Amor Eterno.
Autora: Princess LalaithNota Inicial: No soy dueña de Inuyasha ni de sus personajes así que por favor no me demanden. Sólo escribí esto para honrar a mi pareja favorita: RinSess.
Summary: "Es que yo lo amo...y creí que él también me amaba." Dos noches de pasión, un corazón roto y un abandono. ¿Quince años después habrá manera de sanar las heridas? "Nada es eterno Rin." "Mi amor por ti si."
Prólogo.
Amanecía, como cualquier día, pero no, ella sabía que este día no sería como cualquier otro. Porque éste día él se casaba, él, el hombre a quien ella amaba con todo el corazón, el cuerpo, el alma, con cada parte de su ser, la dejaba por otra. Ella había creído que él también la amaba. Pasado noches sintiéndose en la nubes, a su lado, sintiendo lo que es ser mujer, lo que se siente ser amada.
Pero nada de eso importaba ya, pues ese día él se casaba.
OoOoOoOoO
Rin tenía diecisiete años, de largo cabello ébano que le llegaba a media espalda, y ojos chocolate que destellaban con la inocencia que ella aún guardaba. Llevaba diez años desde que conociera a Sesshomaru. Ella lo amaba, lo amaba con todo el corazón y toda el alma, pero él le era indiferente.
El día que él le ofrecía comprometerla fue cuando ella decidió que no podía callárselo más.
-Yo no quiero casarme con ese hombre mi señor. –le dijo Rin.
¿Por qué no? –preguntó Sesshomaru. –Es honrado, es uno de los pocos humanos a quienes puedo decir que no desprecio.
-Lo sé mi señor, pero no me quiero casar con él. –insistió Rin.
Sesshomaru la miró en silencio, ya estaba harto de tratar ese tema con ella, era simplemente imposible.
-Yo no me quiero casar con otro hombre porque... –Rin vaciló antes de agregar los más importante. –Porque yo lo amo a usted Señor Sesshomaru.
Por primera, y quizá única ocasión, Sesshomaru mostró asombro.
Rin ni siquiera se dio tiempo para pensar lo que siguió, simplemente siguió su corazón, había decidido que si había un momento en que valía la pena arriesgarlo todo, ese era. Se paró de puntas, le tomó el rostro a su señor con ambas manos para acercarlo a sí...y lo besó.
Decir que Sesshomaru estaba sorprendido con este acto es decir poco, él no entendía lo que le ocurría a Rin, y sinceramente no tenía intención de averiguarlo; las cosas que Rin estaba provocando en él, las sensaciones que estaba despertando, estaban bloqueando todo razonamiento.
Rin era una muchacha muy hermosa, en edad de casarse, muchos humanos se habían atrevido a ir hasta el palacio de las Tierras de Oeste a pedirle su mano a Sesshomaru, incluso algunos demonios se habían animado.
Pero poco había importado, porque incluso a los pocos que Sesshomaru toleraba Rin los rechazaba. Sesshomaru no había entendido por qué, hasta ahora.
Rin sabía que estaba cometiendo la locura más grande, jamás antes vista, nunca antes alguien había osado hacer algo así, pero no le importaba. Si su señor la iba a terminar obligando a casarse con alguien a quien ella no amaba, ella antes quería tener la oportunidad de amarlo.
Sesshomaru se daba cuenta que estaba perdiendo el control, pero le era imposible evitarlo. Todas las cosas que Rin estaba provocando en él, él no sabía cómo detenerlas, no quería hacerlo. Nunca imaginó que alguien como ella, una niña, no, mujer humana pudiera hacerle sentir tanto, pudiera hacerle perder la razón.
Y esa noche él la amó, cómo nunca antes amó a alguien, y como nunca después volvió a amar. Esa noche bendijo la espada Tenseiga que su padre le legara por haberle permitido tener a Rin. Esa noche se olvidó de que él era un demonio y ella humana. Esa noche nada más que ellos importó.
OoOoOoOoO
Pero toda la magia se rompió al día siguiente, cuando llegó un cortejo al Castillo del Oeste. Un cortejo que transportaba a la princesa: Sanzura, del Clan de los Gatos, una princesa demonio, y la prometida de Sesshomaru.
Rin sintió como si su pequeño mundo se derrumbara en el momento en que escuchó a los heraldos presentar a la princesa. Todo el sueño que había vivido la noche anterior se esfumó.
Toda la semana ella se mantuvo alejada de Sesshomaru y su prometida. Llorando en su habitación.
Sólo Jaken fue capaz de darse cuenta cuanto sufría ella.
-Rin, no puedes seguir así. –le dijo Jaken un día.
Con el paso de los años él había dejado de considerar a Rin como un estorbo, y realmente la apreciaba. Él había sido quien le enseñara a ella a leer y escribir tanto en el lenguaje de los demonios como en el de los humanos. Así mismo le había conseguido quien le enseñara a pelear. Estaba muy orgulloso de la joven mujer en que ella se había convertido.
-Es que yo lo amo Jaken, lo amo. –replicó Rin entre sollozos. –Y por un momento creí que él también me amaba.
-Ay niña... –murmuró Jaken palmeándole el hombro, sin saber qué hacer para ayudarla. –El Señor Sesshomaru es una persona muy difícil de entender, con su carácter siempre serio, frío, e indiferente, no te puedo asegurar que él haya amado a alguien alguno vez, aunque tampoco te puedo decir que no lo haya hecho.
-Es que me duele Jaken. –dijo Rin con las manos en el pecho. –Me duele el corazón, mucho.
¿Estás enferma? –preguntó Jaken.
-No, es algo peor que eso. –replicó Rin. –Me estoy muriendo. Me estoy muriendo por dentro.
Jaken tardó unos instantes en entender de lo que estaba hablando Rin.
-Rin, te voy a dar un consejo que te podrá parecer un poco cruel, pero es por tu bien. –le dijo Jaken. –Vete.
Rin volteó a verlo sorprendida. ¿Cómo podía él, Jaken, estarle diciendo que se fuera? Pero por otro lado sabía que tenía razón, que muy probablemente eso sería lo mejor.
OoOoOoOoO
Esa noche Rin había empacado sus pocas posesiones y estaba lista para irse. No tendría problema. Jaken le había dicho que le dejaría las puertas abiertas para que saliera. Y su montura, un Tori(pájaro) hembra llamada Kotori, la estaba esperando.
(N.A.: No sé si tales criaturas existen y de ser así cuál sea su verdadero nombre. Yo trato de referirme a un ave grande, de un plumaje negro-azulado, capaz de llevar grandes cargas, con magia de viento, y que se puede convertir en un pequeño pájaro azul. (Así como se transforma Kirara). Esa es la idea. Espero se entienda. Sigamos con la historia).
En una pequeña bolsa ella llevaba ya los regalos que Sesshomaru le diera en esos años: una muñeca de porcelana, un collar con una perla, un espejo-mágico que te muestra lo que quieres ver, el látigo que usaba como arma principal, una hermosa diadema con piedras preciosas, además de varios kimonos de fina seda, un mechón de cabello que recogiera cuando se lo cortaran a Sesshomaru en una batalla, y lo más reciente: un hermoso anillo de plata con un diamante que le diera él en su último cumpleaños, el mes anterior.
Ella estaba a punto de abandonar la habitación cuando escuchó que la puerta se abría. Se sorprendió bastante al ver a quien estaba en la puerta.
¿Señor Sesshomaru? –preguntó ella con duda.
Pero lo que realmente la dejó sin habla fue cuando Sesshomaru se dirigió a toda prisa hacia ella, empujándola contra la pared.
¿Qué...? –comenzó ella.
Pero no pudo terminar, porque un segundo después Sesshomaru la estaba besando con una pasión y un deseo que la hizo perder el piso y casi la razón, casi.
-Mi señor... –logró articular Rin en cuanto recuperó el aire. –No podemos hacer esto. No otra vez.
¿Por qué no? –preguntó Sesshomaru besándole el cuello.
Rin tuvo que esforzarse mucho para poder concentrarse y no dejarse llevar por los besos.
-Porque no. –replicó Rin. Su voz se volvió entrecortada conforme las caricias hacían que fuera perdiendo el control de su cuerpo. –La pri...la princesa Sanzura...Ella es su prometida...
-Eso no importa. –replicó Sesshomaru comenzando a desabrocharle el kimono.
-Pero si importa. –dijo Rin sujetando las manos de él, tratando de controlarlo a él y controlarse ella al mismo tiempo. –Usted está comprometido con ella, ella será su esposa en poco tiempo. No puede hacerle esto a ella, ni a mí.
¿Hacerte qué? –preguntó Sesshomaru a la vez que se soltaba de sus brazos y continuaba su trabajo.
-Tiene que detenerse. Por favor. –pidió Rin, sentía que no podría seguir resistiéndose mucho más.
-No me digas que no quieres esto porque no te creeré. –le dijo Sesshomaru besando su piel. –Me deseas tanto como yo a ti.
Y fue lo último que se dijo antes que perdieran el control y nuevamente se dejaran llevar por los sentimientos. Sentimientos que Sesshomaru nunca antes había sentido, y no creyó llegar a sentir jamás.
OoOoOoOoO
El día inició, como cualquier otro día. Pero en cuanto abrió los ojos Rin supo que ese día no sería como ninguno antes. Desnuda en la cama, sola.
-No puede ser. –se dijo ella. ¿Cómo pudo pasar esto¿Cómo puedo ser tan débil?
Se vistió a prisa y salió a buscar a su señor. No lo encontró en ningún lado. Finalmente volvió a su cuarto, se dio un baño (antes que alguien percibiera el olor de Sesshomaru en ella), y una vez vestida decidió volver a buscar a su señor.
Al salir del baño encontró a Jaken en su recámara, mirándola seriamente. Esa mirada, definitivamente no era algo bueno.
¿Qué sucede Jaken? –preguntó ella.
-Creí que te irías anoche. –le dijo Jaken sin rodeos.
-Em...Si, pero... –Rin se puso roja, sin saber qué decir.
-Esperaba que ya te hubieras ido. –le dijo Jaken tristemente.
¿Qué? –preguntó Rin confundida. ¿Por qué?
Jaken volteó a ver hacia a ventana y ella de inmediato se asomó. Lo que vio la dejó muda.
Afuera, el jardín bellamente decorado. Muchos demonios estaban reunidos. Y al frente de todos la Princesa Sanzura y su señor Sesshomaru...se estaban casando.
-No puede ser. –murmuró Rin cubriéndose el rostro con las manos, a punto de llorar.
-Rin, ay Rin. –murmuró Jaken. –Yo hubiera querido ahorrarte todo esto.
-Esto no puede estar pasando. ¡No! –exclamó ella, y tomando su bolsa con una mano, salió corriendo de la habitación.
En el momento que ella se dio la vuelta, su cabello voló por un instante, revelando su cuello, y una marca muy peculiar en él.
-Esto no es posible... –dijo Jaken sin poder creer lo que acababa de ver. De inmediato salió tras ella. –¡Rin¡Espera Rin!
Pero fue inútil, Rin era más alta y rápida que él, y ya le llevaba mucha ventaja.
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Ella llegó a la Sala Privada de su señor. La atravesó, abriendo la puerta exterior, la entrada al jardín. Y se quedó ahí, helada. Sin poder creer lo que veía: Sesshomaru, besando a Sanzura.
En ese momento Rin podría jurar que escuchó cómo su corazón se rompía en mil pedazos, mientras una a una, sus lágrimas comenzaban a caer, ahí, a la entrada del jardín. Cayó de rodillas y siguió llorando en silencio. Y en ese momento, algo más cayó junto a ella. Una espada.
-Tenseiga. –murmuró ella tomándola en sus manos.
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Sesshomaru percibió el olor a agua salada, a lágrimas, unido a otro aroma que reconocía. Volteó de inmediato a la entrada del jardín pero no alcanzó a ver mas que una sombra alejándose, y a Jaken volteando a lo lejos, triste. ¿Era él el que lloraba? No. Había sido alguien más.
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Durante la celebración Sesshomaru se acercó discretamente a su sirviente. Quien seguía recargado en una orilla del jardín. Viendo hacia fuera.
¿Dónde está Rin? –preguntó Sesshomaru.
Pero no obtuvo respuesta.
¿Dónde está Rin, Jaken? –preguntó Sesshomaru nuevamente, ésta vez con más firmeza.
Jaken volteó a verlo con ojos fríos, ojos que sorprendieron a Sesshomaru pues parecían estarlo retando, algo que él sabía Jaken jamás haría.
Y entonces Jaken pronunció las dos palabras que Sesshomaru jamás olvidaría, pues en el momento que las escuchó sintió como si todo el calor en su cuerpo desapareciera y se convirtiera en frío.
-Se fue.
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"Me duele el corazón, me duele mucho." Pensaba Rin mientras volaba sobre Kotori, alejándose tan rápido como era posible del castillo de Sesshomaru.
Ella sentía como si ese dolor en su corazón la fuera matar, pero a la vez sabía que no sería así. Que sobreviviría, tenía que hacerlo.
En su espalda se encontraba la bolsa con sus posesiones más valiosas. Y en sus manos: la Tenseiga.
-A ésta espada le debo el haberlo conocido. –murmuró Rin. –Y también el estar sintiendo éste dolor. ¿Cómo puede algo dar tanta felicidad y a la vez tanto dolor?
OoOoOoOoO
Al día siguiente ella llegó al bosque donde vivían Inuyasha y Aome, quienes al verla tan alterada se sorprendieron mucho.
-Necesito irme de aquí. –les dijo Rin. ¿Pueden ayudarme?
¿Irte? –preguntó Aome. ¿De qué estás hablando?
-Debo irme, tan pronto y tan rápido como sea posible. No quiero seguir aquí. –dijo Rin desesperada.
-Te quieres ir. –dijo Inuyasha. –Pero yo creí que tú seguías a mi medio-hermano.
Rin se soltó a llorar de nuevo.
-Calla Inuyasha. –le indicó Aome. Bajó su voz para que sólo él la escuchara. –Parece que es precisamente tu medio hermano quien la tiene así.
¿Pueden ayudarme? –preguntó Rin.
-Creo que sí. –respondió Aome. –Aunque eso depende de qué tan lejos querrías ir.
-Tan lejos como sea posible. –respondió Rin.
¿Estarías dispuesta a irte...500 años al futuro? –propuso Aome.
Inuyasha se sorprendió al oír a su esposa hacer esa oferta. Pero Rin no dudó.
-Si. –respondió ella de inmediato.
-
Una hora después Aome ya le había explicado a Rin lo que tenía que hacer, su madre la recibiría y ayudaría, después de todo siempre había querido otra hija, y así Rin estaría en confianza. Si necesitaba a Aome, ella iba a su casa cada dos o tres meses. O podía enviar a Kotori a buscarla.
Justo cuando Rin estaba punto de lanzarse al pozo Aome la detuvo.
¿Estás segura de lo que estás haciendo? –le preguntó.
-Si. –respondió Rin sin dudarlo.
-Después no podrás arrepentirte. –le recordó Aome. –El hechizo que estoy usando para mandarte all�, no sé si podré repetirlo.
-No te preocupes. –le dijo Rin. –Lo sé y lo acepto.
-Algo más. –le dijo Aome. –La vida que llevas dentro de ti...
Rin la miró con los ojos muy abiertos. ¿Acaso Aome le estaba diciendo que ella...?
Aome simplemente asintió.
-Él ya se casó con otra. –dijo Rin.
Aome se sorprendió, aunque era difícil saber si por la noticia, o por la manera de hablar de la joven.
-Nunca sabrá de mí. Ni de los míos. –agregó Rin con tristeza.
Aome asintió y finalmente la soltó.
Sin pensarlo, Rin se lanzó. Aome aún alcanzó a escucharla hablar, justo antes de que cruzara el pozo, una despedida:
-Adiós, Sesshomaru...Mi señor Sesshomaru...Mi amado Sesshomaru...