u.u... despues de tres años por fin pude escribir esto =S
Como alguna vez dije,e ste fic fue escrito y editado a razon de un pesimo momento en mi vida
El angust continua un poco... sin embargo, espero que en este capitulo se compense un poco el dolor que he causado.
les dejo un beso esperando que les guste :D
Dedicado a Patito, Nat y Dafne
Disfraz
(Continuación del anterior
-Décima y antepenúltima parte- )
Los siguientes días no fueron nada fáciles para el francés, quien cada dos por tres recibía 'merecidos' golpes por parte de Escorpio, cada vez que hacía mención a algo pasado entre ellos, o cuando rozaba sin querer, su piel contra la de su ex amante.
-"Creo que habla enserio."- Comentó Shaka, imitando al octavo guardián una taza de su mejor té, para calmar los nervios. Milo meneó la cabeza, seguro de que aquello solamente era una terrible pesadilla…
¿Pesadilla? Él anhelaba con todo su corazón estar con la persona que amaba una vez más; pero, sus palabras, sus acciones, todo se encontraba tan fresco en su cabeza como si hubiera ocurrido un par de minutos atrás.
-"Deja el tema, Shaka."- Reclamó Aioria, protegiendo lo que ahora le pertenecía, e intentando dañar a Camus tanto como su pupilo lo había herido a él.
-"Yo sólo intento ser neutral."- Rebatió el rubio, ya cansado (o harto en el extremo) de la actitud de Leo.
-"Pues yo quiero que…"
-"No importa lo que digan."- Intervino Milo levantándose y yendo hacia la ventana para que la brisa vespertina alejara de su mente ideas y de su corazón sentimientos por el onceavo guardián. –"Entre Camus y yo sólo existe un pasado que no me interesa recuperar, y no importa cuanto diga o me haga pensar que recuerda… Lo nuestro se murió hace años…"
Camus nunca había estado en aquél templo, mas que el tiempo necesario para atravesar hacia el suyo; sin embargo, desde un par de días, inexplicablemente, se había formando un lazo entre Afrodita y él.
-"Realizas un trabajo maravilloso con esas rosas."- Halagó a su escucha, admirando el jarrón que tenía sobre la mesa. El anfitrión le sonrió, complacido por aquél atento comentario. Tomó una, se la llevó a los labios, y luego se la dio.
-"La verdad es que no todas mis rosas son venenosas… Las normales solamente las produzco en casos especiales, como te mostré el otro día."
-"Gracias."- La aceptó. –"La pondré en agua con hielo."
-"Claro, porque esa es tu especialidad."- Sonrió.
-"Es una pena que no puedas mantenerlas todo el año."
-"No, durante el verano dedo regarlas constantemente y mantenerlas de vez en cuando en las sombras. El caballero de Capricornio, amablemente, me ayudó hace un año a mudarlas, pero… terminó sedado porque se pinchó el dedo con una… Quedé profundamente apenado con el pobre."- La expresión que adquirió, demostró su sinceridad.
-"Bien… tengo un plan… pero no sé qué opines. Igual podría resultarte cansado, incómodo o…"
-"Dime tu idea, querido. Me sentiré fascinado de escucharla."
-"Tú sabes que mi poder es el hielo, ¿cierto?"
-"Si."
-"Y que poseo una técnica que no sólo lo vuelve cristal, sino que a la vez, lo hace irrompible…"
-"Eso no lo sabía."
-"… Pues… puedo hacer uso de mis dotes para construirte un invernadero…"- Afrodita dio una palmada mientras saltaba de su asiento, para luego írsele encima a un sorprendido francés.
-"¿Realmente harías eso por mí?"- Acuario asintió, todavía abochornado, por la pose y la actitud de su vecino.
Camus pensó que después de todas las atenciones obtenidas por él, lo menos que podía hacer era ayudar a mantener la belleza en el santuario y su felicidad.
Piscis no esperó a preguntarle cuando podía llevar a cabo su empresa, pues se puso de pie y lo haló de la mano para llevarlo al sitio donde le gustaría su favor.
-"¿Qué te parece en este espacio?"- Le señaló.
Justamente era un sitio que quedaba a la vista de todos; es decir, de lejos podría distinguirse un punto rojizo en el templo, y se veía mejor al atravesar ese pasillo se fuera al sitio del Patriarca o de regreso a Acuario.
-"Creo que no habría lugar más perfecto."- Dijo sincero.
-"¡Muchas gracias, Camus!"- De pronto lo abrazó. El galo se quedó quieto, impresionado y confundido, mas, aceptó aquél contacto porque era agradable sentirse aceptado. Entonces sus manos ascendieron, colocándose por arriba de la cintura, en su espalda. –"Mis rosas son lo que más me importa… después de mi aspecto, claro…"- Ante ese comentario, los labios franceses formaron una sonrisa…
Por esta razón, a la vista de tres pares de ojos su abrazo aparentaba ser algo más que agradable, y según dos de estos, romántico…
Afrodita notó de reojo las presencias, así que se alejó de su compañero, quien tarde se dio cuenta que la persona que acababa de darle la espalda era…
-"¡Milo, espera…!"- Intentó detenerlo, quizá para aclararle…
Leo frunció el ceño y se le puso al paso, rascándose por fuera la nariz.
-"Lo que quieras hablar con él…"
-"Está bien, Aioria, déjalo."- Le dio la cara, aparentando apatía. –"Debo aclararte Acuario, que lo hagas o dejes de hacer, desde hace dos años no es de mi incumbencia. Esa es la magia del rompimiento."- Camus lo sabía de sobra, su actitud solamente fue un impulso de su corazón.
-"Ya lo sé, únicamente quería preguntarte cuando reiniciáremos lo que Arles te mandó…"
-"Por supuesto…"- Masculló Milo. –"Lo haremos cuando termines de divertirte."
-"¡Hola!"- Saludó Afrodita, a quien le pareció que Escorpio no se daba cuenta que estaba presente.
-"Hola."- le devolvió el saludo de forma seca.
-"¡Camus es un dulce! ¡Va a construirme un invernadero para mis rosas!"- Le explicó, sin que el otro se lo pidiera. –"Si pudiera, le daría otro abrazo."
-"No creo que a Milo le interese saber…"
-"Por favor, Leo, deja que los adultos hablemos, ¿quieres?"- Shaka tuvo que aguantarse las ganas de reír por la forma sutil que Piscis usó para llamarle inmaduro, o entrometido.
-"Pues la charla que tengo con Milo es de hombre a hombre, y los afeminados no son admisibles…"
-"Perfecto. Vete de mi templo porque para que me hables así, estas siete casas arriba…"
-"Él es mi pareja y tengo derecho a pelear lo mío donde sea."
-"Milo no es un objeto."- Acalló Camus a su vecino con esa frase, poniéndole una mano en el hombro para alertarle que el continuaría con la discusión. –"Y si él no quisiera escucharnos podría irse…"
-"No tendría que hacerlo."- Respondió Leo. Milo estaba sorprendido por las palabras de su ex amante, así que no pronunciaba palabra. –"La única persona suya presencia le molesta es la tuya, tú quien te atreves a decir 'no es un objeto' cuando lo trataste como a uno… ¿O es que ya no te acuerdas?"
-"Ese es un tema solamente entre él y yo."
-"Te equivocas."- Por fin intervino Escorpio. Sus dedos se entrelazaron con los de su coterráneo. –"Aioria es mi pareja y yo no tengo secretos con él, ni mucho menos pienso hacerme de problemas por algo que ni siquiera forma parte mis recuerdos."
-"Si así las cosas, no hay más que decir. Te prometo que no volverás a verme…"- Se giró hacia su vecino. –"Afrodita, muchas gracias por el almuerzo. Volveré pronto para ver lo acordado."- Comenzó a caminar, pasándoles de largo. Saludó a Shaka con un movimiento de cabeza, que este correspondió del mismo modo. Milo contuvo las ganas de virar, de correr tras él y de gritarle de la forma más agresiva posible que no había necesidad de hacer aquello; pero mientras mantenía el contacto con Leo se recordaba que no deseaba lastimarlo.
-"¿Gustan algo de tomar?"- Los invitó Piscis, clavando sus ojos azules en las pupilas indecisas del octavo guardián.
-"Lo sentimos, pero el Gran Maestro nos mandó llamar."- Explicó el rubio.
-"¿A los tres?"
-"Sólo a Aioria y a mí."- Afrodita se apresuró a tomar el brazo de Milo.
-"Entonces tú si me puedes acompañar."
-"Preferiría que vinieras conmigo…"- Tajó Leo, apretando la mano de su amante. De pronto, el octavo guardián se sintió asfixiado. Juzgó que en ese momento necesitaba la libertad más que en cualquier otro caso.
-"Por favor, sólo será un minuto."
-"Pero…"
-"¿No confías en mí? ¿Crees que saldré corriendo a buscar a Camus?"
-"No, no, claro que no…"
-"Entonces te veo en un rato."- Le sonrió, antes de voltearse a Afrodita y rogarle con la mirada que lo sacara de ahí.
-"Adiós, Shaka, visítame cuando quieras."- Dijo Piscis, llevándose consigo a Milo
Al ver su sombra bajo el techo del templo, se le vino a la cabeza esa misma silueta hacia un par de años atrás: Joven, delgado, hermoso… aún inexperto en las artes de la vida. Contemplarlo ahí le revolucionaba miles de pensamientos y sentimientos en su interior.
Le dio la espalda…
Puedo comprender
Que si así vas a esconder
Es porque no quieres ver
Los dedos que apuntan…
-"Shura…"- Estiró el brazo para alcanzarle. El nombrado se detuvo, cerrando los ojos.
-"Hola, Cristal…"- Por fin lo saludó.
Lo culpaba de su desgracia…
Enseguida se recordó que el pecado fue cometido por ambos.
-"Creí que te daría gusto verme."- Ya no como un niño, pupilo del maestro del hielo.
-"Y así es... pero…"- No se sentía muy cómodo después de la última vez, ni siquiera se atrevía a mirarlo otra vez. Cristal avanzó.
-"He pensado en ti… en mí…"
-"Fui claro contigo. Tú sabes bien lo que siento…"
-"¿Llamas ser claro a no saber interpretar nuestro beso?"- El español cerró los ojos: la imagen de aquella noche se oscureció por la mirada furiosa y decepcionada de Aioria.
Como culpándote
Por no ser tan normal
Por llevar ese disfraz
De lágrimas negras…
Le dio la cara.
-"Lo único que quiero es que él me perdone."- Cristal se detuvo. Dolía, pero ya estaba consiente que esa era una probabilidad latente.
-"Fue un error. Si te quiere, él debería entenderlo…"
-"No es tan sencillo… Él no tolera la traición después de lo que sucedió con Aioros… y tú… tú sabes que no he sido muy sincero…"
-"Es cierto. Desde aquella vez no he dejado de preguntarme si realmente estas con él por amor o por culpa… Por eso tenía la esperanza que…"
-"No, escucha. Yo a veces pensaba que era mi obligación estar a su lado. Muchas veces creí que la culpa era la única razón por la que estaba con él… Cuando lo perdí entendí que lo amaba porque su ausencia duele… Si no supiera que en cualquier momento podría morir en batalla, creo que me sería más difícil vivir."
Lamentaba no poder corresponderle y su franqueza, pero el santo de plata ya debía entender definitivamente que entre ellos no existiría un futuro, independientemente de lo que pasara entre Aioria y él.
Cristal sonrió. Ya había escuchado lo que necesitaba para seguir adelante.
-"Suerte con eso entonces…"- le deseó de corazón, palmeándole la espalda. –"Iré a ver a mi maestro y después al Gran Patriarca…"- Sintió que las plantas de los pies no podían despegarse del concreto. Percibió otra vez esa esperanza de que él le detuviera…
Pero cuando avanzó unos metros y no hubo respuesta, comprendió mejor la situación.
Comenzó a alejarse por el pasillo directamente hacia Acuario…
-"Lo siento, no me di cuenta que Camus se tomó el último té de azaleas."- Dijo Afrodita mientras buscaba una jarra.
-"Pasa mucho tiempo aquí, ¿No?"
-"Si, algo… Él me visita todos los días."- Sonrió por completo, ofreciéndole un vaso con agua. Milo estaba más que furioso. Celoso.
-"Que alegría…"- Murmuró.
-"Es una persona muy agradable cuando uno se toma el tiempo de conocerlo, pero me a pena mucho que tenga en los ojos esa expresión abatida cada mañana, a pesar de que se empeñe en hacer notar que no pasa nada. En ocasiones me parece que lleva un secreto a cuestas que poco a poco lo desgasta…"
-"Camus no me merece la compasión de nadie."
-"¿Ni siquiera de la persona que lo ama?"- Su mirada penetrante lo sonrojó.
-"Yo… no sé de que me hablas…"- Intentó escapar al escrutinio visual. Afrodita rió.
-"No hablaba de ti."
-"¿Quién más está enamorado de él?"- Se alteró.
-"¿Alguien más?"- Comenzó a reírse. –"Me parece que solamente tú."- Le había sacado la verdad y él ya no podía negarla. Se aventuró a llegar más allá. –"Milo, Camus también te ama."
-"Por favor, no hables de lo que no sabes…"
-"Oye, ha venido las últimas semanas preguntando por todos, pero muy en especial por ti. ¿Sabes que conserva el pendiente que le regalaste?"
-"Eso es mentira porque me lo tiró en la cara."
-"No puede ser… Ayer apenas lo traía consigo."
-"Es broma…"
-"Mira, no te enojes, pero se quitó la playera para ayudarme con mis rosas y se lo vi; es muy bonito, es de plata, y trae su inicial. Él mismo me contó que fue un obsequio de cumpleaños."
-"¿Cómo pudo recuperarlo?"
-"No sé, y tampoco como terminaron las cosas tan mal entre ustedes, pero… deberías dejar que repare su error y te explique que pasó. Las flores tienen la capacidad de saber que guardan los corazones de las personas y el suyo sé que está lleno de dolor y remordimiento. Pienso que fue obligado a romper contigo antes de irse dos años completos a quien sabe donde. Quizá intentaba que hicieras justo como actuaste, iniciando una relación con alguien más y que le olvidarás."
-"Lo que dices suena a lo que tantas veces usé para consolarme… No tienes idea de las veces que intenté creer que no era mi Camus el de aquella noche, el que me rompía el alma… Y mientras más veces recordaba su 'actuación', más me dolía darme cuenta que fue real."
-"Creo que… te entiendo… Y sé que harás lo que sea mejor para ti."- Le extendió una rosa. –"Es suya, se la regalé antes de irnos al pasillo."- Sonrió, cómplice. –"Creo que esta explicación le borraría el sentido romántico si se la entregas por mí."
Por más que lo intentaba no lograba quitarse de la mente aquella imagen diabólica que dominaba sus más profundos sueños. Cada vez que cerraba los ojos para descansar, ahí estaban esos vívidos ojos impregnados de sangre, devorando con la vista la silueta desprotegida del caballero de Acuario…
Meneó la cabeza mientras se levantaba del lecho. Se sentó en una orilla, con las manos cubriéndole la cara, a la par que se mordía los labios e intentaba no pensar en nada más.
Mientras Camus no estuvo en el santuario, ese rostro rondó su mente sin pasar. La misma escena le llegó a la cabeza una vez tras otra, haciéndolo despertar febrilmente.
¿Por qué? En momentos le parecía que él estaba en peligro. Al verlo se daba cuenta que su inconsciente le traicionaba con esas imágenes.
En aquél momento sólo quería dormir. Acuario ya estaba en casa, ambos ya habían estado solos un par de veces recorriendo el santuario, pero desde el día anterior no lo había visto. Volteó hacia un lado, donde la rosa de Afrodita reposaba sola en medio de su mesita de noche
-"Podría ser un buen pretexto."- Se recordó. También habían sido esas las palabras de Piscis; no obstante, ¿a qué iría a verlo? ¿A preguntarle si eran ciertas sus palabras, si realmente los días encerados en el doceavo templo sirvieron para preguntar acerca de Milo y no para coquetear con su guardián…?
Muchas veces en el pasado intentó pensar que su Camus estaba perdido en algún lugar de esas dolorosas acciones y palabras, pero tanto más lo disculpaba, más se convencía del error que cometería de caer otra vez con él…
Sonrío traicionado por su propio gesto. Se puso de pie y tomó el vaso que contenía el presente; lo dejó y solamente tomó la rosa. Caminó hacia la puerta, por el pasillo, directo a entregársela, aunque ya pasaran más de las diez de la noche…
-"¿A dónde vas?"- Una voz tras él lo hizo pegar un brinco. Dio media vuelta, encontrándose con el caballero de Leo parado a unos metros de su puerta. En las manos llevaba ropa.
-"¿Qué haces aquí?"
-"Vine a pasar la noche contigo… ¿A dónde llevas eso?"- En su rostro se notó la molestia. Desde el resbalón de Shura no confiaba con facilidad en nada ni en nadie.
-"Pensaba llevársela a su dueño."
-"¿No te la dio Afrodita?"- Milo no sabía si una afirmación sería menos dolorosa para él que la verdad, pero tampoco quería mentirle.
-"Es… de Camus."- El rostro de Leo se crispó.
-"¿Qué haces tú con ella?"
-"Me ofrecí a dársela…"
-"¿No será que quieres ofrecerle otra cosa?"
-"¿De ser así qué tendría de malo?"- Milo estaba molesto. El castaño entrecerró los ojos.
-"¿También piensas traicionarme con un Acuario?"
-"Aioria, por favor. Tú sabes lo que yo siento por él, además…"
-"Sí y también sé lo que siente por ti, o mejor dicho, lo divertido que es para él tenerte en su cama…"
-"Mira, no sigas… No quiero pelear contigo, además, quizá es tiempo ya que tú también aclares tus líos con Shura. Tú sabes muy bien que sólo estas conmigo porque no lo puedes perdonar. Tú no me amas…"
-"Yo jamás pienso disculparlo. Si tú planeas convertirte de nuevo en el juguete de Acuario es TU problema. Yo ya tuve suficiente de esto…"- Se dio la vuelta, dispuesto a huir. Milo aprovechó la leña para avivar el fuego.
-"¿Qué habría pasado si Shaka y tú hubieran cometido ese resbalón mientras estabas con Shura?"
-"Pero eso nunca pasó…"
-"Y fue gracias a él, no a ti. No entiendo por qué te empeñas en hacerte la victima cuando sabes que te ama… y en negar que tú también lo haces…"
-"¿Qué ganaría con eso?"
-"Darme libertad. A veces me asfixias."- No quería decírselo de una forma tan burda, pero debía reconocer que era verdad. Aioria abrió la boca. Se calló. Le dio la espalda y lo dejó.
Parecía que le daba la razón…
Con el brazo de Shura sobre su hombro y la mayor parte del peso en su cuerpo, anduvo hacia la cámara privada de Capricornio. Lo había cargado desde el pueblo hasta el décimo recinto, y aunque era un caballero dorado que podía lidiar con cualquier cosa, lo cierto era que ya estaba cansado y que el penetrante olor a alcohol le estaba molestando demasiado.
Que en sólo una mirada
Dices que lo sientes
Que quieres escapar muy lejos
Sin regresar jamás…
El pelinegro se incorporó un poco tan sólo para darle más problemas. Fue a recargarse en la pared y luego se dejó caer al suelo. Sus pupilas se mantuvieran fijas en las de Acuario, como si esperara que este lo reprendiera.
-"Shura, por favor…"- Le suplicó su amigo, poniéndose de rodillas junto a él.
-"Me hubieras… dejado donde estaba…"- Fue lo que se le entendió, al paso que pegaba la barbilla al pecho.
-"No puedes seguir así por Aioria… ¿qué clase de vida te espera?"
-"Si eso no me mata… lo hará cualquier enemigo…"
-"No entiendo tu depresión."
Se hizo el silencio…
-"Soy culpable de muchas cosas…"- Hipó mientras levantaba la vista y miraba a su amigo. –"Yo maté a Aioros…"- Camus, sorprendido se hizo un poco hacia atrás.
-"¿Qué?... Eso… no-es-cierto…"
-"El patriarca me ordenó explícitamente que yo acabara con él…"- La voz dejó de salir a través de sus labios. Acuario permaneció mudo. –"Yo estaba en el recinto principal aquella noche y me contó que él intentó matar a la Diosa Atenea, a nuestra niña."- Si, había escuchado esa historia, pero saberla por labios de alguien que también fue participe le parecía interesante. Se preguntaba si Saga ya era en ese momento el patriarca. –"Me dijo que mi deber lo marcaban mis ancestros, y que era mi obligación acabar con el inmundo traidor…"- Sollozó, llevándose una mano a los ojos, cubriéndolos bajo el peso de su culpa.
Camus no sabía que hacer, ni que decir.
-"Lo perseguí, lo encontré, lo acorralé… Lo asesiné…"
-"Pero era tu responsabilidad. Como caballero dorado…"
-"¡Pero lo amaba!"- Gritó de pronto. –"Él y yo siempre fuimos inseparables. Yo lo admiraba… lo amé… Lo maté…"
-"Shura… ¿Tú y Aioros…?"- No supo por donde continuar la pregunta. Lo consideraba tanto una indiscreción como algo que perforaba aún más el alma de Capricornio. Resultaba raro mirar a alguien tan fuerte como él desplomarse bajo el peso de su pasado.
-"Al principio por eso busqué a Aioria… Creí que si estaba junto a él no tomaría el mal camino de su hermano, aunque al mismo tiempo me asustaba pensar que si descubría la verdad de alguna forma, jamás me volvería a mirar como antes. Me descubrí enamorado al poco tiempo… ¿lo puedes creer?"
-"Supongo que es una buena persona. Yo no lo he tratado lo suficiente… Imagino que por eso Milo y él…"- El peso de la frente de su amigo sobre su hombro, lo acalló.
-"Aioros llevaba un bebé cuando se marchó. Nunca le pregunté cuál era la relación entre los dos, pero creo que murió de hambre y frío porque lo dejé junto al cadáver de mi victima…"
-"¿Un bebé?"- La confusión no se hizo esperar. La mente del galo trabajó a mil por hora… Y de pronto, creyó poder armar aquél lioso rompecabezas.
¡Tenía que hablar con Saga…! ¿Cómo hacerlo sin exponerse?
Quiero salir de aquí,
Y no mirar hacia atrás,
Quiero escapar una vez…
Y no volver jamás
Justo cuando el pelinegro levantó la cabeza y tuvo la clara intención de besarlo, este lo rechazó ladeando la cara y poniéndole la mano en el pecho para establecer distancia.
-"Amigo, estas confundido."- Y no sólo eso, aturdido por el alcohol.
-"Milo no te quiere… él y Aioria ahora están juntos…"
-"Pero yo lo quiero. Tú sabes mejor que nadie cuanto lo amo…"
-"¿Y por qué lo dejaste? ¡También eres culpable de mi desgracia!"- Lo empujó.
Sin aparentar,
Sin miedo, sin pensar
En nadie más
Sin esconderme atrás de este disfraz
Ya no, como un castigo mil veces
-"No lo hice por gusto… Lo dejé porque… el patriarca me obligó… ¡como te obligó a matar al hombre que amabas, a mí me hizo hacer lo mismo!"- Lo había confesado, aunque no entendía si movido por la compasión hacia su amigo o para liberarse. Le tocó el hombro. –"Shura, no fue tu culpa… él te lavó el cerebro."
-"¡No, NO!"- Se dejó caer y comenzó a llorar sobre el pecho de su amigo, quien se quedó paralizado sin saber que hacer.
Arles había jugado bien sus cartas.
Camus observó a su compañero desmoronarse sobre él. No sabía por donde comenzar a hablar… No sabía si sería correcto contarle lo que sabía… ¿Le creería? ¿Tomaría la venganza por su propia mano si se enteraba donde estaba la verdadera Atenea?
Rogaba que el discípulo de Cristal la cuidara si es que realmente estaba con ella, pero él quería actuar, quería ser participe de la revolución a favor del bien en el santuario. Deseaba salvar a Saga y limpiar su nombre para que Escorpio lo mirara como antes, y no como el ser despreciable que ahora se sentía…
Comenzó a pensar que la única forma en que podría lidiar con la situación era prestándose al juego del geminiano.
En aquél momento apareció una sombra por el pasillo: Se trataba de Milo, quien llevaba una rosa en la mano y tenía una expresión desconcertada. Camus lo miró a los ojos, sin saber cuanto de la escena había sido total testigo; a juzgar por la forma en que los miraba a ambos, declaró que lo escuchó todo…
Y eso incluía las dos confesiones de Acuario…
Los labios galos se movieron sin emitir sonido. Sus ojos continuaron pasmados en aquellas pupilas que no le dirigían más atención que a Shura. Escorpio se agachó junto al sollozante ebrio y le removió el cabello.
-"Hay que llevarlo a recostarse. Quisiera hablar con él por la mañana."- Acuario no podía quitarle la viste de encima. Tenerlo a su lado siempre había sido su mayor debilidad, y estando tan cerca pero a la vez tan lejos, convertía en titánica la sed de sus besos. Fue hasta que Milo le devolvió la mirada, que él, completamente sonrojado, ladeó el rostro.
Se puso de pie y ayudó, con la mano libre, a que Camus levantara a Shura; enseguida se lo llevaron a la cámara privada y lo tendieron en la cama. Capricornio se quedó recostado con los brazos y piernas extendidas mientras la boca se le abría.
-"Aioria…"- Murmuró entre sueños, dándose la vuelta hacia un lado. Acuario le tendió una manta encima y salió tras el octavo guardián, cerrando la puerta. Una vez que la cerradura hizo un clic, y las miradas de ambos volvieron a cruzarse, el galo intentó la retirada, no obstante, su acompañante le bloqueó el paso.
-"¿Qué es cierto de todo lo que escuché?"- Inquirió el griego.
Quiero salir de mí…
-"No deberías espiar a las demás personas, no es…"- Milo lo empujó contra la pared.
Estaba cansado de que sus labios maldijeran su amor, pero que sus ojos se desvivieran por expresarle los deseos de su corazón.
-"¿Por qué el patriarca te obligó a alejarte de mí? No, mejor dicho ¿por qué tú aceptaste ser su concubina?"- Lo tenía tan cerca que solamente deseaba besarlo, sin importar cuanto reprochara. Todo lo que podía ver era ese fuego en sus ojos y el como los labios se movían, seduciéndole a tocarlos. –"¡Respóndeme! Dijiste que me amabas… ¿me amas?"
Quiero gritar otra vez…
-"Basta, Milo… Déjame ir… No quiero… no quiero hacer algo de lo que me arrepienta después."
-"¿Te arrepentirías de besarme?"
Quiero escapar una vez…
Y no volver jamás…
-"Sólo quiero que entiendas que si no estoy contigo es porque te protejo."
-"¿De qué? ¿De él? ¡Camus, yo…!"- No podía. Por más que movía los labios esas palabras estaban atoradas en su garganta. Y lo sentía, sabía que si, pero el saber ese cuerpo mancillado por otras manos… le repugnaba. Lo soltó de inmediato. Tenía que calmarse o desistir de volver a verlo. –"Toma."- Le extendió la rosa. –"La dejaste ayer en el templo de Afrodita y me pidió que te la entregara. La he cuidado bien."- Acuario apenas reparó en ella. Dudaba que excusarse diciéndole a Piscis que estaba más embelezado con Milo para acordarse de su presente, ameritara perdón alguno de su parte.
La vanidad en el doceavo guardián superaba cualquier cosa…
-"Muchas gracias…"- Estiró la mano. Una descarga eléctrica le azotó el cuerpo en cuanto sus dedos se rozaron.
¿Por qué no lo había besado?
Suspiró.
Tenía muchas cosas en la cabeza, pero principalmente las palabras de Shura…
-"Lo siento."- Fue lo único que dijo. La mirada del griego, que continuaba clavaba en su faz, se mostró sorprendida.
-"¿Por qué?"
-"Por todo. Por mentirte."
-"¿De qué estas hablando? ¿No es cierto lo que escuché?"
Sin tener que estar como escondido
-"Todo es verdad, Milo. Tanto mis sentimientos por ti, como la causa de que no esté contigo…"
-"Me confundes…"
Yo no seguiré con esta culpa
-"Lamento haberte dicho que significabas para mí sólo sexo y diversión… siento mucho haberte aventado el pendiente… y que observaras aquella grotesca escena entre…"- Le daba asco decirlo, pensarlo, recordarlo. Mirarse a sí mismo en esas líneas del pasado le provocaba querer arrancarse los ojos. Apretó el puño sin apartar la mirada de los pétalos de la rosa. Sus pupilas estaban empañadas y solamente quería marcharse.
-"Yo soy el más siente esa parte… jamás lo voy a olvidar, Camus."- El nombrado sintió frío, algo que iba mucho más allá de una simple temperatura ambiental. Milo suspiró. Volvió a acercarse y colocó las manos muy cerca de su cintura. –"Dime… Necesito saber… ¿por qué aceptaste ser su concubina? ¿Qué te ofreció a cambio?... ¿Acaso sientes algo por…?"
-"¡No!"- Exclamó el galo, retrocediendo sin más lugar a donde que a la pared. Recordar esos dedos fríos… esas uñas rasgándole la piel sin piedad, sus dientes… sus besos… Le daba asco. Sentía el estómago revuelto, y el que Milo lo tocara lo empeoraba más.
De no apreciar a Saga, de haber huido cuando este le advirtió que lo dejara, aquello no estaría ocurriendo.
-"Lo odio… Y si estoy aún vivo, cuerdo… es por Atenea… Es por mi Diosa que aún no he perdido el juicio..."- Apretó los dientes. Con las manos tocó su propio cuerpo mientras intentaba alejarse.
-"Camus… calma… Yo sólo…"
Tócame la piel sin miedo,
Hasta que caiga el sol…
-"No me preguntes más… No puedo estar contigo… Te amo mucho, juro por mi vida que es verdad, pero…"- Un par de dedos se posaron en su mentón, levándolo de una forma tan rápida e imprevista, que permitieron a un par de labios reclamar su derecho con un beso griego.
Cerró los ojos mientras lo dominaba la emoción de sentirse amado por aquél maravilloso ser. La rosa se cayó al piso mientras con las manos palpaba aquél pecho torneado donde latía un impulsivo corazón, que parecía sentir a través de las yemas y que le gritaba por su nombre mientras le besaba. Sus pies lo acercaron al cuerpo del otro, mientras este lo rodeaba con sus brazos e intentaba protegerle del daño que se avecinaría cuando el contacto terminara…
Percibió en su vientre otra vez esa descarga eléctrica, el hormigueo que le viajaba desde cada célula de los labios hasta el corazón. Disfrutó sus besos a completo antojo y con devoción. Se deleitó con los roces que las manos de Milo prodigaban por su figura, por la piel de su cara.
Ese hombre no había cambiado su forma de besar. Aún conservaba en sus besos esa calidez, esencia y el elixir necesario para vivir…
Dos años bien habían valido para degustarse con ese contacto.
Un suave mordisco sobre su labio dio por finalizado el momento. Escorpio alejó sus labios de los galos, pero no retiró el abrazo; deslizó la cara hacia un costado, apoyando la barbilla en su hombro con los ojos cerrados. El susurro de su boca viajó directo al oído acuariano
-"No necesitaba besarte para saber que aún te quiero… Lo que tú no me has dicho me lo habían contado antes tus ojos, y ahora tus labios me lo han confirmado…"- ¿Se estaba riendo? ¿Era el sonido de una sutil alegría lo que viajaba al tímpano galo?
Camus tenía ganas de verlo sonreír, pero prefirió encogerse un poco más en aquél abrazo. Agachando la cabeza se cubijó con el calor del griego amante.
Ambos se quedaron así un momento más, hasta que Escorpio decidió que ya era hora del adiós. Rompió el abrazo entre ambos dándole un último beso en la mejilla. Se dio cuenta que la rosa estaba en el piso, así que la levantó y se la dio.
-"Yo no entiendo tus razones, pues tampoco me has dado alguna… pero, si es tu decisión que no estemos juntos, supongo que puedo respetarla… por un tiempo al menos…"- Camus tragó saliva. Sabía que sería difícil contener las ganas de besarlo de vez en cuando, se toparan en el templo de algún otro compañero o en el propio. No sabía qué hacer, pero entendía que la prioridad la ocupaba la sombra con la que Arles cubría el santuario; eso y lo que pudiera atentar contra Milo si se enteraba que seguían juntos.
-"¿Recuerdas los días de la rivera?"- El griego sonrió.
-"Si, aunque te dije que no.".
-"Me encantaría… revivirlos… ¿crees que…?"
-"No lo sé, será complicado si intentamos apartar nuestros sentimientos…"- Le dio la espalda mientras se dirigía a su templo con un gesto de despedida. –"… pero supongo que podríamos comenzar por intentarlo…"- Camus sonrió mientras le observaba alejarse.
Si por lo menos lograba estar lo suficientemente cerca de él como para borrar el daño pasado, intentaría, en lo posible, deshacerse del yugo de Arles, confesarle más de una verdad, y al mismo tiempo convertirse en la 'marioneta' del patriarca, mientras todo se aclaraba…
Camus mantenía esa esperanza, sin saber que las cosas en el santuario, con el transcurso de los días, irían de mal en peor…
Él estaba por recibir una desagradable noticia, y ni siquiera se lo imaginaba…
A pesar de que Milo y Aioria ya habían terminado, el santo de leo se mostró complaciente en prestar su ayuda para organizar un 'evento' –como lo llamaba él- en honor al santo de Escorpio.
Debido a que el tiempo no estaba para mayores festejos que una comida y algunos tragos, Shaka y él decidieron invitar a los dorados disponibles a aquella reunión. De cualquier forma, si algo ocurría de noche, sería una estupidez lanzarse donde se encontraban todos.
El quinto guardián, con los brazos cruzados sobre el pecho se mostró en desacuerdo ante la idea que su rubio amigo acababa de darle, no obstante finalizó la conversación diciéndole que por él, podía hacer lo que gustase…
Tomando eso como una respuesta aprobatoria, Shaka se dirigió hacia el onceavo templo. Llevaba solamente su toga de entrenamiento, por ello, en cuanto Camus lo vio parado en la entrada, no pudo evitar sentirse… apenado…
Cuando su relación con Milo comenzó, él había estado enamorado de Virgo. Por esa razón lo besó la primera vez… Lo recordaba muy bien.
Ahora que lo miraba solamente vestido con eso, no podía parar de preguntarse por qué su ex amante había quedado tan prendado de él… No es que le desagradara…
-"Buenas tardes."- Repitió el rubio. Acuario meneó la cabeza para salir de sus pensamientos.
-"Buenas tardes."- Respondió. Se hizo a un lado, imaginando que la única cosa que lo llevó arriba sería una cita con el patriarca; aunque su vestimenta –conociendo sobre todo a Arles- no fuera la más indicada.
-"¿Podrías invitarme una taza de té?"
¿Té? Los oídos del galo lo estaban traicionando seguramente, porque ellos no eran amigos ni tenían un trato tan íntimo, como para que él le confiara su salud estomacal.
Shaka debió notar su turbación porque sonrió, como si con ese gesto intentara calmarlo o persuadirlo.
-"Quisiera que habláramos."
¿Hablar?
-"Ya…"- Pensó, aún dubitativo.
Acuario le indicó con la mano que lo siguiera y lo guió hacia la pequeña cocina del templo. Virgo se sentó a la mesa mientras el anfitrión preparaba todo. Su invitado prefirió no prestarle atención. Adoptó una extraña pose con las manos y esperó.
Una vez que el té estuvo servido frente a él, abrió los ojos.
Normalmente sólo lo hacía en la lucha, pero estaba consciente de que este tema necesitaba un contacto visual… Camus no pudo evitar asombrarse por aquella hermosa mirada, aunque lo disimuló demasiado bien. Pronto comenzó a comprarse con él…
Le dio un soplo tan sólo para temporalizar el líquido lo suficiente para que pudiera tocarle la lengua, con los labios rozó la taza de porcelana y permitió que el caliente sabor del té le baja por la boca hasta la garganta. El sabor a menta no era de sus favoritos, pero no quería comenzar con un mal comentario. Acuario le pasó el azúcar. Shaka agradeció con un gesto de mano.
Mientras se quedaban en silencio, por la mente del francés pasaron muchas ideas, y preguntas, que el mutismo del sexto guardián agravaban.
Se sentía nervioso… ansioso…
-"Milo es muy valioso para mí."- Por fin habló. Camus sintió un vuelco en el estómago, revuelto con una molestia que no se explicaba. ¿Sentía celos?
-"Para muchas personas lo es. No debiste molestarte en venir hasta acá sólo a decirme lo que ya sé…"
-"No vine a eso, Camus. Yo no soy tu enemigo."- Declaró en un tono calmo. Mirándole a los ojos. –"Tú lo amas y… yo también…"
Momentos de tensión se vivieron mientras el acuariano intentaba comprender lo acababa de oír.
-"…"- ¿A eso había ido? ¿A decirle que dejara en paz a Milo para que ellos volvieran? Pues había ido en una actitud muy diplomática.
-"Es cierto que yo fui quien decidió que lo mejor era separarnos, y aunque él intentó que volviéramos una y otra vez, yo sabía que tarde o temprano terminaría con alguien mejor."- Las pupilas azuladas que antes se mantenían en el líquido dentro de la taza, ascendieron suspicazmente a las de Acuario. –"Yo creo en las almas gemelas, y sé que ustedes están destinados a algo superior que esto…"
-"Espera, Shaka, porque me estás mareando. Primero me dices que lo amas, luego me insinúas que no estará mejor con nadie que conmigo… No entiendo…"
-"Él te ama sobre cualquier cosa, y lo que pasó hace dos años lo lastimó mucho. Yo estoy aquí para darte una segunda oportunidad…"
-"¿Oportunidad para qué?"
-"Para hacer algo bueno por él"
-"Hablamos y decidimos que lo mejor era no estar juntos por un tiempo…"
-"Pero a puesto que tú también has pensando que lo mejor es no retomar su romance ahora, que deberían darse las cosas con calma. Niégamelo."
-"Es cierto. Prefiero recuperar su amistad… por lo menos ahora…"
-"Entonces estará bien si vienes con nosotros. Esta noche Aioria y yo le prepararemos una pequeña reunión en su templo."- Su sonrisa confiada no dejó lugar a dudas de qué realmente lo estaba invitando. –"Supongo que recuerdas la fecha de su cumpleaños."- Las pupilas del galo observaron el calendario que había colgado en la pared: con un círculo rojo encerró el ocho de noviembre, a la par que dibujó bajo el número, un pequeño escorpión.
-"Lo tengo muy presente, pero también que Aioria no se sentirá muy a gusto si yo voy."
-"Tampoco si yo uso un sombrero de fiesta, pero igual me lo pondré."- Alzó los hombros mientras bebía su té. A Camus ya le simpatizaba bastante. Entendía porque Milo disfrutaba tanto su compañía.
Sin poder evitarlo rió despacio.
-"Entonces iré."
-"¡Bienvenidos!"- Gritó el caballero de Leo desde el otro extremo de la habitación. Tenía en las manos algunos vasos de vidrio y los estaba acomodando en una pequeña mesa de centro. Shaka llevaba un gorro rosa de punta y estaba sirviendo en platos algo de comida, mientras Milo se quedaba parado en medio del ala sin decir ni hacer nada, pues se encontraba bastamente sorprendido por aquella 'fiesta'.
El caballero de Piscis y Death Mask entraron, cada uno 'por su lado', a la habitación. El segundo saludó con un gesto de mano a distancia, para luego irse sobre los platos que el rubio ya traía en la mano; mientras que el primero no pudo contener las ganas de lanzarse sobre el escorpión, quien por más que intentó deshacer el contacto, este lo aferraba contra su cuerpo…
-"¡Camus viene!"- le susurró emocionado, pues su intensión no era otra que hacerle llegar lo que él había visto, pues mientras andaba de camino a Escoprio, lo encontró ultimando detalles en su arreglo personal.
El festejado enrojeció. Se tambaleó un poco y evitó resistirse al abrazo.
Cuando por fin lo dejó libre para conversar con Shaka sobre el sombrerito que este llevaba encima, el griego notó que el castaño le dirigía un gesto desaprobatorio. Como respuesta, simplemente agachó un poco la cabeza y suspiró…
Estaba emocionado de que Acuario llegara. Temía un poco por su encuentro, pero… lo esperaría…
Salió del cuarto… Retornó sobre su talón izquierdo de vuelta a la habitación… Volvió a girar y avanzó un poco más lejos por el pasillo… Pisó con la derecha y retomó la marcha hacia el interior del cuarto…
-"¡Ay, no puedo ir!"- Gritó de pronto, colocándose las manos en la cabeza como si de pronto le doliera; y es que quería acallar las voces de su conciencia. –"Si bajo a su templo, lo único que ocasionaré serán problemas…"- Continuó reprendiéndose en voz alta. –"Ya renuncié a él… debería… dejarlo en paz…"- Sintió que el corazón repelaba ante su actitud. Apoyó la espalda en la pared. Miró hacia el techo en medio de la oscuridad nocturna, con la esperaza de poder encontrar una respuesta entre las grietas de los ladrillos…
Volteó la vista hacia la entrada de su cámara: Si bajaba tenía al menos que llevarle su regalo… Suspiró al pensar la cara que Milo pondría de verlo. ¿Le gustaría? No representaba algo tan significativo como el pendiente que él le había obsequiado, pero al menos… le constaría que lo hizo con sus propias manos.
Dio un paso hacia aquella dirección, sin saber que un par de pupilas le observaban de lejos…
Si no viraba, si no dejaba de pensar en su antiguo amante y ponía atención en aquella malévola y familiar presencia, podría ser tarde de nuevo para él…
Continuará...
Para este capitulo ocupe la cancion de Kudai, Disfraz
Ojala si les gustara el capitulo... muy pronto regresaremos al presentes