Notas de traductora:
Hola amig s de Fanfiction. Han sido ya más de 10 años desde la última actualización de este fanfic. La autora no ha dado señales de vida y aunque en cierto modo, la comprendo porque yo también me alejé de la comunidad y he cometido el mismo pecado de dejar una historia inconclusa, me apena decir que Head Over Heels estuvo tan cerca de llegar a un final y finalmente quedó la historia pendiente, para que nuestra imaginación volara sobre qué sería la vida de nuestros personajes favoritos.
Es por este motivo que he decidido, arbitrariamente y sin que la autora me lo autorice, crear esta versión, del capítulo final. Espero que me perdonen si no es lo que ustedes esperaban, dos personas nunca piensan igual y aunque adoro el estilo de la autora y voy a tratar de seguir en su línea, estoy segura que algún punto me diferenciará. Para los fans que quieran seguir en la espera, son libres de hacerlo. Si en algún momento de su vida Shinsei terminara la historia, yo borraría este capítulo inmediatamente y sólo subiría el traducido, tal cual lo hice en su momento.
Sin más, les dejo mi versión del final de Head Over Heels, enviándoles un afectuoso saludo a tod s y esperando que sea de su agrado.
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Sakura Kinomoto P.O.V
Hay cosas increíbles, que suceden sin explicación y sin un aparente motivo. Hay también casualidades, hechos que se realizan por pura suerte, pero que alteran tu vida de una manera inesperada. Aún no sabía si había sido casualidad que mi familia y yo hubiéramos venido a Tomoeda, pero sí sabía que esto había cambiado increíblemente mi vida.
Mi vida, descomplicada y hasta cierto punto feliz, se había puesto patas arriba por una serie de eventos que alterarían todo mi futuro, por el simple de hecho de que me habían cambiado a mí. Nunca más volvería a ser la misma inocente, la misma hasta cierto punto torpe muchacha que se golpeaba en las paredes o en la nariz después de ver al chico que me gustaba.
No después de que estuviera tan cerca de perder, a una persona que me había hecho conocer el infierno, pero que a pesar de todo, mi estúpido corazón no dejaba ir. Poder verlo vivo, sin duda, no era una casualidad. Ver sus ojos ámbares mirarme, ese fuego y esa picardía aún ardiendo en ellos, no era nada menos que un milagro.
"¿Vas a llorar de nuevo?" Su voz ronca susurró en mi cuello, la cama de la clínica el lugar más incómodo para recostarte, pero que no lo cambiaría por nada del mundo. Aún débil y todavía recuperándose de su operación, Syaoran encontraba la manera de molestarme.
Le di un beso en la mejilla, porque aunque estábamos solos, aún debía admitir lo nerviosa que me ponía. "Cállate," Murmuré poniéndole un dedo sobre sus labios. "El doctor dijo que no debes hablar mucho," Le recordé con seriedad, pero él igual sonrió.
Era el tercer día que estaba aquí, dos días después del infierno de esperar a la operación que le hicieron, para reparar el daño que su adicción le había causado. Para el pesar de mi hermano, mi papá aún me estaba apoyando, e inclusive me venía a dejar ropa limpia y el almuerzo. Sabía que pronto surgiría el problema de que tendría que regresar al instituto y también que Touya aún no había olvidado la masacre a la que se había enfrentado con Syaoran.
¿A quién quería engañar? Touya jamás lo perdonaría.
Pero si de incómodas situaciones familiares se trataba, los Li les ganaban a los Kinomoto por una milla. La madre de Syaoran aún me odiaba, no importaba que hasta su hija Fanren y la misma Meiling hubieran tratado de explicarle la verdad. De alguna manera era yo quien había tenido la culpa de que su adorado hijo estuviera en esta cama, debatiéndose entre la vida y la muerte.
No la culpaba, porque aunque Syaoran era dueño de sus propias decisiones, mi indiferencia y el dolor que sentí cuando sucedió nuestra ruptura, fueron otra excusa más para él para hundirse en el vicio que había llevado a tantos otros a su tumba. De cierto modo, todos éramos culpables. Meiling, por guardar silencio. Sus amigos, por apoyarlo en sus locuras. Su padre, por haberlo abandonado. Su familia, por dejarlo ir sin más. Pero el principal culpable, estaba aquí, junto a mí.
Había tantas cosas que quería decir. "Prométeme que no volverás a hacer lo mismo,"
Mis ojos se entrecerraron, juzgando cada reacción en su atractivo rostro. Su cuerpo se tensó por un momento y luego se relajó como si fuera un impulso. "Creí que no debía hablar," Se burló de mí, alejándose del tema. Como si fuera tan fácil distraerme.
"Syaoran," ¿Cómo podía este chico hacerme latir tan fuerte el corazón? ¿Qué tenía? ¿Qué tenía? No sabía, pero si me preguntaban, pensaba pasar el resto de mis días tratando de averiguarlo.
Syaoran Li P.O.V
Pasar por una operación, dolía como mierda. No habían palabras para describirlo. El fantasma del dolor aún me perseguía, pero aún así, me empezaba a sentir cada vez más como yo mismo.
La misma ansiedad por fumar. Y Sakura, la misma obsesión por ella. No importaba que la hubiera tenido aquí, junto a mí durante estos días, lo único que me importaba en realidad era que ella estuviera junto a mí.
Y tenía que ser ella, que aunque nos conocíamos tan poco, parecía leer mi mente. El susto había pasado, de lo que los doctores me supieron explicar, me encontraba fuera de peligro. Igual, no significaba que mis acciones no tendrían consecuencias. Voluntariamente o no, mi hospitalización no sólo concluiría después de que me recuperara de mi cirugía. Desde ahora mismo, empezaba a sentir la especie de desesperación que te da cuando no has tenido tu dosis en varios días.
Me pedía que prometiera algo que no estaba del todo seguro poder cumplir. No en el sentido en el que ella quisiera que lo cumpliera. La última dosis de coca había sido casi letal, pero… vivir limpio no era parte de mi futuro, al menos no del todo. Guardé silencio, porque en realidad no tenía nada que decir. No quería prometer algo que tal vez no iba a poder cumplir. Podía ser de todo, impulsivo, estúpido y un maldito drogadicto, pero era un hombre de mi palabra.
Sus ojos verdes me miraron, su acusación clara y contundente. "Syaoran… prométemelo," Insistió, sus manos suaves rodeando mi cara. Dios. ¿Por qué tenía que ser tan bonita? Tal vez, si fuera como las otras perras, artificial y plástica, sería más fácil olvidarse de lo que sentía por ella. Sería fácil decepcionar.
Esquivé su mirada, pero ella esperó. "Syaoran," Su voz pura, libre de culpa alguna. ¿Por qué alguien como ella querría estar conmigo? Aún no me cuadraba del todo, debía ser que algo andaba mal con ella.
Mis manos temblaron por el esfuerzo, pero acaricié sus mejillas, mientras una de sus lágrimas se deslizaba por mi pulgar. "Syaoran, necesito tu promesa. Yo… yo no puedo verte morir. No quiero," El temor en sus ojos era evidente. Mi egoísmo no tenía límites con esta chica, nunca la podría dejar ir. Era demasiado tarde para ella. Jamás la dejaría libre.
¿Podría hacerlo? ¿Podría dejar a un lado todo lo que había conocido? En cierto modo, lo había hecho para olvidarme de todo. De olvidarme de las mentiras que casi nos habían hundido, de la estúpida cara de Hiiragizawa y su pandilla, de mis problemas con mi padre, de mi patética vida.
No le respondí porque aún no estaba seguro de nada, excepto esto. La besé para callarla, la besé porque estaba desesperado por ella. Desesperado, porque sabía que lo último que le convenía era estar conmigo, pero era lo que deseaba más que nada en el mundo.
Alguien entró en mi habitación, causando que Sakura casi se caiga al salir espantada de la cama. Mi madre y mis hermanas entraron y el ambiente se tornó sombrío. Sakura trató de esconder su rostro sonrojado detrás de su cabello y una sonrisa se me escapó a pesar del episodio.
"Xiaolang," Dijo mi madre con voz solemne, su mirada oscura clavada en Sakura, su odio evidente. "Necesito hablar contigo a solas," Su voz fría cortó el ambiente tenso y sin que pudiera decir nada al respecto, Sakura empezó a retirarse de la habitación.
Mierda. "Sakura, no des un paso más. Madre, lo que tenga que decirme, puede hacerlo delante de Sakura." Era ahora o nunca. La chica había llegado para quedarse y mientras más rápido se diera cuenta, menos problemas tendríamos.
Sakura me miró desesperada. No sabía por qué la opinión de mi madre le importaba tanto, pero podía ver que era importante para ella. La había tratado como la mierda, pero igual seguía buscando su aprobación. "Xiaolang, vamos a tratar asuntos familiares que te agradecería, se queden entre nosotros,"
Mi furia, aparentemente en control hasta ahora, empezó a desatarse. Apreté los dientes, para no espetarle el insulto que se merecía. "Madre, Sakura es mi familia," O lo sería. Me aseguraría que fuera así.
El murmullo colectivo de mis hermanas no se dejó esperar. No todos los días Ieran Li era puesta en su sitio. Pero mi madre nunca se quedaría callada. "¿De qué hablas Xiaolang? ¡Ella no es mi familia!" Su grito fue inapropiado, las enfermeras no tardarían en llegar.
Sakura parecía querer ser tragada por la tierra. Su rostro palideció y agachando la cabeza, escondió su rostro de mí. Por fin, mi madre y yo coincidimos en algo. "Sakura, ¿podrías esperarme afuera?" Le pregunté con más calma de la que sentía. "También ustedes," Dije hacia mis hermanas, que por primera vez en la historia parecieron escucharme.
Esperé a que quedáramos solos y mi madre se mostró satisfecha, como si hubiera ganado. No estaba más lejos de la realidad, maldita sea. "Esta es la última vez que dice algo ofensivo en contra de Sakura, madre."
Pude ver el momento en el que reaccionó y se percató en realidad cuán jodidamente encabronado estaba. "Esa chica es precisamente de quien quiero hablar,"
"No tengo nada qué decir de ella, madre, excepto quizás que debes dejarla en paz," Le dije con voz clara y pausada, para que captara el mensaje.
Su ceño se frunció, no dispuesta a ceder. "No veo el punto de esta discusión, este romance tuyo termina en el momento en que te regreses a Hong Kong con nosotros," Ah. A eso era lo que quería llegar.
"No voy a regresar a Hong Kong, madre." Le dije cansado, Sakura debía tener razón, hablar no me estaba haciendo bien. O quizás discutir tantas estupideces.
"Tienes diecisiete, Xiaolang, tengo tu custodia oficial y tendrás que hacer lo que diga. Ya sabemos las consecuencias de dejarte a tu libre albedrío," Espetó con furia.
Pero era inútil discutir, mi decisión no iba a cambiar. "Cumplo 18 el mes que viene," Le recordé sin preámbulos.
"No te enviaré más dinero," Me amenazó como último recurso, pero no podía preocuparme menos. El dinero se había acabado, de todas maneras. Aún si regresara a Hong Kong con ella, no habría manera de que mantuviéramos nuestro estilo de vida y las empresas al borde de la quiebra hacia donde mi padre las había llevado.
"Eso no me preocupa," Le dije entre dientes, tratando de hacerle ver que ya no podía controlar mi vida, no lo hacía desde hace años, no empezaría ahora. Como las amenazas no funcionaron, las lágrimas fueron las siguientes.
"¡Es que no entiendo, Xiaolang! ¿Qué tiene esta niña que prefieres estar al borde de la muerte antes de alejarte de ella?" Su pregunta fue desesperada, sus sollozos interrumpieron el silencio de la habitación.
"¿Sinceramente? No lo sé. Pero planeo quedarme para averiguarlo," No había manera de convencerme, no deberíamos perder más tiempo en discutirlo.
Una enfermera entró, su mirada reprochadora cayó sobre mí, su expresión claramente culpándome sobre el teatro que mi madre estaba armando.
Inyectó en mi suero lo que probablemente eran más drogas (¿no era irónico? ¿Ponerte drogas para sacarte las drogas de tu cuerpo?) y analgésicos.
Cerré los ojos, poniendo como excusa el sueño. Sí, hablar de esta mierda ya me tenía harto.
Sakura Kinomoto P.O.V
"Monstruo, ya despiértate," Touya me empujó con su codo, delicadeza sería la última palabra que usaría para describirlo. Me abrió la puerta y poco o nada le faltó sacarme de su camioneta de una patada.
Sanron High. Infierno en la tierra de seguro. Mi padre, después de dejarme faltar por dos semanas por todo el problema con Syaoran, había dado su ultimátum y me había obligado a venir. Los exámenes finales estaban cerca y lo último que necesitaba era extender mi estadía en este maldito lugar por perder el año.
"Te recogeré a la salida," Me gritó a la distancia y por un breve segundo pude pretender que mi vida no estaba al revés y que no era una paria dentro del instituto. No que me importara mucho. Tener amigos como el estúpido de Eriol no era mi mayor orgullo.
Como era de esperarse, los murmullos a mi alrededor se hicieron presentes de inmediato. Casi podía adivinar lo que querían decir, aunque por mi paz mental prefería no hacerlo.
"Mírala, la tipa del drogadicto." Escuché decir a alguien, no precisamente en un murmullo. Ya podía imaginarme, todo lo que habían dicho de mí. De él. De sus amigos.
De su ausencia. Ya todos sabían.
Pero ya nada me importaba, porque Syaoran había despertado. Después de tantos ruegos, de tantas oraciones Dios me había escuchado. Y aunque tendría que ingresar a rehabilitación, y aunque su madre me odiara por el resto de mis días, ése era un maldito milagro.
La última vez que había pisado esta maldita escuela, me habían asaltado. Eriol había peleado conmigo. Todo porque no podía dejarme morir en mi soledad en paz. Tenía que reclamarme. Pero ya nada de eso era importante a decir verdad. Sólo me hacía falta dar los exámenes finales de esta maldita escuela y largarme. Podría escoger una carrera. Podría estar con Syaoran.
Todos mis sueños, pendientes a terminarse el maldito año escolar. Y no volver a ver la cara de estúpidos a quienes sólo podían ver hasta donde les llegaba sus narices.
Como siempre, llegué tarde. La mirada de todos encima. Aún se podía ver los golpes en mi cara, el labio partido que no había cicatrizado del todo. Pero más podían ver mi determinación a ignorarlos. Vi a Tomoyo, sentada en el puesto de siempre. Maldita traidora.
Pero, ¿qué más se le podía pedir? Si Eriol se había encargado de hacerla su víctima personal. ¿quién la podía culpar? Yo no era demasiado diferente. Obsesionada, completamente enamorada de alguien que había estampado la cara de mi hermano sin importarle las consecuencias.
Y así pasé el resto del día, tratando de escuchar algo de clases para llevar las apariencias de que conseguiría mantener las calificaciones necesarias para pasar mis materias.
Touya me recogió de nuevo y me dejó en la casa. No pude agradecerle, porque apenas bajé del auto, aceleró en su apuro de regresar a su turno. No era su responsabilidad recogerme, pero supongo que había sido una orden de mi papá para asegurarse que no saldría de clases antes de lo previsto. Ahora era mi niñera, el trabajo que más le gustaba al parecer.
Kero me recibió con su cola meneando, oliendo a ver si traía algo de comer. Por primera vez en las últimas cuatro semanas, me sentí normal. Como una persona que llegaba a la rutina de su casa. Con su perro recibiendola. Calentando el almuerzo.
No podía evitar pensar en Syaoran. ¿Estaría bien? ¿Todavía le faltaba el aire al respirar profundo? ¿Todavía le dolía el cuerpo? ¿Ya había pedido un cigarrillo a una enfermera? La vida de un adicto, vivir por la siguiente descarga. ¿Sentía él mismo placer de antes sólo imaginando la línea fatal? ¿Estaría ahí Meiling para impedirlo? ¿Su madre?
Mi móvil vibró con una llamada. Mi corazón se estrujó.
"Meiling," Saludé con voz temblorosa, mis pensamientos oscuros llevándome a pensar lo peor.
"Sakura." Su voz se quebró. "Es él. Tienes que venir," Soltó de improviso.
"¿Qué ha pasado?" Pregunté, las lágrimas formándose.
"Tuvo un…" Su voz se quedó colgada, como si estuviera en el más allá. O tal vez era yo, la que no quería escuchar.
"¿Qué?" Le pregunté entre lágrimas, ya llorando. "¿Qué le pasó a Syaoran, Meiling?"
Pero la línea se cortó, Meiling llorando fue lo último que escuché.
Syaoran Li P.O.V
"¡Epinefrina!" Las voces eran distantes, como si se tratara de un sueño escuchaba gente hablar mierda médica que no lograba comprender en lo absoluto. Quería decir que estaba bien, decirles que se vayan a la mierda y me dejen en paz.
Que al fin había encontrado la paz. Ya saben, el túnel blanco y toda esa mierda.
Pero había algo que me fastidiaba. Algo que estaba dejando atrás, algo que no quería dejar atrás. Unos ojos verdes.
Ella.
"¡Despejado!" Gritó de nuevo la voz. Sentía que pesaba una tonelada. No podía moverme. No podía detenerlos. No quería que siguieran en su ridículo intento.
El shock eléctrico me recorrió desde el pecho hasta la punta de los pies. ¡Hijos de puta! Mierda, cómo dolía. ¿No se habían dado cuenta que estaba atrapado en mi propio cuerpo?
"El pulso se estabilizó," Dijo alguien, con alivio en su voz. Hijos de puta. Primero me quieren matar y luego ¿se alivian que viva?
Intenté abrir los ojos, pero la única sensación que podía describir cómo me siento es seguramente la que siente un globo después de haber sido reventado. Todo mi cuerpo pedía a gritos ser dejado en paz, pero al parecer ese deseo no iba a ser satisfecho por lo pronto. ¿Cuándo se percatarían de que estaba despierto? ¿Cuándo me pondrían algo para dormir maldita sea?
"Los familiares pueden verlo. Pero que sea rápido," La maldita maquinita, del 'beep, beep' de mi pulso era lo único constante en este hospital.
No. No quería ver a nadie, maldición.
¿Era tan difícil dejar a la gente en paz?
"¡Syaoran!" El grito fue desgarrador. ¿Quién fue? ¿Mi madre? ¿Mei?
"No los puede escuchar. Hemos inducido al coma, tuvo un infarto. Tuvimos que resucitarlo. Este efecto es común en casos tan severos de abstinencia como los que él va a tener. Seguramente fue demasiado para su corazón,"
¿No los puedo escuchar? ¡Deben estar jodiéndome! Dios sería demasiado bueno si no los pudiera escuchar. Lamentablemente, los escuchaba fuerte y claro.
"¿Y esos tubos?"
"Tuvimos que entubar, no estaba respirando por cuenta propia. Esperemos mañana a intentar que respire por sí mismo,"
Y las lágrimas y los llantos se renovaron con más entusiasmo. "¡Voy a llamar a Sakura!"
¿Sakura?
Sakura Kinomoto.
La chica. La chica.
Mi cuerpo perdió toda batalla. Dejé de resistirme. ¿Para qué? Sakura estaba en camino. Ella vendría. Y todo sería mejor.
Sakura Kinomoto P.O.V
Cuando llegué, encontré a Meiling sentada en una banca en la sala de espera, los ojos rojos de tanto llorar, su maquillaje corrido en sus mejillas. Despeinada. Pálida.
Mi corazón dio un vuelco. "Meiling," Susurré sacándola de su burbuja.
Me había demorado más de lo esperado en llegar. Dios. Sólo espero no llegar tarde. Curioso, ¿no? Tener el mal hábito de llegar tarde a todos lados.
"Está sedado," Dijo con voz ronca. Podía ver por su cara que había estado cerca. Pero me bastaba eso para seguir viva. Ni llorar ya podía.
"¿Se lo puede ver?"
Ella negó. "Le han inducido al coma de nuevo. Es probable que tenga estos episodios por la abstinencia," Sabía que la desesperanza en la cara de Meiling era sólo el pálido reflejo de aquella persona que ha pasado por un inferno. Y que sigue pasando.
¿Qué esperábamos? ¿Que Syaoran se recuperara de la noche a la mañana? ¿Que su cuerpo no colapsaría por una nueva dosis?
"¿Cómo está ahora?" Pregunté cansada. ¿Cansada, preguntarán? ¡Sí! Cansada, carajo. Cansada de toda esta situación. Quería a Syaoran, bien, completo y conmigo. Encerrados en un cuarto, en una fiesta, en su carro. Donde sea. Como sea. Lo tomaría ahora, como estuviera.
"Entubado. Pálido. Mierda," Meiling lloró de nuevo y sólo pude abrazarla. No quería llorar más. ¿Se puede seguir llorando? ¿Aunque tu cuerpo ya no pueda más? ¿Aunque ya no te queden más lágrimas por derramar?
"¿Qué tal la escuela?" Preguntó Meiling después de un rato, de estar abrazadas como idiotas en el pasillo.
"¿Qué tal tu tía?" Le devolví la pregunta, a sabiendas que era un tema que ninguna de las dos quería tocar.
"Mi tía discutió con él antes de la crisis. Supongo que ahora lo dejará en paz," Sacudió la cabeza, distanciandose de mi abrazo. Meiling en verdad era una prima leal con Syaoran. Se notaba que no se había movido de esta clínica, ni siquiera para cambiarse de ropa.
"¿Cuándo fue la última vez que dormiste Meiling?"
Ella se encogió de hombros, como si fuera irrelevante el tema. Y para nosotros lo era. Totalmente irrelevante. ¿Cuándo había sido la última vez que yo había dormido?
"Va a estar bien," Me repetí como un mantra, como si el hecho de repetirlo una y otra vez hiciera que fuera más real.
Meiling me miró, su mirada como ida en el más allá. "Debí haberlo detenido, Sakura. Siempre supe que estaba usando. Nunca levanté un sólo dedo. Nunca hice nada,"
Osea que la culpabilidad era lo que la carcomía por dentro. Supongo que todos tenemos algo de culpa. Pero Syaoran se llevaba el premio al más culpable de todos.
"¿Conoces a Syaoran en lo absoluto, Meiling? ¿Cuándo ha hecho algo que le has dicho?" Me sonreí por la ironía de todo. Obstinado. Syaoran era el más obstinado de todos.
"Syaoran va a estar bien," Me repetí por enésima vez, mirando la puerta que nos separaba, los ojos rojos de Mei, mis propias manos temblorosas.
Va estar bien, maldita sea.
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Notas Sakki-Chan
¡Hola amigos! Tenía este proyecto, como puse en las notas iniciales. Lamento mucho esta crisis sanitaria que estamos pasando a nivel mundial y considero que puedo contribuir con mi granito de arena en entretenerlas si aún se recuerdan de la historia!
Por favor quédense en casa. Que Dios nos ampare a todos.
Espero en esta semana terminar el último capítulo.
Como siempre un gusto, escribir para uds.
Sakki