Disclaimer: todo pertenece a su autora, nada es mío, bueno Alex si!

Epílogo

-¡Madre!

Una castaña ataviada con una falda negra de tubo y una blusa blanca, entró en el salón.

-Ni se te ocurra llamarme madre, me haces parecer que tengo más de sesenta años, ¡y aún no he cumplido los 35!

-Lo siento, "mamá" – dijo Alexander Granger haciendo una mueca burlona con sus finos labios – pero, ¿nos vamos ya? ¡sabes que tengo que estar allí de los primeros! – dijo mostrando su insignia de Premio Anual colgada en la ropa.

Hermione miró exasperada a su primogénito, pero que cabría esperar. Era igualito a ella. Su cabello castaño se enmarañaba de la misma forma y sus ojos, a pesar de ser de un hermoso gris, tenían la misma madurez e inteligencia que los de ellas. Su hijo era maduro, responsable y leal. Adoraba los libros como ella y aunque, aceptaba dar alguna que otra vuelta en escoba, el quiddicht no era su pasión.

-Alexander, tranquilo – tomó las mejillas de su hijo – llegaremos a tiempo – le sonrió y el castaño le sonrió de vuelta – eres tan lindo.

-Mama, por favor – se sonrojó – mejor iré a apurar a mis hermanos.

Hermione le vio subir las escaleras y ella aprovechó para terminar de recoger el desayuno. Menos mal que hoy tenía día libre en el hospital. Hoy era un día especial.

-Mami – dijo una vocecita – tengo sueño.

La mujer alzó la cabeza. Por la puerta entraba el hombre de sus sueños cargando a un bello ángel.

-Está noche dormiremos más, cariño – Hermione se acercó a la pareja, besó los labios de su esposo y la frente de su hija.

-Alex está un poco nervioso, ¿no? – rió Harry.

Hermione se sonrojó al escuchar la risa varonil, a pesar de los años se sentía como una adolescente enamoradiza frente a Harry.

-Si, está un poco alterado. Ven aquí Lily.

Cogió a su pequeña hija. Su preciosa Lily. La sentó encima del desayunador y se dispuso a arreglarle las colitas que tenía hechas en su cabello negro como la noche. La niña, de seis años, la miraba medio adormilada con sus ojos miel.

-Ya estás guapa – le sonrió.

-mami, yo no quiero que mis hermanos se vayan a "guarts" – hizo un puchero.

-¿por qué princesa? – Harry se acercó y la agarró para bajarla.

-Porque ahora no tendré con quien jugar.

-Pero cariño podrás jugar con los primos y practicar más con la escoba con seguridad que te regalo papa.

-Bueno… - la niña sonrió y se fue alegre al salón.

-Menos mal que a una le gusta el quiddicht – Harry tomó a su esposa por la cintura y fue a besarla, pero…

-¡Mama!¡mama! – unos pasos apresurados entraron en la cocina - ¡no encuentro mi diario! – dijo una voz femenina.

-¡y yo mi nueva varita! – continuó una voz asustada masculina.

Y ahí estaban los dos que faltaban para completar la familia Potter: los dos mellizos que cursaban su primer año de Hogwarts.

-¡Os dije que dejarais todo preparado mocosillos! – y ese era el apodo cariñoso de Alex para sus medio-hermanos. Los miró con recelo a los dos y luego, cruzó los brazos.

Los dos mellizos empezaron a hablar entre ellos y Alex medio les regañaba medio les gruñía. La pequeña Lily bailaba alrededor de ellos mientras cantaba.

-A ver… - dijo Hermione, pero sus hijos seguían – tener hijos para esto – frunció el entrecejo.

Un silbido se escuchó en el aire.

-¡Atención! – la voz de Harry los calló a todos - ¡a escuchar a vuestra madre!

Todos se colocaron en una hilera y en silencio. Podían ser unos gritones, unos revoltosos o unos buscadores de problemas, pero sus hijos nunca desobedecían una orden directa.

-Alex, tranquilo – Hermione lo miró – lo harás muy bien. Este año es el último, así que relájate.

Alex suspiró y sonrió a su madre.

-Helen, Hadrian – miró a sus mellizos, ambos castaños y con unos expresivos ojos verdes – ya tenéis todo en vuestros baúles, así que nada de supervisión de última hora, que ya está todo preparado. Sólo conseguís desordenar vuestros baúles.

-A la orden, mama – los mellizos se llevaron las manos a la frente en un gesto militar.

-Lily, cariño, - se agachó a la altura de la pequeña – mejor nos cantas luego a tu padre y a mi, a tus hermanos los pones más nerviosos.

-Muy bien – dijo Harry – ahora, ¡todos al coche!

La familia al completo se dirigió a la estación de King Cross. Allí colocando sus valijas en carritos entraron al andén nueve y tres cuartos. Aún era temprano, pero ya había algunas familias despidiéndose de sus hijos.

-¡Harry! – la poderosa voz de Ronald Weasley retumbó en el andén.

Los Potters lo miraron llegar. Ron llevaba de la mano a su pequeño clon de ocho años. Beowulf era igual que su padre, excepto por los ojos que eran de exquisito azul cristalino, herencia materna. Luna venía atrás hablando con Stella. La cara pecosa de la niña venía sonrojada debido a los nervios por abordar el tren por primavera vez.

-¿Qué pasa? – Ron palmeó la espalda de Harry y luego, la de Alex -¿nervioso? – le dijo al último.

-un poco, tío Ron – musitó Alex – quizás deberíamos subir ya los baúles – miró de nuevo su reloj.

Ron se carcajeó - ¡eres igual que tu madre! – Alex y Hermione pusieron los ojos en blanco – pero vale, vale, vamos a subirlos.

El pelirrojo ayudó a su hija Stella mientras Harry azuzaba a sus mellizos porque ahora no sabían cuál era el baúl de cada uno, en ambos ponía HP.

-Ya si eso, luego lo intercambiáis – dijo Harry.

-Pero papa! Si nos equivocamos, tendremos que arrastrarlos por toda la Sala Común y pesan mucho! – dijo Helen.

-No te preocupes, que yo te ayudaré – una voz engatusadora y que arrastraba las palabras habló por atrás.

Un apuesto chico de no más de doce años miraba con una ceja alzada a una sonrojada Helen. Su cabello rubio fresa peinado hacia atrás y sus ojos grises dejaban en claro hijo de quien era.

-No, porque tu estás en slytherin y nosotros estaremos en gryffindor – le dijo Hadrian furioso.

-Controla a tu hijo, ¿no? – gruñó Harry a un rubio que venía campante detrás del niño.

-No tengo culpa que Anthony sea igual de irresistible que yo – Draco Malfoy sonrió de medio lado mientras cambiaba de brazo a la niña que cargaba.

-Nunca cambiarás… - Hermione rodó los ojos – Hola Angie, ¿cómo estás?

-Bien, tía Hermi – la pequeña rubia pecosa de apenas año y medio aún no podía pronunciar su nombre entero.

-¡Anthony, Draco! ¡¿os parecerá bonito?

Todos se volvieron hacia la voz enfurecida. Allí, Ginny junto con una niña de ocho años igual que ella, pero rubia, golpeaba el pie contra el suelo mientras colocaba las manos en su cadera. Diana, al igual que su madre, tenía la misma postura.

-Lo siento, Evra – Draco le dio a Angie y cogió él el carrito – ya no te dejo más atrás, pero es que Anthony se me escapaba.

-Es que tenía que saludar a esta bella dama – el niño acarició la mejilla de Helen, para fastidio de Harry y Hadrian que gruñeron furiosos. Ron soltó una carcajada.

-A ver, ¡todos arriba! – Hermione azuzó a los niños -¡venga!

Besaron cada uno a sus hijos y les dieron las últimas recomendaciones. Hadrian, Helen, Stella y Anthony dijeron adiós por la ventanilla antes de ir a buscar un compartimento vacío.

-Mamá – Alex tomó a Hermione del brazo y la llevó aparte - ¿alguna sugerencia de última hora? – preguntó señalando su insignia.

-Te podría dar muchas, pero sólo una es la más importante: no dejes que tu cargo no te haga disfrutar, ¿de acuerdo? Sólo se vive una vez, relájate, estudia, diviértete y quita los puntos que haga falta, y sobre todo a slytherin, ¡pero que no se entere tu hermano que he dicho eso! – señaló con la cabeza a Draco y ambos sonrieron – vive el presente, aunque tampoco te dejes llevar, ¿ok?

-entendido mamá – dijo al ver que la castaña le iba a dar otro sermón. La abrazó – gracias mamá – le susurró – gracias por todo. Harry me contó hace un par de semanas todo lo que pasaste para cuidarme en Hogwarts, todo lo que sacrificaste para criarme – le sonrió.

-Y lo volvería a hacer si hiciera falta – a Hermione le brillaron los ojos – recuérdalo, siempre te amaré – se le cayeron las lágrimas – mi pequeño Alex.

Alexander le quitó las lágrimas con un movimiento delicado y la volvió a abrazar.

-Venga, anda, sube, que al final te vas a quedar el último – Hermione lo separó de ella.

-Bueno, ahora voy.

La mujer vio como su hijo miraba de un lado a otro y a pesar de que eran las once menos diez, no parecía tener ninguna prisa por abordar el tren. Vio como le decía a sus amigos que subieran ellos, que ahora iba él.

-¿tanta prisa y ahora no subes? ¿qué pasa? Tus compañeros ya subieron – lo miró interrogativa. Alex se sonrojó - ¿Alex?

-Es que…. – agachó la cabeza –bueno, yo…

-¡Alex!¡Alex!

Tanta Hermione como el resto de adultos volteó la cabeza hacia la voz. Una muchacha de veintiún años con una larga melena negra y unos felinos ojos violáceos corría hacia él.

-¡Lo siento! – se lanzó a los brazos del castaño y lo besó – me ha costado escaparme del Ministerio.

-Ya creí que no llegabas – Alex le sonrió.

-Por supuesto que llegaba. Oh, hola prima Hermione! – la chica se dio cuenta que los adultos aún estaban ahí – creí que se habrían ido ya – le susurró a Alex. Éste asintió, él esperaba que también se hubieran ido ya para esa hora.

-Hola, Veronice.

-¿Veronice? – Harry y los demás se acercaron.

-Hola primo Harry – la muchacha se puso nerviosa – jeje

-Supongo que ya sé porque te escapabas tantos días de casa sin saber a donde iba – murmuró Harry.

-¡A mi me dijo que iba a la biblioteca pública! – Hermione le entrecerró los ojos a su hijo.

-Digamos que a Harry es más difícil de engañar, mamá – dijo Alex mientras agarraba la mano de Veronice – pensábamos decirlo en Navidades, pero visto lo visto.

-Bueno, ya hablaremos, hijo – Hermione suspiró y sonrió. Su pequeño ya era un hombre – anda perderás el tren.

Los seis adultos, junto con los más pequeños, se quedaron atrás mientras la joven pareja se dio un fugaz beso y un apretado abrazo. Alex subió y Veronice no se alejó del andén hasta que el tren no se perdió de vista.

-Tantos consejos para conquistar chicas, y resulta que ya está amarrado a una – Draco suspiró. Ginny le dio un golpe en la nuca.

-Vamos, pero para eso ya tienes de aprendiz a tu hijo, ¿no? – dijo Ron.

-Es igualito a ti – rió Luna.

-Hablando de tu hijo, ¡tenemos que hablar! – Harry se acercó al rubio - ¡como le hago algo a mi pequeña…! – Harry lo cogió del cuello de la camisa medio en broma medio en serio mientras Draco reía.

-Ays – Hermione suspiró. Ginny se acercó a ella y le agarró del brazo – aún recuerdo como subí a ese último tren, corriendo para que nadie me viera con Alex.

-Si – rió la pelirroja – aún me duelen los pies de todo lo que tuve que andar para encontrarte.

Hermione sonrió y se separó de su amiga. Miró el sol en todo su esplendor. Después de tanto, tenía todo lo que quería. Observó como sus amigos sonreían mientras Draco y su esposo discutían, los niños jugaban entre ellos y los últimos padres se iban.

Todo estaba ahora en su lugar.

FIN


Bueno, esto es el fin :(

Espero que después de tantos años, os haya complacido. Este fanfic me ha acompañado en las buenas y en las malas, ha durado prácticamente toda mi carrera! Pero como dije, aquí está terminado. Parece que he perdido un trozo de mi, pero bueno. Se que no muchos lo seguías al final, pero lo comprendo, ya que yo también me hice de rogar al no actualizar. Deseo que todos los que hayais llegado al final os haya gustado. De corazón.

Un abrazo y un saludo a todos!

(Dudo mucho que escriba algún fic largo más para harrypotter, quizás oneshots. Sin embargo, creo que ya mismo incursionaré en Twilight! espero veros por ahí :)