
Los guerreros Xiaolin se sentaron de nuevo a la mesa. Clay y Omi en un lado, y Kimiko y Raymundo en otro.
Raymundo no podía dejar de mirar a Kimiko, Estaba muy hermosa. Su pelo brillaba como azotado por el fuego, y cada vez que sonreía, se olvidaba de todo.
-Vamos Raymundo, concéntrate- se dijo el chico.
Kimiko también sentía algo extraño. ¿Por qué al verlo acercarse había sentido como si su interior ardiera? ¿Y por qué había tenido que abrazarlo de aquella manera?
-Vamos Kimiko. Esto es solo por el cansancio y la emoción de volver a ver a tus amigos- se repetía.
Pero los dos jóvenes no paraban de mirarse. Tampoco podían evitar el querer sentir el roce de la piel de uno con la del otro. Cuando terminó la cena, el maestro les indicó sus habitaciones. Omi y Clay dormirían en el ala este, y Raymundo y Kimiko en las del ala oeste. Los cuatro amigos se despidieron hasta el día siguiente. Kimiko y Raymundo hablaban animadamente, no sobre lo que hubiera aprendido, si no sobre ellos. Raymundo acompañó a Kimiko hasta su habitación.
-Buenas noche, Kimiko- dijo Raymundo, dando media vuelta.
-Buenas noches Raymundo- dijo ella suavemente, al tiempo que cerraba la puerta.
Al día siguiente todos se levantaron tarde, excepto los cuatro guerreros. Juntos se dirigieron a entrenar. El maestro los veía salir a los jardines del templo. Se sentía muy orgulloso de ellos, habían mejorado mucho y ahora se habían convertido en unos chicos muy responsables e inteligentes. Muy hábiles para las artes marciales y la lucha.
Omi pidió a Clay que comenzaran una pelea, tierra contra agua.
-De acuerdo Omi. Prepárate- dijo Clay.
Omi se colocó en posición y una enorme corriente de agua salió de sus manos. Clay la esquivó por los pelos, y acto seguido, varios riscos de tierra atacaron a Omi haciendo que este cayera al suelo. Justo cuando iba a ser aplastado por una roca, consiguió levantarse. Una enorme columna de agua lo envolvió, y lo elevó en el aire. Desde allí atacó a Clay con una patada que éste estuvo obligado a responder. Luchaban con todas sus fuerzas. Movían magistralmente las manos, en una gran combinación de pies y manos.
-Está bien, Omi. Ya que esto no nos lleva a ninguna parte, creo que tendremos que decidirlo con una torre- dijo Clay.
Raymundo y Kimiko los observaro con interés al escuchar aquellos.
-De acuerdo. Pero no dudes de que saldré victorioso- sonrió Omi.
Los símbolos del agua y la tierra aparecieron en sus frentes, y de repente, de la tierra emergió agua, que era tragada por la tierra, y así varias veces sin detenerse. La mezcla fue elevándose hacia arriba formada por agua y tierra que parecían luchar por hacerse con el poder sin conseguirlo ninguna.
-¡Esto es un empate!- gritó Kimiko a sus amigos- Los dos han conseguido la misma cantidad de torre. No ha ganado ninguno de los dos.
-Supongo que eso significa que vuestros poderes tienen la misma fuerza- dijo Raymundo aún impresionado por el poder de sus amigos.
Kimiko y él se habían mantenido al margen de la pelea. Observando los increíbles y rápidos movimientos de Omi y la habilidad y fortaleza de Clay.
-Bueno- dijo Omi acercándose a Kimiko y Raymundo y sentándose en una piedra cercana- Os toca.
-¿Qué?- dijo Raymundo. Lo habían pillado por sorpresa. Él no quería luchar contra Kimiko… pero no podía permitir que ellos se dieran cuenta.
-Bueno, a mi no me importa. ¿Tú quieres?- le preguntó Kimiko.
Él se encogió de hombros como si le diera lo mismo. Ambos se dirigieron al centro del prado donde se encontraban y tomaron las posiciones que los otros dos guerreros habían mantenido durante su pelea. Ninguno parecía querer comenzar a atacar.
-Comienza tú- le dijo Raymundo a Kimiko, enviándole un soplo de aire.
Ella asintió y se colocó en posición de ataque. El lugar comenzó a calentarse. Dos enormes bolas de fuego aparecieron en sus manos, y su mirada se concentró en un solo punto: Raymundo. Lanzó a gran velocidad una bola de fuego, que Raymundo desvió con un fuerte viento. Casi al instante, la joven estaba tras Raymundo, que no pudo más que tirarse al suelo al ser atacado por Kimiko.
-Así que quieres pelear duro, Kim- dijo sonriéndole- De acuerdo, pelearemos a tu modo.
Se concentró durante un momento, y un soplo de viento se convirtió en un pequeño torbellino que se acercó hacia Kimiko. Raymundo parecía sujetarlo de alguna forma. Lo lanzó contra Kimiko, que tuvo que hacer una difícil maniobra para eludir su ataque. Un mechón de pelo tapó parte de su rostro. Sus ojos azules brillaban con un fuego interno, mientras Raymundo era rodeado de vientos del sur. Ambos acunaban en sus brazos partes de su elemento que preparaban para un fuerte ataque. En aquel momento, Raymundo atacó, saliendo a gran velocidad hacia ella, y fuertemente le atacó con un viento cortante y frío.
La ropa de Kimiko se rompió, que lo miró enfadada. ¿Cómo se atrevía a romperle de aquel modo la ropa? Él sonreía con divertida satisfacción y eso la enfadó todavía más. Una enorme llama apareció en sus brazos, pero en vez de lanzársela a Raymundo, le susurró algo. La llama saltó de sus manos y comenzó a arder en la hierba. El fuego se extendió rápidamente rodeando a los oponentes. Ahora Kimiko tenía ventaja, estaban en su terreno. Las llamas se alzaron, formando una enorme jaula.
Omi y Clay miraban el espectáculo impresionados. Los poderes de Raymundo y Kimiko habían aumentado muchísimo, puede que incluso los superaran a ellos, aunque eso sólo lo pensó Clay. La pelea a la que estaban asistiendo era impresionante.
En aquel momento, Raymundo estaba rodeado. Pero al contrario de lo que habría hecho en el pasado, se concentró en vez de enfurecerse. Tomó aire e hizo que el viento soplara. Un viento muy cálido apareció y comenzó a soplar contra los barrotes de fuego de la jaula, que empezó a ensancharse. Raymundo sonrió triunfante al conseguir su objetivo de alejar el fuego de sí mismo, y Kimiko le contestó rápidamente. Realmente estaba siendo muy duro el combate. Solo podían hacer una cosa: La torre.
Kimiko hizo que los restos de la jaula desaparecieran con un leve movimiento de su mano, y Raymundo hizo lo mismo con el aire caliente que aún los rodeaba. Los dos concentraron sus poderes. Ambos querían ganar. Hicieron un suave movimiento, y después apuntaron hacia un punto central y llevaron hacia allí sus poderes. Kimiko lanzó una tormenta de fuego, mientras Raymundo clamaba por un tornado de aire. Los dos elementos se unieron, y en vez de subir como lo habían hecho tierra y agua, se unieron, fundiéndose el uno con el otro para después deshacerse. Los dos chicos se miraron extrañados por un momento. Después Raymundo se acercó a la chica.
-¿Empatados?- preguntó.
-¡Claro! Hemos quedado iguales. Eres un gran guerrero Raymundo- dijo la chica.
Él le agradeció el comentario.
-Tú también peleas muy bien, Kim- dijo el joven.
Ella se sonrojó al instante. No entendía muy bien por qué, pero le agradaba mucho que Raymundo le dijera aquello. Casi al instante aparecieron Omi y Clay, impresionados por el poder de sus amigos.
-Kimiko- dijo Omi, mirándola inquieto-. No sabía que hubieses mejorado tanto. Si lo hubiera sabido me hubiera entrenado más. Ahora casi me superáis, aunque claro, sigo siendo el mejor.
Los demás rieron.
-Enhorabuena- dijo Clay, realmente contento-. Veo que os habéis convertido en auténticos maestros.
Aquello hizo que ambos jóvenes se sonrojaran ante el comentario de su amigo, a quien le agradecieron el reconocimiento. Juntos se dirigieron al templo de nuevo, donde Omi fue rápidamente a hablar con su maestro para contarle lo bien que peleaban Raymundo y Kimiko. A la entrada del templo esperaban a Raymundo un grupo de chicas, y a Kimiko uno de chicos.
Los dos vieron pasar a Omi y a Clay sin problemas, pero… ¿Cómo iban a pasar ellos? El grupo de la puerta miraba en su dirección esperando a que vinieran. Kimiko retrocedió un paso. Nunca le había gustado estar entre tanta gente desconocida. Raymundo lo sabía. Siempre se había preocupado mucho por Kimiko, aunque no lo demostrara. Sin previo aviso la cogió entre sus brazos, haciendo que ella se sonrojara un poco, e impulsándose con el viento la llevó hasta su habitación.
Se detuvo frente a su puerta sin soltarla.
Al llegar allí él la miró. Sus rostros estaban muy cerca, solo tenía que acercarse un poco más y ya estaba. Kimiko lo miraba con ojos dulces. Raymundo sentía la respiración de la chica cerca de su hombro…