Sublime

Advertencia – Yaoi (relación chico –chico), Lemon (situaciones explícitas).

Historia dedicada especialmente a Shaman Karo... ¡Es toda Tuya!

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Capítulo 1: Por favor

Abría los ojos, otro día más... de nuevo todas sus preocupaciones llegaban a su mente. Cerró sus ojos un rato más, deseando buscar una solución a todo, era exhaustivo despertar todas las mañanas y recordar lo mismo, una y otra y otra vez, se hubiera quedado en su país, donde tenía amigos, una familia que se preocupaba por él, un trabajo... una linda chica a su lado.

Abrió los ojos. Pero no, decidió viajar a Japón, donde pensó que las cosas serían mejores, quería lograr sus sueños, ser alguien exitoso... Soñaba con uno de los elegantísimos departamentos que llegó a ver en las revistas, esos enormes lugares donde podría traer a su bella chica y tener una familia.

Sonrió, lo lograría, no podía regresar a su país con las manos vacías, eso sería una deshonra para su familia, no podría humillarlos demostrándoles que era un perdedor, que ni siquiera podía conseguir trabajo.

Su sonrisa se borró. Volvería a intentar en la pequeña cafetería de la esquina, desayunaría y le pediría al que atiende que hable con su hermano para poder trabajar ahí.

Se levantó molesto, no llevaba ni un mes en Japón ¿Y ya estaba pensando en pedir ayuda?... ¿Tan patético era?... pero ya había intentado en todos los lugares. Y siempre le decían que lo llamarían. Nunca nadie lo llamaba.

Sabía que la razón por la cual no era contratado era por ser extranjero, no podía comprobar un domicilio estable, al vivir cambiando de departamento cuando ya no podía pagar a tiempo sus cuentas. No podían confiar en él al no tener una cuenta bancaria en la cual le pudieran dar sus depósitos. Casi nadie pagaba en efectivo o cheque...

Aturdido se dirigió al baño, llevando ropa limpia. Abrió la llave, y mientras el agua se entibiaba un poco removía sus ropas y dejaba libre su cabello. Agua... ni siquiera agua caliente podía tener, era fría, al menos intentaba que no fuera TAN fría. Pero agua caliente era un lujo que no se podía dar, apenas le alcanzaba para comer, y eso porque se había estado dedicando a vender cosas artesanales de su país... pero ya se le estaban terminando.

Lo peor es que sabía que sus artesanías valían mucho más de lo que eran vendidas, pero no se podía poner a venderlas muy caras, sino inclusive podría quedarse sin dinero para alimentarse.

Entró a la regadera, brincando rápido a la caída de agua, si no entraba de esa manera, no entraría nunca. Un escalofrío recorrió su cuerpo, el agua estaba muy fría, más que de costumbre. Comenzó a mojar rápidamente todo su cuerpo, su apiñonada piel para tomar el pequeño cubito que una vez fue un gran jabón y hacer la mayor cantidad de espuma posible con un pequeño pedazo de tela. Cuando la tela estaba lista la pasó por su cuerpo, permaneciendo parado donde el agua no podía tocarlo o hacerlo temblar. Se tallaba con la tela, primero un brazo, después el otro, su torso, como podía, su espalda, haciendo a un lado su cabello, sus piernas.

Antes de enjuagarse, tomó la pequeña botella de shampoo que había logrado robar de un hotel, esparció un poco en sus manos, y comenzó a distribuirlo por su cabello, intentando tallar perfectamente su cabeza. Terminando, utilizó la espuma que quedó en sus manos para limpiar su rostro, y volvió a saltar al agua fría.

¿Cuánto tiempo soportaría su cuerpo con duchas de agua fría?... al menos servían para despertarse muy bien, pero era deprimente el estado en el que vivía, si sus padres lo vieran, se sentirían decepcionados.

Hoy, si no conseguía el trabajo en la cafetería, en la noche iría a ese lugar que lo había dejado sin dormir muchas noches, ahora si estaba decidido a pedir trabajo ahí. No se acobardaría, los de su familia no eran cobardes.

Tembló, el simple hecho de pensar en trabajar ahí le asustaba, no podía evitarlo, él nunca había trabajado en algo como eso, o peor aun hacer ese tipo de actividades. Bueno, pensaría en eso más tarde, probablemente esta vez si le daban trabajo en la cafetería, al menos eso le daba una esperanza.

Cuando todos los residuos de jabón salieron de su cuerpo, siendo tragados por la pequeña coladera, tomó una toalla blanca percudida, también rodaba de un hotel. Se secó y se vistió, peinando su cabello para poner la más hermosa de sus sonrisas y salir con el optimismo que su único amigo, y conocido, había visto en su rostro.

Rezó a todos los Dioses que conocía, pidiendo conseguir el trabajo, que el hermano se su amigo se apiadara de su sufrimiento, salió de su pequeño lugar. Sabía que si conseguía el trabajo podría pagar la renta y no sería expulsado de ahí también.

Caminaba por la calle, sabía que las personas lo veían, lo observaban, y no entendía porque, si no era tan diferente a ellos...

Finalmente llegó al lugar, amplió su falsa sonrisa y entro.

– Hola, Takao – saludaba alegremente.

– Amigo... ¿Cómo estás?... – respondió con la misma energía el japonés.

– Muy bien, gracias – replicó educadamente – ¿Me das lo de siempre?... – pidió sonriendo.

– Claro, tu ponte cómodo – invitó el menor, dándose la vuelta para pasar la orden a la cocina.

– Takao – llamó nervioso – ya sé que te lo he pedido antes, pero ya revisé todos los lugares posibles y nadie me da trabajo... ¿crees… crees que si se lo pido a Hitoshi de nuevo... se vea más flexible?... – preguntó apenado.

El moreno se detuvo antes de entrar a la cocina, borrando su alegre sonrisa se giró para encararlo.

– Rei, lo siento, la verdad no sé... mira, Hito está adentro... ¿Por qué no lo intentas?... – le dio ánimos.

– Gracias – Sonrió un poco más sincero, sabía que sería su última oportunidad para conseguir el empleo, después sería más probable que Hitoshi lo sacara a patadas del lugar. Caminó a la parte trasera del café, donde unas pequeñas oficinitas estaban, sabiendo perfectamente a que puerta tocar.

– Adelante – cantaron dentro de la oficina, dándole el permiso al chino de abrir la puerta y saludar al hombre encargado del lugar.

– Bu...Buenos días – habló nervioso, y al ver el rostro de molestia del hombre se sintió peor.

– Kon... – murmuró Hitoshi, cerrando el fólder de papeles que tenía sobre su escritorio. – déjame adivinar... ¿Conoces un amigo que no tiene trabajo, y dice haber buscado por toda la ciudad por algún empleo decente, pero no encontró, y viene a intentar como por vigésima vez conseguir trabajo aquí, aun sabiendo que no se le puede dar?... – preguntó, sabiendo de antemano la respuesta.

– lo… lo siento, no te volveré a molestar – respondió triste, dando la vuelta para salir del lugar, sabiendo que había llegado al límite de la paciencia del peliazul. Al momento de llegar de nuevo a la cafetería se encontró con el sonriente rostro de su amigo, quien al verlo borró su sonrisa, sabiendo la razón.

– Rei... no te preocupes, déjame regalarte una malteada – intentaba animarlo.

– Tal vez después, por ahora tengo algunas cosas que hacer – se despidió antes de salir del lugar.

– Rei – murmuró para si Takao – Hito – dijo enojado, pidiendo a algunos de sus compañeros cubrirlo mientras iba a hablar con su hermano.

Caminaba de regreso al pequeño espacio donde vivía, no había valido la pena de nuevo despertar tan temprano, ir a humillarse de nuevo frente a ese joven, darse ilusiones...

Ilusiones, abrió sus ojos asustado, esa había sido su última oportunidad de prevenir el otro lugar que tenía en mente. Un escalofrío recorrió su cuerpo... ¿En realidad esa era la única salida?... se preguntaba, intentando negarlo – supongo que tengo todo el día para prepararme mentalmente – comentó triste, abriendo la puerta de su pequeño hogar.

– bien podría comenzar a recoger este lugar, probablemente también me corran de aquí – analizó, comenzando a guardar la poca ropa que llevaba consigo en la pequeña bolsa que hacía pasar como maleta. – Odio esto, odio a Hitoshi, odio Japón, odio mi vida – siseaba enojado y deprimido.

Pateó con fuerza la cama, buscando liberar su coraje, sin embargo, un crujido lo sacó de su momento de enojo, viendo con frustración como las patas viejas de la cama se doblaban y dejaban caer el colchón escandalosamente sobre el piso, levantando olas de polvo que causaron un ataque de tos.

– ODIO MI VIDA – gritó al aire después de poder volver a respirar, el polvo se calmara y viera que la cama ahora estaba en el piso... – ¿Y ahora como la voy a pagar?... – susurró, dejando su cansado cuerpo caer en el colchón, pensando en que lo único que quería era dormir, y olvidar lo horrible que era su vida, todo por querer cumplir un sueño, probablemente imposible.

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Veía nervioso sus alrededores, era tarde... Bueno, temprano, muy, muy temprano, aproximadamente las 2 de la mañana, las calles estaban oscuras, alguien podría acercarse a él por la espalda, y no se daría cuenta hasta haber sido golpeado y despojado de las pocas pertenencias que tenía.

Suspiró, debía ir, no debía asustarse, probablemente tampoco lo aceptarían en un lugar como esos. Sonrió inconscientemente, cuando se dio cuenta borró su sonrisa... ¿Tan feliz se ponía al pensar que no lo aceptarían en ese trabajo?... No podía pensar en eso, era su última oportunidad...

Cruzó dudoso la calle, en verdad necesitaba el dinero, sabía que ahí se pagaba bastante bien y en efectivo. Sonrió, talvez valdría la pena – ojala... – pedía.

Las luces neón del lugar cegaban sus dorados ojos, sentía como si el piso se moviera intentando derrumbarlo, no podía evitar sentir miedo, mucho, mucho miedo. Nunca pensó que iría a un lugar de esos, menos aun se imaginó llegar a pedir trabajo.

Se paró en la entrada, justamente donde un hombre demasiado alto y rubio de ojos azules vigilaba. El rubio le lanzó una mirada extraña, levantó una ceja y habló.

– ¿Identificación?... – pidió el hombre.

– ehh... si, claro – metió nervioso las manos a su pantalón, buscando su cartera, la mirada de ese hombre le asustaba. – Aquí tiene – entregó la credencial.

El rubio lo volvió a mirar antes de entrar al lugar, haciéndole una seña para que lo siguiera. Miró a su alrededor, esperando que nadie lo viese. La calle estaba vacía, a esas horas esos lugares ya no tenían gente, los clientes llegaban temprano para aprovechar la noche. Suspiró, tomando su última bocanada de aire fresco, para comenzar a mover sus pies, y finalmente entrar en ese horrible y escandaloso lugar.

– ¿Es tu primera vez?... – preguntó el rubio.

– ¿Ehh?... – respondió nervioso.

– sé que es la primera vez que vienes aquí, nunca te había visto, pero te ves muy nervioso, por eso te pregunto si es la primera ves que entras a un lugar como este – comentó el hombre, aun caminando sin detenerse a encarar al chino.

– s…si, nunca había entrado a... nada... parecido – replicó tímido, siguiendo aun al mayor por un largo pasillo donde habían anuncios pegados a las pareces y una cegadora luz roja alumbrándolo.

– te explico como es, si ves a alguien que te interese, háblale, él o ella buscará atenderte y brindarte la mejor noche de todas, te recomiendo que preguntes por los precios, porque hay algunas personas que simplemente están fuera del presupuesto de cualquiera – explicaba tranquilo llegando a un lugar enorme donde habían mesas como si se tratase de cualquier bar, sillones redondos algunos negros otros rojos que rodeaban las mesas... en el centro del lugar una enorme plataforma negra donde tubos unían el piso con el techo.

– err... no, bueno... yo – balbuceaba, no sabía como pedir lo que iba a pedir, pues ver a jovencitos y jovencitas que bailaban sobre los regazos de muchas personas sentados en los sillones lo ponían nervioso... ¿Él también tendría que hacer eso?... gritaba su mente.

– ¿Algún problema?... es un lugar absolutamente legal y cumple todas las normas existentes – explicó rápidamente el hombre, comenzando a creer que talvez su nuevo visitante era algún tipo de policía, detective, hombre de salubridad o cualquier cosa relacionada que podría poner en riesgo el negocio.

– no, no, no, no es eso... yo... ¿Me podrías llevar con el encargado?... – pidió tímido, buscando esconder su mirada de esos ojos azules analíticos del rubio.

– sígueme – contestó serio el hombre, dándole la espalda de nuevo caminando por la orilla del gran lugar, evadiendo a los clientes y trabajadores, la música y las luces, para subir unas escaleras en una esquina oscura y olvidada, llegando a unas enormes puertas en un segundo piso. – Espera aquí – pidió el rubio, antes de entrar al lugar.

El nerviosismo era ahora más grande que nunca... ¿Cómo podría ser el encargado de un lugar como ese?... probablemente un señor, viejo y feo, alguien pervertido que deseaba tener personas bellas a su alrededor para poder acostarse con quien quisiera... Tembló, le daba miedo eso.

Se imaginaba a un anciano, ancho, de edad muy avanzada, cabello blanco y ojos grises, con una mirada lujuriosa y sucia... – "¿Quién más podría dirigir un lugar como este?..." – pensaba aturdido, miró atrás y vio un gran sillón, en el que se sentó.

Su mirada dorada veía con miedo la puerta, su corazón latía a mil por hora – "¿Qué pensaría mi padre si me viera aquí?... lo deshonraría, sería la decepción de la familia, pero ya no hay otro lugar" – miró hacía las escaleras – "No puede ser tan malo" – se decía.

Pasos se escuchaban dentro de la habitación, regresó su atención a ella, el estomago le daba vueltas, ahí casi no había luces, excepto las que se colaban del piso de abajo alumbrando las escaleras. La puerta se veía escalofriante... ¿Qué estaría pasando dentro?

Escuchó como alguien comenzaba a girar la perilla de la puerta, nunca se imaginó que los minutos, los segundos pudieran congelarse de esa forma, ver algo moviéndose en cámara lenta... siempre pensó que era imposible, ahora veía que no. Sin darse cuenta sostuvo el aliento, viendo como esa puerta comenzaba a abrirse, solamente para revelar un cuerpo cubierto por las sombras asomarse.

– Puedes entrar – dijo la sombra, la cual inmediatamente reconoció como el rubio de la entrada, el hombre se hizo a un lado y lo dejó pasar.

Frente a sus ojos se extendía la más enorme oficina que había visto en su vida – "¿Tanto puede ganar alguien con un lugar como estos?..." – pensaba, analizando como un enorme escritorio yacía en la parte derecha de la oficina, un bar a un lado en la esquina derecha... Al centro una enorme mesa redonda con hermosas sillas de la más hermosa madera, de un color extremadamente claro. Giró su rostro a la izquierda, donde una sala negra de cuero adoraba el lugar.

Un golpe lo hizo saltar, se giró rápidamente sólo para darse cuenta que la puerta había sido escandalosamente cerrada y el rubio ya no estaba ahí, regresó su atención a la sala.

Su vista se fijó en esos oscuros sillones, donde tres jóvenes sentados lo observaban de manera estudiosa... No dijo nada ni se movió, asustado, sin saber que pensar, que decir, o hacía donde dirigirse.

Su dorada mirada se fijo en el joven que estaba en medio de los otros dos, mirándolo detenidamente. Su corazón comenzó a latir aún más rápido... No sabía que eso fuera posible, pero comprobaba que lo era. El joven se levantó de su lugar, y comenzó a dirigirse a él... de pronto sintió que todo había sido la peor de las ideas, que aun podía salir corriendo del lugar... Inevitablemente dio un paso hacía atrás, pero se detuvo al ver que el joven pasaba junto a él, y se dirigía al bar.

– ¿Se le ofrece algo de tomar?... – preguntó educadamente el muchacho, negó con la cabeza, observándolo, era alto, su voz tranquila... Se veía muy joven, probablemente unos 25 años, cabello rojizo...

Cuando el pelirrojo se giró a observarlo desde el bar, pudo apreciar enormes ojos azules, radiantes; brillaban como nunca pensó ver una mirada. El aire volvió a atorarse dentro de sus pulmones, viendo como el joven pelirrojo se volvía a acercar a él con dos copas de contenido transparente.

– Aquí tiene – extendió el pelirrojo.

– pe…pero yo no… – él no había pedido nada...

– es de mis especiales, espero no lo rechace – volvió a ofrecer el pelirrojo, con una pequeña sonrisa.

– emm… gracias – tomó la bebida ofrecida, sintiéndose más nervioso cada momento. Podía sentir la mirada de los otros dos sujetos en él, se imaginaba todas las preguntas del pelirrojo... y no tenía idea de cómo comenzar.

– adelante, tome asiento – invitó el ojiazul, señalando la sala de la cuál él había salido, nervioso caminó al lugar, sentándose frente al sillón donde los otros dos sujetos lo miraban de una forma extraña, viendo como el pelirrojo volvía a colocarse entre esos sujetos.

Miró al primero, sentado del lado derecho del pelirrojo, con increíbles ojos rojizos, una muy penetrante mirada, que lo hacía temblar y querer salir del lugar, cabello del más hermoso color azul que alguna vez admiró, y cuerpo perfectamente formado. Pasó su mirada al otro joven, su rostro se veía aún más agresivo, su mirada era asesina, con increíbles ojos claros... un lila muy hermoso, cabello perfectamente combinado al ser lavanda, se podía distinguir, a pesar de estar sentado, que era el más alto de los tres, músculos menos marcados que el peliazul, pero perfectamente desarrollados.

– ¿Qué le trae por aquí?... ¿Algún problema legal?... ¿Otra demanda?... – cuestionaba el pelirrojo.

– Aunque te ves muy chico para ser abogado – hizo el análisis el peliazul.

– ehh.. No, no, yo... – no sabía que decir – "No puedo preguntar '¿Me da trabajo?' porque seguramente se van a reír... además no sé si ellos sean los encargados, se ven muy... jóvenes... como chicos normales"

– ¿Alguien te dejó insatisfecho?... porque yo podría remediar eso – ofreció el pelilavanda, sonriéndole seductoramente, lo que aumentó el nerviosismo.

– Barato – se escuchó el murmullo del peliazul.

– Lo siento mi vida, pero no todas las noches puedo ser para ti – replicó sarcástico el pelilavanda.

– Silencio o salgan de mi oficina – habló claro y autoritario el pelirrojo, sin desviar su mirada de Rei. – "Bien, al menos ahora sé que la oficina es de él... ese joven debe ser el encargado" – pensaba el chino. – Escucha, lo que tengas que decir, dilo ya – ordenó directamente el pelirrojo, causando que tanto la mirada carmín del peliazul, como la lavanda del otro joven se volvieran hacía él de nuevo.

– Bueno... verán, yo... – los miraba nervioso, esas tres orbes analizándolo, los tres jóvenes tenían miradas frías y escalofriantes – "¿En que me metí?..." – pensaba bastante asustado. – vengo a solicitar trabajo – dijo finalmente, aterrado.

– hn, debí saberlo – habló molesto el pelilavanda y se levantó de su lugar, pasando frente al pelirrojo y el peliazul para salir de la salita.

– ¿Qué edad tienes?... – cuestionó el pelirrojo, mientras recorría su mirada desde los pies hasta la cabeza del chino, una y otra vez.

– Yo... tengo, amm 18 años – respondió nervioso, la mirada que le lanzaba el ojiazul lo asustaba, era extraña, nunca antes había visto a alguien analizar su cuerpo de tal manera.

– Eres un niño – respondió el pelirrojo.

– ya soy mayor de edad – se defendió.

– Eres un niño – repitió el ojiazul.

– por favor, necesito el trabajo, ya busqué por toda la ciudad... por favor – pidió, nunca se imaginó suplicar para trabajar en un lugar de esos, pero ya no había opción.

– este no es lugar para ti, regresa a casa, probablemente tu familia está preocupada – respondió fríamente, despidiendo al joven chino que tenía enfrente. Se levantó de su lugar, y se disponía a marcharse, cuando alguien lo jaló, volviendo a caer sentado en el sillón.

Kai dejó que el cuerpo del pelirrojo cayera junto a él, antes de susurrarle algo al oído. Mirada azul analítica escuchaba atentamente mientras observaba cada vez más detenidamente al joven ojidorado que los veía con miedo.

Kai se separó, y giró su mirada carmín a Rei, sonriéndole de manera maliciosa causando otro escalofrío en el cuerpo del pelinegro.

– supongo que estas en edad de tomar tus propias decisiones – habló el pelirrojo, llamando la atención del ojidorado nuevamente – ¿Estás seguro de quieres trabajar aquí?... das tu cuerpo para satisfacer a las personas... a cambio de algunos billetes – explicaba el ojiazul... haciéndolo temblar, esa forma de decirlo se oía tan mal.

– no le digas eso, lo asustas... mira que pálido lo dejaste – habló el pelilavanda con burla, regresando a la sala, sentándose de nuevo al lado izquierdo del pelirrojo, con una copa de vino blando en sus manos.

– Es la verdad, debe saber como son las cosas – mencionó frío el pelirrojo, sin romper el contacto visual con el chino.

– Yo... se perfectamente... es–eso... – tartamudeó el ojidorado... ¡Dios!... su corazón latía más rápido que nunca, sabía que el pelirrojo podía ver su inseguridad y miedo... pero… ¿Qué lo había hecho cambiar de opinión?.. – "Primero hasta me corrió, y ahora me explica las cosas como si me estuviera dado la oportunidad, pero queriéndome asustar al mismo tiempo"

– bien, si sabes lo que haces... podría darte la oportunidad. – suspiró derrotado, cerrando esos ojos azules – debes firmar algunos papeles en los cuales aceptas que entras a trabajar voluntariamente, depende de ti cuanto es lo que los clientes quieran pagar, debes satisfacer cualquier deseo, entregar el 20 de tus ganancias al establecimiento pero... – volteó su atención al peliazul de su lado derecho, ese joven que no le había quitado la mirada de encima. – antes, de todo eso – suspiró, al parecer el mismo dudaba de lo que iba a decir.

– debes mostrar lo que sabes hacer, este lugar tiene su reputación... ¿Sabes?.. – interrumpió el peliazul, aumentando su sonrisa maliciosa.

"…¡Dios!...¿Está insinuando que debo acostarme con ellos para que me contraten?..." – ya se había arrepentido de todo, nunca había estado con nadie de esa forma, se debió preparar mejor psicológicamente. – "Ya no quiero trabajar aquí, quiero regresar a casa"

– yo no... Bueno es que nunca... no sé... ¡oh cielos!... – se llevó las manos a su rostro, escondiendo sus dorados ojos, sintiéndose aun más frustrado que cuando Hitoshi le negó la oportunidad... ellos se la estaban dando... y para colmo, ni siquiera tenía la experiencia que necesitaba.

– ohh no... Eres primerizo... nunca haz estado con nadie – entendió el pelilavanda, señalándolo con el dedo de su mano, con ojos lavandas abiertos a más no poder y sorpresa en sus palabras.

– No – respondió apenado, nunca había estado con nadie, no sacó su rostro de entre sus manos, así que no pudo ver la sonrisa del peliazul ampliarse aún más.

– hn, ya veo – murmuró el ojicarmín, borrando y escondiendo su satisfacción – entonces debemos probar la mercancía – dijo cínico. – DEBO probar la mercancía – corrigió.

– ¿co-co-con usted?... – levantó sus dorados ojos, viendo al peliazul asustado, no podía negar que el joven era guapo, pero a él no le gustaban los hombres...

– Así es – respondió el peliazul – ¿Qué molesto, no?... – dijo sarcástico.

– vaya, tienes suerte chamaco, una noche con Kai puede costar hasta 3 mil dólares y a ti te va a salir gratis – comentó el pelilavanda. – Aunque piénsenlo bien – volteó su rostro a sus amigos – ¿En cuanto pueden ofrecer a un joven de 18 años virgen?.. – les preguntó.

– No te metas, Bryan – amenazó Kai, él también sabía que un "espécimen" así podría darles varios billetes, pero le agradaba más la idea de tenerlo para él... sonrió de forma malévola. No podía negar que el joven que tenía enfrente era bello, cabello largísimo del más hermoso color negro, no podía evitar desear pasar sus dedos por ese sedoso cabello, ver desnudo esa delgada figura recostada en su cómoda cama, su piel apiñonada sobre sus azules sábanas de seda. Escuchar esa dulce e inocente voz gimiendo bajo su cuerpo, esas piernas ahora cubiertas por un pantalón, rodeando su cintura...

– debes estar muy necesitado de dinero para entregarle tu primera vez a cualquiera – comentó el pelirrojo, quien había permanecido en silencio, dudando en si darle o no a Kai la oportunidad de pasar la noche con el joven, era demasiado chico para estar en un lugar así...

– lo estoy, señor – respondió apenado.

– Espero que sepas lo que haces – murmuró antes de levantarse del sillón, caminar junto a Rei sin dedicarle una última mirada, salió del lugar.

– nj, supongo que tiene cosas que hacer – informó el pelilavanda.

– amm... ¿Us-ustedes trabajan aquí...?... – preguntó apenado.

– Así es – replicó frío el peliazul.

– ¿Enserio ganan 3 mil dólares en una noche?... – cuestionó curioso.

– como ya te explicó, depende de ti cuanto ganes – comentó el pelilavanda.

– ¿Tu cuánto ganas?... – miraba fijamente esos ojos lilas, ahora daban menos miedo que cuando los vio por primera vez.

– Lo mismo que esta lacra – señaló al peliazul.

– y… ammmm… ¿Él?... – señaló la puerta por la cual salió el pelirrojo.

– ¿Bromeas?... él es el dueño, él no hace lo mismo que nosotros, él maldito se hace millonario gracias a nosotros – se quejó el peliazul.

– hn, si te escucha te quedarías sin trabajo – dijo el pelilavanda al peliazul.

– no es tan estúpido como para despedir a su mina de oro –

– si, buen punto –

– ¿Cómo se llaman?... – preguntó el ojidorado.

– Bryan, sólo Bryan – contestó el ojilavanda.

– ... – el ojicarmín no dijo nada.

– ¿Qué?... ¿Ahora también vas a cobrar por decir tu nombre?... – se burló Bryan, viendo a Kai de manera fría.

– Kai – respondió cerrando sus ojos, y cruzando los brazos. – Él es Yuriy – contestó Kai, antes de que el chino lo preguntara.

– Ahh – respondió, volviendo a bajar la mirada... – yo soy mm Rei – bien, al menos eran buenas personas... Bryan más simpático que Kai... – y mmm ¿Qué es lo que tengo que hacer?... – preguntó asustado de la posible respuesta, aun con la mirada baja.

– Esto – dijo Bryan, colocando sus manos en el sillón, para subir los pies, apoyándose en sus rodillas. Comenzó a gatear hacía el peliazul, mientras este seguía con los ojos cerrados, solamente se escuchaba el leve crujir de lo sillón con cada movimiento que hacía. El crujir del cuero causó que Rei fijara su vista en ese joven y cada uno de sus movimientos, viendo atento que era lo que su nuevo compañero haría.

Cuando llegó a un lado de Kai, sacó lentamente la lengua, y lamió la mejilla, fue cuando Rei pudo notar como ambas mejillas de Kai estaban pintadas, haciéndolo ver, demasiado agresivo. Apenas comenzaba a voltear el peliazul, cuando Bryan le brincó encima, causando que cayera acostado en el sillón negro con el pelilavanda arriba de él, atacando los carnosos labios del ojicarmín.

– FUERA – gritó alguien detrás de Rei, el chino se giró, para ver al pelirrojo, mirando a los dos jóvenes con dureza... Cuando regresó su atención a Bryan y Kai, ellos ya se habían separado y sentado muy alejados el uno del otro. – Fuera – repitió más bajito, pero igual de autoritario.

Cuando Rei volvió a mirar atrás de si, notó como el pelirrojo se había alejado de la sala, y se encontraba al otro lado del lugar, sirviéndose algo de tomar, para dirigirse y sentarse en el escritorio.

Una mano en su muslo lo hizo voltear rápidamente, chocando con ojos carmín a unos centímetros de su rostro. Saltó, nunca se imaginó tener a un hombre tan cerca, a un hombre invadiendo su espacio personal, y poniendo una mano en su muslo, donde comenzó a acariciar.

– ¿Entonces?... ¿Vas a pasar por la prueba?... ¿O vas a huir asustado?... – susurró sensual el peliazul, pegando más su rostro, hasta que comenzó a sentir la cálida respiración de Kai chocar contra sus labios que se encontraban abiertos por la sorpresa.

Se quedó mirándolo, pensando, no sabía que debía hacer, ese sujeto estaba tan cerca, esa mano subía y bajaba por su pierna causando que sintiera como si su cuerpo de enfriara, esa sensación de cuando tienes mucho miedo, y la circulación disminuye.

Con las palabras ahogadas en su garganta, logró asentir levemente, ganando una sonrisa maliciosa por parte de Kai, una sonrisa que lo asustó, una sonrisa para nada reconfortante, una sonrisa que podría helarle la sangre a cualquiera.

– Bien – fue lo último que escuchó antes de sentir unos labios contra los suyos. Aun mantenía contacto visual con el sujeto, sintiendo como esos labios acariciaban los suyos... y no podía evitar en pensar lo bien que Kai lo hacía...dentro de unos segundos se dio cuenta que había cerrado sus ojos, y se había entregado al beso, beso al cual simplemente había intentado imitar los movimientos del ojicarmín, beso en el cual por primera vez probó la saliva de alguien más... beso donde por primera vez probaba a otro joven. El peliazul dejó sus labios, ojos dorados se volvieron a abrir temerosos, sintiendo como esos labios dejaban salir cálido aliento, que chocaba contra su piel, el ojicarmín se volvió a acercar a él, pero cuando estuvo a punto de volver a tocar sus labios, se hizo a un lado, viajando a su oído, encargándose de dejar que cada centímetro de la apiñonada piel del chino sintiera su cálido respirar – vamos a mi departamento – le susurró, invitándolo a entregarse por primera vez a alguien.

Podía sentir como sus manos sudaban, su mente no sabía que hacer... decisiones, todo dependía de las decisiones... ¿Por qué era tan difícil tomar decisiones?... pero... con ellos ya tenía trabajo, sabía que se lo darían... porque no podrían solamente tomar su pureza y luego decirle que no lo contrataban... ¿verdad?... el pelirrojo no se veía tan cruel como para hacerle eso...

Sin embargo ese sujeto, Kai... se veía que sería capaz de cualquier cosa... y eso le asustaba de sobremanera... ¿acaso había sido eso lo que le secreteó al pelirrojo cuando llegó?...

Kai se alejó de su rostro y le extendió la mano, dudoso la tomó, mientras asentía con la cabeza. Se levantó del cómodo sillón con la ayuda del peliazul, y lo siguió.

Э Sublime Э Sublime Э Continuará... Э Sublime Э Sublime Э

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