HARRY POTTER Y LA REBELIÓN BLANCA
Prólogo
Ahora que no nos ven…
El castillo se alzaba imponente en medio de aquella tormenta infernal en la que los rayos desquebrajaban cada nube gris, como si quisieran partirla por la mitad y lo intentaran cada uno por un lugar diferente.
Los pasos de dos figuras encapuchadas con túnicas oscuras chocaban contra el suelo mojado y lleno de barro.
Sus cuerpos húmedos y fríos cruzaban el bosque encantado escuchando a aquellas criaturas aullar a lo lejos, tiritaban, una de las figuras, la más lánguida y corta de estatura resbalo y cayó al suelo, la otra figura se giró movida tan solo por su instinto, pues los truenos le impedían escuchar nada. Fue hacia la que estaba en el suelo deslizándose como una sombra, se agachó, y la ayudó a incorporarse.
-¿Estas bien?- inquirió con la voz entre cortada debido a su respiración profunda, la miro a los ojos, a penas se veía nada, entonces el resplandor de un intrépido rayo les iluminó los rostros.
Ella tenía el cabello rojo, se le pegaba a las mejillas y la frente como dos llamas de fuego que se resisten a ser extintas, su piel era clara, parecía aun más pálida a causa del frío, y aquello destacaba sus rasgados ojos ambarino. Aquella visión sobre cogedora de la bella bruja se extinguió a la par que el rayo cruzó el cielo, fue como si un flash quisiera velar la escena. Ella tenía un poder inusual en todo su ser, algo que a él le hacía enmudecer. Se escucho el trueno correspondiente, se estremecieron, y un rayo volvió a partir en dos el cielo azabache, él estaba mirando hacia aquel negro espeso sobre sus cabezas y el serpenteante rayo se dibujo en sus ojos verdes y profundos, también en su frente, solo que allí estaba grabado a fuego…
-Cogete a mi mano y no pares de correr, se acercan
Aullidos, gemidos y jadeos se intercalaban al crujir de las hojas, se escuchaban demasiado cercanos… cada vez más, provenían de todos los lugares.
-Ha sido una mala idea intentar escaparnos- dijo ella con la voz firme, estaba asustada, pero aquellos seres no la acobardaban.
-El único problema es que no lo planeamos bien. Nos han rodeado, no te separes.
Los magos se pusieron en guardia, se quitaron las capuchas para ver mejor, sus ojos escudriñaban los alrededores, especialmente cuando la tormenta iluminaba el lugar, el primer flash no mostró a las bestias, el segundo dejó a los muchachos apreciar sus rojos iris, en el tercer flash…
-¡Nos tienen rodeados, Ginny, el conjuro!- Ginebra Weasley ya había cerrado los ojos y alzado las manos mientras pronunciaba con una voz profunda palabras en latín, parecía que la tormenta se arremolinaba alrededor del punto al que sus manos señalaban en el oscuro cielo. Ginevra Weasley, líder de los rebeldes no tenía ningún reparo en mostrar su valor y confianza plena en el gran Harry Potter, por ello consiguió concentrarse plenamente en aquel conjuro, las palabras retumbaban en el bosque.
Harry se situó frente a la bruja para protegerla, los feroces licántropos se le echaron encima, se preguntó si Remus Lupin se encontraría entre ellos. -¡No os permitiré hacerla daño!- Ginny abrió los ojos, unos ojos sin iris, daba miedo, pero Harry sabía que era ella, su voz se escuchó terriblemente atronadora.
-¡Las bestias que osen desafiar al abismo de este poder, caerán en él, para no volver a distinguir la noche del día, ni el cielo del infierno…!
Harry conocía bien aquel conjuro, tanto que cuando Ginny lo pronunciaba no podía evitar traducirlo en su mente, le daba escalofríos. Pero funcionó, las criaturas comenzaron a aullar atormentadas, y huyeron, pero Harry había acabado cubierto de arañazos, por suerte ninguna bestia llegó a morderle.
Acto seguido extendió los brazos y el cuerpo de Ginny cayó desmayado sobre ellos. Con ella pegada a su empapado cuerpo corrió hasta llegar a donde en su tiempo se encontraba la caseta de Hagrid, el guardabosques, y ahora solo había una vieja cabaña destartalada.
Abrió la puerta y dispuso unas mantas sobre el suelo frío, allí dejo a Ginny inconsciente, entonces cogió una hojas verdes de un tarro e hizo hervir el agua de otro, introdujo las hojas en el agua durante unos segundos quemándose la yema de los dedos. Situó las lánguidas hojas sobre el rostro de Ginny, que abrió los ojos y exhaló una gran bocanada de aire.
-¡Ginny, Ginny! ¿Estas bien?- Ginny recuperaba el aliento desesperadamente. –¡Ginny…! ¡Por lo que más quieras… abandona ya esta lucha! ¡No te concierne!
-No digas estupideces, me concierne demasiado…
-¡No quiero que te ocurra nada! No querría perderte…
-No me perderás, te lo juro- dijo la muchacha con dureza –Ahora sueltamente, tengo que unirme a los rebeldes.
-No Ginny, por favor, quedate aunque solo sea esta noche…
-No puedo Harry, si ellos me ven contigo…
-¡No es justo! ¡Te juegas la vida por ellos y…!
-¡Tu estas con el ministerio! ¡Eres un traidor a sus ojos!- Ginny y Harry se dedicaron miradas de profundo dolor. Ginny no podía aguantar más aquellos ojos, aquella mirada la iba a doblegar sino la evitaba. Se disponía a salir cuando él la cogió la mano.
-¿Qué soy a tus ojos Ginny? Dime, por favor… ¿Qué soy para ti?- Ginny sentía su cuerpo helado estremecerse.
-Eres mi vida, eres la razón de que la arriesgue, solo tú… aunque pueda resultar insolidario, esencialmente, solo lucho por ti.
-Entonces no me dejes, no te vayas…- Harry acercó sus labios heridos, su cuerpo entumecido a ella –besame, ahora que no nos ven…