Capítulo I

Hermione miró molesta el reloj en su velador. Las 5:30 de la mañana. ¡Maldición! ¿Por qué no podía dormir como la gente normal? Se levantó molesta de un salto y fue al baño. Al pasar frente al espejo no pudo evitar detener su marcha para contemplar la imagen que le devolvía éste. Se veía cansada y triste. Su cabello estaba imposible, absolutamente enredado; parecía un afro. Y que decir de sus ojos: inmensas y notorias ojeras rodeaban sus alguna vez hermosos ojos, que ahora estaban cubiertos por un velo de pena y melancolía. Suspiró.

- Por Merlín, Hermione, tienes apenas 22 años y parece que tuvieras 40 – Y era verdad, pero por lo menos, a pesar de su aspecto demacrado no tenía ni una sola arruga en su fina y suave piel - Algo bueno tenía que quedarme – pensó, a la vez que sonreía a su reflejo con resignación.

Después de un baño reparador en el que perdió la noción del tiempo, ya se sentía un poco mejor. Volvió a mirar el reloj.

- ¡¡Por las barbas de Merlín, si son las 7:45! – Tendría que apurarse si quería estar a las 8 en punto en el Ministerio. Y así, olvidando nuevamente su aspecto personal, se vistió con la primera túnica a mano y se fue por la chimenea todavía masticando una tostada.

Al llegar a su lugar de trabajo casi tropieza con más de un colega en su apuro por llegar a tiempo a la oficina de su jefe. ¡Justo el día que la citaba más temprano para hablar con ella, se le ocurría analizar su rostro frente al espejo y además perder el tiempo en la ducha!

Cuando alcanzó la puerta de la oficina, tomó la perilla, respiró profundamente dándose valor, y simulando una sonrisa entró con el discurso de disculpa listo cuando…

- Disculpe la tarda…- Pero todas las palabras se le fueron de la boca al ver a un anciano sentado frente al escritorio de su jefe, conversando alegremente con éste - ¡Profesor Dumbledore! ¡Pero que hace usted aquí!

El anciano director de Hogwarts se volteó y la miró con ternura. - ¡Hermione! Te esperábamos. Me alegro que ya estés mejor. – Y a esto último le guiñó un ojo. La chica lo miró asombrada. ¿Cómo sabía que ya estaba mejor? ¿Es que acaso ese hombre era capaz de ver el interior de las personas? Nunca iba a acostumbrarse a ese increíble don que poseía su antiguo director.

- Señorita Granger – Habló su jefe sacándola de sus reflexiones – El profesor Dumbledore desea hablar de un asunto muy importante con usted, así que los dejaré solos para que lo discutan. Con su permiso – Y dicho esto último su jefe salio de la oficina dejándola aun mas confundida. ¿Qué tan importante quería decirle Dumbledore que tenían que hablarlo a solas?

- Sería bueno que te sentaras, Hermione.

- ¡Ah, qué!…ah sí, claro.- El Director de Hogwarts le cedió el asiento en que el se encontraba momentos antes y de pie la miro unos instantes antes de hablar con una extraña expresión que la chica no fue capaz de definir; era como de lástima mezclada con diversión. Por unos momentos se sintió como si estuviera en su antiguo colegio otra vez, en el despacho de Dumbledore. Tuvo un mal presentimiento.

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- Te lo digo por milésima vez, Severus, esto no va a funcionar.- Decía un joven mientras se dejaba caer en un sillón y se agarraba rendido la cabeza con las manos.

- Como tú has dicho, ya he escuchado eso demasiadas veces y sabes lo que te voy a decir – Le respondió el Profesor de Pociones al chico con su típica voz fría y casi tan pastosa como su negro cabello.

- Claro, estas así de tranquilo porque tú no eres el que tiene que hacer esto. – El chico comenzó a perder la paciencia al ver que el hombre ni se inmutaba - ¡Maldición, Severus, es una sangre sucia!

De inmediato Severus Snape miró reprobatoriamente al que fuera su antiguo alumno. El chico se arrepintió inmediatamente de sus palabras, sintiendo como si otra vez fuera un alumno de Hogwarts, listo para recibir una reprimenda por parte de su jefe de casa.

- Esta bien, esta bien. Una sangre-mezclada. ¿Contento? – Snape sólo se limitó a responderle con una gélida mirada.- ¡Ay! Entiéndelo, Severus. Muchas cosas han cambiado, pero no puedes esperar que de un día para otro cambie todos mis principios. No estoy diciendo que vaya a salir a matar a destajo a cualquiera que no sea sangre–impia, como esos estúpidos, pero no me puedes negar que hasta tú los consideras inferiores a nosotros. ¡Qué reputación voy a tener! ¡Y lo peor es que es ella!

- Lo sé, lo sé – Una media sonrisa se dibujó en el rostro del Profesor – Es insoportable, pero en estos momentos es nuestra mejor carta. Además tú sabes que como estan las cosas inclusive ayudaría al nombre de tu familia una unión como esa.

- ¡Rrraaag! ¡Maldito Lucius, si no fuera por él nada de esto sucedería! – El joven se tapó la cara con las manos. Su antiguo Profesor y ahora amigo se acercó a él y en un acto paternal posó su mano en la espalda del chico para demostrarle que tenía todo su apoyo. Si alguien hubiera visto al huraño Profesor de Pociones en tal comportamiento, seguramente ni aun así lo hubiera creído, creyendo que veía una alucinación. De improviso el chico levantó la cabeza y sonrió con malicia.

- Sabes, en realidad la culpa la tiene ese viejo chiflado de Dumbledore. Esta vez si que se pasó. ¿Estás seguro de que no se le safó algún tornillo? … ¿O quizás todos?

- Lo siento, Draco, pero incluso yo tengo que admitir que no es un plan taaaaaan descabellado. – Miró fijamente al rubio joven y seriamente le preguntó: ¿Lo harás?

El chico suspiró fuerte antes de contestar - Estoy seguro que me arrepentiré de decir esto:… sí, lo haré… lamentablemente.

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- ¡QUEEEEEEEEEEEEEÉ! ¿¡ESQUE ACASO USTED ESTA LOCO? – Hermione había perdido toda compostura a medida que escuchaba a su antiguo Director, hasta que ya no pudo aguantar y estalló gritando a medida que se paraba hecha una furia.

El anciano la miró con los ojos chispeantes, mientras ella caminaba rabiosa de un lado a otro en la oficina. Tenía que hacer grandes esfuerzos para no largarse a reír al ver el enojo de la chica.

- Hermione, tranquilízate.

- ¡Como quiere que me tranquilice! ¿Se da cuenta de lo que me pide? ¿Se da cuenta de lo irrisorio, loco, imposible, ridículo y… yyy…¡y que se yo que más! ¿De verdad se da cuenta de lo que me pide? - La chica había parado su loco paseo y lo miraba como esperando que el anciano se diera cuenta de lo extraña petición y le dijera que sólo era una broma.

- Claro que sé lo que te pido. Yo nunca bromearía con algo así – La miró tan seriamente que Hermione se dio cuenta que debía tranquilizarse y saber que pretendía Dumbledore con todo aquello. La joven se sentó nuevamente y lo miró como si él le fuerza a dar la peor noticia del mundo (aunque en realidad para ella era algo parecido).

- Escucho. – le dijo sin mirarlo.

- Cómo te decía, aún quedan bastantes mortífagos escondidos por ahí, y sabemos por una fuente bastante confiable que los Malfoy todavía mantienen algún tipo de relación con ellos.

- Como no va a ser así, ¡SI ELLOS SON MORTÍFAGOS! ¡MALFOY ES UN MALDITO MORTÍFAGO Y USTED ME PIDE QUE ME CASE CON ÉL!

- Estás equivocada Hermione, el Señor Malfoy es un espía, él es nuestra "fuente bastante confiable".- Hermione abrió tanto la boca que casi le llega al piso. ¿El hurón Malfoy un espía de Dumbledore? ¿Desde cuándo? ¿Por qué? - Entonces… ¿para qué me quieren a mi? ¿Qué utilidad puedo prestar yo?

- Verás, para el señor Malfoy está resultando bastante difícil entregarnos sus informes. Necesita ayuda, y no sólo para eso, también para conseguir la información.

- Puedo comprender eso, aunque me parece increíble que Malfoy este haciendo lo que usted dice. ¿Pero no cree que antes él debería estar de acuerdo con este plan? – Hermione todavía trataba de encontrar una salida – Es Malfoy, el jamás aceptaría casarse conmigo.

El anciano sonrió al ver los intentos desesperados de la chica por no tener que cumplir aquella misión.

- Pues eso no es problema. El joven Malfoy ya ha sido notificado y está de acuerdo.- Al escuchar aquellas palabras los ojos de la muchacha se abrieron como platos. Si era posible, su boca estaba aún más abierta que antes. Esta vez Dumbledore tuvo que fingir una tos para no reírse en su cara.

- Qué… ¿qué es lo que ha dicho?... no… no tiene sentido. – La chica parecía estar en transe.

- Cof…cof…así es Hermione, él aceptó. Draco Malfoy esta dispuesto a ser tu esposo.

- No, no, no….pero y…y… ¡y su familia! ¡Él no se casaría conmigo porque su familia jamás se lo permitiría!- Al decir esto último el rostro de la chica se había iluminado y sonreía casi como una loca. Había encontrado su salvación… o eso creía. Dumbledore la miró con ternura, como si fuera una pequeña niña terca.

- Lo siento, Hermione. Verás, el Profesor Snape fue el encargado de convencer a Narcisa Malfoy, y lo hizo tan bien que ella al final era la más entusiasta en ver a su único hijo casado contigo, la bruja más inteligente de su edad.

- Esto parece la dimensión desconocida – murmuró la joven tomándose la cabeza entre las manos. Nuevamente se escuchó una tos por parte del anciano. - ¿Y por qué esa mujer querría que justamente YO me casara con su despreciable hijo?

- jaja no seas tan prejuiciosa con el joven Malfoy. - Hermione lo miró como si fuera un loco, pero él simplemente continuó hablando, ignorando su mirada. - La familia Malfoy, como sabrás, ha quedado bastante desprestigiada y… si se puede decir así, aislada socialmente, después de la caída de Voldemort. Hoy ya no son una de las familias más prestigiosas y nobles que hay. Más encima se ciernen sobre ellos las sospechas de que todavía tienen relación con los mortífagos. ¿Te imaginas que significaría para Narcisa que su hijo contrajera matrimonio con una de las heroínas que acabó para siempre con la oscuridad de Voldemort? – Continuó sin esperar una respuesta - Volverían a ser respetados por la comunidad mágica y de pasada probarían que no tienen ninguna relación con los mortífagos que aún se resisten. Nadie en su sano juicio pensaría que tú te has casado con un hombre y su familia que todavía siguen los ideales de Voldemort. Es una gran oportunidad para ella. Sabes que es una mujer muy ambiciosa y haría lo que fuera por volver a tener su antiguo estatus.

- ¡JA! Seguro debe extrañar sus reuniones sociales en que se dedicaban a humillar sangre–sucias como yo. Nunca creí que esa mujer podría llegar a tal extremo para salvar su pellejo. ¡Ni siquiera es fiel a sus estúpidos principios!

- Lo sé, y eso es lo que nos conviene a nosotros. Estarías en el mismo nido de los mortífagos, el joven Malfoy te entregaría información fácilmente y a cualquier hora del día sin contar con que incluso podrías presenciar algunas de sus reuniones.

- ¿No le parece que todo suena demasiado perfecto?

- Mmmm… no. No he dicho que fuera fácil. Pero justamente por eso tú eres la indicada.- Dumbledore tenía una sonrisa triunfal en el rostro. Sabía que Hermione ya no podría negarse.

- Supongo que mi vida no sería alterada de ninguna manera… digo… podré continuar con mi trabajo… viendo a mis amigos… ¿cierto?

- ¡Por supuesto! No podría ser de otra forma. La idea es que todo parezca normal.

- No quisiera ser pesimista, pero… ¿no cree que es absolutamente anormal que yo me case con Draco Malfoy? ¿Quién lo creería?

- Es muy fácil Hermione. Ustedes sólo dirán que están enamorados. No te preocupes por eso, ustedes ni siquiera tendrán que hacer ese trabajo, déjenselo a los demás. - Y le guiñó un ojo dejándola completamente confundida. Sin embrago la muchacha prefirió no preguntar.

- ¡Espere! - De pronto Hermione había recordado algo de suma importancia, al parecer.- ¡¿Y Harry y Ron! ¿Qué les voy a decir? ¿Ellos saben de esto? ¿Qué…

- Clama, calma, calma. Lo lamento; Harry y Ron no pueden saber la verdad. Para ellos tú vas a estar enamorada del señor Malfoy.

- ¿Y por qué no pueden saber la verdad?

- Pues porque se hubieran negado rotundamente. Tú sabes que ellos no te expondrían de esa manera.

- Tiene razón. Sabe, la verdad es que a veces resulta insoportable. – sonrió al longevo mago frente a ella con un dejo de tristeza. Él se limitó a sonreírle paternalmente y curvándose frente a ella poso sus arrugadas manos en los hombros de la chica y le preguntó como si fuera una niña:

- ¿Lo harás?

- Por supuesto - Hermione lo miró a los ojos segura.

- Pues no esperaba menos de ti, Hermione Granger. – la joven castaña sintió que su pecho se hinchaba de orgullo al escuchar aquellas palabras; y sonrió, pues ella tampoco esperaba menos de sí.

- Algo de la antigua sabelotodo suficiente e insufrible ha vuelto – pensó la joven para sus adentros. La que tenía que demostrar que era la mejor en todo y siempre terminaba satisfactoriamente lo que comenzaba. Por supuesto está no sería la excepción. Estaba segura.

Dumbledore también sonrió. Sabía muy bien lo que pasaba por la cabeza de su ex-alumna. Y era justamente lo que él había querido provocar en ella.

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Al llegar a su departamento, Hermione literalmente se tiró en uno de sus sillones. Inmediatamente después de su charla con Dumbledore, le habían dado un mes libre en el trabajo, para que se preparara para su "boda". Su jefe había sido totalmente convencido por su antiguo Director de la necesidad de darle unas vacaciones por su próximo enlace matrimonial. Por supuesto, él hombre no sabía la verdad y no pudo negarse. Hermione era una heroína y tenía suerte de que trabajara para él.

El último año en Hogwarts había sido particularmente difícil para todos y especialmente para el trío de oro de Gryffindor. Harry estaba huraño e irascible, el dolor en su cicatriz a veces era insoportable y las pesadillas apenas lo dejaban dormir. Ron tenía constante miedo por su familia, que habían sido atacados incontables veces por los mortífagos. Por su parte, Hermione temía por sus amigos y su familia. Mientras sus amigos muchas veces se desmoronaban, ella era la fuerte del grupo, ella era su pilar y su apoyo. No dejaba que la vieran triste o preocupada. Y a pesar deque ella no lo sabía, sus amigos se daban cuenta de que ella no les decía la verdad. Sabían que al preguntarle si estaba bien y ella al decir que sí, mentía. Sabían que muchas noches lloraba y al otro día se levantaba como si nada hubiera sucedido. Y la asfixiaban a preguntas. Y en vez de ayudarla, ella sentía que era peor

Su graduación fue triste. Apenas una corta ceremonia. En aquellos tiempos no se hubieran permitido una fiesta y un gran banquete. Voldemort ya no era sólo una amenaza a la paz del mundo mágico, era un peligro real.

Después de terminar sus estudios en Hogwarts, los tres comenzaron los de aurores. Pero no duraron mucho como simples aprendices. La guerra por fin se inicio en todo su esplendor, y ellos tuvieron que demostrar al mundo y a si mismos que ya no eran sólo unos niños. Salieron victoriosos de aquella prueba, pero muchos de sus seres queridos no.

Harry había perdido a Sirius cuando aún estudiaba en Hogwarts. No tenía a sus padres ni a su padrino. Por suerte sus dos mejores amigos aún seguían vivos. Pero Ron y Hermione no corrieron la misma suerte. El pelirrojo tuvo que sobreponerse a la muerte de su hermano Percy y al duro ataque que dejó por varios días a su padre al borde de la muerte. Hermione sufrió la peor parte: la chica perdió a sus padres. Voldemort, desesperado, buscando venganza contra los jóvenes magos, atacó a sus familias. La familia de Ron era capaz de enfrentar a los mortífagos. Sin embargo, los padres de Hermione, simples muggles, fueron aniquilados sin piedad; a pesar de la protección que se les daba por parte de los alicaídos y reducidos aurores.

Con la muerte de sus padres, toda la ira, aflicción, desesperación, tristeza y sed de venganza en el interior de la joven bruja fueron desatadas sin control. Luchó en la batalla final sin preocuparse por su vida, como una loca. En verdad, en aquellos días, casi cae en la locura. Después de la guerra cayó en una profunda depresión, no salía de su casa, apenas se levantaba de la cama. Dumbledore, Harry, Ron y Ginny eran los únicos a los que les permitía acercarse. Poco a poco fue mejorando, hasta que fue capaz de levantarse otra vez.

Debido a su participación en la guerra, ella y sus amigos ya eran considerados aurores. Ron, Harry y Ginny terminaron en pocos meses sus estudios y se graduaron de aurores. Ella no pudo. Decidió que ya no haría más trabajos o misiones en terreno. Le ofrecieron incontables cargos, todos altos por supuesto, pero no se sentía capaz. Finalmente Dumbledore le consiguió su actual trabajo. Y había sido lo mejor. Era una de las encargadas de planear las tácticas y realizar los informes sobre las misiones de los aurores. Había vuelto a sentirse útil y lo mejor era que podía ver continuamente a sus amigos. Su trabajo era importante, pero había muchos otros que hacían lo mismo que ella. No era la única responsable, la única que tenía que rendir cuentas, se sentía segura. Pero al parecer, para Dumbledore estaba demasiado segura. Había llegado la hora de dejar la seguridad de su escritorio y demostrar al mundo que Hermione Granger seguía siendo la bruja más inteligente de su edad.

Se levantó decidida. No podía quedarse en un sillón lamentándose para siempre. Desde ese día comenzaría a estudiar e investigar para estar lista para su nueva "misión". No quería verse menos preparada que Malfoy; además no confiaba en que el hurón botador fuera un "angelito". No entendía como era posible que Dumbledore confiara en él, porque ella no confiaba en el ex-Slytherin. Estaba segura que algo se traía el rubio. Y ella sería la encargada de desenmascararlo.