Cumplo con decirles que esta historia está basada en un cuento Celta pero con grandes modificaciones, solo que con muchas cosas en común ( la mayoría sólo nombres y conceptos).
Este es un Universo totalmente Alterno, así que no se asombren si cambia algo la personalidad de los participantes del fic; de todas formas, lo trataré de hacer lo más cercano a lo que son sus personalidades.
Agradezco a las personas que me alentaron a comenzar a publicar mis fics, ellas saben quienes son, se los agradezco de verdad.
Hay un personaje inventado por mí.
Advierto, no es una pareja común.
Assa/ Ni Assa
(Dulce/ Áspera)
Muy poca gente recuerda el primer apodo que tuvo, sólo recuerdan la gran pasión con que se batía en batalla, sus ojos llenos de rabia y desenfreno, y por sobre todo, su gran sed de venganza.
A muchos les he contado esta historia, décimas me han creído, pero todos la han salvado, y sin embargo, están contados con mis falanges metacárpicos los seres que de un inició saben que es una mujer a la cual me refiero con tanto anhelo.
Assa fue su apodo, pero sólo en un inicio. Su belleza, dulzura e inteligencia le otorgaron tal apodo, que, según decían los más altos ladrillos de la pirámide aristócrata, a nadie se pudo haber designado un mejor nombre.
Ella era todo lo que se podía esperar de una doncella de esos tiempos, considerando también que era la hija de uno de los caudillos de Ulster más sobresalientes de aquellos parajes del mundo. Danzaba para las celebraciones del reino, de movía como cual cisne en su lago, era callada y diligente, pero demasiado soñadora, sin embargo, no le habían querido fomentar su espíritu guerrero del cual nunca le comentaron nada.
Su padre llamado Sesshomaru casi nunca pasaba en su hogar, por lo que Assa tuvo alrededor de 12 padres adoptivos con los cuales siempre estuvo muy contenta, es más, uno de ellos tenía otro hijo, que al nacer le había otorgado el nombre de Kohaku; no tenían relación sanguínea, pero aún así, aparentemente lo eran. A sus 13 años era muy feliz.
¿Os acordáis de cómo andaba con los ojos bajos? Ah, sí, esa muchacha siempre estaba tropezando con los postes y los traseros de los caballos. Si la vieses ahora, erguida e imperiosa , no la reconoceríais. Podrías saltar, aun si fuera anciana , de rama en rama como una ardilla. Pero si fue una niña inteligente, mantuvo oculta u astucia. Siempre dejaba que Sesshomaru tomara todas sus decisiones, costumbre ésa que promete a una niña cualquiera indulgencia de su padre. Era una brizna en el viento, delicada y modesta.
Era un día festivo. ¿ Cuál? No importa, hay tantos. Seguro que no era un festival o un cambio de estación o la celebración de un dios, aunque resultó estar lleno de auspicios. Ninguno de los druidas de Sesshomaru previno de ello, pero Naraku debió leerlo en las estrellas. Él siempre calcula lo que traerá cada día, y de esa manera pudo sacar provecho de aquél.
Sesshomaru fue retenido por otros asuntos y no se hallaba entre los presentes. La dulce muchacha cabalgó hasta la cercana loma fortificada de uno de los padres adoptivos acompañada por su mejor amigo de hace algún tiempo, Miroku. Los doce hombres habán venido de toda Irlanda con sus mujeres, a las que la joven también quería. Se sentó con ellas a la cabecera de la mesa, y comió y bebió y rió tapándose con la mano. Dicen que su tímida risa era como el susurro del viento entre la hojas de abedul.
Comieron hasta saciarse y bebieron demasiado y se durmieron. La llamada Assa dentro de un armario-cama pintado y adornado con oro sólo para ella. Su compañero se hizo un ovillo en el suelo para dormir a sus pies, el adoraba estar cerca de ella, aunque fuera a sus pies. Fuera, el druida Naraku acampó con su banda de veintisiete fennid( también llamados fianza eran bandas de guerreros errantes, marginados socialmente que se unían por distintas razones, entre ellas la de vengar alguna injusticia de la que habían sido objeto. Algunos habían sido expulsados de sus clanes o carecían de tierras, o eran hijos de reyes que habían reñido con sus padres)para esperar el amanecer.
Cuando salió el sol, la jovén despertó y se levantó de la cama. Pasó cautelosamente por encima de los cuerpos roncantes de sus padres adoptivos, viejos y jóvenes, dispersos aquí y allá, dormidos en el lugar donde habían sucumbido de hidromiel. Se envolvió en pieles y fue al bosque sola para hacer sus necesidades.
Paseó por el bosque, los ojos abajo y fascinada como siempre por cuanto encontraba el suelo. Después volvió sin apresurarse a la fortaleza, donde encontró a los doce padres adoptivos y su "hermano" muertos o yendo hacía la muerte entre convulsiones, charcos de sangre y carne desgarrada. Apenas despiertos, oyeron cómo se les lanzaba un desafío desde la puerta y salieron trastabillando para luchar y ser derrotados. Y la cabeza del padre adoptivo, padre de Kohaku, había sido limpiamente separada de su cuello, y su espada también había desaparecido.
Las mujeres gemían y temblaban dentro de la casa. La llamada Assa fue de un padre adoptivo muerto al siguiente, pero sus lágrimas y sus gritos no los hicieron volver.
La joven galopó hacía su hogar con su amigo Miroku. Sus lágrimas, dicen, empaparon a su compañero e inundaron el sendero, y habían tantas lágrimas, y tan amargas y tan saladas eran, que hoy en día las reses y los ciervos todavía lamen aquel suelo, aunque sólo un cobarde iría a cazar allí en busca de presas fáciles.
Desmontó su caballo y entró corriendo en la sala de su padre en Emain Macha. Sesshomaru estaba desayunando con sus esposas, sus globos oculares todavía cubiertos por la costra del sueño.
Primero se alegró de verla, y después se horrorizó. Su Assa. Gentil muchacha. Entrando ,como una ardiente lava recién ejercida desde las entrañas del volcán, en la sala con la cara roja e hinchada, los cabellos sueltos y los pies descalzos, tropezando, llorando y balbuciando. Sesshomaru bajó de su asiento para sostenerla. Sujetándola por los hombros, la sacudió para poner algo de orden en las palabras que brotaban de su boca en grandes sollozos, entre jadeos y saliva hasta que, finalmente, obtuvo una explicación.
Después de sentarse con un cansado suspiro. Su hija quería venganza y él quería dársela, pues le hubiese dado cualquier cosa. Además ¿ acaso los doce padres adoptivos no habían sido sus mejores compañeros? ¿ No los había escogido especialmente para su preciada hija? Pero no podía vengarlos, porque nadie había reconocido a los asesinos.
- Espera, Assa mía- le rogó-. Cálmate. No sabemos quién los mató, y hasta que lo sepamos, no hay nada sino aire a lo que seguirle el rastro.
- ¿Rechazas mi petición, padre?
Y por una vez Assa lo miró a los ojos.
- Sí- respondió Sesshomaru-. ¿Acaso no has oído la razón? ¿No estabas escuchando, hija?
La muchacha cambió. Ante los ojos de Sesshomaru. Ante los ojos de aquel que le brindó el apodo de Assa-dulce-. Ante los ojos de su padre y de todos los presentes, y nadie lo olvidará.
Retrocedió. Apretó los dientes hasta hacerlos rechinar. Gruño y frunció el ceño.
- ¡No volváis a llamarme Assa! La dulzura ha muerto en mí. Si queréis llamarme de alguna forma, llámenme Ni Assa o Nessa, la amarga. Pero mi nombre es Sango ¿escucharon bien? ¡ Mi nombre es Sango !. Y si vosotros no queréis vengar la muerte de mis padre adoptivos y de mi hermano, la haré yo. Sí, yo. Con estás manos que los dioses me han dado estrangularé aquel maldito que los mató.
Salió hecha una furia del salón, arrancándose la ropa mientras corría junto con su mejor amigo. Desnuda, se plantó frente a la multitud, ante la casa de su padre, y gritó. Nadie la había oído nunca levantar la voz. Los ojos parecían a punto de salírse de las órbitas. Despotricaba y satirizaba ferozmente a sus enemigos. Pidió a los hombres que la siguieran.