Capítulo 30: "Miedo a Perderte"
Caminó con pasos temblorosos, el rostro contraído y la mirada dorada destellando fuego por entre los callejones sucios y abandonados, hasta detenerse súbitamente frente a una limosina negra de vidrios polarizados estacionada en un desolado callejón. Sintió el corazón latir aprisa, allí estaba, lo sabía, sabía que lo observaba, apretó los puños de ambas manos conteniendo la ira pero sabía que debía contenerse o de lo contrario... Unos segundos más tarde una de las puertas traseras se abrió, un tacón femenino se afirmó en el asfalto y luego el otro, para dejar ver, cuando cerró la puerta con suavidad, a la mujer que buscaba. Ella sonrió apenas entre sus delineados labios rojos. Sus ojos oscuros, inexpresivos como siempre, pero esta vez con un extraño fulgor que al abogado le pareció maquiavélico cuando lo miró directamente. Él respiró hondamente intentando disfrazar la rabia e ira, no podía perder la compostura ahora, si era cierto que tenía la cura para Kagome, no podía arriesgarse a que ella se disgustara y se fuera.
-Vaya, vaya... pero luces tan... desastrado mi querido Inuyasha- Dijo la mujer cuando lo tuvo frente de si. Era cierto. El esmoquin estaba a estas alturas completamente arrugado, la camisa con los tres primeros botones desabotonados, sus negros cabellos desarreglados y bajo sus dorados ojos se notaba una leve mancha grisácea, producto del insomnio y la agitación en que se encontraba. La miró apenas haciendo una pequeña mueca, pero evitó su mirada directa de hielo que escudriñaba la suya, como queriendo también descubrir su propia alma.
-Ya sabes porqué es.- Murmuró secamente, otra vez retomando una bocanada de aire para apaciguar su espíritu que sólo le reclama el deseo de tomarla por el cuello y apretarlo tan fuerte hasta dejarla sin aire. Kikyo ladeó la cabeza casi de manera burlona, llevándose ambas manos pálidas y algo huesudas al pecho, como si le tuviera algo de pena.
-Lamento mucho lo que esta pasando...
El abogado finalmente le dio una mirada de odio infinito, ella que esbozaba una sonrisa recobró la compostura nuevamente, no había sido muy bien recibido la broma, olvidaba que él, de vez en cuando, la atemorizaba.
-Eres una pe... - Calló enseguida cuando Kikyo lo miró dolida, reconociendo el insulto y abrió la puerta de la limosina, dispuesta a marcharse. Inuyasha se acercó bruscamente a ella y le tomó con fuerza la muñeca. La mujer dejó de respirar, asustada e inevitablemente excitada, lo miró directamente a los ojos, Inuyasha respiraba agitadamente.- no te vayas... - Suplicó el joven.
Kikyo se detuvo, luego de unos instantes se soltó de su agarre y subió a la limosina. Inuyasha tembló de miedo, pero la mujer, aún con la puerta abierta, le sonrió.
-Entra... debemos hablar...
El joven miró de reojo al chofer, que les daba una mirada de vez en cuando a los dos a través del espejo. Kikyo, a su lado, estaba muy callada y él... ¿qué demonios estaba haciendo? Debería haber estado al lado de Kagome ahora, tal vez las palabras de esta mujer sólo eran mentiras, como todo lo de ella. 10 minutos más tarde se dio cuenta que salían de la ciudad de Tokio al ver que la limosina tomaba la autopista. Tomó fuerzas y ladeó el rostro para mirar a Kikyo y hablarle.
-Deja de hacer rodeos, dijiste que hablaríamos, no tengo tiempo...
Ella arqueó una ceja y lo miró sin expresión. Cómo detestaba que estuviera tan preocupado por la otra, por la niñita esa. Suspiró cansada y comenzó a juguetear con su cabello.
-Sólo quería que te distrajeras un poco...
De pronto Inuyasha la miró con sus ojos fulgurantes, ella sonrió a medias esperando lo que debía preguntarle.
-¿Quieres preguntarme algo verdad? Habla, hoy estoy generosa.
-¿Haz utilizado alguna droga en mi, verdad?- Estudió su reacción minuciosamente. Ella abrió algo los ojos, un poco sorprendida, luego sonrió más.
-Siempre he dicho que tú eres un hombre muy inteligente.
Inuyasha sacudió la cabeza hastiado de la bajeza a la que podía llegar.
-Porqué, Kikyo.- La interrumpió el joven, mirándola con seriedad, aparentemente había recobrado la calma, pero ella no confiaba mucho...
-¿Porqué?- Repitió casi en tono sarcástico, intentando fingir no entender. Inuyasha se revolvió en el asiento ansioso, las horas pasaban y él no había sacado absolutamente nada de su cita con Kikyo.
-Necesito saber... porqué hiciste todo esto...
-Antes que nada... - La mujer se cruzó de piernas y brazos, mirándolo con tranquilidad.-... debo decirte que no fui yo quien planeó que "ella" estuviera así...
Inuyasha apretó los labios, ya sabía en algo la historia, podía descifrarlo todo a través de la bitácora escondida de Aska en su notebook, pero la dejó hablar, necesitaba saber cómo fueron las cosas, los detalles, la razón de todo.
-Ah¿no?
-No. Aska tuvo la culpa ¿la conociste verdad?- Preguntó levantando una ceja, Inuyasha no le respondió, entonces ella sonrió burlona.- claro que la conociste, era la asistente de esa tonta...
El joven la fulminó con la mirada, pero esta vez no tuvo el efecto que deseaba, atemorizar a la mujer, esta vez Kikyo simplemente evitó mirarlo para seguir hablando.
-... el caso es que... el que debía ser envenenado eras tú, pero aquella asistente... se... "entusiasmó" contigo... por eso decidió que lo mejor era sacar de la jugada a alguien que consideraba un obstáculo entre ella y tu... ilusa- Hizo una mueca al decirlo y sus labios se tornaron en una semi sonrisa. Inuyasha parecía que había dejado de respirar, escuchar de su boca el siniestro plan le helaba la sangre.- pero no fui yo quien le ordenó envenenarte, no fui yo quien le dio aquellas pastillas... fue un antiguo amigo tuyo... ¿lo recuerdas? Creo que también fue tu rival de amores unos tres años atrás... ¿lo recuerdas ahora?- Clavó sus sombríos ojos oscuros en los del joven.
-Naraku- Musitó Inuyasha quitando su dorado mirar de la mujer y fijándolo en un punto perdido dentro de la limosina, parecía choqueado.
-Exactamente. Aska también trabajaba para Naraku... yo sólo le pedí a esa tonta que... debía separarlos...
-La hiciste jugar con mis sentimientos por Kagome!- Bramó Inuyasha recordando todos los incidentes, la confusión con aquel chico de la Universidad, las fotografías que llegaban al correo del bufete para que las viera sus asistente, así sería más "limpia" la jugada, los celos hacia Sesshoumaru...Aska envenenó su corazón...
-Y tu caíste tan fácil... - Se burló ella, triunfal. Lo vio bajar la vista poco a poco, derrotado, apretando los puños. El joven cerró los ojos, le dolía tanto haber caído de esa manera tan absurda y cruel-... ¿ves que su amor no era tan fuerte? Desconfiaste de ella... - Acotó la mujer con una sonrisa- ¿porqué no lo aceptas? No la amas, no puedes amarla... dime que me amas a mí... - Suplicó luego inclinándose hasta él, intentó tomar su rostro pero el joven en seguida se irguió y la miró con ira.
-Creí todo eso porque... tuve miedo de perderla... tuve miedo y cada una de esas acciones que me hacían desconfiar de su amor hería más mi amor... yo la amo demasiado... por eso caí como un idiota en todo...
Otra vez Kikyo se quedaba adolorida ante sus palabras, lo miró intentando tragar con dolor, pero es que jamas aceptaría que su amor, que una vez fue de ella, ahora no le pertenecía. Se volvió a sentar otra vez en su asiento y no respondió por unos segundos, apretando sus delineados labios rojos para evitar el amargo gusto del que él no respondiera a sus sentimientos. Luego suspiró hondamente, Inuyasha era un apasionado, después de todo... y si la quería tanto, a la "otra", entonces ella aún podría manejarlo... aunque fuese a la fuerza, pero no lo perdería...
-Esta bien... te creeré... - Respondió con el tono calmo, aunque sólo era una pantalla, por dentro moría de rabia- lamentablemente, tu... novia esta sumida entonces en un estado de envenenamiento...
-Dijiste que tenías la cura- Reprochó el joven mirándola algo asustado. Ella esbozó una sonrisa, pobre Inuyasha... se veía tan débil ahora...
-Bueno... - Ella entornó los ojos al ver que el abogado perdía la paciencia.
-Pero... Kikyo!
El automóvil finalmente se detuvo a un lado de la carretera.
-Puedo ofrecértela... puedo arriesgarme por ti, Inuyasha... tan sólo si tú también te arriesgas por ella ¿estas dispuesto a hacer todo lo que yo diga con tal de tener la cura para ella?... ¿Estas dispuesto?
Inuyasha la miró con detenimiento... hacer cualquier cosa por ella, arriesgarse por ella, por Kagome, por su vida, claro que lo estaba, pero la mirada de Kikyo... la mirada de Kikyo le daba un muy mal presentimiento, ella no haría las cosas por buena voluntad, no, iba a tener que sacrificarse, lo sabía pero...
El silencio de Inuyasha la hizo encrispar sus lardos dedos de rabia, lo miró furiosa, ella no estaba ahí para que él pensara, debía actuar, debía de una vez aceptar sus condiciones ¿pero quien se creía él? Ella, ella que estaba dispuesta a salvar la vida de la otra y él dudaba.
-Si quieres saber... - Lo interrumpió la mujer de pronto-... deberías no dudar de la oferta que te ofrezco, Inuyasha, el veneno es muy potente, estas equivocado si piensas que van a poder rastrearlo en la sangre de ella, no lo encontrarán... tampoco encontrarán otra cura así que...
-¡Pero qué dices!- Masculló.
Kikyo sonrió abiertamente ahora.
-No, ese veneno no lo encontrarán... mi esposo, Onigumo tú lo conociste... mi esposo murió así el pobre... envenenado...
Inuyasha abrió la boca pero no pudo decir nada, la miró impresionado.
-Todos los días, el veneno se fue introduciendo en su cuerpo por las comidas que ingería... su salud se deterioró... murió finalmente de un paro cardiaco... nunca encontraron nada... el veneno fue un regalo que me hizo Naraku, como favor, claro...
Definitivamente aquella mujer estaba loca, loca, muy loca.
-¿Estas dispuesto a hacer lo que sea, ahora?- Preguntó clavando nuevamente sus ojos en los pasmados de Inuyasha. El joven tragó saliva con dificultad.
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Abrió la puerta observado la penumbra del lugar, todo en silencio, excepto la máquina que ahora revisaba las pulsaciones cardíacas de Kagome. Arrugó el entrecejo y tragó saliva con angustia, aquella máquina no estaba cuando él la dejó unas horas atrás... oh, Dios¿significaba que había empeorado. Ella dormía de costado, sus cabellos negros estaba desordenados sobre la almohada y su respirar era irregular, agitado. Cerró la puerta tras de sí en silencio y se acercó hasta la camilla mientras acomodaba la mascarilla. Maldita asistente, y pensar que él mismo la había escogido, para ella, para su Kagome... y lo peor... aquel que debía estar sufriendo era él y no ella. Se arrodilló a su lado, para estar a la altura de su rostro y estiró su mano temblorosa a sus cabellos, acariciándolos suavemente, sintiendo que las lágrimas se agolpaban en sus ojos pero las reprimió, no debía llorar, no podía llorar ahora. En cambio, un sollozo se escapó de sus labios irremediablemente, casi ahogando el llanto que se empeñaba en salir al exterior. Si tan solo le hubiera hecho caso aquella vez, aquella vez en que Kagome presintió que Naraku estaba detrás de ellos nuevamente... si tan sólo su ambición no lo hubiera cegado ante la tristeza de ella, si la hubiera hecho feliz, ahora... ahora todo parecía perdido.
Por ti, mis lagrimas no cesan de brotar
Por ti, no hay nada que me pueda consolar
Por ti, la vida ya no es vida sin amor
Por ti, por ti, sin ti...
La chica entreabrió apenas los ojos, él sonrió de inmediato, pasando sus manos con rapidez en sus ojos para que ningún vestigio de lágrimas las pudiera notar. Kagome intentó levantar la cabeza, pero él la hizo recostarse nuevamente.
-Shhhh... tranquila... - Murmuró. Ella abrió ya completamente los ojos y le sonrió.
-Inuyasha... es muy tarde... - Musitó con la voz tan débil que él ya casi adivinaba las palabras sólo con el movimiento de su boca. Bajó su mano hasta su mejilla dándole otra suave caricia.
-No importa, sabes que no puedo dejarte sola...
Alguien dirá, solo es amor, el tiempo lo podrá borrar
Sin ti, el viento me estremece el corazón
Sin ti la lluvia se desata alrededor
Sin ti, la noche es un martirio sin final, sin ti, sin ti, por ti...
Kagome volvió a sonreír mientras sus castaños ojos ahora enrojecidos por la fiebre, le miraban con detenimiento, Inuyasha sonrió algo más, no fuera que ella descubriera...
-¿Pasa algo?- Preguntó preocupada. Vaya, él rió divertido, antes que pudiera fingir que todo estaba bien ella lo descubría, pero lo mejor era no alarmarla, que no supiera nada de lo de Kikyo, al menos por ahora...
-Claro que no.- Respondió haciéndose el sorprendido.
-El doctor... Takeda... te buscaba...
Inuyasha tragó saliva nuevamente sintiendo el dolor en su garganta.
-¿Si?
-No te asustes... - Sonrió Kagome-... es por los... exámenes... los tuyos.
-Ah.- Respondió sin más. Ahora ya no era necesario saberlo, si estaba confirmado de "primera fuente".
Kagome lo miró en silencio, sabía que algo en él no andaba bien, lucía preocupado, lo conocía, aunque intentara fingir delante de ella, lo sabía, algo andaba muy mal. Sin embargo el muchacho se acomodó en el helado piso sin dejar de acariciarle la mejilla, le daba una mirada tan tierna y nostálgica, era como si quisiera guardar en su memoria cada detalle de su cara, de sus expresiones...
-Inuyasha...
La voz de su amada lo trajo de nuevo a la realidad, la miró seriamente pero enseguida esbozó una sonrisa disfrazando su preocupación.
-No hace falta que lo digas... ya no importa... eso no es importante ahora...
-Pero...
-Shhh, vuelve a dormir... quédate tranquila, verás que todo saldrá bien ahora.
Kagome lo miró con detenimiento luego él se levantó y ella le siguió con la mirada.
-Debo... arreglar un asunto... prométeme – Tomó con fervor ambas manos de la chica mientras se ponía en cuclillas, teniendo cuidado de no desconectar las intravenosas-... que te cuidarás... y que harás todo por salir adelante, que no te rendirás.
Kagome arrugó algo el entrecejo mirándolo sin entender, Inuyasha apretó más sus manos con una mirada suplicante y entonces ella asintió al fin, sin decir nada, sólo moviendo un poco la cabeza, sin poder pronunciar palabra. El abogado sonrió más tranquilo y se llevó las manos de ella hasta su corazón por un segundo. La manzana de Adán saltaba en su garganta y cerró los ojos. Cuando los abrió se levantó, soltando a la chica y se marchó, dejándola completamente confundida.
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El sol comenzó a aparecer detrás de las colinas alumbrando con sus rayos tenues aún a la ciudad. Inuyasha salió nuevamente del hospital y dirigió sus pasos con firmeza hasta salir del recinto, en donde fácilmente encontró a la limosina estacionada. Un suspiro se escapó de sus labios y no podía evitarlo, sintió miedo también. La puerta del vehículo se abrió y él miró en su interior, ella no estaba, arrugó el ceño confundido y entró, sentándose en el asiento forrado de cuero negro y echó una mirada rápida al conductor. Este le dio una rápida mirada también a través del espejo retrovisor pero no dijo nada. Inuyasha cerró la puerta y en el momento el auto partió.
Tomaron el mismo rumbo que horas antes habían tomado, la autopista, pero ésta vez parecía que finalmente lo llevarían a su destino. Inuyasha estaba preocupado.
-¿Dónde esta Kikyo?
El conductor no le miró como el abogado pensaba, sino que le respondió vagamente. Inuyasha agudizó el oído... ¿dónde había escuchado esa voz?
-Ya la verá.
¿Dónde había visto ese rostro?... ¿dónde? El hombre detuvo el automóvil a un lado de la carretera y volteó, diciendo con palabras secas:
-Debemos hablar...
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Inuyasha alzó sus ojos y observó el lugar algo extrañado. Era una pequeña villa, nada parecía sospechoso. Bajó y miró a su alrededor, no se dio cuenta que Kikyo ya estaba su lado, tomándose de un brazo y sonriendo dichosa.
-¿Vamos?
Él no dijo nada, solo se dejó llevar por la mujer hasta una pequeña casa de paredes descascaradas de pintura. En cuanto cruzó el diminuto jardín frontal, la puerta de entrada de la casa se abrió y sus ojos, vieron con horror, la asquerosa cara de Naraku...
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Kagome abrió los ojos y lo primero que vio a través de su vista ya nublada, fue al Doctor Takeda a su lado, junto al pie de goteo.
-Doctor... - Murmuró, sintiendo la garganta reseca ahora. Ni siquiera podía moverse, estaba débil, muy débil y algo le decía que ya todo estaba perdido. No era cosa de ponerse fatalista, sabía que su cuerpo estaba deteriorándose rápidamente y ya nada podía salvarla.
-Esto es anticonvencional...
Kagome lo escuchó murmurar aquellas palabras y abrió más los ojos, él no la miraba, sino que inyectaba algo en la bolsa de suero. Ella se asustó¿él era un enemigo? De pronto las palabras de Houyo las escuchó en su cabeza "Ella sólo quiere destruirte"... Sintió pánico, quiso levantarse pero no tenía absolutamente nada de fuerzas. Intentó protestar, alcanzarlo con sus manos, pero no podía, su cuerpo ya no le respondía, en silencio las lágrimas comenzaron a caer en sus mejillas ¿era este el fin?... ¿ya no volvería ver a Inuyasha? Inuyasha...
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Inuyasha miró con odio al hombre que esbozaba una cruel sonrisa, mostrando sus dientes blancos e impecables. Tenía ahora algunas canas en su cabello, pero seguía siendo el mismo, tal cual lo recordaba. El abogado miró a Kikyo y esta solo le sonrió, instándolo a adentrarse en la casa. Él se detuvo.
-¿Esta listo verdad?- Preguntó Inuyasha ansioso. Kikyo introdujo su mano en el bolsillo de su chaqueta y extrajo un pequeño teléfono móvil.
-Debe haber llegado... puedes preguntar si quieres.. y confirmar...
El joven marcó rápidamente el numero de su asistente, esperando ansioso a que éste respondiera. Una vez hecho, el otro tras la línea corroboró sus dudas. Kikyo le quitó el teléfono y lo guardó.
-Cómo esta joven Inuyasha... ha sido... bastante tiempo... - Dijo el hombre en cuando Inuyasha pasó a su lado. Sintió un escalofrío en el cuerpo, ahora si estaba asustado, debía admitirlo, pero lo había prometido a cambio de la cura para Kagome, ahora debía hacer su parte. La casa estaba lujosamente decorada, Inuyasha supuso que este había sido el escondite de Naraku el tiempo que había estado en Japón y tal vez... el nido de amor con su amante, Kikyo. La mujer lo condujo hasta salir ahora de la casa, por la puerta trasera, ya en el patio, sus ojos vieron a un hombre vestido de traje, detrás de una mesa, con un libro en sus manos... conocía aquel libro ¿era una ceremonia civil?
Kikyo finalmente se detuvo y le miró con una sonrisa escalofriante.
-Ahora, sólo debes decir que sí, que aceptas convertirte en mi esposo... así, nada ni nadie podrá separarnos...
El abogado pestañeó sorprendido ¿entonces era esto a cambio de la cura?... ¿lo quería a él?... ¿Unirse a él?... ¿Pero acaso no sabía...?
-Su vida ahora se unirá a la de ella, mi querido joven... y luego deberán irse de este país.
-Claro que nos iremos, no quiero que vuelva a toparse con "otras personas"- Acotó Kikyo, luego pasó sus dedos por los labios del muchacho, acariciándolos suavemente- ahora serás sólo mío... de nadie mas... nadie...
El hombre habló con parsimonia y aburrimiento. Sentía el brazo de la mujer estrecharse fuertemente en el suyo y ella miraba al hombre embelesaba. Inuyasha carraspeó incómodo ¿pero acaso ella no sabía nada? Su corazón latió más aprisa, dónde diablos estaba el otro joven. Kikyo se inclinó plasmando su firma en el libro de actas y luego entregó el bolígrafo a Inuyasha para que hiciera lo mismo. Él dudó unos segundos, sus ojos miraron con desesperación alrededor pero salvo Naraku que le sonreí y afirmaba su mano derecha en el bolsillo de su chaqueta, seguro que llevaba un arma, nadie más estaba en el lugar. Kikyo lo miró luego impaciente y apretó más su brazo.
-Vamos querido... ahora es tu turno.
Él se inclinó nuevamente y plasmó su firma. Hecho.
Kikyo se abrazó fuertemente de su cuello casi sin escuchar las palabras del hombre que los daba por marido y mujer. Buscó sus labios y él los esquivó rápidamente. Antes que pudiera darse cuenta, un sonoro disparo se escuchó en el lugar y el pesado cuerpo de Naraku cayó pesadamente al suelo, con un pequeño chorro de sangre en la nuca. El chofer entonces apareció con el arma en la mano y Kikyo chilló aterrada. Inuyasha aprovechó su desconcierto para tomarla de ambas manos y sujetarla con fuerza desde la espalda. Ella volteó a mirarlo con el rostro rojo de ira, iba a gritar pero una tropa de policías entró al lugar con armas en mano y apuntándolos a todos, inclusive al Juez de Paz que se limitó a levantar ambas manos, sin saber qué mas hacer.
-Se acabó.- Respondió Inuyasha secamente. La mujer lo miró con odio pero luego su rostro se distendió, sonriendo cada vez más hasta que comenzó a reír como una demente, a carcajadas. Todos la miraron y un policía se agachó junto al cuerpo de Naraku para revisar sus pulsaciones.
-Pero ya eres mío, nunca podrás separarte de mi, nunca!
-¿Porqué lo dices?- Preguntó el abogado impávido, con toda calma.
-Porque ya estas casado conmigo y ni sueñes que te daré el divorcio.- Respondió como una serpiente lanzando su veneno. Lo vio levantar una ceja y sonreír apenas. Ella se asustó.
-¿Serán validos los segundos matrimonios? Por supuesto que no, no puedo estar casado contigo porque... yo ya tengo una esposa...
Kikyo abrió los ojos inmensamente y luego dio un grito de ira. Los policías la tomaron puesto que ella comenzaba a perder el control.
-Gracias Houyo- Dijo Inuyasha al chofer, que se quitó la gorra y movió la cabeza.
-Lo hice por ella, por Kagome... - Respondió él seriamente. Enseguida los policías también lo sujetaron del brazo, había asesinado a un hombre, y aunque este era un prófugo de la justicia, Houyo debía también pagar ante la ley. Inuyasha movió la cabeza, no debió disparar a matar al hombre, pero tal vez el joven tenía demasiado rencor hacia Naraku, al fin y al cabo. Pero para eso estaba ahora él ahí, era abogado, lo ayudaría, en un tiempo relativamente corto, Houyo recuperaría la libertad.
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Inuyasha caminó por la arena sintiendo la tibieza del sol sobre sus mejillas, ahora tostadas por el clima mediterráneo en que se encontraba. Sus ojos dorados vieron de pronto a la chica, que caminó hasta él con algo entre sus brazos. Él sonrió ampliamente. Ya habían pasado dos años desde el incidente. Kikyo había sido juzgada por la muerte de Aska, por cuasi delito de homicidio contra Kagome, cómplice de Naraku y la muerte de Aska. Todo se vio corroborado con la computadora personal de ésta, evidencia clave para dar perpetuidad en la cárcel de mujeres y así Kosho pudo finalmente quedar tranquila, saldar su cuenta con la muerte de su hermana. Pero Kikyo ya estaba media enloquecida, Inuyasha la vio en el juicio, ni siquiera podía hablar bien, su rostro de volvió agrio y él pensó que no serían muchos sus años de vida. Naraku falleció en el lugar aquella vez, de manos de Houyo, quien había suplantado al verdadero chofer de Kikyo para ir a buscar a Inuyasha y a mitad de carretera armar un plan de última hora...
-Llamó Rin... dice que estamos invitados a su matrimonio, la próxima semana...
Sesshoumaru había regresado unos meses más tarde, con Rin a su lado, justo en el instante en que ambos abandonaban el país, por el nombramiento de Embajador de Inuyasha. El primo del abogado se quedó a cargo de las empresas y la presidencia del Comité, era eso lo que le gustaba.
-Al fin ese tonto se casará... me alegro por él. Al fin y al cabo... - Murmuró Inuyasha, inclinándose hasta el bulto que ella sostenía, mirando con ojos de extrema devoción un infante de tan sólo unos meses, de piel clara y escaso cabello negro, que dormía ocultando sus profundos ojos dorados y aferrado con sus pequeñas manitos al pecho de ella.
-No me canso de observarlo... me siento tan feliz... tan dichoso... tú me has hecho infinitamente feliz... - Murmuró el joven buscando con sus labios los cálidos de ella que los recibió con una caricia lenta y suave. Ambos se separaron y sonrieron. Kagome miró el mar con tranquilidad, sintiendo que el pecho se henchía de nuevas esperanzas en sus vidas, estuvo tan cerca de la muerte, incluso había desconfiado del Doctor Takeda en cuanto lo vio inyectar su bolsa de suero, sin saber que estaba aplicando la medicina que la traería nuevamente a este mundo, con un niño en su regazo y el hombre que amaba, el hombre que hubiera dado la vida por ella, ahora, embajador de un país tan lejano, en el mediterráneo, vivían felices y tranquilos, y ya no había miedo, ni dudas, ni nada, sus vidas estaban completas y eran felices.
FIN.
CANCIONES:
-Capítulo 6: CULPABLE O NO (Luis Miguel)
-Capítulo 9 y 30: POR TI (Luis Miguel)
-Capítulo 10, 11 y 14: MÁS ALLÁ DE TODO (Luis Miguel)
-Capítulo 15: BARCOS DE PAPEL (David de María)
-Capítulo 20: YA NO HAY FORMA DE PEDIR PERDÓN (Pedro Aznar)
-Capítulo 21 y 22: I'M STILL LOVING YOU (Scorpions)
Capítulo 27: SHE IS LIKE THE WIND (Patrick Swayze)
N/A: Ha resultado para mí un trabajo maratónico, extenuante, bastante complejo pero me quedo con el gusto de haber cumplido un buen trabajo. Sé que mis tramas resultan algo complejas, me gusta que mis fics tengan varias tramas, aunque sean pequeñas, con cosas que las hagan pensar, por eso siempre escribo de dilemas emocionales, los sentimientos o cosas por el estilo... sé que algunas tal vez no puedan entenderlo, pero con el tiempo se darán cuenta de lo que hablo... mi único fin ha sido el de entretenerlos, entretenerme, nada más, no aspiro a nada más. Espero que a todas les haya gustado, dejaré descansar mis neuronas de fics porque debo pedirle que trabajen conmigo en la Universidad también, sino, Lady Sakura seguirá enfermando por estrés, jeje... ¿qué mas?... que amo este fic, que fue hecho bajo presión, bajo enfermedades, bajo conflictos, pero aún así es mi fic, y lo adoro... Cualquier cosa pueden contactarme por mi correo...
Ahora, mis vacaciones (bueno sigo estudiando, vacaciones porque dejo de escribir fics)... cuídense mucho, y gracias por apoyarme y leer... a exactamente un año de mi primera publicación en CZ... (si lo hubiera planeado no hubiera resultado)...
LADY SAKURA LEE
19 de Septiembre de 2005