Las dos seelie miraban divertidas el resultado de su hechizo. Flotaban en el aire, unos metros por encima de las cabezas de los dos chicos que se revolvían entre las hojas caídas, rodando por el suelo. ¡Qué pareja tan divertida! Y hacía tanto tiempo que no veían humanos por esas tierras. Una de ellas dijo algo impronunciable a la otra y ambas se rieron fuertemente. Si¿por qué no aumentar el hechizo? Querían saber hasta donde llegarían esos dos humanos con un hechizo de amor, pero si le añadían más pasión…
La risa cristalina inundó el bosque como el sonido de unas campanillas de cristal. Ahora se veía la piel de los humanos, antes tapada con una tela horrible y oscura. Y se movían más rápido y gemían y…
El hechizo se rompió en el mismo momento en el que un grupo de luces blancas irrumpía en el campo de visión de las seelie, asustándolas. Aún así, se recuperaron pronto y huyeron de allí, volando. Sus risas aún se oían por el bosque cuando las sprite se acercaron a la pareja de humanos semidesnudos y confusos que se miraban entre ellos.
Draco estaba tan rojo como un tomate maduro, lo que se acentuaba aún más con el contraste de su piel blanca. Harry también estaba rojo, pero a él se le habían caído las gafas y no podía ver bien a su compañero. Por instinto, tiró de su túnica y se la puso por encima mientras se abrochaba la cremallera de los pantalones, dando gracias a que el hechizo o lo que fuera no había llegado más allá. El rubio, al cabo de unos instantes, le imitó. Cuando ya estuvieron vestidos de nuevo (Harry había encontrado las gafas) se dieron cuenta de que había más claridad a su alrededor.
Esta vez fue Draco quien pegó un brinco y se agarró a Harry, que, a su vez, se apartó de vergüenza.
Un círculo de lucecitas blancas les miraba. No veían muy bien sus ojos, pero les miraba.
-¿Draco?-articuló al fin el moreno, dispuesto a olvidar que casi había perdido su virginidad (sin saberlo) en un bosque hacia dos segundos- ¿Qué hacemos ahora?
La pregunta en realidad era algo así como¿Son buenas o malas? Y ¿Corremos?
El rubio iba a contestar cuando el círculo empezó a abrirse y una criatura un poco más alta que las demás, apareció en su campo de visión. Y la podían ver. ¡Vaya si podían! Era la criaturita más bella que hubiesen visto nunca, con el pelo largo y blanco, tapando su cuerpo a modo de vestido. Unas grandes alas se movían rápidamente a su espalda. El hada se detuvo un momento y después se deslizó por el aire hasta la altura de la nariz de Draco, quien podía sentir el aleteo de sus alitas.
El hada dijo algo.
Ninguno de los dos lo entendió.
-Eh –dijo Harry por si acaso- Somos humanos. Magos.
Draco y el hada le miraron. La criatura pareció comprender y volvió a dirigirse a Draco, esta vez, diciendo algo distinto.
Era inútil, no lo entendían.
-Nosotros…-empezó Draco- solo queremos...eh…algo vuestro. Ehm…para hacer magia y volver a casa. –miró de reojo a Harry, quien asintió.
El hada les dijo algo durante unos segundos. Al ver que no respondían, lo dijo de nuevo, un poco molesta.
-No entendemos lo que dices.- susurró Harry apesadumbrado.
El hada parpadeó. Parecía perpleja. Después les dio la espalda y chilló algo al corro de luces.
Draco y Harry miraron el corro, pero nadie más pareció salir de él.
-¿De verdad sois humanos?-dijo una vocecilla a la altura de la oreja de Harry.
Harry resistió el impulso de pegar un brinco y se giró suavemente hacia su hombro.
Otro hada, más desaliñada que la preciosidad de la cabellera blanca, les miraba.
-¡Un Puck!-dijo Draco mirándolo fijamente.
Harry le miró con la ceja levantada.
-¡Es un Puck!-volvió a decirle Draco como si fuera lo más normal del mundo- Vamos Potter, un Puck, un hada de esas de leyenda, las de los cuentos. No me digas que tus padres no te leían de noche…oh. Ya. Tú no has tenido padres.
Harry dejó de mirarle y se dirigió al Puck.
-¿Cómo es que a ti si que te entendemos?
-Yo hablo todas las lenguas. Puedo entenderos perfectamente. Sois humanos¿verdad?
-Si. Humanos. Magos.-dijo Harry.
Puck asintió.
-Podéis llamarme Puck si queréis. Otros humanos ya lo hicieron. Ella es un hada heroica, de las daoine sidhe. Es la que lleva a las sprites.- dijo señalando el corro de luces.
Draco murmuraba entre dientes cosas. Empezaba a acordarse de las criaturas que habían estudiado.
-¿Sidhe?-dijo al fin alternando su mirada entre punk y la sidhe. Al final la miró a ella.- ¿De las Tuatha de Danaan?
El hada por fin le sonrió y le hizo señas mientras revoloteaba de nuevo hacia el grupo de luces.
-¿Danaan?-preguntó Harry.
-Gentes de las colinas.-susurró Draco.
-Sidhe dice que nos acompañéis. Os llevará ante nuestros monarcas y ellos os ayudarán. Dice que solo ellos tienen el poder para hacerlo.- dijo Puck mientras se sentaba en el hombro de Harry balanceando las piernas.- Por allí.-dijo señalando a Sidhe, quien volaba frente al corro de luces.
Los dos chicos se levantaron y se sacudieron las hojas. Sería mejor hacerles caso, además no sabían qué otra cosa hacer. Anduvieron tras las hadas.
-¿Cómo os llamáis?-preguntó Puck sonriente.
-Harry
-Draco. Oye, antes, cuando aparecisteis…había…
-Las seelies os hechizaron. Polvo de hadas, polvo de seelies. Muy peligroso. Como las pociones de amor que usáis los magos.
-Menos mal que llegasteis a tiempo…-murmuró Harry, pensando en lo que podían haber hecho él y Draco.
-Si –convino Puck- si no, esas pobres seelie se habrían convertido en unseelie y sidhe las habría tenido que desterrar. Siempre que aparecen los humanos, vienen seguidos de problemas.
-¿Unseelie?-preguntó Draco ignorando la cara de perplejidad de Harry.- ¿Las hadas malvadas? Creía que...bueno, en los cuentos, las seelie estaban enfrentadas con ellas¿verdad?
-Así es.- asintió punk- Las seelie son enemigas de las unseelie. Las seelie son traviesas, como todas las hadas, pero a veces se pasan de la raya. Cuando eso ocurre y no saben cuándo parar, a veces traspasan la frontera de lo travieso a lo malvado. Y se convierten en unseelie. Es una lástima.
-¿Tú no eres seelie?- se atrevió a preguntar Harry. Puck le miró y se rió.
-No. Yo soy un hada solitaria, un hada común. Ellas son grupales, seelie, pero me ha llamado para que sea el traductor.
Asintieron y siguieron andando. Harry empezó a fruncir el ceño.
-¿Traductor¿Eres un chico? Eh… ¿macho?
Puck se rió otra vez.
-Las hadas no tenemos lo que llamáis sexo. Podemos ser lo que queramos, cuando queramos y como queramos.
-¿Y entonces cómo…?- pero Draco le dio un codazo antes de que Harry pudiera preguntar acerca de sus hábitos reproductores.
-Esto…Puck.- Draco se acercó un poco a Harry para poder ver al hada y de paso lanzarle una mirada de advertimiento a Harry.- Vuestros…soberanos…uno de ellos no será Mab, por casualidad¿verdad?
Puck sonrió.
-No. A quienes vais a ver son mucho más poderosos que Mab y Micol, o incluso que Ethal Anbual, rey de las sidhe y padre de- señaló al hada bonita- ella.
Draco asintió y volvió a su sitio. Estaban subiendo una colina. En la cima había un árbol con un tronco hueco y oscuro.
-Draco- susurró Harry- No entiendo nada de nada. ¿Alguna vez me lo explicarás?-dijo irónico.
-Si hubieras estudiado algo, lo entenderías. Vamos a ver a los reyes de las hadas. Muy importantes. Muy poderosos. Digamos que son como Merlín en nuestro pasado. Si estoy en lo cierto, vamos a ver a Fin Bheara y Midhir, reyes legendarios de las Tuatha, la raza de hadas más poderosa que había. Aristócratas, claro.-Harry soltó una risita- Calla. En el 1500 antes de Cristo, las Tuatha de Danaan, declararon la guerra a los kobaloides y expulsaron y aniquilaron a los fomorianos y a los firbolgs. Orcos y trasgos. Pero 500 años después llegaron unos tales…milesios, creo y las hicieron replegarse a las islas Tir Nan Og, las Tierras de los jóvenes. Y supongo que es allí donde estamos.
-¿Tierra de los jóvenes?
-Irlanda. Donde la gente las llamó daoine sidhe, gente de las colinas. Si no fuera por ellas, seríamos descendientes de trolls y trasgos.
-Oh.-dijo Harry, que se había perdido en el momento que Draco pronunció una fecha.
-¿Recuerdas algo relacionado con las hadas, Potter?-preguntó Draco levantando una ceja.
-Algo.- lo que recordaba era haberse dormido encima del hombro de Draco y despertar cuando hablaban de las unseelie y de las seelie esas.
-Ya.
-Fue cuando llegó la carta –murmuró Harry. Notó cómo Draco se tensaba. Cierto, aún no habían hablado de qué iban a hacer si a Lucius le daba por aparecer en Hogwarts para llevarse a Draco.
-Hemos llegado.-dijo Puck. Y se bajó ágilmente del hombro de Harry. Éste y Draco miraron a sus pies. En el agujero del árbol enorme y alrededor de él, miles de lucecitas se congregaban, observándoles.
-Creo que deberíamos mostrar un poco de respeto¿no?-dijo Harry, poniéndose de rodillas y arrastrando con él a Draco, que quedó en la misma posición.
Fin Bheara y Midhir, reyes legendarios de las Tuatha, les observaban con interés.
Lejos del precioso bosque de las Tuatha, otro bosquecillo, si se le podía llamar así, (oscuro y menos brillante), ocultaba un riachuelo que acababa en un lago. Era pequeño, pero lo bastante profundo como para albergar seres y extrañas criaturas nada amistosas.
La sombra se acercó al agua. Como todos los de su clase, detestaba la luz que emanaba del bosque de las Tuatha y había acabado yendo allí. Al fin y al cabo, estaba seguro de que ellos acabarían allí también.
Un gwyllion salió del agua como una flecha y le agarró del tobillo, dispuesto a llevárselo consigo a las profundidades. La sombra sacó una mano de alguna parte. Una mano con uñas afiladas que atrapó el cuello de la criatura como una garra de acero. Lo alzó y le miró a los ojos. El gwyllion sintió terror.
-Llévame ante la reina Sluagh.-dijo con una voz tan suave como una cuchilla cortante.
El aterrado gwyllion se hundió en el agua y bajó hasta las profundidades a comunicar el mensaje.
La sombra se sentó al borde del lago y esperó.
Desde la oscuridad del bosque, sentía ojos observándole. Los ignoraba completamente. Después de todo¿qué podían hacer¿Matarlo? Soltó una risita y se miró las manos.
-No –dijo la esfinge- Las reglas son las reglas. Tienes que dejarme adivinarlo.
-¡Ya ha pasado mucho tiempo y ni siquiera te has acercado!¡Has perdido!¡Admítelo!
La esfinge observó al humano (de mal humor) delante suyo, impasible.
Lupin suspiró.
-Verás, lo que ocurre es que debemos irnos.
-Lo adivinaré. Solo necesito tiempo.
-¡Eso es justo lo que nosotros no tenemos!
-Severus, cálmate.
-¡Cálmate tú!¡No sabemos cuántas horas o días han pasado ahí fuera desde que nos fuimos y este estúpido bicho..!
-Creo que hemos empezado con mal pie.-dijo Lupin acercándose a la esfinge- Ahora que lo pienso, creo que leí en alguna parte que si no acertabas un acertijo, tenías que morir. Y me parece que eso es bastante cruel.
-El mortal dijo ser su esclavo. De todas formas lo adivinaré.
-Bien, bien, pero mira, tengo una idea. Debes llevar aquí mucho tiempo y eres más sabia que ninguno de nosotros- hizo una señal a Snape para que no se entrometiera- Por eso, pienso que podrías ayudarnos. El misterio que debemos resolver es más complicado que ninguno de los acertijos de antes.
A la esfinge estaba empezando a picarle la curiosidad.
-Habla.-dijo al fin.
Lupin le explicó lo que pasaba. Lo de la prueba y el efecto del tiempo y el espacio, lo de los dos chicos atados y que ahora ellos estaban atrapados allí, sin poder ir a buscarles.
La esfinge los observó durante unos instantes, después se echó a reír.
-Muy bien, Lupin, has conseguido que se ría de nosotros. ¿Y ahora qué?¿Le cantamos una nana para que se duerma?
-Severus, por favor, estás hablando con una criatura de hace más de..
-Me importa un bledo los años que tenga. Es una maldita roca con forma de león y mujer sabionda ( vamos, una Gryffindor) y se está riendo de mí. No voy a permitir…
La esfinge paró de reír.
-Fácil.-dijo.- Muy fácil.
Snape y Lupin se la quedaron mirando.
-Los humanos que vinieron aquí estaban atados por una fuerte unión. Vosotros no lo estáis, por lo tanto, vuestro poder no es tan fuerte.
Lupin gimió. Eso era cierto. Detrás suyo escuchó a Snape refunfuñar contra Dumbledore.
-¿Y no hay ninguna manera de conseguir esa unión? Quiero decir, si lo tuviéramos¿podríamos pasar al otro lado?
La esfinge miró a Remus.
-No llegaréis a tiempo.-dijo simplemente.- No cuando queréis llegar.
-¡De qué diablos está hablando ahora esa condenada cosa!
-Severus, cálmate por favor.
-¡No me toques, Lupin!¡No vuelvas a tocarme jamás! Te lo advertí una vez y te lo repito. No quiero que me toques.
Lupin se echó hacia atrás. Sabía que Severus le guardaba rencor por aquella vez que James le metió en le Casa de los gritos cuando él estaba en forma de lobo. Aún así, eso había pasado hacía mucho tiempo.
Pero, en efecto, Severus Snape no había dejado que se le acercase lo suficiente como para rozarle. Aunque Lupin siempre había creído que lo hacía con todo el mundo.
-Lo siento, Severus. Creo que estás un poco exaltado.
-Es la magia –dijo la esfinge- Vuestro mundo está empezando a desaparecer. Demasiado peso.
Lupin y Snape se miraron.
-Él lo nota-dijo la esfinge mirando al humano de negro.
-¡Pues claro que lo noto! Un maldito cosquilleo por todo el cuerpo…
-Pero yo no siento nada…- dijo Lupin preocupado. Sus instintos de lobo casi nunca le fallaban.
-Él está acostumbrado a la muerte.-la esfinge seguía sonriendo- La presiente cuando está cerca. Tú solo sientes la sangre de las presas.
-¡Basta!-dijo Severus encarándose con la esfinge.-¿Puedes ayudarnos o no?
La esfinge pareció pensárselo. Al final sonrió.
-Yo os uniré con poder. Como esos humanos. Pero debéis darme algo a cambio.
Lupin asintió. Severus frunció el ceño.
-¿El qué?
-Un lazo que une lo que más se detesta.- las manos de la esfinge se juntaron. La serpiente de su corona faraónica empezó a brillar.- Dadme aquello que más odiáis.
Antes de que pudieran replicar, ambos hombres sintieron algo que les apretaba las muñecas y les unía al otro. Y después, la imagen de la esfinge se deformó y comenzó a dar vueltas y vueltas.
Cayeron sobre suelo pedregoso. Era de noche. Y lo primero que Lupin vio fue la luna llena. Instintivamente se protegió de ella con las manos, con lo que consiguió llevarse también a la cara la mano de Severus, que ahora estaba atado a él.
-¡Severus!¡No!¡Huye!-dijo, tratando de pensar en cómo desatarse de él. Pero no podía. Con un terror aún más intenso que cuando se transformaba normalmente, miró sus manos y pies esperando que empezaran a crecer y a Severus, quien le odiaba por casi matarle una vez en ese estado. Merlín, ahora sí que lo mataría y sabía que Severus le odiaría incluso en la otra vida.
Pero algo fallaba. No sentía nada. Sus pies no se deformaban, su pelo no crecía, sus manos no se convertían en garras. Miró al cielo. Era una luna llena normal y corriente. ¿Entonces por qué?
Recordó a la esfinge.
"Aquello que más detestáis…"
Le había quitado su licantropía.
No podía ser.
Era el momento más importante de su vida. Era lo que siempre había deseado. Al fin. Ser…libre. Ser normal. Escuchó con atención los sonidos de la noche. Intentó ver u oír a las diminutas criaturas que se ocultaban en sus madrigueras, trató de oler el perfume de los árboles de allá, a lo lejos.
Nada.
No podía hacer nada de eso. Porque era humano.
Tragó saliva. No sabía si gritar, llorar o reír. Se llevó una mano a la cara para frotarse los ojos y entonces se acordó de Severus. Se giró de inmediato para verle.
-¡Severus!¡Estoy curado!-le dijo, cogiéndole de los brazos. No le importara quien fuese, tenía que decírselo a alguien, aunque fuera el mismo Severus Snape.¡Era libre!
Severus le observó, parpadeando. Después miró su muñeca, atada a la de Lupin.
-¿Curado?-dijo.
-¡Sí!¡No se cómo lo ha hecho, pero estoy curado!¡Mira a la luna!¡No me afecta! Severus, soy normal.
Severus Snape miraba con los ojos como platos la sonrisa desquiciada de Lupin. Asintió brevemente con una media sonrisa. Entonces Lupin, que ya no podía aguantar más, le abrazó y lloró de emoción.
Era de noche, con una luna llena preciosa, en un campo pedregoso. A lo lejos había cuevas. Y más a lo lejos había árboles. Pero debajo de la luna estaban dos hombres, sentados, uno abrazado a otro, bañándole la ropa con sus lágrimas. Y el otro…bueno, el otro sujetaba al pobre hombre para que no se cayese, dándole palmaditas de vez en cuando, sin saber muy bien qué hacer.
Cuando Lupin terminó de llorar, se secó las lágrimas restantes e intentó limpiar un poco la túnica de Severus.
-Lo siento-dijo- Es que…es tan repentino…perdona Severus, me he comportado como un crío.
Severus sonrió de nuevo, otra vez esa sonrisa preocupada. Tal vez fuera por eso o porque no se había metido con él, o porque no le había chillado ni le había dicho de nuevo que no le tocase… pero el caso es que Lupin pensó que pasaba algo raro.
-¿Severus? Te noto distinto. ¿Estás bien?
Severus le miró, pero no respondió. Parecía como si estuviese pensando algo.
De pronto el lobo recordó que a Severus también le había quitado algo la esfinge y pensó qué podría ser. ¿Qué sería lo que odiaba más Severus Snape¿A los alumnos?¿A Voldemort¿A Dumbledore¿A Harry¿A Sirius? Por un momento le invadió un escalofrío. Si era Sirius…
-Oye-dijo al fin Severus- ¿Ya estás mejor?
A Lupin la pregunta le pilló por sorpresa.
-Eh..si.
Severus asintió.
-Entonces –continuó- ¿puedes decirme quién eres y qué hacemos aquí?
Lejos de allí, una playa de arena, con un Amemmait que acababa de despertarse, empezó a desaparecer. Cuando lo hizo, la extensión del bosque prohibido tomó forma de nuevo. Ya quedaban menos sitios a los que ir. Y, por supuesto, menos tiempo con el que contar.
-¿Que qué?-preguntó Harry mirando a los ojos a las Tuatha.
-Dice –repitió Puck despacio por si no lo había oído bien- que necesitamos vuestra ayuda. Para derrotar a las Sluagh. Si nos ayudáis, ellos os ayudarán.
Harry sopesó sus posibilidades. No entendía muy bien el mundo de las "malditas hadas" como las había empezado a llamar Draco entre dientes. Pero parecía que querían usarlos de alguna forma. A Harry no le gustaba ser usado. En realidad estaba harto de que siempre le usaran y no le apetecía…pero claro, como decía Draco, no tenían otra opción. La cosa consistía en "intentar" atrapar a la reina Sluagh y llevarla allí, para someterla a Juicio, contra la corona. Porque, al parecer había intentado cargarse al padre de la Sidhe, Ethal Anbual (Harry estaba empezando a marearse con tanto nombrecito) y tenían que capturarla. Pero vivía en un lago y las hadas de allí no se atrevían a acercarse al agua.
Por otra parte, si las ayudaban podían llevarse algo de ellas y volver a casa.
-De acuerdo.-dijo al final Harry. Observó detenidamente a los monarcas, quienes asintieron. Los Tuatha estaban diciendo algo a Puck, que se volvió a subir al hombro de Harry.
-Os acompañaré hasta los límites de las seelie. El gran Fin Bheara os muestra su aprecio, dice que os ayudará con vuestra maldición.
-¿Maldición?-Draco se incorporó poco a poco- ¿Qué maldición?
-La maldición de las ataduras.-Puck parpadeaba.
Antes de que se dieran cuenta, los reyes Tuatha se habían acercado a sus muñecas, atadas con el lazo mágico y con una espada rota (si no le había engañado a la vista a Harry) acababan de cortar el lazo que les unía.
Casi al mismo tiempo, Harry y Darco sintieron una especie de hormigueo recorrer todo su cuerpo. Ya no estaban atados, ya no estaban unidos. Aunque no por eso debían dejar de…ser amigos. ¿Verdad?
-Por allí-dijo Puck señalando una dirección que Harry no se molestó en mirar. Darco se había puesto en pie y él no lo había notado, porque ya no estaban atados. Mientras seguía al rubio (los reyes Tuatha y las demás haditas les decían adiós con la mano) sintió una sensación extraña, como de pérdida. Ahora podía irse a cualquier parte y él no tenía por qué ir. Ahora ya podían dormir en sus respectivas casas de nuevo y…
De repente notó un apretón en su brazo. Draco se había puesto a su lado. Tenía la vista clavada a lo lejos, pero le miró un momento, sonriendo.
-No pasa nada.-dijo. Y Harry supo que estaba pensando lo mismo que él. Sonrió a su vez y continuó andando.
Lupin estaba pálido. Sus ojos escrutaban a Severus buscando alguna señal de que estaba bromeando. Pero no la encontró. Al final decidió pensar que con la oscuridad de la noche no le había visto bien.
-Severus, soy yo. Lupin. Remus Lupin.
Severus frunció el ceño.
-No te conozco.-dijo al fin.- Pero bueno¿dónde estamos?
Lupin se quedó de piedra. Imposible. No podía… le cogió del brazo e hizo que le mirara fijamente.
-Severus, esto es una broma de muy mal gusto.
-¿De qué me estás hablando? Oye, suéltame, me haces daño.
Lupin le soltó. En los ojos de Severus no había asomo alguno de que estuviera mintiendo.
-Pero…pero¿de verdad no recuerdas quién soy¿De cuando éramos pequeños?
Una sombra de incertidumbre pasó por los ojos del hombre, que de repente parecía hermoso bajo los rayos pálidos de la luna.
-Pequeños…-murmuró. Se miró las manos, se tocó la cara, el cabello. Se puso de pie y se miro las ropas. Todo en silencio. Después alzó la cabeza lentamente y clavó sus ojos en Lupin con preocupación.- Cómo….¿cómo me has llamado?
-Severus…te llamas Severus Snape. ¿Recuerdas?-Lupin empezaba a preocuparse y una idea se paseaba por su mente, incansable, deseando salir.- Severus, dime qué es lo último que recuerdas.
El mago lo meditó unos instantes.
-¿Pociones?-respondió no muy seguro el hombre.
Lupin suspiró. Al menos, algo seguía ahí.
-Bien, Severus, mírame. Me llamo Remus Lupin. Y he estado en el colegio contigo desde primero. A los once años recibiste una lechuza de Hogwarts, que te decía que habías sido elegido para estudiar en el colegio. ¿Lo recuerdas? –Sverus no respondió. Lupin decidió atacar más hondo.- En mi grupo había más chicos. ¿Recuerdas a James Potter¿Sirius Black¿Peter Pettigrew?
Severus no pareció recordar ninguno de esos nombres.
Lupin no se dio por vencido.
-¿Qué crees que has estado haciendo hasta ahora?
-Pociones.- repitió Severus.- Yo trabajo en Hogwarts de profesor de pociones.
-Exacto. Menos mal, al menos recuerdas eso. ¿A Dumbledore también lo recuerdas?
-Si. Albus Dumbledore es el director de Hogwarts. ¿Qué clase de preguntas me estás haciendo?
-Severus, mira, es difícil de explicar, pero…
-¿Por qué me llamas Severus? No me gusta ese nombre.
Lupin titubeó.
-¿Y cómo crees que te llamas entonces?
-No creo nada. Sé que me llamo así, pero… llámame, no se…Sev. Si, eso. Me gusta Sev.
Lupin le miraba como si le hubiesen crecido tres cabezas.
-¿Sev?-dijo con un hilo de voz. El mago sonrió asintiendo.
-Trabajo de maestro de pociones en Hogwarts. Me contrató Albus Dumbledore hace mucho tiempo. Pero no sé de qué me hablas cuando dices que fuimos juntos al colegio de pequeños. Yo no te conozco, ni me suenan de nada los nombres que has dicho.
Lupin se rascó la cabeza.
-Creo empezar a comprender lo que está pasando…
-Explícamelo entonces.
-Verás. Um. ¿Te suena el nombre de… Voldemort?
Otra sombra de incertidumbre en los ojos de Severus.
-No. ¿Quién es? Que nombre tan ridículo.
Lupin sonrió a medias.
-¿Y el nombre de Lucius Malfoy o alguno de los Malfoy?¿Crabbe, Goyle, Nott?
-Espera…ah, si. ¿Malfoy no significa mala fe en francés? Estudié un poco de francés cuando era pequeño.
-¿Y cuándo fue eso?-se arriesgó Lupin.
Severus abrió la boca para contestar, pero la cerró.
-No…no lo recuerdo.
Lupin suspiró.
-Escúchame Sev…Sev. Merlín. Escucha atentamente¿de acuerdo?- Lupin se acercó a él y le puso la mano en el hombro amistosamente.- Puede que no te creas lo que voy a decirte, pero te juro que es verdad. Y debes confiar en mí. ¿De acuerdo? Tus recuerdos…lo que…lo que te ha pasado…han desaparecido. No sé si tendrás otros recuerdos nuevos o simplemente no puedes acordarte de nada…malo que te haya pasado. Creo que todos los sucesos de tu vida que te hacían daño, se han borrado de tu mente. Y creo que sé por qué.