Nota Posterior: Bueno, acá les dejo la versión revisada del fic. Fueron muchos meses de trabajo pero finalmente terminé. Por supuesto, el asunto no quedó perfecto ni muchísimo menos. Seguramente se me pasaron muchas cosas pero sé que aunque lo lea 1000 veces voy a seguir encontrando errores. ¿Mis metas? Primeramente era la de corregir los errores de horrografía. Luego las conjugaciones de los verbos que nomas me causaron muchos problemas. Posteriormente, corregí algunos párrafos, quitando o agregando detalles. Espero que disfruten releyendo (o leyendo por primera vez) esta historia y les pido, por mi salud mental, que si encuentran un error no me lo digan sino hasta dentro de unos 3 meses (a partir de julio del 2008)... por ahora quiero descansar de este trabajo. ¡A menos que encuentren un capítulo fuera de lugar! Eso sí me gustaría corregirlo cuanto antes.
Por lo demás: que disfruten la función.

Prólogo: Antares (Antares)

Starhill, un lugar al que solo el más fuerte y noble de los Santos protectores de Atena puede acceder. Era una noche tranquila, a primera vista normal, en la que el Patriarca de esta era visitó el Templo más sagrado de todos los dedicados a la Diosa. Este hombre era el alguna vez llamado Shion de Aries.

Entre los 88 Santos hay una importante jerarquía. 48 elegidos son los llamados Santos de Bronce. Otros 28 habrían de ser Santos de Plata. Los 12 restantes pertenecían al grupo de mayor nivel: los Santos de Oro. El Patriarca era elegido de este último grupo, sin excepción, y solo podía ser sustituido por una orden suya o de Atena. El último Sacerdote fue designado por Ella hacía 260 años con el fin de guiar a las nuevas generaciones de Santos, pues éstos habían sido diezmados durante la primera Guerra Santa en contra de Hades.

Cada Caballero contaba con una protección especial: la de su constelación guardiana. Había ocasiones en las que ella misma elegía al Santo que habría de portar su Armadura. Estos casos ocurrían especialmente entre los Santos de Oro. El brillo inusual en una constelación pronunciaba el nacimiento de su protegido.

-"Antares."

La palabra chocó infinitamente en contra de las paredes del Templo mientras bajaba de intensidad con cada repetición. El Kyoko, aquella figura oscura cuya vestimenta no aparentaba ser más que una túnica negra y una máscara azul, alzó la vista. Curiosamente, los ojos de aquella figura permanecían cerrados debajo de la brillante coraza que cubría su rostro. Un nuevo eco inundó el Templo, uno mucho más débil y proveniente de un susurro de resignación.

Él habría de ser el último en nacer.

El Patriarca bajó de Starhill y caminó de regreso a las 12 Casas, los 12 Templos que tienen que ser cruzados para llegar a la Cámara del Kyoko y al Recinto de Atena. Caminó con rapidez, atravesando los Templos sin detenerse ni una sola vez, ni siquiera para responder los respetuosos saludos de los Santos Dorados que le vieron.

Finalmente, llegó a sus aposentos. Ahí se topó con una figura que aparentaba ser su opuesto. Tenía apariencia joven y una tez sumamente blanca que resaltaba todavía más ante la túnica del mismo color que portaba. Tenía cabello azulado y unos puntos violetas coronaban su frente. Aquella persona lo miró intensamente a través de unos ojos violetas que el Patriarca alguna vez reconoció como suyos.

-"¿Ocurre algo malo, su Santidad?"

Aquél hombre era Arles de Altar. Su responsabilidad como Santo de Plata no era tanto la de pelear, sino la de seguir y proteger al Patriarca. Era ese el deber que le concedía su constelación.

-"Antares. Escorpio brilla con intensidad."- Arles sabía lo que eso significaba. Escorpio ni siquiera podía ser visto en esa época del año; el Patriarca debió de haber tenido una premonición y fue a Starhill solo para comprobarla. -"Puede que en estos mismos momentos esté naciendo el sucesor del Santo de Escorpio."

-"Si las premoniciones son ciertas, pronto todos los Templos tendrán a su guardián."- Los Santos Dorados pocas veces estaban completos. Fuera por muertes, desapariciones e incluso traiciones, solían faltar dos o tres en el Santuario. En ese entonces solo había 6 de ellos. -"Eso quiere decir que..."- Arles calló. No consideró juicioso mencionarlo ante el Patriarca. No después de lo extraño que se había comportado durante los últimos días.

-"Lo que quiere decir que Atena renacerá pronto y que una nueva Guerra Santa dará comienzo."- Arles solo asintió. -"El sello de Hades no tardará en romperse."

Hubo un silencio sepulcral por varios minutos hasta que Shion decidió seguir su camino hacia su habitación.

-"¿Tienes miedo, Arles?"

-"Sería tonto decir que no, señor."- Contestó mientras seguía al Patriarca por el Recinto. Tuvo que detenerse abruptamente al ver que su superior había cesado de caminar.

Shion miró a Arles y retiró su máscara, dando a conocer su rostro de tonalidad casi enfermiza y con varias líneas de vejez a su alrededor. En su frente había dos puntos iguales a los del Santo de Altar y largo cabello verde caía a través de su espalda. Sus ojos tenían el mismo color que los de Arles, pero éstos se veían viejos, acabados y turbios. Una sonrisa cansada decoraba su anciano rostro.

-"¿Sabes? He comenzado a sentirme sumamente cansado."

-"Tal vez sea hora de que elijas a un sucesor."- Que un Santo se dirigiera con tanta informalidad al Patriarca hubiese sido un sacrilegio, pero tanto trato con él lo había llevado a la costumbre e incluso a la imprudencia.

-"No. Esperaré unos años más. Si hay alguien digno de reemplazarme, apenas es un aprendiz. No confío en los Caballeros Dorados actuales."- Observó detenidamente al Santo frente a él. -"Si un Santo de Plata pudiese convertirse en Patriarca todo sería más fácil ¿no lo crees?"

-"Lo dejaré descansar, señor."- Arles se inclinó ante él y caminó hacia la puerta.

-"Buenas noches, hermano."

Su despedida no fue contestada.


Patrikia, un pequeño pueblo pesquero ubicado en la isla Milos celebraba el nacimiento de un varón. Varios hombres y mujeres se reunieron en una de las casas más lejanas del pueblo y le ofrecieron al recién nacido regalos que le servirían para atraer la buena suerte.

Sin embargo, en medio del festejo, la mujer que acababa de dar a luz hacía no más de medio día no podía evitar aquella sensación que se le hacía tan crudamente familiar.

Una de las 88 constelaciones brillaba con fuerza.

Comentario de la Autora: Así comienza esta historia. No sé hasta dónde llegue. No sé qué será de ella. Pero ya conocen a estas preciosidades: se escriben por sí solas. ¿Necesito mencionar que este fic estará centrado en Milo de Escorpio? Seguro que no. Y bueno... hay varios fics sobre él... pero siendo mi personaje favorito en toooodo el mundo, consideré prudente hacer el mío.

Sobre los personajes: Shion es un hombre muy fuerte en la Saga de Hades. Sin embargo, seamos honestos, han pasado DEMASIADOS años desde la última guerra Santa y este Shion está muy cansado. Tal vez demasiado.

Lo de que las constelaciones eligen a sus Santos... pues es cierto en parte ¿ne? En el anime se deja indicado que las constelaciones cuidan a sus elegidos. El que las constelaciones eligieran a sus protegidos aún antes de que se conviertan en aprendices fue ya de mi cosecha.

Sobre el título... puede que en algún momento lo cambie pero por ahora lo dejaré así porque no encontré algo mejor. Es que es algo tan general... que... ¿pues qué hacer?

Lo sé... tal vez algo aburrido, pero más adelante habrá más movimiento... y sangre. Espero que esta primera entrega les de ganas