Los personajes de esta historia no me pertenecen. Son propiedad de Tolkien y de quien quiera que tenga los derechos legales de libro y peliculas.

No obtengo beneficio alguno por escribir esto salvo mi propio entretenimiento.

Este fanfic se basa principalmente en las películas. Y no voy a matar a Bóromir.

AVISO: Este fanfic es YAOI (y será slash)y este se da entre los personajes de Aragorn y Bóromir, si este género no te interesa o te resulta desagradable no lo leas, comprendo perfectamente esa postura.

Capítulo 1. Tiempo al tiempo.

"Debe resultarte confuso."

Aragorn enarcó las cejas, confuso, sin saber a que se refería el súbito comentario del mago, claro que Gandalf, y todos los magos en general, solían permitirse el lujo de ser divagantes y duales en sus declaraciones.

En respuesta a su expresión, Gandalf hizo un gesto bajo la balconada y Aragorn vió allí a Bóromir, hijo de Denethor. El Capitán de Gondor estaba sentado en uno de los bancos de piedra de los jardines y parecía abstraido observando una de las fuentes. Aragorn se percató de su postura, parecía que Bóromir estuviese cargando en ese momento con el peso del mundo entero, tal era el abatimiento que se percibía en él. Probablemente estaba reflexionando sobre lo acontecido en el concilio o quizás era simple añoranza de su hogar, que había dejado muy atrás a causa de aquel viaje.

"¿Confuso?"

"Bueno, si mal no recuerdo la última vez que viste al hijo mayor de Denethor, este no debía tener más de tres años."

Aragorn asintió con una leve sonrisa, y tanto que lo había sido. Cuando había visto a Bóromir se había sentido completamente perdido.

Su primer recuerdo de aquel hombre era el de un niño pequeño, cuando él no había sido Aragorn, sino Thorongil, durante su estancia en Minas Tirith, hacía tanto tiempo. Recordaba a Bóromir como un infante en brazos de su madre, la hermosa Finduilas, un precioso niño rubio al que había hecho carantoñas, encantado.

Pero quien apareció en Rivendell no era un niño sino todo un hombre.

Bóromir, capitán de Gondor, hijo del Senescal de la ciudad blanca.

Después de verle ante la espada rota, y despues de nuevo en el concilio de Elrond, no podía sino compararle con el comienzo de una tormenta.

A primera vista, Bóromir era la viva imagen de su padre en rostro y formas. El senescal de Gondor estaba presente en su hijo. La sólida figura de un guerrero y su fiera expresión imitaban a su padre, Denethor.

Pero había algo más en Bóromir. Algo dificil de definir, como los rayos de luz que se filtran entre el cielo nublado y plomizo, esos destellos entre un bosque espeso. Aparecía en sus claros ojos verdes, un regalo de su madre. Como una dualidad escondida, que quedaba patente en sus maneras.

El temperamento del padre se mostraba en todo movimiento público que hacía el hijo. Orgullo bien ganado en su gente y sus propios logros daban a Bóromir el coraje para hablar sin tapujos, para luchar por lo que pensase que era lo mejor para Gondor. Pero parecía que había otra faceta que guardaba celosamente, mostrada a retazos, quizá en soledad o a amigos muy cercanos. Había sido casi doloroso ver desaparecer de su rostro la expresión de asombro y reverencia ante el mural de Isildur y la espada tan pronto como se percató de que no estaba solo en la pequeña alcoba.

En el concilio, Bóromir no había dejado duda alguna acerca de sus intenciones o sus ideas, había hablado alto y claro. Su orgullo y arrogancia no habían flaqueado por encontrarse en presencia de elfos, ni en la casa de Elrond, solo la declaración de Légolas, presentando a Aragorn como el heredero de Isildur, y no "un montaraz" habían hecho titubear a Bóromir, claramente consternado por la declaración.

Aragorn se preguntó si era ese conocimiento el que ahora estaba perturbando al capitán de Gondor.

No había pretendido presentarse así ante el hijo de Denethor, hubiese preferido esperar. Pero eso ya no tenía remedio, Légolas había salido en su defensa con la mejor de las intenciones y teniendo en cuenta que iban a viajar juntos como una Compañía, Bóromir tenía derecho a saber con quien viajaba en realidad.

La mañana siguiente partirían de Rivendell, Aragorn se despidió de Gandalf y se dirigió a su habitación, no era tiempo de perderse en divagaciones sino de prepararse para el largo viaje.

Mientras caminaba por los pasillos exteriores se encontró con el protagonista de sus mas recientes pensamientos. Bóromir estaba parado en una bifurcación, con expresión confusa y claramente perdido. No era de extrañar, pues para él todos los pasillos de Rivendell debían parecerle casi iguales, mas aun habiendo caido la noche.

En ese momento, a la luz de la luna, con los rasgos suavizados por efecto de la pálida luz y una cierta perpejlidad, perdió rápidamente la excesiva semejanza con Denethor, con el cabello rubio aclarado por la blanca luz, y los ojos... los ojos verdes eran ahora deslumbrantes, claros y tan verdes como nunca habían sido vistos.

La expresión de Bóromir cambió en un instante, antes de que Aragorn pestañease todo rastro de vulnerabilidad desapareció dejando una expresión firme y rebosante de orgullo y autoridad. Aragorn se preguntó como podía cambiar de expresión tan rápido, casi parecía algo estudiado.

"¿Ocurre algo?."- Preguntó Bóromir en tono caústico.

Aragorn se percató de que se había quedado mirando a Bóromir sin decir palabra y se amonestó silenciosamente.

2Es tarde, deberiamos dormir bien mientras podamos.- Respondió en tono coloquial, ya había adivinado que no resultaba simpático a Bóromir."

"No sabía que tuviese que dar cuentas a nadie."

Aragorn no dejó que la cortante respuesta le afectase, aunque sabía que la reacción hostil de Bóromir era infantil y falta de sentido común. No tenía motivos para ser tan agresivo con él cuando no le había procurado ningún mal.

Podría ofrecer a Bóromir acompañarle a su habitación, pero no le cabía duda de que el arrogante negaría estar perdido o siquiera desorientado. Probablemente merecía que le dejase vagando por Rivendell un buen rato, pero Aragorn no pensaba responder al sobervio hijo de Gondor con la misma moneda, él no tenía necesidad de reafirmarse con ese comportamiento.

"Si lo deseas te acompañaré hasta tu habitación, podríamos hablar por el camino."

"¿Sobre que¿Sobre tu supuesto derecho a asumir el trono de Gondor?"

Aragorn se guardó un suspiro, Bóromir parecía dispuesto a llevar aquello de la forma mas dificil, en aquello era realmente igual que su padre, con las uñas sacadas ante el mas mínimo asomo de ofensa, real o imaginaria.

"Solo pretendo ayudar, Bóromir."

"Ni Gondor ni yo necesitamos tu ayuda, gracias."- Replicó Bóromir.

Era una causa perdida. Bóromir tenía un orgullo de hierro. Aragorn se tragó una ácida réplica y desistió en su intento de mantener una amistosa conversación con el Capitán de Gondor, resultaba inutil tratar de atravesar aquella barrera de sobervia y resentimiento.

"Como te plazca."

Se marchó dejando a Bóromir, no tardaría mas de una hora en dar con su dormitorio, tampoco era muy apremiante ayudarle. Además el hijo de Denethor tenía que aprender modales, no podrían realizar con éxito aquella misión si Bóromir persistía en comportarse agresivamente.

Tendrían que lidiar con aquello, pero no ahora, más adelante.

Bóromir vagó un rato hasta dar con su habitación, una vez dentro se desplomó sobre la cama, exhausto tanto física como mentalmente.

Aragorn le provocaba un conflicto al que no quería enfrentarse, había venido a Rivendell en busca de consejo, quizas de ayuda, no esperaba volver acompañado por el heredero de Isildul. ¿Qué pretendía aquel hombre¿Qué diría su padre?

En las habitaciones de la casa de Elrond, Bóromir había lamentado profundamente no tener allí a Fáramir, su hermano menor sin duda habría disfrutado enormemente contemplando la ciudad élfica. Cada esquina tenía algo precioso que merecía ser observado.

Finalmente su atención había llegado hasta el mural de Isildura, en el momento final de la derrota de Sauron, el mural le había fascinado por la leyenda que representaba, las leyendas que inspiraba y que Faramir gustaba de contarle a cada ocasión. Por unos instantes se había sentido tentado de creer en las leyendas, en que Gondor volvería a tener un rey, en que... pero no, esos pensamientos solo eran ensoñaciones poco prácticas, como diría su padre.

Súbitamente se percato de que no estaba solo en la sala, se volvió para ver aun hombre, con un libro abierto en la mano que le observaba con profundo interes. Parecía joven, aproximadamente de su edad, y pese a ser un hombre vestía ropas de manufactura élfica, aunque en un estilo mas propio de los hombres, y llevaba botas de viaje, propias de los hombres del norte.

La extraña ropa, alianza de hombres y elfos, despertó la curiosidad y cierta desconfianza en Bóromir.

El hombre se presentó a si mismo de forma curiosa cuanto menos. ¿Un amigo de Gandalf? Esa no era forma de presentarse ante alguien, quien quiera que fuese.

Bóromir supuso que era un amigo de la casa de Elrond además de Gandalf, quizá un montaraz a juzgar por las botas.

Los intensos ojos azules seguían examinándole, haciendole sentir incómodo. Intentó ignorar la presencia del extraño hombre, pero seguía sintiendo aquella intensa mirada en su espalda. Se movió hasta la bandeja que sostenía los restos de Narsil. Mientras tomaba la espada, tuvo la desagradable sensación de seguir estando bajo una atenta observación, como si tratasen no ya de leer sus gestos sino su mente. Se sacudió nerviosamente y se cortó con el quebrado filo. Reluctante, se giró para mirar de nuevo al hombre, su mirada era penetrante, parecía capaz de leer su mente, pasando sobre todas sus barreras con dolorosa facilidad.

Deseoso de abandonar aquel lugar, y alejarse de aquel hombre, Bóromir se había marchado precipitadamente, profundamente perturbado.

Bóromir rememeró el suceso con preocupación, nunca antes había tenido nadie un efecto así en él, haciendole desear huir, a él, que había enfrentado hordas de orcos y participado en innumerables batallas por Gondor.

"Deberiamos dormir bien mientras podamos"

No era tanto las palabras, sino el parecido con una orden de aquella sugerencia, lo que le irritaba.

La idea de que pronto ese mismo hombre podría muy bien comandarle era lo que realmente le producía aquel enfado. Desde que el príncipe elfo había proclamado que aquel supuesto montaraz sentado entre ellos era el legítimo dirigente de Gondor, aquellas palabras le envenenaban el viaje de regreso a su hogar.

Desde hacía generaciones su familia, sus antepasados habían sido los guardianes de la Ciudad Blanca, aquella responsabilidad había sido inculcada en su linea de sangre y era el pilar del honor y orgullo de su gente. Ahora era el trabajo de Bóromir mantener el reino de Gondor a salvo de las fuerzas de la oscuridad que la amenazaban desde el este. Como Capitán General, era él quien comandaba las fuerzas de Gondor, y su padre, el Senescal, quien la gobernaba.

Y ahora, en el momento en que Gondor podía enfrentar, bien su mayor triunfo o su peor destino, el supuesto heredero de Isildur, descendiente de los reyes de antaño, decidía hacer su aparición.

Tras el concilio había salido a pasear, a poner sus pensamientos en orden despues de aquellas perturbadoras nuevas, el anillo único, que habían decidido destruir, el regreso de los reyes de antaño... Finalmente había marchado de regreso a su habitación, pues pasaría mucho tiempo hasta que pudiese volver a dormir en una cama. Se había desorientado en uno de los pasillos, y había dado vueltas, confuso y levemente divertido consigo mismo.

Cuando alzó la vista, no obstante, su momento de paz había sido roto cuando se había percatado de que el montaraz estaba allí, mirándole directamente, con una mirada escrutadora. Casi parecía estar haciendo una valoración del otro hombre, midiéndole. Bóromir se había tensado con incomodidad y cierto resentimiento, era la misma mirada que había recibido la primera vez que se había encontrado con el montaraz, escrutándole del mismo modo desde la oscuridad.

Bóromir había apartado la mirada, muy a su pesar aquella observación le había producido no solo resentimiento, sino confusión y una extraña cálided e inquietud que no acertaba a explicar con palabras.

Ahora pensaba que quizá había sido demasiado rudo en sus palabras, pero no podía evitarlo, Aragorn le producía una sensación de desasosiego y conflicto que le ponían en guardia.

Quería evitar en lo posible aquellos ojos azules como el cielo de verano que parecían capaces de ver su misma alma.

Capaces de aliviar el peso que cargaba sobre sus hombros.

Bóromir se sacudió esos pensamientos tan impropios de él. Especialmente acerca del que estaba intentando usurpar la posición de su familia en la ciudad que habían dirigido y defendido durante tanto tiempo. Se concentró en su enfado y resentimiento, abrazandose a esos sentimientos, que eran familiares y seguros, suelo firme en que protegerse de pensamientos extraños y perturbadores.

Nunca había sentido una conexión así con otro hombre.